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domingo, 25 de septiembre de 2022

NAÚFRAGOS DEL SOCIALISMO

El autor sostiene que la política de Sánchez se ha sustentado en el insulto, la marginación y el menosprecio hacia los militantes y simpatizantes socialdemócratas, que permanecen en silencio por vergüenza
RAÚL ARIAS
En nuestro país, o en lo que va quedando de él, vivimos en un tiempo emocional en el cual, cada vez más, los ciudadanos van incrementando su aversión hacia la política. Siempre la hubo, pero su crecimiento durante estos últimos años, por su trascendencia, es nuevo. Sentir repugnancia ante determinados actos políticos, reiteradamente infamantes, se ha convertido en un elemento esencial de nuestra supuesta "cultura" democrática. Y no es para mejor. Descubrir que hay asesinos de primera y de segunda es aún incluso peor que darse cuenta de que hay ciudadanos de primera y de segunda, según a la comunidad que se pertenezca. Excepto los etarras, no hay ningún asesino en España que haya cometido decenas de muertes violentas y salga, sin más, libre o goce de privilegios carcelarios. Y si unos ya están en la calle o a punto de estarlo ¿por qué el resto no obtiene los mismos privilegios penitenciarios? ¿Es que los asesinatos de "carácter político" sobre víctimas inocentes son distintos que los asesinatos comunes? Esta es una carga inmoral de semejante calibre que pesará sobre el futuro electoral de este Gobierno, cuyo presidente le acaba de ratificar a Feijóo, en el Senado, que prefiere tenerlos de socios a ellos, a los jamás arrepentidos del terrorismo, que a él. Con el tiempo, será un baldón para aquellos que lo llevaron a cabo. Si hay una deontología política, tanto el presidente como el actual ministro del Interior la han manchado. Y este último es ya una vergüenza para la judicatura. Un fiel, otrora, cumplidor de la ley, se ha convertido ahora en un enemigo de sí mismo y de todo lo que representaba. Juez primero y ahora protector y abogado de aquellos a los que inculpó. ¿Hay una bolsa, más o menos inmensa, de desencantados socialistas, como afirma reiteradamente Feijóo? Evidentemente sí que la hay. Y la mayor parte de los mismos permanece silente por vergüenza. Pero son incluso muchos más de los que se piensa. ¿Cómo si no hubiera podido ganar el PP de semejante manera tanto en Madrid como en Andalucía? Y quienes han cambiado su voto no han cambiado su ideología, sino que simplemente no soportan a la actual dirección de lo que es o fue su partido. Tampoco esta es que se haya ocupado mucho de ellos. Eso sí, solo para acusarles de fascistas y renegar de lo que ellos hicieron, no únicamente para traer la democracia sino también lo que era más difícil: mantenerla durante tantos años. La política de Sánchez, y lo acabamos de volver a ver en el Senado, se ha sustentado en el insulto hacia estos militantes y simpatizantes, en la marginación y el menosprecio hacia su labor. Ninguno de los familiares de las víctimas socialistas de ETA ha recibido las atenciones que el presidente les otorga a los representantes etarras. Ha cambiado votos por asesinos. ¿Algún socialista, o alguien en general, puede admitir esto? ¿Alguien puede admitir que quienes han cometido los más graves delitos contra nuestra democracia y libertad, los independentistas catalanes, juzgados y condenados, estén ya en la calle, cuando hay delincuentes de poca monta aún detenidos? Pero hay otros muchos más motivos por los que miles de socialistas están disconformes con este Gobierno. Pactó con la extrema izquierda con la que el presidente dijo que jamás lo haría, conformando así un Gobierno paralelo en constante confrontación. Un Gobierno cuya parte del mismo es comunista y defensor de Putin, así como afectos a los autoritarismos hispanos. Un Gobierno y partido que ha penalizado y publicitado la corrupción de los otros y trata con arrogancia e impunidad la propia. Un Gobierno y partido que permite el saqueo sistemático de todos los españoles por parte de los nacionalistas, y que ha institucionalizado la desigualdad en el reparto de recursos entre las comunidades. Tratar a unas como si fueran Estados y a las otras minusvalorarlas. Redactar una Ley de Memoria Histórica en la cual se quiere borrar la labor de las generaciones socialistas anteriores, poco menos que estableciendo la llegada de la democracia con la llegada de ellos mismos al poder. De esta manera, sin consenso alguno, se destruye el pacto constitucional por el cual se instauraba la paz y el trabajo en común para sacar adelante el país. Siendo republicanos, estos socialistas han comprobado la utilidad de la monarquía frente a aquellos que quieren imponer una serie de repúblicas autoritarias independientes. Es indigno el menosprecio y apartamiento del Rey, así como la permisividad e incluso complicidad con aquellos miembros del Gobierno que tratan permanentemente de desestabilizar la Jefatura del Estado. La lista de agravios es inmensa. Añadamos solo estos otros: el zarandeo a la separación de poderes; el castigo absolutamente injusto a los representantes de las fuerzas de seguridad que cumplieron con su deber en Cataluña; la complicidad con los políticos populistas hispanoamericanos que critican el legado de España; los ataques a la propiedad privada y a las empresas; impuestos y precios ya imposibles de pagar; la nefasta Ley de Educación; la indefensión del español en las comunidades autónomas independentistas; las mentiras "piadosas" durante la pandemia; el cambio repentino y sin explicación sobre el Sáhara; el acoso continuado al CNI; el trabajo y la ausencia de expectativas entre la juventud; los decretos leyes para imponer criterios sin debate; la errática gestión económica; los ataques a la libertad de expresión en los medios de comunicación manejados, según dijo el presidente en el Senado, por "poderes ocultos", como aquellos famosos judeo-masónicos del franquismo. El presidente que debería haber sido el paladín de la concordia cívica se ha convertido en todo lo contrario. Qué es si no el acuerdo firmado entre el Gobierno de España y la Generalitat a finales de este pasado mes de julio para, según ambos, "superar" la judicialización y reforzar las garantías que, según la firma, nuestro Estado de derecho no otorga a los independentistas catalanes. Es decir: que por encima de las leyes hay otros intereses políticos superiores que pueden evitar el cumplirlas. "El Gobierno de España y el de la Generalitat se han comprometido a avanzar en el diálogo y la negociación superando y poniendo fin a la dinámica y los efectos de la judicialización de los últimos años que ha contribuido a agudizar el conflicto político...", así reza literalmente. Dicho de otra forma: que los culpables de todas las revueltas en Barcelona fueron los jueces y no los fanáticos, así como las leyes incumplidas, la Constitución violada, la seguridad pública puesta en peligro y, en definitiva, el resto de los españoles. Y todo esto lo aprueba y ratifica, unilateralmente, un Gobierno que, se supone, nos representa a todos. En este papel insólito se habla también de no criminalizar los "proyectos políticos democráticos". ¿La independencia es un proyecto político democrático? Los miles de socialistas disconformes no votaron eso cuando votaron la Constitución. Ni siquiera aparece en los estatutos de autonomía. Más que superar la judicialización, de lo que se está hablando es de una desjudicialización, de la inservibilidad de las leyes en general. Del reconocimiento implícito de que cualquiera se las puede saltar. ¿Un país que permite esto es democrático? En el tercer apartado de sus conclusiones se acuerda, así como así, concretar e iniciar las reformas legislativas. Lo mismo sucede con el acuerdo firmado, en las mismas recientes fechas, para la protección del catalán y del aranés. Desconozco que el catalán esté en peligro en Cataluña. Desconozco el porqué un Estado o región pueda estar en contra del conocimiento enriquecedor de varias lenguas, siendo dos las propias. Todas las lenguas son patrimonio de la humanidad, pero unas son de cultura y otras, además también de serlo, lo son de comunicación masiva. Y, con todos mis respetos, tantas veces demostrado y con mi más total admiración, el catalán y el aranés no lo son porque el número de hablantes no lo permite. Gracias al español, millones de gallegos, vascos y catalanes tuvieron, durante los siglos XIX y XX, un futuro mejor en Hispanoamérica. Sí, el presidente se ha descapitalizado a sí mismo. Su delirio ideológico se está comiendo a sus socios. No es que no pueda prescindir de ellos, sino que se ha metamorfoseado con ellos mismos, sufre ya el síndrome de Estocolmo. Miles de militantes y simpatizantes socialistas no lo pueden respaldar, ofrezca las dádivas y tómbolas que ofrezca. La arrogancia, el desprecio y la virulencia con tintes autoritarios ajenos a la tradición del socialismo, son difíciles de digerir. Que el presidente se mire en el espejo francés. ¿Qué le acaba de suceder en las elecciones generales a la alcaldesa de París, a quien tanto apoyó? Muchos de los males de los populismos han sido traídos por gobernantes fallidos y radicalizados. Sí, al día de hoy, la aversión política crece emocionalmente. Y los náufragos del socialismo quieren recuperar su ideología socialdemócrata arrumbada -y también a su país- en los astilleros del desguace.
Artículo de CÉSAR ANTONIO MOLINA Vía EL MUNDO

domingo, 18 de septiembre de 2022

SÁNCHEZ Y EL COMODÍN DEL IBEX

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. EUROPA PRESS
“Pero no puedes negar que hay problemas, Erwin. ¿Cómo puede imponerse el bien si no es igual de fuerte? ¿No está en todas partes lo refinado, lo sabio, en peligro de ser desbordado por lo ordinario? El rubio Hans que arrolla en Thomas Mann al maravilloso Tonio. Primero se pensó que el cristianismo era la religión para los débiles y buenos, y ahora es el socialismo. ¿Y se sabe qué es el bien? ¿Acaso no estamos aquí sentados única y exclusivamente gracias al capitalismo? ¿Aunque sea con mala conciencia?” “Sí, emborrachándonos de plusvalía. En serio, Lotte, la mayoría de lo que puede decirse está ya en el Eclesiastés. Todo es vanidad. Vanitas, vanitatum vanitas. En moderno se dice: todo es relativo. Es parte del diálogo que en la página 680 de “Los Effinger, una saga berlinesa” (Libros del Asteroide) sostienen, años veinte del siglo pasado, Erwin Effinger y su prima Lotte Oppner. Son ya la tercera generación de una familia cuyo tronco echó raíces a finales del siglo XIX en la persona de Mathias Effinger, un modesto relojero judío asentado en Kragsheim, Baviera, dos de cuyos hijos, Karl y Paul, emigraron a Berlín en busca de fortuna. Tras matrimoniar con las hermanas Annette y Klarita Oppner, hijas de una familia de banqueros berlineses, ambos recrean en su descendencia una saga industrial (automóviles) y financiera (banca) que asiste en primera fila al devenir de los cambios sociales y políticos desde la Alemania de Bismarck hasta la Alemania nazi que desembocaría en la II Guerra Mundial. Tras pasar desapercibida a su publicación en 1951, “Los Effinger” se convirtió en 2019 en un fenómeno editorial en Alemania como demostración de la capacidad de una élite para acomodarse a los tiempos cambiantes, sobre la base de un estrecho contacto con la realidad y una habilidad suma para adaptarse a las mutaciones del poder político sin someterse jamás a él, guardando siempre el sustrato de independencia que les permitía enlazar de un Gobierno a otro sin solución de continuidad. Ni Karl ni Paul Effinger, ni sus hijos, ni sus nietos, se habrían arrodillado jamás, como estos años ha hecho la elite industrial y financiera española, ante un piernas como Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Estaba cantado. Lo que le ha ocurrido a Ana Botín y sus colegas banqueros y empresarios se veía venir. A los líderes de la izquierda, a la gente que escala el Everest del poder desde el barro del ensanche le encanta alternar con los ricos y poderosos tan pronto sientan sus posaderas en el trono. Les fascina ser invitados, recibidos con sonrisa galante por el banquero; les seduce pisar las alfombras de la sala del Consejo con el eléctrico, pasear entre los tilos del Distrito C con el telefónico, ser tratados como pares, más que amigos casi iguales, ellos que nunca han tenido dónde caerse muertos. Se les hace el culo pepsicola ante ese sublime incienso que destila imperceptible el mundo del gran dinero. Los ricos lo hacen por interés. Interés y miedo, miedo al sans-culotte que de pronto se encarama al BOE con poder decisorio sobre la tarifa y el destino de esa gran empresa, esa gran fortuna que el abuelo, que el padre, se esforzaron por construir con sangre sudor y lágrimas. Y hay que hacerle el rendibú, dorarle la píldora y estar dispuesto a rebajarse acudiendo a los saraos a los que nos convocan, y aguantar en primera fila discursos fatuos, y el escarnio de los flases, malditas fotos, dispuestos a dejar constancia para la posteridad de esta nuestra demostración de infinita cobardía. Capitulación. A los líderes de la izquierda, a la gente que escala el Everest del poder desde el barro del ensanche le encanta alternar con los ricos y poderosos tan pronto sientan sus posaderas en el trono. Les fascina ser invitados, recibidos con sonrisa galante por el banquero" Y a fe que Sánchez, nuestro singular Antonio, ha abusado, con el desparpajo que le caracteriza, de su poder de intimidación ante una elite con bien ganada fama de cobarde y reservona, poco dada a arriesgar porque en el fondo todo le ha sido dado, todo su poder procede de decisiones políticas tramadas en el seno del Consejo, altos ejecutivos que nunca se han jugado su capital porque no lo tienen, y a diferencia del relojero de Kragsheim, el ejemplar Mathias Effinger, a años luz de aquella otra saga de sonoro apellido, los Buddenbrook, la primera gran novela de Mann, no han regado ningún árbol de cuyas ramas haya brotado un gran entramado industrial y/o financiero, no han protagonizado ninguna saga, no han superado guerras y/o revoluciones, no han creado cultura empresarial, no la han mamado… Y sí, Sánchez ha abusado. Durante estos años les ha traído como puta por rastrojo, Madrid arriba, Madrid abajo, la Casa de América, el Reina Sofía, el Ifema, la propia Moncloa, y allí estaban los abajo firmantes con su media sonrisa en rictus, haciéndose perdonar, de rodillas ante el percherón sin más representación real que la que le otorga la banda que le sostiene en la peana, los enemigos del empleo y la gran empresa, el separatismo catalán, los herederos de ETA, y la paleoizqueirda de Unidas Podremos llegar a casa con piscina sin haber dado palo al agua nunca jamás. Todas eran, un suponer, muy conscientes del riesgo de meterse en la cama con un tipo sin escrúpulos, acostumbrado a mentir como a respirar. Todos sabían del peligro de bailar con lobos. Todos asistían en silencio, desde sus fortines almenados, al escarnio que el bandido propalaba contra el pobre chico que, en la calle Génova, pretendía gallear sin dar nunca el tono, aislado Pablo, perdido Pablo, porque los ricos españoles, el mundo de la banca y la gran empresa, Pablo, están conmigo, Pablito, que ese era el mensaje que Moncloa y sus Redondos expandían urbi et orbi tras los aquelarres ante las cámaras donde Pedro, adicto al teleprompter, extendía ufano sus plumas de pavo real ante el país aterido. Y fue una mujer la que, con singular entusiasmo, se subió al tren de las ideologías basura que el Gobierno de coalición social comunista ha paseado por España estos años. Ana Botín, hija y nieta de banqueros, saga, esta sí, de gente dura, con callo, Emilio Botín-Sanz de Sautuola, Alfonso Escámez, Aguirre Gonzalo, Ángel Galíndez, Pedro Toledo, Asiaín, tipos con sustancia, gente que se fue para no volver, desgracia de paisaje yermo de eso que hace ricas a las naciones: emprendedores ilustrados… Y nadie sabe muy bien por qué, producto de qué, Ana cayó rendida ante la progresía, el feminismo, el cambio climático y demás ismos, en una indisimulada complicidad imposible de comprender, más aún de perdonar, en la presidenta del mayor banco privado de la UE, mujer con especial responsabilidad no solo sobre el dinero de sus accionistas, que va de suyo, sino sobre el presente y futuro de la economía española. Fue ella la primera en sentir el zarpazo de la fiera. Ocurrió cuando el sátrapa tuvo necesidad de desalojarla de la dirección –por persona interpuesta- del grupo Prisa, convencido el tiranuelo de la necesidad de convertir los restos del imperio Polanco en un apéndice de su poder terrenal, el Pravda de Moncloa, correa de transmisión de la pulsión autoritaria de un bandolero necesitado de una fuerza de choque en los medios. El tipo ha ido mucho más lejos: ha llegado a poner a su antigua entusiasmada en la diana (“si protestan Botín y Galán, vamos en la buena dirección (…) Son los mismos que dijeron que se iba a caer España por la reforma laboral y por subir el SMI”, como ejemplo de esos “poderes ocultos” empeñados en derribar al “Gobierno de la gente”. No sé qué pensará hoy Ana Botín de su recorrido por los pitones de este robaperas, Narciso sin más oficio ni beneficio que su insuperable enfermedad de poder, pero cabe suponer que habrá aprendido la lección. Porque todo se le ha puesto en contra. No a la señora Botín, que vuelve a ganar dinero (su obligación) como en los mejores tiempos, sino al vendedor de peines que nos preside, situado hoy entre la espada y la pared por unas encuestas cuyo signo parece, salvo milagro, imposible de torcer, porque no hay sociedad desarrollada que, en la UE, consienta hoy la presencia en el poder de personajes hechos con el barro de Perones y Erdoganes, dispuestos a poner nuestras libertades en almoneda. No sé qué pensará hoy Ana Botín de su recorrido por los pitones de este robaperas, Narciso sin más oficio ni beneficio que su insuperable enfermedad de poder, pero cabe suponer que habrá aprendido la lección" Son las encuestas las que han provocado el último salto en el alambre de este saltimbanqui, de modo que los banqueros y empresarios que tanto me quieren y a quienes tanto debo han pasado de pronto a ser los enemigos de nuestro vocacional Perón. “El dinero tiene mucho poder, pero más lo tiene la mayoría social”. Sánchez y el comodín del Ibex. Los ricos que antes acudían presurosos a la Casa de América, aquellos señorones que le reían las gracias de la Agenda 2030, ¿o era la 2050?, agua con gaseosa del garrafón ideológico de un notable ignorante, se han convertido de repente en los malos de la película, ahora son “los poderes ocultos”, los enemigos del pueblo, los “malos” a perseguir. Porque el personaje, en lugar de protagonizar ese giro al centro que auspiciaban sus exegetas en la segunda parte de la legislatura, se ha hecho fuerte en la extrema izquierda, ha echado raíces en el populismo más agraz, se ha metamorfoseado de Pablo Iglesias, en un intento por revertir las encuestas, en la inicua pretensión de retener el voto de quienes, entre los escombros de la izquierda moderada, huyen de él como del demonio. Y para castigar a los “ricos”, para señalarles con el dedo como culpables, ha metido un impuesto a los “beneficios extraordinarios” de bancos y empresas energéticas, peras con manzanas, porque si en el caso de las últimas ese impuesto podría tener algún sentido (el desmesurado aumento del precio del gas y del CO2), no lo tiene en el caso de los primeros. Como escribía aquí Carmelo Tajadura esta semana, “no hay beneficios extraordinarios, por mucho que lo repita el Gobierno y sus voceros. Lo que hubo fue falta de beneficios ordinarios durante años por los tipos de interés bajos o negativos. Y ahora caminamos hacia una normalización que tampoco llevará a tipos históricamente altos ni mucho menos”. No hay beneficios extraordinarios, señor Sánchez, y tampoco hubo un rescate a la banca en tiempos de Rajoy. Lo que se rescató fueron las Cajas de Ahorro mangoneadas por políticos de todos los partidos. Usted, que fue consejero de la Asamblea de Caja Madrid entre 2004 y 2009, bajo la presidencia de Miguel Blesa, lo sabe mejor que nadie. Para el nivel de gasto enloquecido de este Gobierno, el impuesto, 3.000 millones en dos ejercicios, es apenas el chocolate del loro. Con los 22.000 que el Tesoro lleva recaudados de más en lo que va de año gracias a la inflación, Sánchez y sus mariachis tienen dinero “pa asar una vaca”, que decía la madre del socialista Juan Lanzas, y subvencionar a todo tipo de colectivos. Pero se trata de “joder”, de señalar a los banqueros como los enemigos de esa pretendida igualdad, esa supuesta “preocupación de la izquierda por la pobreza, puesta en evidencia por su absoluta falta de interés sobre la forma de crear riqueza”, en palabras de Thomas Sowell. Una iniciativa inicua, asentada en los principios filosóficos del “exprópiese” chavista; una doble imposición que hace añicos, una vez más, la seguridad jurídica, que retraerá la inversión extranjera y, quizá más grave, endurecerá aún más la política monetaria puesta en marcha por un BCE obligado a controlar la inflación subiendo el precio del dinero. En efecto, como es fácil imaginar, la banca tratará de repercutir de una u otra forma ese impuesto en su clientela encareciendo los préstamos y, en definitiva, cercenando el crecimiento. Se lo han ganado a pulso. Se lo tienen merecido. Banqueros y empresarios son responsables de lo que les está ocurriendo. “Aquellos que renuncian a la libertad esencial para comprar un poco de seguridad temporal, no merecen libertad ni seguridad” que dijo Benjamin Franklin" Se lo han ganado a pulso. Se lo tienen merecido. Banqueros y empresarios son responsables de lo que les está ocurriendo. “Aquellos que renuncian a la libertad esencial para comprar un poco de seguridad temporal, no merecen libertad ni seguridad” que dijo Benjamin Franklin. Esta misma semana hemos asistido en la calle Sauceda, Las Tablas, sede del BBVA, al espectáculo insólito de un Carlos Torres, presidente de la entidad, recibiendo desmelenado a Pedro Sánchez, corbata fuera, como Sánchez, pin Agenda 2030 en la solapa, como Sánchez, totalmente mimetizado con Sánchez, riendo sin rubor las gracias de Sánchez, y Sánchez abanicando su desenfado con la risa floja de quien sabe que cualquier tropelía le será consentida por una clase que, además de demostrar su extrema debilidad (Turquía y la espada de Villarejo), es muy capaz de decir que llueve cuando le están meando encima. Eso ocurría casi el mismo día en que Alejandra Kindelán (AEB) y José María Méndez (CECA), llamaban a la puerta de VOX para pedir árnica, para animar al partido de Abascal a plantear recurso de inconstitucionalidad ante el TC por el “impuestazo”. Tuvieron la respuesta que cabía esperar: verdes las han segado. Y Botín escondida, y Pallete construyendo arbotantes capaces de soportar las tensiones futuras tras años de compadreo con el inquilino de Moncloa, y Galán haciendo lo que le sale del nardo, que para eso es el amo del “prao”, que básicamente consiste en invertir fuera el dinero de Iberdrola, y los Entrecanales callados cual muertos, callados y muy asustados, y los Del Pino escandalizados, decididos a salir fuera cada día más… La responsabilidad de nuestras elites económico-financieras en el deterioro de la situación española es innegable. Parapetados en esa abominable hojarasca retórica titulada “responsabilidad social corporativa” o nada con gaseosa, han olvidado lo fundamental en cualquier elite creadora de riqueza y empleo: que su obligación es mirar al futuro, otear caminos, advertir de errores, denunciar abusos, actuar de faro. Amonestar sobre los riesgos de una deuda pública insoportable. Trabajar para lograr un crecimiento sostenible, capaz de traducirse en un país más rico y más justo, más vivible, más democrático. Hablar alto y claro. Todo menos consentir y mimetizarse con el paisaje. Lo cual pasa por dejar de reírle las gracias al gaznápiro que nos gobierna. Los errores se pagan, a veces incluso con la vida. Un anciano de 81 años, Paul Effinger, escribió una carta a sus hijos un día del año 1942: “me devora el arrepentimiento de no haber hecho caso a vuestra querida madre, mi querida Klarita, que como todas las mujeres siempre quiso marcharse. Ahora la he arrastrado a una desgracia inimaginable. Me sentía enfermo y no quería ser una carga para nadie. He creído en la bondad del ser humano. Ha sido el más profundo error de mi errada vida. Ahora los dos tenemos que pagarlo con la muerte. Ojalá que vosotros veáis tiempos mejores. Ojalá mi predilecto, Emmanuel, crezca para alegría de la humanidad”. La carta de Paul Effinger llegó a manos de sus hijos en abril de 1946, entre las ruinas de Berlín.
Artículo de Jesús Cacho vía VOZ PÓPULI

domingo, 4 de septiembre de 2022

¿CÓMO HEMOS PODIDO CONSENTIR TANTO?

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el primer acto de la campaña socialista 'El Gobierno de la Gente', el sábado en Sevilla. EUROPA PRESS
Vuelva usté en septiembre. Solía ser el veredicto inapelable con el que el catedrático de matemáticas del Instituto Jorge Manrique de Palencia al que un servidor sufrió en sus años de estudiante de bachillerato despedía a los alumnos incapaces de aprobar la asignatura en junio. Vuelva usté en septiembre. La irrefutable autoridad de aquel hombre cuya fama de hueso traspasó las fronteras provinciales, obligaba al cateado a ponerse las pilas y trabajar con denuedo durante el que entonces nos parecía interminable verano para poder superar el listón en septiembre. Y si uno estudiaba y se sabía la asignatura, pasaba. Me he acordado estos días de aquel cátedro al que veíamos entrar en el aula con un indisimulado respeto lindando con el pavor porque su nivel de exigencia reclamaba imperativo de su grey el esfuerzo necesario para poder obtener la recompensa del aprobado. Al contrario de lo que ocurre hoy en España. Nos fuimos de vacaciones con el país hecho unos zorros, íntimamente dispuestos a disfrutar unas semanas de la playa como si no hubiera un mañana, y la vuelta al cole nos sorprende con una España igualmente descompuesta, todo manga por hombro, sin atisbo en el horizonte de reforma o cambio de rumbo, y con el pesimismo convertido en moneda de curso legal en el mercado de las expectativas colectivas. Un país que se cae a pedazos. Aquí nadie estudia. Suspendemos en junio y volvemos a suspender en septiembre. Cena de viejos amigos en mi Palencia natal. Eclosión de afectos, serial de anécdotas, abundancia de risas, buena comida y humor que fluye espontáneo hasta que, a última hora, casi lindando con las despedidas, a alguien se le ocurre mentar la soga en casa del ahorcado, hablar de España y su circunstancia, sacar a colación la situación del país. Y ahí se acaba la alegría. Entonces irrumpe la depresión. "Qué equivocados estábamos", resume un amigo muy querido. "Nosotros que nos creímos los reyes del mambo, que nos imaginamos los grandes triunfadores del siglo, casi unos artistas que habíamos sido capaces de sacar a este país de las catacumbas de la dictadura y la miseria, asistimos ahora perplejos al espectáculo de una España donde todo está en quiebra, donde la propia democracia está en entredicho… ¿En qué se ha equivocado nuestra generación? ¿Qué clase de chapuza hicimos con la famosa transición? ¿Cómo hemos podido consentir tanto…?". Nos fuimos de vacaciones con el país hecho unos zorros, íntimamente dispuestos a disfrutar unas semanas de la playa como si no hubiera un mañana, y la vuelta al cole nos sorprende con una España igualmente descompuesta El gran país que en algún momento de los noventa asombró al mundo y mereció sus respetos parece a punto de irse por el desagüe. Ha fallado la clase política, desde luego, pero también la empresarial-financiera, la intelectual (si alguna vez hubo tal cosa) y naturalmente la periodística. Se ha producido una quiebra radical de los valores que en la segunda mitad del siglo pasado sacaron de la pobreza extrema a este país. Se ha quebrado el prestigio de las instituciones. Las leyes no significan nada. Ante la aparente indiferencia general, se hacen leyes chapuza que apenas reflejan el intento de una minoría de izquierda radical de imponer su cosmovisión sobre la mayoría silenciosa. Las leyes no se cumplen. Leído el jueves: "Ningún aula aplicará en Cataluña el 25% de castellano este curso", a pesar de la sentencia en contra del TSJC. Un tal Comité de Derechos Humanos de la ONU emite una condena a España por la supuesta vulneración de derechos de los autores del golpe de estado de octubre de 2017 y el Gobierno de España calla cual muerto. Lo denunciaba Eva Parera, de Valents, este viernes: "Es muy grave que Sánchez no defienda los intereses de España ante dictámenes que no se ajustan a la realidad y que encima han sido subvencionados por la Generalitat con casi 200.000 euros". Iñaki Ellakuría elevaba en El Mundo la suma de lo abonado a "casi un millón de euros desde el año 2019". Ocurrió lo mismo el pasado julio, con motivo del supuesto espionaje con Pegasus a políticos independentistas. Sánchez acepta que se humille a España a pesar de estar al corriente del montaje urdido entre los separatistas y sus amiguetes del Citizen Lab (Universidad de Toronto). El propio Sánchez y su ministro Marlaska, "Marlasqueta", como lo ha bautizado Jiménez Losantos, acaban de acercar a cárceles del País Vasco a dos de los más sanguinarios pistoleros de ETA, Txapote y Henri Parot, presos por Presupuestos, lo que no es obstáculo para que el aventurero de Moncloa asegure en público que los etarras "cumplirán íntegras sus penas" cuando sabe que el asunto ya no está en sus manos una vez transferidas las competencias en materia penitenciaria. ¿Cómo hemos podido consentir tanto? El personaje sigue desplegando su infinita capacidad para embarrar el campo con polémicas artificiales destinadas a camuflar bajo el fuego fatuo del engaño su ausencia de talla, intelectual y moral, para resolver los interrogantes del momento. Ayer mismo en Sevilla: "Sánchez radicaliza su discurso y acusa a la derecha económica y mediática de ir de la mano del PP", titulaba José Carlos Villanueva en Vozpópuli. En la balsa de piedra a la deriva en que se ha convertido España nadie se ocupa de las cosas importantes. La situación se deteriora paulatinamente tanto en el frente político como en el económico sin que nadie toque a rebato sobre la necesidad de unas reformas hoy más importante que nunca para enderezar el rumbo. Los datos de paro y afiliación conocidos el viernes adelantan un futuro cargado de incógnitas. "La subida del paro y la destrucción de 190.000 empleos en agosto confirman la desaceleración", escribía el viernes Mercedes Serraller. Lo peor de la crisis que llega, lo que la hace más temible en el caso español, es la incapacidad de este Gobierno para tomar las medidas correctoras llamadas a amortiguar su impacto "El descalabro se anticipa generalizado para la economía europea", contaba aquí ayer Carmelo Tajadura. La subida de tipos, probablemente del 0,75%, que el BCE anunciará el jueves, mermará sin duda la renta disponible de las familias endeudadas y afectará a la cuenta de resultados de las empresas, muchas de ellas en números rojos. La decisión del tirano ruso de cerrar el gasoducto Nord Stream (que al parecer se ha caído también desde un sexto piso en Moscú) anuncia un invierno de combustible racionado que mermará considerablemente el crecimiento. Lo peor de la crisis que llega, lo que la hace más temible en el caso español, es la incapacidad de este Gobierno para tomar las medidas correctoras llamadas a amortiguar su impacto. La recesión amenaza a un país con los fundamentales de su economía muy castigados por una serie de decisiones erróneas, casi todas producto de la ideología, que han dejado las cuentas públicas sin margen para la reacción. Padecemos un Gobierno doctrinalmente volcado hacia el gasto público como única forma de pagar los peajes que le imponen sus socios y proseguir su política de compra de votos. Leído estos días: "Calviño sugiere un alza salarial moderada para los empleados públicos para frenar la inflación". Sin que cupiera duda alguna sobre esa subida salarial en año electoral, ¿piensa la señora Calviño, la incompetencia hecha sonrisa, domeñar la inflación subiendo salarios a los funcionarios e indexando las pensiones al IPC? Misterios de una tropa a la que le da lo mismo la inflación, la sostenibilidad de las finanzas públicas y todo lo demás. Los españoles llevamos años registrando descensos continuados en los niveles de renta per cápita y esa tendencia se va a acentuar. Vamos a ser más pobres, con la pobreza llamando a la puerta de esas "clases medias trabajadoras" a las que Sánchez dice querer proteger. Las clases medias como paganas de la crisis, porque los ricos, muy asustados por el impuestazo a banca y energéticas decretado al más puro estilo del "exprópiese" chavista, van a seguir siéndolo con independencia de la política fiscal del Gobierno. Esos ricos escondidos, esos grandes empresarios cuya voz apenas se escucha en el desierto de sumisión a un bandolero sin escrúpulos en que se ha convertido España. Aquí solo prospera quien vive agarrado a las faldas del presupuesto o tienen capacidad de chantajear. Nuestro héroe, por eso, es Villarejo, que esta semana confesaba ante Gema Huesca que "apenas ha salido el 10%" de las grabaciones que efectuó en las últimas décadas. "Al final se dan cuenta de que soy el espejo donde todos quedan reflejados y por mucho que me rompan ya es inútil. La ciudadanía se ha dado cuenta de lo que era la realidad de España en los últimos 40 años y no lo que han contado". Ha tenido que ser un gánster de medio pelo, un golfo que tiene cogido a medio país por los faldones de la corrupción, quien definiera como nadie más de 40 años de realidad española. Ha tenido que ser un gánster de medio pelo, un golfo que tiene cogido a medio país por los faldones de la corrupción, quien definiera como nadie más de 40 años de realidad española Este es el marco en el que nos movemos en la vuelta al cole. Ninguna esperanza en el buen juicio o el patriotismo de un Gobierno que voluntariamente eligió los peores socios y amigos posibles. Qué razón tenías, Albert Rivera, cuando aquel 22 de julio de 2019 denunciaste desde la tribuna del Congreso a Sánchez y su banda. Hoy ya sabemos que si Sánchez Pérez-Castejón vuelve a presentarse a la relección lo hará como candidato de ERC y de Bildu, no de un PSOE muerto por inanición. Esto no da más de sí. Asistimos al final agónico de un sistema. A tenor de lo que hoy dicen las encuestas, el triunfo de la oposición en las próximas generales no supondría una nueva alternancia en el Gobierno sino un obligado cambio de régimen. Quizá la última oportunidad que tendrá España para, reprobando en las urnas a la coalición social comunista responsable del actual destrozo institucional, enderezar el rumbo hacia una democracia plena de ciudadanos libres e iguales ante la ley, una circunstancia que obliga a los demócratas españoles a fijar involuntariamente la vista en Alberto Núñez Feijóo. El líder del PP se muestra reacio a hacer públicas las líneas maestras de un futuro Gobierno de centro derecha liberal, defraudando las expectativas de quienes reclaman ya un proyecto de país, incluso de aquellos que se conformarían con el enunciado de un puñado de grandes reformas imprescindibles para sacar España del atolladero, porque ya no será suficiente con gestionar con acierto la herencia recibida. No sé si en Génova son conscientes de la gravedad de la situación, pero el PP no puede volver a cometer el error que Mariano Rajoy cometió en 2012. El fracaso de las elites políticas tanto conservadoras (Silvela, Maura, Sánchez Guerra) como liberales (Moret, Canalejas, García Prieto, Romanones, Alba) a la hora de convertir en el primer tercio del siglo XX el régimen liberal de la restauración canovista en una democracia parlamentaria plena, agravado por el golpe de estado de Primo de Rivera en 1923, desembocó al final en la tragedia de la Guerra Civil y la dictadura. Lo explica divinamente Guillermo Gortázar en su 'Romanones, la transición fallida a la democracia' (Espasa). La derecha española ha vuelto a fracasar con Aznar (Rodrigo Rato y otros de su estirpe) y con Rajoy a la hora de abordar las reformas que ya resultaban inevitables a finales de los noventa. No puede volver a hacerlo una tercera vez. Y no por la suerte del PP, que eso importa un rábano, sino por el futuro de España. Porque, repito, esta será muy probablemente la última oportunidad para enderezar el rumbo de colisión que hoy lleva el país. Si esta oportunidad se perdiera, no habría más horizonte para España que el de Argenzuela. Con una UE hoy diluida con factor de contención de las trapacerías del sujeto. En cuyo caso no quedaría para nuestros hijos y nietos otra opción que buscarse la vida en el extranjero. Se avecinan unos meses de infarto, de polarización extrema. Lo de la pistola de la Kirchner podría resultar un juego de niños comparado con lo que aquí nos espera. Hay, sin embargo, motivos para la esperanza. Consiste en resistir poco más de un año. La victoria de la España constitucional está a la vuelta de la esquina.
Artículo de Jesús Cacho en VOZ PÓPULI