Artículos para reflexionar y debatir sobre temas y cuestiones políticas, económicas, históricas y de actualidad.
domingo, 3 de septiembre de 2017
LA ESPAÑA CASPOSA: LA FÓRMULA DEL PP QUE HAN COPIADO LOS INDEPENDENTISTAS
Los populares llevan muchos años
utilizando la misma estrategia discursiva, en parte porque les ha
funcionado. Pero es una mala idea. Y Cataluña es el mejor de los
ejemplos
Mariano Rajoy clausura la reunión interparlamentaria del PP. (Kai Försterling / Efe)
Las declaraciones de Rajoy en la interparlamentaria del PP en Valencia acerca de “la voladura de la Constitución”, de los enormes riesgos para la democracia
que los independentistas catalanes arrojan sobre la democracia y del
papel dinamitador de los radicales para la convivencia común, me
resultan familiares. Más allá de que puedan ser o no aplicables a este
caso, lo cierto es que el PP lleva años utilizando un discurso único, en el que utiliza una suerte de plantilla que va colocando sobre sus rivales y enemigos, con independencia del asunto.
El
marco discursivo es el siguiente: hay una serie de enemigos de la
estabilidad, del progreso y del sentido común que suponen una amenaza
grave para la convivencia. Si ellos triunfan, España se verá abocada a grandes males, perturbará todo posible bienestar económico y social y nos llevarán por la senda del desastre. Esto es aplicable a ERC, a Puigdemont y a las CUP; pero también al PSOE de Pedro Sánchez, a Podemos, al PSOE de Zapatero, la IU de Garzón e incluso a la UPyD de RosaDíez cuando se salía de lo marcado.
Mariano Rajoy, durante su intervención en clausura de la reunión interparlamentaria del PP. (EFE)
La fórmula del éxito
Esa
difusión de sí como un partido que hace lo que debe hacer, que es firme
(ya sea frente a los independentistas, a los bolivarianos, a los que
pretenden regresar a la socialdemocracia o a los que no quieren cumplir
con la austeridad), que por lo tanto es responsable y actúa con
coherencia ha sido su arma principal en las elecciones de los últimos 15
años, siempre a condición de vestir a sus rivales como portadores de un grave peligro. Ya no nos acordamos, pero Aznar
inauguró esas tácticas señalando al PSOE de un imberbe Zapatero como un
enorme riesgo: eran los que para gobernar serían incluso capaces de
pactar con Carod-Rovira, socio de Maragall
que se reunía con ETA para que no atentase en Cataluña, o esos nos
contaron justo antes de las elecciones. Después todo aquello quedó
sepultado por la desgracia.
Es
un mecanismo que parece haber fagocitado a sus creadores, que les hace
acusar de radical a cualquiera que se cruza por el camino
Esta
es su fórmula. El último ejemplo, en las recientes elecciones
generales, en el periodo de investidura e incluso ahora: Sánchez nos
llevará al desastre porque como va a juntarse para gobernar con Podemos
nos llevará al desastre, todo se romperá en pedazos. Y así
sucesivamente. Es un mecanismo que parece haber fagocitado a sus
creadores, que ya no pueden prescindir de él, y sus portavoces, como
Hernando, acusan de radical a cualquiera que se cruza por el camino.
Pero como este dibujo continuo del caos le ha funcionado (a él debe en buena parte estar hoy en la Moncloa) ya no ven otra opción posible.
Una mala idea
Es
una estrategia discursiva que nunca me ha gustado. No solo porque se
presta demasiado a los excesos, a tensionar los debates y a convertir
las pequeñas diferencias en insalvables, sino porque crea gratuitamente
enemigos e incluso te quita la razón cuando la tienes. Y desde el punto de vista instrumental tampoco es la mejor idea, porque es muy sencillo que se vuelva en contra. Este es el caso de Cataluña.
Fue entonces cuando los secesionistas tuvieron una idea: hacer lo mismo que el PP
Desde
la época de Aznar, la insistencia en estas posiciones, que resultaba
rentable al PP en el resto de España, animaba exageradamente el
sentimiento independentista, que fue creciendo de forma sostenida. Tras
el inicio de la crisis, las cosas se pusieron peor, porque la deriva de
Convergencia y la pujanza de ERC señalaban que esas ideas estaban asentándose en buena parte de Cataluña, llevando incluso a sus filas a muchas personas que hasta entonces no se habían planteado la independencia.
Y entonces fue cuando los secesionistas tuvieron una idea: hacer lo
mismo que el PP. Si las cosas van mal a una mayoría de catalanes es a
causa de un gobierno españolista que les ignora y les relega; si los
servicios públicos se deterioran es porque Madrid no ofrece los recursos
necesarios; si los negocios cierran es porque solo están pensando en
extraer lo que puedan de Cataluña.
Es
este mecanismo, el que equipara España a la peor versión de sí misma,
el que permite tejer una estrategia discursiva muy poderosa a los
'indepes'
Desde esta perspectiva, ya no hay vuelta atrás:
quizá si otro gobierno estuviera al frente de España, sería posible el
entendimiento, pero ya lo hemos intentado muchas veces y jamás nos han
hecho caso. Cuando Iglesias va por allí, Rufián le dice ‘eres un tío majo, ojalá tú mandases, pero no lo harás jamás, porque tu país no tiene arreglo. Mejor nos vamos’.
Pablo Iglesias conversa con el diputado de ERC, Gabriel Rufián, durante el pleno del Congreso. (EFE)
Corrupción igual a España
Es este mecanismo, el que equipara España a lo peor de sí misma, el que permite tejer una estrategia discursiva muy poderosa. Igual que el PP equiparaba a Sánchez conBolívar,
o decía de Podemos que su estupidez iba a conseguir que España se
partiera económica y territorialmente, los independentistas igualan la
corrupción con España.
Da
igual que se digan cosas (las enuncie quien las enuncie) en las que se
pueda tener razón, porque la estrategia discursiva las vuelve inaudibles
Los ataques al PP o al Rey, como reflejaba la pancarta en la manifestación por las víctimas que
difundieron por todas partes, se convierten así en la lógica respuesta a
un mundo que quieren dejar atrás, ineficiente, anticuado, lleno de
problemas endémicos. Esa corrupción que otros partidos reprochan al PP,
ellos la señalan como un mal típicamente español. Del mismo modo que
buena parte de la peor derecha en tiempos de Aznar podía decir que, en el fondo, los socialistas estaban apoyando a ETA
porque no eran firmes con el terrorismo (no hay más que ver las
pancartas contra Zapatero en las manifestaciones que le montaron cuando
gobernaba), los independentistas dicen que, en el fondo, España es ese mundo cutre y casposo que para ellos encarna el PP.
Colaboradores necesarios
En esas estamos. No se trata únicamente de que se acerque el 1-O y de que por eso el tono de los discursos se eleve, sino de que las estrategias discursivas en juego se refuerzan. Los independentistas están esperando reacciones o declaraciones exageradas por parte del Gobierno
para que puedan señalarle con el dedo y cargarse de razones, mientras
que el PP continúa con ese juego en el que todos, desde Sánchez hasta Ada Colau, son colaboradores necesarios en la gran debacle a la que unos perturbados políticos quieren llevarnos.
Los
contendientes están en el ring y, una vez ahí, ya solo pueden
golpearse. Pero podría hacerse de otra forma, porque esto parece una
discusión de Twitter
Lo peor de todo es que esta crispación
continuada hace inaudibles los argumentos. Da igual que se digan cosas
(las enuncie quien las enuncie) en las que se pueda tener razón, porque la estrategia discursiva las fagocita. Unos y otros están pendientes de instrumentalizar lo que pueden, y lo vimos en la manifestación por las víctimas, y en la polémica con los Mossos.
Aquí es cuando ya las razones no sirven: y da igual si, por ejemplo,
los Mossos actuaron estupendamente o cometieron errores, porque todo es
juzgado en función de los intereses principales. Los contendientes están
en el ring y, una vez ahí, ya solo pueden golpearse. Creo que sería
posible defender las mismas ideas de otra manera. Desde el punto de
vista de los defensores de la legalidad vigente se me ocurre un ejemplo,
el de Borrell, y seguro que hay múltiples ejemplos en un lado y en otro de la discusión; lo esencial aquí es defender lo que uno cree utilizando argumentos, no desde la permanente descalificación del otro. Porque esto, que parece más una discusión en Twitter que política real, es horrible, en serio.
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