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domingo, 29 de diciembre de 2019

EL ERROR PEDRO SÁNCHEZ

Tras conducirse por las líneas rojas que se comprometió a no saltar, Sánchez está a punto de consumar un dislate de consecuencias irreparables para España en lo que hace a su libertad y a su integridad territorial



/ULISES CULEBRO



En este intersticio de cambio de década, en el que la llegada del nuevo año puede prohijar el advenimiento de un Gobierno Sáncheztein conformado por socialistas, neocomunistas y separatistas que aboque a la destrucción del régimen constitucional que ha provisto a España de sus cuarenta mejores años de libertad y bienestar, cobra plena vigencia un memorable artículo de Ortega y Gasset. Se publicó hace 89 años bajo el expresivo título para la época de El error Berenguer y supuso una acre filípica contra la designación del jefe del Cuarto Militar de Alfonso XIII como sucesor del también general Primo de Rivera como presidente del Gobierno. Al saber del gran filósofo, ese disparate acarrearía el fin del sistema proclamando con un seco y rotundo aldabonazo: "Delenda est Monarchia". Lo hizo al modo de Catón el Viejo, quien remataba sus discursos en el Senado con "Carthago delenda est". No obstante, la vida no le dio al austero político y militar para ver satisfecho su anhelo; Ortega, por contra, sí fue testigo del cumplimiento de su profecía.

En el arranque de su pieza periodística, el erudito aclaraba que no trataba de juzgar un error de Berenguer, sino que el escogido por el monarca era un error en sí mismo. Tamaño despropósito trascendía los límites de una equivocación individual y quedaría inserto en la historia de España. "La normalidad que constituía la unión civil de los españoles", diagnosticaba, "se ha roto. La continuidad de la historia legal se ha quebrado. No existe el Estado español. ¡Españoles: reconstruid vuestro Estado!".

En esta encrucijada, hay que colegir igualmente que, con la perspectiva del año y medio de inestabilidad política en el que el actual presidente en funciones se ha convertido en el principal factor desencadenante de la misma desde que se aupó al mando del PSOE, Noverdá Sánchez constituye un error en sí mismo. Tras conducirse por las líneas rojas que se comprometió a no saltar, está a punto de consumar un dislate de consecuencias irreparables para España en lo que hace a su libertad y a su integridad territorial.

Mucho se ha especulado, desde Pascal en adelante, sobre cómo habría discurrido la historia del mundo si la nariz de Cleopatra hubiese sido más corta. Pero lo que es seguro es que, cuando Susana Díaz buscó a Pedro, "no vale, pero nos vale", para que le guardara el despacho principal de Ferraz, pocos vislumbraron que el interino pudiera trastornar así el porvenir de España. Al tiempo, ha rendido a quienes trataron de descabalgarlo y que hoy pordiosean a su puerta de la forma obscena que exterioriza la destronada Reina del Sur para seguir viviendo de la política.

Con todo el poder en su puño, el doctor Sánchez, ¿supongo?, se abraza temerariamente para su investidura a declarados detractores de los principios que defendió en campaña y que jalonan la historia del PSOE desde la restauración democrática, siendo el partido que más tiempo ha gobernado en estos años y ser clave en la elaboración de la Carta Magna. Es como si retornara a aquel pretérito imperfecto de aquella II República carente de demócratas y contra la que conspiró abiertamente un sector de aquel PSOE hasta desangrarla mediante un choque entre totalitarismos que se retroalimentaban hasta devenir en la tragedia de la Guerra Civil.

Sánchez capitula implorante ante una ERC con 13 escaños que, suprarrepresentada por una norma electoral que engorda a los nacionalistas, decide la suerte de los españoles por expresa voluntad de quién está dispuesto a ser presidente poniendo en almoneda una nación secular. Evoca la traición del conde don Julián, gobernador godo de Ceuta. Para vengarse de Don Rodrigo, franqueó a los árabes el paso del Estrecho en el año 711, abriendo las puertas a siete siglos de invasión y personificando la felonía, pese a que Juan Goytisolo lo reivindicara en una novela con la tesis de que la auténtica libertad consiste en vender a la patria.

Si aquella traición condal dio pie a que Zorrilla escribiera su drama histórico El puñal del godo, el entreguismo de Sánchez le vale tener página propia en la deshecha historia de España al querer culminar los planes de Zapatero que supeditó el PSOE a un PSC que le marca el rumbo desde su Pacto del Tinell con ERC para erigir president a Maragall. Poniendo fin a sus disimulos como alcalde de la Barcelona cosmopolita de 1992, éste se adentró aceleradamente por la senda del impune sátrapa Pujol, al que todos sus saqueos le han salido gratis. Si González le libró del saqueo de Banco Catalana, ahora Sánchez, mediante la administración tributaria, deja prescribir sus delitos fiscales. Pocos ejemplifican que la patria puede ser el refugio de los canallas como quien, tras borrar a Tarradellas, se entronizó padre padrone de Cataluña y cuasi perenne español del año, consagrando un inaccesible estado de perfección.

Con el silencio cómplice de su partido, Sánchez se encamina por una deriva suicida. A este respecto, suena a sorna rememorar sus palabras -días antes de las elecciones del 10-N- negando un Gobierno de coalición con Podemos: "¿Os imagináis esta crisis en Cataluña con la mitad del Gobierno defendiendo la Constitución y la otra mitad, con Podemos dentro, diciendo que hay presos políticos y defendiendo el derecho de autodeterminación?". O aseverando que respetaría la Constitución. Pues ahora, no sólo tendrá dentro a los que le producían insomnio, sino que la llave del Gobierno se la entrega a una formación secesionista, cuyo líder máximo ha sido condenado por sedición al capitanear un golpe de Estado en Cataluña.

Poniendo del revés el óleo velazqueño de Las lanzas, que rememora la toma de Breda por el genovés Ambrosio de Spinola al servicio de la Corona española, al sojuzgar a Justino de Nassau, de la casa de Orange, Sánchez se hace tributario de esos reos a los que ayuda a salir de su reclusión, pese a anunciar que volverán a repetir su asalto a la democracia en cuanto les pete. Cautivo de su apoyo parlamentario, el candidato de la Triste Figura quedaría paradójicamente en régimen de libertad vigilada de Junqueras con el Parlamento como cárcel sin barrotes y con La Moncloa como casa de papel.

En esa circunstancia tan anómala con la que Sánchez está dispuesto a transigir, ¿cómo las instituciones europeas van a condenar a aquellos cuyos delitos no sólo legitima el Gobierno de esa nación, sino que lo hace depositario de su destino? Este es el error Sánchez del que la historia hablará y al que maldecirá si no rectifica drásticamente. Si a Trump se le plantea un proceso de destitución -un impeachment- por cómo fue elegido, ¿qué decir del modo en que puede serlo Sánchez y las consecuencias irreversibles que tendrá para la nación que preside?

Avenirse con quien se regodea de su deslealtad es olvidar la sustancia de las cosas. Sobrevendrá a lo que al jardinero de las Historias del señor Keuner, de Bertolt Brecht, quien le confió su podadora para que recortara un arbusto de laurel y lo torneara esféricamente para mejor ornamental. Pero, cuando se excedía en los cortes por un lado, buscaba nivelarlo sin éxito por el otro, hasta obtener una ridícula figura. Al ver la chapuza, el floricultor le inquirió: "Pero, ¿qué ha sido del laurel?".

Con las tijeras en mano de podemitas y soberanistas, se desfigurará la Constitución hasta hacerla irreconocible. De hecho, ya se distingue en estos prolegómenos de la negociación una patente invasión en la independencia judicial del modo indisimulado que se ha constatado en el fallo del Tribunal Supremo sobre el golpe de Estado del 1-O. El Gobierno le puso al TS un estribo para que se apease de la condena por rebelión y ahora trata de ofrecerle otro, a través también de la Abogacía del Estado, para ayudarle, como desliza la vicepresidenta Calvo, a bajarse del todo del caballo. Aprovecha que el Tribunal de la Unión Europea estima de modo sorprendente que Junqueras goza de inmunidad, que no impunidad, aunque fuera elegido eurodiputado cuando se le juzgaba por sus graves delitos.

Añádanse las sombras que se ciernen sobre un Tribunal Constitucional que puede retornar a las andadas de cuando habilitó las concesiones de Zapatero a ETA. Ello fue así hasta el extremo ominoso de legalizar el brazo político de la banda terrorista tras sendas sentencias en contra del Tribunal Supremo y del de Estrasburgo, quien estimó que no puede pedirse a un Estado que no se salvaguarde de sus enemigos. Sí, esos mismos a los que ahora se entrega Sánchez doblando la cerviz. Sepultando la división de poderes, se persigue la unidad de criterio de la que presumía un presidente de las Cortes franquistas, Alejandro Rodríguez Valcárcel: "En las democracias, hay tres poderes independientes; en el Régimen, hay tres funciones y un solo poder: el de Franco".

Si el otro día en estas páginas César Antonio Molina tomaba un poema de La pell de brau, sobre esa piel de toro que tanto amó ciertamente Salvador Espriu, para subrayar que "todo un pueblo no puede morir por un solo hombre", no es menos cierto que la ambición de ese solo hombre puede arrastrar a un pueblo por el despeñadero de la historia. En ningún país se encontrará un gobierno similar al que Sánchez pergeña y que prefigura una etapa en la que el procés catalán se extenderá a España entera con un País Vasco que, tras dar un rodeo, retoma el plan soberanista del ex lehendakari Ibarretxe. Lo hace de la mano de dos conspicuos socios del PSOE como el PNV, con cara de no haber roto un plato, y con EH-Bildu jactándose de haber roto la vajilla entera y de sacar rédito a sus crímenes. Entre ellos, muchos socialistas. Atendiendo a la madre Historia, mejor sería adoptar la cautela de Don Quijote que, viendo el burro venir, ya se apercibía de las patadas que pudiera propinarle el animal.

En una encrucijada pareja en dificultad a la que movió a Ortega a coger la pluma para denunciar el error Berenguer, conviene tomar del sabio el consejo y trasladar al conjunto de la ciudadanía, frente a los propagandistas del «aquí no pasa nada», aquella misma invocación: "¡Españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo!". Desgraciadamente, como dijo aquel gran conocedor del alma española, el ser humano no agradece tanto que alguien le evite un mal como que precisa retorcerse de dolor para corresponder a quien lo sana. Entre tanto, el carácter circular de la Historia hace que España repita sus pasos en falso cambiando los apellidos de quienes los guían: De el error Berenguer al error Sánchez.

En este intersticio de cambio de década, en el que la llegada del nuevo año puede prohijar el advenimiento de un Gobierno Sáncheztein conformado por socialistas, neocomunistas y separatistas que aboque a la destrucción del régimen constitucional que ha provisto a España de sus cuarenta mejores años de libertad y bienestar, cobra plena vigencia un memorable artículo de Ortega y Gasset. Se publicó hace 89 años bajo el expresivo título para la época de El error Berenguer y supuso una acre filípica contra la designación del jefe del Cuarto Militar de Alfonso XIII como sucesor del también general Primo de Rivera como presidente del Gobierno. Al saber del gran filósofo, ese disparate acarrearía el fin del sistema proclamando con un seco y rotundo aldabonazo: «Delenda est Monarchia». Lo hizo al modo de Catón el Viejo, quien remataba sus discursos en el Senado con «Carthago delenda est». No obstante, la vida no le dio al austero político y militar para ver satisfecho su anhelo; Ortega, por contra, sí fue testigo del cumplimiento de su profecía.

En el arranque de su pieza periodística, el erudito aclaraba que no trataba de juzgar un error de Berenguer, sino que el escogido por el monarca era un error en sí mismo. Tamaño despropósito trascendía los límites de una equivocación individual y quedaría inserto en la historia de España. «La normalidad que constituía la unión civil de los españoles», diagnosticaba, «se ha roto. La continuidad de la historia legal se ha quebrado. No existe el Estado español. ¡Españoles: reconstruid vuestro Estado!».

En esta encrucijada, hay que colegir igualmente que, con la perspectiva del año y medio de inestabilidad política en el que el actual presidente en funciones se ha convertido en el principal factor desencadenante de la misma desde que se aupó al mando del PSOE, Noverdá Sánchez constituye un error en sí mismo. Tras conducirse por las líneas rojas que se comprometió a no saltar, está a punto de consumar un dislate de consecuencias irreparables para España en lo que hace a su libertad y a su integridad territorial.

Mucho se ha especulado, desde Pascal en adelante, sobre cómo habría discurrido la historia del mundo si la nariz de Cleopatra hubiese sido más corta. Pero lo que es seguro es que, cuando Susana Díaz buscó a Pedro, «no vale, pero nos vale», para que le guardara el despacho principal de Ferraz, pocos vislumbraron que el interino pudiera trastornar así el porvenir de España. Al tiempo, ha rendido a quienes trataron de descabalgarlo y que hoy pordiosean a su puerta de la forma obscena que exterioriza la destronada Reina del Sur para seguir viviendo de la política.

Con todo el poder en su puño, el doctor Sánchez, ¿supongo?, se abraza temerariamente para su investidura a declarados detractores de los principios que defendió en campaña y que jalonan la historia del PSOE desde la restauración democrática, siendo el partido que más tiempo ha gobernado en estos años y ser clave en la elaboración de la Carta Magna. Es como si retornara a aquel pretérito imperfecto de aquella II República carente de demócratas y contra la que conspiró abiertamente un sector de aquel PSOE hasta desangrarla mediante un choque entre totalitarismos que se retroalimentaban hasta devenir en la tragedia de la Guerra Civil.

Sánchez capitula implorante ante una ERC con 13 escaños que, suprarrepresentada por una norma electoral que engorda a los nacionalistas, decide la suerte de los españoles por expresa voluntad de quién está dispuesto a ser presidente poniendo en almoneda una nación secular. Evoca la traición del conde don Julián, gobernador godo de Ceuta. Para vengarse de Don Rodrigo, franqueó a los árabes el paso del Estrecho en el año 711, abriendo las puertas a siete siglos de invasión y personificando la felonía, pese a que Juan Goytisolo lo reivindicara en una novela con la tesis de que la auténtica libertad consiste en vender a la patria.

Si aquella traición condal dio pie a que Zorrilla escribiera su drama histórico El puñal del godo, el entreguismo de Sánchez le vale tener página propia en la deshecha historia de España al querer culminar los planes de Zapatero que supeditó el PSOE a un PSC que le marca el rumbo desde su Pacto del Tinell con ERC para erigir president a Maragall. Poniendo fin a sus disimulos como alcalde de la Barcelona cosmopolita de 1992, éste se adentró aceleradamente por la senda del impune sátrapa Pujol, al que todos sus saqueos le han salido gratis. Si González le libró del saqueo de Banco Catalana, ahora Sánchez, mediante la administración tributaria, deja prescribir sus delitos fiscales. Pocos ejemplifican que la patria puede ser el refugio de los canallas como quien, tras borrar a Tarradellas, se entronizó padre padrone de Cataluña y cuasi perenne español del año, consagrando un inaccesible estado de perfección.

Con el silencio cómplice de su partido, Sánchez se encamina por una deriva suicida. A este respecto, suena a sorna rememorar sus palabras -días antes de las elecciones del 10-N- negando un Gobierno de coalición con Podemos: «¿Os imagináis esta crisis en Cataluña con la mitad del Gobierno defendiendo la Constitución y la otra mitad, con Podemos dentro, diciendo que hay presos políticos y defendiendo el derecho de autodeterminación?». O aseverando que respetaría la Constitución. Pues ahora, no sólo tendrá dentro a los que le producían insomnio, sino que la llave del Gobierno se la entrega a una formación secesionista, cuyo líder máximo ha sido condenado por sedición al capitanear un golpe de Estado en Cataluña.

Poniendo del revés el óleo velazqueño de Las lanzas, que rememora la toma de Breda por el genovés Ambrosio de Spinola al servicio de la Corona española, al sojuzgar a Justino de Nassau, de la casa de Orange, Sánchez se hace tributario de esos reos a los que ayuda a salir de su reclusión, pese a anunciar que volverán a repetir su asalto a la democracia en cuanto les pete. Cautivo de su apoyo parlamentario, el candidato de la Triste Figura quedaría paradójicamente en régimen de libertad vigilada de Junqueras con el Parlamento como cárcel sin barrotes y con La Moncloa como casa de papel.

En esa circunstancia tan anómala con la que Sánchez está dispuesto a transigir, ¿cómo las instituciones europeas van a condenar a aquellos cuyos delitos no sólo legitima el Gobierno de esa nación, sino que lo hace depositario de su destino? Este es el error Sánchez del que la historia hablará y al que maldecirá si no rectifica drásticamente. Si a Trump se le plantea un proceso de destitución -un impeachment- por cómo fue elegido, ¿qué decir del modo en que puede serlo Sánchez y las consecuencias irreversibles que tendrá para la nación que preside?

Avenirse con quien se regodea de su deslealtad es olvidar la sustancia de las cosas. Sobrevendrá a lo que al jardinero de las Historias del señor Keuner, de Bertolt Brecht, quien le confió su podadora para que recortara un arbusto de laurel y lo torneara esféricamente para mejor ornamental. Pero, cuando se excedía en los cortes por un lado, buscaba nivelarlo sin éxito por el otro, hasta obtener una ridícula figura. Al ver la chapuza, el floricultor le inquirió: «Pero, ¿qué ha sido del laurel?».

Con las tijeras en mano de podemitas y soberanistas, se desfigurará la Constitución hasta hacerla irreconocible. De hecho, ya se distingue en estos prolegómenos de la negociación una patente invasión en la independencia judicial del modo indisimulado que se ha constatado en el fallo del Tribunal Supremo sobre el golpe de Estado del 1-O. El Gobierno le puso al TS un estribo para que se apease de la condena por rebelión y ahora trata de ofrecerle otro, a través también de la Abogacía del Estado, para ayudarle, como desliza la vicepresidenta Calvo, a bajarse del todo del caballo. Aprovecha que el Tribunal de la Unión Europea estima de modo sorprendente que Junqueras goza de inmunidad, que no impunidad, aunque fuera elegido eurodiputado cuando se le juzgaba por sus graves delitos.

Añádanse las sombras que se ciernen sobre un Tribunal Constitucional que puede retornar a las andadas de cuando habilitó las concesiones de Zapatero a ETA. Ello fue así hasta el extremo ominoso de legalizar el brazo político de la banda terrorista tras sendas sentencias en contra del Tribunal Supremo y del de Estrasburgo, quien estimó que no puede pedirse a un Estado que no se salvaguarde de sus enemigos. Sí, esos mismos a los que ahora se entrega Sánchez doblando la cerviz. Sepultando la división de poderes, se persigue la unidad de criterio de la que presumía un presidente de las Cortes franquistas, Alejandro Rodríguez Valcárcel: «En las democracias, hay tres poderes independientes; en el Régimen, hay tres funciones y un solo poder: el de Franco».

Si el otro día en estas páginas César Antonio Molina tomaba un poema de La pell de brau, sobre esa piel de toro que tanto amó ciertamente Salvador Espriu, para subrayar que «todo un pueblo no puede morir por un solo hombre», no es menos cierto que la ambición de ese solo hombre puede arrastrar a un pueblo por el despeñadero de la historia. En ningún país se encontrará un gobierno similar al que Sánchez pergeña y que prefigura una etapa en la que el procés catalán se extenderá a España entera con un País Vasco que, tras dar un rodeo, retoma el plan soberanista del ex lehendakari Ibarretxe. Lo hace de la mano de dos conspicuos socios del PSOE como el PNV, con cara de no haber roto un plato, y con EH-Bildu jactándose de haber roto la vajilla entera y de sacar rédito a sus crímenes. Entre ellos, muchos socialistas. Atendiendo a la madre Historia, mejor sería adoptar la cautela de Don Quijote que, viendo el burro venir, ya se apercibía de las patadas que pudiera propinarle el animal.

En una encrucijada pareja en dificultad a la que movió a Ortega a coger la pluma para denunciar el error Berenguer, conviene tomar del sabio el consejo y trasladar al conjunto de la ciudadanía, frente a los propagandistas del «aquí no pasa nada», aquella misma invocación: «¡Españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo!». Desgraciadamente, como dijo aquel gran conocedor del alma española, el ser humano no agradece tanto que alguien le evite un mal como que precisa retorcerse de dolor para corresponder a quien lo sana. Entre tanto, el carácter circular de la Historia hace que España repita sus pasos en falso cambiando los apellidos de quienes los guían: Del error Berenguer al error Sánchez.


                                                                                   FRANCISCO ROSELL  Vía EL MUNDO

Los países de la UE no responden a la llamada de ayuda de Francia, pese al avance de la amenaza yihadista

Los europeos reciben críticas tanto de París como de los africanos por atrincherarse en bases ultra-protegidas y dejar a los contingentes de los países del G5 Sahel (Chad, Níger, Burkina Faso, Mali y Mauritania), pobremente equipados y entrenados, la ardua tarea del combate




Este año no ha sido diferente de los dos precedentes desde la llegada de Emmanuel Macron al Elíseo, y el presidente ha querido compartir un comida navideña con las tropas desplegadas en África. La fórmula ha sido la misma: el presidente llegó acompañado del chef del Elíseo y su equipo, que prepararon una cena de alta gastronomía francesa para los militares desplegados.

Este año la visita de Macron ha sido en Abiyán (Costa de Marfil); en las dos ocasiones anteriores fue a N’djamena (capital de Chad) y Niamey (capital de Níger). Se trata de tres bases militares que sirven el mismo propósito: contener el avance de los yihadistas en África del Oeste y evitar el derrumbe de los débiles estados de la «banda saheliana», la zona situada entre el desierto del Sahara en el norte y África subtropical en el sur.

Francia lucha esta guerra prácticamente sola, y el 2019 ha tenido un coste particularmente elevado: dos miembros de las fuerzas especiales murieron en mayo en una operación de rescate de cuatro rehenes en Burkina Faso, y trece militares más perdieron la vida en noviembre en una colisión accidental entre dos helicópteros.

El gobierno francés parece ser el único de la Unión Europea plenamente consciente de lo que está en juego en el Sahel, la región más paupérrima del planeta. La retirada de su fuerza militar, «Barkhane», compuesta por unos 4.500 hombres, facilitaría el colapso definitivo de los aparatos estatales de Burkina Faso, Níger o Mali. Esto haría de la zona un espacio sin ley que pondría en dificultades aún más serias las poblaciones locales y facilitaría la inmigración clandestina hacia Europa y el tráfico de todo tipo de mercancías ilegales, como armas o droga.

Ante el esfuerzo bélico francés, los países de la Unión quedan de una impasibilidad pasmosa. Incluso España y Portugal, los dos geográficamente más expuestos al riesgo de un Sahel fuera de control, se niegan a intervenir militarmente junto al socio francés. Otros, como Italia, lo fían todo a una línea de defensa geográficamente más cercana y por tanto arriesgada: los países árabes de África del Norte.

España, temerosa de perder militares en acción, se contenta con mantener en Mali unos 300 soldados en misión de formación y asesoramiento al ejército de este país. En la misma línea, otros países europeos, como Alemania o Suecia, participan en la operación MINUSMA de las Naciones Unidas.

Sin embargo, los europeos reciben críticas tanto de París como de los africanos por atrincherarse en bases ultra-protegidas y dejar a los contingentes de los países del G5 Sahel (Chad, Níger, Burkina Faso, Mali y Mauritania), pobremente equipados y entrenados, la ardua tarea del combate. Mali, por ejemplo, ha perdido más de 100 soldados en menos de un mes este otoño.

A pesar de los esfuerzos constantes, París y los países del G5 no ha conseguido que la situación de seguridad del Sahel mejore. Más bien lo contrario, los informes demuestran que la amenaza yihadista se extiende cada vez másBurkina Faso , un país generalmente considerado como seguro hasta hace poco, ha experimentado un grave incremento de ataques este último año.

Ante la falta de apoyo de Europa, en Francia empiezan a alzarse voces contra la operación militar en el Sahel tanto a derecha como a izquierda del partido de Macron. También entre las poblaciones locales de la región, un sentimiento antifrancés empieza a extenderse después de cinco largos años de combates.


Algunos comentaristas franceses opinan que Francia debería poner fin a Barkhane y defender sus intereses nacionales desde una línea más cercana a la metrópolis en África del Norte o incluso en el Mediterráneo. Una propuesta políticamente muy arriesgada debido entre otros a la dudosa fiabilidad de los regímenes argelino, marroquí o libio.


                                                                                   ForumLibertas.com

Un presidente al precio de una democracia



Pedro Sánchez y Quim Torra en Pedralbes.

Pedro Sánchez y Quim Torra en Pedralbes. EFE


Siete días después de que el jueves 20 de diciembre de 2018 Pedro Sánchez y cuatro de sus ministros se reunieran en el Palacio de Pedralbes con el president de la Generalitat, Quim Torra, y otros tantos de sus consellers, en aquella “cumbre bilateral entre los gobiernos de España y Cataluña” exigida por el independentismo, el líder socialista compareció ante los medios para hacer balance de sus primeros meses de Gobierno con un discurso marca de la casa que al desparpajo unió la retórica hinchada habitual: “Este Gobierno ha hecho más en siete meses por la regeneración de la democracia, la modernización de la economía y el presupuesto social que el anterior en siete años”. Sánchez aceptó la humillación de aquella “cumbre” porque necesitaba el voto afirmativo de PDeCAT y ERC a los PGE (“que son muy buenos para Cataluña” decía la doña de Cabra, Carmen Calvo) para 2019, asunto del que dependía su continuidad en Moncloa. Al final, el separatismo le dio con la puerta en las narices, dijo no a los Presupuestos, y le obligó a comparecer el viernes 15 de febrero del año en curso para anunciar la disolución de las Cortes y la convocatoria de elecciones generales para el 28 de abril. Sánchez “no ha querido traspasar la línea roja de la autodeterminación” que le exigían los indepes, escribía entonces Lo País.  

Un año después de la cita a ciegas en Pedralbes, el eterno presidente en funciones se ha negado a comparecer ante los medios para hacer balance de estos 12 meses en el limbo de la vacuidad más absoluta. Ahora como entonces, Sánchez sigue necesitando, con más desesperación si cabe, el favor de los independentistas de ERC para poder ser investido, por fin, presidente del Gobierno. Sigue anclado al cepo del separatismo, y con él todo un país de la dimensión de España. Si en diciembre de 2018 pasó por la afrenta de la foto con Torra en Pedralbes, ahora los nacionalsocialistas de ERC han elevado la apuesta y le exigen como primera providencia la libertad de su líder, un señor que ha sido condenado a 13 años de prisión en sentencia firme del Supremo por los delitos de sedición y malversación. La diferencia es que si hace un año no quiso vulnerar “la línea roja de la autodeterminación”, ahora parece dispuesto a bajarse los calzones hasta los zancajos para que Junqueras le aplique el correctivo que tenga a bien. Pedro perdió 800.000 votos y 3 diputados (120 en total) el 10 de noviembre, cuando pensaba llegar a los 150, y es el único líder que bajo ninguna circunstancia podría permitirse acudir a nuevas generales la próxima primavera. Ese es el problema. La línea que separa el éxito del fracaso es tan delgada en su caso, su debilidad es tal, que está dispuesto a pagar el precio que sea menester con tal de que los enemigos de España le hagan presidente del Gobierno de España.
Sánchez negocia su investidura con un grado de opacidad inimaginable en un sistema democrático. Ni una explicación. ¿Qué es lo que en realidad está pactando? ¿Hasta dónde está dispuesto a arrastrarse?
Ahora, el falsario pretende poner la Abogacía del Estado a su servicio para que se pronuncie sobre la libertad de Oriol Junqueras, un imposible jurídico en tanto en cuanto acceder a la pretensión de ERC significaría anular el juicio al procés y la correspondiente sentencia (como aquí explicaba el viernes Tono Calleja) del Supremo, es decir, equivaldría a hacer añicos toda nuestra arquitectura legal. El pájaro está sometiendo a las instituciones a tal estrés que las vigas maestras del edificio constitucional podrían saltar por los aires como las cuadernas de un buque sometido a las tensiones de un gran temporal en alta mar. La Justicia, por ejemplo, convertida en felpudo de un político sin escrúpulos necesitado de satisfacer las exigencias de sus socios. La economía también, con la subida de las pensiones, la del sueldo de los funcionarios y la revisión al alza del SMI, para pagar el precio del apoyo de los neocomunistas de Podemos, ello cuando acabamos de enterarnos de que el déficit acumulado por el sistema de pensiones entre 2011 y 2018 es ya de 101.000 millones, según un informe del BBVA Research hecho público esta semana. Destruye las instituciones, arruina la economía y se fuma un puro.

España duerme, duermen los españoles


Nada de lo ocurrido en 2019 es comparable a lo que podamos esperar en 2020 y sucesivos si el tipo consiguiera ser investido presidente con los apoyos conocidos. Sánchez negocia su investidura con un grado de opacidad inimaginable en un sistema democrático. Ni una explicación. ¿Qué es lo que en realidad está pactando? ¿Hasta dónde está dispuesto a arrastrarse? Los medios se mueven con un candil en mitad de la noche, tratando de interpretar los signos externos que como señales de humo envían desde Moncloa los edecanes de este “sofista garrulo”, que diría Menéndez Pelayo, dispuesto a la “espantosa liquidación” de nuestro pasado reciente. Mientras, el país calla. Y celebra la Navidad aparentemente ajeno a los riesgos que entraña la aventura personal del sabueso. Como escribía Gabriel Albiac en un memorable artículo reciente en 'ABC': “España duerme. Duermen los españoles. Lo verdaderamente trágico es que les importa un pito lo que pase con la nación: su extinción incluso. Los españoles odian, tal vez, a los Puigdemont, a los Junqueras, sencillamente porque han alterado la paz de su sacrosanta siesta. Pero se han hecho a seguir durmiendo en medio del alboroto. Puede que eso cifre la popular sabiduría: morir durmiendo. Una muerte placentera, pero muerte”.
Convertido en el último baluarte del régimen del 78, Felipe VI es el objetivo a batir por populistas y separatistas durante 2020
Y nadie sabe qué hacen “las derechas”, a qué esperan para intentar al menos quebrar este guion infame, ensimismadas en la idea de heredar los jirones de un país sobre el que, cuando llegue, que nunca será pronto si es que llega, resultará muy difícil volver a construir un espacio de convivencia y progreso como el que hemos conocido los últimos 40 años. Ya es casi una obviedad decir que caminamos a toda velocidad hacia un cambio de régimen. El PSOE y sus socios (¡qué razón tenía Albert Rivera cuando hablaba de Sánchez y su “banda”!) ya han dejado de hablar de alcanzar acuerdos con ERC “dentro de la Constitución” para referenciarlos dentro de un genérico “marco normativo” (sic). Convertido en el último baluarte del régimen del 78, Felipe VI es el objetivo a batir por populistas y separatistas durante 2020. De lo inevitable podría salvarnos la demostrada capacidad del “Movimiento Lazi” para darse patadas en el culo y hacer añicos la mejor oportunidad que los siglos le depararon en la persona de Sánchez Castejón. La Junta Electoral Central tiene previsto reunirse este viernes, 3 de enero, para tratar la petición formulada por PP y Cs de inhabilitar como eurodiputado a Junqueras y desalojar como presidente de la Generalitat a Torra, igualmente inhabilitado por sentencia reciente del TSJC. Momento en el que, quien maneja las riendas desde Waterloo, podría ordenar la disolución del Parlament para ir a elecciones catalanas ante el riesgo de que la Generalitat quedara en manos del actual vicepresidente, Pere Aragonès, de ERC para más señas, algo que arruinaría casi definitivamente la investidura de Sánchez.

Sánchez vuelve a Pedralbes


Equilibrista en el alambre, el personaje vuelve a Pedralbes y, lo que es peor, a su declaración final, dispuesto a asumir todos y cada uno de sus puntos si un milagro no lo remedia. Ya se han tragado sin pestañear lo del “conflicto político” entre España y Cataluña, y hablan con desparpajo de esa “mesa de partidos” cuya formación, en el fondo, equivaldría a cortocircuitar la prevalencia del Parlamento como instancia en la que los representantes de la soberanía popular acuerdan las leyes por las que nos regimos todos. En el horizonte cercano, los famosos 21 puntos que Torra, por mandato de su jefe, entregó al líder socialista en la citada “cumbre”. Entre ellos, la exigencia de “reconocer y hacer efectivo el derecho de autodeterminación”, la necesidad de “una mediación internacional que facilite una negociación en igualdad”, y el compromiso de que “la soberanía de las instituciones catalanas no puede verse amenazada con la aplicación del artículo 155”. Lo cual equivaldría a reconocer, de facto, la inoperancia en Cataluña del ordenamiento jurídico vigente en el resto de España. De ahí a la independencia, un paso.
Difícil ser optimista cara a 2020. Con el viejo PSOE recluido, el tipo que se ha hecho con las riendas del socialismo está dispuesto a aceptar la ruptura de España antes que renunciar al poder

El 30 de diciembre de 2018 calificamos aquí el 2019 como “un año trascendental, en el que debería producirse el desenlace del nudo gordiano en el que se debate España: el de la destrucción del Estado que ampara la Constitución y la consiguiente balcanización a la que aspiran Sánchez y sus compañeros de viaje populistas y separatistas, o el rearme de la España democrática que consagra esa misma Constitución, junto a la voluntad decidida de abordar la solución del problema catalán mediante la aplicación de la Ley y solo la Ley, con la intervención de la Generalitat durante el tiempo que sea menester”. El año que acaba no solo ha sido baldío a los efectos enunciados, sino que la situación ha empeorado de forma dramática. Difícil ser optimista cara a 2020. Con el viejo PSOE recluido en las catacumbas, el tipo que se ha hecho con las riendas del socialismo español está dispuesto a aceptar la ruptura de España antes que renunciar al poder. Y aceptar esa ruptura significa acabar con la Constitución del 78, que es la norma que nos ha permitido vivir en paz desde la muerte de Franco a esta parte. Significa, en definitiva, acabar con la democracia. Que los Dioses les sean propicios durante 2020.    


                                                                              JESÚS CACHO   Vía VOZ PÓPULI

viernes, 27 de diciembre de 2019

De la euroorden al presupuesto: momentos clave que marcarán el camino de la UE

El próximo curso estará lleno de fechas clave, algunas de las cuales marcarán el próximo ciclo de la UE que comenzó con el nombramiento de una nueva cúpula




Foto: Sede de la Comisión Europea en Bruselas. (Reuters)


Sede de la Comisión Europea en Bruselas. (Reuters)


En cierto modo la Unión Europea ya está viviendo en el 2020. Con el inicio del nuevo ciclo político en la cúpula de la UE a partir del 1 de diciembre, con Ursula von der Leyen poniéndose a los mandos de la Comisión Europea y con Charles Michel haciendo lo propio al frente del Consejo Europeo, las instituciones y la política comunitaria echaron a rodar ya psicológicamente en el 2020.

Como en España, en Europa hace mucho tiempo que todas las semanas son “la semana clave” o “histórica”. También todos los años son “el que determinará el futuro de la UE”. Curiosamente en este caso no lo usaremos porque lo más probable es que los dados del destino de la UE durante el próximo curso ya se hayan echado en este 2019 que ahora abandonamos.


Nacho Alarcón. Bruselas

Otra versión de la Navidad


Opinión

Juan Manuel de Prada


En el Evangelio de San Lucas (2, 6-7) leemos: «Y sucedió que, mientras estaban allí [en Belén], le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, pues no había sitio para ellos en la posada». El pasaje suele interpretarse así: José viaja desde Nazaret a Belén para empadronarse, estando su esposa en estado de avanzada gestación; pese a que su estirpe es oriunda de Belén, José no tiene casa familiar donde alojarse, ni tampoco casa de un deudo que pueda hospedarlos, viendo a María a punto de romper aguas; José, entonces, busca habitación en una posada, pero todas están ocupadas (o los desalmados posaderos no les hacen hueco, aunque tengan alguna libre, pues esperan la llegada de huéspedes de mayor ringorrango); y, ante este cúmulo de desgracias (fruto de la imprevisión de José), María tiene que resignarse a dar a luz en un pesebre.

Si nos detenemos a considerar los detalles, descubriremos que el relato deja a San José en muy mal lugar (sobre todo porque la presencia de María en el empadronamiento tal vez no fuese necesaria). ¿A quién se le ocurre llevarse consigo a su mujer parturienta, siendo tan accidentado el camino? ¿Cómo es posible que José no anticipase que Belén estaría en esos días abarrotado de gentes venidas de otras regiones para empadronarse y no se asegurase el alojamiento en casa de algún deudo o familiar? Pues, por lo que parece indicarnos el Evangelio de Lucas, el posadero belenita debía de ser un tipejo de muy mala entraña, capaz de permitir que una mujer encinta alumbre en un pesebre, en lugar de hacerle hueco en su establecimiento. Un desalmado que, desde luego, no hubiese desentonado entre los filántropos de nuestra época; pero que en aquélla, tan temerosa de Dios, resulta demasiado ‘avanzado para su tiempo’.

Salvo que… El Evangelio de Lucas sostiene que el parto se produce mientras María y José «estaban allí». Podríamos entender, pues, que María da a luz cuando la pareja, tras empadronarse, ya lleva algún tiempo en Belén. Nada más verosímil, considerando que José debería tener allí parientes que se empeñarían en agasajarlo. Así, podemos pensar que María y José parten de Nazaret durante los primeros meses del embarazo; y que en Belén deciden quedarse hasta el parto, para evitar que las penalidades del regreso perjudiquen la gestación del Niño. Entonces, ¿qué pinta en este cuadro la posada abarrotada (o regentada por un posadero desalmado) a la que se refiere San Lucas? Si consultamos el original en griego, leeremos que, en efecto, no había sitio «ἐν τῷ καταλύματι», donde ‘καταλύματι’ es el ablativo de la palabra ‘καταλύμα’, que significa ‘hostería’ o ‘posada’, pero también ‘aposento’. Con este segundo sentido la utiliza el propio Lucas (22, 11) para referirse a la habitación donde Cristo celebra la Última Cena. Y si Lucas usa ‘καταλύμα’ para referirse a una habitación, ¿por qué habría de emplear la misma palabra para designar una posada? Sobre todo, considerando que cuando Lucas (10, 34) alude a una posada (en la parábola del Buen Samaritano) no utiliza ‘καταλύμα’, sino ‘πανδοχεῖον’.

Tal vez María dio a luz en un pesebre (el pesebre de la casa donde ella y José se hallaban alojados) porque «no había lugar para ellos en la habitación» que sus parientes les habían asignado. Según esta versión que ahora estoy tratando de imaginar, en la casa podía haber habitaciones más espaciosas o mejor acondicionadas, pero María prefiere alumbrar al Niño en un pesebre, para no molestar a los familiares de su marido, que duermen a pierna suelta en las habitaciones más vastas de la casa; o bien lo hace porque no quiere que la habitación quede impura, como ocurre –según la ley mosaica– cuando la sangre de una parturienta la ensucia. Sea como fuese, María decide no molestar a nadie y sale en secreto, sin ser notada, estando ya la casa sosegada; y en el pesebre da a luz al Niño, solos los dos (Amado con amada, amada en el Amado transformada) en hermosa unión mística. Incluso podemos imaginar a María, tras el parto, reclinándose sobre el Amado, antes de que San José los eche en falta en la habitación y baje alarmado al pesebre, antes de que lleguen los pastores y los magos de Oriente. Esta versión salva la conmovedora belleza de la estampa navideña (y también la previsión de San José), a la vez que señala las pejigueras de la ley mosaica (que Cristo seguirá señalando en su vida pública). Hace más voluntaria la pobreza en la que nace el Niño, a la vez que acentúa la unión mística con su Madre. Y, en fin, torna algo menos cabrones a los belenitas, que dejan de ser desalmados para ser tan sólo dormilones.


                                                                                      JUAN MANUEL DE PRADA
                                                                                      Publicado en XL Semanal.

Sánchez y la corrosión de las instituciones

Es abrumador el cúmulo de anomalías que estamos viviendo en la tortuosa ruta hacia la investidura desde el mes de abril



Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. (EFE)

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. (EFE)



Uno de los rasgos más perniciosos de lo que ha dado en llamarse “sanchismo” es el maltrato sistemático, continuado, carente de cualquier aprensión, de la lógica institucional. Desde su aparición en la política española, y muy especialmente desde su acceso al Gobierno, no hay norma, convención o principio regulador del sistema que este político no haya lesionado o subvertido de algún modo, en una perpetua fuga hacia delante desprovista de horizonte distinto a la nuda conservación del poder.

El envoltorio de la sigla funciona para Sánchez como cobertura universal. No es que él haya acreditado ser un dirigente leal al sistema, más bien lo contrario. Pero la historia del PSOE desde 1975 le otorga una protectora presunción de respetabilidad política de la que carecería si se cobijara en otra marca.

Es abrumador el cúmulo de anomalías que estamos viviendo en la tortuosa ruta hacia la investidura desde el mes de abril. Lo peor es que el detrito se naturaliza y, poco a poco, se dan por buenas prácticas que antes habrían provocado un escándalo monumental. Sánchez nos está adiestrando con éxito a coexistir con el engaño como método y la falta de reglas como principio; y hasta personas de comprobada conciencia institucional digieren y convalidan ahora lo que siempre les pareció incomestible.




El PSOE y los socios que se ha buscado para esta aventura repiten como papagayos, desde el 10 de noviembre, las expresiones “conflicto político” y “vía política” para Cataluña, oponiéndolas a esos mismos conceptos tratados como jurídicos o judiciales. Lo político frente a lo jurídico, esa es la tramposa dicotomía que se nos quiere colar de matute. En ese marco semántico, cuando a algo se le adjunta el adjetivo “político” parece que todo quedara justificado y todo debiera ceder a su paso. Incluidas la letra y el espíritu de la ley.

Sin embargo, observen la paradoja: quienes más pregonan la llamada “vía política” hacen depender la investidura y la mayoría parlamentaria de un escrito de los servicios jurídicos del Estado, a raíz de una decisión judicial europea que deviene de una consulta de un tribunal español en el desarrollo de un proceso penal. Se proclama el final de la lógica judicial mientras se organiza un colosal enredo jurídico para sacar adelante una votación parlamentaria.

Hoy no hay una negociación política visible, sino un forcejeo leguleyo para torcer la acción de la Justicia. En estos días no se habla sobre el camino político del próximo Gobierno sobre Cataluña. Más bien se busca un apaño con apariencia de legalidad que invalide en la práctica la condena del Tribunal Supremo, ponga en la calle cuanto antes al jefe del partido que entregará el poder a Sánchez y neutralice 'ex ante' los recursos del Gobierno en el Tribunal Constitucional por los probables actos ilegales de quienes mandarán en Cataluña. Con la excusa de la inmunidad, se pretende establecer una situación fáctica de impunidad. No solo para el pasado, también para el futuro. Apagar la ley en Cataluña es el auténtico precio de esta abstención.

Con la excusa de la inmunidad, se pretende establecer una situación fáctica de impunidad. No solo para el pasado, también para el futuro


Convertir a la Abogacía del Estado en agente de una negociación entre partidos es aberrante. Se desconoce por completo el contenido político del acuerdo entre el PSOE y Podemos, o de las conversaciones con ERC. Pero todos sabemos que el dictamen de la Abogacía del Estado se está negociando con el reo, que exige que el letrado público se alinee con el suyo. Es imposible eludir la sospecha de que finalmente ese documento responderá, palabra por palabra, a lo que desde Lledoners se dicte como imprescindible para la abstención. Si esto no es corrosión institucional, que alguien le busque un nombre.




Igualmente anómala es la convulsión de encajar a martillazos la investidura en plenas navidades, cuando ningún plazo legal obliga a ello. Aparentemente, se teme una posible resolución del Supremo, a partir del día 6, que mantenga en prisión a Junqueras (aunque se le permita desplazarse a recoger el acta), ejecute la pena de inhabilitación que figura en la sentencia y pida al Parlamento Europeo la suspensión de la inmunidad (siguiendo la sugerencia de Luxemburgo). Ello estropearía el negocio político, haciendo inútiles los buenos oficios de la Abogacía.

Quizá la mayor de las anomalías –por ahora- es dar por hecha una mesa de gobiernos, “de igual a igual”, para tratar los asuntos que conciernen a Cataluña fuera de todos los cauces existentes. Crear un órgano semejante requiere un instrumento legal que delimite su naturaleza, su composición y sus competencias. Que esté sometido a control parlamentario y judicial. Y por supuesto, que no produzca privilegios ni interfiera con las demás comunidades autónomas, que tardarían muy poco en reclamar mecanismos similares para sí mismas. ¿Dará esos detalles Pedro Sánchez en su discurso de investidura, o nos atizará otra plomiza disertación sobre el diálogo en el que todo cabe? ¿Le permitirán sus aliados pronunciar la palabra “Constitución” al referirse al contenido de esa mesa?




Constatar que existe un conflicto político sobre Cataluña es una obviedad rayana en la simpleza. Pero para no caer en la nadería hay que identificar a los sujetos y al objeto del problema. Los independentistas lo dicen claramente: para ellos, los sujetos del conflicto son España y Cataluña, y el único desenlace que admiten es la secesión. Para otros, los sujetos son los partidos nacionalistas de Cataluña frente a la Constitución española, y el núcleo del litigio es la vigencia, plena o exceptuada en un territorio, del orden democrático basado en el principio de legalidad. ¿Y para Sánchez? Nadie lo sabe. Su silencio cósmico permite suponer cualquier cosa -sin que ello signifique que el día que hable sus palabras sirvan para el minuto siguiente, tal es la reputación ganada con creces-.

El mayor mal ya está hecho: el deterioro de las instituciones tiende a hacerse crónico, y empeorará con el consorcio Sánchez-Iglesias-Junqueras


Las concesiones del PSOE a Podemos y a ERC desde el 10 de noviembre hasta hoy resultaban inverosímiles hace dos meses para el 90% de los dirigentes socialistas y de los votantes que los creyeron. A quien las anticipara lo habrían llamado apocalíptico y difamador. Ahora las esperan con naturalidad, corroborando que sus tragaderas no tienen límite.

Sea como sea, el mayor mal ya está hecho: el deterioro de las instituciones tiende a hacerse crónico, y empeorará drásticamente con el consorcio Sánchez-Iglesias-Junqueras. Por otro lado, si los independentistas querían internacionalizar su conflicto y destrozar el crédito de la justicia española en Europa, su victoria es completa. Alguien se la ha servido en bandeja.


                                                                           IGNACIO VARELA   Vía EL CONFIDENCIAL

jueves, 26 de diciembre de 2019

Sobre el 'gobierno de Junqueras' y la Corona, nuestra Numancia particular

A la Monarquía, en ausencia de un gran pacto nacional que impida la decisiva influencia del independentismo, le esperan tiempos aún más complejos


Felipe VI y Pedro Sánchez en Marivent.

Felipe VI y Pedro Sánchez en Marivent. EFE


El acceso al poder por vías democráticas concede a quien lo ostenta una legitimidad incuestionable, salvo cuando el ejercicio de tal poder se revela contrario a la voluntad mayoritaria de los ciudadanos a los que has de servir, incluidos muchos de aquellos que te respaldaron con su voto. Gobernar contra la tendencia acomodaticia de toda sociedad desarrollada, es una obligación que muy pocos se atreven a enfrentar; hacerlo despreciando el principio no escrito de lealtad hacia los ciudadanos, es algo peor que un fraude, es una malversación de esa legitimidad que en su día prestó al candidato el cuerpo electoral.

Las evidentes presiones a las que en estos días ha estado sometida la Abogacía del Estado para acomodar sus criterios jurídicos a la puntual conveniencia de un partido, necesitado para gobernar del apoyo de quienes promovieron y ejecutaron, aun sin éxito, un golpe a la Constitución, es un turbador ejemplo del torcido uso que algunos están dispuestos a hacer de la confianza de los votantes, a quienes, para mayor burla, se les prometió justo lo contrario de lo que ahora se está a punto de consumar.

El Gobierno debiera subrayar que todo lo que no sea que Puigdemont responda ante la justicia española, a quien dejará en evidencia será a las instituciones europeas
Otro llamativo síntoma del entreguismo al que estamos asistiendo, es la indecorosa cesión de espacio y protagonismo a un independentismo envalentonado (injustificadamente) tras la sentencia de Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), así como el abandono de las obligaciones pedagógicas de cualquier gobernante responsable en defensa de las instituciones del ámbito jurisdiccional. Apenas un precipitado canutazo de la vicepresidenta del Gobierno, aclarando lo obvio, frente a la masiva acción propagandística protagonizada por los Junqueras y Puigdemont, cuyo objetivo no es otro que transmutar inmunidad coyuntural en impunidad permanente; convertir una derrota incómoda, pero formal y subsanable, en un golpe definitivo al Estado español por parte de la justicia europea. 
Estamos de nuevo ante el cíclico defecto español de la autoflagelación, o la “crítica autodestructiva” a la que se refería Felipe VI en su discurso de Nochebuena, que en esta ocasión se traduce en la falta de respuesta frente a la distorsionada equiparación de fondo y forma pretendida por quienes siguen usando los medios públicos para afirmar que la capital de España es Estambul; y en la desvergüenza de aquellos que denuncian los derechos incautados a Junqueras, y resto de sediciosos, al tiempo que califican de provocación la defensa libre de las ideas por los no nacionalistas en cualquier punto de Cataluña o el País Vasco.

Preparándonos para lo peor

Lo de Santiago Abascal, aprovechando la decisión del TJUE para animar a los euroescépticos, es puro oportunismo. Pero entre esa irresponsable reacción y el mutismo cómplice de quienes tienen la obligación de defender al Estado en su conjunto, hay un océano de interpretaciones favorables a los intereses de España que nadie con responsabilidades gubernamentales ha tenido a bien señalar. Que, por ejemplo, ningún dirigente socialista de relieve haya respondido pública y contundentemente a Oriol Junqueras, subrayando que no existe ninguna institución europea que cuestione la legalidad de la sentencia del procés, produce un creciente desasosiego y alimenta la teoría de una deshonrosa e ingrata rectificación.

Tampoco tiene un pase esa otra ocurrencia, también de Vox, interpretando la sentencia del Tribunal de la UE como un ataque contra la soberanía nacional, pero menos justificable aún es que nadie desde el Gobierno les haya recordado a los líderes y burócratas de la Unión, a las autoridades judiciales alemanas y belgas, que todo lo que no sea que Carles Puigdemont responda, antes o después, ante la justicia española, a quien dejará en evidencia será a las instituciones europeas, y constituirá, ese sí, un golpe durísimo a la colaboración leal entre socios.
Se exige alegremente al Rey una labor terapéutica por encima de sus posibilidades y en un momento en el que cualquier lapsus puede ser letal
Así estamos, a la espera de un gobierno que ya está pactado y del que nada sabemos. O sea, instalados en el desgobierno mientras se suceden hechos relevantes que nadie parece atender, preparándonos para lo peor y exigiendo al Rey una labor terapéutica por encima de sus posibilidades, y en un momento en el que cualquier lapsus puede ser letal. Cuando, desgraciadamente para todos nosotros y para él en primer lugar, la Zarzuela se ha convertido en la particular Numancia de nuestras instituciones, malgastar munición cuando aún no se conoce con certeza la composición final de las fuerzas adversarias, hubiera sido poner en peligro la solidez de la fortificación.

El Rey llegó hasta donde podía llegar y es en esta frase donde se esconde la que, a mi juicio, es su aspiración principal: “… de entre esos valores quiero destacar en primer lugar el deseo de concordia que, gracias a la responsabilidad, a los afectos, la generosidad, al diálogo y al  respeto entre personas de ideologías muy diferentes, derribó muros de intolerancia, de rencor y de incomprensión que habían marcado muchos episodios de nuestra historia”. ¿Reproche sutil a la falta de acuerdo entre los dos grandes partidos? ¿Crítica velada a la peligrosa deriva frentista en la que se ha instalado la política española? ¿Ambas cosas?

Acosada por el independentismo, cuestionada por Podemos, criticada por monárquicos y eternos aspirantes a sustituir a Alfonsín y su equipo, e insuficientemente respaldada por el Gobierno, la Corona, en ausencia de un gran pacto nacional que aclare el panorama y aleje incertidumbres, todavía no ha atravesado por el momento de mayor riesgo. Y este llegará, con toda certeza, a lo largo de la legislatura que Oriol Junqueras se dispone a tutelar. Así que tranquilidad. Y feliz año nuevo.


                                                                          AGUSTÍN VALLADOLID   Vía VOZ PÓPULI

Recibamos al Niño y a los niños Jesús


Opinión

Pedro Trevijano


Estamos en Navidad, y un día así uno no puede por menos de recordar la frase del ángel a los pastores anunciándoles la Buena Nueva del nacimiento de Jesús: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad” (Lc 1,14).

Y efectivamente, hay mucha gente buena que se alegra de este nacimiento e intenta vivir con espíritu cristiano estos días de fiesta, lo que se nota en la mayor frecuencia de recepción de sacramentos y en los belenes que adornan tantos lugares y hogares, porque Jesús sigue estando vivo en muchos corazones y hogares.

Pero el ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor. Junto a estas buenas personas y a su lado, en España hay cada año unos cien mil niños sido asesinados en el lugar que debiera ser para ellos el más seguro: el seno materno. Cien mil seres humanos a quienes se les niega el derecho más elemental: el derecho a la vida. Pero también hay otra víctima: su madre, como luego veremos.

Acabo de leer el libro de José Javier Esparza Jérôme Lejeune: amar, luchar, curar, en el que cuenta la vida de este científico francés, descubridor de la causa del síndrome de Down, la trisomía 21, es decir estos enfermos tienen en el par 21 de los cromosomas, un tercer cromosoma. Él lo descubrió como un paso necesario para lograr la curación de esta enfermedad, pero muchos de sus colegas se sirvieron de este avance científico para el mal, para privar de la vida a estos niños. 

Lejeune tomó decididamente partido por ser fiel a su conciencia y al juramento hipocrático que había realizado, es decir en favor de la vida, aunque ello le costase, como le costó, el no ser Premio Nobel. Él pensaba que la vocación médica suponía amar y tratar de curar a sus enfermos, luchando por su vida y no matarles, lo que evidentemente no le hacía ganar las simpatías de la floreciente y multimillonaria industria del aborto. Como católico que era tenía presente que para la Iglesia Católica “tanto el aborto como el infanticidio son crímenes nefandos” (Gaudium et Spes nº 51).

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Desde el punto de vista científico, Lejeune tenía muy claro como genetista que la vida de un ser humano empieza en la fecundación. Para él estaba muy claro que la Medicina está a favor de la vida y de la salud y en contra de la enfermedad y de la muerte y no le cabía en la cabeza que se intentase suprimir una enfermedad matando al enfermo. Lo científico y lo acorde con la moral cristiana es investigar y tratar de curar, no matar. Que la consecuencia de su descubrimiento de la trisomía 21 fuese matar a los afectados en el útero, en una nueva matanza de inocentes, era para él algo incompatible con la ciencia médica. Tratar de salvar vidas humanas no es ni reaccionario, ni retrógrado, ni integrista.

Hoy, gracias entre otros a Lejeune, cuándo empieza la vida humana ya no es cuestión de fe, sino de microscopio. Los firmantes del Declaración de Madrid de 2009, entre los que están lo mejorcito de la ciencia española afirman: “a) Existe sobrada evidencia científica de que la vida empieza en el momento de la fecundación. Los conocimientos más actuales así lo demuestran: la Genética señala que la fecundación es el momento en que se constituye la identidad genética singular; la Biología celular explica que los seres pluricelulares se constituyen a partir de una única célula inicial, el cigoto, en cuyo núcleo se encuentra la información genética que se conserva en todas las células y es la que determina la diferenciación celular; la Embriología describe el desarrollo y revela cómo se desenvuelve sin solución de continuidad; b) el cigoto es la primera realidad corporal del ser humano... g) El aborto es un drama con dos víctimas: una muere y la otra sobrevive y sufre a diario las consecuencias de una decisión dramática e irreparable; h) Es por tanto preciso que las mujeres que decidan abortar conozcan las secuelas psicológicas de tal acto y en particular del cuadro psicopatológico conocido como el ‘Síndrome Postaborto’ (cuadro depresivo, sentimiento de culpa, pesadillas recurrentes, alteraciones de conducta, pérdida de autoestima, etc.)”.

En el episodio del Juicio Final (Mt 25, 31-46), Jesús nos dice que lo que hacemos a cualquiera de los pequeños, se lo hacemos a Él. Si comparamos a cualquier centro abortivo con Herodes, creo que Herodes sale igual o mejor librado y no hay que olvidarse que al final de nuestra vida hemos de dar cuenta de ella a Dios. Creo que los que defienden lo políticamente correcto deberían pensar a qué figura bíblica se parecen más. Esforcémonos todos en parar la matanza de inocentes y en dar a la Medicina su dignidad, como lo intentó Lejeune.


                                                                  PEDRO TREVIJANO  Vía RELIGIÓN en LIBERTAD