La derecha se encuentra más revuelta que nunca, abordando temas de
calado que antes eran tabú, de esos que afectan a las bases de la
convivencia
Pablo Casado durante la campaña de las elecciones andaluzas
EFE
Dos partidos de la “nueva política” -Ciudadanos y Vox-
parecen haber despertado del letargo no solo a los populares, sino
también a sus electores. Es cierto que es la ocasión perfecta por la
acción y el discurso de las izquierdas, con un Pedro Sánchez podemizado y abrazado a los golpistas para no caer del poder, y un Pablo Iglesias corriendo por el monte de la república de las nacioncitas soviéticas (y feministas, of course).
El efecto es que la derecha se encuentra más revuelta que nunca,
abordando temas profundos, de calado, de esos que afectan a las bases de
la convivencia, como nunca antes.
Las
negociaciones para formar gobierno en Andalucía están mostrando ese
revuelo que afecta también al resto de España. Más allá de los nombres
que ocuparán la presidencia y las consejerías, se está hablando de la
reducción de la presencia de la administración en la vida pública y privada, desmantelar el clientelismo, auditar la corrupción,
mejorar la gestión de los servicios públicos, y regenerar la política.
Parece que, sin ser iluso, se vuelve a hablar de ideas en la derecha, de
esos principios que le dieron la identidad suficiente como para
convertirse en una alternativa de gobierno.
"La dirección nacional de Ciudadanos ha tenido que sobreponerse al tacticismo de su organización catalana, que no quería a VOX ni en pintura"
El problema es ahora el encaje de las tres
organizaciones del centro-derecha en una opción de gobierno. Las
soluciones pasan, a esta hora, por un gobierno de coalición
entre PP y Cs, que cuente con VOX de dos maneras posibles: ya sea con
la entrega de consejerías, o bien con un pacto de investidura.
Cualquiera de las dos opciones es necesaria, ya que sin los diputados
del partido de Abascal sería imposible tener un gobierno estable frente a la alianza del PSOE con Adelante Andalucía.
Los pactos de investidura,
sin embargo, solo favorecen a quienes los firman sin entrar en el
gobierno. La situación es bien sencilla: permite apuntarse los éxitos
gubernamentales, criticar al Ejecutivo con libertad, apretar lo que sea
necesario atendiendo a los movimientos de opinión, y votar con la
oposición o abstenerse si es menester. Esto proporciona una posición
inmejorable ante el electorado porque parece aunar responsabilidad y
fiscalización. De esta manera, firmar un pacto de investidura con un
partido al alza, como VOX, asentado en la crítica de fondo y forma,
sería un suicidio para el PP y Ciudadanos.
La
dirección nacional de Ciudadanos ha tenido que sobreponerse al
tacticismo de su organización catalana, que no quería a VOX ni en
pintura, porque los de Arrimadas están siempre más pendientes de la imagen y de su resultado electoral que de la política con mayúsculas. El PP, sin embargo, se deja querer, quizá aliviado de que haya acabado su soledad.
"Lo que asusta a las izquierdas es que la derecha esté en pie de guerra, revuelta y viva, debatiendo sobre dogmas que solo ellas creyeron intocables"
Los de Abascal saben, por otro lado, que sentarse a
negociar presentando un programa de máximos es la mejor manera de
conseguir unos mínimos. Por eso hablan de cosas prácticamente
imposibles, como la reforma del Estatuto de Andalucía,
que precisa según el art. 147.3 de la Constitución que sea aprobada por
las Cortes para su tramitación como ley orgánica. Devolver a la
administración central competencias como educación o sanidad necesita un
acuerdo con el PSOE, al menos, para que tenga solidez y sentido de Estado.
No
obstante, esta situación a tres va a permitir que se hable y negocie
sobre las cuestiones que el electorado del centro-derecha lleva rumiando
en silencio hace mucho tiempo. Puntos que afectan a la corrección política
que han impuesto las izquierdas y los nacionalistas, en connivencia con
los años mudos del PP, y a los valores y principios olvidados, como la
libertad y la igualdad de los españoles.
Esta es la razón de que asuste tanto a las izquierdas
el que la derecha esté en pie de guerra, revuelta y viva, debatiendo
sobre dogmas que solo ellas creyeron intocables. De aquí que un
grupúsculo de esa generación que se crió a los pechos del socialismo
obligatorio en escuelas y universidades, incluso en los medios de
comunicación, salga a la calle con violencia y formas antidemocráticas a
“luchar contra el fascismo”. Por eso aparece Pablo Iglesias y hace una “alerta antifascista”, porque la derecha vuelve a debatir sobre ideas, y las izquierdas no lo entienden ni soportan.
JORGE VILCHES Vía VOZ PÓPULI
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