Translate

sábado, 31 de diciembre de 2016

POSDEMOCRACIA


La noción de que todas las ideas son igualmente defendibles y tienen derecho a ser expresadas, hace mucho que murió.


Los grandes cambios que se han producido en la historia han venido siempre precedidos de una transformación de las mentalidades. Dicha transformación, a su vez, es el resultado de una variación en las condiciones económicas, sociales y culturales, y no siempre por ese orden, ni necesariamente estando presentes todas ellas.

Pero, en todo caso, que hoy asistimos a uno de esos cambios no es un secreto para nadie. Los acontecimientos de los últimos años han alterado el sistema en el que vivimos hasta mutar su naturaleza y convertirlo en otra cosa. Cualquier que se asome a la realidad política constatará dicha mutación con facilidad.

El fin de una era

 

Aunque era un argumento clásico, la noción de que todas las ideas son igualmente defendibles y tienen derecho a ser expresadas, hace mucho que murió; su muerte fue el primer clavo en el ataúd de la democracia, aunque en su momento no faltaron quienes quisieron ver en esto una metamorfosis hacia una democracia con valores (válgame Dios) cuando lo que estaba sucediendo era exactamente todo lo contrario.

Porque la naturaleza última de la democracia es el totalitarismo -en realidad, el totalitarismo está en la base de la edad contemporánea-, y las formas liberales que la acompañaron durante un tiempo han perecido; su esencial carácter de religión política la hace, a corto o medio plazo, imposible de conjugar con toda idea permanente.

Pues el totalitarismo democrático que surge desde hace ya unas décadas, no se impone gracias a un Estado policial, ni tampoco mediante una inflación del aparato burocrático-administrativo; el totalitarismo, hoy, triunfa gracias a las series de televisión, los guiones de Hollywood, las oenegés, los agentes lgtbi, la prensa, las fundaciones privadas y las editoriales, las universidades y los planes de estudio.

Pero no es solo la licitud de todas las ideas y el derecho a ser expresadas lo que ha perecido, con ser esto suficientemente alarmante. Es también la presunción de inocencia, vía protección de los derechos de las minorías y combate contra la violencia doméstica, de género, o machista. En el mundo occidental son multitud los Estados en los que basta la acusación de una mujer para llevar al hombre al calabozo sin mayores explicaciones. En lo sucesivo, difícilmente podrá argüirse -en esta sociedad de cuotas y de denuncias a la carta en la que el varón debe justificar su inocencia-, la injusticia que suponía en el pasado el distinto tratamiento legal entre hombres y mujeres.

Precisamente ha sido a través de la discriminación positiva como se ha destruido la igualdad, concepto que consiste, exactamente, en la ausencia de toda diferenciación, distinción o separación. Una discriminación positiva, además, que se efectúa en perjuicio inevitable de la otra parte conformante del todo social. Hace tiempo que la igualdad ante la ley es un lejano recuerdo del pasado, triturada a manos del legislador plegado a los intereses de los lobbys homosexualistas, feministas y de género.

En consecuencia, la libertad de expresión ha sufrido una enorme merma. Y no solo –y casi, ni principalmente- en el terreno político sino, lo que es mucho más grave, en el intelectual. Casi cualquier expresión que se refiera a las mujeres, a los negros, a los homosexuales y las distintas variantes de la heterosexualidad habidas y por haber, a los inmigrantes, a los musulmanes, a los judíos…que rebase el canon de la corrección política más estricta, se convierte en peligrosa.

¿Defensa de los derechos de las minorías? Según y cómo. Hay minorías, algunas muy amplias, a las que se les niega cada vez más derechos, como a los fumadores o a los católicos (y en tono menor, a los taurinos y a los cazadores). La ya casi abierta persecución de estos grupos ha sido un experimento de la capacidad del poder para suprimir derechos con el aplauso social. Y se ha saldado con éxito.

¿Es democrático un sistema en el que no todas las ideas son respetables, en el que no todas las ideas pueden expresarse, en el que no existe la presunción de inocencia, en el que la igualdad ante la ley es solo un vago recuerdo que no todos añoran, en el que la mayoría impone su ley frente a unas minorías a las que se está muy cerca de privar de todo derecho, en el que el poder judicial que ha de fiscalizar al poder político depende de este, en el que se impone una visión de la historia a conveniencia y una peculiar filosofía toda la sociedad por razones ideológicas, en el que los poderes públicos suplantan a los padres en la tarea de transmitir los valores a los hijos? ¿Realmente alguien puede sostener que esto es democrático? ¿Con qué argumentos?

Un sistema así no es democrático. Podrá tenerse de la democracia la idea que se quiera, pero lo que se ha descrito más arriba no es democrático en ninguno de los casos. Es otra cosa que, en ciertos aspectos, puede coincidir con la democracia. Pero no lo es.

Una guerra contra el pueblo

 

Lo que estamos viviendo es una auténtica guerra de las élites contra su propia población. En esa guerra, el desprecio por el pueblo se está haciendo crecientemente patente por parte de la casta, que no es solo política, sino también financiera y mediática. Resulta inevitable que el divorcio entre la población y la casta supranacional que nos gobierna sea cada día mayor.

Un ejemplo resplandeciente ha sido el trato que la Unión Europea ha dado al rechazo a la Constitución europea en 2005, que había de ser aprobada por todos los Estados de la unión antes de entrar en vigor. Nada menos que Francia y Holanda la rechazaron, con lo que todo el proyecto abortó.

¿Cuál fue la respuesta de la eurocracia bruselense? Una burla apenas disimulada en forma de Tratado de Lisboa, un mal remedo de la Constitución europea, concebido para ser aprobado sin engorrosos referéndums de por medio. De este modo, la UE pudo aprobar un texto muy semejante a la Constitución europea, que los europeos habían rechazado, a espaldas de estos.

Procedimiento muy semejante al utilizado por el presidente colombiano Juan Manuel Santos, tras el revés experimentado en el referéndum convocado en octubre de 2016 al respecto del acuerdo con las FARC. Después de una campaña nacional e internacional que quizá admita el cotejo por su uniformidad con la que se orquestó contra Trump –y en la que Santos afirmó que el “NO” suponía la guerra (sic)-, la casi increíble derrota del oficialismo se saldó con la decisión de aprobar los acuerdos con las FARC, apenas modificados, por otra vía que no incluía referéndum alguno. Según Santos, ya no convenía convocar a los colombianos a las urnas porque la gente votaba por causas muy complejas y muchas veces contra lo que realmente pensaba, así que las consultas debían estar muy justificadas; esa era “una lección que había aprendido”.

Pinochet perdió un referéndum y dejó el poder; los eurócratas de Bruselas y el señor Santos han perdido los suyos y se han burlado de la opinión pública, aprobando por la puerta de atrás y con nocturnidad lo que sus propios pueblos habían rechazado. ¿Se puede imaginar algo más antidemocrático? El viejo general chileno resultó ser más respetuoso de la opinión popular que los eurócratas o que el premio Nobel de la Paz.

Con el Brexit las cosas no van mucho mejor. La decisión del pueblo británico ha sido tan contraria a la conveniencia de la oligarquía mundialista, que la elite británica lleva meses dándole vueltas a cómo burlar la expresión mayoritaria de la población, pasándose la pelota del poder judicial al parlamento. El que el Supremo británico obligue a que un parlamento contrario al Brexit lo apruebe, evidencia que para este sistema la democracia es una coartada.

Particularmente llamativo es el caso de los Estado Unidos. Todo lo concerniente a las últimas elecciones en el imperio norteamericano ha sido tan escandaloso, que imposibilita siquiera un somero recuento. Como corolario del inmenso escándalo, las manifestaciones tras la jornada electoral de noviembre, con la llamada a la insumisión contra los resultados electorales por parte de la izquierda representan nada menos que la llamada a ignorar la voluntad del pueblo norteamericano. En este caso, la movilización ha tomado un aspecto popular que trasciende la anécdota y que nos devuelve al comienzo del artículo.

Quizá sea pronto para afirmarlo, pero a lo que seguramente asistimos es a la sustitución de la fase liberal de la edad democrática por la fase totalitaria. Una parte sustancial de la población hace mucho que no cree en la democracia tal y como la conocen, y ese fenómeno es universal.
Eso no significa que crea en otra cosa. Las opciones que apoya son, no puede resultar sorpresivo, muy variadas, particularmente entre las más recientes generaciones. Las últimas prospecciones demoscópicas sobre las inclinaciones de la población arrojan una inequívoca desafección entre las generaciones más jóvenes al sistema, a cuyo formalismo consideran más una traba que otra cosa.

Todos los grandes cambios –decíamos al principio- venían precedidos de transformaciones en las mentalidades.

En nuestro caso, eso YA ha sucedido.



                                                                                                  FERNANDO PAZ  Vía LA GACETA

ASÍ CONVERGE EL SECESIONISMO CATALÁN CON PODEMOS PARA JAQUEAR EL SISTEMA

Los soberanistas saben que no tienen mayoría para ejecutar sus planes y se han entregado con armas y bagajes, no solo a la CUP, sino también al populismo de los comunes de Colau

 
Puigdemont y Colau. (EFE)

Las dos amenazas al sistema constitucional se están haciendo una realidad cada día más consistente. En la medida en que se debilitan, se radicalizan —y esto es quizá lo más grave— funcionan como vasos comunicantes.
En Cataluña, el secesionismo pierde adeptos (véase la última encuesta del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat) y, simultáneamente, incrementa el desafío contra el Estado y la Constitución. El enjuiciamiento en febrero de Artur Mas, Irene Rigau y Joana Ortega en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, y el muy próximo también de Francesc Homs en la Sala Segunda del Tribunal Supremo, en todos los casos por desobediencia y prevaricación, ha espoleado el alma insurreccional del separatismo que ha llegado a una cota verbalmente virulenta por el proceso penal también a Carme Forcadell, presidenta de la Cámara legislativa.
Su respuesta a la acción de la justicia ha consistido en un acuerdo entre Junts Pel Sí y la CUP sobre la ley de transitoriedad llamada a regular la situación interina entre el referéndum previsto y la eventual declaración de independencia. Unilateralismo absoluto. El texto del anteproyecto es secreto —increíble, pero cierto— para apuntalar la precaria relación entre los exconvergentes, ERC y la CUP eludiendo, al tiempo, la segura impugnación gubernamental ante el Tribunal Constitucional. Esta circunstancia es compatible con el hecho inédito de que el Gobierno catalán no haya logrado que los anticapitalistas aprueben el Presupuesto.
Ada Colau es el nexo de unión entre el separatismo y las plataformas del populismo izquierdista que lidera Podemos en el resto de España
Pese a la denominada operación Diálogo liderada por la vicepresidenta del Gobierno, Carles Puigdemont permanece firme en su decisión de no asistir a la Conferencia de Presidentes que se celebrará en enero, en la que Rajoy planteará la financiación autonómica y, al hilo de esta, adelantará las líneas maestras de los Presupuestos Generales del Estado. Además, el Parlamento catalán no presentará candidatos para sustituir a cuatro magistrados del Constitucional cuyo mandato vence de inmediato.
Los secesionistas, en este contexto, han “fichado” para su propósito a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que, aunque con el matiz de que el referéndum sea “legal y acordado”, algo inviable constitucionalmente, suma fuerzas con el separatismo (tres de cada cuatro votantes de Colau están por la independencia, según informaba 'La Vanguardia'). La edil barcelonesa es el nexo de unión entre el separatismo y las plataformas del populismo izquierdista que lidera Podemos en el resto de España.
Los soberanistas catalanes saben que no tienen mayoría para ejecutar sus planes y esa es la razón por la que se han entregado con armas y bagajes, no solo a la CUP, sino también al populismo de los comunes de Colau en Cataluña y a la apuesta por la “plurinacionalidad” de Podemos, que pretende abrir un proceso constituyente que altere los fundamentos de la actual Constitución, entre ellos, la indisolubilidad de la nación española y la forma monárquica del Estado.

La portavoz de la CUP en el Parlament de Cataluña, Anna Gabriel. (EFE)
La portavoz de la CUP en el Parlament de Cataluña, Anna Gabriel. (EFE)

La crisis de los morados, que en estas dos últimas semanas ha alcanzado su fase más aguda, ha radicalizado aún más a los seguidores de Pablo Iglesias frente a los de Íñigo Errejón, elevando aquel el diapasón de sus propuestas rupturistas y marginales que enlazan con la otra corriente populista y anticonstitucional que es la que representa el secesionismo catalán. En el cónclave que Podemos celebrará en febrero —y que seguramente vendrá precedido de una noche de cuchillos largos en la organización— se plasmará esta especie de entente entre separatistas y populistas para jaquear el sistema.
La convulsión catalana va a ser muy intensa y quizás exija del Estado medidas extraordinarias que podrían ser la gran coartada de los secesionistas para “explicar” su fracaso e ir a unas elecciones anticipadas en las que, muy probablemente, el poder en Cataluña pasaría a manos de una coalición entre ERC y Junqueras (primer hombre fuerte de Cataluña) y el partido que ya tiene en el horno Ada Colau amasado por Xavier Domènech (segundo hombre fuerte en Cataluña), estrechamente vinculado a Podemos.
Desde una Generalitat dominada por separatistas y populistas —con el peso cuantitativo y cualitativo que comporta— se producirían dos fenómenos: el primero será la liquidación del catalanismo burgués y moderado (que lo fue hasta 2012) y el definitivo ostracismo de Mas y Puigdemont; y el segundo, una alianza izquierdista de conveniencia para seguir hostigando al sistema constitucional de 1978.

Es urgente que el PSOE, además de componer su relación con el PSC, se dote de un líder y que Rajoy y Rivera solidifiquen su acuerdo de investidura


La aparente tranquilidad con la que se encara 2017 suponiendo que los soberanistas catalanes están ahogados en sus contradicciones –lo cual es cierto, pero no desalentados— y los populistas de Podemos, deteriorados por su crisis interna pero decididos a buscar la quiebra institucional, es solo un espejismo, una voluntarista interpretación de los acontecimientos. La energía de la debilidad puede ser feroz.
Los procesos de radicalización de los unos y de los otros tratan de localizar en sus respectivos dogmatismos la fuerza que no han obtenido en las urnas ni en las instancias sociales, económicas y culturales del país. Comprueban ambos, además, que buena parte de su futuro depende de que sus objetivos, siquiera temporalmente, converjan en el hostigamiento a la Constitución de 1978 y en la deslegitimación de la transición.
En esta tesitura es urgente que el PSOE, además de componer su relación con el PSC, se dote de un líder y que Rajoy y Rivera solidifiquen su muy líquido acuerdo de investidura. Porque el PP, el PSOE y Ciudadanos son los tres contrafuertes del sistema. Si este desfallece, lo harán también los tres partidos que apuestan por su continuidad y reforzamiento. El momento es mucho más crítico de lo que algunas apariencias sugieren, incluido el sosegado balance y rueda de prensa que celebró en Moncloa el presidente del Gobierno.



          JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS  Vía EL CONFIDENCIAL

2016, EL AÑO EN QUE EL MUNDO ENLOQUECIÓ

Más allá de la política doméstica, donde también han patinado clamorosamente, los científicos sociales han sido incapaces, no ya de intuir, sino siquiera explicar convincentemente el triunfo de Donald Trump o el resultado del referéndum sobre el Brexit. De un día para otro, todo era margen de error; todo, voto oculto; todo, materia oscura.






Algunos de los protagonistas de un 2016 sorprendente. Teresa García


Un año muere y otro nace; es momento de recapacitar. Aunque 2016 termina planteando más preguntas que respuestas, desde luego ha sido un año especial, muy diferente a 2015 pues han comenzado a sustanciarse tendencias larvadas que, con cierta perspicacia, era posible vislumbrar. También ha resultado especialmente turbador para los politólogos, que quedaron en entredicho, ajenos por completo a la realidad, como si súbitamente la percepción del espacio-tiempo se hubiera dislocado y sus métodos para realizar proyecciones hubieran quedado obsoletos, anclados en el ayer. Roto el antiguo paradigma, tan estupendos analistas siguieron  aferrados a sus tradicionales y estrechos enfoques, repitiendo como papagayos la misma cantinela, la misma explicación, la misma predicción... aunque todas ellas fallen más que una escopeta de feria.

El año que jubiló a los científicos sociales

En efecto, más allá de la política doméstica, donde también han patinado clamorosamente, los científicos sociales han sido incapaces, no ya de intuir, sino siquiera explicar convincentemente el triunfo de Donald Trump o el resultado del referéndum sobre el Brexit. Increíblemente, de un día para otro, todo era margen de error; todo, voto oculto; todo, materia oscura.
Los científicos sociales, lejos de aceptar su imprevisión, el deterioro de sus herramientas y, sobre todo, su enorme rigidez de pensamiento, han pretendido amoldar la realidad a sus errores
No obstante, lo más sorprendente es que, lejos de aceptar su imprevisión, la pérdida de referencias válidas, el deterioro de sus herramientas y, sobre todo, su enorme rigidez de pensamiento, han pretendido amoldar la realidad a sus errores, como un terco zapatero que ahorma la zapatilla de una bailarina para que encaje en el colosal pie del yeti. Según su criterio, si los análisis eran correctos; los pronósticos, honestos; la racionalidad, incuestionable, sólo quedaba una conclusión posible: el error no se les podía imputar a ellos sino a los votantes. No fue el impecable científico social sino el sujeto observado quien, renunciando a toda racionalidad, escogió el camino equivocado, en definitiva, no es el experimentador quien yerra: es la cobaya.
Así, las mentiras, las noticias falsas, las redes sociales que suplantan a los esforzados medios de información, las emociones, las creencias, la idiocia de las gentes, los mitos, los bulos, las fantasías, los deseos, los más bajos instintos… se convierten en los nefastos ingredientes que, arrojados a un tiempo en el puchero, desencadenan una alocada ebullición. De esta forma tan empírica, los sesudos investigadores sociales intentan explicar por qué, en 2016, la materia oscura tomó el control, cómo, de pronto, sin transición alguna, todo fue populismo, todo posverdad,
Sin embargo, tal y como hemos venido argumentando en este espacio, las explicaciones anteriores son absurdas, excusas propias de quien carece de pensamiento lateral, de visión de conjunto, meras conjeturas de sujetos sin ingenio que aplican mecánicamente las herramientas aprendidas sin saber siquiera cómo adaptarlas a un contexto distinto, a un marco cambiante. En el fondo, su problema no es la falta de inteligencia o formación, sino la autocensura, ese pánico a considerar argumentos o explicaciones que pudieran salirse de la senda que marca la corrección política. Y también, sus propias creencias e intereses.

El gran hartazgo

En realidad, lo que ha aflorado en los votantes es un sentimiento de hartazgo que se fue macerando durante largo tiempo y que acabaría provocando una violenta reacción contra la enorme y deliberada complejidad de la política, contra una acción de los gobernantes que se inmiscuyen cada vez más en la vida privada, contra la enorme censura del lenguaje y contra la discriminación (¿positiva?) de unos grupos con respecto a otros. Lo advertíamos en junio de 2016, con un artículo titulado “La corrección política: una bomba a punto de explotar
“Durante décadas, los políticos han aprovechado el viento de popa de la prosperidad económica para desviarse de sus obligaciones y dedicarse a “defender al ser humano de sí mismo”, de su avaricia y capacidad de destrucción. Han utilizado la seguridad, la salud y el medioambiente como coartadas para perseguir sus propios intereses. Para ello, han promulgado infinidad de leyes y normas que se inmiscuyen cada vez más en el ámbito privado de las personas e interfieren de forma inexorable en sus legítimas aspiraciones.”
Y añadíamos
“Lo más grave, con diferencia, es la pretensión de políticos y burócratas de moldear la forma de pensar de las personas para evitar que se resistan a la arbitrariedad, al atropello. Generaron, para ello, una ideología favorable a los intereses grupales, una religión laica: la corrección política, que arroja a la hoguera a todo aquel que cuestiona su ortodoxia. Esta doctrina determina qué palabras pueden pronunciarse y cuales son tabú, aplicando el principio orwelliano de que todo aquello que no puede decirse... tampoco puede pensarse. Propugna que la identidad de un individuo está determinada por su adscripción a un determinado grupo y dicta que la discriminación puede ser buena: para ello la llama ‘positiva’. Pero toda persona consciente sabe en su fuero interno que ninguna discriminación es positiva.”
Los investigadores sociales prefieren no dar ni una a cerrarse las puertas que conducen a posiciones bien remuneradas
No obstante, aun siendo un texto provocador, sorprendió la furibunda reacción que desencadenó, tanto desde la izquierda como desde la derecha oficial, por afirmar que la corrección política es un gravísimo problema, un troyano diseñado para dinamitar los principios que alumbraron la democracia liberal. Tan virulentos ataques se explican porque existe un enorme negocio, una poderosa industria política montada alrededor de numerosas patrañas. Y también, quizá, porque los prohombres intuyen que la corrección política está tan imbricada en el statu quo que no hay manera de desmontar lo primero sin que se desmorone los segundo. Así, los investigadores sociales prefieren no dar ni una a exponerse a terribles críticas, a cerrarse las puertas que conducen a posiciones bien remuneradas.
A ese artículo le siguió el “El abuso de la política, el populismo y la rebelión de las masas”, que ponía el foco en la supuesta materia oscura que ciertos politólogos, ejerciendo como ancestrales brujos tribales, han señalado como origen del mal. Argumentábamos allí que la propia ingeniería social -que ellos mismos promueven- es la principal causa del caos. “La planificación civil genera millones de fricciones, contingencias, cambios de incentivos, accidentes y azares que, acumulados, constituyen una niebla de incertidumbre donde todo puede suceder. Todo… menos lo inicialmente previsto.”
Lejos de hacer acto de contrición, perseveraron una vez más en el error. Los votantes estaban equivocados, insistían
Estuviéramos acertados o no, lo cierto es que meses después, Donald Trump ganaba contra todo pronóstico, consumándose así un cataclismo que generó enorme conmoción entre analistas, políticos e informadores. Sin embargo, lejos de hacer acto de contrición y arrojar alguna luz que de verdad explicara el fenómeno, perseveraron una vez más en el error. Los votantes estaban equivocados, insistían; es decir, la estúpida cobaya, pese al rastro de migas cuidadosamente dispuesto, había vuelto a tomar el camino equivocado para salir del laberinto. Olvidaron un sabio consejo: cuando empieces a creer que los votantes son en su mayoría idiotas, quizá debas preguntarte si el idiota no serás tú.
En este espacio intentamos explicar el verdadero motivo por el que Trump ganó, rechazando la explicación convencional de que sus votantes eran ignorantes, racistas, sexistas o simplemente malas personas. En su lugar, interpretamos su victoria como una reacción de buena parte de la sociedad contra una ideología gelatinosa, la corrección política, que se encuentra en las antípodas de los principios que alumbraron los Estados Unidos de América. A muchos americanos les molesta profundamente ser tratados según el grupo al que pertenecen, no por sus méritos. Y les enoja sobremanera verse obligados a adaptar su lenguaje a unos códigos que consideran absurdos. Un mes más tarde, el aspirante demócrata derrotado por Hillary Clinton, Bernie Sanders, apuntaba exactamente el mismo motivo para la victoria de Trump
“¿Y si Clint Eastwood tuviera razón?” es un análisis crítico de la corrección política que se convirtió en el contenido más leído y compartido de Vozpópuli en 2016
Como continuación escribimos “¿Y si Clint Eastwood tuviera razón?”, un análisis crítico de la corrección política que se convirtió en el contenido más leído y compartido de Vozpópuli en 2016, con 274.000 lectores. Dado que el tema tratado no es ni mucho menos viral o popular, más bien intelectual, su éxito sólo se explica por haber conectado con un estado de opinión muy extendido que, sin embargo, ha sido censurado, reprimido, ignorado por las estadísticas agregadas y, por supuesto, por la clase política, los científicos sociales y analistas. El mérito no estaba tanto en la perspicacia como en la osadía, en el atrevimiento de escribir públicamente aquello que mucha gente piensa, o intuye, pero pocos dicen porque constituye un terrible tabú, porque supone violar la ley del silencio.

En España, a verlas venir  

Pero no es sólo el mundo exterior el que se agita. También España, con un sistema político inasequible a las inquietudes reales, se encuentra sometida a grandes presiones, a enormes incertidumbres. Pero ninguna de ellas figura en las agendas de los partidos. Muy al contrario, todo son temas menores, discusiones banales íntimamente relacionadas con la corrección política, tal y como señalamos en el penúltimo artículo de 2016, “¿Hemos sobrepasado el punto de no retorno?
En los meses anteriores habíamos tratado los graves problemas de España, como la hiperregulación, que impide sistemáticamente al español común prosperar por sus propios medios (“La gran estafa legislativa que impide a la gente ganarse la vida”) o la bomba de relojería de las pensiones, guardada durante tres décadas en un cajón hasta que su inminente detonación ha impedido seguir obviando el problema (“Las pensiones que vienen: otra gran estafa política”). Pero, para nosotros, la pieza más divertida fue una sátira del modelo político español que publicamos con el título “El Régimen más estúpido de la historia de España”, del que extraemos este fragmento
“Se ha comparado el regimen juancarlista con el de la restauración canovista del siglo XIX. Y ciertamente hay muchas similitudes: el caciquismo, la corrupción generalizada, el clientelismo, las estrategias para comprar votos, la costumbre de enchufar en la administración a los partidarios, el control de la prensa, el turnismo, etc. Pero existe una discrepancia fundamental. En el régimen actual no han surgido políticos de gran talla sino mediocres sucedáneos sin carisma ni visión de futuro, auténticos zoquetes, vendedores de crecepelo, repetidores de consignas sin una idea propia. El perverso proceso de selección de los partidos ha alumbrado una clase política refractaria al debate de ideas, preocupada sólo por su permanencia en el poder y la consecución de estrechísimos intereses particulares.”
Como era de prever, provocamos el disgusto y posterior reprimenda de algún que otro padre de la patria. Estimados prohombres, ¡qué poco sentido del humor!
Hemos desafiado las rígidas leyes del periodismo de ocasión al mantener nuestra agenda siempre lejos del oficialismo
Sea como fuere, como usted querido lector podrá corroborar, en este espacio hemos desafiado las rígidas leyes del periodismo de ocasión al mantener nuestra agenda siempre lejos del oficialismo, de ese debate impostado, obligatorio y menor, donde un día es la regulación de los deberes a los niños, al otro la llamada “pobreza energética” y al otro los currículum anónimos lo que genera titulares y contenidos, mientras se oculta lo fundamental, aquello que tarde o temprano acaba desencadenando una reacción intempestiva.  
Por suerte, al igual que usted, cientos de miles de lectores parecen apreciar y coincidir con esta poco ortodoxa selección de temas. El mérito, sin embargo, es más suyo que nuestro. Así pues, ahora que 2016 llega a su fin, es momento de agradecerles su seguimiento e interés. Y también habernos ayudado a no claudicar ante la marejada general. Ha sido duro, agotador; en ocasiones, una locura, pero, ¡qué demonios, ha valido la pena!
Ojalá 2017 sea una año con más luces que sombras.

                                         JAVIER BENEGAS y JUAN M. BLANCO  Vía VOZ PÓPULI


viernes, 30 de diciembre de 2016

LOS SANTOS INOCENTES

En 2016 los españoles estuvimos a punto de descubrir que sin gobierno se vivía mejor, es decir, igual, como mínimo, y sin nuevas leyes.
Reunión de la dirección del Grupo Popular. EFE

Que Santiago Matamoros siga siendo patrón de España en esta época multicultural y de abrazos y ternuras hacia todo lo que no sea la tradición propia, parece un poco incongruente, pero, si bien se mira, es una muestra más de que aquí nunca pasa nada, y que, cuando pasa, todo conspira eficazmente para volver de inmediato al punto de partida, a lo de siempre, ese secreto de nuestro peculiar carácter que administra con notoria eficacia don Mariano Rajoy, el único que parece haber salido indemne de un año 2016 en el que toda decepción ha tenido su asiento.
En 2016 los españoles estuvimos a punto de descubrir que sin gobierno se vivía mejor
En realidad, nuestro patronazgo debería otorgarse a los Santos Inocentes, porque los niños asesinados por un equívoco y la sádica arbitrariedad del mandamás de turno, representarían a la perfección ese toque de pasividad, ignorancia y conformismo que adorna a una buena mayoría de la sociedad española, acostumbrada a que la engañen, la toreen, a tragar con todo y, en último término, a poner cara de que las cosas van un poco mejor, como siempre.

Un año político muy singular

En 2016 los españoles estuvimos a punto de descubrir que sin gobierno se vivía mejor, es decir, igual, como mínimo, y sin nuevas leyes, y la posibilidad de que ese descubrimiento acabase por hacer reflexionar a los españoles ha sido el verdadero motivo que precipitó una salida política tan inverosímil como absurda, la prórroga de un Rajoy sin mayoría parlamentaria y la condena de Sánchez a la leyenda, a convertirse en la autoestopista misteriosa que se aparece en algunas curvas a los del PSOE para recordarles que no lo están haciendo demasiado bien.
Esa sensación de asueto que experimentábamos al ver a un Gobierno sin posibilidades de cometer tropelías, terminó de manera abrupta mediante el dispositivo del hartazgo, porque los españoles estuvimos a punto de perecer bajo la insistente matraca de la gobernabilidad, que fue el pudibundo seudónimo tras el que se ocultaba muy gallegamente el de siempre. Además, la amenaza de unas terceras elecciones, con el animoso empujón de Ciudadanos dispuesto a hacer de lubricante y a convertirse en la partera de la abuela, terminó por hacer tragable la solución. Fue el momento de gloria de Marhuenda, la razón arrodillada a los pies de un analista tan implacable como certero.

Panorama tras el parto de los montes

Hecha la investidura y constituido el Gobierno, caben dos cosas, dedicarse a ensalzar las virtudes del presidente, misión apta sólo para tipos muy competitivos, dado el extraordinario número de hagiógrafos que posee, o tratar de ver si el panorama político ofrece alguna pista de lo que puede acabar sucediendo, más allá de los ires y venires de una legislatura anómala. Decía hace poco Guillermo Gortázar que la política es no saber qué pasará mañana, una definición muy española, ciertamente, pero eso no excusa, especialmente en los cambios de fecha, de tratar de adivinar lo que pudiere esperarnos.
El PP de Rajoy está en su momento de máximo esplendor, porque ya consigue gobernar sin tener la mayoría necesaria
El PP de Rajoy está en su momento de máximo esplendor, porque ya consigue gobernar sin tener la mayoría necesaria, y porque ha demostrado ad nauseam que eso de tener principios, ideales, objetivos, o cualquier simpleza de ese estilo, es el arte de ponerse palos en las ruedas de la gobernabilidad. Poseído de esa superioridad intelectual que le da conocer el secreto de la supervivencia sin motivo, se dispone, y es solo un ejemplo, a ampliar el concepto de familia, asunto que, como todo el mundo sabe, trae en un sinvivir al 99% de sus votantes, y a proclamar en su próximo Congreso la prórroga indefinida del marianismo, más allá de cualquier objeción de esa panda de envidiosos que son los de Ciudadanos. Rajoy no incurrirá en el defecto aznaril de limitar sus mandatos, y no cometerá el error de nombrar un sucesor, a no ser que le dé tiempo de promocionar a su niño, si es que le da por esto de la política, y por eso Soraya está tan activa porque sabe que tiene que ganarse la designación y acabar con la envidiosa de Cospedal, aunque tiene tiempo por delante. Resumiendo, que por la parte del PP más de lo mismo y así para siempre. Amén.

El PSOE

Del PSOE podría decirse lo que dijo Sabino de Armada, en otro momento que tampoco fue fácil: “ni está ni se le espera”. Su postración es tan grave que ya hasta Rafael Hernando, más dado a la truculencia que a la sutileza, se permite chanzas, como decir que se han abstenido, por delicadeza, de intervenir en su situación interna “que es la que es”, una definición rajoyana como pocas. El PSOE agoniza en medio de la indiferencia general y con el palmeo de una gestora que ha heredado un crimen más propio de El Caso que de un partido moderno, la orgía decepcionante de lideresa del sur, cuyo ideario específico es todo un enigma, y cuyo encanto fuera del patio andaluz está por ver, y el estruendoso silencio de los históricos, que han desaparecido del mapa, tal vez avergonzados de la que han liado. Para acabar, algunos sacan a pasear el cadáver insepulto de Sánchez, que parece haber descubierto que la solución de los males del PSOE ha estado en ser poco proclive al nacionalismo, así que no es nada fácil ver por do va a salir este partido.
Las encuestas son implacablemente malas para el PSOE, pero los concernidos todavía no se han puesto de acuerdo sobre si sus perseguidores son galgos o podencos, y están tardando mucho en emprender la carrera, de forma que cabe suponer que puedan acabar asfixiados por el abrazo del oso de un Rajoy dispuesto a lo que sea para ocupar su espacio, y lo que les salga por la izquierda, si es que termina por salir algo, que está por ver.

Ciudadanos

Ciudadanos empezó con la idea de regeneración, que es un viejísimo tópico de la historia política española y ha terminado con el más crudo posibilismo; empezó hablando de una nueva política y se ha dedicado a prorrogar a Rajoy con la excusa de la gobernabilidad y aceptando la retórica ruda y elemental del rajoyismo, con todas sus conchas y sus retrancas; ha pretendido someter a Rajoy a sus principios y don Mariano les ha aplicado el viejo método de vuelva usted mañana que yo ya se lo que me hago. Con todo no hay que descartar que Ciudadanos vuelva a tener oportunidades de importancia, siempre existirá un electorado que prefiera el eufemismo de Ciudadanos que el cinismo en vena.
Ciudadanos empezó con la idea de regeneración, que es un viejísimo tópico de la historia política española y ha terminado con el más crudo posibilismo
Su gran oportunidad fue la de renovar, pero han desperdiciado hasta tres ocasiones de hacerlo mínimamente en serio, y ahora dependen, más que nada, de las veleidades del clima, del acaso, porque ha mojado su pólvora y sus gestos se han convertido en mueca gastada. Veremos si existe la posibilidad de recuperar oportunidades perdidas, pero son muchos los rasgos que apuntan a que el gurú de la renovación ha sido víctima de la gramática parda antes de haber acabado siquiera su primera obra original.
Todavía hay tiempo para que Ciudadanos monte una buena orquesta de cuerda, pero si persiste en los solos del concertino, su público volverá a preferir la charanga y la pandereta por aquello de que, puestos a desperdiciar el voto, es preferible el morbo de ganar.

Podemos, pares e impares

A Podemos hay que agradecerle un espectáculo impagable, de un dramatismo shakesperiano, con traiciones, ira, furor, arrepentimiento y nostalgia de la gran belleza. Es como si quisiera devolverle a la derecha los favores prestados demostrando que la política es un asunto en el que la mentira siempre gana. Hay quienes están asombrados de esta deriva pendenciera, pero hace tiempo que los revolucionarios se caracterizan más por emular la estética guevariana que por mantener una mínima lógica, aunque sea marxista. Es digno de mejor causa ver a Iglesias pedir perdón a los candorosos militantes que no se han comido un colín, ni se lo llevarán jamás a la boca, por haber dejado que se transparenten las vergüenzas de la ambición, pero es que Shakespeare es así, no están representando un sainete sino una tragedia, o eso nos quieren hacer creer para sentirse magnánimos, indispensables.
Carmena y Maestre, y demás compañeros, han descubierto que pueden joder a medio Madrid con eso del medio ambiente
Al tiempo que líderes y diputados sin misión definida se dedican a las grandes pasiones, los personajes con cargo de responsabilidad les secundan en esa tarea de desvelamiento profundo de su altruismo. Así Carmena y Maestre, y demás compañeros, han descubierto que pueden joder a medio Madrid con eso del medio ambiente, que siempre es más estético que lo de las basuras, y se dedican a prohibir que es lo suyo. Deben estar felices practicando la pura arbitrariedad, los días pares las matriculas pares, los impares las nones, que saben que no va a arreglar nada, pero empieza a quedar claro que saben mandar, que pueden ser tan ejecutivos como Montoro, y también se les ocurren cosas para hacer la puñeta al respetable. Mandar es un placer, genial, sensual, y eso es lo que Iglesias no está dispuesto a cederle al ñoño de Errejón, ni al cursi de la Asamblea, o a la creída de su ex. No piensa consentirles que con sus ambiciones perjudiquen a Podemos, faltaría más, esa unión entre todo lo bello, lo digno y lo sublime que aquí se ha encarnado en el coletas, como en otras partes en Chaves o en Maduro, como en Fidel. Pero de este drama fingido tampoco aprenderán nada nuestros santos niños.
Lo malo es que los santos inocentes lo reciben todo como un regalo, no tienen malicia, y esa divina paciencia la explotan a modo los Herodes de este mundo, no con más acierto ni con menor saña. O sea, que tienen la culpa, que su inocencia irresponsable consiente que nuestra deuda esté casi tres veces por encima de lo que establecen los pactos europeos, que admiten, de nuevo, pagar más, que siguen creyendo en los cuentos públicos sin intereses privados, y venerando las nuevas religiones con el debido respeto y la más católica sumisión. Así nos va, hasta que en 2017 volvamos a celebrar su fiesta, como si todo fuera una broma.

                                                                 J. L. GONZÁLEZ QUIRÓS  Vía VOZ PÓPULI

Susana Díaz prevé anunciar su candidatura el 15 de enero sin ajustes de cuentas

La presidenta andaluza mide al milímetro sus tiempos con la intención de anunciar a mediados de enero su candidatura a la secretaría general con un discurso integrador.



Susana Díaz tiene decidido apretar el acelerador y anunciar su candidatura a la secretaría general del PSOE en cuanto el comité federal fije las fechas del congreso. Su próxima reunión está prevista para el sábado, 14 de enero, aunque hay discrepancias en la gestora que preside Javier Fernández sobre la conveniencia de aprobar en ella el calendario congresual, en el que debe constar también la celebración previa de las elecciones primarias. De darse este paso, la presidenta andaluza anunciaría su candidatura el domingo, 15, según fuentes cercanas.
La presidenta andaluza anunciará su intención de saltar a Madrid en cuanto el comité federal fije el calendario congresual
Díaz acompañará su candidatura, nadie lo duda en la dividida familia socialista, con un discurso integrador “en el que no quepan los ajustes de cuentas”, sabiendo que nadie puede aspirar a dirigir el PSOE con la federación andaluza en contra, pero esta tampoco puede gobernar el partido sin el concurso de organizaciones tan importantes como las que se decantaron hasta última hora por Pedro Sánchez, entre ellas la madrileña, la catalana, la vasca, la gallega o la castellano leonesa. Es verdad que los dirigentes de algunas de ellas se han pasado al bando contrario, se mantienen en la ambigüedad o, como es el caso de la que dirige Miquel Iceta, han prometido “neutralidad”. Pero Díaz no quiere arriesgarse a presentarse como una candidata sectaria, con el peligro de polarizar todavía más al PSOE, de ahí que esté tomando contacto con todas ellas solicitando adhesiones con la promesa de que compondrá una ejecutiva plural en la que tengan asiento todas las sensibilidades que han aflorado en el partido antes y después del tumultuoso comité federal que desalojó a Sánchez de la secretaría general.
Fuentes cercanas a Díaz la comparan con un “toro miura” por las ganas que tiene de controlar el partido y acabar con este vacío de poder tan prolongado, eso sí sabiendo que debe medir al milímetro los tiempos porque cualquier precipitación podría poner en riesgo la operación en la que llevan tiempo comprometidos algunos dinosaurios del PSOE como Felipe González, Alfredo Pérez Rubalcaba y exdirigentes que arrastran mucho mayor desprestigio como José Luis Rodríguez Zapatero.

Una "táctica marrullera"

Algunos barones socialistas que han podido hablar con Susana Díaz en las últimas semanas critican “la táctica marrullera” con la que está buscando complicidades en algunas federaciones, dando a entender a sus interlocutores que cuenta con tal o cual apoyo que antes le daba la espalda cuando, en realidad, las simpatías por ella en una parte considerable de la organización siguen sin estar claras. “Susana intenta marcar territorio para disponer de un terreno de juego amplio en el que trabajar con ventaja para no llevarse sorpresas. De ahí su intención de dar el paso, sabiendo que las presiones sobre Pedro Sánchez para que lo haga antes y despeje sus planes, le están resultado inútiles”, aseguran fuentes de la gestora.
Algunos de sus más cercanos colaboradores observan que Susana Díaz se ve “invencible” y está obsesionada en transmitir una sensación de seguridad, convencida de que le va a ser posible compatibilizar el liderazgo del Partido Socialista con la presidencia de la Junta andaluza sin necesidad de delegar en nadie.
Díaz está teniendo muy en cuenta las sugerencias que le han hecho otros barones para que entre con red en el salto a Madrid, pactando una candidatura de unidad. El extremeño Guillermo Fernández Vara o el castellano manchego Emiliano García-Page ven el peligro de que si no lo hace así, del congreso salga un partido dividido en dos mitades. “Si una candidatura gana con el 70% de los votos y otra con el 30%, no pasaría nada, pero si las dos quedaran rozando el 50% saldríamos del congreso peor que hemos entrado”, resume una fuente de Ferraz, consciente de la poca credibilidad que puede llegar a tener un discurso integrador en boca de alguien como Susana Díaz, ejercitada desde que nació en política “en liquidar al adversario”.
Susana Díaz se ha reunido con la mayoría de las federaciones que apoyaron a Pedro Sánchez para solicitarles su adhesión
“Ella sabe que ha cometido muchos errores, pero le va a ser muy difícil cambiar de carácter. Más allá de sus mítines, nadie sabe en realidad su proyecto político, pues ni siquiera ofrece pistas su tarea de gobierno en Andalucía”, señala un diputado de su propia circunscripción, escéptico ante la capacidad de la lideresa para conectar con el electorado joven y profesional que prevalece en el voto urbano, nicho en el que se concentra buena parte de la sangría sufrida por los socialistas desde 2011.

                                                      FEDERICO CASTAÑO  Vía VOZ PÓPULI