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lunes, 31 de diciembre de 2018

¿ES ESPAÑA EL PAÍS MÁS TONTO DEL MUNDO?


Ignacio Vidal-Folch


Parece que nadie se toma muy en serio los propósitos, o los proyectos, de un nuevo Estatuto de autonomía y de un referéndum --otro más--, no exactamente sobre independencia sino sobre ese futuro estatuto, que han anunciado algunos miembros del Gobierno. Estas propuestas no se las toma muy en serio, dándose en general por descontado que se trata de palabrería supuestamente “dialogante” con el nacionalismo, para quedar bien, causar una impresión cordial, constructiva, bienintencionada y proactiva, por consiguiente muy diferente de la pasividad que se le atribuía y se le reprochó al anterior Gobierno.

Se supone que son ejercicios retóricos, si no para romper el nudo gordiano del separatismo, por lo menos para despertar simpatía de cara a las elecciones, sean éstas próximas en el tiempo o se demoren cuanto sea posible, entre los sectores más crédulos o menos encallecidos en el separatismo. Por ahora, según los sondeos, esta táctica le va bien al Gobierno.

Es ocioso reprochárselo, como lo fue reprocharle a sus predecesores su inercia, su pasividad, fuese real o supuesta. Pues, hoy como ayer, el Gobierno de la nación, sea de un partido o de otro, tiene siempre una endemoniada doble tarea: por un lado afrontar la permanente insurrección (o si se prefiere ”el desafío") nacionalista, y por otro mantener el favor de la opinión pública que le garantice su permanencia en el poder. Muchas veces estas dos tareas son o pueden ser contradictorias, y de ahí que la llamada Nave del Estado haya dado, dé y dará bandazos al encarar el tema, al albur de quien la pilote, mientras que el nacionalismo se mantiene siempre enfocado a un solo objetivo, claro y nítido, por tonto que sea y por imposible que parezca: alcanzar la independencia. Que se lo llame ampliar el autogobierno, ejercer el derecho a decidir o hacer república es cosa secundaria. El puerto de llegada es siempre el mismo.

Ya se verá, dentro de pocos meses, cuando los jueces pronuncien sus sentencias, en qué quedan los intentos del Gobierno de apaciguar y desinflamar. Artur Mas fue, creo, el primer presidente de la Generalitat en decir claramente que el Estado Español es "el enemigo" y en referirse a los altos cargos de la administración regional como "los generales de un ejército", el ejército de la Generalitat.
De forma más clara, Quim Torra, el ex director del Born victimista y del simposio España contra Catalunya, ahora, como presidente de la Generalitat, declara que "hay que atacar al Estado" y llama a su grey a "encender las calles pacíficamente" (extraña formulación pero con un poco de buena voluntad se le entiende todo).

Teniendo en cuenta que la Generalitat es el Estado, cabe preguntarse, con inquietud justificada, qué clase de Estado es el que tenemos: ese Estado de las autonomías que dedica cada año miles de millones de euros a financiar a quienes se declaran sus enemigos y actúan como tales en la medida de sus posibilidades, y no en secreto sino públicamente y diciéndolo alto y claro, orgullosamente.

El Estado español dedica ingentes recursos financieros a combatirse a sí mismo. Sostiene y arma a un cuerpo de policía que en los momentos de mayor exigencia se dedica a espiar y contrarrestar las iniciativas de otro cuerpo policial; se denuncia a sí mismo en los foros internacionales; financia en algunas de sus regiones un sistema educativo hostil a sus intereses y un poderoso aparato de agit-prop contra sí mismo. Se organiza electoralmente de manera que el partido que quiera gobernarlo debe obtener el apoyo de los partidos que quieren destruirlo.

Es un Estado que paga a quienes tratan de destruirlo salarios mucho más altos que a quienes tratan de defenderlo.


¿Tan seguro está de sí mismo? ¿O acaso es el país más tonto del mundo?


                                                                         IGNACIO VIDAL-FOLCH  Vía EL ESPAÑOL

El talento huye de la política: "Al final solo van a querer entrar los funcionarios"

Los partidos cada vez tienen más problemas para fichar en el sector privado. Con sueldos limitados y el prestigio por los suelos, la carrera política ha dejado de ser atractiva para los mejores


Ilustración: R: ARIAS


Juanma Moreno, próximo presidente andaluz a falta de que se cierren los flecos del acuerdo, admite que le está costando fichar potenciales alcaldes para el PP andaluz. Pablo Casado lleva tiempo de 'casting' entre las cuatro grandes consultoras pero no encuentra quien se meta en política. No es solo que el PP tenga malas perspectivas porque lo mismo ocurre en otros partidos. Vox busca un gurú económico y pese al aluvión afiliaciones de última hora aún no ha dado con él. Pedro Sánchez cosechó noes a su Gobierno y ahora le está costando dar con un candidato apropiado para la alcaldía de Madrid.

La temporada de fichajes y listas electorales para hacer frente al aluvión electoral de mayo está demostrando lo complicado que resulta que entre en política gente del sector privado. Tanto en la Administración como en la empresa se asume que la vida política cada vez tiene más difícil atraer a los perfiles más codiciados. Hay excepciones, claro, y el gusanillo por la política y el poder sigue picando a gente brillante pero otros prefieren no dar el paso y eso aleja el ideal de ser gobernados por los mejores.

“Si lo comparas con la Transición es deprimente y un problema de país enorme”, dice el 'headhunter' Alfonso Villarroel. “Cuando llegó la democracia entraron un montón de profesionales de todas las tendencias políticas, ilusionados, dispuestos a perder dinero dando el paso”, incide. “Pero hoy eso es impensable. Ha habido una pérdida de prestigio enorme y los partidos lo han convertido en un sistema casi feudal, basado en familias y relaciones y en el que se aprende a obedecer para sobrevivir, para volver a salir en las listas. El mérito y la capacidad tienen significados totalmente distintos en un mundo y en otro”.

Josep Puxeu: "La política hoy es para gente que ame el riesgo o tenga poco que perder"
Según el último barómetro del CIS, un 31,3% de los españoles sitúa a "los políticos en general, los partidos y la política" como el principal problema de España. Es la primera vez que ascienden al segundo lugar, solo por detrás del paro (señalado por el 58,5% de los encuestados) y ya por encima de la corrupción. El desprestigio influye en que no sea el destino más apetecible pero no es la única causa. Desde ambos lados de la barrera, la creciente brecha entre el talento y la política se atribuye a una suma de factores a los que cada cual pone más o menos énfasis según su experiencia directa: el desprestigio; los salarios poco competitivos y el riesgo a quedar descolgado de la carrera profesional; la amenaza de tener problemas judiciales; la inestabilidad de los mandatos; la creciente exposición de la vida privada de los cargos públicos, y la sensación de que los márgenes de actuación son cada vez más reducidos, que todo funciona en torno a campañas que buscan atraer votos metiendo en agenda cualquier polémica o batalla con la que arañar votos en base a estrategias cada vez más frívolas.

Luis Atienza, exministro de Agricultura con el PSOE en los 90 y expresidente de Red Eléctrica, enumera los problemas que ve. "Los sueldos no son un aliciente para la mayoría de los profesionales; la mayor parte de la gente no resiste el escrutinio público al que ahora se somete a los cargos porque todo el mundo tiene algún renuncio, o cosas que pueden ser interpretadas como tales; la actividad política no da prestigio; la reinserción laboral, excepto para funcionarios, es complicada". Aún más en casos como el de Andalucía, subraya, donde "se producirá en muchos profesionales la sensación de que un gobierno del PP es un paréntesis… Hay que tener mucho compromiso con el servicio público, o mucha pasión política, para compensar esos frenos".

No haberse saltado un semáforo en rojo


El escrutinio de todos los aspectos de la vida de los políticos, sin dejar fuera la parte privada ni episodios del pasado, es una de las quejas más comunes entre los políticos de primera fila. "Para aceptar ser ministro hoy día hay que renunciar a mucho y no haberse saltado nunca un semáforo en rojo. Hoy está mal visto ser político aunque es un servicio público. Es un problema para España porque necesitamos administradores públicos de alto nivel que son los que gestionan nuestro dinero", dice Elvira Rodríguez, exministra con el PP y expresidenta de la CNMV y Tragsa.

"Si un político pide un plato de mejillones con un vino blanco le saca cualquiera diciendo que ha estado de mariscada", ironiza Josep Puxeu, ex secretario de Estado de Agua y Medio Ambiente con el PSOE y actual director de la patronal de bebidas refrescantes. Un alto funcionario que ocupó cargos durante una década y que ha sido tentado para volver señala el volumen de crítica: "A mi cuando me criticaba alguien lo hacía con nombres y apellidos en el periódico. Podía llamarle y defenderme. Pero ahora cualquiera se puede meter conmigo de manera anónima en las redes. Tengo hijos mayores y no quiero que pasen por eso”, resume. Otro diputado en activo se queja a menudo de que "se confunde transparencia con exhibicionismo". No es lo mismo, protesta, "controlar el enriquecimiento ilícito que mirar el tamaño de nuestra casa y quiénes son nuestros vecinos".

Otra queja recurrente es la cantidad de causas judiciales abiertas que acaban en nada pero ocupan meses de titulares. “Me han denunciado nueve veces en Fiscalía y no me han tomado ni declaración. Pero eso son titulares de periódico. Al final dices: ¿qué necesidad tengo yo de esto?”, comenta Francisco Bernabé, senador y coordinador de la campaña del PP en Murcia. Elvira Rodríguez coincide: "Con el sistema garantista que tenemos, si a un político lo denuncian, se admite a trámite y no tiene presunción de inocencia. Años después se archiva pero por el camino has perdido tu nombre y que señalen a tus hijos en el colegio". Puxeu incide en que ese temor pesa: "Nadie está libre de que le imputen por poco que gestione dinero público, por una discrepancia técnica puedes acabar en los tribunales. La política hoy es para gente que ame el riesgo o tenga poco que perder".
Juanma Moreno: "No me voy a bajar el sueldo porque se ha bajado durante los últimos 10 años y porque me parece ridícula esa demagogia"

La conversación acaba invariablemente derivando hacia el incómodo tema de los salarios. Juanma Moreno lo abordaba estos día en una entrevista en Onda Cero en la que se le preguntó a bocajarro si se iba a bajar el sueldo. “No me voy a bajar el sueldo porque se ha bajado durante los últimos 10 años y porque me parece ridícula esa demagogia. Estamos denostando a la clase política y después nos encontramos con que no se puede fichar. Yo he sido secretario de Estado y he querido fichar a directores generales y no he podido por las incompatibilidades, por los sueldos… Soy presidente del PP de Andalucía y he intentado fichar a candidatos a alcaldes y me han dicho que no. Vamos a apoyar el sector público y la vida pública de una forma razonable”, dijo.

La todavía presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, ganó 65.000 euros el año pasado y es de los presidentes autonómicos con un menor salario. El sueldo base de un diputado es de unos 2.800 euros, además de una compensación de 1.800 euros para los elegidos en provincias fuera de Madrid. A eso suman complementos por comisiones, aunque algunos partidos obligan a donar un porcentaje a la organización.

Bernabé asegura que es frecuente tentar a profesionales de primer nivel para cargos importantes y que te digan que no por dinero. “No les interesa económicamente. En política no es que seas mileurista pero los mejores ganan más en otras profesiones. Cuando les llamas te dicen 'gano equis y tú me ofreces equis dividido por tres o cuatro. Por mucho que quiera a mi tierra, a mi comunidad o a mi país, no estoy interesado' y lo tienes que entender", resume.

"Cuando abandoné la política tuve que maquillar mi currículum porque nadie me quería. Había sido diputado autonómico y lo cambié por consultor"

No es solo que el sueldo no compense a algunos profesionales, es que la inestabilidad política hace que un cargo público ahora no se sepa cuánto va a durar. "Con el fin del bipartidismo, la política hoy es algo efímero y voluble, así que los cargos no son para toda la vida, ni para ocho años.", explica Puxeu. Los que salen del poder sufren un complicado regreso al mundo laboral, como han comprobado multitud de cargos del PP que sufrieron una moción de censura que nadie esperaba semanas antes. Román Escolano, por ejemplo, dejó un puesto de vicepresidente del Banco Europeo de Inversiones para ser ministro de Economía y en unas semanas estaba en su casa. Como es alto funcionario, técnico comercial del Estado, mantiene su plaza y ese es el perfil cada vez más habitual en el Ejecutivo.

Pedro fue diputado autonómico en La Rioja con el PSOE y accede a hablar con la condición de no identificarlo precisamente porque lucha por enterrar su pasado. Vivió "decentemente" de sus cargos hasta hace un lustro, desde los 23 hasta los 30 años. "Después tuve que abandonar para siempre una vocación que tuve clarísima desde la adolescencia. Me quedé sin cargo por el fin de ciclo y ya nadie quería contratarme. Después de mucho buscar y de un máster, pude por fin reinsertarme".
Pedro acabó maquillando su pasado como político en el currículum. "Me di cuenta de que penalizaba mucho y lo cambié por consultor y cosas así. Había sido diputado y tenía que esconderlo". Dice que no volvería a la política ni loco. "Y mira que me sigue gustando. Pero no voy a volver a pasar por eso y verme descolgado con 50 años sin nada que hacer. Al final solo van a querer entrar los funcionarios".

El problema también afecta a perfiles más altos y carreras más dilatadas. "Todos conocemos casos en el Parlamento a gente que no puede dejar la política aunque estén hartos porque no tienen muchas opciones. Y a gente que se ha quedado descolgada y lo ha pasado realmente mal. Por no hablar de los que sienten que han perdido 10 años de carrera. Imagínate cómo es la reinserción de un cirujano que lleva diez años sin operar…", comenta un exdiputado socialista.

Perdices de granja en el campo


Según Villarroel, el cazatalentos, es realmente complicado recolocar a un político porque no ha desarrollado las habilidades de gestión que se necesitan en una empresa. "Si tuviese que buscar trabajo a alguien que lleva toda la vida trabajando en política en España, no sabría dónde mandarle, dice. "Son dos ecosistemas absolutamente diferentes, como perdices de granja y perdices de campo. Si sueltas mil perdices de granja en el campo sobreviven entre el 5% y el 10%. No saben lo que es una rapaz, no saben buscar comida, no saben nada... Y en la empresa te van a evaluar por los resultados y por competencias que no tienen nada que ver tu pasado".

"Paradójicamente", continúa "cuantos más años has estado con cargos políticos, menos preparado estas para el sector privado más allá de las puertas giratorias como consejero y cosas así". Confirma la sensación un exalto cargo que ha pasado por varios ministerios y que ha logrado un sitio en la privada: "La cultura directiva política se está quedando atrasada respecto a la multinacional. La agresividad, el cortoplacismo y la intimidación son técnicas que no son trasladables a la empresa privada, que de hecho son repudiadas".

Esta disociación de competencias provoca que el tránsito entre lo público y lo privado sea cada vez más complicado y que el paso se dé cada vez con más miedo. Las grandes empresas ya no quieren fichar políticos y además quien entre en un ministerio se arriesga a que la ley de incompatibilidades le obligue a estar dos años en la nevera, cobrando un salario pero sin ejercer en su sector. Mucha gente teme que eso les deje descolgados en su carrera profesional posterior.

Capítulos de Netflix


"Si la cosa sigue así, solo se meterán en política los que no tengan nada mejor que hacer o los funcionarios, a quienes les está esperando su plaza cuando lo dejen o los votantes los expulsen", comenta un ex alto cargo del PP. "Y eso es una tragedia porque en otros países los mejores cerebros van entrando y saliendo a la vida política, un tránsito que enriquece a ambos lados". Sucede, además, que los partidos tradicionales han tenido que redimensionarse con la llegada de Podemos, Ciudadanos y Vox, de manera que están expulsando a los perfiles menos políticos, a la gente que iba y venía. Los puestos de salida en las listas en los partidos tradicionales serán para los profesionales de la política, los más enraizados en los aparatos de los partidos, muchos procedentes de las juventudes.

Villarroel pone como ejemplo virtuoso al ex diputado socialista Eduardo Madina, que lleva desde el otoño de 2017 trabajando para la consultora internacional Kreab, al frente de la unidad de investigación. Madina dice que buscaba una vida "normalizada" y que no se arrepiente ni un minuto de haber dejado la política. En su diagnóstico sobre la situación, opina que uno de los principales problemas para atraer perfiles exitosos de las empresas es la manera de hacer política hoy. "La ficción se ha comido a la realidad política. Ahora la política es como una sucesión de capítulos de Netflix, que da igual que sean contradictorios entre sí porque la narrativa dura un día y los temas no se fijan. No estoy diciendo que sea culpa de nadie en concreto, quizá son los tiempos. Pero si dejamos a un lado Cataluña, ¿cuáles son los temas relevantes del debate político en España actualmente?".


                                       RAFAEL MÉNDEZ y ÁNGEL VILLARINO  Vía EL CONFIDENCIAL

POLÍTICA, EMIGRACIÓN Y PAZ




El Vaticano ha dado a conocer el mensaje del Papa para la Jornada Mundial de Oración por la Paz, que, como todos los años, se celebraré el próximo 1 de enero. 

En esta ocasión, el Santo Padre ha querido fijarse en la relación entre la política y la paz. Dentro del mensaje hay algunas frases que son especialmente significativas:

- “La búsqueda del poder a cualquier precio lleva al abuso y a la injusticia”

- “La política puede convertirse en una forma eminente de caridad”

- “El político debe practicar las virtudes humanas de la justicia, la equidad, el respeto mutuo, la sinceridad, la honestidad, la fidelidad”

- “La buena política está al servicio de la paz, respeta y promueve los derechos fundamentales”

El Papa también señala los vicios de la política. Entre otros: la corrupción, la negación del derecho, la justificación del poder mediante la fuerza, la tendencia a perpetuarse, la xenofobia, el racismo, el rechazo al cuidado de la tierra, el desprecio a los exiliados.

Recordando el centenario del fin de la I Guerra Mundial, rechaza la guerra y la estrategia del miedo. En ese contexto está la frase, quizá, más dura del documento: “No son aceptables los discursos políticos que tienden a culpabilidad a los migrantes de todos los males y a privar a los pobres de la esperanza”.

Por último, recuerda los 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, citando a San Juan XXIII: “Cuando en un hombre surge la conciencia de los propios derechos, es necesario que aflore también la de las propias obligaciones”.

Desde mi punto de vista, se trata de un gran discurso, tanto por el tema elegido como por el desarrollo del mismo. He leído que algunos han visto en la frase sobre los emigrantes un ataque a Trump, a Salvini y, en general a los políticos que se están oponiendo a la entrada masiva de emigrantes en sus países. 


Aunque a algunos les pueda parecer así, yo no creo que el Santo Padre está a favor de un mundo sin barreras y sin fronteras, donde se pueda pasar de un país a otro a voluntad. Varias veces el Vaticano ha recordado que los países tienen en derecho e incluso el deber de controlar la emigración, de forma que se haga por cauces legales; a la vez, han pedido a los emigrantes que asuman la cultura del país que les acoge, aunque sin perder su propia idiosincrasia. 

En Europa, por ejemplo, no cabe África entera, ni podemos acoger a todos los musulmanes del mundo que quieran venir sin asegurarnos de que respetan las normas de convivencia que son esenciales en nuestro continente. El Papa tiene razón al pedir que no se culpabilice a los emigrantes de todos los males, pero no creo que con ello pretenda dar respaldo a la inmigración ilegal e incluso a la irrupción violenta en un país forzando las fronteras.

Lo que he echado en falta en el documento es alguna alusión a las causas de la emigración. Varios episcopados africanos, por ejemplo, han pedido a Occidente ayuda para que sus jóvenes no se marchen del país, atraídos por un espejismo que les puede destruir. 


No sólo hay que plantearse qué tiene que hacer Estados Unidos o qué tiene que hacer Europa con los que llaman, a veces violentamente, a sus puertas. Hay que preguntarse, y tomar las decisiones políticas pertinente, por qué Venezuela puede perder a un tercio de sus habitantes, o por qué huyen a millares de Centroamérica o de África. 

Es injusto pintar a los europeos o a los norteamericanos como los malos que se niegan a admitir a los pobres emigrantes de Latinoamérica o de África, mientras no se dice ni una palabra sobre los causantes de esos éxodos masivos y forzados. Al final va a resultar que el malo es el que quiere controlar quién entra en su casa, en lugar de aquel que echa la gente de su propia casa para que busque otro sitio dónde vivir. 

La solución de los problemas no vendrá con la apertura indiscriminada de fronteras en Europa o en Estados Unidos, sino por la sanación de las causas que llevan a esas multitudes a querer dejar sus países o a verse forzadas al exilio. Mientras esto no se reconozca y se actúe en consecuencia, no sólo se estará actuando con demagogia, sino que, en el fondo, se estará dando oxígeno a esos partidos políticos radicales, a los que por otro lado se condena, y que están en auge precisamente en aquellos países donde crece entre la población el hartazgo ante una emigración descontrolada.

Hace falta una política caritativa de la emigración, pero sin olvidar que la justicia es el primer requisito de la caridad.



                                                  SANTIAGO MARTÍN  Vía Católicos ON LINE

LOS TRES ERRORES DE VALLS

Cuando hizo pública su candidatura se despertó una gran expectación. Pero ha cometido en poco tiempo tres errores que pueden malograr su éxito

Manuel Valls. /Gtres


Primer error: elegir malas compañías

Cuando pretendes ocupar un lugar en política has de tener claro con que instrumentos pretendes hacerlo. El voto de los que no comulgan con el separatismo está huérfano en buena medida en la Cataluña actual. Finalizada la operación de cargarse a un PP, que se rindió con armas y bagajes al nacional separatismo en aquel hara kiri que supuso el pacto del Majestic, con unos podemitas que, dignos herederos del PSUC, solo saben dar lametazos a la burguesía y un PSC entregado a la neo convergencia, lo único que quedaba para batir era Ciudadanos. Arrimadas prefirió optar por quejarse amargamente en el Parlament, en lugar de desarrollar una estrategia más acorde con la del partido que había ganado las elecciones. Una lástima.
En ese contexto nace la candidatura de Valls, apoyada por la formación naranja. A pesar de que insista en ofrecer a socialistas y populares sumarse a ella, a poco que se conozca la política catalana se puede adivinar qué tal cosa es imposible. Al candidato solo le apoyarán los de Rivera y aún gracias. Cree Valls que esto es Francia y ahí radica su primer error, pretender sumar formaciones que no comparten la misma visión acerca de la carta magna, pues no son lo mismo populares que socialistas. Valls debería dirigirse al votante naranja, efectivamente, pero también a todos los que, sin haber votado a Rivera o a Arrimadas, tienen ganas de que esta pesadilla termine.
¿Podrá hacerlo con su actual equipo? Imposible, puesto que provienen de la vieja guardia maragallista. Aquella política pasó, las campañas de Barcelona, posa’t guapa. Los barceloneses no quieren ponerse guapos. Quieren orden, ley, seriedad, normalidad, respeto. Las veleidades de Pasqual están fuera de lugar. Se ha degradado tanto la ciudad que, para los electores, lo que cuenta es la firmeza, no el guiño simpático. De ahí que, o cambia radicalmente de equipo, o la hostia será antológica.

Segundo error: demonizar a Vox

Cada vez que Valls habla del partido de Abascal, equiparándolo al de Le Pen, comete otra equivocación garrafal. Y pierde votos. De entrada, a muchos de sus posibles electores lo de VOX no les parece mal. Es más, si el PP ganó en Badalona, arrebatándosela a la izquierda caviar, fue porque GarcíaAlbiol supo leer a los votantes de su ciudad, ofreciéndoles una receta sensata: que se cumpla la ley y que sea igual para todos.
Valls insiste en el pacto entre grandes partidos, pero vuelve a equivocarse, porque ni los socialistas están por defender una constitución que solo quieren cambiar para dar satisfacción a separatistas y podemitas. No es de recibo, pues, hablar del partido verde como una banda de maleantes, cuando en el País Vasco una dirigente del PSOE comparte mesa y mantel con el etarra Otegui. Si VOX obtuviese representación en el consistorio, Valls tendría que tragarse sus palabras, porque antes se pondría de acuerdo con el los de ese partido que con Iceta. ¡Nefasta influencia de sus asesores!, que defendían el pacto del Tinell como cordón sanitario para frenar a los populares. Una pésima estrategia.

Tercer error: no saber a quién se dirige

Valls está haciendo una campaña a medio gas, errática, lejana a aquel hombre que escuchamos en el acto de Societat Civil, el mismo que puso el paño al púlpito a un grupito de empresarios y periodistas paniaguados en una cena privada, afeándoles su cobardía. El Valls que, junto con Borrell o Corbacho, podían representar la izquierda no nacionalista. Aparece en las entrevistas cansado, con un castellano manifiestamente mejorable, como un burguesito más. Pero no le bastan los votos del Eixample, tendrá que ir a Nou Barris, a Sant Martí, a los viveros socialistas que, hartos de bailoteos icetianos, se fueron a sus casas muriéndose de vergüenza ajena.
 Debería aprender, insistimos, de Albiol, que gana en todos los barrios de su ciudad a excepción de uno, el del centro, el de los pijos progres de toda la vida. Arremangarse y pasarse el día en la calle hablando con todo Dios con una libreta, apuntando. Nada de atriles, nada de teóricos de la vaguedad, nada de viejas glorias que solo pretenden volver a un tiempo caduco. Valls, ha de dar la vuelta a su equipo como a un calcetín, trabajarse la lista, demostrar que va en serio y que lo suyo no es una campaña de las que orquestaba el ayuntamiento socialista. En definitiva, o Valls ofrece realidad, es decir, verdad, o no ganará. Sería una lástima, porque la capital catalana precisa un gobierno municipal que se ocupe de los problemas que tiene. ¿Será capaz de hacerlo? On verra.

                                                                                              MIQUEL GIMÉNEZ  Vía VOZ PÓPULI

domingo, 30 de diciembre de 2018

DESMONTAR EL RÉGIMEN ANDALUZ


/RAÚL ARIAS


Han querido las circunstancias que, al cumplirse justo 10 años de que publiqué Treinta años de nada; Anatomía del Régimen Andaluz y cuando parecía imponerse una reedición ampliada sobre su eternización, una carambola del destino ha acabado con décadas de excepcionalidad democrática. Por primera vez, desde la restauración de la democracia, el PSOE andaluz ha perdido el privilegio que le permitió enmascarar derrotas -frente a UCD y al PP- o ampliar éxitos, al ser prácticamente el único partido capaz de suscribir acuerdos a diestra y siniestra. Así lo hizo con los andalucistas del PA (dos legislaturas), los comunistas de IU (otras dos) y los centristas de Ciudadanos (última legislatura), si bien en este caso sólo como aliados parlamentarios.

Ello ha hecho que lo que parecía necesario -la saludable alternancia política-, pero imposible, se haga realidad en este 2018 que parece encomendado a San Judas Tadeo como patrón de las causas irrealizables. ¡Que se lo pregunten a Pedro Sánchez y a Juan Manuel Moreno Bonilla! Con los peores resultados de sus partidos en España y Andalucía, uno preside y otro puede presidir sus respectivos gobiernos por un prodigio de la aritmética parlamentaria.

Incapaz de frenar su sangría de votos el pasado 2 de diciembre, su abierto desprestigio con dos presidentes (Chaves y Griñán) sentados en el banquillo y con la hija predilecta de ese régimen de corrupción, Susana Díaz, inane a la hora de atajar un cáncer que ha producido metástasis, el PSOE se queda sin su principal feudo a manos de una mayoría alternativa (PP, Cs y Vox). A la sazón, cuna del socialismo moderno refundado por González y Guerra en la localidad francesa de Suresnes.

Hay regímenes que no pueden sobrevivir a la transparencia, a la glasnost. Le acaeció a la perestroika de Gorbachov, cuya apertura en febrero de l986 originó la desaparición del burocratismo gerontocrático del régimen soviético. El socialismo andaluz ni lo intentó. Pero eran tantas las evidencias y pruebas que no ha podido sustraerse al escrutinio judicial, tras lustros de impunidad. Los bebesaurios del régimen han sido aplastados por la sombra alargada de sus mayores sometidos al imperio de la ley.

En su imperecedera obra Decadencia y caída del Imperio romano, Edward Gibbon concluye que difícilmente se descubren las causas latentes del declive de un régimen hasta que el montaje se viene abajo por su peso. Sobrevino cuando la vieja república romana olvidó que su mayor fortaleza era la virtud de sus gobernantes y gobernados.

Es también lo acontecido con el régimen edificado en Andalucía y cuyo tinglado se ha desplomado por una corrupción sistémica. Ello obligará a la mayoría del cambio, si le dan las fuerzas, a refundar de raíz la autonomía con análoga intensidad con la que Santa Teresa y San Juan de la Cruz acometieron, no sin quebrantos y mortificaciones, la de los frailes carmelitas.


Estas podredumbres -delictivas, la mayoría- no se han circunscrito a la política, sino que se han extendido irremisibles a todos los ámbitos. Demuéstrase así que no existe un poder político podrido y una sociedad civil sana cuando se machihembran. Al cabo de estas cuatro décadas, la sociedad civil ha degenerado del modo en que lo han hecho sus agentes sociales, tan fundamentales como desacreditados con su vivir a cuerpo de rey.

Entre los escombros del régimen andaluz, al derrumbarse el trípode que lo sostenía -gobierno, sindicatos y empresarios-, se avizora el terrible panorama de ex presidentes enlodados de corrupción, así como jefes de los sindicatos y de la patronal dimitidos por financiación ilegal con el dinero de los parados.

Por medio de la concertación, y con la excusa de la paz social, se aseguró el voto a los gobernantes, el enriquecimiento a sus signatarios y la dócil servidumbre de la sociedad. Esa trama de intereses creados ha florecido, en efecto, en detrimento de una Andalucía que podía haber sido perfectamente la California europea.

Fantasearon con ese espejismo quienes, por contra, aplicaron un dinero que llegaba a espuertas -tanto del resto de España como de la Unión Europea- en asentar un régimen que se parangonara con el del PRI en México y sus 70 años ininterrumpidos de hegemonía electoral. Desmontar ese estado de cosas va a requerir Dios y ayuda.

Desde el arranque, la autonomía andaluza ha sido un sólido tinglado de poder, soportado por una trabada red clientelar. Ha sido tejida por un abundante presupuesto repartido en pequeñas subvenciones. Su derrama impedía acometer cualquier plan ambicioso, pero garantizaba el apoyo de amplias capas de la población. De esta forma, la sucesión en la Presidencia de la Junta se contemplaba como una cuestión particular de un PSOE que se había arrogado el título de propiedad del Palacio de San Telmo.

Andalucía rememoraba a la anciana enlutada que acudió a saludar el paso de la carroza en la que viajaba Fernando VII. Puso tanto entusiasmo que aquel felón creyó conveniente detener la comitiva para averiguar la razón por la que aquella mujer gritaba hasta la afonía: "¡Larga vida al rey!". Y, al preguntarle si acaso lo hacía agradecida a alguna merced real, la longeva le espetó: "No, majestad. Es que ya conocí a los malos gobernantes que fueron su abuelo y su padre, y me temo que su hijo sea aún peor que su real majestad. Por eso le deseo larga vida". Esta anécdota refleja la resignación que se extendía en parte de la grey andaluza, aunque la mayoría transigiera. Por fas o nefas, participaba de la pitanza que graciosamente manejaban sus presidentes.

Ante el hartazgo, son precisos nuevos usos para dejar atrás estos abusos. Es tal el deterioro que el sistema ya no es susceptible de sanearse con depurativos. El remedio no vendrá de una sustitución monda y lironda en el Palacio de San Telmo. Si quiere que los últimos cascotes no le caigan encima de su cabeza, quien está llamado a presidir la mayoría de cambio, Juan Manuel Moreno Bonilla, junto a quienes le acompañan, deberá retornar a los orígenes primigenios de una autonomía que se votó como palanca de desarrollo, de suerte que se haga realidad la aspiración que entrañó su nacimiento. No basta con una sonrisa, aunque se agradezca. Los problemas no se disipan ignorándolos. Por eso, hacer factibles esos nuevos tiempos, no rebajándolos a eslogan, exige una honda regeneración que desamortice la autonomía de las manos muertas que la han hundido.

Como dijo Viktor Emil Frankl, psiquiatra austríaco que sobrevivió en varios campos de concentración nazis, "las ruinas son, a menudo, las que abren las ventanas para ver el cielo". De ahí que, sobre los cascotes del régimen, se franquee una oportunidad a aquellos que están decididamente resueltos a avanzar con mirada larga más allá de las siguientes elecciones. Quien no está dispuesto a hacer lo que es bueno para el país por miedo a no ser electo no merece tal honor.


Para que el cambio no quede en una partitura inédita, la nueva mayoría deberá salvar los obstáculos de una administración de partido con gran potencial desestabilizador. A guisa de quinta columna a las órdenes de una jefa de la oposición que no asume su condición de tal, sino que se presenta como reina temporalmente destronada.

Con la virulencia propia de quien no tiene a donde ir fuera de la política y de saberse condenada por el mismo Pedro Sánchez, al que primero tuvo como chico de los recados y luego a su merced tras forzar su dimisión de la Secretaría General a la que luego éste se reenganchó con éxito pleno, Díaz codicia explotar las contradicciones internas y complejos de Cs. De modo que perfore una vía de agua que haga naufragar ese Gobierno de emergencia al cabo de 100 días. Jugará eventualmente con los comodines que le puedan reportar las elecciones municipales para revertir la pérdida y recuperar la Presidencia mediante un pacto con Cs.

Para ello, la descoronada y descorazonada Reina del Sur agita hasta la afonía el espantajo de Vox. De similar manera que lo hizo en campaña creyendo que impediría lo que acabó volviéndose contra sus intereses como un boomerang. Mientras ella denuncia el supuesto "pacto de la vergüenza", el PSOE se humilla claudicando con Torra y festeja la Navidad con el etarra Otegi. Este desafuero ha movido a romper su carné a José María Múgica en digno tributo a la memoria de su padre asesinado por la banda asesina.

Con la matraca de Vox, Díaz golpeará con martillo de herrero, sabiendo que Cs es el eslabón más frágil de la cadena. A este respecto, un partido que le espetó a Rajoy, por boca de su portavoz parlamentario, Juan Carlos Girauta: "Nosotros sí que podemos votar junto a Podemos. ¡Qué tontería es esa! Ni que fuéramos una secta", parece tener, no obstante, más remilgos con la cofradía de enojados de Vox. Siendo un melón aún por calar, ni es hijo de la dictadura chavista ni sueña instalarla en España, pese al sagaz desmarque de última hora de su líder, Pablo Iglesias, para no afrontar las secuelas de su ideología.

De caer Cs en la trampa, se evaporarían las apetencias de cambio que puede darse de bruces contra el acantilado de un rocoso partido-régimen que ha usado a los funcionarios como si fueran regulares de una agrupación del partido.

Por mor de ello, la conducta de Moreno Bonilla no puede ajustarse al episodio de la legendaria serie de la BBC Yes, Minister, donde el abrumado protagonista, al tomar posesión, se interesa por cuántas personas trabajan a sus órdenes. Al recibir una respuesta vaga, éste intenta concretar: "¿Dos mil, tres mil?". "Veintitrés mil, para ser precisos", le responden. "¿Me está diciendo que hay veintitrés mil burócratas administrando a los demás burócratas? Eso no es permisible. Hay que encargar un estudio para ver de cuántos podemos prescindir". Su interlocutor, sin perder la flema, le replica que eso ya lo hizo su antecesor y resultó que precisaban quinientos más.

En ese brete, Moreno Bonilla ha de formar, no un Consejo de Gobierno, sino un Consejo de Ministros de políticos cuajados y duchos en la gestión para poner inmediatamente en marcha una agenda del cambio que visualice que no cambia todo para que todo siga tal cual. Una cosa es formar gobierno y otra bien distinta gobernar.

Si El hombre que plantaba árboles, el hermoso relato de Jean Giono, hizo brotar frutos de un yermo y mutó la tierra baldía en un vergel, ojalá que, en medio de la quiebra y el descrédito institucional, surjan políticos callados como aquel ejemplar pastor. Armado únicamente de sus recursos físicos y morales, demostró ser admirable. Menester sería al cabo de 40 años de nada en que, contra pronóstico, se ha desplomado el régimen y Andalucía estrena alternancia de Gobierno periclitando décadas de excepcionalidad democrática.


                                                                           
                                                                                      FRANCISCO ROSELL   Vía EL MUNDO

LA AUTORÍA DE SÁNCHEZ Y LA COMPLICIDAD DE CASADO

Entre ambos han roto las costuras del sistema que ha entrado en una fase distinta, sin líneas rojas. Sin márgenes dialécticos para que el uno reproche al otro pactos o entendimientos espurios


El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), recibe al líder del PP, Pablo Casado (d). (EFE)


El día 1 de octubre de 2016, el "viejo” PSOE quiso preservar las reglas de compromiso de la democracia de 1978 y destituyó a su secretario general, Pedro Sánchez. Lo hizo porque el entonces líder de los socialistas pretendía auparse a la jefatura del Gobierno con el apoyo de los independentistas catalanes y del 'abertzalismo' radical vasco.

Previamente, Sánchez había conducido al PSOE a dos derrotas históricas. En las elecciones de 2015 su partido pasó de 110 escaños a 90 y en las de 2016 a 85. La propuesta mayoritaria —que prosperó— del Comité Federal fue salir de atolladero permitiendo, mediante una abstención, que Mariano Rajoy accediese a la presidencia del Gobierno con el respaldo de su grupo parlamentario (137 escaños) y el de Ciudadanos (32 escaños).

El regreso de Pedro Sánchez a la secretaría general del PSOE tras su victoria en unas primarias en las que rebasó a Susana Díaz, liquidó a la "vieja guardia" del partido, la que estaba representada por la gestora que presidió el asturiano Javier Fernández. Y el día 1 de junio de este año, a rebufo de una sentencia en una de las piezas del caso Correa, Sánchez reencontró las condiciones para ejecutar su viejo plan: ser presidente del Gobierno, justamente, con los socios que parecían dispuestos a respaldarle en 2016.


El expresidente de la gestora del PSOE y presidente asturiano, Javier Fernández. (EFE)
El expresidente de la gestora del PSOE y presidente asturiano, Javier Fernández. (EFE)

Ganó una moción de censura constructiva sustituyendo a Rajoy. Votaron a favor de expulsar al presidente popular 180 diputados y en contra 169. Entre los primeros estaban los diputados populistas de Podemos, de los partidos separatistas —que habían secundado en octubre de 2017 la declaración unilateral de independencia de Cataluña—, los "bildutarras" y los grandes traidores a Rajoy: los nacionalistas vascos que unos días antes habían votado el presupuesto del Gobierno popular a cambio de valiosas contrapartidas.

Si Rodríguez Zapatero desmanteló buena parte de los consensos básicos de la Transición y convulsionó el modelo territorial con una segunda vuelta de Estatutos de Autonomía, Pedro Sánchez rompió las reglas de compromiso y se alió —continúa en ello— con fuerzas políticas que quieren asaltar y destruir el sistema constitucional, e, incluso, que han sido próximas a la organización terrorista ETA. El actual presidente, aceptó los votos de esos grupos sin el más mínimo escrúpulo y ahora trata de que sean los que le aprueben los Presupuestos Generales del Estado (el viernes lo confirmó de manera tácita), estirando así una relación que defrauda la ética y la estética de los comportamientos de los grandes partidos de Estado.

Es del todo hipócrita que Sánchez y otros dirigentes del PSOE (Susana Díaz o Rodríguez Zapatero, entre otros) se refieran al pacto bipartito de Andalucía (PP-Cs) apoyado por Vox como el de la "vergüenza". Sánchez fue el autor directo y doloso de esa vergüenza que ahora se denuncia por su pacto implícito y explícito con organizaciones políticas que no superan el corte de la mínima calidad democrática. A los hechos históricos protagonizados por esos partidos me remito, tanto en Cataluña como en el País Vasco.

Roto este compromiso cívico y ético de evitar introducir por razones partidistas a los antisistema en el recinto democrático-constitucional español, Pablo Casado se ha comportado como un cómplice de las prácticas de Sánchez y, sin el más mínimo pudor, sin complejo alguno, sin reserva mental, ha establecido una relación con Vox que le ha proporcionado el gobierno de la Junta de Andalucía.

La confirmación de los efectos de la moción y de la política de Sánchez hacia el secesionismo se vio el 2-D en Andalucía, con la emergencia de Vox

Es cierto que no aparecen en las 90 medidas de gobierno pactadas con Ciudadanos, vestigios programáticos del partido populista, pero el hecho político se ha consumado y entre ambos —Sánchez y Casado— han roto las costuras del sistema que ha entrado en una fase distinta, sin líneas rojas. Y, también, sin márgenes dialécticos para que el uno reproche al otro pactos o entendimientos espurios.

Algo se rompió con la "coalición de rechazo" (180 diputados) que llevó en junio a la Moncloa a Pedro Sánchez. La confirmación de los efectos derivados de aquella moción de censura y de la política del presidente con el secesionismo catalán, se produjo el 2-D en Andalucía con la emergencia de Vox. La fractura institucional definitiva y, seguramente, irreversible es que el PSOE de Sánchez se desplaza a la izquierda-izquierda y el PP a la derecha-derecha al bascular sus posiciones hacia el entendimiento con los extremistas.

No hay ya inocentes en este proceso de deterioro del sistema político que nos aproxima a lo peor de las nuevas prácticas en varios países europeos

Pudo haber sido de manera distinta si las fuerzas constitucionalistas hubiesen formado el mismo bloque que en octubre de 2017 decidió salvaguardar al Estado de su autodestrucción aplicando en Cataluña el artículo 155. Cuando el independentismo catalán —con la inestimable ayuda de los nacionalismos vascos— rompió esa cohesión echando a Rajoy para colocar en Moncloa a un dependiente Sánchez, los recursos de protección del sistema frente a los radicalismos, saltaron por los aires.

No hay ya inocentes en este proceso de deterioro del sistema político español que nos aproxima a lo peor de las nuevas prácticas en varios países europeos. Apenas si queda la posibilidad de que Ciudadanos conserve un cierto margen de maniobra para vislumbrar un futuro que no pase por la dialéctica de los bloques y la polarización extrema.


                                                          JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS  Vía EL CONFIDENCIAL


Ignatius Reilly y la España imaginaria de Pedro Sánchez


Pedro Sánchez, durante su comparecencia en en el último Consejo de Ministros de 2018


Siete días después de que en Barcelona sometiera a los españoles de bien a una humillación sin precedentes, pasando por el aro de esa “cumbre bilateral” que le exigía Torra, reunión entre iguales, Gobierno de España y Gobierno de Cataluña, afrenta sin paliativos, Pedro Sánchez apareció en rueda de prensa para hacer balance, más bien alucinada parodia, de sus siete meses de Gobierno, convencido como está de poder tomar a los españoles por idiotas capaces de comulgar con ruedas de molino. Siete meses sobre tres pilares: primero, la “regeneración democrática” (por ejemplo, la de esa ministra de Justicia a quien, amiga de confidencias del comisario Villarejo, mantiene contra viento y marea, por citar sólo un caso del repertorio de escándalos de este Ejecutivo); después, la “modernización de la economía” (con inaudito desparpajo se atreve a hablar del crecimiento y del empleo como uno de sus logros), y finalmente, el “presupuesto social” (ya saben, la igualdad, la seguridad de las mujeres y por ahí). Sin olvidar el “bono social térmico”. Y Franco, claro. Un auténtico vendedor de crecepelo nuestro presidente okupa. “Este Gobierno ha hecho más en siete meses por la regeneración de la democracia, la modernización de la economía y el presupuesto social que el anterior en siete años”.

Cuando Sánchez alude a su capacidad para modernizar la Economía seguramente se refiere a la “modernización” ocurrida en Correos, la empresa pública que preside Juan Manuel Serrano, íntimo y ex jefe de gabinete de Sánchez, que acaba de firmar un acuerdo con los sindicatos asumiendo una subida salarial del 9% y la creación de 11.200 nuevos empleos fijos. Correos, huelga decirlo, tiene como 52.000 personas en plantilla y perdió 147 millones en el ejercicio 2017. Es la idea de economía moderna que tiene este piernas, la de crear empleo público cargando el gesto en las espaldas de los ciudadanos obligados a sostener esas pérdidas con sus impuestos. Es la situación insostenible de unas clases medias sometidas a un saqueo constante por parte de las mafias del populismo de izquierdas (también de la derecha inane de los Rajoy, para qué negarlo), mafias acostumbradas a prometer el oro y el moro en nombre de la “igualdad” con cargo al bolsillo del prójimo. Es la nueva peste que hoy recorre no solo España, sino toda la UE, y que acabará por sacar a la calle a esas clases medias perpetuamente esquilmadas por las alimañas de “lo social”.

Estamos ante la viva representación de la decadencia de una clase política que ha tomado el Estado al asalto con la intención de exprimirlo y de obligar a los ciudadanos, vía impuestos, a pagar la cuenta. Un personaje orwelliano que parece creerse sus propias mentiras y que aborda los temas con un descaro, una cara dura que produce asombro, hasta el punto de que uno llega a preguntarse si estamos ante un cínico consumado o ante un perfecto idiota. Un epígono de Ignatius Reilly, el protagonista de La Conjura de los Necios, un hombre fuera de su tiempo, anclado en un mundo imaginario, en esa España inventada que Sánchez dice “haber cambiado a mejor en siete meses”. Un falsario que juega el papel de moderado al frente del Gobierno más radical que hemos conocido desde Franco. “La vocación del Gobierno de España es agotar la legislatura”, sostiene, entre otras cosas para permitir a los cientos de altos cargos por él enchufados en la Administración y en el sector público aprovecharse del chollo el mayor tiempo posible. Un tipo sin complejos. Un “sofista garrulo”, que diría Menéndez Pelayo, dispuesto a “la espantosa liquidación” del pasado de España. Un jeta convencido de que puede engañar a propios y extraños con los abalorios de su desahogado chauchau. 

Estamos ante el español del año, sin la menor duda. El otro, sin discusión posible, es Mariano Rajoy, un hombre que pasará a la historia moderna de este país como responsable de la mayor traición a los intereses de la España democrática en mucho tiempo. El protagonista de aquella cobarde huida del escenario de un Congreso, tarde noche del 31 de mayo pasado, donde se discutía el destino de la nación. Un miserable cuya sombra sigue gravitando sobre un PP obligado a limpiar la casa y sacudirse su influencia para ser creíble. Entre ambos dos, entre Mariano y Pedro, han colocado a España ante uno de los años más complejos, más difíciles y sin duda más peligrosos de su reciente historia. No todo son malas nuevas, empero. El año cierra con una gran noticia para el futuro del país, una novedad llegada de Andalucía, la comunidad donde Susana Díaz se las prometía felices prorrogando el régimen clientelar establecido por el PSOE desde hace casi 40 años, y donde contra pronóstico la derecha se hizo con un triunfo que más que un fracaso de la señora es un bofetón en pleno rostro a Sánchez y sus alianzas con los enemigos de España.

Ensayo general para el pacto de las derechas


PP y Ciudadanos están gestionando con acierto el relevo en la Junta andaluza, huyendo de las provocaciones del sanchismo y de la histeria de mucha prensa madrileña. Ciudadanos prometió que habría cambio en Andalucía y hacia ello vamos, y no parece que Vox vaya a ser un obstáculo, entre otras cosas porque esta fiesta no es la suya y en la formación de Abascal parece haber gente acostumbrada a la funesta manía de pensar. Esta no es, todavía, la hora de Vox, un partido a quien la rancia izquierda española se empeña en hacer crecer diariamente como la espuma. Lo sucedido al sur de Despeñaperros parece anunciar lo que a nivel del Estado podría ocurrir en municipales y autonómicas en mayo próximo. En definitiva, lo de Andalucía suena a ensayo general de ese gran pacto al que, quieran o no, parecen condenadas las derechas y cuya misión, muy posiblemente a partir de este mismo 2019, será doble: poner firme de una vez por todas al separatismo catalán, y abordar en paralelo las reformas en profundidad que necesita España para ser de verdad un país moderno y fiable, ese país “verdaderamente constitucional y jurídicamente europeo” que decía Baroja.  

Un año trascendental por delante. En el ejercicio que ahora comienza debería, en efecto, producirse el desenlace del nudo gordiano en que se debate España desde la abdicación de Juan Carlos I, si no antes: el de la destrucción del Estado que ampara la Constitución, destrucción y consiguiente balcanización a la que aspiran los separatistas con la eficaz colaboración de Podemos & asociados, y Sánchez de compañero de viaje o tonto útil, o el rearme de la España democrática que consagra esa misma Constitución, junto a la voluntad decidida de abordar la solución del problema catalán mediante la ley y solo la ley, con la intervención de la Generalidad durante el tiempo que sea menester. La disposición de Sánchez para arrastrarse ante PdeCat y ERC en prócura de sus Presupuestos, con la intención de alargar la legislatura cuanto sea posible, es un mero globo presto a explotar cuando, posiblemente en febrero, se inicie el juicio contra los golpistas del prusés, juicio que podría acabar con la imposición de graves condenas, lo que ineludiblemente provocará, entonces sí, el famoso choque de trenes con el que los supremacistas vienen amenazando desde la Diada de 2012.

Una labor que deberá emprender la derecha constitucionalista, hoy reducida a tres partidos, porque con este PSOE desnortado no se puede contar. ¿Hay posibilidad de que de las ruinas del viejo edificio del felipismo resurja un partido de corte socialdemócrata, capaz de unir fuerzas en esa doble y noble tarea de defender la España constitucional y apoyar las grandes reformas que la modernización del país reclama? ¿Es esperable una revolución interna en el PSOE? En buena lógica no sería descartable, si tras las municipales y autonómicas de mayo se produjera el batacazo socialista –ojo a ese cabreo sordo de unos barones alarmados por la estrategia entreguista de Sánchez que erosiona sus posibilidades electorales- que muchos se temen. Hoy por hoy, sin embargo, con el socialismo clásico escondido, cobardemente callado ante las tropelías del personaje, es una posibilidad que suena a pura quimera.

La nación española no estaba muerta


Alguien ha escrito en Barcelona que lo ocurrido en Andalucía ha alarmado al nacionalismo (“la peor de todas las pestes”, en palabras de Stefan Zweig) más inteligente, si es que existe alguno, hasta el punto de provocar una reflexión estratégica que podría llegar incluso al abandono temporal de la vía eslovena a la independencia por las bravas, con la violencia que sea menester en versión Torra, para abrazar una suerte de independentismo “a la vasca”, un rumbo como el allí trazado por Urkullu, en el que lo prioritario sería poner a buen recaudo las “conquistas” arrancadas a los Gobiernos de Madrid. Lo cual vendría a constatar un hecho cierto: que el martilleo constante del comunismo podemita y del separatismo catalán contra España, la exponencial acumulación de ofensas contra todo lo español, ha obrado el milagro de despertar a la nación española, a ese español común que no estaba muerto, no, que estaba de parranda. Convendría, con todo, no engañarse: es difícil que la cerril terquedad de Puigdemont y sus monaguillos en la Generalidad renuncie a “la mejor oportunidad que vieron los siglos” de alcanzar su mítica Ítaca aprovechando la presencia de un traidor como Sánchez al frente del Gobierno de España.

Se avecinan, por eso, tiempos muy complejos, muy tensos, casi críticos, donde los españoles de centro derecha, más los españoles de centro izquierda dispuestos a defender la España constitucional de quienes la quieren destruir, deberán estar dispuestos a movilizarse. Lo dijo el viernes 21 el presidente de Aragón, el socialista Javier Lambán: “frente a cánceres como el del separatismo catalán, la unidad y la Constitución se defienden a través de un combate inmisericorde por las vías de la política, la ley, la cultura, y sobre todo, la verdad, no pactando o teniendo avenencia con él”. 
Sánchez no parece haber entendido el mensaje que le acaba de enviar Andalucía. No distraigamos al general enemigo que está equivocando su estrategia. Dejémosle que persevere en el error, porque su sorpresa será mayúscula cuando compruebe el alcance de su desatino. La indignación nacional contra su entreguismo al separatismo catalán no deja de crecer. ¡Feliz año 2019 a los lectores de Vozpopuli!


                                                                                         JESÚS CACHO   Vía VOZ PÓPULI

VIAJE AL CENTRO DE LAS IDEOLOGÍAS

El autor considera anacrónico seguir hablando de derecha e izquierda cuando, para mantener el Estado del Bienestar, los gobiernos de todo signo destinan la mayor parte de sus presupuestos a políticas sociales.



En Nadie acabará con los libros, las conversaciones que mantuvieron Jean-Claude Carrière y Umberto Eco, el guionista reflexiona sobre el movimiento de nuestros ojos al leer: van de izquierda a derecha, de arriba abajo. Sin embargo, en la escritura persa, árabe y hebrea van de derecha a izquierda. Y añade: “Me he preguntado si estos dos movimientos habrán tenido un influjo en los movimientos de la cámara en el cine. La mayor parte de los travellingsen el cine occidental van de izquierda a derecha, mientras que en el cine iraní van al contrario”. Siguiendo este hilo, Eco se pregunta si un agricultor occidental empieza a trabajar los campos de izquierda a derecha y uno iraní de derecha a izquierda… “Los nazis habrían podido identificar inmediatamente a un campesino judío”.

Romain Rolland, antes de abrazar el estalinismo, escribió el manifiesto pacifista más famoso de la Primera Guerra Mundial: Más allá de la contienda. En él cuenta que los viñadores de Champagne, bajo las bombas de los dos ejércitos, recogían la vendimia. Cuando no perteneces a la derecha ni a la izquierda, cuando eres un librepensador con más preguntas que respuestas, a veces te sientes como aquellos viñadores.

En Ser español, Julián Marías nos enseña la ecografía de “Las dos Españas”: la Guerra de la Independencia; y en medio de absolutistas y afrancesados Marías destaca la mesura de Jovellanos. Luego vendrían los moderados y los liberales, los monárquicos y los republicanos, los azules y los rojos, los conservadores y los socialistas… Siempre con la espada de Damocles que Larra describiera: “Aquí yace media España, murió de la otra media”.

La Historia de España, tan poblada de curas, militares y monarcas, es una historia absolutista, moderada, monárquica, azul, conservadora… El sol se ponía en nuestros cielos de este a oeste. Hasta la muerte de Franco, nuestra “izquierda” solo llegó al poder en 1820, 1868 y 1931. Eso sí, fue morir el dictador y los ojos de la mayoría de españoles hicieron un travelling de derecha a izquierda.

Los movimientos de los ojos occidentales al leer ya no influyen en la visión política de la realidad porque casi nadie lee, así que habrá que fijarse en el medio que más influencia sigue teniendo, la televisión: el duopolio que forman Atresmedia y Mediaset supone un monopolio ideológico de izquierdas, igual que la nueva RTVE (que tan tendenciosamente se han repartido quienes venían a purificar el país, Sánchez e Iglesias).

Siempre me ha molestado la superioridad moral de la izquierda: si crees que tus valores son mejores que los de un prójimo conservador es que careces de humildad, y esa es una moral agrietada. El profesor de Ciencia Política Ignacio Sánchez-Cuenca ha escrito un ensayo titulado así: La superioridad moral de la izquierda. Basta con ver quién es el prologuista, Íñigo Errejón, para entender la cuestión: él y otros estudiantes de la Complutense —liderados por Pablo Iglesias— boicotearon una conferencia de Rosa Díez con tarjetas rojas y gritos: “¡Fuera fascistas de la Universidad!”. Y Errejón cobró una beca de casi dos mil euros al mes sin pisar la Universidad de Málaga (le había contratado un amigo suyo, el dirigente de Podemos Alberto Montero).

Boicot y beca hubieran supuesto el final de la carrera de cualquier político de la derecha por “facha” y “corrupto”, pero Íñigo —sin ningún tipo de pudor— se presentó como candidato a presidir la Comunidad de Madrid criticando a Cristina Cifuentes por su máster universitario. (En una entrevista que le hizo un suplemento cultural, José Sacristán afirmaba que tenía cierta esperanza en figuras como la de Íñigo Errejón).

Desconfío de las personas que, como becerros de una ganadería, llevan marcada a fuego la ideología. Sartre decía de Camus que no estaba a la izquierda ni a la derecha, sino en el aire. Álvaro Mutis lamentaba vivir en una época “de un maniqueísmo furioso en la cual, los que se confieren arbitrariamente el papel de buenos, acaban de verdugos”. Para él, somos seres complejos; es absurdo preguntarse si eran de izquierda o derecha Julio César, Dante o Cervantes.
Mutis estuvo con Borges en una conferencia en la Universidad de Quito, en un aula repleta de dogmáticos, como la de Rosa Díez en la Complutense: un escritor le reprochó a Borges que hubiera estado del lado de los dictadores y no del pueblo, como Neruda. El ciego genial le respondió: “Neruda nunca estuvo al lado del pueblo. Estuvo al lado de la Unión Soviética, que es otra cosa muy distinta”. En el atardecer de 1968 Martin Amis fue una de las sesenta personas que se manifestaron en Oxford contra la invasión soviética de Checoslovaquia; mientras, decenas de miles protestaban delante de la embajada de Estados Unidos en Londres contra la Guerra de Vietnam.

Cuando trabajaba en Ellago Ediciones, un día el editor me dijo —solemne— que nunca publicaría el libro de un fascista. Aquel año estábamos publicando una antología de las canciones de Silvio Rodríguez, y le recordé al editor que Silvio es un gran defensor de Fidel Castro. (Hacía poco habían fusilado a tres jóvenes cubanos por secuestrar una lancha para llegar a Estados Unidos, tras lo cual Silvio —junto a otras personalidades— firmó un documento justificando los fusilamientos).

Recuerdo otra conversación con un amigo, militante de Izquierda Unida: cuando le dije que no entendía cómo podían apoyar la dictadura castrista, me habló de la reputación de la educación y la sanidad cubanas. Siguiendo ese razonamiento, supongo que mi amigo defenderá el franquismo por haber construido la mayoría de los grandes hospitales públicos y por la paga extra de julio. Hasta que no nos indignen por igual las dictaduras de izquierda y las de derecha, nuestras sociedades seguirán padeciendo un déficit moral porque, como observó Castellio después de que Miguel Servet fuera condenado a la hoguera, “matar a un hombre no será nunca defender una doctrina, será siempre matar a un hombre”.

Alberto Garzón es uno de los políticos mejor valorados por los españoles en las encuestas. A una conferencia que dio en la Complutense acudieron más de mil estudiantes. Al principio de su libro Por qué soy comunista, pide perdón por el uso del masculino como fórmula neutra: “Quisiera que el lector o la lectora pueda disculparme por esta decisión, que en ningún caso compromete mi lucha feminista”. Me pregunto qué pensarían mentes brillantes de la izquierda —Manuel Azaña, por ejemplo— si hubieran podido leer semejante dislate... Del libro llama la atención lo cínico que puede ser Garzón, que considera a Fidel un ejemplo y, al mismo tiempo, afirma que el comunismo que defiende “es el que reclama que se respeten los derechos humanos”.

También llama la atención lo rancio y sectario que es el lenguaje de algunos “progresistas”: los grandes empresarios siguen siendo unos explotadores; y el capitalismo incompatible con la democracia, pues lanza a las clases populares a competir unas con otras… La traca final de la demagogia viene cuando Garzón declara: “No somos antisistema, sino que el sistema es antinosotros”, y que prefiere pensar “en fórmulas que nos permitan hablar de ruptura democrática y social y en la que los de abajo (sic) de nuestros pueblos respectivos podamos cooperar”. El malvado capitalismo le permite a Garzón ser aforado y tener un sueldo que está muy por encima de la media de los españoles (y a Pablo Iglesias e Irene Montero comprarse un chalé de lujo, a Echenique vivir en el barrio de Salamanca…); el malvado capitalismo le permite a Garzón publicar un libro criticando el capitalismo (¿cuántos libros críticos con el comunismo se han publicado en Cuba, en Corea del Norte…?).

Me parece anacrónico seguir hablando de derecha e izquierda, términos originarios de la Revolución Francesa, términos azarosos: en la Asamblea Nacional Constituyente, los favorables al rey se sentaban a la derecha y los defensores de la soberanía nacional a la izquierda. Hace décadas, las fronteras aún estaban trazadas con sangre: en el tablero de ajedrez mundial, mojado todos los días por la lluvia fina de la Guerra Fría, Estados Unidos apoyaba dictadores de derecha en América Latina, mientras que la Unión Soviética cubría media Europa con un rojo telón de acero.

En el siglo XXI, el de la globalización ardiente, los países del Nuevo Mundo y del Viejo Continente son, en su gran mayoría, democracias más o menos liberales. A eso sí le podemos llamar progreso (aumento de la esperanza de vida, reducción de la pobreza extrema, del número de analfabetos, etc.). Para mantener el Estado del Bienestar, tanto la derecha como la izquierda destinan la mayor parte de sus presupuestos a políticas sociales. Decía Francisco Umbral que la derecha de Aznar había hecho socialismo suave y la izquierda de Zapatero capitalismo suave, y que en las fiestas políticas a las que iba —de variada ideología— en todas partes olía a Christian Dior. Umbral fue un niño pobre de derechas (con melancolías, sin bicicleta) que acabaría escribiendo El socialista sentimental.

Las ideologías ya no mueven los hilos del siglo XXI; para entender el triunfo de Trump, del brexit, del populismo en Italia… hemos de fijarnos en los movimientos migratorios. ¿Cómo afrontamos la vejez de Europa? ¿Cómo afrontamos que África duplicará su población dentro de treinta y cinco años…? Está bien acoger a quienes vienen en el Aquarius, pero eso es una gota de agua en el Mediterráneo. ¿Tal vez un Plan Marshall para África, como proponía Ramón Tamames en EL ESPAÑOL?

En un estudio realizado sobre 466 cuadros de la Virgen con el Niño Jesús, se vio que, en 373, el Niño está colocado en el seno izquierdo (los latidos del corazón como bálsamo para los bebés explicarían el resultado). Del mismo modo, la ideología de izquierdas ha servido como calmante de conciencias, ignorando que cada ser humano alberga en su interior un cielo y un infierno, la bondad y el egoísmo; en la silenciosa lucha hay un vencedor distinto cada día. Lo demás, pura palabrería.


                                         JOSÉ BLASCO DEL ÁLAMO  Vía ES ESPAÑOL