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jueves, 9 de febrero de 2017

Listos para el 'vistalegricidio': la batalla final de Podemos en la que solo puede quedar uno

El futuro de la organización pende de un hilo, más allá de una hipotética escisión en el corto plazo. La reconstrucción del partido tras la guerra fratricida se dará en clave de refundación


Íñigo Errejón (i) y Pablo Iglesias. (Ilustración: Raúl Arias)


“El lunes que viene no tenemos organización”, “gane quien gane, perdemos todos” o “esto es un suicidio colectivo”. La autodestructiva campaña interna de Podemos, acompañada de puñaladas, traiciones, máquina del fango, dimisiones o conspiraciones, está convirtiendo en un lugar común entre los cuadros medios y técnicos del partido que el futuro de la organización pende de un hilo, más allá de una hipotética escisión en el corto plazo. El choque de trenes en el que solo puede quedar uno, o Pablo Iglesias o Íñigo Errejón, partirá a la organización en dos. Ni Iglesias tendrá puestos de responsabilidad si pierde la batalla, ni Errejón se mantendrá al frente del grupo parlamentario como portavoz en el Congreso si no se hace con el control de la organización.
Desde el pasado otoño, cada corriente ya comenzó a funcionar de forma prácticamente autónoma, con sus propias estructuras orgánicas y recursos, tanto humanos como económicos. Una dinámica que ha alimentado la confrontación, marcada en su primera fase por las primarias madrileñas y, tras ellas, por el fratricida proceso de Vistalegre II. La beligerancia en el seno de la dirección se ha trasladado también a las bases más activas, cada vez más polarizadas, lo cual no hace más que provocar en simpatizantes y votantes hastío e indiferencia.
“No sé si votaré”, responde un activista del 15-M, ahora centrado en la política municipal y los movimientos sociales, que acto seguido pide un resumen sobre “lo que está pasando en Podemos”. El mismo activista que acudió a Vistalegre I acompañado por varios compañeros de su asamblea de barrio, y que participó en los primeros pasos del círculo de Podemos en su distrito. Igual de sintomático, respecto a la situación que vive Podemos, es el hecho de que solo se flete un bus a Vistalegre II, cuando en el congreso fundacional llegaron a la treintena. Todos financiados mediante 'crowdfunding'. Ahora, este sistema de recaudación vuelve a emplearse, pero para financiar las campañas de cada equipo.
Ni Iglesias será secretario general si pierde la batalla, ni Errejón se mantendrá al frente del grupo parlamentario como portavoz en el Congreso
La cita de Vistalegre II no está en la agenda de los activistas madrileños, ni tampoco de los que simpatizan con la organización y en su día ejercieron orgullosos de 'pegacarteles'. Pocos meses después, el “orgullo morado” vive sus horas más bajas, como han comprobado los responsables de redes de los equipos de Pablo Iglesias (Héctor Juanatey) e Íñigo Errejón (Eduardo Rubiño). La publicidad pagada en redes como Twitter, Facebook o Instagram ha sustituido el empuje desinteresado de miles de personas que convertían las campañas en 'trending topic'.
Desde el pasado otoño, cada corriente ya comenzó a funcionar de forma prácticamente autónoma, con sus propias estructuras orgánicas y recursos
Cuando la difícil situación que está atravesando Podemos parecía que había tocado fondo, saltaba a la palestra una nueva filtración interesada o un ataque personal. El último, el protagonizado por el líder de Podemos en Valencia, comparando las prácticas “cesaristas” de Pablo Iglesias con las de Franco o Sadam Husein. Los pocos puentes que quedaban erigidos entre las dos principales corrientes del partido se han acabado dinamitando los últimos días. Iglesias y Errejón ya solo confían en las personas de su núcleo duro.
El estado de la organización en Madrid tras la batalla entre el pablista Ramón Espinar y la errejonista Rita Maestre es un precedente que anticipa a menor escala los acontecimientos que pueden sucederse tras Vistalegre II. La organización se remodeló para dar entrada en los puestos de responsabilidad al equipo de afines a Espinar, incluidos los cargos en el grupo parlamentario autonómico, donde se sustituyó al portavoz José Manuel López, que integraba la lista errejonista. Este último sector alimentó entonces la teoría de la purga con campañas en medios y redes, al tiempo que se han convertido en el principal caballo de batalla contra el secretario general en este proceso congresual.

El tiempo para la reconstrucción

Errejón reclamó a Sergio Pascual y sus afines, tras su cese, que aguantasen sin abandonar el barco hasta que se midiese en un congreso contra IglesiasLa división en Madrid es evidente, y la última baza de quienes salieron derrotados para recuperar las posiciones que mantenían antaño en el aparato se centra en el congreso estatal. Por su parte, los que salieron victoriosos corren el peligro de verse maniatados si la dirección estatal cae en manos de quien han convertido en el enemigo interno. La batalla soterrada que viene produciéndose desde la destitución del exsecretario de Organización Sergio Pascual tendrá su escenificación final este fin de semana. Casi un año después de la primera gran crisis interna, y el mismo tiempo que Errejón pidió a los miembros del equipo de Pascual para que aguantasen sin abandonar el barco, según explicaron entonces fuentes cercanas al diputado andaluz. Una incógnita por aquel momento para los informadores, pero que ahora cobra sentido.
Si los cambios de equipos tras un congreso son la norma en toda organización política, no lo son menos las escisiones. Más aún en la izquierda, cuya historia está plagada de este tipo de rupturas. La principal duda que asalta a la organización, desde las bases más activas hasta la cúpula dirigente, es cómo se gestionará esta crisis y si el sector que resulte ganador logrará aguantar el temporal. De momento, los resultados del CIS han sido condescendientes con Podemos, que solo desciende una décima con respecto al último barómetro de octubre, a pesar de la guerra fratricida. La lejanía de las próximas elecciones, previstas para 2020, juega a favor de la reconstrucción. La presencia institucional, también, puesto que al ostentar un cargo público es menos justificable secundar una escisión.

                                                                   IVÁN GIL  Vía EL CONFIDENCIAL

 

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