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viernes, 31 de marzo de 2017

Ricos pijos y 'enfants terribles'. Por qué sobran Susana y Pablo Iglesias

Las peleas culturales y teñidas de espectáculo de la izquierda no son más que la constatación de que han renunciado a pelear en el terreno en el que un día triunfaron: en el económico


La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, durante el acto político donde se lanzó oficialmente a la carrera por liderar el PSOE. (Reuters)


Mañana Trump hará lo de siempre. Publicará un tuit. Como ayer, como hace una semana. O quizá no sea mañana y tarde un par de días. Pero sabemos los efectos: la prensa estadounidense le criticará de un modo feroz, los activistas en las redes seguirán golpeándole dialécticamente, y toda esa sucesión de acontecimientos que tan familiar nos resulta. Pero hasta ahora a Trump le ha funcionado. Su campaña fue un cúmulo de meteduras de pata, declaraciones inconvenientes, ataques con nombres y apellidos, y excesos de toda clase. Y ganó. Y sigue ganando con estas batallitas.
En cierto sentido, ocurre lo mismo en España. Tenemos polémicas por el decoro en el Congreso, y las redes repletas de referencias a Carrero Blanco, y todo ese tipo de asuntos culturales en los que la derecha (liberal y neoliberal) sale siempre ganando. No hay batalla cultural en que la izquierda pueda obtener un triunfo real, entre otras cosas porque está peleando en el terreno de juego equivocado.
Toda articulación del orden en nuestro tiempo se basa en el dinero y en el sistema monetario. Y la izquierda no acaba de entenderlo
Estos días ha estado por España la economista Ann Pettifor, directora de Prime (Policy Reasearch in Macroecnomics) y 'research fellow' de la City University de Londres, para presentar su libro 'La producción del dinero'. En él se incluye este pasaje, muy pertinente, al hilo de la crisis económica, pero que tiene efectos muy similares hoy: “Muchos situados a la izquierda del espectro político estaban igual de atónitos. Como la mayoría de los economistas, la izquierda parecía no entender ni jota del sector financiero. En cambio, la atención se centraba en la economía del mundo real: la fiscalidad, los mercados, el comercio internacional, el FMI y el Banco Mundial, las políticas de empleo, el medio ambiente, el sector público. Muy pocos habían prestado atención a las vastas, crecientes e intangibles actividades del sector financiero privado desregulado. Como resultado, muy pocos de la izquierda (en general, aunque con claras excepciones) y, en este sentido también de la derecha, fueron capaces de realizar un análisis sólido de las causas de la crisis y, por tanto, de las políticas necesarias para recuperar el control de ese importante bien público que es el sistema monetario”.

La izquierda no entiende de dinero

Efectivamente, toda articulación del orden en nuestro tiempo se basa en el dinero y en el sistema monetario. La izquierda no acaba de entenderlo, y mucho menos de tejer una alternativa o una oposición en ese plano que pueda generar cambios reales. A nuestros jóvenes de izquierda lo que les gusta hacer es de 'enfants terribles', y les encantan las pancartas en el Congreso, las polémicas en las redes y todo lo que tenga que ver con la visibilidad. Y la reacción de la derecha en ese plano es darles más de lo mismo. ¿Queréis espectáculo? Pues nosotros sabemos hacerlo mejor. El PP, por ejemplo, mezcla incorrección con portavoces como Hernando, apelaciones a la moderación de la mano de Rajoy y toda la amplificación que les es posible, a través de los medios afines, de las acciones podemitas de las que pueden sacar partido. Y Trump lo hace aún de un modo más pragmático: es más espectacular e incorrecto que nadie.
Cuando uno ve a Susana rodeada de Felipe y de Zapatero, sabe que el destino final del PSOE es convertirse en una versión laica del PP
Una de las razones de la victoria de Trump es que sus exabruptos calan en un terreno proclive a escucharlos. Y no se trata de gente resentida y atrasada de la derecha más reaccionaria, como suele argumentarse, sino una parte de la población estadounidense de clase obrera y de clase media empobrecida que piensa que los liberales de su país, nuestros socialdemócratas, no son más que un montón de gente rica que quiere ir de guay, y que apoya todo aquello que a ellos les está dañando. Cuando Trump los ataca, unos piensan que menos mal que alguien se atreve a decirlo, y otros que las formas no son las correctas pero que en el fondo tiene razón. Y lo malo es que la tiene.

El PSOE, una formación prescindible

Toda esa parte de los demócratas que apostó por Hillary en lugar de por Sanders posee una mentalidad que encaja perfectamente en la descripción de burgués cosmopolita, de gente con dinero cuyas preocupaciones son las de los ricos, que los de Trump o Le Pen han repetido y repiten en sus campañas. Y eso es también el PSOE de Susana, una formación prescindible (por redundante, ya hace lo mismo la derecha). Cuando uno ve a Susana rodeada de Felipe y de Zapatero, cuando ve a la mayoría de los asesores de los que se ha rodeado, sabe que el destino final del PSOE es convertirse en una versión laica del PP: mismas ideas económicas, misma gestión del dinero, misma política de empleo, misma política de austeridad y posiciones culturales diferentes. El socialismo de Susana Díaz no puede ser la izquierda, porque está contra la izquierda.
Los mensajes de Trump calaron en la clase media empobrecida que piensa que los liberales son un montón de gente rica que quiere ir de guay
Francia es un buen ejemplo de adónde llevan estas dinámicas. Que Le Pen esté compitiendo de verdad por el Elíseo, con la izquierda borrada del mapa, solo es posible porque ha apostado por un programa en el que defiende a aquellos que los socialdemócratas de consejo de administración y los 'enfants terribles' han abandonado. Todas estas peleas culturales y/o teñidas de espectáculo no son más que la constatación de que han renunciado a pelear en el terreno en el que la izquierda de verdad había tenido un papel, en el económico. Y eso, hoy, implica en primer lugar operar en el terreno del dinero y de la política monetaria. Y ahí, en el terreno de la verdad, ninguna noticia.
A este argumento bien puede objetarse que buena parte de las propuestas de los socialistas y de Podemos en asuntos como la libertad de expresión o los asuntos de género son necesarias hoy, y quizá más que nunca. Nada que oponer a ese razonamiento. Pero eso, sin lo otro, es condenarse a la irrelevancia. De modo que ahí andamos, entre los ricos progres y entre los 'enfants terribles'. ¿Cómo no iban a ganar Trump o el Brexit? ¿Cómo no iba a ganar el PP las elecciones? ¿Cómo no se va a convertir Le Pen en la gran defensora de los olvidados?.

                                          ESTEBAN HERNÁNDEZ  Vía EL CONFIDENCIAL

 

EL PSOE, POR EJEMPLO

Un nuevo PSOE forzaría al PP a su propia catarsis, mientras que más de lo mismo dejaría razonablemente expedito el camino a Rajoy para intentar pulverizar records de permanencia.


El portavoz de la gestora del PSOE, Mario Jiménez. EFE





Durante muchos años ha sido frecuente que algunos dirigentes socialistas afirmasen que el PSOE era el partido que más se parecía a España, y puede que tuvieran razón, especialmente cuando el PSOE ganaba las elecciones por amplia mayoría. La división que ahora es más que evidente en ese partido refleja bien el estado de malestar de una parte muy significativa de la izquierda española. 
Algo marcha mal cuando los partidos mismos se convierten en un problema
Los partidos son instrumentos de representación, y aunque haya mucho de teoría idealizada en esa idea, mal que bien han cumplido con esa función, pero tienen que ser algo más, se les exige que sean órganos de participación y que contribuyan a construir la política que mejor sirva a los intereses más básicos y comunes de una sociedad que no es uniforme y que no puede sino ser conflictiva. Algo marcha mal, por tanto, cuando los partidos mismos se convierten en un problema, y esa es la perspectiva en la que hay que entender tanto la crisis del PSOE como la situación de anormalidad disimulada por el éxito aparente en que vive el PP. Los datos electorales y las encuestas indican que el conjunto de esos dos partidos ha perdido en la última década un porcentaje muy alto de su aprecio, habiéndose roto el fulcro político que convertía las pérdidas de uno en alzas del otro, y, de ahí, la emergencia de nuevas formaciones que no llegan a alcanzar el número de diputados necesario como para jubilarlos, pero que los dejan lejos de la mayoría suficiente para gobernar. Es en este contexto en el que los militantes socialistas van a decidir entre dos proyectos de apariencia muy distinta para el futuro del PSOE.

Los diferentes públicos de la derecha y la izquierda

Los electores del arco de la derecha sienten una fuerte tendencia a conformarse con lo que les ofrece elPP, especialmente porque el miedo les hace creer que cualquier otra cosa resultaría peor, y es parte esencial de la visión conservadora del mundo una persistente increencia en las virtudes del cambio; el público de la izquierda, además de ser más plural, está más ideologizado y es más propenso al debate y, por tanto, a la división, de forma que sus querellas internas contribuyen de manera decisiva a que engorde el resultado rival. Desde esta perspectiva fue en verdad extraordinario que el PSOE haya conseguido mantener un predominio político indiscutible entre 1982 y 1996, una buena quincena de años. Naturalmente, el precio pagado para sostener ese dominio no ha sido pequeño, y lo que hay que resaltar es que desde que Aznar consiguió derrotar a Felipe González en 1996, el PSOE parece haber perdido esa capacidad de concentración de poder. El que ahora haya quienes defienden un proyecto para el PSOE que sea idéntico al de Felipe González solo ilustra sobre la inmensa capacidad de no enterarse de lo que pasa con la que algunos políticos pretenden seguir ejerciendo su función.

Un Zapatero de quita y pon

El caso Zapatero podría invocarse como una excepción a este argumento respecto a la perdida de funcionalidad política del PSOE, pero eso sería al precio de ignorar hasta qué punto su gestión, además de bastante funesta en términos generales, fue catastrófica para su partido. Zapatero hizo de la izquierda una caricatura ridícula al dedicar su política a causas marginales confundiendo estrepitosamente los valores sociológicos de la izquierda: a él se debe de manera inequívoca una postración electoral que solo con muy mala fe puede atribuirse al atribulado paso de Pedro Sánchez por la secretaría general. Por eso resulta curioso que sea ahora Zapatero uno de los endosadores, junto con las más viejas guardias, de la candidatura de Susana Díaz: además de la recuperación imposible de un pasado mitificado se pretende reciclar como un sólido valor político al artífice de la desnaturalización de la izquierda socialista y, para más inri, se sugiere que eso se hace para evitar el alza de los separatismos y de las nuevas izquierdas que son los auténticos beneficiados del mandato zapateril. 
En el PSOE, pero también en el PP, hay una auténtica bunkerización de los aparatos que pretenden gobernar ese partido al margen de la voluntad política de los ciudadanos
Lo que esto pone de manifiesto es que en el PSOE, pero también en el PP, hay una auténtica bunkerización de los aparatos que pretenden gobernar ese partido al margen de la voluntad política de los ciudadanos y, por supuesto, de los militantes, sin caer en la cuenta de que ha sido precisamente esa privatización del partido, la causa del progresivo desafecto de sus electores. Se trata de dinámicas de apropiación muy fuertes que se dan en todas partes, pero que, si no se saben combatir y minimizar, acaban destrozando el significado político de los partidos. 

Sánchez, el malo de la película

Si los militantes socialistas hacen caso a Marhuenda o al ABC, que son fuentes autorizadas, y por citar solo algunas, harán líder del PSOE a Díaz para evitar, se supone que definitivamente, la amenaza del pérfido Sánchez, pero acaso suceda que no todos los socialistas dispuestos a votar sean sensibles a semejantes consejas.
Sánchez ha sido objeto de la conjura más chapucera y cínica que se ha visto en las últimas décadas, y lo ha sido por varias razones, pero entre otras porque se negó a admitir los mandatos e intereses de quienes lo ayudaron a llegar a Ferraz, es decir, porque se tomó en serio la idea de que él era el líder del PSOE, un partido en el que el liderazgo no ha tenido nunca una función meramente administrativa. Le tocó moverse en un escenario casi imposible y eligió un enfrentamiento desabrido y a cara de perro con Rajoy del que no obtuvo los frutos esperados, pero ha hecho varias cosas tan insólitas como saludables en un líder político, irse al paro, o renunciar al escaño por coherencia, aun sabiendo que quienes se lo recomendaban querían tenderle una trampa, y ese es uno de los varios motivos por las que muchos militantes socialistas pueden ver en él una posibilidad razonable de resurrección.
Con esa forma de ganar elecciones se puede mantener el control de un chiringuito tendente a la inanidad, pero no se puede ganar la confianza de casi nadie con un mínimo de independencia de criterio
Veremos qué deciden, pero sería muy lamentable que lo que queda de aparato del PSOE siga jugando al vudú con el aspirante sin que nadie proteste porque, por ejemplo, el portavoz de la Gestora sea, al tiempo, la mano derecha de la candidata andaluza. Con esa forma de ganar elecciones se puede mantener el control de un chiringuito tendente a la inanidad, pero no se puede ganar la confianza de casi nadie con un mínimo de independencia de criterio. 

Algo más que un milagro

Suponer que una victoria de Sánchez arreglaría algo importante en el PSOE es una ingenuidad, porque el PSOE va a salir dolorosamente dividido de este trance, pero es posible que sea el único modo de iniciar una significativa recuperación política de ese partido y, con ello, la recreación del espacio necesario para un bipartidismo funcional. Un nuevo PSOE forzaría al PP a su propia catarsis, mientras que más de lo mismo dejaría razonablemente expedito el camino a Rajoy para intentar pulverizar records de permanencia. Las victorias frente a los aparatos pertenecen al reino de la fantasía en el universo de los partidos, pero es en las situaciones de agotamiento cuando pueden ser mínimamente verosímiles y es evidente que el PSOE está a un palmo de ese trance. 
No bastará, sin embargo, el siempre improbable milagro de una victoria del apaleado Quijote socialista para lograr que el PSOE pueda volver a ser uno de los pilares de un sistema funcional, pero me temo que, sin ser suficiente, pueda ser absolutamente necesaria, del mismo modo que la liquidación política del rajoyismo es una condición imprescindible para que vuelva a existir algo a lo que se pueda considerar una fuerza liberal-conservadora razonable y a la altura de los tiempos.
Las democracias se forjan, y se deshacen, más con costumbres y tradiciones que con meras leyes, que lo mismo amparan al truhan que desconciertan al decente
La amenaza fantoche de Podemos ha sido el ariete que le ha permitido a Rajoy evitar que su evidente desgaste se tradujese en derrota, aunque apenas se pueda llamar victoria a lo que ha conseguido, y será curioso ver cómo esa misma cautela pueda servir para que el sector más temeroso de perder sus prebendas en la tarta socialista siga haciéndose con el control del partido para evitar, supuestamente, que caiga en manos pecadoras. Sorpresas te da la vida. 
Las democracias se forjan, y se deshacen, más con costumbres y tradiciones que con meras leyes, que lo mismo amparan al truhan que desconciertan al decente. Que la gestora del PSOE haya pedido el auxilio del Tribunal de Cuentas, que es como una especie de hogar del jubilado de los grandes partidos, es una muestra de que el aparato está dispuesto a lo que sea con tal de mantener el control, de modo que, aunque a veces no lo parezca, en esta escaramuza socialista se está jugando también parte del honor no demasiado intacto de la forma de democracia de que ahora mismo disfrutamos.

                                                     JOSÉ LUIS GONZÁLEZ QUIRÓS  Vía VOZ PÓPULI



EL AISLAMIENTO DEL ALMA

"Lutero pensó que podría alterar algunos dogmas sin que el edificio se resintiese. Y sólo consiguió desbaratarlo".


Juan Manuel de Prada

Señalaba Hilaire Belloc que la llamada Reforma no fue otra cosa sino la tardía revancha de los lugares bárbaros, mal instruidos y aislados, contra la luminosa civilización romana. O, si se prefiere, «la protesta de los conquistados contra una superioridad moral e intelectual que los ofendía». En otros lugares hemos analizado las nefastas consecuencias políticas, sociales o económicas que esta revancha desató; hoy, puesto que escribimos para una revista cultural, trataremos de explicar muy sucintamente el veneno que introdujo en el pensamiento y en el arte.

Los dogmas religiosos no son meras abstracciones sin consecuencias sobre la realidad. Como nos advertía John Henry Newman, todos los dogmas son desarrollo de una única verdad y, por ello mismo, “son consistentes por necesidad unos con otros, forman un todo”. Lutero pensó que podría alterar algunos dogmas sin que el edificio se resintiese. Y sólo consiguió desbaratarlo. Así, por ejemplo, adulteró el dogma del pecado original, ofreciéndonos una visión aciaga de la naturaleza humana y negando la libertad humana para alcanzar el bien. Y si la naturaleza del hombre está corrompida, es inevitable que su razón sea –citamos al propio Lutero- «ciega, sorda, necia, impía y sacrílega». Una razón tan tarada no puede alcanzar verdades universales, por lo que debe conformarse con explorar las ciencias físicas (en detrimento de la metafísica). Como luego afirmaría Hegel, «la verdadera figura en que existe la verdad no puede ser sino el sistema científico de ella». Es decir, cada escuela filosófica deberá crear un sistema propio, que presentará como verdad; y toda escuela filosófica posterior, para hacerse un hueco, deberá refutar la “verdad” de la escuela anterior y poner otra alternativa en su lugar. Así, la filosofía primero intentó crear un sistema desde dentro de sí misma (idealismo); luego dejó que cada quisque se montara por libre su propio sistema (subjetivismo); y por último se entregó a la pesadilla del vacío más atroz, a ese “nihilismo de la razón” que Unamuno consideraba la 
estación final del protestantismo. Belloc, aún menos benigno, avizoraba que toda esta descomposición acabaría desembocando en un hormiguero de supersticiones enloquecidas. Que es, en efecto, lo que está sucediendo.

Y si las consecuencias de la Reforma fueron nefastas para el pensamiento, ¿qué podremos decir del arte? La llamada Reforma desataría una oleada de iconoclasia como no se había conocido desde tiempos de Bizancio. Detrás de ella –como detrás de la supresión del culto a la Virgen y a los santos- había odio a la expresión sensible la divinidad. Si la naturaleza humana está corrompida, toda pretensión de plasmar plásticamente la Belleza se torna insatisfactoria; y toda mediación inútil. Exactamente lo contrario postulaba el arte católico (y ortodoxo), que pintando a María había certificado la unión de Dios con el mundo material: pues María, que es la gota más pura salida del lagar de la humanidad, es también la gota de cuya destilación ha salido el mismo Dios. Pintando a María, el arte cristiano había sellado de forma sublime la alianza entre Creador y criatura, había logrado no sólo vislumbrar la Belleza sino también gestarla en su propio vientre y nutrirla con su propia leche. Lutero, al negar que María fuese madre de Dios, negó al hombre la posibilidad de criar a Dios en su regazo. Así, el arte dejó de beber en su fuente originaria; y tuvo que conformarse con beber de fuentes afluentes cada vez más turbias. Se hizo primero naturalista en un empeño por captar lo puramente material, después abstracto en un esfuerzo más patético por captar lo inmaterial (pero carente de espíritu), hasta llegar a la estación última, que si en el pensamiento era el nihilismo y la superstición, en el arte es el feísmo exasperado y la pacotilla inane.

Agustín de Foxá escribió que, con el triunfo de Lutero, «se secaron todos los lirios simbólicos de la Edad Media». El hombre, hasta Lutero, fue un “animal simbólico”, capaz de penetrar en el corazón del Misterio a través de símbolos compartidos que tendían un puente con las realidades sobrenaturales. Lutero voló ese puente con el caramelito envenenado del libre examen; y entonces se produjo lo que Belloc llama el aislamiento del 
alma, «la pérdida del sustento colectivo, del sano equilibrio producido por la existencia común». Un aislamiento del alma que envolvió de nieblas germánicas las realidades sobrenaturales, hizo añicos la comunión entre los hombres y quebró la unidad psíquica de la persona. Este aislamiento del alma es tan evidente e irrefutable que la modernidad, para negarlo, tuvo que negar también la existencia del alma. Y así el aislamiento del alma se convirtió en un enjambre de “trastornos mentales” (o, más recientemente, en otro enjambre todavía mayor de “identidades de género”).

No se puede cortar el tallo de un rosal y pretender que los pétalos de la rosa no se marchiten.


JUAN MANUEL DE PRADA

                                                                               Publicado en ABC Cultural el 18 de marzo de 2017.

jueves, 30 de marzo de 2017

LA VUELTA DE LOS REBAÑOS

El rebaño, con su diminuta identidad colectiva, su victimario y martirologio, y el callejeo de su crítica subvencionada, es mucho más manejable en esta sociedad infantilizada y sentimental que el individuo libre.



Los miembros de la CUP David Fernández, Anna Gabriel, Eulàlia Reguant y el presidente de Omnium Cutural, Jordi Cuixart. EFE



La ocupación violenta de la sede del PP en Barcelona por parte de las Tropas de Asalto independentistas, armadas de atril y micrófono de la TV pública, es una muestra de la vuelta de los rebaños. Los pastores silban y las ovejas, disfrazadas para la violenta performance, obedecen como un solo hombre, felices de cumplir su objetivo colectivo.
Los sociólogos de la izquierda y sus periodistas lo llaman “activismo”; es decir, la puesta en práctica del “compromiso social” frente la pasividad de la gente que no sabe o no puede enfrentarse a “la verdad”. Es una manera snob de llamar a la tradicional agitación y propaganda propia del socialismo desde mediados del siglo XIX.
Aquellos agitadores y propagandistas veían la vida social como la lucha de sujetos colectivos, por lo que, en contra del espíritu liberal y democrático, trataron de convertir a la gente en rebaño obediente
Aquellos agitadores y propagandistas veían la vida social como la lucha de sujetos colectivos, por lo que, en contra del espíritu liberal y democrático, trataron de convertir a la gente en rebaño obediente. El proletariado solo era uno, con un interés y un objetivo, y ellos eran sus únicos y verdaderos portavoces. Por eso, el rebaño proletario debía moverse, balar o saltar las vallas cuando el pastor dijera.
Luego llegó el nacionalismo tardío, ese que constituye la columna vertebral del catalanismo ideológico, y aprovechó la barata mecánica de la identidad colectiva. Tristemente, la nación y el trabajo, libres ya de la competencia con el cristianismo, aparecieron como los dos pilares únicos para definir la personalidad individual.
La vida política del siglo XX, antes y después de 1945, terminó por inocular a la sociedad que solo se era persona sintiendo una identidad colectiva con un proyecto común, si se era parte del engranaje de una máquina en dirección al Bien, al Paraíso.
Ahora nos encontramos con el paroxismo del paradigma colectivista
Ahora nos encontramos con el paroxismo del paradigma colectivista. Al tiempo que las instituciones de la mundialización se empeñan en agrupar a la gente por su género, inclinación sexual o raza, el internacionalismo antiglobalización, ese que se mueve entre el nacional-populismo y el populismo socialista, retorno a las naciones y al pueblo. Es una guerra contra la burocracia y la imposición de las instituciones globales para imponer otras que hagan ingeniería social en otro sentido. En el fondo es una lucha de oligarquías, el juego de la circulación de élites de Pareto, usando las técnicas del pastor.
La utilidad del pastoreo político es indudable. Por eso, entre otras cosas, se ha impuesto en el PP balear el pancatalanismo. ¿Para qué defender la libertad cuando es más útil en las urnas sumarse al Concejo Político de la Mesta de Pastores? El rebaño, con su diminuta identidad colectiva, su victimario y martirologio, y el callejeo de su crítica subvencionada, es mucho más manejable en esta sociedad infantilizada y sentimental, que el individuo libre.
A un pulso a la legalidad, a la Constitución, o a un anuncio de golpe de Estado, el Gobierno contesta con una lluvia de millones
¿Por qué no alentar a las masas, simples cifras con camisetas de colores, banderas y pancartas, para usarlas en la negociación? Es una respuesta lógica si comprobamos que a un pulso a la legalidad, a la Constitución, o a un anuncio de golpe de Estado, el Gobierno contesta con una lluvia de millones. Más dinero público para introducir a los orondos secesionistas en un Estado Minotauro, interdependiente, con un falso juego donde unos amagan con romper y otros subvencionan gracias al despojo fiscal de la “sociedad opresora”. El negocio político es redondo porque la responsabilidad siempre es del otro. 
Los rebaños no han vuelto a la primera línea porque existen pastores, sino porque el estatismo de un lado y de otro ha destruido la individualidad que tanto costó construir en el XIX. Contaba Ludwig von Mises en “Gobierno omnipotente” (1944) que la idolatría del Estado se inoculó en Alemania en un lento proceso en el que profesores, escritores y artistas ridiculizaron el liberalismo y la democracia, y exaltaron la reconstrucción de la comunidad nacional sobre la legitimidad proporcionada por los derechos sociales.
Ese estatismo no es nada sin soberanía ni territorio; es decir, sin la posibilidad de que ese Estado redentor y mágico pueda hacer sin cortapisas “el Bien” sobre su pueblo. Es un resorte movilizador que responde a la lucha de oligarquías –los pastores-. Mientras, los defensores de la libertad y del individuo quedan inermes en una sociedad articulada sobre la existencia ineludible y necesaria del Estado paternalista constructor de rebaños al servicio de la oligarquía “benefactora”.
En la democracia del futuro, escribía Tocqueville, habría una masa de hombres ansiosos de ser iguales y de conseguir pequeños placeres para “llenar sus almas”
Ya escribió George Rude en “La multitud en la Historia” (1964), que todos esos motines, algaradas, huelgas, saqueos, ajusticiamientos, incendios de la época contemporánea, y lo que ahora llamaríamos “perfomances”, dirigidos por políticos, solo alimentaron la esperanza de la gente, pero no cambiaron sus condiciones de vida. Fue, y es, “el vino nuevo en odres viejos”.
Al pastor solo le interesa que el rebaño sea feliz y le sirva en el mercado político. En la democracia del futuro, escribía Tocqueville, habría una masa de hombres ansiosos de ser iguales y de conseguir pequeños placeres para “llenar sus almas”. Sobre ellos, decía, estarán los políticos que harán todo lo posible para mantener a la gente en la infancia, como ciudadanos-niño, “felices, siempre que no piensen en nada más que en pasarlo bien”.
El rebaño político se pastorea prometiendo la felicidad que llena las almas de sus ovejas
El rebaño político se pastorea prometiendo la felicidad que llena las almas de sus  ovejas. La oligarquía en pugna consigue ese “estado feliz” si consigue que el individuo vea como única solución vital el sentirse participe de un proyecto colectivo histórico, y que comulgue con el pensar, sentir y actuar marcado como moderno y conveniente. Los rebaños han vuelto para quedarse, pero como diría el cerdo orwelliano de “Rebelión en la granja”: “Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”.

                                                                      JORGE VILCHES  Vía VOZ PÓPULI



EUROPA CUMPLE 60 AÑOS: ¿ADÓNDE VAS, EUROPA?

Estamos ante una Europa con una clara pérdida de apoyo de los ciudadanos dentro de los estados miembros y una pérdida de su identidad por la que fue creada.


Europa cumple este fin de semana los 60 años de su existencia. Lo celebran los presidentes y jefes de Estado de los 28 en Roma, donde se firmó el famoso Tratado que dio origen al desarrollo posterior de la Unión Europea hasta nuestros días. Los máximos dirigentes europeos serán recibidos por el papa Francisco el viernes por la tarde. El Papa ya habló de Europa, también en Roma, cuando recibió el Premio Carlomagno el año pasado.

En estas efemérides siempre se hace un balance del recorrido histórico y de las propuestas futuras. Es evidente que hoy Europa se encuentra en una encrucijada histórica que afecta a su propio ser, a su identidad. Tenemos una Europa golpeada por el “Bréxit” británico y arañada seriamente por los nacionalismos y populismos, de derecha (y también de izquierda) que pretenden romper Europa a fin de –dicen– “recuperar la propia soberanía”. No al euro, no a la UE y no a los inmigrantes, “causantes” del terrorismo yihadista, dogmatizan en sus campañas electorales los partidos populistas y xenófobos.

Los populistas pretenden recuperar el esplendor de sus países en el Siglo XIX, en un “volver atrás” en la historia, sin ninguna garantía de éxito, en este mundo globalizado. Dentro de un mes serán las elecciones francesas ante el temor de un “frexit”, y en septiembre las alemanas.
Estamos ante una Europa con una clara pérdida de apoyo de los ciudadanos dentro de los estados miembros y una pérdida de su identidad por la que fue creada. Por eso, con motivo del 60 aniversario, cabe preguntarse: ¿Adónde vas Europa?

Europa vivió y se construyó sobre las cenizas de la Segunda Guerra Mundial y bajo la amenaza del Comunismo y la Guerra Fría, y al resguardo de la potencia militar de Estado Unidos a través de la Alianza Atlántica. Hoy no hay ninguna potencia comunista en Europa, pero esta vive zarandeada por los dos gigantes: Estados Unidos y Rusia, bajo las presidencias de Donald Trump y Vladimir Putin. Algunos pesimistas predicen el final de la Unión Europea, mientras que otros piensan que la situación actual es una gran oportunidad para que Europa esté más unida y repare los errores cometidos con la implantación del euro y con la gestión de la fuerte crisis económica, que ha dejado a los jóvenes a la intemperie y a buena parte de las clases medias más empobrecidas.

El futuro de Europa pasa precisamente por una mayor unidad de los estados europeos en aras a conseguir una política de seguridad y exterior comunes, una unión bancaria verdadera, una política energética común y la armonización de las políticas fiscales, entre otros muchos retos. En definitiva, el futuro de Europa pasa para que los estados cedan más soberanía y que las instituciones europeas, demasiado tecnocráticas, entren de lleno en las aspiraciones democráticas de los europeos, consiguiendo que su “gobierno” o Comisión, que ahora preside el luxemburgués Jean-Claude  Juncker, sean elegidas por los pueblos del continente, y que el Parlamento Europeo tenga más competencias y sea más eficaz en su control del ejecutivo.

La historia de la Unión Europea –nadie lo niega—ha sido una historia de un éxito en favor de la paz y del bienestar de los ciudadanos, mediante una política de consenso permanente entre las dos fuerzas predominantes en los distintos países: la Democracia Cristiana o Partido popular y la Socialdemocracia. Esta última está en crisis ahora, pero ha sido pieza fundamental en la construcción de Europa. No olvidemos que el embrión de Europa lo formaron los líderes que salieron de la Segunda Guerra Mundial (Konrad Adenauer, Robert  Schuman, Jean Monnet, Alcide de Gasperi, Paul-Henri Spaak y también en cierta medida Winston Churchill).

Están apareciendo estos días artículos y libros sobre la Europa del pasado y la Europa del futuro. Un libro muy documentado es el del economista y humanista Víctor Pou, profesor universitario que ocupó altos cargos en la Unión Europea, titulado “¿Hacia la deconstrucción de la Unión Europea?” 
Defiende vencer los egoísmos nacionales, ceder soberanía y caminar con pasos firmes y desacomplejados hacia la creación de una política global común hasta llegar a una federación de estados. Rechaza la llamada Europa de dos velocidades.

Francia, dice Pou, debería ser menos “nacionalista” y ceder más soberanía a la Unión, como hizo Alemania con el euro, y Alemania debería dejarse de complejos –por evidentes razones históricas ocurridas en los siglos XIX y XX- y marchar con Francia al frente de Europa. No olvidemos que la Unión Europea y la Alianza Atlántica se crearon principalmente para resolver los problemas entre Francia y Alemania, países que protagonizaron guerras casi permanentes en el viejo continente.

Decía el papa Francisco, cuando le entregaron el Premio Carlomagno en mayo de 2016, que “sueña con una Europa” joven, creativa, no anquilosada y envejecida, que apoye la natalidad y se preocupe de los “derechos” y también “deberes” de todos los ciudadanos y no solamente de los números. 

También criticó que Europa se haya “atrincherado en lugar de promover los valores humanistas”.
El historiador y publicista británico, Timothy Garton Ash, ha dicho, parafraseando a Churchill, que la Europa en la que vivimos ahora “es la peor Europa posible”, si exceptuamos todas las anteriores Europas ensayadas en el pasado.



                                                                           SALVADOR ARAGONÉS Vía FORUM LIBERTAS 

LAS AUTONOMÍAS, NIDO DE PARÁSITOS Y DE LADRONES



Pues hete aquí que en siglo I d. J. C. fue nada menos que Séneca quien estableció el siguiente principio irrefutable:
La justicia es buena por sí misma. Hacia ella no debe conducirnos ni el temor como tampoco la recompensa. No es justo quien pretende hacer con la justicia algo que va contra la misma justicia.
Y desde luego Séneca acertó de lleno cuando pronunció estas palabras; precisamente cuando el déspota Nerón había decidido pisotear y erradicar la justicia del Imperio Romano para satisfacer sus caprichos personales y avaricia.
Hoy no un Nerón sino una legión de déspotas son los que están pisoteando la justicia desde un monstruoso poliedro con tantas aristas y tan cortantes que al ciudadano ya no le queda más trabajo, sudor y sangre que derramar. No solo se castiga a quien ha trabajado o lleva trabajando honradamente toda su vida (pagando religiosamente sus impuestos) sino que se le persigue en el más allá. Una pavorosa caterva de legisladores que en vez de representarnos a los ciudadanos solo se representan a sí mismos a través de sus corruptos partidos dictan leyes a su antojo y capricho como hiciese Nerón atando a jueces y policías de forma que no puedan administrar justicia aunque quieran. Estas leyes animan a parásitos oportunistas desde que cualquiera pueda entrar impunemente en tu casa y te robe no ya lo que hay en la casa sino la casa entera, dejándote a ti desnudo en la calle, a que otros parásitos todavía peores te desvalijen después de muerto.

Desde los simples OKUPAS, a quienes la ley les permite toda clase de atropellos con tu propiedad y donde la policía y jueces se ven impotentes ante la obligación de defender al usurpador por encima de su legítimo propietario, hasta la persecución por parte del las Comunidades Autónomas (Autonosuyas), de ese mismo propietario después de muerto con un impuesto de sucesiones imposible de sumir por los herederos no existe mucha diferencia. Ambos son OKUPAS de la propiedad privada y ambos se aprovechan como parásitos del esfuerzo de quien la trabajó para conseguirla.


Unos okupan a sus víctimas en vida y otros tras la muerte. Te vas a comprar o trabajar y cuando vuelves alguien se te ha metido en casa y ya no puedes entrar porque la ley se la ha regalado al usurpador que te lo ha robado todo: continente y contenido. Y el ciudadano testigo de semejante monstruosidad respira cuando ve estos casos en tv y piensa…, esta vez no me ha tocado a mí… Pero al que le ha tocado le han robado su vida, su trabajo, su esfuerzo y si recupera algo se encuentra que ni el caballo de Atila hubiese logrado tanto destrozo y desolación en su propiedad y su alma.

Cuando el OKUPA abandona tu hogar ya no es hogar, ya es algo destruido, roto, sucio y violado. Y el OKUPA se va de rositas riéndose de los destrozos causados en el piso y por la suciedad dejada por todas partes. Sabe que la ley le protege y le garantiza plena impunidad, porque en caso contrario no se atreverían a hacerlo. El OKUPA hace bien en pisotear la propiedad privada porque la lección que nos están dando las leyes es bien clara: no trabajes, roba, vive del cuento; métete donde quieras que la justicia te protege. Pero, ¡ay del ciudadano honrado, probo y trabajador! Ese quedará mil veces maldito y pisoteado por una Ley que caerá con todo su peso sobre él: esa ley que protege a toda la escala que va desde el OKUPA hasta el más corrupto de los políticos. Para eso dictaron los políticos las leyes; para proteger a los suyos y a los de su calaña disfrazándolo todo de corrección política. Bienvenidos al nuevo socialismo trasformado en socialdemocracia, esa nueva forma de socialismo después de su fracaso en todos los experimentos históricos que abordó y que hizo sufrir a la humanidad durante el siglo pasado creando pobreza, miseria moral, miseria económica y miles de millones de muertos. Bienvenidos al populismo.

Esta tierra quemada tiene unos únicos responsables y son los que dictaron esas leyes que harían sonreír complacido al mismo Nerón. Una casta parasitaria que para conseguir sus objetivos solo tienen que esperar a que te mueras, y ese tránsito resulta inevitable afortunadamente, de momento, para todos. Con solo dejar correr el tiempo toda propiedad, toda riqueza, todo patrimonio pasará a sus manos hasta alcanzar un socialismo en estado puro con el Gran Hermano controlándolo todo: vidas, propiedades, haciendas, patrimonios, producción, mercados y sociedad. Será todo Estado porque los herederos se verán imposibilitados de pagar el coste de un impuesto que, a veces, excede el mismo valor de las propiedades. Todos moriremos y dejaremos nuestro esfuerzo a esa casta para que sigan, como Nerón, pisoteando la justicia. El sueño de Stalin, Hitler y Mussolini hecho realidad.

Las Comunidades Autónomas son la máquina mejor engrasada que poseen para crear miseria y poder de Estado. La casta parasitaria de las Comunidades Autónomas no dejan de ser OKUPAS, pero instalados en el Estado y desde allí ejercen el poder sin control alguno, invaden nuestra vida privada y nuestros hogares; y por supuesto, meten mano en nuestros bolsillos. Jamás en la historia de España lo privado estuvo tan agredido y se disfrutó de menos libertad. Jamás los españoles estuvieron tan ciegos creyéndose tan libres. La pesadilla socialista la tenemos encima y la han introducido poco a poco porque de hacerlo de golpe hubiese ardido Troya con los derechos que ya nos habíamos ganado hasta 1975, cuando se fue creando la clase media en España que hemos ido perdiendo desde la Transición. Y en esta España nuestra no solo tenemos una casta dedicada en cuerpo y alma al robo sistemático de la sociedad civil, sino que tenemos que multiplicarlo todo por 17, que son el número de Comunidades Autónomas que estamos manteniendo. Las castas parasitarias multiplicadas por 17 forman parte de ese poliedro monstruoso antes aludido con cada una de sus aristas cortantes. Un poliedro que va multiplicando sus aristas porque nuevas castas van añadiéndose a las antiguas con nuevos partidos que se suman a la orgía del sistema partitocrático.

Pero los medios ya nos están preparando para lo que va a ocurrir. A los OKUPAS los dejarán con sus derechos sobre la propiedad de los demás para que puedan arrasar a su gusto. A los gerifaltes de las Comunidades no les van a tocar ni un pelo, o mejor dicho; ellos no se van a tocar ni un pelo. Y si por casualidad derogasen el impuesto de sucesiones o lo ajustasen a límites razonables ya están avisando a través de sus medios de que ellos no van a renunciar a ningún gasto político; que ellos piensan seguir con su tren de vida Así que aumentarán los impuestos para que nada cambie porque de rebajar las comunidades, quitarlas y reducir así el gasto político nos podemos ir olvidando. Es decir, como no te van a robar después de muerto te robarán en vida con más saña. Y lo triste es que puede que sigan igual en ambas cosas.

Los hechos son los que son, no los que nos gustaría que fuesen: cuando no te quede sangre me tendrás que pagar en carne, como pretendía en el Mercader de Venecia el avaro Shylock para cobrarse una deuda. Qué bien retrató Shakespeare la naturaleza humana. Cómo se dieron cuenta los filósofos que nos avisaban de que al poder no se le podía dejar desbocado porque Nerón nunca murió y resucitaría de sus cenizas siempre que le diesen la oportunidad. "No es justo quien pretende hacer con la justicia algo que va contra la misma justicia", decía Séneca; pero eso no es algo que preocupe a nadie porque si preocupase no podrían hacerlo. Cabe la posibilidad de que ni siquiera muchos sean conscientes de ello.


                                                                                                         EDITORIAL de "EL DIESTRO"