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sábado, 3 de febrero de 2018

LA TRAGEDIA DEL CENTRO DERECHA

El PP se enfrenta ahora a dos grandes retos: iniciar su regeneración interna y taponar la sangría que supone la aparición de Ciudadanos

Albert Rivera e Inés Arrimadas en la reunión del comité ejecutivo de Ciudadanos. (EFE)

 

Un importante diario nacional se preguntaba estos días si el problema del PP se llama Mariano Rajoy. Es un hecho descriptible que desde que llegó al poder, el gallego no lo ha tenido fácil. Crisis económica brutal; casos de corrupción a gogó; abdicación del jefe del Estado; aparición de competidores políticos que han trastocado el mapa esencial desde la Transición.
Creo conocer algo el centroderecha español, especialmente su evolución desde los lejanos días a partir de la muerte de Franco. Una evolución que baja del monte hasta asentarse democráticamente entre las grandes formaciones europeas de centroderecha como en Francia o Alemania, sin ir más lejos.
El enfrentamiento entre PP y Ciudadanos, normal y hasta recomendable, puede abrir el poder a fuerzas que no creen en la cultura del mérito
El PP, que tuvo el monopolio exclusivo de ese espectro durante décadas, se enfrenta ahora a dos grandes retos. El primero iniciar 'magnis itineribus' su regeneración interna (personal e intransferible), dando paso a una nueva generación JASP de dirigentes, y taponar la sangría que supone la aparición de Ciudadanos, algunos o muchos de cuyos líderes se fueron del PP porque no les hacían hueco.
El centroderecha español es, sin duda, sobre todo entre sus votantes, el espectro más liberal, libre y moderno del panorama patrio. Frente a una izquierda con orejeras, que todavía luce en sus solapas el polvo de la caída del Muro de Berlín, a millones de ciudadanos les importa más los 'facta' que no los 'verba'. El problema es que un centroderecha no puede sostenerse si otro "centro" crece a su costa.
Ignoro que deparará el futuro a medio plazo. El enfrentamiento más que descriptible entre el PP y Ciudadanos, normal y hasta recomendable democráticamente hablando, puede abrir el poder a fuerzas que no creen en la "cultura del mérito", que es la gran revolución pendiente en España.

                                            GRACIANO PALOMO  Vía EL CONFIDENCIAL

 

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