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domingo, 31 de enero de 2016

FIN DE CICLO

La historia de las naciones está hecha de ciclos, períodos de tiempo más o menos dilatados, durante los cuales la vida institucional, económica y social, las convenciones y costumbres, las creencias básicas y el marco jurídico se mantienen estables, el horizonte se perfila previsible y cada día que comienza se asemeja al anterior. Las gentes respiran certidumbre y los acontecimientos, banales o trascendentales, no alteran la naturaleza esencial de las cosas, tanto en el plano público como en el privado.
Parece que la agonía de lo que se inició en la Transición pertenece a esta clase de óbitos, deslizamientos suaves, aunque no exentos de baches, de lo antiguo a lo nuevo
España acabó uno de esos ciclos en 1975 con la muerte del general hiperbólico e inició otro que algunos han denominado “el régimen del 78”, aludiendo al año en que se aprobó masivamente por plebiscito popular la todavía vigente y moribunda Constitución. Nos encontramos ahora en las postrimerías, que empiezan a hacerse largas, de ese fragmento de nuestro devenir colectivo y los signos se multiplican sobre su imparable carrera hacia el final. Hay veces en que esos ciclos mueren bruscamente entre convulsiones traumáticas, sangre y violencia, como sucedió en el fallecimiento de la llamada Restauración, y otras el tránsito de una etapa a la siguiente es gradual, relativamente indoloro y más impregnado de resignación que de revolución. Parece que la agonía de lo que se inició en la Transición pertenece a esta clase de óbitos, deslizamientos suaves, aunque no exentos de baches, de lo antiguo a lo nuevo, de tal manera que la adaptación se produce a un ritmo que permite controlar los daños y poner con cierta seguridad los cimientos del edificio que ha de sustituir al hasta ahora existente.
Casi siempre detrás de estos cambios hay ideas, interpretaciones teóricas sobre el mundo en general y sobre los seres humanos y su convivencia en sociedad en particular. Sin embargo, también se ven ocasiones en las que una época acaba no por la irrupción de conceptos inéditos e iluminaciones rompedoras, sino por la ausencia de ellas, y en las que los ciudadanos asisten asqueadas al derrumbe por simple podredumbre y no por sacudida tectónica del escenario que habían creído inmutable.
Aunque son numerosas las señales de que el ocaso del régimen del 78 pertenece a la clase de los entierros carentes de grandeza, la decisión de las tres mujeres sin piedad que se sientan en la Audiencia de Palma de atar al banquillo a Doña Cristina de Borbón y Grecia, Infanta de España, acusada de cooperación necesaria en un delito fiscal, denota de manera especialmente inequívoca la lánguida mediocridad de estas sucesivas jornadas de desencanto y frustración. Un Rey al que no se transporta a la guillotina en carreta, pero al que tutea un desenfadado coletudo, una legión de alcaldes y consejeros bajo fianza, un ex Muy Honorable transformado en Muy Imputable, un Presidente de Gobierno en funciones pasmado e impotente, una desorientación total de las elites sobre el camino a tomar mientras, indiferente a la incapacidad de los políticos, el PIB crece al 3%, dibujan un cuadro decepcionante de declive opaco y zafio. Más que temer la cólera de las masas proletarias levantadas contra la opresión, preparémonos a soportar el imperio desatado del mal gusto.

                                                        ALEJO VIDAL-QUADRAS   Vía VOZ POPULI

sábado, 30 de enero de 2016

FERNANDO EL CATÓLICO, REY DE ESPAÑA


Con motivo del V centenario de la muerte de Fernando el Católico, apenas se ha conmemorado en España su figura, una de las más relevantes de su historia y también de la historia europea. Como tantos otros hechos, ello indica la profunda degradación de la sociedad española, causada por varios decenios de embrutecedora falsificación de su pasado.





Todas las grandes figuras históricas son controvertidas y no hay obra humana que sea perfecta y al gusto de todos, pero para entender la importancia de Fernando el Católico basta atender a la situación  de España cuando se casó con Isabel de Castilla y la que dejó a su muerte.
El balance puede resumirse muy brevemente: al comienzo de su reinado, Aragón y Castilla se encontraban en estado próximo a la descomposición entre guerras civiles y banderías, la Reconquista estancada y el país dividido en varios reinos poco amigos entre sí. Cuando muere, España está en paz, unificada –salvo Portugal—y convertida en una de las primeras potencias de Europa, si no la primera, descubriendo y conquistando América y con un verdadero esplendor cultural. 
 
Esto, en el espacio de solo cuarenta años desde que se consumara la unión de Castilla y Aragón, en 1475. Toda su política, junto con la de Isabel, puede resumirse en el tenaz intento, conseguido en lo esencial, de reunificar España recuperando la herencia política y  cultural del reino hispanogodo. Precisamente por no haber concluido la unión con Portugal, los Reyes Católicos no se titularon reyes de España, aunque normalmente se les reconocía  por tales, y Fernando figura como Hispaniarum Rex en las inscripciones de Italia.
En todas las sociedades se dan tendencias centrífugas o disgregadoras y centrípetas o integradoras, y la tendencia principal durante los dos primeros tercios del siglo XV era a la disgregación. Es preciso entender el estado de cosas casi imposible del que partieron ambos monarcas: la Reconquista estaba muy próxima a concluir de modo desastroso dejando a la península en situación parecida a los Balcanes, con diversidad de estados impotentes y más o menos hostiles entre sí. 
Aunque  persistía la idea de recuperar el terreno perdido ante los musulmanes, la Reconquista había partido de núcleos dispersos y había dado lugar a reinos diversos, no pocas veces enfrentados entre ellos. La cuestión era si la idea político-cultural de España se impondría a esas divisiones o esas divisiones permanecerían ya indefinidamente, con una base cultural bastante homogénea, pero políticamente desintegrada.

Previo a los Reyes Católicos, no solo la península se hallaba dispersa en cuatro reinos españoles y uno musulmán, sino que tres de ellos, Castilla, Aragón –sobre todo Cataluña—y Navarra sufrían graves disidencias y luchas internas. La excepción era Portugal, que había emprendido sus fructíferas navegaciones por el Atlántico y la costa africana. Es decir, existía en la península un asentamiento, que podía resultar definitivo, de diversos estados poco amigos entre sí, acompañados de un proceso de descomposición interna de varios de ellos.

Por otra parte se mantenía el reino islámico de
Granada, que después de una larga época de decadencia del poder árabe podía esperar la ayuda de la expansiva potencia turca, que ya había demostrado su extraordinario empuje destruyendo el Imperio bizantino y tomando  Constantinopla, solo veintidós años antes de la oficialización de la unidad castellano-aragonesa. Los turcos ya amenazaban seriamente a Italia y  la angustia por ese peligro había llevado al Papado a facilitar el matrimonio de Fernando e Isabel y la unión castellano-aragonesa, a fin de crear una potencia capaz enfrentarse a los otomanos.
En ese contexto, la toma de Granada y en lo posible la expansión por el norte de África se convertían en una tarea urgente. La unión castellano-aragonesa era  en cambio muy indeseada por Francia, a quien convenía tener unos vecinos débiles al sur de los Pirineos e intentó invadir  España. Y, en fin, la nueva España a partir de los Reyes Católicos  consiguió vencer a los franceses en Italia y  convertirse en el principal freno a la expansión turca, al tiempo que descubría  América y el Pacífico, y comenzaba su conquista y colonización.
Aunque Castilla era, con gran diferencia, el reino más potente de la península y el de mayor impulso cultural, Fernando orientó su política internacional en la tradición catalanoaragonesa de enfrentamiento con Francia, contra la tradición castellana de entendimiento (y cierta subordinación) con dicho país. En esa línea entran las victorias del Gran Capitán en Italia, la recuperación del Rosellón y la Cerdaña y la de Navarra, que se había convertido en un protectorado francés, así como una política de enlaces matrimoniales con vistas a aislar al potente vecino.  Fue, en general, una política acertada, que sin obstaculizar la acción española en el Atlántico la facilitó en el Mediterráneo, también contra el poder musulmán.

La gran labor unificadora de Fernando estuvo a punto de naufragar por el matrimonio de su hija Juana con el borgoñón Felipe el Hermoso, para quien la idea de España apenas contaba. Felipe se apoyó en los nobles castellanos ansiosos de recobrar sus privilegios, que tanto habían desorganizado al país antes de los Reyes Católicos, y trató de volver a la política profrancesa, que amenazaba la unión de Aragón y Castilla y encrespaba los ánimos hasta la posibilidad de una nueva guerra civil.

Fernando, expulsado de Castilla y viendo cómo hacía agua la obra de su vida, intentó contrarrestar el peligro casándose en 1505 con Germana de Foix sobrina del rey francés Luis XII, consiguiendo así aislar a Felipe. Los oligarcas castellanos, enfurecidos, entendieron que de este modo Felipe no gobernaría en Aragón, aunque no es claro que un eventual hijo de Fernando y Germana fuese a hacerlo.
No obstante, el grave peligro de volver a una situación como la previa a la unidad  desapareció cuando Felipe tuvo el acierto de fallecer, en 1506. Seis años más tarde, dos y medio antes de su propia muerte, Fernando reincorporaba Navarra a España, y precisamente a Castilla, prueba de su verdadera estrategia unificadora. Finalmente ordenó ser enterrado al lado de su primera esposa, Isabel, en Granada. Entendía bien cuál había sido la tarea histórica común.
Como es sabido, los Reyes Católicos nunca se titularon reyes de España, debido a la exclusión de Portugal, que se esperaba pasajera.  Pero como esa exclusión ha permanecido, con un paréntesis no muy largo,  el nombre de España ha pasado a corresponder al resto de la península. Así, es perfectamente adecuado llamar a Fernando rey de España por encima de sus otros títulos. Más aún: es, junto con Isabel, el gran refundador de España. Es comprensible que ello irrite mucho a los balcanizadores y  entusiastas de la leyenda negra. Qué se le va a hacer.


                                                          PÍO MOA     Vía Dichos, Actos y Hechos

DE INMOVILISTAS ESTÁ EMPRENDADO EL CAMINO DEL INFIERNO

En el inicio del siglo XX, algunos intelectuales y políticos comenzaron a percibir que el Régimen de la Restauración, que hasta entonces había proporcionado cierta estabilidad, mostraba alarmantes signos de agotamiento, señales de descomposición. Fue entonces cuando Antonio Maura, primer ministro y líder del partido conservador, pronunció su famoso discurso "La Revolución desde arriba":
"España entera necesita una revolución en el gobierno, y si no se hace desde el Gobierno, un trasfondo formidable lo hará; porque yo llamo revolución a eso, a las reformas hechas por el Gobierno ’radicalmente’, ‘rápidamente’, ‘brutalmente’; tan brutalmente que baste para que lo que estén distraídos se enteren, para que nadie pueda abstenerse, para que nadie pueda ser indiferente y tenga que pelear, hasta aquellos mismos que asisten con resolución de permanecer alejados".
Ante la preocupante situación, el político mallorquín demandaba a las élites políticas una transformación profunda del sistema que moralizara la vida pública, movilizara a amplios segmentos sociales, ésos que subsistían al margen del clientelismo rampante, y generara una poderosa corriente, una mar de fondo capaz de descuajar el caciquismo y abrir paso a una verdadera democracia. Al igual que otros líderes como Francisco Silvela o José Canalejas, Maura mantenía la convicción de que si no se realizaban cambios “radicales”, el sistema acabaría desmoronándose, dando paso a un periodo de inestabilidad con consecuencias imprevisibles. Pese a su determinación, Maura se topó con la fuerte resistencia de los grupos de intereses. Sus reformas “radicales” nunca vieron la luz. Y el movimiento regeneracionista terminó embarrancado en el proteccionismo, generando aún más trabas y barreras. La historia siguió su curso. Y el Régimen de la Restauración derivó en dictadura, dio paso a la república y finalmente desembocó en una guerra civil.
Un siglo después, España se encuentra sumida de nuevo en una quiebra del modelo político, con los partidos jugando al ratón y al gato
Un siglo después, España se encuentra sumida de nuevo en una quiebra del modelo político, en un bloqueo institucional, con los partidos jugando al ratón y al gato, intentando colocarse en el gobierno y asentar sus posaderas en las mejores poltronas. Mientras sus dirigentes intentan cuadrar sus intereses con posibles coaliciones, importantes sectores del establishment se encaraman atemorizados a la mesa de negociación, señalando con el dedo a un rabioso ratón llamado Podemos, pidiendo a voz en cuello una gran coalición que cierre el paso a quienes "son una amenaza para la democracia", a ésos que "solo pretenden un golpe de Estado". Exigen, en definitiva, un gobierno que asegure la"estabilidad", con el fin único de consolidar la recuperación económica y, si acaso, derramar sobre el pueblo algunas dádivas en forma de política ordinaria. Se equivocan de parte a parte. Y hoy no existe un Antonio Maura advirtiendo que mantener el statu quo es tan suicida como lo fue a principios del siglo XX. No hay estadista, o líder de opinión que denuncie esa táctica cortoplacista que solo sirve para ganar tiempo, para aplazar la caída al abismo y prolongar la agonía.
Un Régimen basado en favores... que se pagan
Podemos es la consecuencia final de un régimen cerrado, basado en privilegios y en barreras de acceso, tanto a la economía como a la política, un sistema de intercambio de prebendas y privilegios, donde cuenta el favor del poder, no el mérito. Y los favores se pagan. El inmovilismo de sus adversarios es el principal nutriente de Podemos, el maná que le permite adueñarse en exclusiva de una reprobación al Régimen que debería ser compartida por todos. Pablo Iglesias tiene razón en muchas de sus críticas. Pero sus soluciones son equivocadas. Y tienen poco de revolucionarias pues son lo mismo de siempre elevado a la enésima potencia. Podemos multiplicará las barreras, las restricciones, extenderá los privilegios a otros grupos de intereses aliados, llevando hasta sus últimas y más nefastas consecuencias los graves defectos del Régimen del 78.
Un acuerdo entre los partidos dinásticos para mantener el actual estado de cosas sólo puede desembocar en la descomposición definitiva del Régimen
Un acuerdo entre los partidos dinásticos para mantener el actual estado de cosas sólo puede desembocar en la descomposición definitiva del Régimen, un desmoronamiento desordenado con consecuencias difíciles de prever. Es imprescindible cambiar el statu quo actual y avanzar hacia un sistema no basado en privilegios o en el favor del poder, sino en el talento, el mérito y el esfuerzo. La superación de los liderazgos actuales y sus intereses de vía estrecha requiere una catarsis, una apertura de miras hacia los intereses de España. Una transformación que elimine las barreras que protegen a las élites, a los grupos privilegiados, y que impiden al común ganarse la vida dignamente. Hace falta pactar una nueva Constitución que garantice el juego de contrapoderes y el control mutuo; que certifique la relación directa entre representante y representado, limitando el poder de los partidos, sin descartar un sistema presidencialista al más puro estilo americano. Una nueva Carta Magna que meta en cintura el clientelismo, el caciquismo, la corrupción y el caos en el que ha devenido el Estado de las Autonomías. 
Maura era conservador, cierto, pero no inmovilista: era un estadista con altura de miras, preocupado por España. Rajoy, y el resto de personajes actuales, no son conservadores en absoluto. Pero tampoco liberales o progresistas. Sólo son inmovilistas… y oportunistas. Tipos sin visión, principios ni proyecto de largo plazo. Son la expresión supina de unaclase política insustancial, incapaz de trascender al interés inmediato, producto inequívoco de un sistema de selección perverso. Al contrario que don Antonio, no comprenden que el devenir histórico dista de ser un terreno firme, estático, que permita acomodarse y permanecer quieto; en ocasiones, para no verse arrastrado hacia la catarata, es necesario remar a contracorriente, en dirección contraria a la que marcan las fuerzas vivas. Como la Reina Roja de Alicia a través del espejo, hay que correr con pies ligeros tan sólo para permanecer en el mismo lugar; y acelerar a toda máquina para no ser engullido por las arenas movedizas.
Lo peor es que a la vista del abismo que se abre a nuestros pies, no seamos capaces de llegar a convenciones estrictamente democráticas
Demasiados distraídos e indolentes
Que los partidos tradicionales hayan degenerado en organizaciones de malhechores y que a las puertas de palacio se aproxime Pablo Iglesias, dispuesto a expulsar a los mercaderes del templo, es el final lógico de un modelo político en el que las instituciones eran artefactos huecos, meros decorados de cartón piedra. Sin embargo, lo peor es que a la vista del abismo que se abre a nuestros pies, no seamos capaces de llegar a convenciones estrictamente democráticas; que aceptemos que las reglas del juego sigan siendo arbitrarias y tramposas. Porque mañana, quienes “asalten el cielo” no sólo podrán seguir metiendo la mano en la caja, tal y como ha venido siendo costumbre, sino que la ausencia de líneas rojas, de controles y contrapesos, les permitirá ir mucho más lejos.
Lamentablemente, los políticos no están solos en la búsqueda desesperada de una estabilidad con muy poco recorrido. Por acción u omisión les respaldan demasiados profesionales, informadores e intelectuales, esos distraídos o indolentes a los que increpaba Maura, mucho más dispuestos a acomodarse en el sistema que a colaborar para cambiarlo. Al fin y al cabo, desde un cálculo individual, egoísta, no compensa incurrir en los costes y riesgos de impulsar la regeneración, una aventura cuyos beneficios, en caso de éxito, se repartirán entre todos. Circunstancia de la que se percató hace ya muchos años Mancur Olson.Pero ahora, señores indiferentes, caballeros acobardados, nos jugamos demasiado. No es preciso que se inmolen en el altar de los héroes, ni que se jueguen su futuro a todo o nada. Tan sólo que se esfuercen para sacar esa faceta idealista, generosa, altruista que, pese a todo, anida en cada uno de nosotros.

                           JAVIER BENEGAS y JUAN M. BLANCO Vía VOZ POPULI

viernes, 29 de enero de 2016

SÍNTOMAS, REMEDIOS Y LA INDOLENCIA DE RAJOY

No hay duda alguna de que España está pasando por un trance imprevisto y de incierto resultado, una crisis política como para asustar, y que sólo hallará un cierto alivio, a esperar que suficiente, en nuestra pertenencia al espacio político de la UE y la confianza en que las baladronadas más sonoras se quedarán en nada, en el caso de que lleguen a proponerse en serio, más allá del uso electoral y demagógico que les ha dado un éxito llamativo. Si llegamos a seguir al flautista de Hamelin, cosa todavía en el aire, cabe esperar que, como hicieron con Grecia, los dirigentes europeos nos libren de males peores, aunque el costo que habremos de pagar por la tentativa será, en cualquier caso, alto. Abundan los síntomas de un mal hondo, pero los remedios están todavía muy caros, y hay que esperar que el cuerpo aguante hasta que podamos aplicarlos.
Lo asombroso del caso es que Pedro Sánchez pretenda gobernar con quienes le han robado la cartera y le insultan sin ningún rebozo
Un Rajoy estupefacto se pregunta qué ha sucedido
La negativa de Rajoy a someterse a investidura ha marcado el Rubicón de la crisis, y es posible que haya servido para que el PP no siga repitiendo aquello tan tierno de que han ganado las elecciones, pero ha puesto definitivamente de manifiesto la enorme paradoja de unos resultados de aritmética imposible y de muy difícil encaje, salvo el más extravagante de todos: la investidura de Pedro Sánchez, un político bisoño que ha cosechado, sin gobernar, el mayor varapalo de la historia reciente de su partido. Lo asombroso del caso es que pretenda gobernar con quienes le han robado la cartera y le insultan sin ningún rebozo, pero así es nuestra España, y nadie está en condiciones de descartar que esa especie de invento del doctor Bacterio, que es Podemos, convierta al joven líder socialista en presidente por accidente, o por sonrisa del destino. La paradoja se convierte en surrealista si se considera que Podemos ha venido siendo la herramienta de la que se ha valido Rajoy (“vais bien”) para debilitar al PSOE, en lo que posiblemente sea la jugada más ambiciosa de la ocurrente fábrica monclovita, de forma que no es extraño que Rajoy tenga tanto tiempo libre como dice tener para poder preguntarse a fondo por las causas de un resultado tan funesto.
¿Existen los milagros en política?
Soy de los que creyó que la espantada de Rajoy era en serio, pero no, al parecer, era un hábil regate que, según los inagotables apologistas del pontevedrés, ha dejado enormemente descolocado a Pedro Sánchez, algo así como si le comunican a un condenado a morir que le van a embargar el coche por no pagar las multas. Lo malo del regate en corto, aunque le quiebre la columna al defensa contrario, es que si luego no se acierta a hacer nada sólo habrá servido para hacer más largo un partido tedioso. Al parecer, hay quien piensa que pueda producirse el milagro de que el Comité Federal del PSOE apueste por favorecer a Mariano Rajoy condenando a galeras a su secretario general, una ocurrencia tan delirante que deja a la literatura fantástica reducida a puro costumbrismo.
Ni es seguro que unas nuevas elecciones resuelvan nada, ni es inevitable que Iglesias acabe presentando el telediario, “Aló, les habla el vicepresidente”
La única alternativa, el adiós definitivo de Rajoy
Descartados los milagros, y siendo consciente de que todo puede empeorar, es posible que, tarde o temprano, Rajoy caiga en la cuenta de que apenas ha ganado unos días, y que, salvo que realmente haga una oferta atractiva, está conduciendo a su partido, y a todos los españoles, a un callejón enormemente ingrato y de incierta salida, porque ni es seguro que unas nuevas elecciones resuelvan nada, ni es inevitable que suceda lo peor y que Iglesias acabe presentando el telediario, “Aló, les habla el vicepresidente”. La única baza de Rajoy es su propia salida, un gesto capaz de borrar, al menos en parte, sus muchas pifias, en especial si pudiera pasar por el artífice de un gobierno creíble, obvio que sin su presencia, en el que un PP aliviado en las mil cargas que arrastra, pueda colaborar con el PSOE y con Ciudadanos en un programa tasado y con final fijo, que sea capaz de evitar que el tirón coyuntural de la economía se desbarate, y sepa poner coto adecuado a las pretensiones de los separatistas, y poco más, aunque, en el colmo de las dichas, cabría soñar en que fuesen capaces de preparar las reformas de fondo que precisa el sistema. Es mucho pedir, pero si Rajoy acaba por ser el último obstáculo de la única solución razonable a corto plazo, no parece probable que nadie le arriende la ganancia. A veces, los indolentes son capaces de tomar decisiones que ni siquiera imaginan los presurosos, especialmente si no son tontos, me refiero a los indolentes.
El hambre de balón puede llevar a Sánchez al ridículo, no sólo al error
Pedro y el lobo
No le faltan críticas al joven Sánchez y no sólo de entre rivales, pero me temo que no se ha hecho demasiado esfuerzo en comprender que su situación le ha dejado siempre muy pocas alternativas reales, que tiene que hacer lo que hace si quiere recuperar el voto que le han arrebatado a su partido. Llamado a salvar a un PSOE en caída libre, Sánchez no ha podido hacerlo, pese a estar enfrentado a un Gobierno que, por fuerza, se iba a llevar gran parte de las bofetadas. Le ha faltado tiempo y espacio, tal vez algo más, pero se trata de comprender, no de ajusticiar. Si sortea el embrujo que le ha preparado el destino, tal vez pueda ser el líder que el PSOE no ha tenido desde hace casi veinte años, pero esa tarea exige todo menos precipitación, y el hambre de balón puede llevarle al ridículo, no sólo al error. A cambio, si acierta a sobrevivir, tendrá un brillante porvenir por delante. En muy pocos días tendremos elementos de juicio suficientes para saber si el PSOE ha sabido sortear una crisis difícil con un líder de fuste, o se ha dejado tentar por la posibilidad de alcanzar la meta a lomos de un corcel traidor que puede acabar por devorarle, y por hacernos un flaco favor a todos.

                                                          J. L. GONZÁLEZ QUIRÓS Vía VOZ POPULI

jueves, 28 de enero de 2016

¿GRAN COALICIÓN?. ¡NO, GRACIAS!

Leo, releo, vuelvo a releer, distintos blogs de opinión, editoriales, análisis, nuevas encuestas demoscópicas de medio pelo y me surgen varias dudas. ¿En qué mundo vive toda esta gente? ¿Por qué no abren los ojos a la realidad? ¿Por qué quieren seguir manteniendo el actual statu quo, por obra y gracia de ese nuevo gran engaño llamado Gran Coalición? ¿Por qué no son capaces mínimamente de explicar la cruda realidad económica patria? ¿Saben qué estamos en los inicios de un ciclo de aversión al riesgo que terminará con el actual ciclo secular global de la deuda? ¿Conocen las consecuencias que ello tendrá para España? Lo siento, pero todos ellos son los auténticos anti-sistema.
En ninguno de sus análisis se explica la realidad económica a los españoles. En la crisis del petróleo, al igual que en la recesión global 1980-1982, al igual que en la crisis coyuntural 1990-1992, al igual que en la crisis sistémica iniciada en 2008, en nuestro país las élites de turno negaban la realidad, vendían humo a sus conciudadanos. Simplemente se estaba retrasando lo inevitable. Ahora está pasando lo mismo. El crecimiento económico desde la segunda mitad de 2014 es frágil, auto-programado por las élites para evitar un resultado electoral que en su momento aún era peor para sus intereses.
La Segunda Fase de la Gran Recesión está ya a la vuelta de la esquina
Se relajó a su antojo la austeridad expansiva, que ahora pretenden acelerar de nuevo. Se suministró una nueva dosis de esa droga de diseño que induce alucinaciones y sensaciones de bienestar. Me refiero a la tan aclamada política monetaria expansiva, absolutamente ineficiente en recesión de balances. ¡Qué días de gloria aquellos del boom inmobiliario! Querían y quieren hacernos recordar esas sensaciones experimentadas durante el pelotazo urbanístico. ¡Hasta las entidades bancarias se han animado a abrir el grifo del crédito!
Despertando del sueño
Pero, aunque perezosos, poco a poco nos vamos despertando de esos sueños, ensoñaciones que pueden acabar de nuevo en pesadillas. Colea el enésimo caso de corrupción urbanística. La expansión cuantitativa está exhausta. Las curvas de tipos de interés se aplanan, recordándonos que la Segunda Fase de la Gran Recesión está ya a la vuelta de la esquina. El negocio tradicional bancario, finiquitado, lo que les induce a jugar al gran casino. La banca restringirá de nuevo las condiciones financieras, simple y llanamente porque está zombi.
¿Y la gran empresa patria, la del Ibex 35? En su mayoría altamente endeudada, incapaz de generar flujos de caja permanentes estables. Eso sí, los muy patriotas operando en paraísos fiscales, viviendo de privilegios impositivos y deducciones ineficientes, ¡un auténtico despiporre!
No solo pretenden culpabilizar y ocultar al que sufre sus políticas, pretenden confundir
Pero lo peor no es eso. Pretenden negar la realidad. Estamos viendo a distintos “think tank” conservadores atacando cruelmente a la ONG Intermon Oxfam. Para ello se inventan metodologías espurias que auto-confirman su ideología, ¡que buenas son las políticas de austeridad que nos llevan a la exclusión! No solo pretenden culpabilizar y ocultar al que sufre sus políticas, pretenden confundir. ¡Basta ya de tanta tomadura de pelo! No solo es Oxfam, es Caritas, es UNICEF, es la Oficina Estadística de la Unión Europea, es la Red Europea de Lucha contra la Pobreza, es la Organización Internacional del Trabajo. En 2014 en España se alcanzaron cifras récord en pobreza, desigualdad y privación material severa. 13.657.232 personas viven en riesgo de pobreza y/o exclusión social en España. De este total, 3,2 millones viven en situación de pobreza severa, es decir, por debajo del umbral del 30% de la mediana de la renta de 332 euros mensuales para un hogar de una sola persona.
Pero ¡hete aquí que somos ricos! ¡Nos dicen que somos más ricos que suecos y daneses! La razón es la vivienda en propiedad (en Suecia y Dinamarca la propiedad es muy inferior o inexistente). Como la propiedad de la vivienda computa como riqueza resulta que tenemos más riqueza que dichos países. Pero es todo lo contrario. Su uso como bien de inversión es uno de los mayores dramas de nuestro país: burbujas, dificultad de acceso, ausencia de vivienda en alquiler y social, imposibilidad de movilidad geográfica… La burbuja inmobiliaria española según Pyketti era la mayor de la historia (piensen ustedes lo que eso implicaba en términos de riqueza). Hilarante, ¿verdad? Todo esto a quien realmente ha beneficiado es a los propietarios del suelo -auténticos vampiros que extraen la renta al resto de españolitos-. Y en su momento a inmobiliarias y bancos, ahora en franca decadencia.
No a las soluciones cosméticas
Tras los resultados electorales del 20D, estamos inmersos de nuevo en una mercantilización y comercialización de la democracia que llegan a tal extremo que la erosionan muy seriamente. Transforman el juego democrático de elegir a nuestros representantes en un espectáculo de retóricas vacuas, donde predomina la distracción y la estupefacción. Las mentes cívicas de la ciudadanía son arrinconadas a un lado en favor de esas mentes pensantes vinculadas a medios de comunicación insolventes, consultores políticos, expertos y proveedores de un Estado corporativo cada vez más dictatorial. De ahí el discurso del miedo, el hostigamiento a los disidentes, las continuas llamadas a “la responsabilidad”.
Somos nosotros los votantes quienes podemos cambiar todo esta profanación rancia de nuestra democracia
Pero somos nosotros los votantes quienes podemos cambiar todo esta profanación rancia de nuestra democracia. Hagamos nuestra tarea, cambiemos la naturaleza de los debates espurios, impongamos las agendas a nuestros representantes. No podemos seguir pagando el alto precio que supone dejar que la política siga siendo una forma de entretenimiento y distracción dirigidas por unos medios de comunicación obsesionados con la
anécdota más que por el bienestar y salud democrática de sus ciudadanos. Acabemos con el Totalitarismo Invertido “a lo Sheldon Wolin” en que se ha convertido nuestra querida España. Y evitemos ese gobierno que entre bambalinas se está creando en la sombra, pura operación cosmética para que todo siga igual.

                                                                     JUAN LABORDA  Vía VOZ POPULI

miércoles, 27 de enero de 2016

POR UNA RADICAL DESPOLITIZACIÓN

Los tiras y aflojas, los dimes y diretes entre partidos, sus bloqueos, exigencias y posturas teatrales de cara a la formación de un gobierno indican que, en España, los dirigentes están preocupados sobre todo por su sillón. Las discusiones pertenecen casi siempre a la pequeña política, la ordinaria, esa artimaña del reparto y la demagogia. Los jefes de partido desconocen o deprecian la gran política, la de las grandes ideas, la de la visión de futuro, la estrategia de reformar profundamente para superar la grave crisis política y social. Pero salir de este impasse, de esta decadencia, requiere coger el toro por los cuernos, cambiar radicalmente el sistema antes de que nos devore. Los partidos han extendido sus tentáculos por todas las instituciones, por todos los órganos estatales y paraestatales, politizando muchos ámbitos que corresponderían a la sociedad civil. Un proceso que refleja los intereses de ciertas cúpulas, y la de miles de seguidores que deben su puesto y su vida regalada al favor del jefe. Al parecer, los nuevos partidos desean heredar ese cortijo.  
La política mal entendida es omnipresente, se encuentra hasta en la sopa. Lo absorbe todo. Directa o indirectamente, nada escapa a sus tentáculos. Y, como crea muchos más problemas de los que resuelve, los líderes suelen proponen una huida hacia adelante, generando nuevos círculos viciosos. Intentan curar la enfermedad con el mismo veneno que la causó. Por ello es necesario girar en redondo, desandar el camino, despolitizar muchos ámbitos de la vida cotidiana, acotar la acción de los partidos a los ámbitos pertinentes. Las dificultades generadas por la mala política no se resuelven con más política; la cantidad nunca sustituye a la calidad.
Un ayuntamiento debe limitarse a proveer servicios municipales de forma eficaz y económica, molestando lo menos posible
La politización extrema ha llegado incluso a los ayuntamientos, convertidos en organismos clave para el reparto clientelar de los partidos. Unos entes que han acabado reproduciendo la estructura, las funciones, los tics de los gobiernos nacionales y que últimamente intentan modelar la actitud ciudadana, la organización de las empresas, la vida privada, oprimir, discriminar, imponer lo políticamente correcto. Olvidan que un ayuntamiento debe limitarse a proveer servicios municipales de forma eficaz y económica, molestando lo menos posible, evitando alharacas y recargos innecesarios para el contribuyente.
Los excesos políticos se reflejan también en la abusiva legislación, en infinidad de leyes, complejas, contradictorias, imposibles de conocer, menos de cumplir. El espíritu de las leyes se ha distorsionado, prostituido, desviado de su verdadero fin que es poner límites al caprichoso comportamiento de los gobernantes, frenar el inmenso poder del Estado. En su lugar, el sistema legal se ha convertido en un instrumento para otorgar excepciones y privilegios, modelar el comportamiento ciudadano, restringir las libertades y ejercer un intolerable paternalismo bajo el mantra de velar por el bienestar.  
Demasiada legislación; excesivas barreras
Los efectos finales no son precisamente satisfactorios. Además de otorgar privilegios, el exceso de reglamentación crea enormes barreras a la creación de empresas, entorpece la competencia e impide a mucha gente ganarse la vida dignamente. Cualquier actividad económica se torna extraordinariamente compleja por los gigantescos costes burocráticos, los innumerables permisos, los enormes costes de transacción, la desmesurada regulación. Todo ello se traduce en desempleo, pobreza e ineficiencia en un sistema que no prima el mérito ni el esfuerzo, donde los recursos no pueden asignarse eficientemente, donde todo está supeditado a la política y sus intereses.
Una vez que el sistema niega a muchas personas la oportunidad de ganarse la vida dignamente, algunos políticos lanzan el caramelo de la generalización de las ayudas, su reconocimiento universal. Así, un mecanismo de solidaridad por el que los ciudadanos echan una mano temporalmente a quien ha sufrido un tropiezo hasta que pueda recuperarse, volver a trabajar, encauzar su vida, tiende a convertirse por la demagogia de los políticos en una quimera: la posibilidad de que todo el mundo pueda vivir de todo el mundo. Una trampa que vuelve a mucha gente dependiente del favor del político, que casualmente administra esos fondos. Se genera así un círculo vicioso que acaba generando más pobreza y marginalidad que la que pretendía erradicar. El intento de resolver con erradas decisiones políticas los problemas creados por la propia política acaba conduciendo a la decadencia y la quiebra social de un país.
Las reformas pasan por disminuir considerablemente el tamaño de la política, por limitar su ámbitos de actuación y, por supuesto, reducir el número de puestos a repartir entre losconmilitone
Las necesarias reformas pasan por disminuir considerablemente el tamaño de la política, por limitar su ámbitos de actuación y, por supuesto, reducir el número de puestos a repartir entre losconmilitones. Un buen ejemplo de despolitización municipal son las numerosas ciudades de EEUU que funcionan sin alcalde, administradas por un gestor profesional. También es imprescindible una radical simplificación de la legislación, el recorte drástico del número de leyes y reglamentaciones, eliminando las innecesarias. Leyes, sí, pero pocas, justas y sencillas. Hay que dejar paso a una gestión más profesional y abrir espacios a la decisión de los ciudadanos, a su propia iniciativa. Liberar de las garras de los partidos los órganos clave: aquéllos que deben ser neutrales. Y todavía más importante, despolitizar la vida cotidiana: impedir que los dirigentes marquen constantemente, con sus ocurrencias, caprichos y disparates, la agenda de los ciudadanos.

                                                                     JUAN M. BLANCO  Vía VOZ POPULI

martes, 26 de enero de 2016

ASÍ FUE DON JUAN DE AUSTRIA, UN HOMBRE QUE CAMBIÓ EL DESTINO DEL MUNDO

Novelando lo novelable, y reflejando lo que sabemos sobre el vencedor de Lepanto a través de sus cartas, se acerca Joaquín Javaloys a un mito que fue completamente humano.

Vivió treinta y tres años (1545-1578) con los cuales podría forjarse cualquier mito, cualquier leyenda. Don Juan de Austria es de esos personajes que escribieron la Historia con nombre propio cuando casi todos los nombres propios de la Historia sonaban en español.

El héroe de Lepanto había nacido en realidad en Ratisbona, hijo bastardo de Carlos I y hermanastro por tanto del futuro Felipe II. El Emperador, que había decidido su educación española (llegó aquí con cuatro años), le hizo llamar a su retiro de Yuste cuando sintió cerca la muerte. Y es ahí donde arranca la historia que nos cuenta Joaquín Javaloys en una bien trabada y equilibrada novela histórica (Yo, Juan de Austria, Styria).

Juan de Austria llega a Cuacos de Yuste con once años acompañando a quien cree su tío, Luis de Quijada, mayordomo del Rey. No sabe cuáles son sus orígenes, pero no deja de estremecerse cuando, llevado por primera vez ante su lecho, siente su mirada "dulce, cariñosa y melancólica". Es impresionante el momento en el que Felipe II, tiempo después, le pregunta si sabe quién es su padre: "Me he ruborizado y siento que se me enrojecen las orejas... Me entran ganas de llorar y de salir corriendo". El Rey Prudente le dice enseguida que son hermanos, y la estupefacción da paso al entusiasmo: "Me parece un maravilloso sueño, propio de un cuento de hadas, eso de que yo sea nada menos que hijo de mi héroe, el emperador Carlos", a quien había confesado su deseo de ser "guerrero, para servir a Dios y a Vuestra Majestad".

Éste es el Don Juan de Austria íntimo que nos dibuja Javaloys, al tiempo que le inserta en los periodos decisivos de la historia de España que protagonizó, vistos así bajo su perspectiva, pues está la obra escrita en primera persona. Se basa en buena medida en las cartas personales que se conocen, y que nos presentan un héroe de carne y hueso. No sólo piensa en derrotar al turco o a los moriscos o en sobrevivir políticamente a las intrigas palaciegas de sus enemigos en la Corte, sino también en deseos tan comprensibles como conocer a su madre, Bárbara Blomberg. Ésta llegó a convertirse en un problema para él durante sus últimos años de gobierno en Flandes, a causa de una vida licenciosa que ponía a Don Juan de Austria en boca de todos y mermaba su autoridad en el díscolo territorio.

Yo, Juan de Austria es, más que una novela histórica, historia novelada. Hay que
felicitar al autor por su rigor, poco frecuente en el género, al abordar situaciones y personajes. Además su publicación es particularmente oportuna en este año 2009, en el que se celebra el cuarto centenario de la expulsión de los moriscos en 1609. Porque antes de capitanear la victoria de Lepanto, que cambió la historia de Europa y por tanto del mundo, Don Juan de Austria había alcanzado celebridad en la Guerra de las Alpujarras.

Llegó con el encargo del Rey de superar las diferencias entre los jefes militares (Mondéjar, Vélez y Deza) y logró pacificar una zona donde se practicaron todo tipo de crueldades, y donde, como recuerda Javaloys en boca de su protagonista, "los musulmanes seguían esperando que se produjese una invasión de tropas turcas y norteafricanas para enfrentarse en una guerra regular abierta a los cristianos, a los que intentaban expulsar de todo El Ándalus".

A Don Juan de Austria le vemos en estas páginas enamorado de María de Mendoza, con quien tuvo una hija, y tentado por su entorno por lograr su mayor ambición, un reino que -pensaba- se había ganado a pulso y su hermano no le daba, envenenado por Antonio Pérez; le vemos poner en orden la Italia española y fracasar en el mismo empeño en la Holanda que iba pronto a dejar de serlo.

Un retrato completo, ameno y apasionante, de una vida intensa con todos los elementos para capturar la atención del lector desde la primera página hasta la última, en la que nuestro héroe moribundo se acuerda, antes de encomendarse "a Jesús crucificado, sin apenas fuerzas pero con mucha fe", de Magdalena de Ulloa, su educadora y la madre que su elevado origen no le permitió tener.

El Epílogo nos recuerda que a su muerte era el personaje más admirado y popular de Europa, y que finalmente su archivo personal convenció a Felipe II de la lealtad de su hermanastro. Las Notas finales recogen abundantes párrafos del epistolario de Don Juan de Austria, fuente principal de esta excelente obra y garante de su autenticidad histórica. 



                                                               CARMELO LÓPEZ-ARIAS  Vía EL SEMANAL DIGITAL

RAJOY Y LOS MISTERIOS DE PALACIO

21 días después de ganadas las elecciones generales de 2011, Rajoy decidió anunciar sus primeros nombramientos: los presidentes del Congreso y el Senado. No propuso a sus candidatos en esas dos cámaras en las que, dicen, reside la soberanía del pueblo, sino que su imposición de manos tuvo lugar en la sede del Partido Popular, violentando así unas reglas que, en cualquier Democracia que se precie de serlo, son sagradas. Ccon ese acto de cesarismo, Rajoy privó al Régimen del 78 de lo único que aún conservaba: las formas. Hazaña que ha vuelto a repetir en esta nueva legislatura.
Con estos antecedentes, a nadie extrañó el viernes que Rajoy hubiera ido aún más lejos al utilizar a la institución de la Corona para sortear un debate de investidura que, a buen seguro, habría sido su epitafio. Una vez el rey le propuso –según dicen– que pasara por el trance de una investidura fallida, que Rajoy se negara a beber de ese cáliz, dejando claro que ya podía Felipe VI disponer lo que quisera, que él haría lo que mejor le pareciera, no sería más que otra vuelta de tuerca en el menosprecio de las instituciones.
Hay quien apunta que habría sido el propio Rey quien habría insinuado que Rajoy corriera el turno
Intrigas palaciegas
Sin embargo, sobre lo sucedido las versiones son contradictorias. Hay quien apunta que habría sido el propio Rey quien, ante la intempestiva oferta de Podemos de investir a Pedro Sánchez de presidente florero, habría insinuado que Rajoy corriera el turno y esperara a ver si el líder del PSOE se volaba el pie o la cabeza. Versión que, por un lado, exoneraría a Mariano de haber hecho un uso partidista de la institución de la Corona y, por otro, convertiría a Felipe VI en algo más que un ornamento. Y es que, en algunos mentideros, hace tiempo que corre la especie que, de consumarse la alianza de izquierdas, uno de los objetivos sería liquidar la monarquía, lo que podría haber animado al rey a mover pieza. Demasiado enrevesado, cierto. Pero tal y como están las cosas por la Corte, nada es ya inverosímil.
De lo que sí podemos estar seguros es que el miedo a lo que pudiera venir después de Mariano sigue siendo el único producto que ofrece el PP a los votantes. “Si Mariano cae, caemos todos” es el discurso. En realidad, el panorama es aún más sórdido, porque al miedo que azuzan unos hay que sumar la ira y la revancha que otros alimentan. El caso es que el “núcleo irradiador” de la política española sólo emite malas vibraciones: ni un solo sentimiento positivo. Y así es muy difícil que una sociedad levante cabeza. Sea como fuere, que Rajoy salve su pellejo, bien sea usando como pretexto la alargada sombra de Iglesias o usando la Corona, es mero tactismo. Y conviene recordar que, en su día, también en Venezuela los viejos políticos jugaron a lo mismo. Y se los comieron por los pies los que venían enarbolando la bandera de la “justicia”.
¿Un gobierno de coalición?, ¿para qué exactamente?
Pese a todo, supongamos que Mariano Rajoy obrara movido por el altruismo, que de verdad estuviera más preocupado por España que por sí mismo, y lograra convencer a Sánchez para formar una alianza dejando fuera de juego a Pablo Iglesias. ¿Cuáles serían las reformas que esa milagrosa unión temporal de empresas traería consigo?
Huele sospechosamente a una independencia de Cataluña por la vía de los hechos
Desde el PP aluden a una reedición de los Pactos de la Moncloa, lo cual puede servir para confeccionar un titular llamativo. Pero hechos son amores y no buenas razones. Y lo que se ha filtrado es una serie de puntos relacionados en su mayoría con la política ordinaria. En política constitucional, que es donde se encuentra el nudo gordiano de la crisis institucional española, apenas habría un par de reformas, tal vez la doble vuelta en las elecciones locales y la reorganización del modelo de financiación autonómico. Ambas reformas no son ni las más urgentes ni, desde luego, las importantes. Además, la segunda huele sospechosamente a una independencia de Cataluña por la vía de los hechos; es decir, de los dineros.
El resto de concesiones corresponderían a la política ordinaria: pacto de Estado para la reforma educativa, revisión de la llamada “ley mordaza” y recapitulación sobre algunos aspectos relacionados con la política fiscal y la “reforma laboral”. Y hasta ahí llegaría las concesiones “reformistas”. No parece que una reedición de los Pactos de la Moncloa tan anémica pudiera mejorar nuestra demediada democracia. Más bien al contrario, la degradación no sólo proseguiría su curso sino que, con Pablo Iglesias aprovechando la parálisis para ganar peso político, se acortarían los plazos.  
A pesar de que vivimos instalados en la urgencia del fin de ciclo,  los viejos partidos siguen aferrados a la política ordinaria, ese estrecho terreno de juego donde se mueven a capricho promulgando leyes y excepciones con las que favorecer discrecionalmente a grupos de interés y colectivos de todo tipo y pelaje. La corrupción, la arbitrariedad y la injusticia que socavan las instituciones, propagando de arriba abajo, y por toda España, la creencia de que, no sólo para los políticos y oligarcas, sino también para el ciudadano raso, cualquier medio es legítimo en la consecución de sus fines, no se revertirá con medidas puntuales. Menos aún con maniobras orquestales en la oscuridad más absoluta. Los discursos clientelares, o el engañoso esquema izquierda-derecha, que Pablo Iglesias se dispone a elevar al cubo reformulándolo como una confrontación total entre bloques, lejos de sacarnos del atolladero nos hundirá aún más en las arenas movedizas de la degradación política.
Quizá la degradación sin fin de los políticos españoles sea la única certidumbre con la que deban contar quienes nos prestan el dinero
Lo que España necesita es una redefinición de las reglas del juego, un cambio radical en las restricciones que modulan las decisiones políticas. Un modelo constitucional con salvaguardias que impidan al proselitista o al listo de turno dividir a la sociedad en colectivos, en grupos de ciudadanos mal encarados, y peor subvencionados, que se lanzan unos contra otros compitiendo ferozmente por un pedazo de la tarta, mientras hábilmente les vacían los bolsillos, o simplemente para cobrarse cumplida venganza por los agravios sufridos. Se suponía que este era el tiempo de la política constitucional, el momento en el que los representantes sudarían por algo más que sus intereses personales. Y sin embargo, su degradación alcanza cotas desconocidas. Quizá esa sea la única certidumbre con la que deban contar quienes nos prestan el dinero.

                                                                     JAVIER BENEGAS  Vía VOZ POPULI