Artículos para reflexionar y debatir sobre temas y cuestiones políticas, económicas, históricas y de actualidad.
martes, 4 de abril de 2017
EL CHOLLO DE LOS PISOS GRATIS
¿Por qué hay que entender que el
Estado le tenga que pagar un hotel o buscarle una vivienda a un señor
que gana 6.000 euros al mes?.
El ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido. (EFE)
La política, los políticos, tienen un serio problema con la dignidad
de las instituciones a las que sirven y del cargo que ocupan. Un
problema con el concepto mismo. O no se entiende o lo han pervertido. Piensan en la dignidad de forma grosera,
como en uno de esos retos tabernarios tan españoles de ‘a ver quién la
tiene más grande’. Creen que la dignidad de una institución, el
Parlamento o el Gobierno, los ministerios o las consejerías autonómicas,
reside en el envoltorio, en la fachada; piensan que son más dignas cuanto más grandioso y más lujoso sea el palacete que ocupan.
Lo
mismo ocurre con el cargo que ostentan; sostienen sin pudor que la
dignidad del cargo está en los coches oficiales de alta gama, siempre a
su disposición, con chóferes de 24 horas. Y no se repara en que lo esencial de una institución y de un cargo público es alcanzar la dignidad a través del ejemplo.
De la sencillez. De la humidad. El concepto de servicio público lo han
vuelto del revés. Por eso la política tiene un problema, o quizá lo
tenemos nosotros.
Se trata de un problema general, pero es en las
autonomías donde mejor se percibe esta deformación del concepto porque, a
diferencia de la Administración del Estado y de los ayuntamientos, es
la institución pública que hemos visto nacer y crecer en estos últimos
30 años. Al haber podido contemplar, en paralelo, el desarrollo de las
instituciones autonómicas y de los servicios públicos que dependen de
ellas, podemos comparar ahora el desequilibrio que existe entre unas y
otras.
¿Cuántos jueces,
médicos o maestros desarrollan su tarea en edificios casi ruinosos
mientras las consejerías ocupan un edificio resplandeciente?
En
muchas regiones, la mayoría de los hospitales, de los colegios o los
juzgados siguen siendo los mismos que hace 30 o 40 años, siguen en los
mismos edificios y en muchos casos con escasas modificaciones o mejoras,
mientras que a su lado ha ido creciendo una red de edificios
institucionales, de nueva planta o en palacetes rehabilitados, para
albergar a los cargos políticos que gobiernan esos servicios públicos.
¿Cuántos jueces, médicos o maestros de escuela desarrollan su tarea en
edificios casi ruinosos mientras las consejerías del Gobierno de esa
comunidad ocupan un edificio resplandeciente de mármoles y jardines? La
distorsión está en pensar que la dignidad de la institución depende del
edifico que ocupa el cargo político, cuando se trata justamente de lo
contrario: la dignidad está en el servicio público que se ofrece al ciudadano y a los profesionales que trabajan en ellos.
Esta polémica de ahora con el ‘piso gratis’ del director de la DGT, Gregorio Serrano,
tiene mucho que ver con esos privilegios de la clase política que se
han camuflado, o justificado impunemente, con la dignidad de las
instituciones. Cada vez que ese director general, o el ministro del
Interior, del que depende, Juan Ignacio Zoido, han intentado justificar la 'normalidad' de esas prebendas, estaban agravando un poco más la polémica.
Con
el irrisorio peregrinaje de excusas y declaraciones de ambos, lo único
que han conseguido ha sido sofocar un poco más la paciencia de quienes
los escuchaban, sobre todo si son guardia civiles. ¿Por qué hay que entender que el Estado le tenga que pagar un hotel o
buscarle una vivienda a un señor que gana 6.000 euros al mes? ¿Por qué
debemos comprender que se gasten 50.000 euros del Estado en rehabilitar
una vivienda cuando a muchos guardias civiles, con sueldos de
mileurista, se les ofrecen viviendas cuyas reparaciones tienen que financiar ellos?
La dignidad de la Guardia Civil está en los guardias civiles, no en los
privilegios políticos de los que dirigen el Cuerpo. La dignidad de la
Guardia Civil está en las casas cuarteles, en los coches y las motos que
utilizan los agentes, en los medios de los que disponen, no en un piso
del centro de Madrid con suelos de madera noble.
En cualquier
caso, en esta polémica, solo defendería a Gregorio Serrano para
otorgarle la excusa del vicio generalizado. Quiere decirse que hacemos
mal si pensamos que se trata de un caso aislado de amiguismo, entre el
ministro y uno de sus antiguos colaboradores de Sevilla. El problema es
más grave y se ha centrado el foco de la actualidad en él como si fuera
el único chupón de la burocracia política. En Andalucía, por ejemplo,
que es donde ambos, Zoido y Serrano, han desarrollado la mayor parte de
su carrera política, las críticas a estos excesos oficiales se producen, pero con los papeles cambiados. Es el Partido Popular
el que con frecuencia denuncia las prebendas de muchos consejeros del
Gobierno socialista de la Junta de Andalucía. Y tienen razón: un buen
día, hace ya 17 años, el presidente de la Junta de Andalucía, entonces Manuel Chaves,
decidió modificar la normativa autonómica para que muchos altos cargos
de su Gobierno cobrasen un sobresueldo para pagar el alquiler de la
vivienda. El alquiler y los impuestos que se deducen del sobresueldo. Lo justifican con argumentos peregrinos, tales como que ‘la política necesita estar bien retribuida para contar con los mejores’
En el último recuento, han salido 56 altos cargos, con sobresueldos de hasta 1.357 euros
para un buen alquiler en Sevilla. Lo justifican con argumentos
peregrinos, tales como que ‘la política necesita estar bien retribuida
para contar con los mejores’, o que ‘si a un cargo público se le obliga a
cambiar de residencia, es de justicia que se le compense’; como si en
realidad no se tratase de miembros de un círculo cerrado que acceden al
cargo público por fidelidad política antes que por valía profesional.
Como si el resto de la humanidad no tuviera que afrontar, y apechugar,
con cambios de destino, alquileres y puestos de trabajo a muchos
kilómetros de distancia de su residencia. Y en todo caso, ¿dónde queda
el valor del servicio público, del servidor público? ¿Cuántos
funcionarios públicos pueden sentirse discriminados? ¿Cuántos
trabajadores, contribuyentes, pueden considerarse estafados por esas
prebendas políticas?
La política, los políticos, tienen un
problema con la dignidad, o acaso lo tengamos nosotros. El caso es que
aparecen estas noticias, como la del director de la DGT, y cuando se les
oye hablar, cuando balbucean esas excusas, que a veces parece que hasta pretenden que se les pidan disculpas, uno se da cuenta de que, como cantaba Serrat,
deberíamos considerar todo esto no como meras polémicas políticas, sino
como algo personal. ¿Se acuerda de la canción? “Rodeados de protocolo,
comitiva y seguridad, viajan de incógnito en autos blindados/ a sembrar
calumnias, a mentir con naturalidad, a colgar en las escuelas su
retrato. Resulta bochornoso verles fanfarronear ‘a ver quién es el que
la tiene más grande’… Entre esos tipos y yo hay algo personal”.
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