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jueves, 30 de enero de 2020

La ruptura de JxCAT con ERC prueba la fatiga del 'procés' y abre Cataluña a otro tripartito

El tripartito es una opción teórica, sí, pero lejana. A los comunes les encanta. En el PSC, les pone los pelos de punta y, además, si ERC y JxCAT suman de nuevo, lo volverán a intentar

Foto: El presidente de la Generalitat, Quim Torra, junto a su vicepresidente, Pere Aragonès (i), durante la reunión del Govern. (EFE) 

 El presidente de la Generalitat, Quim Torra, junto a su vicepresidente, Pere Aragonès (i), durante la reunión del Govern. (EFE)


 
Quim Torra certificó ayer varias cosas, además del final de la XII Legislatura: que el 'procés' sufre agotamiento por estrés, que la ruptura de ERC con JxCAT responde a una herida profunda y que el independentismo siempre muestra una inventiva política sin precedentes. La alternativa de aprobar los Presupuestos y luego avanzar elecciones es la nueva pirueta. La CUP, que siempre dice la verdad en estos casos, advirtió, en palabras de su diputada Natàlia Sànchez, de que “no tiene sentido que un Gobierno fracasado apruebe los Presupuestos”. Y tienen razón. Es absurdo. Pero hace meses que la política catalana se ha divorciado de la lógica. Por eso, aunque el independentismo sigue vivo, las últimas convocatorias de manifestaciones han fracasado: la gente no acude porque no entiende nada. Esa es la fatiga. En cambio, Jèssica Albiach, de los comunes, ya ve un tripartito tras las elecciones: "Estamos más cerca de superar los recortes y de tener un Gobierno progresista".
Pero una cosa es que los de Ada Colau quieran un tripartito y otra que sea posible. En la Moncloa, nada gustaría más a Pedro Sánchez. Y tal vez el pragmático Miquel Iceta estaría dispuesto. Pero en el PSC hay algo más que resistencia. El partido se niega a reeditar una experiencia que le costó muy cara. El propio ministro de Sanidad y secretario de Organización, Salvador Illa, recela. Ayer, en sus reacciones al anuncio de Torra, la mano derecha de Iceta en el Parlament, Eva Granados, apuntó: "El PSC no hará presidente a un independentista", puesto que "Cataluña necesita reconciliación".
Este será el nuevo mantra del socialismo catalán. En campaña, no hablar de tripartitos y repetir una y otra vez que “no se entregará la presidencia a un independentista”, aseguran fuentes del partido. Doctrina Manuel Valls en el Ayuntamiento de Barcelona. Si en JxCAT quieren retrasar la convocatoria electoral, es porque las encuestas son negativas. Les auguran 25 diputados. Recuerden, agotamiento del 'procés', desmovilización. Fuentes del PDeCAT reconocen que convocar ahora solo hubiera favorecido a los socialistas catalanes. Por eso, mejor fingir responsabilidad, aprobar los Presupuestos y ganar tiempo.
Porque ya no se trata de evitar que ERC gane los comicios. Que también JxCAT empieza a percibir el riesgo de que el PSC quede como primera fuerza. Tras unas nuevas elecciones, las urnas pueden arrojar un escenario inédito, un Parlament más polarizado, sin Torra, con el que nadie cuenta; con mayor peso de la CUP, con la entrada de Vox, que si tiene los mismos resultados que en las últimas generales en Cataluña, podría lograr unos seis diputados. Con Cs y el PP explorando una vía conjunta, como avanzó El Confidencial, todo el centro catalán queda para el PSC, que aspira a recuperar medio millón de votos que considera prestados a los de Inés Arrimadas.

Calendario previsto

El calendario previsto en el Parlament es que el Presupuesto estará aprobado el 18 de marzo. A partir de entonces, Torra se ha comprometido a anunciar elecciones. JxCAT llega al envite muy dividido y sin un cabeza de lista clara. Esta misma crisis se ha enfocado de manera muy diferente. Torra quería avanzar de manera inmediata, Elsa Artadi abogaba por que ERC saliese del Govern; prácticamente cada facción mantenía una postura, como quedó claro en la reunión que tuvieron el lunes en el Parlament. Al final, Carles Puigdemont impuso su criterio: primero Presupuestos, después elecciones.

El juego entre JxCAT y ERC cara al adelanto electoral es el contrario de aquel viejo bolero ranchero de Albert Hammond, 'Échame a mí la culpa de lo que pase'. Aquí el juego será justo el opuesto: culpar a otro de lo que pase y de lo que no pase. Por eso, nadie quería asumir el coste de no aprobar los Presupuestos. La lógica ya no puede explicar el 'procés'. Pero el miedo al qué dirán sí. Será la gran batalla de la campaña electoral. Se acusarán unos a otros de los fracasos del independentismo.
En un clima en que JxCAT y ERC se culparán de todo, los republicanos tendrán un problema añadido: qué hacer con el Presupuesto de Sánchez

ERC podría tener problemas añadidos. Contará con el dilema de aprobar los Presupuestos Generales del Estado. Y hacer el cálculo de si eso le perjudica en términos electorales. Si lo hace, tendrá a las huestes de JxCAT acusándolo de todo. De nuevo el qué dirán.

La oposición

La estrategia de la oposición también será controvertida. Los comunes repetirán una y otra vez que el tripartito es la solución a los problemas de Cataluña. Justo al revés que los socialistas catalanes, que se centrarán en decir que intentarán cualquier cosa menos un tripartito. A menos que sean los ganadores. Eso ya sería otra cosa.
En todo caso, por mucho que le guste a Colau, el tripartito es una opción teórica, sí, pero lejana. Si ERC y JxCAT suman, lo volverán a intentar. Seguir enfrascados en el 'procés' será una tentación demasiado fuerte. Además, hay otra razón: JxCAT no puede pactar con nadie más.

                                             CARLOS LAMELAS  Vía EL CONFIDENCIAL

¿Los hijos no pertenecen a los padres?


Opinión 

Cardenal Antonio Cañizares

Es verdad comúnmente admitida que compete a la familia, a los padres, el derecho y el deber originario de educar a la persona humana, a los hijos, en cuanto personas que son. Esta misión educadora de los padres, arraigada en la más profunda entraña de su ser padres, está basada en su participación, para los creyentes, en la obra creadora de Dios y, para todos, en la razón. Sólo los sistemas dictatoriales, las dictaduras, afirman que este derecho-deber le corresponde al Estado, porque los hijos no son de los padres, no pertenecen a los padres, sino al Estado.
Los padres, en efecto, “engendrando en el amor y por amor una nueva persona, que tiene en sí la vocación al crecimiento y al desarrollo, asumen por eso mismo la obligación de ayudarla eficazmente a vivir una vida plenamente humana" (San Juan Pablo II). La familia, comunidad de personas, está al servicio de la vida. Este servicio de la vida por parte de la familia no acaba, como es obvio, en la mera transmisión de la vida, sino que se prolonga en esa “procreación” incesante que es la ayuda permanente y eficaz de los padres al nuevo ser humano a vivir una vida verdadera y auténticamente humana por medio de la educación. La educación es también un servicio a la vida. La familia es la estructura del amor en donde se descubre el acontecimiento maravilloso de la vida: donde se aprende a amar, en donde toma cuerpo de verdad la libertad, y en donde se aprende a ser verdadera y plenamente hombre.
Como señaló tan magistralmente el Concilio Vaticano II en su declaración sobre la educación, “puesto que los padres han dado la vida a los hijos, tienen la gravísima obligación de educar a la prole, y por tanto hay que reconocerlos como los primeros y principales educadores de sus hijos (y primeros y principales responsables de su educación). Este deber de la educación familiar es de tanta trascendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse” (Gravissimum Educationis, 3). El servicio a la vida mediante la educación es un elemento clave, un elemento base y fundamental de la familia. Ser padre o madre es ser educador y responsable insoslayable de su educación.
San Juan Pablo II, en su exhortación apostólica postsinodal sobre la familia, define de manera precisa y admirable el lugar de la educación en la familia con estas palabras: “El derecho-deber educativo de los padres se califica como esencial, relacionado como está con la transmisión de la vida humana; como original y primario, respecto al deber educativo de los demás; por la unicidad de la relación de amor que subsiste entre padres e hijos; como insustituible e inalienable y que, por consiguiente, no puede ser totalmente delegado o usurpado por otros. Por encima de estas características no puede olvidarse que el elemento más radical, que determina el deber y el derecho primario y original educativo de los padres, es el amor paterno y materno, que encuentra en la acción educativa su realización, al hacer pleno y perfecto el servicio a la vida. El amor de los padres se transforma de fuente, en alma, y, por consiguiente, en norma, que inspira y guía toda la acción educativa concreta, enriqueciéndola con los valores de dulzura, constancia, bondad, servicio, desinterés, espíritu de sacrifico, que son el fruto más precioso del amor”.
La familia es la gran escuela de la sociedad. Constituye el lugar natural y el instrumento más eficaz de aprendizaje y realización del ser hombre, así como de personalización de la sociedad; es, sin duda alguna, “la escuela más completa y rica de humanismo” (Gaudium et Spes 52), la primera y fundamental escuela de los valores y de las virtudes más fundamentales de la vida humana. No puede ser suplantada por nada ni por nadie. Así lo reclama no sólo el bien privado de cada persona humana sino el bien común, el bien de la sociedad, inseparable siempre del bien de la persona. La sociedad está, debe estar, al servicio de la familia y de la persona, también en el campo de la educación; debe respetarla y promoverla, también en este campo; no puede sustituirla en modo alguno, ni invadir su inalienable misión.
¿Se quiere volver al pasado y resucitar una nueva dictadura? Porque el artículo 27 de la Constitución, clave y quicio de la ley fundamental de nuestra nación, reconoce y garantiza este deber y derecho de los padres. ¿Se pretende que sea como Cuba, o China, o lo que fue la Unión Soviética donde los hijos eran del Estado y no pertenecían a los padres? Es tan evidente que pertenecen a los padres, que no deberíamos emplear ni un minuto en discutirlo. En el paradigma en que se sitúa la señora ministra, ¿dónde queda la libertad de enseñanza, la libertad religiosa y moral y qué espacio queda para lo que no sea el pensamiento único y dominante? ¿Así se piensa progresar? Esto es un retroceso muy grande. Lo siento. Debe aclararse el Gobierno y no falsear ni engañar, porque va contra el bien común, objetivo ineludible que debería buscarse.

                                                                      Cardenal ANTONIO CAÑIZARES
                                          Publicado en el portal de la archidiócesis de Valencia.

LA LLAVE DE CARACAS

El dinero deja pistas. Siempre. La pista más negra de la política española se pierde en Venezuela

 

 

Vivimos la descomposición de un régimen. No es valoración; es dato. Una región desafía a la nación y nada pasa. Mientras, en el Estado, gentes turbias se enriquecen. Muere un mundo, muere un sistema político. Todo se pudre.
Todo se pudre. No hay un gobierno. Hay dos. Ni siquiera ha jugado nadie a ocultarlo. Desde su formación, Sánchez e Iglesias explicitaron que cada uno de los dos hemisferios del ejecutivo quedaría, en exclusiva, bajo el poder de uno de los dos partidos; lo cual vale decir bajo la decisión personal de cada uno de sus dos líderes. Los ministerios de Podemos renunciaban a hacer pública disconformidad alguna con las actuaciones de los ministerios cuyo lote había correspondido al PSOE. Y a la inversa. Se podrá eludir el peso de la realidad a golpe de eufemismos y de televisores. Pero la realidad es testaruda y acaba siempre por imponerse a las palabras en las actuaciones políticas: no hay un gobierno, hay dos. Con dos presidentes al frente. Uno mayoritario: Sánchez. Otro que, en su minoría, es absolutamente necesario para la supervivencia parlamentaria del primero: Iglesias. En política no es lo esencial quién tiene la mayoría, sino quien dispone de los medios para privarle de ella. Basta un gesto del delirante grupo que dirige Iglesias, para que el PSOE cierre su siglo y pico de existencia, naufragando en la nada. Y no precisamente del modo más elegante.
¿Hay un interés común entre esos dos gobiernos que se disputan el futuro monopolio del Estado y que están llamados a asesinarse entre sí cuando llegue el momento propicio? Lo hay. En política, no hay afectos. Hay matrimonio de interés: sólo el sólido el pilar del dinero estabiliza.
Pero, ¿hay un interés común entre Sánchez e Iglesias? Sí: Venezuela. Y, si la violación de leyes europeas que el viaje de Delcy Rodríguez consumaba, al sobrevolar el espacio aéreo español y aterrizar en Madrid, fue tolerado; y, si la atención de un vicepresidente le fue concedida; y, si pudo luego atravesar el aeropuerto y volar con destino a Doha…, sólo a ese interés común hay que atribuirlo. Un patrón impone condiciones a sus empleados: agradables o incómodas. El que paga manda. ¿Qué derecho de propiedad podía exhibir la señora Rodríguez ante sus interlocutores españoles? ¿Nóminas? ¿Libros de cuentas?
Las de Podemos son las más sencillas. En Venezuela, un grupo de avispados penenes españoles fue transubstanciado en partido político. Eran los tiempos en los que, Chaves -luego sería Maduro- clamaba hacer pagar a España el escaso respeto hacia su dictadura. Los penenes fueron lanzados al asalto. Nadie sabe, hasta hoy, cómo pudo financiarse eso. Nadie, salvo quienes lo hicieron. Delcy Rodríguez, seguro que no lo ignora.
Pero las nóminas y libros de cuentas venezolanos no son, para el PSOE, de menor envergadura. Alguno quizá recuerde cómo, en tiempos de Bono, los Estados Unidos hubieron de intervenir para que el ministro español no vendiese tecnología militar norteamericana al narcoejército de Venezuela. Y muchos, muchísimos, seguro que recuerdan el ir y venir de ese curioso personaje al cual Delcy Rodríguez bautizó como «mi príncipe». ¿Qué ha estado haciendo Zapatero en Venezuela durante estos años? ¿Política o negocios? ¿En beneficio de quién? ¿De personas, de empresas, de partidos...?
El dinero deja pistas. Siempre. La pista más negra de la política española se pierde en Venezuela. Puede que Delcy Rodríguez trajera ciertas carpetas. Bajo llave. Desde Caracas. En su avión. Todo se pudre.

                                                                    GABRIEL ALBIAC   Vía ABC

miércoles, 29 de enero de 2020

Hablar con un pelele, ¿para qué?

Los hechos de los últimos días han terminado de liquidar cualquier apariencia de autoridad política de quien ya no es útil ni como marioneta

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en Moncloa. (EFE)

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en Moncloa. (EFE)
 
 
 
Espero que el presidente del Gobierno sepa lo que hace al obstinarse en mantener su intención de viajar a Barcelona el 6 de febrero para entrevistarse oficialmente con la figura fantochesca que dice seguir ostentando, contra toda evidencia empírica, la condición de 'president' de la Generalitat (lo de 'molt honorable' se lo dejaron por el camino sus antecesores).
Se mire por donde se mire, no se vislumbra qué clase de beneficio se obtendrá de un acto que tendrá mucho de espectral. Ningún resultado puede salir de esa conversación salvo un colosal papelón si, como podría ocurrir, la Justicia dictamina que Torra dejó de ser presidente de la Generalitat el mismo día en que perdió su condición de diputado. Es decir, que Sánchez se habría entrevistado con un usurpador del cargo. Ni siquiera podría alegar engaño, porque es público y notorio que la condición presidencial de Torrra es, en este momento, un asunto jurídicamente oscuro.
Lo es en lo formal, pero no en lo material. Los hechos de los últimos días han terminado de liquidar cualquier apariencia de autoridad política de quien ya no es útil ni como marioneta. Es evidente que Torra no puede hablar en nombre de Cataluña, ya que desde el principio renegó de la mitad de ella. Tampoco en nombre del independentismo, que hoy es una batalla de banderías en la que cualquier opinión pesa más que la suya. No puede esgrimir el liderazgo de una mayoría parlamentaria que ha implosionado y ni siquiera es capaz de sostenerlo como diputado. Y no representa a ninguna fuerza política: ni él se reclama de ningún partido, ni hay partido que lo reconozca como suyo. Más que un independiente, es un repelente. En su camino voluntario hacia la indignidad, ya no funciona ni como la voz de su amo Puigdemont.
Torra no preside un Gobierno: él mismo se ha encargado de que Cataluña carezca de tal cosa. Los consejeros actúan por su cuenta y ninguno espera recibir de él instrucciones o directrices. El llamado Govern de la Generalitat es hoy cualquier cosa menos un órgano operativo de gobierno con dirección o jerarquía reconocibles. Si algo funciona en Cataluña es por la inercia del aparato administrativo, no porque haya alguien al timón.

Ni siquiera los suyos le reconocen ya los atributos presidenciales básicos. No puede nombrar o cesar consejeros (intentó sustituir al de Interior y no se lo permitieron; amagó con quitar al vicepresidente, que lo traiciona todos los días para ocupar su lugar, y lo frenaron en seco). No puede marcar políticas de gobierno. Se entera por la prensa de las negociaciones de los Presupuestos y de la gestación de mesas de diálogo entre gobiernos. Se le niega hasta la capacidad de convocar las elecciones. En el patético pleno del lunes, amenazó con usar esa potestad y le llegó un mensaje fulminante de Bruselas. Habrá elecciones en Cataluña, pero no será cuando lo decida Torra. Y desde luego, no serán para votar a Torra. El tipo al que Sánchez rendirá pleitesía el día 6 está excluido del futuro por los mismos que lo pusieron ahí. ¿De qué futuro puede hablarse con él?
Torra es ya un desecho político, un estorbo prescindible. Para todos… excepto para Pedro Sánchez. ¿Por qué? Quizá precisamente por eso: hablar con quien no pinta nada permite mantener el relato ficticio del diálogo y a nada compromete, puesto que el interlocutor no está en condiciones de comprometerse a nada.
No hay una sola cuestión relevante sobre el llamado conflicto catalán en la que Torrra sea interlocutor válido o cuya palabra garantice algo. Todo lo que Sánchez le diga en esa entrevista resultará inane, y todo lo que él diga a Sánchez no valdrá un maravedí. Nadie en el mundo independentista, ni ERC, ni las múltiples facciones exconvergentes, ni la CUP, ni la ANC ni los piquetes de los CDR que en su día intentó capitanear, se sentirá vinculado por lo que Torra pretenda acordar con Sánchez. Por supuesto, qué decir de las fuerzas económicas y sociales de Cataluña o del propio PSC, que solo especula con el momento de reproducir en el Parlamento catalán el acuerdo que apadrinó en el de España para regresar a los tiempos felices del tripartito.
El presidente de la Generalitat, Quim Torra, en los pasillos del Parlament. (EFE)
El presidente de la Generalitat, Quim Torra, en los pasillos del Parlament. (EFE)
La portavoz del Gobierno afirmó ayer, categóricamente, que Torra sigue siendo presidente de la Generalitat. Es algo sumamente arriesgado tratándose de algo que está siendo dilucidado en los tribunales, sobre todo si se corrobora con una entrevista oficial en pleno litigio. De hecho, hay poderosas razones, en la letra y en el espíritu del Estatuto, para defender lo contrario. Un elemental sentido institucional aconsejaría mayor prudencia.
Esta es la enésima ocasión, en las últimas semanas, en que el Gobierno desafía la Justicia criticando abiertamente sus decisiones, cuestionando su neutralidad y respaldando las posiciones y los intereses de los independentistas. A estas alturas, es ya manifiesto que se trata de un designio estratégico. De todas las cosas irresponsables que ha hecho Pedro Sánchez desde 2014 hasta hoy, esta es una de las más insensatas. No hay política de alianzas que justifique semejante desgarro institucional.
Aun admitiendo la confusa retórica gubernamental del “diálogo sobre el conflicto”, para llevar adelante esa estrategia lo primero que se necesita es saber quién manda en Cataluña. Difícil cuestión, porque los dirigentes nacionalistas se han ocupado de arrasar su propia institucionalidad, se han declarado la guerra civil y se disputan la jefatura un presidiario y un fugitivo. Solo una cosa está clara: quien no manda hoy, y mucho menos mandará mañana, es Torra. Así que los Casado, Arrimadas y Abascal pueden ahorrarse la habitual letanía de escandalizados adjetivos grandilocuentes: esa reunión del 6 de febrero no será felonía ni traición, sino simple mascarada inútil. Una más.
Por lo demás, el motivo último por el que Sánchez, arriesgando su propio crédito, está dispuesto a suministrar una última dosis de oxígeno a un moribundo político con el que no queda nada que negociar, es un misterio. Quizá se trate de mantener al pelele artificialmente vivo hasta que ERC pueda votar los Presupuestos y Puigdemont poner orden en el caos convergente sin la presión de una convocatoria electoral tras la cual, me temo, seguirá sin respuesta la cuestión de quién manda en Cataluña, territorio sin ley.

                                                           IGNACIO VARELA Vía EL CONFIDENCIAL

POLÍTICA Y MISERICORDIA EN LA CONSTRUCCIÓN DEL REINO



misericordia


Un editorial de FórumLibertas del septiembre del año pasado explicaba como la expulsión social del cristianismo se traducía en la destrucción de la propia sociedad secular.
Esto es así en España como en la mayor parte de Europa por una razón muy concreta. Son sociedades construidas a partir del cristianismo, y sin sus instituciones, entendidas en un sentido amplio, pierden sentido, se diluyen los fines que persigue como sociedad, más allá del crecimiento económico, que parece el único proyecto común, la ultima razón, ahora cada vez más cuestionada por la crisis ambiental.
Una consecuencia positiva de aquella dinámica histórica ha sido el estado del bienestar que, si bien puede ser criticado porque sus funciones acaban supliendo responsabilidades concretas, por ejemplo, de las familias, en términos reales representa una gran solución para necesidades vitales que, en sus situaciones más extremas no encuentran respuestas en el seno familiar. Con toda la burocracia conduce a la despersonalización de los abordajes y soluciones, y estos al dolor.
Un primer apunte desde la perspectiva cristiana, la de la construcción del Reino, es la necesidad de transformar el estado del bienestar en sociedad del bienestar, guiada por criterios cristianos. La transformación de lo existente, pero no su crítica destructiva, siempre más teórica que real.
Valga este excurso para introducir la cuestión de la misericordia, de la caritas cristiana desde la perspectiva de la construcción del Reino.
La misericordia es una necesidad, pero no completa toda la tarea eclesial. La conclusión de Aparecida, es decir la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, un texto sin parangón en los episcopados europeos, sostiene (385) La misericordia siempre será necesaria pero no debe contribuir a crear círculos viciosos que sean funcionales a un sistema económico inicuo. Se requiere que las obras de misericordia estén acompañadas por la búsqueda de una verdadera justicia social…Este mismo punto citando la Encíclica “Deus Caritas est” de Benedicto XVI subraya que “el orden justo de la sociedad y del estado es una tarea principal de la política y no de la Iglesia, pero la Iglesia no puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia
De la misma manera que existen estructuras de pecado, en buena parte públicas, como las que facilitan el aborto y la eutanasia, deben existir estructuras públicas de bien.
Y de la misma manera que el estado del bienestar es un gran avance, pero se debe alcanzar la sociedad del bienestar, este logro solo es posible a partir de introducir la misericordia. Para entendernos rápido. Los casos dramáticos, por especiales, que los servicios sociales son incapaces de resolver, encuentran su acomodo en Caritas. Esa es la realidad, pero esta institución, esta fuera de toda política pública. Ese es el tipo de error, que solo el cristianismo puede corregir, porque solo él puede introducir políticamente la misericordia en el sistema.
En el Antiguo Testamento, la justicia, el juicio y el castigo son la norma, aunque siempre se da la posibilidad de acogerse a la misericordia y el perdón de Dios. En el Nuevo Testamento la misericordia es la norma, y el juicio, el castigo y la condena, son la excepción. Este enfoque está fuera del sentido común y necesita a Dios para realizarse.
Y este enfoque  es también político, porque para los cristianos, la misericordia es la clave  para juzgar las estructuras sociales legales y económicas, el modo de producción; las instituciones en términos amplios que describe la Nueva Economía institucional. Cuando estas no son capaces de acogerla, o se han desviado para no acogerla (por ejemplo, en la justicia, la quiebra de la presunción de inocencia, la filtración de los sumarios, el cuestionamiento de la dignidad del acusado y del condenado, los juicios de telediario, etc.) no pueden ser aceptadas, porque toda institución, incluida la ley, ha de dejar espacio a la misericordia. Y las políticas correspondientes deben concretar el cómo. Es una forma nueva -cristiana- de observar y actuar sobre la realidad.
Necesitamos una gran transformación. “Siempre hay que recomenzar. Tan sólo nuevos comienzos temporales aseguraban una continuación de la regla perpetuamente eterna” sostiene Péguy. Empezar siguiendo Santa Teresa de Jesús: “Confianza y fe viva/ mantenga el alma/ que quien cree y espera/ todo lo alcanza”. Empezar con la virtud cantada por Kipling: “Si puedes contemplar, roto, aquello a que has dedicado la vida/ y agacharte y construirlo nuevamente…”
Y tenemos muchos elementos concretos para inspirarnos y fundamentarnos. Porque el Reino en parte ya es visible. Lo es por ejemplo, en Cáritas, en tantas Cáritas parroquiales y obras semejantes. Lo que sucede que todo esto hay que perfeccionarlo desde su dimensión cristiana. Y esto significa entender y desarrollar toda su dimensión política.
Hemos de meditar sobre ello, no sea que acabemos actuando como los que rechazaron a Jesús porque esperaban otra cosa, otro momento.
El anuncio de la proximidad del Reino, que hace Jesús, se refiere evidentemente a sí mismo, pero hay más, porque advierte sobre otra dimensión del hecho.
El Reino podría haberse concretado si el pueblo elegido lo hubiera aceptado en lugar de rechazarlo. No fue así. Y este hecho nos muestra como Jesús nos señala a todos nosotros como colaboradores necesarios para realizar aquel proceso de construcción que se consumará en toda su plenitud sólo al final de los tiempos. Para eso hemos sido creados nuevo pueblo elegido. Y como pueblo, no basta con una respuesta individual, no bastan respuestas sectoriales basadas en el amor de donación. Estas son necesarias, claro está, pero no son  la razón de suficiencia, porque también es necesaria la acción colectiva, por tanto también política, dirigida a sustituir las estructuras del mal y del pecado creadas por el mundo y sus leyes, para sustituirlas por otras estructuras de bien que coadyuven a la progresiva construcción del Reino.

                                            JOSEP MIRÓ I ARDÈVOL  Vía FORUM LIBERTAS