El excomisario José Manuel Villarejo.
Europa Press.
María Dolores de Cospedal
fue una de las tres mujeres que jugaron un papel decisivo en la victoria
de Mariano Rajoy en el congreso de Valencia, 2008, y en su
entronización como amo indiscutido del PP. Papel capital en la
financiación de ese Congreso. Entre ellas no estaba Soraya Sáenz de Santamaría,
no obstante lo cual el ganador de las generales de noviembre de 2011
nombró a la vallisoletana ministra y vicepresidenta del Gobierno, y puso
en sus manos el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), un arma letal.
Mariano nunca terminó de fiarse de Cospedal, a la que había nombrado
secretaria general, razón por la cual decidió dividir el poder y
repartirlo entre ambas de forma que se anularan mutuamente en una guerra
perpetua que ningún beneficio podía reportar al Gobierno ni al Estado,
salvo a él mismo. Miserias Mariano. Y Cospedal, otra Abogada del Estado
convencida de poder llegar a la presidencia del Gobierno porque yo lo
valgo, se impuso como tarea prioritaria el control del ministerio de
Interior, aunque fuera por persona interpuesta. Tenía que contrarrestar
el poder disuasorio que manejaba su eterna enemiga con el CNI. Fue así
como llegó al cargo el pío Jorge Fernández Díaz. Cospedal no mandaba en el ministerio ni falta que hacía, pero controlaba al ministro, y lo hacía a través del ex comisario José Villarejo, un tipo que llegó al punto de grabar los teléfonos del propio Díaz en su despacho.
Es la misma Cospedal la que, tras la victoria del PP en
las elecciones generales de junio de 2016, se encarga de que el mismo
Rajoy nombre ministro del Interior a Juan Ignacio Zoido, magistrado, ex alcalde de Sevilla y hombre de su completa confianza, hasta el punto de que Zoido escoge a Enrique García Castaño,
alias “el Gordo”, número dos en el organigrama de Villarejo e
igualmente imputado, como su gendarme de cabecera. “Es el mejor policía
de España”, llega a decir públicamente de él el ilustre sevillano. ¿Lo
importante? Cospedal sigue controlando Interior con la ayuda de tres
capos policiales, los tres comisarios: Villarejo, el Gordo, y José Luis Olivera,
ex jefe de la UDEF y, a partir de 2015, del Centro de Inteligencia
contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO). “Y así es como
tenemos el control del ministerio del Interior sin tener propiamente al
ministro”, llegó a decir en cierta ocasión Ignacio López del Hierro, marido de Cospedal.
En una larga entrevista aparecida recientemente en El Mundo,
Fernández Díaz asegura que contactó por primera vez con Villarejo
porque “una persona muy cualificada que había ostentado cargos de
responsabilidad en Interior en el pasado me dijo que quería ponerme en
antecedentes de un comisario que había prestado servicios relevantes
para la Seguridad del Estado”. Secreto de Polichinela. Cospedal fue
subsecretaria de ese ministerio siendo ministro del ramo el propio
Rajoy, en el primer Gobierno Aznar. López
del Hierro conoció al polémico ex comisario en torno a 2005, pero desde
entonces ambos han sido uña y carne, hasta el punto de, según fuentes
policiales, haber tenido negocios juntos. A partir de la publicación
esta semana de la última remesa de cintas del arsenal de Pepe
Villarejo hemos sabido que la ex número 2 del PP utilizó, al menos
desde 2008 en adelante, los servicios del gran capo de las cloacas
policiales para llevar a cabo “servicios puntuales” que iban mucho más
allá de recibir información sobre la marcha de la instrucción del “caso
Gürtel”. La impresión generalizada en áreas de la seguridad del Estado
es que lo conocido hasta ahora en torno a esa relación es apenas la
punta del iceberg. Cospedal ha venido utilizando a Villarejo y su red
mafiosa como “un CNI alternativo” capaz de rastrear información sobre
instituciones y personas. Para espiar los movimientos de Javier Arenas,
por ejemplo. “Yo tengo la cartera en un lado y el corazón en el otro. El
corazón es vuestro”.
Cospedal, en el vértice de la pirámide
Lo
aparecido hasta ahora permite colocar a Cospedal en una posición de
jerarquía, vértice de la pirámide, acerca de la red Villarejo, ello por
lo que al PP respecta. No era el único liderazgo político del que pendía
el clan. Idéntico papel ha venido jugando en el PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba,
ex vicepresidente y ex ministro del Interior socialista y auténtica
lanzadera del ex comisario en sus inicios. Villarejo realizó el curso
para el ascenso a Comisario en el año 2011. Los compañeros del CNP que
compartían idéntico objetivo no se explicaban su presencia, porque
debido a los años pasados en excedencia (aunque supuestamente cobrando
de fondos reservados), Villarejo no tenía los puntos necesarios para
poder realizar ese curso. ¿Quién impone que Pepe
Villarejo sea nombrado Comisario sin reunir los requisitos legales? El
entonces vicepresidente del Gobierno. Para servir al PSOE y a Rubalcaba.
Para poner en marcha, con la ayuda de su policía de cabecera, Juan Antonio González,
entonces comisario general de Policía Judicial, y del capo de la UDEF,
Olivera, la investigación del “caso Gürtel” que en la parte judicial
contó con la sabia conseja de Garzón y de su íntima, la fiscal Dolores Delgado,
hoy ministra de eso que llaman Justicia. Y cuando cambian las tornas
políticas, Villarejo no tiene empacho en traicionar a Rubalcaba y pasar o
vender la información del caso a Maricospedal. La cartera en un lado, el corazón en otro.
En
la última década, sobre la vida y milagros de Villarejo y su clan ha
gravitado el escrutinio de la ex secretaria general popular, como parece
demostrar el caso del también comisario Andrés Gómez Gordo, responsable de Seguridad que fue de la Ciudad de la Justicia, el gran proyecto de Esperanza Aguirre
que nunca llegó a puerto. Cuando Cospedal se traslada a Toledo para
asumir la presidencia de la Junta de Castilla-La Mancha se lleva consigo
a Gómez Gordo como su jefe de Seguridad y hombre de máxima confianza.
Pero en 2014 estalla el “caso del pequeño Nicolás”, y la presidenta
manchega empieza a sospechar que en la oficina del Director Adjunto
Operativo (DAO) de la Policía, ocupada por el no menos polémico Eugenio Pino,
otro estrecho colaborador de Villarejo y su clan, están pasando cosas
raras, tantas que el “caso Nicolás” termina por convertirse en el “caso
Villarejo” y entonces la doña maniobra para colocar a Gómez Gordo en la
Oficina del DAO a finales de dicho año. Porque ella quiere información
de primera mano sobre lo que está ocurriendo con Villarejo en la sede de
la calle Miguel Ángel de Madrid.
Muchas de las cosas
inexplicables o difícilmente explicables que están ocurriendo en torno a
la instrucción del sumario Villarejo, también llamado “caso Tándem”, no
se entenderían sin introducir en la ecuación la clave de la larga mano
de Cospedal. El ejemplo más llamativo tiene que ver con el abandono de
la instrucción del mismo por parte del juez Arturo Zamarriego, oportunamente ascendido a la Audiencia Provincial de Madrid. ¿Y a quién nombran para sustituirlo? Pues a la juez Pilar Martínez Gámez,
titular del Juzgado de lo Social número 2 de Toledo, un territorio
judicial adecuadamente masajeado por Cospedal con la ayuda de su amigo José Javier Polo,
durante años teniente fiscal en la Audiencia de Toledo y hoy jefe de la
fiscalía de la Audiencia Provincial de Madrid. Llega la juez Martínez
Gámez sin la menor idea del terremoto en el que algunos pretendían
meterla. ¿Cómo es posible que para sustituir a un juez de instrucción
encargado de investigar el más grave caso de corrupción sufrido por la
democracia española desde sus inicios, llegue una juez de Toledo que
procede de un juzgado de lo social? Las sospechas de mucha gente en el
CNP empezaron a confirmarse cuando, manos a la obra, la juez disolvió la
Comisión Especial nombrada por Zamarriego para ayudarle en la
investigación, archivó la misma, y dos meses después imputó a sus
investigadores, el comisario Marcelino Martín Blas, ¡un comisario decente, aleluya! y el policía Rubén López. Blanco y en botella.
Una ocasión para limpiar de una vez el PP
¿Quién
tiene interés en que Villarejo salga de la cárcel libre de polvo y
paja? ¿A quién convendría que pusiera pies en Polvorosa para no volver a
aparecer jamás por la piel de toro? Ahora ya sabemos que alguien que
podría estar interesada en que eso ocurra es María Dolores de Cospedal,
aunque no es la única, que puede haber gente tan principal como Pérez
Rubalcaba o el propio Zapatero compartiendo
idéntico interés. Los dos grandes partidos de la Transición han
terminado chapoteando en el gigantesco cubo de basura de la corrupción
policial, o mejor, de la corrupción jurídico-policial, que es a la vez
periodística, como bien sabemos. La derrota de Cospedal en las primarias
a manos de Pablo Casado y su más reciente
caída en desgracia a cuenta de su escandalosa, cuando menos, connivencia
con el clan Villarejo, viene a suponer toda una desgracia para el
propio polémico ex comisario, que pierde a su principal aliada y sostén
en el PP. ¿Villarejo perjudicando sus intereses con la publicación de
esas cintas? Por encima de la existencia de muchas pistas falsas, de
mucha tinta de calamar dispuesta a despistar, bien pudiera ser que el
gran corruptor haya decidido morir matando, haciendo derribar las
columnas del templo sobre su prominente cabeza.
Alguien ha dicho que Casado “tiene un problema” con Cospedal tras la
publicación de los últimos audios que la involucran. Craso error. Yo
creo que en realidad Casado es un hombre con suerte. Porque el
descubrimiento de los tejemanejes de la ex secretaria general le viene
al pelo para emprender la limpieza general, el baldeado de cubierta que a
gritos le están pidiendo los sectores más sanos, si es queda alguno,
del centro derecha español, hartos de la apestosa corrupción que despide
la vieja maquinaria el partido manejado por Mariano. Casado amortiza el
apoyo prestado por Cospedal en las primarias, al tiempo que dispone, si
es que no lo tenía, del respaldo argumental y fáctico preciso para
emprender la general barrida. Del PP del miserable Rajoy no pueden
quedar ni las raspas. Cospedal, Soraya, Arenas y todos los demás tienen
que irse de una vez a su casa. Sin miramientos. Ya han golfeado
bastante. Y no por el PP, o no solo, sino por la salud de nuestra pobre
democracia, por la obligación moral de salvar este sistema que, con
mierda hasta las orejas, ha sido capaz de proporcionar a los españoles
cuarenta y tantos años de paz y prosperidad. A menos, claro está, que
prefiramos encomendarnos a las bienaventuranzas de los predicadores del
caos.
JESÚS CACHO Vía VOZ PÓPULI
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