Translate

jueves, 31 de marzo de 2016

DEL ESTADO A LA TRIBU

Con motivo de la celebración del Aberri Eguna se ha incrementado la apelación al derecho a decidir, eufemismo del derecho a la independencia que ha tomado carta de naturaleza en las celebraciones nacionalistas desde que Cataluña se convirtió en adalid del mismo. El asunto puede valorarse como el desahogo anual de las huestes nacionalistas, pero el hecho de que se produzca en un ambiente caldeado por la cuestión catalana y que a él se hayan sumado los dirigentes de Podemos trasciende el marco de la celebración vasca y pone de manifiesto que el retroceso del Estado en España no es una entelequia sino una realidad que avanza a pasos de gigante para conducirnos a una suerte de tribalismo con regusto medieval y no al país moderno, democrático y solidario que debería ser el objetivo final de quienes crean en la modernización de España. Parece que las semillas sembradas en los años 80 están alcanzando su sazón y seremos los españoles de hoy y los del futuro los que “disfrutaremos” la cosecha de tanto despropósito y de despilfarro de recursos de los que carecemos.
Lo que ahora emerge con fuerza es sencilla y llanamente sustituir al Estado por la agregación de instituciones “nacionales” que ejerzan el poder público con una visión limitada y aldeana
Poco aprecio por el Estado nacional
Es cierto que el Estado nunca ha gozado del aprecio de los españoles por causas diversas, cuyo desarrollo excede los límites de un artículo, si bien conviene destacar que la principal y más cercana fue el fracaso de los liberales españoles que durante todo el siglo XIX quedaron asimilados por las disputas de la Dinastía y no pudieron dedicar sus esfuerzos a consolidar el Estado transformador y civilizador que preconizaron las Cortes de Cádiz. De ahí que la crisis del Estado español haya formado parte de todos los discursos y ensayos de aquellos juristas y políticos que han venido analizando la evolución constitucional de España con el deseo de perfeccionar el Estado para convertirlo en instrumento eficaz al servicio de los viejos ideales de la revolución burguesa. Sin embargo, lo que ahora emerge con fuerza no es eso, es sencilla y llanamente sustituir al Estado por la agregación de instituciones “nacionales” que ejerzan el poder público con una visión limitada y aldeana, prescindiendo de cualquier proyecto, si este existiera, que no existe, de alcance nacional.
Por tanto, no estamos ante una controversia más de las que se han vivido en España cuando se aventuraba algún cambio del régimen político, y ha habido unos cuantos en los dos siglos largos de historia constitucional. Lo primero que conviene constatar es que no hay controversia, porque los adalides del derecho a decidir tienen casi todo a su favor, empezando por el éxito aparente de sus apelaciones en las generaciones educadas bien por los nacionalistas de siempre o por sus émulos en muchas de las regiones españolas, que han conseguido pervertir el derecho a la autonomía hasta unos extremos inimaginables por los fundadores del régimen del 78. Como no ha habido contrapeso alguno a tales visiones rancias del poder público, varias generaciones de españoles ven con simpatía todo aquello que les promete abrogar al Estado que ellos identifican con el viejo nacionalismo español o con las políticas causantes de sus malestares. Es el mismo síndrome que determinados constituyentes del 78 padecieron al relacionar al Estado central con el odiado franquismo. Un craso error, cuyas nocivas consecuencias están servidas.
Los diferentes gobiernos centrales y de las Comunidades Autónomas han participado en el festival corrosivo de la devaluación del Estado hasta ponerlo en trance de fenecer
Muchos responsables de la derrota del Estado
Los accidentes suelen tener causas múltiples, y éste accidente español las tiene también, aunque ahora el foco se centre en los nacionalistas y las referencias a las naciones de Podemos, los diferentes gobiernos centrales y de las Comunidades Autónomas han participado por activa o pasiva, como se dice ahora, en el festival corrosivo de la devaluación del Estado hasta ponerlo en trance de fenecer. No es exagerado afirmar que, de seguir así las cosas y los discursos, conseguiremos tener un modelo a la belga que está trágicamente de moda estos días por mor de la ausencia en ese país de un poder central sustituido por comunidades diferentes en las que cada uno va a lo suyo. Puede que ese pequeño país, tributario de Francia y Alemania, se lo pueda permitir, pero para España supone un regalo envenenado envuelto en el celofán del derecho a decidir de los pueblos que ni siquiera el cantonalismo del siglo XIX, tan criticado y tan poco conocido, planteó en términos como los actuales.
Cualquiera que piense en la realidad descrita no dejará de sentir irritación y desasosiego al observar las sesudas declaraciones de los “líderes” que circulan por la política española con el espectáculo de juegos florales montado en estos meses. En realidad, estos políticos son hijos de un modelo que, aparte de otros trastornos, ha conseguido expulsar del servicio público a los mejores. Por eso el que crea que unas elecciones, sin cambios legales y algunas políticas previas de saneamiento general, son la solución, va listo.

                                                                     MANUEL MUELA  Vía VOZ PÓPULI

LA LEGISLATURA FANTASMA QUE PLANEA EL 'ALQUIMISTA' SÁNCHEZ

Alquimista: “Persona que profesaba el arte de la alquimia” (RAE). Alquimia:“Conjunto de especulaciones y experiencias, generalmente de carácter esotérico, relativas a las transmutaciones de la materia, que influyó en el origen de la ciencia química y tuvo como fines principales la búsqueda de la piedra filosofal y de la panacea universal” (RAE). A Pedro Sánchez le ha deparado el destino la oportunidad de ser presidente del Gobierno de España, pero anda empeñado en depender de una sonrisa de Pablo Iglesias, más conciliador que de costumbre. De momento, el algoritmo para resolver el mayor sudoku político después de la Transición se le resiste. Ya fracasó el pasado 4 marzo pasando a la historia de la Democracia como el protagonista de una investidura fallida. Y ahora, sólo le queda un mes, o algo menos, para dar con la fórmula que viene intentando desde el 21-D.
Hasta la fecha, Sánchez no es más que el alquimista desdichado y así puede quedar recordado si suma una nueva derrota antes del 2 de mayo. Quizá para ese día, en que Felipe VI disolvería las Cortes y convocaría otras elecciones, el secretario general del PSOE habrá repetido el mantra de “mi fracaso habría sido no haberlo intentado”, desahogo que ya realizó desde la tribuna del Parlamento en su primer round perdido.
El líder del PSOE desea un “Gobierno parlamentario” porque a un “Gobierno que gobierne” le resulta imposible llegar
A estas alturas de la mojiganga, lo otro, la opción alternativa a repetir los comicios el 26 de junio, sería una legislatura fantasma, la que planea el alquimista Pedro. La que acabaría siendo un experimento frustrado con el único empeño de desalojar al PP. De esa legislatura fantasma ha trazado varias pinceladas el líder socialista una vez Iglesias ha accedido a sentarse a negociar con su socio, Ciudadanos. Nunca antes se le había oído a Sánchez hablar de un “Gobierno parlamentario”, el que dice ver más cerca a día de hoy que nuevas elecciones. ¿Qué es eso de un “Gobierno parlamentario”?Zapatero dijo en su primera investidura que haría del Parlamento el “centro de la vida política”. ¿Pero lo hizo?
En realidad, ZP practicó el arte de la transmutación ideológica o programática y le salió bien gracias a su “geometría variable”. Unas veces se apoyó en la izquierda, otras en los nacionalistas y las demás en ambos bloques. Las medidas más polémicas trazadas por el Gobierno fueron encontrando apoyos selectivos en las Cortes. Sin embargo, Pedro, el alquimista empedernido, busca otra metodología, otra combinación, otra aritmética, sin precedente en las últimas décadas.
El líder socialista no cree que un Gobierno a la valenciana, como le reclama Iglesias, sea mejor solución que una ampliación del acuerdo sellado con Ciudadanos mediante aportaciones de Podemos. Es decir, las que le garantizarían una abstención de la formación morada (por contra, la abstención de C's, a su juicio, deslegitimaría el pacto ya firmado, donde se dice que los 40 diputados naranjas votarán a favor). Según el candidato del PSOE, de las más de 200 medidas del texto de El Abrazo, aquellas que tengan el visto bueno del partido de Iglesias serían de aplicación inmediata tras la conformación del Gobierno del cambio (la inclusión de independientes aceptados por Podemos va cobrando fuerza).
                             Iglesias y Sánchez, conversando junto al Congreso. / Efe

Sin embargo, aquellas otras actuaciones sobre las que no hubiera consenso serían dirimidas primero en el Parlamento y luego elevadas al aparato de Moncloa. En tercer lugar, las políticas que el Ejecutivo debiera adoptar sobre la marcha también tendrían que contar previamente con el aval de la Cámara baja. La iniciativa, por tanto, sería debatida en las Cortes antes de salir de la mesa del Consejo de Ministros, y no a posteriori, como se hace ahora con posibilidad de ser tumbada o enmendada. Es la única salida que encuentra Sánchez para no recibir un revés del Congreso semana tras otra. De ahí, que desee un “Gobierno parlamentario”, porque a un “Gobierno que gobierne” le resulta imposible llegar. Además, su idea de anteponer el poder legislativo al poder ejecutivo conduciría a un caos de jerarquías.
La idea del candidato socialista de anteponer el poder legislativo al ejecutivo conduciría a un caos de jerarquías
Pero la gran trampa, la mayor de las mentiras que esconde ese “Gobierno parlamentario” es que ésta “será la legislatura de la regeneración democrática, la de las grandes reformas”, que tanto han cacareado socialistas y centristas desde la pasada campaña electoral. Esas reformas, esos pactos de Estado, algunos incluidos en el documento de El Abrazo, nunca verán la luz -sólo serán fantasmagorías- debido a la mayoría absoluta que posee el PP en el Senado y de bloqueo en el Congreso. Por ejemplo, aquí se necesitan dos tercios del hemiciclo para cambiar por el procedimiento agravado elementos esenciales de la Constitución como el modelo territorial. También afectaría ello a la inclusión de los derechos sociales como derechos fundamentales en la Constitución, algo que preconizan los socialistas.
Sánchez no quiere la abstención del PP
La parafernalia dialéctica y las escenificaciones teatrales desde el escaño centrarán mayores esfuerzos que acometer una Segunda Transición, principalmente porque tal empresa necesita de alguna manera al PP, ya sea pasiva o activamente. Sánchez, a diferencia de su socio, Albert Rivera, no está dispuesto a contar con los populares. Ni siquiera buscará su abstención. Sólo levantará el teléfono a Mariano Rajoy por pura cortesía. Pero nada más. Pedro está convencido de haber visualizado la panacea universal mirando a Ciudadanos y Podemos. Y lo que es peor, si vuelve a fallar, tampoco le importará haber naufragado. Haberlo intentado en una legislatura que ya de por sí nació compleja, que se torció después con su no investidura y que parece condenada a elecciones, será el consuelo del alquimista desdichado.

                                                            SEGUNDO SANZ  Vía VOZ PÓPULI



miércoles, 30 de marzo de 2016

IGLESIAS Y RIVERA: ASÍ CONTROLAN PODEMOS Y CIUDADANOS

Aparecieron en la escena política de la mano, portando la bandera de la regeneración política y democrática. Podemos y Ciudadanos siempre han presumido de ser estructuras abiertas, democráticas y participativas. Su llegada a las instituciones ha supuesto oxígeno para la respiración política española. Eso sí, de puertas hacia dentro, Pablo Iglesias y Albert Rivera ejercen una dirección personalista, pues gozan de una gran capacidad de decisión en la estructura organizativa y el nombramiento de cargos, así como en el mensaje y la estrategia.
En los últimos días, el poder que aglutina Iglesias se ha puesto de manifiesto con el cese fulminante de Sergio Pascual como secretario de Organización. Al mismo tiempo, Ciudadanos abrió recientemente un expediente disciplinario que podría acabar en expulsión a sus dos representantes en la Diputación de Soria por votar una resolución a favor de esta administración, cuando el partido de Rivera quiere eliminarlas.
Tanto Iglesias como Rivera tienen potestad para nombrar y destituir a los cargos de sus ejecutivas. Sin cortapisas. Sin necesidad de consultar la decisión o tener que ser respaldada, por ejemplo, con el voto de los simpatizantes, que no participan en la elección de sus máximos dirigentes, a excepción del secretario general en Podemos.
Los estatutos del partido morado contemplan que el Consejo de Coordinación (la Ejecutiva) «estará compuesto por un número de entre 10 y 15 personas, elegidas por el Consejo Ciudadano (el comité de dirección política) por mayoría a propuesta del secretario general».
Pero igual que puede poner, el máximo dirigente de Podemos también puede destituir a los miembros de su equipo. Según recoge el artículo 27 de los estatutos: «Los miembros del Consejo de Coordinación podrán ser revocados por el secretario general». Esto es, el poder de nombrar y destituir del líder de Podemos es discrecional y sus decisiones exige a Iglesias son dos cosas: que los nombramientos sean respaldados después por el Consejo Ciudadano y que todos los miembros de la Ejecutiva salgan de ahí, pues han sido votados en primarias. Se da la circunstancia de que todos los miembros del Consejo Ciudadano que ganaron las elecciones internas participaron dentro del equipo liderado por Iglesias. A ellos se sumaron después los secretarios generales autonómicos para completar el órgano, introduciendo sólo así otras corrientes o sensibilidades de la mano de Teresa Rodríguez (Andalucía) o Pablo Echenique (Aragón).
«Iglesias es el secretario general menos poderoso de los partidos en España», defendía ayer sin embargo Carolina Bescansa, secretaria de Análisis Político y Social de Podemos, en una entrevista en Telecinco. «Estamos lejos de hablar de un secretario general con muchas atribuciones. Más bien es el que menos tiene», añadió. Es la línea oficial.
En Ciudadanos, donde Rivera es presidente y no secretario general, suelen repetir: «Somos un partido democrático, que no asambleario», tratando de marcar así distancias con Podemos. En la formación naranja, «el presidente del partido podrá realizar los cambios que considere necesarios en la organización interna del Comité Ejecutivo, y proponer el cese de alguno de sus miembros o el nombramiento de otros nuevos», tal y como aparece en los estatutos.
No necesita por tanto el refrendo de nadie para dictaminar quién se sienta y quién no en el órgano de dirección. En la última remodelación de la Ejecutiva, Rivera apostó por rodearse de los líderes de los parlamentos autonómicos con representación para transmitir la sensación de líder nacional y quitarse el sambenito de político catalán.
Pero lo cierto es que el proceso selló el pasaporte de los candidatos oficiales, de aquellos que fueron habilitados por la dirección como independientes: Ignacio Prendes, Toni Cantó, Francisco de la Torre o Marta Rivera, por ejemplo.
Los estatutos de Ciudadanos sólo contemplan que si el nombramiento o cese afecta a los secretarios responsables de Organización, Tesorería, Comunicación, Acción Política y Relaciones Institucionales, «deberá ser aprobado por el Consejo General a propuesta del Comité Ejecutivo. Para los restantes casos bastará la aprobación del Comité Ejecutivo».
Además de un amplio margen para designar a su equipo ejecutivo, en Podemos y C's, pese a la existencia de opiniones dispares, existe un claro intento de los líderes por controlar el mensaje a transmitir y minimizar las corrientes críticas y todo lo que distorsione el discurso oficial. Así se interpretó en Podemos con la carta que Iglesias envió a los círculos y la militancia del partido hace unos días, en plena crisis interna. «En Podemos no hay ni deberá haber corrientes ni facciones que compitan por el control de los aparatos y los recursos, pues eso nos convertiría en aquello que hemos combatido siempre: un partido más», escribió. «Debemos seguir demostrando que la unidad de nuestro proyecto y el compañerismo están siempre por encima de las lógicas que pudren los partidos y el alma de sus dirigentes».
En la rueda de prensa donde anunció que Echenique era su elegido para relevar a Pascual, apuntó que «en Podemos no tiene que haber pablistas, carolinistas, errejonistas o monteristas». «En Podemos hacen falta compañeros que debatan todo desde la máxima pluralidad, apostando por la lealtad a una organización que no es más que un instrumento para empoderar a la gente».
En C's también hay una apuesta clara por mantener una voz única. La carta ética que firman los cargos públicos recoge una cláusula que limita las opiniones personales: «No efectuar sin autorización de los órganos centrales del partido, ni aun a título personal, manifestación alguna que pudiera comprometer la independencia de criterio del partido o confundir a la opinión pública». Y añade esta obligación: «Atenerse en su actividad como candidato y, en su caso, en la que desarrolle como cargo público elegido en las listas, a los acuerdos adoptados por los órganos centrales del partido y cumplirlos en su integridad, siguiendo en todo momento las directrices que de ellos emanen».Recientemente, la Ejecutiva del partido aprobó un reglamento interno que pretende que sea una guía del desempeño de todos sus cargos públicos. Una de las directrices es: «Observar la máxima discreción en cuanto a los asuntos internos del grupo y mantener la coherencia en sus actuaciones públicas con el contenido del programa electoral y del ideario del partido». Además, impone la disciplina de voto.

                                                                    RAÚL PIÑA y ÁLVARO CARVAJAL  Vía EL MUNDO


PODEMOS NO DESCARTA AHORA FORMAR PARTE DE UN GOBIERNO CON EL PSOE Y CIUDADANOS

Podemos ya no se cierra a nada. A unas horas de que su secretario general, Pablo Iglesias, se entreviste con Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, para intentar avanzar en la configuración de un gobierno del cambio, ya no descarta ni la hipótesis de que de ese ejecutivo forme parte también Ciudadanos.
Si hace tan sólo unas semanas Podemos se levantó de la mesa de negociación a cuatro con PSOE, IU-Unidad Popular y Compromís tras suscribir el primero un pacto con Ciudadanos, su portavoz parlamentario,Íñigo Errejón, no rechazó este martes formar parte de un hipotético gobierno de coalición en el que estuviera también el partido de Albert Rivera, si bien Carolina Bescansa aseguraba el miércoles, horas antes de la reunión de Sánchez e Iglesias, que "no tiene sentido" un tripartito.
Sin embargo, las manifestaciones del número 2 de Podemos están en sintonía con las efectuadas hace una semana por su líder, Pablo Iglesias, para quien ya no es imprescindible que el PSOE rompa su pacto conCiudadanos para sentarse a hablar. Un gesto que fue respondido por los socialistas accediendo a una reunión cara a cara entre ambos líderes, cuando hasta ese momento se había negado a ello y, además, había planteado la presencia conjunta con Ciudadanos en su nueva ronda de contactos con el resto de formaciones con representación parlamentaria tras su frustrada investidura. 
Ya horas antes de la intervención de Errejón, Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, había manifestado en una entrevista en la cadena Serque no descartaba ninguna fórmula de gobierno para desbloquear la situación política del país, ni tampoco que en el mismo hubiese representantes de Podemos y Ciudadanos. Preguntado por dos veces por tal posibilidad, Errejón se limitó a señalar que es una oferta que el PSOE no les ha hecho en firme, pero que tan pronto como esté encima de la mesa el partido la estudiaría. ”Como todas las propuestas, la valoraremos", dijo. Una respuesta impensable hace tan solo unas semanas, cuando cualquier combinación que incluyera a Ciudadanos era rechazada de plano.
La única condición que mantiene Podemos es que ese hipotético gobierno del cambio tenga una representación proporcional a los resultados electorales obtenidos por las distintas fuerzas el pasado 20-D. “Con 90 escaños no se puede pretender un gobierno en solitario”, dijo el número dos de la formación morada para descartar una hipotética abstención de su partido si las negociaciones que ahora se reanudan no llegaran a buen puerto.
Errejón: "Aprecio voluntad sincera y clara por parte del PSOE de recorrer el camino hacia el gobierno del cambio"
Mestizaje político.
Errejón aprovechó su comparecencia ante los medios después de casi dos semanas de silencio por la crisis interna de Podemos para manifestar que en los contactos preparatorios de la reunión del miércoles entre Iglesias y Sánchez ha apreciado “buena sintonía y voluntad sincera y clara por parte del PSOE de recorrer el camino hacia el gobierno del cambio”. El portavoz parlamentario de la formación morada señaló que aceptan “que hay que ceder y rebajar posiciones –dijo-. Asumimos que tenemos 300.000 votos menos que el PSOE y que toca hacer un ejercicio de mestizaje (…) Estoy convencido de que si hay voluntad política podemos llegar a un gobierno de coalición, plural y de cambio que, a nuestro entender, debería inspirarse en el modelo valenciano”.
Errejón insistió en que Podemos no quiere una repetición de los comicios –“no son necesarias ni convenientes nuevas elecciones”- y negó que su formación se encuentre en una situación de debilidad ante una hipotética repetición de los comicios tras la crisis interna suscitada por la dimisión de diez miembros del consejo ciudadano de Madrid y la destitución fulminante del secretario de Organización, Sergio Pascual. “Ya se dijo que llegábamos debilitados a las elecciones del 20-D y ahí están los resultados”, señaló antes de afirmar tajante que “si el PSOE quiere hay gobierno con Podemos”.

                                                         CARLOS FONSECA  Vía VOZ PÓPULI

martes, 29 de marzo de 2016

FELIPE A SÁNCHEZ: "TÚ NO PACTES CON EL DIABLO Y YO ME OCUPO DE SUSANA"

Pedro Sánchez se siente traicionado por Felipe González. El expresidente le prometió frenar los movimientos de Susana Díaz para coger el timón del PSOE a cambio de evitar un pacto de Gobierno con Podemos. En Ferraz se opina que ha incumplido su palabra.
El PSOE vuelve a estar encerrado en la misma olla a presión que el pasado diciembre estuvo a punto de evaporar el liderazgo de Pedro Sánchez al frente del partido. Había un congreso convocado para el 20 de mayo que podía romper la organización en dos mitades y Ferraz decidió este lunes dar marcha atrás después de constatar que nadie se atrevía a pedir en alto su cancelación por miedo a emitir señales de debilidad. El más dolido con la situación vuelve a ser el secretario general, pues se siente engañado hasta por Felipe González. El expresidente alcanzó con él en enero pasado un acuerdo que ha terminado incumpliendo: “Tú no pactes con el diablo y yo me ocupo de Susana”, le trasladó González. Mientras Sánchez ha respetado su palabra al dinamitar cualquier tipo de acercamiento real a Podemos aproximándose a Ciudadanos, el expresidente ha dejado que Susana Díaz avance en sus planes para hacerse con el control de Ferraz. El aplazamiento del congreso federalhasta después de las elecciones previstas para junio, en el que han mediado los barones regionales, solo supone para ella posponer varios meses su salto a la política nacional, paso que ya nadie duda que dará en el supuesto, lógicamente, de que Sánchez volviera a perder las legislativas.
Sánchez gana apoyos para ser el candidato al 26-J, por lo que el duelo con Díaz podría aplazarse al verano
Algunas fuentes cercanas a González matizan que no llegó a explicitarse como tal  un acuerdo entre los dos y que a lo más que se atrevió el expresidente fue a enviar a Sánchez “un mensaje cifrado” que todos los dirigentes del partido entendieron en la misma dirección: el precio de frenar a Susana Díaz era no pactar nada con Pablo Iglesias. A eso respondieron las declaraciones realizadas por González en febrero a una televisión amiga como Canal Sur en las que dejó claro que la presidenta andaluza debía permanecer en su tierra y olvidarse de soñar con Madrid. “Si yo estuviera en la piel de Susana, no iría ni a la secretaría general en mayo ni a la candidatura de las próximas elecciones”, dejó dicho el expresidente en la citada cadena autonómica y en otros medios de comunicación.
Ha pasado desde entonces mes y medio y lo que se ha evidenciado, aseguran medios muy próximos a Sánchez, es que González “no ha querido o no ha podido” atar en corto a Díaz ni convencerla de que lo mejor que puede hacer por Andalucía y por su propio partido es gobernar en su tierra y respetar el mandato que los electores le dieron hace ahora un año.
Hay otras fuentes que apuntan dos errores básicos del actual líder socialista a la hora de administrar una situación en la que se solapaba el calendario para negociar la formación de Gobierno con el fijado por elcomité federal para despejar quien manda en el PSOE. “El primer error fue confiar a Felipe el control de Susana Díaz, sabiendo que él ya no manda lo que antes y que ha perdido mucha autoridad. El segundo es creer que Díaz no se atrevería a disputarle el liderazgo por miedo a perder y quedar desacreditada como presidenta de la Junta”.
Los barones afines a Susana cambian de posición
El regreso de la disputa ha pillado a la mayoría de los barones socialistasfuera de juego, hasta el punto de que algunos de ellos se han visto obligados a mediar ‘in extremis’ para evitar la celebración de un congreso “a cara de perro” en mitad de otra campaña electoral. Los que siguiendo las instrucciones de Susana Díaz precipitaron el pasado diciembre la convocatoria del congreso para la primavera recién estrenada, ahora han defendido su aplazamiento porque ven un riesgo real de que el PSOE se fracture y Podemos le saque la delantera en las urnas, si finalmente se vuelve a ellas el 26 de junio. Y quienes hace tres meses defendieron la celebración del congreso en el verano, cuando ya estuviera despejada la formación del Gobierno, ahora tampoco se atrevían a defender su aplazamiento porque de lo que se trataba era de enviar a la militancia señales de fortaleza. Prueba evidente de ello es que la apuesta de Ferraz por retrasar el congreso se facilitó este lunes a través de un escueto comunicado. La ejecutiva lo dará hoy forma y el sábado se formalizará la decisión en el comité federal.
Ninguno de los dos bandos contendientes pierde de vista que para el 8 de mayo, dos semanas antes del congreso aplazado, había convocadas también unas primarias para que la militancia eligiera al secretario general. Pedro Sánchez daba por ganada esta partida pues se considera blindado por las bases del partido desde que fuera aupado por ellas al cargo en julio de 2014. En su equipo se opina, además, que la reelección hubiera dejado sin margen a Susana Díaz para batallar posteriormente en el congreso, ya que Sánchez se sentiría con autoridad para rodearse en la ejecutiva de su propio equipo de confianza, algo que no pudo hacer en la cita extraordinaria celebrada hace menos de dos años.
Los barones no quieren presenciar "un suicidio colectivo" en plena campaña electoral
Sin embargo, Susana Díaz piensa lo contrario, que con el poderoso respaldo de la federación andaluza hubiera podido llegar bajo palio a Ferraz y hacerse con el control del partido. “El choque hubiera sido emocionante”, reconocen fuentes socialistas, “pero al final nadie ha querido prestarse a un suicidio colectivo”. Sánchez tiene todas las papeletas para ser el candidato a las elecciones del 26-J si éstas, finalmente, se convocan, por lo que el espectáculo que se preparaba para mayo se demora al próximo verano, salvo que la presidenta andaluza se revuelva y fuerce la celebración de unas primarias para elegir el cartel electoral. Ha prometido que la respuesta no la dará hasta el próximo sábado, cuando escuche las explicaciones de Sánchez y comprenda su interés en retrasar el congreso.

                                                     FEDERICO CASTAÑO  Vía VOZ PÓPULI

lunes, 28 de marzo de 2016

CINCO ESQUINAS

Acabo de leer la última novela de Mario Vargas Llosa, Cinco Esquinas, y debo decir que la característica definitoria de los relatos del Premio Nobel hispano-peruano es la amenidad. Sus historias se devoran normalmente de un tirón, sin que la tensión de lo descrito y el interés de los acontecimientos que se suceden a ritmo endiablado decaigan ni un instante. Hay novelas filosóficas, como La Montaña Mágica, o preciosistas, como Bomarzo. o trágicas, como Ana Karenina, o costumbristas, como La Regenta, o épicas como Ivanhoe, pero Vargas Llosa es insuperablemente entretenido. No pretende tanto hacer reflexionar al lector como hacerle partícipe de un suceso, de algo que pasa, concreto y directo, y a partir de aquí crea caracteres, dibuja paisajes, hace guiños, estira los perfiles hasta aproximarlos en ocasiones a la caricatura y no desdeña la construcción de estereotipos. Las consecuencias morales o intelectuales que se extraigan de las cosas que cuenta nunca son explícitas, sino que quedan a la libre interpretación del lector, a quién el genial hijo de Arequipa no pretende más que meterlo de lleno en el vertiginoso acontecer de las peripecias que se van desplegando ante sus ojos.Cuando uno lee una novela de Vargas Llosa, se sube a un vehículo que circula a gran velocidad y es imposible apearse hasta la parada final. Una escena lleva a otra, un personaje a otro, un decorado a otro, y cuando corremos sin aliento por la carretera de su imaginación y de su memoria, de repente una curva cerrada nos descoloca y emprendemos una nueva dirección de marcha sin perder la huella del trayecto previo, asombrados, intrigados y sin aliento.
Cinco esquinas, al igual que sus demás novelas, desprende una mezcla de comprensión irónica y de indulgencia benévola hacia las debilidades humanas
Lo que hace de la obra de Mario Vargas Llosa literatura con mayúscula son dos cosas: la estructura y el lenguaje. Cada novela suya está edificada con absoluta perfección y el armazón secuencial lo aguanta todo. El desenvolvimiento temporal y espacial no presenta fisuras ni defectos, es completo, armónico y cerrado, no sobra ni falta nada y nos ofrece siempre un conjunto autosuficiente y nítidamente delimitado de momentos, rostros, escenarios y noticias. En cuanto a las palabras, ahí es donde alcanza cotas que pocos dominan. Su maestría en el uso de los vocablos es la de Velázquez con los pinceles o la de Mozart con las notas. De un almacén insondable de sustantivos, verbos, preposiciones y adverbios, extrae para cada lugar del texto el que casa mejor con el propósito buscado, la evocación de un recuerdo, la transmisión de un estado de ánimo, la significación de un objeto o la creación de un ambiente. Es tal la riqueza de términos que maneja que parece imposible que una mente humana pueda contener tantos miles de entradas como si en lugar de cerebro poseyese un diccionario. He leído prácticamente toda su copiosa producción y en cada título, y no soy precisamente un iletrado, aprendo lexemas y sintagmas que desconocía.
Cinco esquinas, al igual que sus demás novelas, desprende una mezcla de comprensión irónica y de indulgencia benévola hacia las debilidades humanas que consagran a su autor como uno de los escritores que mejor trata a sus criaturas, ni las juzga ni las aprueba ni las condena, simplemente las expone. Esa respetuosa objetividad no excluye sin embargo la valoración moral de aquellos actos que por su naturaleza merezcan elogio o reprobación, aunque, como ya he mencionado, el tinte axiológico con el que recubre a individuos y a comportamientos jamás es deliberadamente aparente, simplemente se desprende de su contexto literario. A diferencia de sus ensayos, donde Vargas Llosa adopta posiciones firmes e inequívocas en el campo político y ético, en sus novelas se limita a pasear sus ojos por el género humano, sus miserias, sus heroísmos y sus banalidades, sin otra intención que entenderlo y mostrarlo en su variopinta complejidad.
Si cada gigante de la literatura y del arte marca un estilo y una escuela, Mario Vargas Llosa quedará consagrado hasta el fin de los tiempos como el contador de historias por excelencia, como la pluma que grabó con trazo inigualable lo que les pasa a los hombres y las mujeres cuando andan por el mundo prisioneros de los avatares imprevisibles de la existencia.

                                                         ALEJO VIDAL-QUADRAS  Vía VOZ PÓPULI


ZAPATERO O LA CONTUMACIA DEL NECIO

Zapatero pertenece a ese tipo de políticos, demasiado común en España, que no sólo ignora las complejas interacciones políticas y sociales... tampoco le interesa conocerlas. Una caterva que se mueve en el terreno de los lemas, en la infantil dimensión del bueno o malo sin matices, esa visión maniquea que desconoce la explicación de las causas profundas.
En una reciente entrevista al diario La Vanguardia , más dirigida a adictos a las consignas, a ese público entusiasta de las simplezas, de la telebasura, que a lectores críticos, con capacidad de raciocinio, el expresidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se ha reafirmado en las bondades del Estatuto de Cataluña de 2006, ése que él mismo impulsó. Y ha expuesto las soluciones infalibles para superar el presente reto independentista. Afirma haber descubierto el remedio definitivo, el milagroso parche Sor Virginia que salvará a España de la peligrosa deriva que conduce a la desintegración. Su gran invento del TBO, la moderna piedra filosofal, consiste en regresar al Estatuto que desestimó el Tribunal Constitucional y conceder a Cataluña el reconocimiento de "Comunidad Nacional", un término más propio de las películas de Berlanga que de un pensamiento político con un mínimo de seriedad y profundidad.
Zapatero no generó el problema independentista en Cataluña pero, con su denodada estulticia, aceleró notablemente un proceso que avanzaba lentamente desde la Transición
El ex presidente del gobierno pertenece a ese tipo de políticos, demasiado común en España, que no sólo ignora las complejas interacciones políticas y sociales... tampoco le interesa conocerlas. Una caterva que se mueve en el terreno de los lemas, en la infantil dimensión del bueno o malo sin matices, esa visión maniquea que desconoce la explicación de las causas profundas. Zapatero, como hombre de partido, continuó la acostumbrada línea de acción política en España, que consiste en crear un problema... para aplicar la solución equivocada. Y siempre para justificar un incremento presupuestario, un descontrolado crecimiento de la administración en beneficio de las oligarquías y las élites, nunca del ciudadano de a pie.
Zapatero no generó el problema independentista en Cataluña pero, con su denodada estulticia, aceleró notablemente un proceso que avanzaba lentamente desde la Transición. La semilla de la desintegración estaba sembrada en un sistema autonómico caótico, completamente abierto, con rumbo y destino imprecisos, al albur de apaños, componendas e intercambios de favores entre políticos. La descentralización descontrolada y sin límite en un entorno político esencialmente corrupto, sin adecuados controles sobre el poder, dio alas al secesionismo, estimulando a ciertas oligarquías locales que vieron ahí la oportunidad de incrementar su poder, sus ingresos ilegales y, por supuesto, de alcanzar la impunidad definitiva

Zapatero comparte esas tesis nacionalistas que explican el independentismo como una reacción ante las traiciones
Los nacionalistas catalanes siempre fueron secesionistas
Zapatero comparte esas tesis nacionalistas que explican el independentismo como una reacción ante las traiciones, desprecios y maltratos del gobierno de España, entre ellas el fallo del Tribunal Constitucional declarando nulos algunos aspectos del Estatuto de 2006. Pero se trata de meras excusas, señuelos para justificar un plan trazado desde hace décadas. Los nacionalistas catalanes no son secesionistas sobrevenidos. Sus ansias de ruptura no surgen de supuestos ultrajes o afrentas: la independencia fue, desde el principio, su meta final. Pero fueron pacientes. Aceptaron el sistema autonómico como medio para alcanzar sus objetivos últimos, una vía que proporcionaría ingentes recursos para ir convenciendo, lavando el cerebro, a unos ciudadanos que, en su inmensa mayoría, no compartían tales metas.
Los nacionalistas utilizaron el sistema educativo y los medios de comunicación para inocular odios y recelos hacia los vecinos. Crearon un enemigo exterior contra el que definirse, alguien a quien traspasar los defectos, la culpa de todos los males. Impulsaron una política lingüística cuyo principal objetivo no era fomentar el catalán sino erradicar el castellano. Colocaron en su órbita de intercambio de favores a muchos empresarios y asociaciones subvencionadas. Durante décadas, por la vía de los hechos consumados, a base de no cumplir leyes o sentencias, y ante la desidia de gobiernos y tribunales, disfrutaron de una autonomía muy superior a la que contemplaban las leyes.
Paso a paso, el nacionalismo catalán consiguió siempre sus propósitos, ganó todos los pulsos planteados al gobierno central. Su fuerza residía en ser el fiel de la balanza, esa minoría necesaria para formar gobiernos, pero también en poseer una estrategia de largo plazo frente al planteamiento cortoplacista de muchos políticos nacionales que, aun sabiendo que el proceso conduciría finalmente a tensiones secesionistas, vieron en ello un problema lejano en el tiempo. Ya lidiarían otros ese toro. Ellos se encontrarían ya jubilados, disfrutando de los fondos sustraídos en algún paraíso fiscal.  
Su falta de perspicacia le llevó a tragarse la propaganda franquista, esa que identificaba España con el Caudillo
Zapatero se tragó la propaganda franquista
Pero apareció el inefable José Luis, que unía la miopía y el oportunismo a una inconmensurable necedad, tanta como para creerse a pies juntillas consignas y dogmas. Ahora resultaba que la causa del independentismo estaba en... una sentencia del Tribunal Constitucional. Su falta de perspicacia le llevó a tragarse la propaganda franquista, esa que identificaba España con el Caudillo. Y aplicar un razonamiento simplista, propio de un limitado entendimiento: si Franco era malo; España también, "un concepto discutido y discutible". Con un mero repaso de la historia habría averiguado que la idea de España no la inventó el dictador, que su existencia como nación es muy anterior incluso al nacimiento de Franco. Pero su ignorancia y sectarismo le impulsaron a intentar remediar la enfermedad secesionista administrando dosis muy superiores del veneno que la había causado: aplicando una descentralización mucho más radical. Y las consecuencias están a la vista.
Resolver el problema territorial significa abordarlo con un enfoque que prime los intereses de ciudadanos y contribuyentes, no los de esos caciques que salpican cada rincón de España. Implica cerrar el proceso autonómico, asignando las competencias de manera racional, con criterio de eficacia y economía en la prestación de los servicios. En contra de lo que pregonan los políticos, a los ciudadanos normales les importa un comino cuál sea la administración que gestiona un servicio mientras éste se preste de manera eficiente y barata. Pero, ya se sabe, hay personajes, como Zapatero, que ni rectifican ni aprenden, cuyo objetivo vital es revolcarse en el error. Tras acelerar el proceso independentista, y adelantarlo probablemente una década, ahora el obcecado José Luis, inasequible al desaliento, pretende apagar el fuego aferrándose a los mismos dogmas: aplicando otro generoso chorro de la misma gasolina que lo inició.

                                                            JUAN M. BLANCO  Vía VOZ PÓPULI

domingo, 27 de marzo de 2016

¿QUIÉN TEME IR A NUEVAS ELECCIONES?

¿Quién teme la convocatoria de nuevas generales? La España que durante cuarenta años no conoció más cauce de expresión de la voluntad popular que la famosa triada de “familia, municipio y sindicato”, la cantinela que repetían con garbo los locutores del No-Do, la España que por tal motivo debería hoy sentirse feliz cada vez que tiene oportunidad de ejercer su derecho al voto, ahora parece asustada ante la posibilidad, cada día más real, de ser llamada de nuevo a las urnas para recomponer el estropicio del 20 de diciembre pasado. Una corriente subliminal –transversal, que dirían los modernos-, se manifiesta día tras día, con más o menos empaque, contraria a elecciones. Hay como una resistencia, un recelo a testar de nuevo la opinión del pueblo llano tras el espectáculo de estos casi cien días de idas y venidas sin sentido, una apelación en los medios a realizar todos los esfuerzos posibles, todas las cabriolas imaginables, para evitar lo que parece un trance detestable. Y todo, cuando una nueva consulta parece el único medio conocido razonable para disipar el punto muerto en que se halla la política española.
Tres meses y pico después de celebradas las últimas generales y a la espera del encuentro de esta semana entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, España se asoma al peor de los escenarios posibles: el de un Gobierno de coalición entre el PSOE y un partido que cuestiona las bases del modelo constitucional del 78, liderado por un personaje más bien preocupante contemplado desde la tribuna del Congreso, con el añadido de una ensalada de siglas que incluye desde el nacionalismo de derechas enemigo declarado de la unidad de España hasta una extrema izquierda anticapitalista. Alguien podrá argumentar con razón que ese escenario es inimaginable en el marco de una UE que impone a los Gobiernos del club el cumplimiento de unas normas muy estrictas, pero la pura verdad es que España está hoy más cerca de esa fórmula enloquecida que pretende Sánchez que de un Ejecutivo de centro derecha o centro izquierda al uso en la Unión.
España se asoma al peor de los escenarios posibles: el de un Gobierno de coalición entre el PSOE y un partido que cuestiona las bases del modelo constitucional del 78
Es evidente que un Gobierno de ese tipo nacería con el gen de una inestabilidad galopante, pero, breve o duradero, el daño para la estabilidad de las instituciones sería grande, por no hablar de la Economía, donde los destrozos, como se demostró en la Grecia del primer Gobierno Syriza, podrían resultar notables. El crecimiento español, casi un milagro tras la dureza de la crisis pasada, sigue cogido con los alfileres de un entorno internacional francamente adverso y de las propias carencias internas de unas reformas que, en el mejor de los casos, se han quedado a medio camino. Ningún argumento en contra, sin embargo, cuenta con peso suficiente para disuadir de sus intenciones a un Sánchez decidido a dormir al menos una noche en La Moncloa al precio que sea y en la compañía menos aconsejable. El socialista, en efecto, parece decidido a intentarlo como sea y a un precio que la sociedad española no debería estar dispuesta a pagar en ningún caso. Frente al alarmismo de tanto columnista de salón que arremete contra una clase política “incapaz de armar un acuerdo para construir una mayoría estable”, hay que decir sin ambages que no vale cualquier mayoría y que es mil veces preferible ir a nuevas elecciones antes que someter al país a la ruleta rusa de un Gobierno Sánchez-Iglesias.
Nuevas elecciones… ¿Para qué? En primer lugar, para dar a los españoles la oportunidad de rectificar la decisión tomada el 20D, la posibilidad de enmendar el error –si así lo creyeran- de entonces, y proceder en consecuencia. Una de esas verdades oficiales impostadas nacidas tras el 20D es que los españoles votaron “cambio”. La pura verdad es que si ese deseo de cambio existió, no terminó por materializarse en una dirección concreta, puesto que nada tiene que ver el “cambio” que propugna Riveracon el que propone Sánchez y mucho menos con el que postula Iglesias. ¿De qué tipo de cambio estamos hablando? Las elecciones de junio darían a los votantes la oportunidad de concretar ese deseo y materializarlo sin lugar a dudas.
Un pacto dentro del bloque constitucional
En último caso y si, como opina tanto arúspice como existe en este rastrojo, los resultados del 26J fueran un calco de los del 20D, entonces estaría claro que los españoles apuestan por un pacto dentro del bloque constitucional que obligaría a PP y PSOE, con el añadido de Ciudadanos, a ponerse de acuerdo en un Gobierno de coalición, que nunca podría estar presidido por Mariano Rajoy en caso de victoria del PP, encargado de acometer las reformas que reclama una mayoría de españoles. En el fondo, sería el mismo tipo de acuerdo que está sobre la mesa desde el 20 de Diciembre y que el empecinamiento tanto de Sánchez como de Rajoy -los odios personales que ambos se profesan- está haciendo imposible, pero que gente como Pérez Rubalcaba considera inevitable si el PP volviera en junio a ser el partido más votado, en cuyo caso al PSOE no le quedaría más remedio que pactar con la derecha las condiciones de una gran coalición.
Nadie sabe el precio que los votantes de Rivera le pueden hacer pagar por su alineamiento con el PSOE
Decir a estas alturas que los intereses personales de los grandes capos de la política española priman sobre los generales es decir poco o nada, porque esa es una evidencia avasalladora desde hace semanas. Sus intereses y sus fantasmas, tal que el pánico a ser señalados como culpables de esta nueva segunda ronda que cada día se presenta como más necesaria para evitar males mayores. Es también el miedo a lo desconocido. Nadie sabe el precio que los votantes de Rivera le pueden hacer pagar por su alineamiento con el PSOE; nadie conoce la factura que el votante de derechas le va a pasar a Mariano por esa corrupción que parece no tener fin en Valencia y en Madrid; ni el propio Sánchez sabe siquiera si, con un Congreso de por medio, seguirá siendo el candidato del PSOE a esas nuevas generales. Es el miedo a lo desconocido de los líderes lo que apuntala la resistencia a celebrar nuevas generales.
La paradoja se llama Pablo Iglesias. Si tras el 20D, el de Podemos se hallaba en una envidiable posición de fuerza, en tanto en cuanto podía optar por ir a nuevas generales o por negociar la entrada en un Gobierno de coalición con Sánchez, su posición se ha deteriorado de forma dramática en las últimas semanas, al mismo ritmo que ha ido creciendo la crisis interna en el partido. Con Errejón amagando en secreto con fundar grupo propio, y con Mareas y Compromisos, por no hablar de Colaus, cada día más celosos de su independencia, Iglesias es hoy el candidato al que peor puede sentar la nueva convocatoria electoral. ¿Significa ello que va a estar dispuesto a entregarse de pies y manos a los designios de Sánchez? Nada más lejos de la realidad: tras haber humillado a Errejón y a los partidarios de apoyar la investidura, el de la coleta se ha quedado sin margen para entregar las llaves de Podemos al líder socialista y aceptar lo que éste tenga a bien ofrecerle.
La ratonera del bello Sánchez
El encuentro entre ambos de esta semana se anuncia, pues, como una nueva pantomima. Iglesias no tiene margen y Sánchez tampoco. Éste no puede hacer tabla rasa del pacto con C’s después de haberlo solemnizado casi hasta lo absurdo, porque su crédito como tipo fiable quedaría entonces muy dañado de cara a una nueva consulta. En realidad, el de Ferraz parece haberse metido él solito en algo parecido a una ratonera: el pacto con Rivera es insuficiente para gobernar y además le cierra la puerta a cualquier acuerdo con Podemos. Peor aún, la cercanía a C’s veta al PSOE la posibilidad de crecer electoralmente por el centro. Genial lo del bello Sánchez: quería ser presidente a cualquier precio, cuando la única posibilidad real que tenía de serlo consistía en haber mantenido la boca cerrada. No queda otra salida que ir a nuevas elecciones. Solo los enemigos de la libertad pueden tener miedo a las urnas. Es lo que conviene a España y a los españoles, para acabar de una vez con la hojarasca enervante de tanta frase vacía de contenido cuando no simplemente estúpida. Y una premonición: para finales de junio habrán pasado 6 meses, mucho tiempo, y habremos visto tantas cosas, habremos oído tantos disparates, se habrá retratado tanta gente, que me atrevo a vaticinar que los resultados del 26J se parecerán a los del 20D como un huevo a una castaña.

                                                               JESÚS CACHO  Vía VOZ PÓPULI