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sábado, 23 de marzo de 2019

EL ESTADO ISLÁMICO PIERDE SU PSEUDOCALIFATO


La bandera de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) ondea en Baguz,... 
La bandera de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) ondea en Baguz.GIUSEPPE CACACE AFP



La pesadilla terrenal del Estado Islámico se ha acabado. Esta madrugada, las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF, en siglas en inglés) han anunciado la toma de Baguz, el último bastión de los radicales, en la orilla este del Éufrates, en Siria. La organización pierde todo el control territorial pero, advierten los aliados, el 'califato' no ha desaparecido totalmente de la mente de algunos de sus testigos y miembros, cientos de ellos ahora arrestados por las SDF en el norte de Siria. El peligro todavía acecha en la retaguardia de todo el mundo.
"El pueblo de Baguz ha sido liberado totalmente, las SDF vencieron al IS. Dedicamos esta victoria a las familias de nuestros mártires y a los combatientes heridos, sin cuyo sacrificio esta victoria no hubiera sido posible. Felicitamos al mundo con la eliminación del llamado califato", ha anunciado Mustafa Bali, portavoz de las SDF, a través de Twitter.
 Desde hace tres días se celebraba la victoria con las tradiciones con que se da la bienvenida al año nuevo - coincidente con el equinoccio de primavera -. Decenas de hogueras ardieron en las últimas posiciones mantenidas por el enemigo: un campamento improvisado donde un puñado de extremistas se atrincheraron junto a civiles: una resistencia fútil que sólo alargaba su entrada en el Paraíso, a costa de vidas inocentes. Y pese a que el presidente estadounidense Donald Trumpanunció el viernes por la tarde que todo estaba acabado,pequeños conatos de resistencia alargaron la batalla finalhasta el sábado.
La batalla se había enquistado en los últimos días, precisamente, por la voluntad de los yihadistas de morir matando, parapetados detrás de hijos y esposas, en túneles y cuevas de los aledaños de Baguz. La voluntad de preservar sus vidas hacía casi impracticable un bombardeo aéreo. Un asalto a pie ofrecía, a su vez, una contraindicación: el riesgo de que los combatientes del Estado Islámico, también conocido por las siglas IS o el acrónimo Daesh, se defendieran aprovechando la red de túneles excavada en Baguz, y emboscaran a los atacantes.
La imagen de la rendición, sin embargo, se había producido días antes. El lunes pasado, una cámara grabó una larga fila de docenas de milicianos del IS compungidos, silenciosos, protegidos únicamente por una manta y un pañuelo con que cubrir su rostro. Eso es lo que ha quedado de la banda que irrumpió en Siria e Irak en 2014, que protagonizó las mayores escenas de horror que ha conocido la civilización en el siglo XXI. Eso y el miedo a que se reproduzca.
El Estado Islámico, advierten quienes lo han combatido hasta hoy, amenaza con permanecer sin control territorial, pero capaz de replicarse, reproducirse y, en definitiva, sembrar el pánico allá y aquí. "Aunque finalicemos la operación contra el IS", subraya Kino Gabriel, portavoz de las SDF, "la guerra con el Daesh no se ha acabado. Hay células durmientes, algunos militantes ocultos en distintas zonas, que amenazan con atacar a nuestras fuerzas y reclamar el control sobre otras áreas".
Tampoco será fácil, prosiguen analistas, eliminar el 'califato' de la mente de quienes lo han presenciado. La promesa de un paraíso para los creyentes, a costa de destruir todo rastro de 'infiel', es una idea poderosa que ha persuadido a quienes han sido adoctrinados en ella intensamente. Prueba de ello han sido las imágenes que han llegado de Baguz en los últimos días: mujeres cubiertas de negro pese a ser 'liberadas', atacando a los periodistas y clamando por la pervivencia del pseudocalifato del IS.
La caída del sueño territorial del IS, que un iraquí llamado Abu Bakr Bagdadi, autoproclamado 'califa', anunció desde la Gran Mezquita de Mosul en julio de 2014, deja numerosos interrogantes. Para empezar, ¿dónde está el mismo Bagdadi? Y ¿dónde están algunas de sus víctimas desaparecidas, particularmente occidentales como el reportero británico John Cantlie, o el predicador italiano Paolo Dall'Oglio? Son recordatorios de que está no será una victoria dulce.

                                                              LLUÍS MIQUEL HURTADO  Vía EL MUNDO

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