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domingo, 31 de octubre de 2021

SÁNCHEZ Y LA FARSA DE LOS PRESUPUESTOS

Sus aliados Frankenstein precisan a Sánchez inclinado pero sin derribarlo

Sánchez y la farsa de los Presupuestos 

ULISES CULEBRO

Cuando en una democracia el presidente del Gobierno recibe tres revolcones seguidos del calibre de los asestados a Sánchez por el Tribunal Constitucional por arrollar la Carta Magna que juró guardar y hacer guardar al prometer su alta encomienda, tras valerse de la excepcionalidad del Covid para arrogarse poderes que exceden de sus atribuciones, tales arbitrariedades le habrían costado el puesto. O, al menos, la reprobación de las Cortes a quien instrumentalizó el gazapo voluntario de un juez afín en una sentencia-falsa contra Rajoy para la moción de censura que le aupó a La Moncloa. Así se procede cabalmente en un régimen democrático digno de tal nombre y en el que no se halle tan dañado el funcionamiento institucional como para transigir con dictadura constitucional alguna o con el bonapartismo de un César de ocasión o de guardarropía.

Empero, aquí se acepta el viraje con una naturalidad que pasma. Tanto intramuros del Congreso, donde la presidenta Batet echa ilegalmente el candado -cosa que no acaeció ni en la Inglaterra de la II Guerra Mundial, donde Churchill afrontó incluso una moción de censura- como extramuros del hemiciclo, donde hay periódicos que no dedican ni una nota a pie de página en sus portadas al golpe de gracia del Tribunal de Garantías Constitucionales a los ultrajes del Gobierno a la Ley de Leyes, como si fuera una menudencia intrascendente a la que sí dieron cobijo y hueco. Si se cuenta que el diario Pravda (La Verdad), órgano oficial del PCUS, imprimía un ejemplar único para que Gorki pudiera leer el rotativo sin que nada trastornara su ánimo, estas publicaciones parece que procuraron lo mismo con el Gobierno y sus lectores en sus primeras planas del jueves. Una humorada más propia del semanario satírico al que presta título ese día central de la semana.

Claro que, como estas tres sentencias no tendrán efecto práctico, Sánchez colige que ahí se las den todas, lo que supondrá un acicate para más tropelías. Mucho más cuando Cs, con su voto, y PP, con su abstención, declinaron fiscalizarle durante la pandemia, pese a su ineficacia sanitaria -España contabilizó el mayor exceso de muertes entre los países de su entorno- y económica -acusó mayor recesión y se recobra peor-, habiendo de por medio la custodia de derechos y libertades cardinales. Es lo que ha resuelto el TC después de demorar su respuesta a los recursos de Vox -en torno al alcance del estado de alarma, su prórroga y el cerrojazo a las Cortes- hasta que expiraron estos estados de excepción encubiertos. Contrasta su dilación con su celeridad en litigios de pareja gravedad. Por no referirse a las 48 horas que tardó en 2011 en anular la sentencia del Tribunal Supremo que juzgó que el brazo político de ETA (Bildu) no reunía los requisitos para acudir a unas elecciones, secundando el plan de Zapatero con la banda terrorista.

Estos destrozos alfombran un proceso ya presenciado demasiadas veces y que no es otro que, si se deja a un gobernante, por bueno que sea, y por democrática que sea su elección, gobernar sin límites y sin control, éste mutará más pronto que tarde en déspota que se valdrá de lo que esté a su alcance para perpetuarse. A este fin, las arcas públicas son una voluminosa alcancía para retribuir a propios y abonar el vasallaje ajeno con el contribuyente como pechero de los nuevos señores feudales.

A este respecto, los Presupuestos del Estado para 2022, cuya artificiosidad en los ingresos es parangonable a la discrecionalidad en los gastos -más que cuentas son los cuentos de Calleja (perdón, de Sánchez)-, no priorizan la restauración económica que pregonan y que se aleja hasta amenazar con decir adiós. Al contrario, anteponen sufragar con pólvora del rey dispendios electorales que se travisten de sociales y a enjugar el desatado alquiler de La Moncloa a quienes el inquilinato de Sánchez es como si les hubiera tocado el sueldazo de la ONCE. Pero a Sánchez qué más le da -"ándeme yo caliente y ríase la gente"- si ello esquilma al Estado y lo desbarata a merced de formaciones nacidas para destrozar España tras desvalijarla como cacos a los que el ministro Grande-Marlaska da la bienvenida pública. Como ha hecho con Bildu tras permitir los ongi etorri a los asesinos etarras a los que el titular de Interior ha acercado a presidios vascos proveyéndoles contriciones ciclostiladas a la espera de los favores carcelarios del Gobierno de Urkullu.

"¡Vengan ollas y pasen días!", vitoreará un presidente sin los escrúpulos ni el sentido de Estado de su homólogo portuguésAntonio Costa, quien se ha plantado para no firmar un cheque en blanco a sus socios de la coalición geringonça que ha sustentado su Ejecutivo este sexenio trascurrido desde que, en noviembre de 2015, el Partido Socialista, el Bloque de Izquierda y el Partido Comunista tumbaran al conservador Passos Coelho en una moción de censura. Ha preferido arriesgarse a unas elecciones para no claudicar al neocomunisno populista de sus sindicados luego de acometer una encomiable labor económica tras ser intervenido su país por los hombres de negro de Bruselas a raíz del crac de 2008. Comparar a Sánchez con Costa es contraponer el plumaje del gorrión al del pavo real, aunque el primero se vanaglorie con penachos que no le atañen y el segundo disimule el mérito.

Así, mientras Portugal huye del ayer en el que el escritor y diplomático Eça de Queirós, al ser confundido con un español por una francesa que le oyó hablar en un idioma que ignoraba en un tranvía parisino, le aclaró, no sin ironía: "Ay, señora. Lo siento. Peor aún: somos portugueses". Entre tanto, la España de hoy es inspeccionada discretamente por unos funcionarios de la UE que asisten perplejos a cómo dos vicepresidentas andan a la greña, mientras el presidente alterna carantoñas con una y otra, a la espera de resolver como Salomón qué hacer con la salvífica reforma laboral del PP de 2015, cuya derogación figura en la génesis del Gobierno del insomnio PSOE-Podemos suscrito tras los comicios del 10-N de 2019, pero que arriesga la llegada de los fondos europeos de recuperación. Ni siquiera al desventurado Costa, que andaba de velatorio, se le privó del espectáculo entre Calviño y Díaz en la cumbre hispanolusa del jueves en la monumental Trujillo.

Allí, soslayando paralelismos enojosos, Sánchez refrendó su propósito de agotar la legislatura hasta 2023, si bien dicho en su boca puede indicar, como acostumbra, todo lo contrario. Hay que tener en cuenta, además, cómo se ennegrece el horizonte económico y cómo, en parangón con la Francia de los chalecos amarillos, una colilla mal apagada puede hacer saltar por los aires el polvorín. Como ha deslizado Felipe Calderón, presidente de México entre 2006 y 2012, en el cónclave del PP, su experiencia le dicta que un Gobierno puede sobrellevar una catástrofe -bien una pandemia o un terremoto-, e incluso un desabastecimiento alimentario, pero no la carestía de luz y gas en un crudo invierno. Atentos, pues, al hombre del tiempo.

Por eso, Sánchez usa la porfía entre sus vicepresidentas al modo de aquellas peleas en broma por fandangos de los 70 entre Juanito Valderrama y Dolores Abril y que fueron sintonía de la radio de cretona de un país paupérrimo que descubría el consumismo montado en un Seat 600 a plazos. Aquel disco de vinilo de las peleas en broma tiene su réplica en la farsa guiñolesca de vicepresidentas, una con faz de burócrata cariacontecida y la otra de jacarandosa invitada que va de boda en boda, como polichinelas de Sánchez.

El presidente potencia a la ministra de Trabajo porque necesita que no se desinfle Podemos (o el bloque ampliado que pudiera nacer de su defunción) de modo que la mayoría Frankenstein le ayude a prorrogar su mandato. Pero no deja de ser un artificio mediático -como los Presupuestos lo son contablemente- que, en cuanto se apague el foco, perderá la majestuosidad como Cenicienta al dar las 12 de la noche diluyéndose como un terrón de azúcar en el café. Caso de venirse arriba la estrella emergente de la izquierda, le hará luz de gas como a otros cadáveres que ha dejado en el camino. Es también apreciación de la interesada, quien tiene más problemas con sus compañeros de Podemos que con su benefactor. No es para menos. Iglesias sigue activo como un volcán y, furibundo, verterá lava en cualquier instante.

Entre tanto, sus aliados Frankenstein estrujan la debilidad de Sánchez. Conscientes de que serán los últimos Presupuestos de la legislatura, le obligan a transitar bajo sus horcas caudinas sin humillarlo a diferencia de los samnitas a los romanos a los que forzaron a cruzar desnudos bajo una lanza dispuesta en horizontal sobre dos clavadas en el suelo. Para éstos, Sánchez es un perfecto tentetieso que se atiene políticamente a la definición académica: "Muñeco de materia ligera, o hueco, que lleva un contrapeso en la base, y que, movido en cualquier dirección, vuelve siempre a quedar derecho".

Lo precisan inclinado a sus intereses y demandas, pero sin derribarlo del todo. Ello es asumido por un Sánchez que renunció a forjar alternativas a su derecha, pese a sus cantinelas con Cs. De hecho, agarra con fuerza los votos de Bildu que no precisa para aprobar los Presupuestos, pero sí con vistas a un futuro que ya es presente en Navarra. Ello escama a un PNV al que le chillan los oídos y se malicia un tripartito vasco del PSOE y Bildu, más los restos de Podemos, que le prive de las nueces. Cosas de esta "nueva normalidad" que Sánchez adoptó del presidente Xi Jinping que acuñó el concepto para publicitar el sueño chino bajo la horma del Partido Comunista. Nada que ver, desde luego, con el traje socialdemócrata que Sánchez se hizo cortar para desfilar por la pasarela del congreso XL de Valencia.

 

                                                                     FRANCISCO ROSELL   Vía EL MUNDO

BYE, BYE, FRANKENSTEIN

El futuro del sanchismo depende de Berlín, del heredero de Merkel. Si se retrasan los fondos o suben los tipos, bye, bye, Frankenstein

El 'dedazo' del Gobierno al nombrar a la jefa de Protección de Datos incumple la ley 

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. 

Se acabó el tiempo de los politólogos y vuelve el de los economistas. Qué tedio, qué pavor. En este trienio desbarajustado y cruel, con absoluto protagonismo de lo que ahora los bocachanclas llaman 'las políticas', así, en plural, para darse más pisto, hemos asistido a acontecimientos que jamás pudimos imaginar. Un presidente derribado por vez primera en una moción de censura propiciada por una frase incrustada en forma aviesa e impensable en una sentencia judicial. El secretario general del partido con más temporadas en la poltrona gubernamental, defenestrado y encumbrado por su propia gente en el breve lapso en el que Scott Fitgerald se embaulaba tres whiskies. Un pronunciamiento golpista y xenófobo en la región más próspera del Estado y a su presidente huir despavorido para instalarse cómodamente en Waterloo a cargo del erario. Un primer ministro, carente de escrúpulos y menguado de principios, pavonearse con ínfulas de bonaparte junto a una cuadrilla de comunistas incrustada en su Gabinete mientras pulverizaban a pachas el edificio constitucional. Y un desfile de incontables mentecatos y mentecatas en afanosa disputa por conseguir el premio al ministro más incompetente y prescindible en la historia de nuestra democracia. Todo eso ha pasado. Una antología del absurdo, la galería del exceso.

Han sido tres años desaforados, convulsos, desabridos e infernales. Hemos vivido esos 'tiempos interesantes' de la maldición china, muy adecuados para animar tertulias, calentar debates y espolear la imaginación y el argumentario de los espeleólogos de la cosa pública. Toca ahora el retorno a los tiempos oscuros y prosaicos de la economía, ¡estúpido!, de las cuentas, los números y los mercados. Una etapa sobria y desabrida como la prédica de un pastor luterano, en la que lo más apasionante se centra en dirimir si la inflación sola o con leche, es decir, si es temporal o estructural. Y cosas por el estilo.

Descalabro energético, caos logístico, problemas de suministro, crisis de materias primas...Algo así como si hubieran soltado a los quinientos jinetes del apocalipsis sobre nuestras atónitas cabezas

Vuelta al 2007, al crujir de dientes, la angustia, el horizonte incierto, las cifras mareantes, los datos pesimistas, las previsiones de pánico y demás elementos que redondean el fantasma del cataclismo. Descalabro energético, caos logístico, problemas de suministro, crisis de materias primas...Algo así como si hubieran soltado a los quinientos jinetes del apocalipsis sobre nuestras atónitas cabezas. "Un problema temporal y global", recitan los predicadores de la calma. "Esto también será culpa de Sánchez", argumentan, con hedionda ironía, las cacatúas monclovitas.

A España le pilla mal, con un Gobierno diletante e inútil, enredado en disputas egocéntricas sobre si Yolanda o Nadia, sobre si el Netflix en catalán y si se hace lendakari al jefe de la banda del terror. Endeudados, estancados, sin proyecto ni propuestas, sin equipos ni apenas nivel de competencia, en una situación de fragilidad como pocos países de nuestro entorno. A la espera de los anhelados fondos europeos que penden, cada vez más, de un hilo. En los últimos días ya lo han advertido ilustres voceros de la UE como Paolo Gentiloni, el comisario de Economía, que deslizó una sutil admonición sobre los peligros de cargarse la reforma laboral imperante. O Kadri Simpson, comisaria de Energía, que mandó a hacer gárgaras el plan impotable de la ministra Ribera, un cúmulo de indigeribles disparates.

Quizás Sánchez no haya asumido lo alarmante de su situación. Quizás, como susurra uno de los noventa mil asesores que pululan por la Moncloa, 'ahí nadie parece percibir lo que en verdad ocurre'. Cual el arponero de Mobby Dick: "Todos la vemos pero eso no quiere decir que es real". Bien real es esta descomunal ballena blanca que ahora emerge, fiera y desafiante, que de un coletazo puede destrozar el torpe andamiaje del sanchismo tambaleante.

Su futuro, sabido es, depende, no sólo de las exigencias de Bruselas y los 'hombres de negro', donde están hartos de las incongruencias del Ejecutivo hispano, sino, sencillamente, de lo que decida Olaf Scholz, futuro canciller alemán y menos complaciente con la indolente indisciplina de los países del sur que su predecesora Angela Merkel. Si Scholz se suma en Bruselas al clan de los austeros o de los 'halcones', como Holanda y los nórdicos, y pega un volantazo radical a la política de estímulos monetarios de estos duros tiempos de pandemia, el Gobierno español puede pasarlo muy mal.

Ni la UE ni el BCE. Ni Von der Leyen ni Lagarde. Era Merkel quien marcaba el paso en Europa, quien tomaba las decisiones, quien con su dedito mínimo y rechoncho, señalaba el rumbo a seguir. Todo el resto no es más una desmesurada tramoya infestada de funcionarios, absurdos en cinco idiomas, que ejercen de corifantes en una función ampulosa y desportillada. Será Scholz quien ahora haga lo propio. La inflación levantisca y las turbulencias internacionales han desestabilizado el tablero. Llegan los tiempos duros para gobiernos serios. Es la hora de la ortodoxia y el rigor.

Sánchez, mientras balbucea sus planes sobre completar la legislatura, puede encontrarse de golpe con un escenario no ya adverso, sino imposible. Bien por los fondos o por los tipos. Si se retrasan los primeros o suben los segundos (no lo descarten), apenas sobreviviría (su verbo favorito) dos meses en la poltrona. Y sería ésa, quizás, la única oportunidad para que Pablo Casado, si se olvida de meter el dedo en el ojo de Ayuso, se convertiría en presidente de carambola. No es una fábula. Atentos a Berlín, atentos a Scholz y a su futuro ministro de Hacienda, un liberal muy poco complaciente con 'las cigarras' del sur. Siempre es más tarde de lo que piensas. Bye, bye, Frankenstein, adiós a la política, welcome a la economía.

 

                                                             JOSÉ ALEJANDRO VARA  Vía VOZ PÓPULI

PEOR, IMPOSIBLE


Congreso de los Diputados. Madrid.

Quizás no hay mejor ejemplo del deterioro institucional de nuestra democracia que el reciente acuerdo alcanzado por los líderes de los dos grandes partidos para repartirse el Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas, el Defensor del Pueblo y hasta la Agencia de Protección de Datos, aunque me centraré en los dos primeros dado que el Defensor del Pueblo es irrelevante y la Agencia de Protección de Datos no es una institución de contrapeso. Nada nuevo, dirán algunos, puesto que es lo mismo que lleva pasando los últimos treinta años: los partidos políticos colonizan las instituciones y se reparten los puestos atendiendo a sus mayorías parlamentarias. A veces los candidatos elegidos son más o menos idóneos para el cargo; otras no lo son en absoluto y no tardan en demostrarlo -recordemos la dimisión como Magistrado del Tribunal Constitucional del actual Consejero de Justicia de la Comunidad Autónoma de Madrid, Enrique López, por conducir ebrio- pero el caso es que hasta ahora íbamos tirando, aunque es indudable que nos hemos ido dejando jirones de credibilidad por el camino, como demuestra la creciente desconfianza de los españoles en estos organismos constitucionales.

Sin embargo, me temo que hemos llegado a un punto de no retorno donde lo que está gravemente amenazado es un principio básico de la democracia representativa liberal: la existencia de instituciones contramayoritarias o “checks and balances”, profesionales e independientes capaces de controlar el poder político. Sin estos contrapesos, sencillamente, no es posible garantizar ni el cumplimiento de las normas, ni el principio de igualdad ante la Ley, ni la transparencia, ni la rendición de cuentas que son esenciales en una democracia avanzada.

Las razones que me llevan a pensar que este acuerdo es particularmente peligroso desde un punto de vista democrático son varias. La primera y más obvia, es que los dos grandes partidos que han sido incapaces de alcanzar grandes acuerdos esenciales para los intereses de los ciudadanos porque consideraban que les perjudicaba electoralmente (pensemos en la pandemia) sí pueden hacerlo cuando se trata de algo que les interesa directamente, aunque nos perjudiquen a todos. Y para colmo, nos explican que se trata de un gran avance para desbloquear las instituciones y que así se da cumplimiento a la Constitución, cuando precisamente si hay algo que se está pisoteando con este tipo de acuerdos son las normas constitucionales y las leyes que las desarrollan que establecen varios requisitos fundamentales que se obvian no ya en cuanto al fondo sino también en cuanto a la forma.

Empezaremos por la necesidad de seguir un procedimiento formal para nombrar a los candidatos, que exige la intervención de las Cortes Generales y además del Gobierno y del Consejo General del Poder Judicial en el caso del Tribunal Constitucional. Así la Ley Orgánica del Tribunal de Cuentas que desarrolla el art. 136 de la Constitución, exige que los Consejeros sean designados por las Cortes Generales, seis por el Congreso de los Diputados y seis por el Senado, mediante votación por mayoría de tres quintos de cada una de las Cámaras. Esto tiene su lógica, dado que estamos ante el supremo órgano fiscalizador de las cuentas y de la gestión económica de Estado y de su sector público, que depende directamente de las Cortes Generales y que ejerce sus funciones por delegación del Parlamento en el examen y comprobación de la Cuenta General del Estado. Por tanto, el que los parlamentarios se enteren literalmente por la prensa -como el resto de los mortales- de quienes van a ser consejeros del Tribunal de Cuentas previa una negociación opaca y sin luz y taquígrafos entre los mandatarios de los líderes de los grandes partidos supone una vulneración flagrante de la letra y el espíritu de la Ley que intenta evitar que sean precisamente los controlados los que nombren a los controladores. Lo mismo puede decirse de la renovación del Tribunal Constitucional, que según el art.159 de la Constitución se compone de 12 miembros nombrados por el Rey, cuatro a propuesta del Congreso y cuatro del Senado por mayoría de tres quintos de sus miembros y dos a propuesta del Gobierno y otros dos a propuesta del Consejo General del Poder Judicial.

El segundo requisito se refiere a la idoneidad de los candidatos. Aunque hoy parezca casi una broma a la vista de los nombres de algunos de los candidatos, la Constitución pretendía que las personas que accedieran a estos cargos tuvieran una reconocida competencia para ocuparlos. Por eso, para ser Consejero de Cuentas se exige ser Censor del Tribunal de Cuentas, Censor Jurados de Cuentas, Magistrado, Fiscal, Profesor de Universidad o funcionarios público perteneciente a un Cuerpo para cuyo ingreso se exija titulación académica superior, abogado, economista y profesor mercantil, con más de quince años de ejercicio profesional. Se entiende, aunque no se explicita, que se trata de ejercicio profesional precisamente en el ámbito de las competencias propias del Tribunal de Cuentas, dado el carácter muy técnico de sus funciones. Por su parte, para ser magistrado del Tribunal Constitucional se exige ser un jurista de reconocida competencia con más de quince años de ejercicio profesional.

Pues bien, lo que la Constitución busca cuando establece estos procedimientos de designación que requieren de amplias mayorías y exige que los candidatos reúnan ciertos méritos (de forma, además, pública, de ahí la “reconocida competencia”) es que estas personas puedan desarrollar sus funciones con profesionalidad y con total independencia, dado que, conviene no olvidarlo, estamos ante instituciones de control del poder político y se presume que pueden recibir presiones  políticas y/o mediáticas que pueden resultar difíciles de soportar. En ese sentido, no cabe duda de que tener criterio técnico propio, o, dicho de otra forma, jugarse el prestigio profesional a la hora de tomar decisiones políticamente sensibles es un elemento importante a la hora de ser capaz de aguantar dicha presión; pero, por si no fuera suficiente, la propia Constitución establece que los miembros del Tribunal de Cuentas gozarán de la misma independencia e inamovilidad y estarán sometidos a las mismas incompatibilidades que los Jueces. Para los miembros del Tribunal Constitucional -además de preverse un régimen de incompatibilidad estricto con la política, los sindicatos, la judicatura, y cualquier actividad profesional o mercantil- lo que se les garantiza constitucionalmente es la independencia y la inamovilidad durante el ejercicio de su mandato.

Pero, es más, la Constitución también quería desligar el nombramiento de los miembros de estas instituciones contramayoritarias o de contrapeso de los ciclos electorales. Por eso, los mandatos son muy largos (nueve años tanto para los Consejeros de Cuentas como para los Magistrados del Tribunal Constitucional) y las renovaciones se hacen por terceras partes. Excuso decir que nuestros partidos no se han tomado nunca muy en serio estas previsiones, por lo que es habitual que haya consejeros y magistrados con mandatos caducados que permanecen en sus puestos hasta que se alcanza “el consenso” necesario, o, para ser más exactos, hasta que se decide el reparto de cromos que tiende a coincidir con los cambios de mayorías parlamentarias, aunque bien es cierto que el PP ha conseguido retrasar en ocasiones notablemente (como en el caso del Consejo General del Poder Judicial) estos cambios. En todo caso, lo que me interesa resaltar es que la Constitución quería justamente lo contrario: que las mayorías parlamentarias no se reprodujesen automáticamente en las instituciones de contrapeso. Claro que también pretendía que los candidatos nombrados fueran los más idóneos técnicamente y así se reconociese no sólo por un amplio consenso de los llamados a designarlos sino a ser posible por sus pares, que son los más adecuados para reconocer la competencia técnica. Y, sobre todo, que pudiesen desempeñar sus funciones con independencia dado que, por definición, hablamos de preservar la función de la incómoda tarea de controlar al poder político.

Por último, estamos hablando de un procedimiento público y transparente. Más allá de lo que ideal sería la presencia de varias candidaturas, lo que no cabe duda es que se está pensando en sistemas de designación públicos, en el que intervienen de forma destacada las Cortes Generales “con luz y taquígrafos”. Algo a años luz de las conspiraciones de pasillos que termina con los nombres de los agraciados en las redes sociales. Eso sí, con comunicación formal posterior a sus señorías para que propongan candidaturas, suponemos que precisamente con esos nombres. Yo esto lo considero una tomadura de pelo.

Creo que con lo dicho es suficiente para llegar a la conclusión, más allá de los perfiles concretos de los candidatos elegidos por unos y otros (lo que daría para otra tribuna, aunque basta con decir que los cuatro propuestos por PP y PSOE para el Tribunal constitucional han sido previamente vocales de este deslegitimado órgano a propuesta de dichos partidos) de que nuestros partidos políticos o, para ser más exactos, D. Pedro Sánchez y D. Pablo Casado no sólo incumplen formal y materialmente la Constitución, pese a afirmar con desfachatez lo contrario, sino que están poniendo en grave riesgo el adecuado funcionamiento de los contrapesos que todavía quedan en nuestro país. Y esto, gobierne quien gobierne, me parece una pésima noticia.

 

            ELISA DE LA NUEZ SÁNCHEZ-CASCADO  Vía el blog HAY DERECHO*

*Este artículo es una reproducción de una tribuna de El Mundo.

domingo, 24 de octubre de 2021

SÁNCHEZTEIN Y LOS ÁNGULOS MUERTOS

Sánchez marcha hacia el abismo del proceso constituyente, en el que el control del TC se revela clave para metamorfosear la Constitución sin una reforma para la que la mayoría Frankenstein no suma los dos tercios necesarios en el Congreso.

 Sáncheztein y los ángulos muertos 

ULISES CULEBRO

 Cuando el domingo último, en el cierre del Congreso XL del PSOE, luego de aprobar «por unanimidad absoluta» la gestión sin votarse, como resolvió obsequioso Tximo Puig, porque «aquí se viene a aplaudir, no a discutir», Pedro Sánchez martilleó a tambor batiente -hasta cincuenta veces cincuenta- la palabra «socialdemocracia», todos entendieron que lo que, en realidad, hacía era negarla y clavetear su féretro quien afirma cuando niega y niega cuando afirma. A este respecto, más que vindicar los legados de dos genuinos socialdemócratas como González y Rubalcaba, lo que hizo fue sepultarlos con un abrazo al primero y con una escultura al segundo para seguir por la senda nada socialdemócrata que le aupó como presidente por sorpresa y al que fía su continuidad el próximo sexenio en La Moncloa con sus compañeros de viaje de la «moción de censura Frankenstein» (Rubalcaba dixit). Como en el Martín Fierro, Sánchez hace igual que los teros «para esconder sus niditos:/ en un lao pegan los gritos/ y en otro tienen los güevos».

Sin embargo, ya no debiera engañar a nadie quien hace del «nunca jamás» una rectificación permanente tras repudiar a los socios y aliados para acabar sentado al lado de quienes se hacen presentes para recordarle que depende de su designio. Claro que estos, a su vez, no pueden matar al que, por las alcabalas que les tributa, personifica la gallina de los huevos de oro. Asimismo han de dosificar su rapacidad para que no les acaezca lo que al rico avariento de la fábula de Samaniego.

No obstante, a veces, el corral se alborota cuando el ave ponedora se retrasa o pretenden los huevos a pares. Es lo acontecido con Podemos a propósito de la contrarreforma laboral que Sánchez se comprometió a llevar a cabo en su Congreso XL en sintonía con su ministra podemita de Trabajo, Yolanda Díaz, y de la que parece desdecirse ahora tras viajar a Bruselas, así como por la inhabilitación del diputado pateador de policías, Alberto Rodríguez, en ejecución de la sentencia del Tribunal Supremo que la mayoría parlamentaria Frankenstein quería paralizar, pero a la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, no le ha quedado otra que acatar para no delinquir.

Previamente, la confidencia del bilduetarra Otegi a un grupo de conmilitones de que «tenemos 200 presos y tienen que salir de la cárcel. Y si para eso hay que votar los Presupuestos, los votaremos sin ningún problema. Así de alto y claro os lo decimos». Amen de vejar a las víctimas de los más de 800 crímenes terroristas y de los trescientos asesinatos que aún quedan por aclarar, su alarde venía a ilustrar uno de los jalones del proceso constituyente abierto por Sánchez con su alianza Frankenstein.

En efecto, en parangón con los golpistas del procés, Bildu pretende que se amnistíe a los presidiarios de la banda, luego de agraciarles con medidas que alivien su reclusión tras acercarlos Marlaska al País Vasco mediante cartas de contrición de corta y pega «a quien corresponda», así como una consulta de autodeterminación a medio plazo para dar tiempo a que se solidifique una mayoría favorable al término del sexenio que le otorgan y se otorgan con un Sánchez al que, primero, reclaman presupuestos por presos y luego presupuestos por territorios. Si el golpismo catalán ha logrado legitimar primero y legalizar luego su tentativa de 2017 con un autoindulto de provecho mutuo para Sánchez y para ellos que ha dejado en agua de borrajas la condena por sedición del Tribunal Supremo hasta transformar en triunfo su fracaso, Otegi obra en consonancia con la capitulación de ETA de hace diez años, una vez blanqueado y empotrado en la gobernación del Estado que busca desmembrar por el PSOE.

Un propósito mancomunado que puso su primera piedra en el encuentro de enero de 2004 del otrora consejero-jefe de la Generalitat con el socialista Maragall y líder de ERC, Carod-Rovira, con ETA. A resultas de la cita, se estableció una unidad de acción a cambio de que la banda fundara una especie de protectorado catalán mientras hostigaba al resto de España. «Euskal Herria y Catalunya -anotaron los amanuenses etarras- son las cuñas que están haciendo crujir el caduco entramado del marco institucional y político». Traducido a román paladino, un socio del PSOE -promotor del pacto antiterrorista con Aznar- otorgaba a ETA la vitola de garante del camino emprendido por ERC hacia la independencia, al igual que se verificó en Estella entre el PNV y ETA.

Si Bono advirtió a Zapatero: «José Luis, con Carod allí, no podrás ir a un entierro de víctimas de ETA», al cabo de tres lustros, Sánchez fía su suerte a ellos y no romperá amarras con quienes interpretan la política como la continuación de la guerra por otros medios. Sin renunciar a nada, Sánchez corteja al cocodrilo bilduetarra y se conmueve con sus lágrimas al exhibir un aparente dolor por las víctimas de ETA como el que pide disculpas por las molestias causadas mientras trabaja por el bien común. Conviene no olvidar la verdadera naturaleza de un reptil que simula la voz humana antes de devorar al que se pone a su alcance.

Sánchez no parece reparar en que su política, como los coches, tiene ángulos muertos en los cuales es imposible ver nada, lo que le puede causar accidentes irreparables. Aun así, en su temeridad, circula a toda velocidad creyendo que podrá saltar del vehículo antes de precipitarse en el vacío como en el juego de adolescentes de Rebelde sin causa. La diversión concluyó en tragedia al enganchársele a uno de ellos la cazadora con el tirador de la puerta arrastrándolo al acantilado. Sánchez se empecina en marchar hacia el abismo del proceso constituyente que el ex ministro Campo verbalizó en junio de 2020, a preguntas de ERC. Para ello, el control del Tribunal Constitucional es clave para metamorfosear la Ley de Leyes saltándose el sistema reglado para su reforma y para la que la mayoría Frankenstein no suma los dos tercios exigidos.

Para coadyuvar a este fin, al paso que desvía la atención sobre una situación económica que no lleva visos de mejorar en los términos que se preveían y que aleja a España de Europa, Sánchez puede plantear unas elecciones plebiscitarías sobre la base de una consulta que abone el campo de esa «republiqueta plurinacional» de la que habla González y que evoca el cantonalismo del Sexenio Revolucionario de la España que medió entre 1868 y 1874. Esa fórmula tiene forma de «memorándum» desde julio de 2020 como ha revelado Juanma Lamet en EL MUNDO y, con el ardid de su modernización al cabo de cuarenta años, abriría la espita a un referéndum consultivo para que la ciudadanía se pronuncie sobre la modificación de la Carta Magna.

Como ya se ha señalado en esta página, la vía es el artículo 92, esa calamidad de precepto constitucional que trajo tempranamente a colación el portavoz del Grupo de Senadores Vascos, Federico Zavala, a cuenta de la entrada de España en la OTAN. Estando conforme con el ingreso propuesto por Calvo-Sotelo, argüía la conveniencia de una consulta porque, más allá del asunto que les ocupaba esos días, entendía que, «en un futuro, más o menos cercano, puede tener mucha importancia». Y tanto. Si en aquel noviembre de 1981 alguien albergó dudas sobre el sentido de la aseveración del senador peneuvista, esas cábalas cobran aspecto de certeza con respecto a quienes siempre vislumbraron la Constitución, no como punto de llegada, sino de despegue hacia aspiraciones mayores. La semilla esparcida entonces se pretende cosechar al cabo de veinte años invocando ese artículo 92 que asegura que «las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos».

Como hacedor de ese plan, el presidente ha designado vicepresidente de facto al ministro de Presidencia, Félix Bolaños, quien aúna el poder del PSOE y La Moncloa como Guerra con González, si bien para deshacer la Constitución que aquel vicetodo sevillano fraguó en consenso con el Gobierno de UCD. No por casualidad, sino para aviso de navegantes, la nueva secretaría de SúperBolaños se denomina de Reforma Constitucional y Nuevos Derechos. Con el alegato de González en el Congreso XL del PSOE, se puede concluir que el régimen del 78 entonó el canto del cisne ante un Sánchez supeditado a chavistas, golpistas y proetarras. «A mucha honra», presumió el refundador del partido en Suresnes ante un sanchismo que antepone los barcos a la honra.

Por eso, con la renovación de los órganos constitucionales en el que se enfangan el Ejecutivo, con su doble alma sanchista y podemita, y el PP, lo que anda en juego no es el habitual pasteleo o reparto de cromos, aunque también, sino que un cambio de régimen haga imposible la alternancia política en España, como ya se registró durante la II República, y permita al soberanismo, tras sacar a España del País Vasco y de Cataluña, salirse de la misma. Ello supondría el colofón de la voluntad constituyente que anida desde la conformación del Gobierno Sáncheztein, aunque este se crea James Dean para arrojarse del coche en marcha. Desde que llegara a la Presidencia, pese a acusar a la oposición de insumisión democrática por no ceder a a sus pretensiones, no se para en barras a la hora de atropellar las leyes, como ha venido sentenciando un TC que pronto dejará de hacerlo para consagrarse a su santa voluntad con la mayoría en sus manos y al servicio de ese proceso constituyente. Es de ciegos no verlo.

En este sentido, no hay que confundir las molestias de los callos que se producen por llevar el zapato derecho en el pie izquierdo y viceversa como consecuencia de sus pactos con la incomodidad de una política que hace porque le conviene y quiere. De hecho, abona a precio de oro los votos de Bildu que no precisa aritméticamente para sacar adelante los presupuestos, pero sí para su propósito constituyente.

Por más que se empeñe Casado en darle un aire de normalidad democrática a la renovación de los órganos constitucionales, no la tiene porque todo a su alrededor conspira en contra. Más teniendo al otro lado de la mesa a quien ha hecho de la deslealtad, primero con los suyos y luego con sus votantes, oficio y beneficio. En política, ser engañado no es excusa, sino agravante cuando ya debiera ser gato escaldado con relación a quien carece de sentido del Estado.

Al revés de la máxima gatopardiana, Sánchez simula que nada cambia para que todo cambie bajo la máscara de un PSOE que va camino de tener de socialdemócrata lo que el partido de ese nombre con el que Lenin emprendió su aventura revolucionaria en la Rusia de los zares. Habrá que ver cómo Casado sale parado de este juego del calamar -tan inocente en apariencia como demoledor en sus secuelas- en el que procura enredarlo Sáncheztein.

 

                                                               FRANCISCO ROSELL  Vía EL MUNDO

Fortalecer el amor: un análisis desde la psicología, la neurociencia y la espiritualidad

Fernando López Luengos apunta el problema del desorientado concepto del amor vigente hoy en la sociedad como causa de los fracasos familiares, matrimoniales y personales. 

 

 Foto: Captura Youtube Canal Educación y Persona Asociación de Profesores.

 Fernando López Luengos, doctor en Filosofía, profesor de bachillerato en la enseñanza pública desde hace treinta años y padre de cuatro hijos, preside además la asociación de docentes Educación y Persona.

Acaba de publicar El problema del amor, una aproximación desde la psicología, la neurociencia y la espiritualidad a esa realidad que une a las personas y es el cemento de una sociedad bien constituida, pero que vemos dehacerse ante nuestros ojos de forma creciente.

-Según datos recientes recogidos por el Consejo General del Poder Judicial el número total de demandas de disolución matrimonial presentadas entre marzo y junio de este año fue de 26.752, un 62,2 % más que en el mismo periodo de 2020, pero un 6 % menos que en los mismos meses de 2019 (28.477). ¿A qué puede deberse esto?

-Las fluctuaciones estacionales me preocupan mucho menos que la tendencia general desde hace 20 o 30 años. Como ya comento en el libro, cuando yo empecé la docencia eran muy pocos los alumnos que habían sufrido la separación de sus padres. Pero ahora la situación se ha revertido: son minoría los alumnos que disfrutan de una familia estable conservando a su padre y a su madre.

»Siempre ha habido dificultades en los matrimonios. Lo triste es que ahora es una epidemia, como ya lo era en Estados Unidos entonces. Estamos acostumbrados a oír a políticos legislar sobre deseos o gustos, pero poco se reflexiona sobre la responsabilidad y las obligaciones.

»Se ha legislado haciendo cada vez más frágil el vínculo matrimonial (el divorcio exprés) pero nadie parece reparar en las graves consecuencias para los niños nacidos de esos matrimonios. Son esos niños, frutos de matrimonios fallidos, los que al llegar a su mayoría de edad perpetúan los desastres de una afectividad mal integrada. Y en un círculo vicioso infernal, se la transmiten a sus propios hijos.

»Cada año se separan en España más de la mitad del número de matrimonios que se crean. Muchos jóvenes han dejado de creer en el compromiso o no se atreven por el ejemplo fallido de sus padres, y cada vez son más los que conciben las relaciones como un objeto más de consumo. De modo paralelo aumentan las adicciones y las infecciones de transmisión sexual. El aumento de suicidios (de 500 a 3.900 en los últimos 30 años) es el colofón dramático de una sociedad que hace agua en todo lo relacionado con la afectividad.

-¿El amor es un problema, un desafío o reto, una asignatura siempre pendiente... Dios, una persona, o de todo un poco?

-Es un problema en el que muchos buscan una respuesta desesperada a su autoestima frustrada. La sed con la que muchos jóvenes buscan pareja para pasar un rato, la obsesión por el botellón nocturno no son más que lo síntomas de un psiquismo frustrado en su raíz. Sin vida interior madura, sin capacidad creativa no resulta soportable el hastío.

»Más que amor, muchos jóvenes se limitan a mendigar unos momentos de afecto, lo que vulgarmente se llama "enrollarse". Pero esta apariencia de unión no hace más que aumentar el vacío de la soledad. Sin embargo, tampoco andan lejos muchas parejas casadas: su enamoramiento inicial no culminó en un auténtico proyecto de vida. Muchos desearon sinceramente lograr un matrimonio estable, pero sin un crecimiento interior de cada miembro de la pareja es inútil construir una relación sólida.

El problema del amor plantea la realidad de las relaciones de pareja evitando las deformaciones en el concepto que se tiene de ellas.

»En realidad los fracasos matrimoniales delatan deficiencias previas en el psiquismo de sus miembros. Por eso, como decía la psicóloga María José de Ben, no fallan los matrimonios, falla que no hay un hombre integrado, no hay una mujer integrada. Es por aquí por donde hay que empezar. Para enamorarnos valemos todos. Para amar, en cambio se requiere un proceso de crecimiento interior, un proceso de superación de las propias heridas afectivas en cuya cima se asienta el amor a sí mismo que posibilita el amor de donación al otro. Nadie debería afrontar una relación afectiva seria si antes no se siente dueño de su psiquismo.

-¿Podemos decir que el amor es humano cuando nace del reconocimiento de algo verdadero, cuando nace de un juicio?

-Ya decía Erich Fromm que el amor es un arte y que, como en todo arte, hace falta unos conocimientos teóricos y una práctica. La mayoría de la gente desconoce nociones básicas sobre el amor. No distingue, por ejemplo, el amor de sus carencias afectivas, no distingue el enamoramiento de sus proyecciones emocionales. Por eso se hace necesario explorar primero en los mecanismos de mi psicología antes que lanzarme como animal en celo a la búsqueda ansiosa de compensaciones.

»Si uno no ha aprendido a amarse a sí mismo, si no me he reconciliado con mi historia, con mis carencias, aceptando mis límites, resulta imposible lograr éxito en un sueño amoroso. Tal sueño no es más que la proyección de mis anhelos gestados a partir de mis heridas emocionales.

»Abrazar la realidad significa reconciliarse con los propios límites. Solo entonces puedo llegar a comprenderme y amarme. Y desde ahí puedo plantearme una relación afectiva veraz. De otro modo, prolongaré una fantasía que me conducirá a un sufrimiento inútil, en muchas ocasiones, terrible.

-¿Qué podemos construir sobre nuestra afectividad que sea estable, seguro? ¿Qué cuentas se pueden hacer con la fidelidad o la lealtad?


-Cuando uno ha logrado su integración psicológica sucede que comienza a disfrutar en su soledad. No utiliza la soledad como huida de la gente, pero disfruta los momentos en los que se saborea a sí mismo. De esa plenitud interior, surge la empatía hacia los que me rodean. La gente me empieza a caer bien incluso a pesar de sus deficiencias.

»Así se entiende que, como respuesta a un enamoramiento, una persona bien construida psicológicamente siente la necesidad de volcar su amor hacia el otro. Su amor rebosa haciendo un acto de entrega y donación. Solo ahí es posible la fidelidad soñada en el enamoramiento. Sólo entonces es realizable la institución matrimonial.

»Pero algo análogo sucederá en el celibato: sin una persona integrada, el celibato de convierte en un acto voluntarista castrante. La fidelidad creativa es el fruto natural de un psiquismo bien integrado. El amor es pues la síntesis y el fruto de todos nuestros procesos psicológicos gobernados por sus dimensiones superiores, inteligencia y voluntad.

-¿En qué sentido El problema del amor es una guía desde la psicología, la neurociencia y la espiritualidad?


-El libro es un itinerario por los entresijos del psiquismo –iluminados por las recientes investigaciones de la neurociencia– para alcanzar los procesos superiores. Es un itinerario que explora el subsuelo de nuestros impulsos afectivos para ascender a las cumbres espirituales del amor.

»Sirve de guía, pues, para adultos que se encuentran confusos con sus insatisfacciones especialmente cuando éstas se proyectan sobre la pareja. Pero también pretende iluminar aspectos desconocidos de la personalidad.

»En realidad, buena parte de nuestras frustraciones no son creadas por los acontecimientos que vivimos sino por nuestra forma de percibirlos e integrarlos. Es una doctrina que se remonta al estoicismo y a la mística cristiana y oriental. Pero, por lo que se ve, todavía no ha calado suficientemente en la experiencia cotidiana de la mayoría de la gente.

»Ese fracaso de la propia capacidad de saborear la vida suele proyectarse fácilmente sobre la pareja, de modo que se interpreta la insuficiencia de los sentimientos como un final natural del amor.

»En realidad, el problema lo llevamos dentro. Los acontecimientos solo son el detonador de una carga explosiva que arrastramos a lo largo de nuestra historia. Es ahí donde hay que entrar para comprender quién soy realmente, qué me sucede. Y de esto modo tomar las riendas de mi construcción psicológica. El libro pretende iluminar de algún modo este proceso.

»Pero, por otra parte, he intentado no distanciarme del lenguaje divulgativo al alcance de jóvenes y adolescentes. Después de estos treinta años en la docencia me resulta inexcusable dirigirme también a ellos. He sido testigo de cientos de situaciones de sufrimiento que podían y deberían haberse evitado, tanto en adultos como en jóvenes. Ojala acierte a iluminar siquiera levemente sus tortuosos procesos psíquicos.

 

                                   LUÍS JAVIER MOXÓ Vía Religión en Libertad