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domingo, 30 de junio de 2019

El extraño 'ménage à trois' de Sánchez en Europa

El presidente del Gobierno juega con fuego. Por razones de política interna, se ha acercado a Macron y ha vendido al candidato socialdemócrata Timmermans a las primeras de cambio


Foto: Juncker (i), Tusk (c) y Sánchez (d). (EFE)

Juncker (i), Tusk (c) y Sánchez (d). (EFE)


Cuando hace ahora justo cinco años los gobiernos europeos —en realidad, Francia y Alemania— pactaron el nombre de Juncker para presidir la Comisión Europea, la propuesta fue aceptada por el 56% de los diputados del parlamento europeo (422 de 751). Aunque la Unión Europea, desde su fundación, ha vivido siempre en el alambre —las crisis forman parte de su ADN desde tiempos de Monnet, De Gasperi o Spaak— hay pocas dudas de que repetir esa mayoría está hoy en alero.

Ni Francia ni Alemania, ni Merkel ni Macron, ni socialdemócratas ni populares, están hoy en condiciones de imponer sin más sus candidatos, algo que hasta hace poco era lo habitual. Entre otras cosas porque el actual presidente de Francia ni siquiera forma parte de las dos grandes familias europeas que han dominado la escena política en las últimas décadas.

La burbuja Macron se ha ido evaporando en el tiempo a medida que el peso de Francia en la política internacional se ha ido diluyendo. Sin duda, porque su país, como sucede en el caso de Italia, es uno de los más perjudicados por la globalización; mientras que Merkel, al margen de sus problemas de salud, está de retirada, sin que a corto plazo se pueda esperar un renacimiento germano de la mano de su sucesora, Annegret Kramp-Karrenbauer. Aunque AKK fuera elegida canciller, difícilmente tendrá algún día la influencia que ha tenido Merkel sobre la política europea en la última década.




La crisis de representación de los grandes partidos empezó castigando con fuerza a los socialdemócratas, pero ahora ataca sin piedad a los populares del centro derecha, lo que explica que las dos familias lograran en las últimas elecciones el apoyo de apenas 335 diputados de los 751 de la eurocámara. De hecho, solo sumando a los antiguos liberales (hoy una amalgama ideológica que refleja muy bien el caos que existe en torno a lo que es y no es el liberalismo) se puede alcanzar una mayoría estable: 443 diputados de 751, que es casi la misma que pudo avalar a Juncker hace cinco años.

Castrar la ideología


Con todo, lo singular es que tampoco se ha creado una alternativa —pese al crecimiento de los liberales y verdes— capaz de sustituir a los dos países y a las viejas familias hegemónicas, lo que explica las dificultades para formar nuevas mayorías, que sin duda tendrán que ser más plurales. Entre otras cosas, porque ni siquiera Pedro Sánchez, que ha podido formar el grupo socialista más numeroso en la cámara, está en condiciones de aprovechar la debilidad de Merkel y Macron estableciendo una política de alianzas eficaz.

Sánchez tiene serias dificultades para formar Gobierno en España y, sobre todo, no cuenta con aliados de peso, como podrían ser Italia o Polonia, gobernados por fuerzas muy ajenas a la socialdemocracia, para ganarle un pulso a Francia y Alemania. Ni siquiera, lo lograría con el apoyo de los liberales, ahora agrupados en torno a la idea de renovar Europa (Renew Europe), un concepto castrado de connotaciones ideológicas. Los liberales están profundamente divididos, como se ha visto (64 votos contra 42) en la elección de su líder, el ex primer ministro rumano Dacian Ciolos.

Los liberales están profundamente divididos, como se ha visto (64 votos contra 42) en la elección de su líder, el ex primer ministro rumano Dacian Ciolos

Así las cosas, la elección del triunvirato que gobernará Europa bajo la supervisión del Consejo (Comisión, Parlamento y BCE) es lo más parecido a una partida de cartas en la que todos saben que juegan de farol, lo que en sí mismo no es malo, ya que obliga a repartir el poder frente al insano vicio de jugar con las cartas marcadas.

Y a tenor de lo ocurrido en los últimos días, parece que también iban de farol quienes lanzaron (con el apoyo entusiasta del Parlamento Europeo) el Spitzenkandidat, que, a las primeras de cambio, y a la vista de los resultados electorales, parece que ha saltado por los aires, aunque esto, a estas alturas, tampoco está claro del todo. La última solución que se apunta sitúa e Timmermans como presidente de la Comisión y a dos conservadores en el Consejo y en el Parlamento, mientras que el sustituto de Draghi tendrá que esperar. Una reivindicación a la desesperada del Spitzenkandidat —la elección previa del candidato— que Sánchez se apresuró a dar por muerto.

El aislamiento de Rivera


Sánchez ha 'vendido' a Timmermans, lo ha retirado prematuramente de la circulación, casi sin pestañear, para acercarse a Macron (aquella visita al Elíseo) y aislar políticamente a Rivera, lo que hay que leer en clave interna.

Es decir, que la estrategia del Gobierno español ha sido insinuar una mayoría muy minoritaria de centro izquierda (liberales y socialistas), con el apoyo por fuera de los verdes (75 diputados) con la intención de torpedear el tradicional pacto entre populares y socialdemócratas, en la que él aparecería como un unicornio blanco capaz de consolidar una nueva mayoría puramente imaginaria, ya que tan solo sumaría 337 diputados. Ya pretendió salirse del guion hace ahora un quinquenio, cuando ordenó a los eurodiputados socialistas que votaran en contra de Juncker, lo que provocó una ruptura interna de su grupo, como bien sabe Elena Valenciano. Una estrategia, en definitiva, que tiene mucho de aprendiz de brujo a escala europea, vendiendo en pública subasta a los candidatos de la socialdemocracia. Ayer, y hoy.




Se trata, sin duda, de una estrategia arriesgada que no solo compromete al presidente en funciones, sino, sobre todo, a España, a quien se aleja de la influencia alemana y de su entorno. Aunque Merkel sea un pato cojo, que lo es, su país sigue siendo la clave de bóveda de Europa, y esto lo debería tener en cuenta el presidente del Gobierno, que parece que solo se debe a sus intereses personales.
Alguien debería recordar a la Moncloa que Alemania es un socio estratégico para la economía española, como bien saben muchos sectores productivos, y acercarse a Macron —también Francia lo es— para castigar a Rivera roza el infantilismo político.

A las primeras de cambio


Como ha dicho con ironía Mark Rutte, el primer ministro liberal de Países Bajos, "parece que 500 millones de ciudadanos europeos podrían llegar a ser presidentes de la Comisión Europea, pero no tres [Weber, Timmermans y Vestager]". Toda una reflexión que pone de manifiesto hasta qué punto son cumplidos muchos de los pactos que se acuerdan en Europa, y que, de manera ciertamente irresponsable, Sánchez ha querido liquidar poniendo en almoneda al candidato de los socialistas europeos a las primeras de cambio.

Eso quiere decir que el plan B, por respeto a los electores, debería ser, en realidad, el plan A, que consiste en encajar piezas que a primera vista son incompatibles. Algo parecido a lo que sucede en España con la formación de gobierno, que obliga a dejar a un lado la pureza de sangre que muchos reclaman, como si la política no fuera una cosa híbrida y heterogénea, como lo es la propia sociedad.

Los tiempos de las mayorías absolutas, de las mayorías bizarras, han caducado en todas las partes y hay que hacer política con estos mimbres. Y todo lo que sea evitar el 'ménage à trois', (populares, socialdemócratas y liberales) está abocado al fracaso. Probablemente, como en España. Claro está, salvo que los electores digan otra cosa. Al fin y al cabo, como decía De Gaulle refiriéndose a Francia, no es fácil gobernar un país donde existen 246 variedades de quesos.


                                                                                CARLOS SÁNCHEZ  Vía EL CONFIDENCIAL

NOS TOCA A NOSOTROS


Opinión

José Luis Restán


En el contexto de la beatificación de siete obispos greco-católicos rumanos, mártires durante el régimen comunista, el Papa estableció un nexo entre aquella persecución cruenta y la aparición hoy de nuevas ideologías que buscan imponerse y desarraigar a nuestros pueblos de sus ricas tradiciones culturales y religiosas, aunque sea con procedimientos más sutiles. Fue inevitable recordar algunas vibrantes homilías de San Juan Pablo II en los años posteriores a la caída del comunismo.

Quizás el silencio de los grandes medios, y de algunos opinadores católicos que suelen asumir una especie de portavocía papal de oficio, responda a que el mencionado nexo les ha parecido no solo audaz sino inapropiado. Pero Francisco no dejó lugar a dudas y se refirió (una vez más) a lo que gusta denominar «colonizaciones ideológicas» que dañan especialmente a los jóvenes «con sus propuestas alienantes, tan ateas como en el pasado, dejándolos desprovistos de raíces desde donde crecer». No puede ser casualidad que el Papa eligiera el escenario, solemne y lleno de emoción, de una beatificación de siete mártires en la ciudad de Blaj, en el corazón de la Europa oriental, para advertir con pelos y señales contra esas nuevas ideologías que buscan cancelar el más rico de los legados de nuestro continente.


Francisco tiene sus registros narrativos, pero no ha dejado de señalar (para quien ha querido oírle) el grave daño que supone para Europa la pérdida de su sustancia vital cristiana. El comunismo trató de secarla (con una violencia brutal que conviene no olvidar) pero se topó con el dique de una fe martirial, de un testimonio de razón, libertad y misericordia como el que ofrecieron estos obispos rumanos. La pregunta que surge es si estas nuevas ideologías que niegan la imagen cristiana del hombre (lo que está en juego es el hombre, han repetido Juan Pablo II y Benedicto XVI) y que sobre todo odian la libertad, van a encontrar una respuesta adecuada, cuya forma concreta habrá que ir descubriendo y perfilando con la inteligencia de la fe y desde la vida real de la Iglesia, no desde laboratorios ideológicos con etiqueta cristiana.  Por cierto, el documento Varón y mujer los creó, de la Congregación para la Educación Católica, es una herramienta interesante en ese sentido. Y ha producido escozor.

De momento el aldabonazo del Papa, al que algunos han tratado de poner sordina, está ahí: «Os animo a llevar la luz del Evangelio a nuestros contemporáneos y a seguir luchando, como estos beatos, contra estas nuevas ideologías que surgen. Ahora nos toca a nosotros, como les ha tocado a ellos luchar en aquellos tiempos».


                                                                                                  JOSÉ LUIS RESTÁN
                                                                                                  Publicado en Alfa y Omega.

Ciudadanos: de veleta a pararrayos

El rapto de Navarra por el nacionalismo, bajo una presidencia títere como María Chivite, jalona la traición al constitucionalismo y a quienes sacrificaron su vida a esta causa


/RAÚL ARIAS


Durante sus vacaciones estivales en un pueblo costero inglés, un joven extranjero solía coger una barca para bañarse desnudo mar adentro, a cubierto de miradas indiscretas. Al menos, eso creía. Hasta que se cruzó con el pastor de la iglesia local y le afeó su exhibicionismo. Dos señoritas de edad provecta habían acudido a la sacristía para testimoniarle su queja sobre la indecorosa conducta de aquella oveja descarriada. Asistían escandalizadas al espectáculo cotidiano de aquel descarado viajero al que, desde su casa de la playa, contemplaban como Dios lo trajo al mundo. Una vergüenza para el buen nombre de aquella puritana comunidad.

Receptivo a la admonición sacerdotal, el buen turista se deshizo en disculpas justificándose en que creía que nadie podría verle a esa altura de la costa. No obstante, le prometía que la próxima se retiraría un par de millas más. Al cabo de una semana, el visitante volvió a toparse con el clérigo. Seguro estaba de que las castas parroquianas, pero bastante alcahuetas, habrían apaciguado su solivianto al habérselo quitado de su vista. Pero cuál no sería su asombro cuando le espetó: "¡Ay! Todavía ayer volvieron a suplicarme que interceda de nuevo con usted. Es cierto que se zambulle en una zona más apartada. Pero, aun así, le siguen avistando con un anteojo de larga alcance". Con ellas, no había manera, salvo coger el petate y borrarse de la faz del pueblo.

Aquel joven en cueros, independiente de donde se sumergiera y del trecho que pusiera de por medio, siempre incomodaría a aquellas meticonas, podía ser Albert Rivera atendiendo a su actual circunstancia política. No ya porque se fotografiara sin ropa en el cartel que le dio a conocer como candidato veinteañero en los comicios catalanes de 2006. Primordialmente porque, al margen de donde se ubique, acostumbra a ser objeto de críticas por muchos a los que jamás contentará. Si vira, bromean con que es un veleta al albur del momento y, si se planta, por no comulgar con las ruedas de molino, le atizan por inflexible y desconectado de la realidad. Palo si boga y palo si no boga, como en la fábula de Esopo del molinero, el hijo y el asno.

A diferencia de aquel veraneante, el presidente de Ciudadanos no es sólo víctima de la doble moral y de la hipocresía -la calle más larga del mundo porque empezó con la existencia y acabará con ella, según Quevedo- de sus cotillas vecinas, sino de un intento de acoso y desestabilización parejo en su índole al de Adolfo Suárez al frente de la UCD, lo que desataría su caída y extinción consiguiente del partido-guía de la Transición a la Democracia.

Más allá de su criticada condición de partido veleidoso que se ha hecho proverbial entre sus detractores con una gran parte de la culpa achacable -todo hay que decirlo- a la propia formación por sus inconexos pactos, o sus giros de un punto cardinal a otro, Cs está siendo estas semanas pararrayos de la radiactiva tormenta desatada en su contra desde sectores políticos, empresariales y mediáticos que le reclaman que le dé a Pedro Sánchez aquello que el presidente en funciones no está dispuesto a propiciar, esto es, la abstención sin contrapartida a un aspirante resuelto a renovar la investidura Frankenstein con los compañeros de viaje que hace un año -podemitas e independentistas- desalojó a Rajoy de La Moncloa. Fiado a esa alianza, el PSOE refrenda acuerdos en ayuntamientos y autonomías tras las elecciones administrativas del 26 de mayo, y apalabra la reinvestidura Sáncheztein.

El rapto de Navarra por el nacionalismo, bajo una presidenta socialista títere como María Chivite, jalona la traición al constitucionalismo y también, por qué no decirlo, a quienes sacrificaron su vida a esta causa. Entre ellos, muchos socialistas a cuyos familiares habrán helado la sangre, como aventuró la madre de los Pagaza en su premonitoria carta a Patxi López. En su ambición de poder, el PSOE se somete a las horcas caudinas de Bildu. Merced a ello, el brazo político de ETA es maquillado por un PSOE que habilita a un asesino confeso como Otegi, como el jueves en TVE, inhabilitado por la Justicia.

No se dirimía una cuestión de libertad de expresión, sino cómo se supeditan los instrumentos del Estado a los intereses de un presidente en funciones que devalúa la Abogacía del Estado a la condición de Abogacía del Gobierno y que presiona al Tribunal Supremo para que dicte una sentencia sobre la tentativa de golpe de Estado del 1-O que favorezca una solución política. Con un proceso separatista en marcha, Sánchez usa como correvedile al buscón don Zapatero, menos digno que el pícaro quevediano. Transita de reunirse en un caserío con Otegi a telefonear a la cárcel a Junqueras, cuando le dejan tiempo sus servicios a la satrapía de Maduro. Nadie supondrá que Zapatero es un espontáneo que va por libre. Allana lo que está por venir. Si Zapatero legalizó al partido de ETA con sus trapacerías con el Tribunal Constitucional, donde consumó las injerencias que hoy perpetra con el Supremo, y Sánchez lo legitima para valerse de sus escaños en Pamplona y Madrid, ahora se legitima el 1-O y pronto se legalizará parte de sus demandas para que no precisen volver a hacerlo, como alardearon en su alegato ante el Supremo.

Todo ello a expensas de que Sánchez resuelva su porfía con Pablo Iglesias por empotrar ministros de Podemos en un Ejecutivo de coalición, como en Valencia o en Baleares. Pero Sánchez lo rehúye como gato escaldado por su mala venta en Europa, así como porque el PNV no desea ser pagafantas de una entente nociva para una economía al ralentí. A la captura de los 53 escaños que le faltan, Sánchez cimenta su reinvestidura con el PNV. Habiendo sido palanca de la catapulta que propulsó el golpe de mano contra el PP, el PNV es ahora el tractor -debe ser con el remolcador que le prestó el incauto Rajoy a Aitor Esteban- de la abstención del eje ERC-Bildu y tal vez del partido del prófugo Puigdemont (Junt per Cat) para revalidar a Sánchez.

Pese a este correlato que habla por sí solo, una epidemia de miopía tan contagiosa como la que el Nobel Saramago retrata en su Ensayo sobre la ceguera se apodera de sectores empeñados en negar esta verdad incómoda y dispuestos a alimentar el prejuicio. "Cuando los hechos y los datos cambian, yo cambio de opinión, ¿qué hace usted?", se preguntaba Keynes aludiendo a la ceguera de las élites de su tiempo. "Nunca ocurre -sentenciaría- lo imprevisto, sino lo no pensado".

Es evidente que, aun habiendo hecho campaña contra Sánchez, lo que premió el electorado al mejorar su representación de 32 a 57 diputados, el principio de realidad hubiera forzado un acuerdo del partido naranja con el PSOE, de igual modo que el PSD se replanteó su negativa a la gran coalición tras hacer bandera de lo contrario. Pero, al escrutarse las urnas, entendió que era la fórmula que mejor garantizaba la estabilidad en un momento peliagudo para la locomotora europea. Es más, si Sánchez hubiera rescatado el centón de folios del malogrado Pacto del Abrazosuscrito con Rivera en 2016, cuando la suma de votos no daban para la mayoría que hoy sí dan, y lo hubiera puesto sobre la mesa como base de entendimiento, es palmario que Rivera no le hubiera quedado otra que dar su consentimiento.

Pero Sánchez ni lo ha hecho ni ha querido caminar en una dirección que hubiera sido la más adecuada para España. Al contrario, debiendo elegir entre Cs y el PNV, ha preferido a los segundos, quienes -conviene recordarlo- dejaron tirado a Rajoy para que no saliera adelante una moción de censura instrumental para convocar elecciones inmediatas, como argüía Rivera para aprovechar la debilidad extrema del PP tras la sentencia de Gürtel que amortajó a Rajoy. Así, Sánchez marcha al encuentro de quienes quieren demoler el régimen constitucional de 1978 -hacha etarra incluida- y fragmentar su integridad territorial. Temerario, reanuda la estrategia suicida que Zapatero hubo de interrumpir en 2011 por la crisis económica y que Sánchez paralizó para que su claudicación de Pedralbes ante Torra no frustrara su necesidad imperiosa de refrendar en las urnas lo conseguido por un atajo.

En 2016, Sánchez buscó a Rivera para edulcorar un pacto a tres con Podemos, pero la avaricia de Iglesias por dar un sorpasso al PSOE le hizo romper el saco, y tres años después lo hace para culparle de tener que echarse en brazos de sus socios de moción de censura. Como si fuera ajeno a su voluntad lo que persigue con denuedo. Una estratagema tan burda como eficaz, como se aprecia en el sondeo de este domingo de EL MUNDO, en una modernidad, más que líquida, como estableció Zygmunt Bauman, gaseosa.

Después de acusársele con reiteración a Peter Pan Rivera de no sacudirse del síndrome que impide aceptar las responsabilidades propias de la edad adulta y de no saber qué deseaba ser de mayor, en cuanto ha tratado de sustanciar un proyecto que no se limite a ser un partido bisagra -lo que tiene su sentido en un bipartidismo imperfecto como el que ha disfrutado España desde la restauración democrática, pero no entre bloques difíciles de cohesionar entre sí a causa de la fragmentación-, el líder naranja afronta la mayor crisis de su partido desde su fundación.

Si ya es espinoso asentar una fuerza política en las arenas movedizas del centro político, en medio de la confluencia de la derecha y la izquierda -CDS y UPyD lo padecieron-, Rivera experimenta una campaña de desestabilización del PSOE que martillea un eslabón clave del centro derecha para que no se conforme una oposición sólida y con posibilidades de reemplazarle en La Moncloa, así como la incomprensión de quienes se han erigido en sector crítico por razones más o menos confesables.
Estos últimos no terminan de entender que, en este brete, la cosa no va de liberales o socialdemócratas, sino de cómo frenar al independentismo y al neocomunismo populista, razones de ser de los naranja. Quién no entienda que ahí estriba el quid de la cuestión es porque no quiere ver lo que tiene delante o enreda para desviar la atención.

Así, cual tormenta perfecta, confluyen en su contra, como pieza a batir, desde Macron movido por Sánchez a Valls tras la fallida operación conjunta para conquistar la Alcaldía de Barcelona, pasando por algunos padres fundadores de la formación que primero se opusieron a que se constituyera en partido, limitándose a ser una especie de corriente de opinión constitucionalista que sujetara la deriva nacionalista del PSC, y luego a que saltara de los límites de Cataluña, y acabando con la salida de miembros de su ejecutiva como el diputado Toni Roldán, hijo de un histórico del PSOE como Santiago Curri Roldán y hoy bajo la égida profesoral de Francesc de Carreras y política de Luis Garicano.

En definitiva, una conjunción variopinta que, a resultas de ello, forjaría un orden político que eternizara al PSOE con su cohorte de socios, reduciendo el papel de la oposición a testimonial, de modo que se debata entre la impotencia y la condena moral.

Atendiendo a algunos episodios y protagonistas, viene a la memoria cómo el PSOE erosionaba a Suárez gracias a la labor de zapa de los barones-termitas de la UCD. Era la época en que el ministro de Justicia, Francisco Fernández Ordóñez, gran modernizador de España por otra parte, se ausentaba de los Consejos de Ministros para hacerle confidencias telefónicas al jefe de la oposición, Felipe González, del que luego sería ministro de Exteriores, y que aparecían en letras de molde en un conocido diario. Su compañero de gabinete, el liberal Joaquín Garrigues, gustaba decirle: "Paco, cuántas veces nos has traicionado hoy". Y Pacordóñez sonreía cual pillo cogido in fraganti en una travesura.

De hecho, en la reunión con el Rey posterior a la dimisión de Suárez, González se ofreció a formar Gobierno, pese a que le faltaban casi 50 escaños para la mayoría absoluta y UCD tenía 40 más. Contaba con varios diputados tránsfugas de UCD, como Fernández Ordóñez, que pasó de director del INI con Franco a ministro de González. Tentativa que no hay que descartar por parte de Sánchez para maquillar su pacto de investidura.

En este desbarajuste, peor que ser una veleta, es perderla en el extravío de una España que no sabe por dónde le viene el aire. Para ello, en vez de coronarla con la silueta de un gallo francés, Rivera debe plantar un pararrayos que soporte los chuzos que le van a caer tanto con un Ejecutivo Sáncheztein como si hay elecciones. En un caso, para justificar la anomalía; en otro, para culparlo de ir otra vez a las urnas. Como aquel atribulado veraneante que no tuvo modo de que le dejaran en paz, por mucha que fuera su amabilidad e interés en congraciarse con quienes, si no alcanzaban a verlo desnudo con gafas, tiraban de anteojos.


                                                                                     FRANCISCO ROSELL   Vía EL MUNDO

sábado, 29 de junio de 2019

Así dejó morir Macron la reforma de la Eurozona

En menos de dos años Emmanuel Macron ha pasado de prometer remover todos los cimientos de la Eurozona a conformarse con una reforma cosmética de la misma


Foto: Emmanuel Macron, presidente galo. (Reuters)

Emmanuel Macron, presidente galo. (Reuters)


La primera luz del día llegó a Luxemburgo el viernes 14 de junio con un mensaje de la delegación francesa: se había alcanzado un acuerdo para un "genuino" presupuesto de la Eurozona. Unas horas después, Bruno Le Maire, ministro de Finanzas francés, salía a rueda de prensa con su homólogo alemán Olaf Scholz para anunciar una "mini revolución", un gran acuerdo para la zona euro. En realidad, se estaba ante la certificación de la muerte del sueño de la gran reforma dibujada por Emmanuel Macron cuando llegó a la presidencia francesa en 2017.

La historia de cómo se desmoronó toda la ambición francesa respecto a una gran reforma de la Eurozona es la del aprendizaje de cómo funciona Europa, una lección que ha durado dos años y que termina con un resultado muy preocupante para la UE: la zona euro necesita un presupuesto que realmente funcione y ni lo tiene ni está previsto que lo logre próximamente. Francia, con la necesidad política de cantar victoria, celebró el viernes 14 de junio un acuerdo que sabía que no cumplía con los requisitos mínimos. España, ya prácticamente sola defendiendo una reforma más ambiciosa, tuvo que acabar conformándose con que sus posiciones no quedaran totalmente exterminadas.

De los inicios a Meseberg


El que había sido ministro de Finanzas del denostado socialista François Hollande había ganado las elecciones francesas contra todo pronóstico, destrozando el sistema de partidos tradicionales y ganando el pulso en segunda vuelta a la extrema derecha de Marine Le Pen. En la noche de su victoria, Macron salió a dar un discurso acompañado del himno de la Alegría y de banderas europeas.

El nuevo líder galo esperó a las elecciones alemanas y dos días después, a finales de septiembre, realizó uno de los numerosos discursos llenos de pompa y lírica a los que comenzó a acostumbrar a franceses y europeos. En este, celebrado en la Sorbona, Macron pidió un presupuesto de la Eurozona y un superministro de Finanzas para la zona euro.



Discurso de Emmanuel Macron en la Sorbona de París. (EFE)
Discurso de Emmanuel Macron en la Sorbona de París. (EFE)

El presidente francés sabía que si quería lograr la reforma de la UE de la que hablaba debía convencer a Berlín, y a ello dedicó los nueve meses siguientes. Todo parecía estar a favor de Macron: una Angela Merkel que ya pensaba en su retirada había tenido que pactar con los socialdemócratas, que en el acuerdo de Gobierno le obligaron a incluir decenas de referencias a Europa y a la colaboración con París. Pero Berlín seguía siendo Berlín, difícil de convencer para que comparta ningún riesgo.

En junio llegaría el acuerdo de Meseberg, un muy pequeño paso hacia delante para la Eurozona, y para muchos un muy mal augurio. Para alcanzarlo Alemania logra que Francia ceda en un campo clave al comprometerse a dar mayores poderes al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), en un cuerpo a cuerpo con la Comisión Europea para arrebatarle al Ejecutivo comunitario parte de las competencias en la supervisión económica. Los nórdicos están a favor de ello: acusan continuamente a Bruselas de realizar una interpretación demasiado flexible de las normas y preferirían al MEDE, un organismo intergubernamental y que no rinde cuentas al Parlamento Europeo, al frente del control a las capitales.

Para lograr un compromiso con Berlín, París también permite que en el documento se haga una sola mención al Fondo de Garantía de Depósitos (EDIS), una pata fundamental de la Unión Bancaria, y solo como un elemento sobre el que trabajar en el futuro. De hecho solo se le nombra en el contexto de una vaga referencia a la hoja de ruta acordada por el Ecofin en junio de 2016 y que terminó, de forma efectiva, con el debate del EDIS y lo metió en un congelador hasta hoy. Ahora altas fuentes europeas explican que toda la ambición que queda en el EDIS es el intento por "mantenerlo con vida" a pesar de ser un elemento crucial de la Unión Bancaria.




A cambio París obtuvo de Berlín un pequeño avance en la idea de un embrión de presupuesto de la Eurozona. Se logró que en el texto se señalara el objetivo de un instrumento presupuestario para la "competitividad, convergencia y estabilización". Esa última frase era la clave. Un verdadero presupuesto de la Eurozona con función estabilizadora es fundamental para poder ayudar a un determinado país que sufra un 'shock' económico. Porque en una unión económica y monetaria es cuestión de tiempo que acabe afectando a los demás. Y precisamente por ser clave rápidamente, un párrafo más tarde, a Merkel le tocaba echar agua: "el propósito del presupuesto de la Eurozona es la competitividad y la convergencia". Será esta última frase la que acabe teniendo un peso real.

El contraataque hanseático


Uno de los fallos más sonados de Macron desde que llegó a la presidencia francesa fue creer que bastaría con acordar las cosas con Alemania. Que el eje franco-alemán serviría para dar forma a la futura Unión Europea, que París arrastraría al sur y a las capitales más federalistas y Berlín a las nórdicas y ortodoxas. Un error de cálculo muy caro a largo plazo.

Buena parte de la ambición original del discurso de la Sorbona se quedó en el acuerdo de Meseberg, muy vago en el vocabulario, muy poco concreto, sin prácticamente una mención al EDIS, con un proyecto para presupuesto de la Eurozona sin cifra concreta y cuyos propósitos eran la "competitividad y la convergencia", sin mención a la estabilización. Pero mientras Macron se dejaba su capital político europeo en discusiones interminables con el Gobierno alemán, algo estaba ocurriendo al norte. Hacía un año que el Reino Unido había iniciado negociaciones con la Unión Europea para abandonar el bloque, y desde entonces un grupo de países ortodoxos y opuestos a una mayor integración económica se sentían huérfanos. Ya no tenían al hermano mayor tras el que esconderse.

Por eso Países Bajos inició un movimiento en febrero de 2018, mientras Macron se desgastaba contra Berlín, con el que aglutinó en un principio a ocho países contrarios a una mayor integración. Así nació la llamada "Nueva Liga Hanseática" en referencia a la alianza comercial y defensiva de un grupo de países del norte de Europa con capital en Lübeck (Alemania) que dominó los mares del norte hasta después de 1450.


Mark Rutte, primer ministro de Países Bajos. (EFE)
Mark Rutte, primer ministro de Países Bajos. (EFE)

Nadie fue realmente consciente del potencial de su potencial hasta la firma del acuerdo de Meseberg. Solo unos días después de que se cerrara el pacto de mínimos, esta alianza lo hundió en el Eurogrupo y después lo remató en una reunión de jefes de Estado y de Gobierno.

La cumbre de unos días después dejó claro que las ideas de Macron empezaban a agonizar en un ambiente abiertamente contrario. El mantra que se había escuchado durante la crisis se volvió a repetir: primero reducir riesgos, y luego, si eso, compartirlos. Pero la realidad es que los países del sur llevaban años reduciendo sus riesgos, como demuestra el descenso de créditos morosos en sus sistemas bancarios, y a cambio ha llegado muy poca solidaridad a la hora de compartirlos.

Con el acuerdo de Meseberg ya prácticamente ahogado los líderes se citaron para una nueva cumbre en diciembre, sin hacer prácticamente mención al presupuesto de la Eurozona, sin hablar del EDIS, sin poner sobre la mesa ninguno de los asuntos realmente cruciales que Macron había propuesto reformar.




El camino hacia la cumbre de diciembre está resumido en una cena el 23 de noviembre en el número 139 de la Rue de Bercy en París. En la séptima planta del edificio cenan Le Maire junto a su homólogo holandés, Wopke Hoekstra. El francés pide que entren dos periodistas y entonces explota contra Hoekstra, acusándole de estar destruyendo la Unión. La frustración es total en el Gobierno francés.

La cumbre del euro de diciembre constató un bloqueo total, un choque de visiones. Llegaba después de que el Eurogrupo fuera incapaz de lograr un acuerdo a nivel ministerial ni siquiera sobre las ambiciones ya aguadas del texto de Meseberg. En diciembre quedó claro que una parte de la UE no quería ni oír hablar de lo que para la otra mitad era un asunto clave. En aquel momento encargaron a sus titulares de Finanzas seguir trabajando en busca de un acuerdo de cara a junio en lo referente al presupuesto de la zona euro, una patada hacia delante que constataba la ausencia absoluta de voluntad política. El hecho de que no se mencionara la estabilización y que ya se diera por hecho que el futuro presupuesto de la zona euro formaría parte del Marco Financiero Plurianual (MFP) de la UE para los próximos siete años marcó el principio del fin.


Macron charla con la canciller alemana en el último Consejo Europeo. (EFE)
Macron charla con la canciller alemana en el último Consejo Europeo. (EFE)


La hora de los conformistas


En los siguientes seis meses Francia empezó a conformarse con salvar los pocos muebles que quedaban de sus planes originales y España, que se mantenía ambiciosa respecto a un presupuesto con función estabilizadora, empezó a quedarse sola, incluso llegando a mostrarse dispuesta a bloquear las conversaciones si no se iba a trabajar por un presupuesto real. Priorizando siempre la buena relación con Alemania antes que un proyecto a largo plazo para la UE, París envenenó el futuro de la Eurozona.

El viernes 14 de junio, Francia priorizó cantar victoria, por muchas razones, antes que seguir trabajando en el sentido correcto

En febrero, un documento interno de trabajo franco-alemán todavía menciona la posibilidad de que el futuro presupuesto reciba contribuciones de los Estados miembros a través de acuerdos intergubernamentales, lo que daría cierta flexibilidad y autonomía al instrumento. Los hanseáticos se niegan en redondo y Francia, cometiendo seguramente el mayor error en todo el proceso, decide dejarlo caer, aunque privadamente sigan hablando de esa posibilidad.

En marzo, Emmanuel Macron dio una nueva demostración de lírica y pompa, como la de aquel discurso de la Sorbona, cuando tras meses encerrado en las conversaciones franco-alemanas que estaban dilapidando su capital político europeo decidió "mandar" una carta a los ciudadanos de toda la Unión, un mensaje dirigido a ellos, en primera persona. En esa carta, publicada en casi todos los idiomas, Macron ni siquiera pelea por la reforma de la Eurozona. Parece una guerra perdida.




El viernes 14 de junio, Francia priorizó cantar victoria, por muchas razones, antes que seguir trabajando en el sentido correcto. España aseguró que no todo estaba perdido. Pero lo cierto es que de la reforma de la Eurozona, ese ambicioso sueño expresado por Macron hacía menos de dos años, quedaban pocas cosas.

La "mini-revolución" de la que habló Le Maire era más mini que revolución: en el acuerdo cerrado por el Eurogrupo no había ni una mención al instrumento estabilizador, solo a la convergencia y la competitividad. En conclusión: aunque las fuentes francesas se apresuraron a señalar que era un acuerdo para un "genuino" presupuesto de la Eurozona, lo cierto es que, como señalaban fuentes españolas días antes del encuentro, si no hay estabilización no es un presupuesto. En realidad el documento acordado en el Eurogrupo es un acuerdo que deja descontentos a todos.

La victoria ha sido para los ortodoxos. En diciembre, una fuente diplomática holandesa explicaba que su objetivo era que el presupuesto para la zona euro acabara siendo algo que ya existe pero cambiando el nombre. Y es justo eso lo que muchas voces señalan que ha ocurrido: aunque algunos hablan de un primer paso, otros señalan que existen muy pocas diferencias respecto a los fondos estructurales que ya existen. "Eso es lo que los fondos estructurales hacen", ayudar a la convergencia y la competitividad, explica Gregory Claeys, investigador del 'think tank' económico Bruegel.

El presupuesto formará parte del Marco Financiero Plurianual (MFP) para los próximos siete años y tendrá un peso estimado de unos 17.000 millones de euros, una cifra muy inferior a la que muchos consideran necesaria, y se toma como punto de salida un instrumento que propuso la Comisión Europea con unos 25.000 millones de euros para toda la Unión Europea.


Los ministros alemán y francés en el último Eurogrupo. (Reuters)
Los ministros alemán y francés en el último Eurogrupo. (Reuters)

Al final Francia ha priorizado cantar victoria. Con un Macron cansado, con un capital político europeo prácticamente gastado en esta batalla, París decidió que era mejor asegurar que el acuerdo era bueno antes de cerciorarse de que, de verdad, el texto dejaba rendijas para que en el futuro se pueda construir un verdadero presupuesto de la Eurozona. Muchas voces creen que era mejor no llegar a un acuerdo antes que permitir que se cerrara un trato mediocre negro sobre blanco que pudiera condicionar una futura reforma de la Eurozona.

Durante un tiempo España apostó por la idea de que era mejor no contar con un acuerdo que aceptar un texto mediocre o que no cumpliera con los mínimos. Pero al final, España sola y bastante abandonada por la voluntad francesa de cerrar un trato a cualquier precio, acabó cediendo.

El Consejo Europeo se reunió la semana pasada y solo ratificó el acuerdo del Eurogrupo. Fuentes diplomáticas señalaban que países del norte incluso buscaban aguar todavía más la declaración cerrada por los ministros el 14 de junio. Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, defendió que había "avances muy significativos". Aunque sabe que no, que eso no es verdad, España se había quedado sola pidiendo más ambición.




Es cierto que es un primer paso, pero hay muchas razones para crear que la jugada no va a salir bien. En la UE muchas veces hay que generar un pequeño espacio y prepararse para que eso vaya ensanchándose en tiempos de la necesidad. Porque Europa solo arregla el tejado lleno de agujeros cuando la tormenta arrecia, no sabe reformar su techo cuando brilla el sol.

Pero el espacio es demasiado pequeño, la postura es demasiado hierática, el análisis es muy malo. Hay pocas esperanzas de que el pequeño embrión acordado el viernes 14 de junio vaya a ser un presupuesto para la Eurozona, ni siquiera cuando lleguen tiempos de crisis. "Esto no es un presupuesto para la Eurozona, es una línea dentro del presupuesto de la UE", critica el investigador de Bruegel.

Antes de que llegara el peor momento de la crisis ya intentó generarse un mecanismo de estabilidad dentro del MFP, como recuerda Claeys. "Inmediatamente supimos que no funcionaría", señala. Fue el Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera (EFSM), que rápidamente fue descartado precisamente porque no contaba con la potencia suficiente, y acabó en una basura para la creación de un órgano con un acrónimo muy parecido que fue el origen del actual Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE). Es decir, la experiencia dice que los instrumentos dentro del MFP no funcionan porque tienen unas limitaciones muy marcadas que evitan que sean útiles durante los tiempos de crisis.

Es cierto que no importa realmente el tamaño del presupuesto, aunque sean 17.000 millones, si se crean las estructuras necesarias para luego enchufar más fondos. Pero el error llegó cuando Francia dio por vencido un acuerdo intergubernamental para darle más financiación. Es cierto que quedan seis meses por delante, pero la experiencia invita a ser muy pesimistas.


Mário Centeno, presidente del Eurogrupo. (EFE)
Mário Centeno, presidente del Eurogrupo. (EFE)

La reforma del MEDE también deja mucho que desear. Lo que se buscaba era que el mecanismo pudiera entrar a funcionar antes de que un país sufriera una crisis mayúscula; como, por ejemplo, si afrontaba problemas de liquidez, que consiste en la flexibilización de las líneas de crédito precautorias.

Actualmente, el acceso a una línea de crédito precautoria está condicionada a la firma de un Memorando de Entendimiento (MoU). Esta ayuda no está prevista para una economía que atraviesa un total derrumbamiento, sino problemas puntuales de liquidez, 'shocks' fuera de su control. El MoU, sin embargo, incluía una serie de condiciones y limitaciones que hacían prever que muchos países no pidieran ayuda al MEDE hasta que fuera demasiado tarde, para evitar así perder soberanía económica.

Las novedades (y buenas noticias) es que ahora el MoU se sustituirá por una "carta de intenciones" y los criterios para la elegibilidad de una línea de crédito precautoria serán 'ex ante', de forma que el país se compromete a seguir cumpliendo ese criterio durante el programa. "La idea es que necesitamos que sea más suave que un programa normal del MEDE, que es muy intrusivo, necesitamos algo que intervenga antes de que la situación empeore", explica Claeys.




La mala noticia es que esas condiciones 'ex ante' son muy duras. Hoy por hoy solo un pequeño grupo de países tendría acceso a estas líneas, y ni Francia, ni España, ni Italia son ninguno de ellos. Por ejemplo, una de las condiciones es cumplir con el objetivo de un nivel de deuda pública por debajo del 60%. Unos diez países de los diecinueve de la Eurozona no podrían pedir estas líneas del MEDE.

Además, existen algunos miedos de que no quede lo suficientemente claro que un programa precautorio del MEDE sea suficiente para que el Banco Central Europeo (BCE) haga uso de un programa OMT para comprar deuda soberana de un Estado miembro que atraviesa serios problemas a cambio de un programa del MEDE, un arma crucial para el futuro de la Eurozona que Frankfurt todavía no ha tenido que usar.

Pero Macron y Le Maire parecen estar diciendo adiós a una batalla con un botín más bien limitado: un presupuesto de la Eurozona que no lo es, una reforma del MEDE que tiene varios puntos problemáticos, además de una desaparición total del EDIS en todas las negociaciones para el futuro de la zona euro.


                                                                              NACHO ALARCÓN   Vía EL CONFIDENCIAL

El tren de la Amazonía ya ha salido. Próxima parada, Alemania














Desde el lunes 17 de junio, el sínodo de la Amazonia, convocado en Roma para el próximo mes de octubre, tiene su “Instrumentum laboris”, el documento base sobre el que debatirá. Ocupa 59 densas páginas, pero bastan estas pocas líneas de su párrafo 129 para comprender adónde quiere llegar Francisco:

“Afirmando que el celibato es un don para la Iglesia, se pide que, para las zonas más remotas de la región, se estudie la posibilidad de la ordenación sacerdotal para personas ancianas, preferentemente indígenas, respetadas y aceptadas por su comunidad, aunque tengan ya una familia constituida y estable, con la finalidad de asegurar los Sacramentos que acompañen y sostengan la vida cristiana”.

La última vez que el papa había previsto esta meta había sido en la rueda de prensa del avión de vuelta de Panamá, el 27 de enero de 2019, cuando a la pregunta: “¿Permitirá la ordenación sacerdotal de hombres casados?”, respondió, primero, repitiendo con Pablo VI: “Prefiero dar la vida antes que cambiar la ley del celibato”, pero inmediatamente después admitió dicha posibilidad “en las zonas más remotas” como en las “islas del Pacífico” y “tal vez” en la Amazonia y “en muchos otros lugares”. Y acabó recomendando la lectura de un libro del obispo Fritz Lobinger que lanza, entre otras, la idea – “interesante” según Francisco– de ordenar a hombres casados concediéndoles sólo el “munus”, la tarea, de administrar los sacramentos, no también la de enseñar y gobernar, como sucede en cambio en cualquier ordenación.

Lobinger, de 90 años, fue obispo de Aliwal, en Sudáfrica, de 1988 a 2004. Pero nació y creció en Alemania, donde aún vive. Y no es el primer obispo o teólogo alemán del que se ha servido Jorge Mario Bergoglio en estos últimos años para aumentar la atención y el consenso a la ordenación de hombres casados, con la Amazonia como campo de pruebas.

Antes de él se pueden citar el teólogo y maestro espiritual Wunibald Müller, con el que Francisco tuvo en 2015 un intercambio de correspondencia precisamente sobre este tema, que hizo público el propio Müller.

Pero sobre todo hay que recordar al obispo emérito de la prelatura brasileña de Xingu, Erwin Kräutler, de 80 años, austríaco, miembro del consejo preparatorio del sínodo de la Amazonia, que en varios encuentros con el papa siempre ha recibido por parte de este cálidos ánimos para luchar por este resultado, ahora como miembro del consejo preparatorio del sínodo.

Por no hablar del cardenal Cláudio Hummes, de 85 años, brasileño pero de familia alemana, desde hace años también él claro defensor de la ordenación de hombres casados, presidente de la red eclesial panamazónica que une a 25 cardenales y obispos de los países de esa región, y que el papa ha querido como relator general del sínodo.

Todo con la indefectible bendición del más amado, por Bergoglio, de los cardenales y teólogos alemanes, Walter Kasper, de 86 años, el cual, en una reciente entrevista al periódico “Frankfurter Rundschau”, ha dicho que Francisco espera poder firmar una decisión del sínodo favorable a la ordenación de hombres casados.

El eje entre el papa argentino y Alemania no sólo caracteriza este sínodo de la Amazonia. Tiene también un antes y un después.

El “antes” ha sido la génesis del doble sínodo sobre la familia.

Cuando Bergoglio, elegido papa hacía menos de un año, confió al cardenal Kasper la relación introductoria del consistorio de febrero de 2014 y Kasper apoyó precisamente la concesión de la comunión eucarística a los divorciados que se han vuelto a casar, el destino del sínodo sobre la familia ya estaba escrito.

Ese sínodo, en sus dos sesiones de 2014 y de 2015, se dividió verticalmente en dos sobre esta cuestión, pero Francisco decidió llegar a la meta prefijada a pesar de todo e imponiendo su autoridad, aunque fuera mediante la ambigua nota a pie de página de la exhortación postsinodal “Amoris laetitia”.

A partir de entonces, cualquier obispo del mundo puede autorizar, en su diócesis, la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar, por la que habían luchado los primeros, en los años noventa, algunos obispos de Alemania, con Kasper a la cabeza, a los que se enfrentó con firmeza el papa Juan Pablo II y el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la congregación para la doctrina de la fe.

Después del doble sínodo sobre la familia en el Vaticano hubo un intermedio, también este con perfume de Alemania y, más concretamente, de la ciudad de la Suiza alemana llamada Sankt Gallen, sede de encuentros, antes y después del 2000, de ese club de cardenales progresistas -futuros grandes electores de Bergoglio al papado- que tenía en los alemanes Karl Lehmann y Kasper y en el italiano y jesuita Carlo Maria Martini sus exponentes de relieve.

Se trataba de decidir el argumento del sínodo sucesivo y en la agenda del papa Francisco estaba en el primer puesto la cuestión de la ordenación de hombres casados.

Es decir, otro de esos “temas sinodales” que el cardenal Martini había propuesto afrontar en una serie de sínodos sucesivos, en su memorable intervención en el sínodo de 1999 en la que enumeraba:

“La falta de ministros ordenados, el papel de la mujer en la sociedad y la Iglesia, la disciplina del matrimonio, la visión católica de la sexualidad…”.

Bergoglio, sin embargo, eligió dejar pasar el tiempo y asignó al sínodo programado para octubre de 2018 el tema de los jóvenes, con la intención de discutir en él, eventualmente, “la visión católica de la sexualidad”, incluida la homosexualidad.

Pero esto no sucedió por una decisión prudencial, tomada sobre la marcha, del propio Bergoglio, y el sínodo sobre los jóvenes acabó siendo uno de los más aburridos e inútiles de la historia.

Pero estaba en programa para el 2019 el sínodo especial de la Amazonia. Y aquí se ha retomado plenamente la agenda de Martini, no sólo con la ordenación de los hombres casados prácticamente decidida antes de que inicie el sínodo, sino incluso con un deseo enigmático, presente también en el párrafo 129 del ”Instrumentum laboris”, a saber: “identificar el tipo de ministerio oficial que puede ser conferido a la mujer”, que no será el “diaconado femenino”, que el papa Francisco ha pospuesto para que sea objeto de una “profundización ulterior”; pero un “ministerio” debería haber, tal vez sacramental.

Pero no acaba aquí. Porque el sínodo de la Amazonia tendrá también un “después”. Y lo tendrá precisamente en Alemania.

El pasado mes de febrero la conferencia episcopal alemana, reunida en su asamblea plenaria en Lingen, ha puesto en marcha un sínodo nacional con tres “foros” preparatorios sobre los temas siguientes:

- “Poder, participación, separación de poderes”, presidido por el obispo de Spira, KarlHeinz Wiesemann;
- “Moral sexual”, presidido por el obispo de Osnabrück, FranzJosef Bode;
- “Forma de vida presbiterial”, presidido por el obispo de Münster, Felix Genn.

Está de nuevo en marcha la agenda Martini y en las relaciones introductorias de la asamblea plenaria de Lingen se ha dicho “apertis verbis” que se quiere llegar a legitimar los actos homosexuales (objetivo que no se ha cumplido en el sínodo sobre los jóvenes) e introducir la ordenación de los hombres casados en Alemania (por lo tanto, no sólo en las remotas periferias de la Iglesia como la Amazonia).

También se ha insistido a fin de que para dichas decisiones baste un voto de mayoría, sin que una minoría pueda bloquear su entrada en vigor y sin que sea necesario el vía libre por parte de la Iglesia católica en su conjunto.

Todo hace entender que Francisco no ha puesto objeciones a este programa de la Iglesia de Alemania, una de las Iglesias más desastrosas del mundo, con todos los índices bajando en picado, menos el de la riqueza económica. Y que sin embargo ha sido promovida por Bergoglio como faro de su pontificado.



                                              Sandro Magister
       Vía Católicos ON LINE 

¿La nueva política era el reparto de cargos?

Los votantes de Ciudadanos, Podemos y Vox han descubierto que los dirigentes a los que votaron no eran nuevos; eran viejos con un discurso oportunista

Iván Espinosa de los Monteros, portavoz de Vox en el Congreso, junto a Acompañado de la diputada Macarena Olona y el vicesecretario de Presidencia, Enrique Cabanas

Iván Espinosa de los Monteros, portavoz de Vox en el Congreso, junto a Acompañado de la diputada Macarena Olona y el vicesecretario de Presidencia, Enrique Cabanas Europa Press


La nueva política, esa que venía a arreglarnos la vida a todos, se ha quedado en un empeño por ocupar cargos públicos. Lo que debía haber sido un proceso para la negociación de programas con reformas y estilos distintos entre viejos y nuevos partidos en coaliciones cantadas, en aras a cumplir con el propósito de cambiar las cosas, se ha transformado en un mercadeo de puestos.

Es en ese ámbito, y no en el debate de programas, donde los dos partidos tradicionales, el PSOE y el PP, tienen las de ganar, como se ha visto en el Ayuntamiento de Madrid. Saben que si se traslada a la opinión pública la verdad, que los nuevos quieren ministerios, consejerías y concejalías, quedan totalmente engullidos en ese magma raro que llamamos “establishment”. Los nuevos entran en el juego del reparto y el personalismo, para luego, ya colocados, acordar la letra del programa. Esto deteriora la imagen del nuevo, ese mensajero sensacionalista con vocación de profeta.

Lo sabía Ciudadanos, y por eso retrasó su participación directa en los gobiernos hasta 2019. Conocían que la acción de gobierno es un obstáculo para su discurso virtuoso, especialmente cuando se tiene vocación de centro y ha de pactarse a izquierda y derecha. Tiene menos coste electoral si solo se firma un pacto de investidura que si se asumen responsabilidades. En gran parte este es el origen de la crisis actual de Cs: pasar de apoyo externo a partícipe gubernamental con el PSOE y el PP, en todo el mapa español, y pretender que no tenga coste.
Ahora que el verbo se ha hecho carne, la perspectiva ha cambiado, y la crítica deja de ser el pegamento cuando toca asumir responsabilidades, riesgos y ser consecuente con la palabra dada
Todo iba bien mientras solo se pactaban programas, porque se podía apretar a Cifuentes en Madrid y, a la vez, taparse la nariz con Susana Díaz en Andalucía. En realidad, es la misma actitud de Arrimadas en Cataluña en 2017: qué buena oposición, pero a la hora de verdad, cuando podría presentar simbólicamente una investidura y defender una alternativa en positivo al nacionalismo, hizo aguas. 

Así, en el momento que el verbo se ha hecho carne, la perspectiva ha cambiado. La crítica deja de ser el pegamento de una formación que se constituyó con fichajes del PP, PSOE, UPyD, independientes e, incluso, un ex primer ministro francés, cuando toca asumir responsabilidades, riesgos y ser consecuente con la palabra dada. Cs ha pactado con el PSOE en Castilla-La Mancha; a regañadientes, impuesto por Rivera, en Castilla y León; a empujones en Murcia; y se ha repartido alguna ciudad, como Palencia y Melilla, en plan multipropiedad. Del mismo modo, en una vuelta de tuerca, Cs ha preferido una alcaldía independentista en Barcelona a una de Colau, o que el sanchismo se eche en brazos de ERC y Bildu antes que proponer un pacto a su izquierda más inmediata, el PSOE.

Esta deriva de los nuevos no solo atañe a Ciudadanos. Ese empeño en tener cargos antes que un acuerdo de un programa renovador es muy señalado en Podemos y Vox. Puede atribuirse a bisoñez, pero no por eso deja de sorprender a los que creyeron en la fidelidad de sus palabras. Me refiero a esos votantes podemitas y voxistas que se encuentran que, en lugar de hablar de los principios que otros -léase PSOE y PP respectivamente-, tiraron por la cuneta de la traición, solo hablan de reparto de cargos. Sí; no eran nuevos, es que eran viejos con un discurso oportunista.
Cuando allá por 2016 Podemos condicionó el ‘gobierno de progreso’ a que le dieran canonjías y señoríos, ministerios sonados y teles públicas, comenzó su fin
Entre 2014 y 2018 irrumpieron con fuerza tres actores políticos con mensajes distintos pero una misma matriz: la denuncia de lo existente, y la imperiosa necesidad de su presencia para arreglar el régimen del 78. Podemos fue el primero porque cayó antes en desgracia el PSOE y contó con una buena ayuda televisiva. Luego se derrumbó el PP de Rajoy por la corrupción y Cataluña, y surgieron Cs y Vox, envolviéndose en las banderas de la honradez y la defensa de España. Ambos articularon, decían entonces, los principios que los populares habían despreciado.


En cuanto Podemos condicionó el “gobierno de progreso”, allá por el 2016, a que le dieran canonjías y señoríos, ministerios sonados y teles públicas, comenzó su fin. Su electorado, que soñaba con tomar el Palacio de Invierno y convertirlo en Shangri-La, se fue despertando y desesperando. Ciudadanos tomó nota, acordó no acceder hasta 2019 y se ha beneficiado, pero Vox sigue el mismo camino que los podemitas.

Los voxistas, o mejor, algunos de sus dirigentes, confundieron una mesa de negociación con un plató de televisión como hicieron Iglesias y compañía. Han quedado en evidencia exigiendo cargos, presencia, poder tangible y cobrable, para luego volver al origen del que nunca debieron salir, ese punto número uno que firmaron con el PP: que no gobierne la izquierda, que para eso fueron votados.


                                                                                JORGE VILCHES   Vía VOZ PÓPULI

viernes, 28 de junio de 2019

Burla de la prensa francesa a Valls: un ranking de "las mejores traiciones"

























En Francia ya conocen muy bien al actual concejal del Ayuntamiento de Barcelona Manuel Valls y su aterrizaje en Barcelona ha vuelto a despertar el interés por el ex primer ministro. 

Se han visto todo tipo de análisis durante las últimas semanas, pero hay una cosa que todavía no se había visto nunca: un ranking de sus "mejores traiciones".

Lo ha hecho la revista de entretenimiento y actualidad Brain Magazine y, en la presentación del listado, aseguran que Valls es "capaz de traicionar al mismo tiempo dos campos opuestos con los que había conspirado previamente para traicionar a uno tercero". "Manuel Valls ha devuelto a traicionar sus palabras, lo demuestra su reciente cambio de tendencia en el Ayuntamiento de Barcelona", constatan, en referencia al apoyo a Ada Colau.

Con este motivo, presentan una "retrospectiva de sus traiciones más bonitas", ironizan. En la lista hay actuaciones de Valls como su apoyo a Emmanuel Macron en la segunda ronda de las primarias al Elysée (cuándo previamente había dicho que daría apoyo al candidato más votado) o el alejamiento de François Hollande cuando este se hundía en las encuestas. En cuarta posición, está el apoyo a Colau.



                                                             Redacción El Nacional

Pecado y acción común; esto es política























Escribe Guardini en El Señor (220; 1963): “El pecado no es solo el incumplimiento de una norma, una ofensa al prójimo, sino un delito contra algo eterno, no solamente contra la ley moral, sino contra algo grande y valioso”. 

Y añade: “Es imposible acotar una acción (una cosa trae a la otra) todo forma una continuidad, y aun teniendo en cuenta la responsabilidad individual ha de hablarse más de trama formada por la culpabilidad humana que del pecado del hombre aislado”. 

Y esto nos conduce también a las estructuras de pecado a las que se refirió Juan Pablo II: «Si muchos y graves aspectos de la actual problemática social pueden explicar en cierto modo el clima de extendida incertidumbre moral y atenuar a veces en las personas la responsabilidad objetiva, no es menos cierto que estamos frente a una realidad más amplia, que se puede considerar como una verdadera y auténtica estructura de pecado, caracterizada por la difusión de una cultura contraria a la solidaridad, que en muchos casos se configura como verdadera ”cultura de muerte” (Evangelium Vitae)».

Con un añadido del propio Guardini: “La miseria y el sufrimiento son con frecuencia fruto del pecado”.

¿Pero cómo se puede abordar ese pecado organizado, estructural solo desde el individualismo? Simplemente no se puede. Por la propia naturaleza de la cuestión la respuesta individual, siempre necesaria como testimonio, inútil como franco tirador, no basta. Solo una respuesta cristiana colectiva, por tanto, política, es suficiente. 


Entre nosotros el uso de la palabra política se ha distorsionado hasta no expresar su realidad. La reducimos al partidismo político, a los debates, cada vez más desafortunados, que para nada reflejan la búsqueda del bien. Pero la política designa otra cosa. Se refiere al reino de lo que nos afecta a todos, lo colectivo, al logro del bien común y de los bienes comunes, y los bienes públicos. ¿Siendo así, entonces por qué tanta renuencia a promover una política cristiana?

Podemos y debemos debatir sobre cómo debe realizarse tal política basada en la concepción social de la Iglesia, y no quedará por falta de textos, pero no hay debate posible sobre el deber de intervenir, porque hacerlo es un deber cristiano, porque forma parte de su caridad. 

Y no es de ahora. Pio XI, en su discurso de 18 de diciembre de 1927, a la Federación Universitaria Católica Italiana -FUCI- declaró que la política, en cuanto atiende al interés de la entera sociedad constituye “el campo de la más amplia caridad, la caridad política”. El Papa estaba respondiendo a Mussolini, que había acusado a la FUCI de ir más allá del apostolado e incurrir en la actividad política. 

Después Juan Pablo II, Benedicto XVI, hasta llegar a Francisco, “la política es una de las formas más elevadas del amor, de la caridad. ¿Por qué? Porque lleva al bien común”, han reiterado el mismo enfoque, por otra parte, ampliamente desarrollado en el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia. No puede existir la más mínima duda sobre el deber católico de intervenir de manera conjunta en política.

El cómo depende de las condiciones de cada sociedad, pero no pueden omitirse en su planteamiento reglas fundamentales de la contienda política. Una, la existencia de una corriente social organizada que necesite de la expresión colectiva.

Otra regla es que debe estar en posesión de un relato capaz de llegar a los corazones y a las mentes, expresar un proyecto cultural, una forma de entender la vida, vincular el presente con el futuro y el pasado.

La política se puede realizar por dos vías. La de la democracia representativa, los partidos políticos, las elecciones, y la práctica parlamentaria. Es fundamental porque regula el poder, y está en crisis, porque en una medida variable pero cierta, la “idea de que no nos representan” es exacta. Lo que sucede es que esta omisión grave, también se debe en parte a una debilidad civil, de creer que la democracia se termina con el voto cada cuatro años, y que a partir de ahí uno se olvida y ya no debe interactuar políticamente. 

Esto ha contribuido -no lo ha configurado, pero sí lo ha incentivado- a la partidocracia. Los partidos como fin, y no el bien común. De otra parte los actuales partidos, al menos en el caso de España o son contrarios, o responden mal a las grandes categorías cristianas, aun en el caso que en aspectos concretos reclamen alguna inspiración de ella, al tiempo que niegan otras decisivas, relacionadas con el mandato del amor. ¿O es que alguien cree que la política de fundamento cristiano puede prescindir de su mandato central?

La otra vía es la de participación política, que no exige una organización partidista. 

Esta es buena ahora y aquí por diversas razones: 

A) Porque supera el debate partidista en el que algunos cristianos con distintas afiliaciones no se sienten bien acomodados. 

B) Permite acciones concretas con objetivos bien definidos, que facilita tanto el necesario y prioritario reagrupamiento cristiano, como el establecimiento de alianzas amplias y variables, según cada caso, lo cual potencia la acción. 

C) Facilita organizar una gran corriente social cristiana en el seno de la sociedad, no sujeta inicialmente al debate sobre los partidos; esto es cuando es más débil, y permite construir el relato precisamente a partir de la acción. 

D) Normaliza progresivamente la presencia en la política de los cristianos y sus planteamientos, sin que necesariamente estos respondan a un explícito nominal.

E) Permite mediante una agenda acertada hacer visible la excelencia de las iniciativas políticas, es decir, favorables al bien común que nacen de esta acción impulsada por un implícito cristiano. 

F) Encarnan la necesidad cívica de impulsar medidas de regeneración democrática, con lo que comporta de proyección positiva hacia el conjunto de la sociedad.

Existen dudas sobre que los cauces establecidos para la participación política en España permitan actuar con eficacia.

Cierto es que, comparado con otros países de Europa, estamos en desventaja, pero también es exacto, que existen los suficientes para intervenir con fuerza y eficacia. Otra cosa es que se desconozcan o no se usen.

En relación con los cauces reglados de participación, hay vías muy efectivas a escala del estado, en muchas autonomías, y en las grandes ciudades. Habrá tiempo y ocasión para identificarlas y explicar cómo usarlas. 


Se trata en definitiva de incidir precisamente sobre los gobiernos, y la legislación. Nada más y nada menos que de hacer leyes y llevarlas a las instancias parlamentarias para su aprobación o rechazo. Esto permite situar en el escaparate público alternativas a la situación actual.

Existe otra línea de acción reglada solo en algunos aspectos que es la de intervenir sobre leyes en tramitación.
Un tercer aspecto es utilizar la obligación legal de que determinadas acciones de gobierno y leyes se ajusten a obligaciones previamente establecidas. Sucede por ejemplo con la familia, y lo incumplen tanto el Congreso y Senado, como el Gobierno, incluso el Consejo de Estado.
Después existen, sobre todo en el ámbito local, todas las distintas vías de participación, incluidas las presenciales.

Otro capítulo diferente y que puede interactuar con el anterior es la legislación sobre información, rendimiento de cuentas, y transparencia. Hay diversos mecanismos que, aunque imperfectos permiten indagar, obtener información, cuyo uso y divulgación posterior ya forma parte de la vía de participación democrática y pueden constituir por sí mismas formas de intervención eficaces, al mostrar lo ocultado.

Es evidente que junto a las vías regladas existen las de siempre, las que obedecen solo a la capacidad de mover voluntades e iniciativas, que por sí solas quizás sean muy limitadas, pero que unidas a las anteriores multiplican sus efectos.

Finalmente, la envolvente y condición necesaria de todo ello: la capacidad masiva y acierto de actuar en la red constituye una condición necesaria. Con una diferencia favorable, su combinación con las vías regladas de participación multiplica por mil su eficacia. También es un factor complementario, pero no menor, la capacidad de generar acontecimientos.

La condición fundamental para que esto funcione es actuar unidos, agrupados, expulsando todo protagonismo de grupo, toda poca acción cristiana de apropiación de la iniciativa común.


                                                              EDITORIAL de FORUM LIBERTAS