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martes, 4 de diciembre de 2018
LA IZQUIERDA QUE NO SE ENTERA
No es la extrema derecha la causa de
su fracaso, sino la desmotivación de su electorado que, en masa, ha
decidido quedarse en su casa en estas elecciones andaluzas
La candidata del PSOE-A a la presidencia de la Junta de Andalucía,
Susana Díaz, y el vicepresidente del Gobierno andaluz, Manuel Jiménez
Barrios. (EFE)
De lo que no se entera la izquierda es de que no es la extrema derecha la causa de su fracaso, sino la desmotivación de su electorado que, en masa, ha decidido quedarse en su casa en estas elecciones andaluzas
y dar la espalda a unos partidos con los que ha dejado de
identificarse. Por eso no ha votado a ningún otro, porque el problema de
esa gente es que se sigue sintiendo de izquierdas pero se ha quedado huérfana de referentes
por el profundo sopor y la apatía que provocan los actuales dirigentes
del Partido Socialista, de Izquierda Unida o Podemos, con todas sus
confluencias.
Los números de ese trauma electoral
son fáciles de hacer: el conjunto de la izquierda ha perdido en estas
elecciones andaluzas 684.445 votantes, mientras que el bloque del centro
derecha, Partido Popular, Ciudadanos y Vox, ha ganado solo 350.883
votantes. ¿No es evidente que el número de votos perdido por la
izquierda es casi el doble de los que gana la derecha? Sin necesidad de
interpretar nada más sobre trasvase de votos entre partidos, está claro
que la mayoría de los votantes que ha perdido la izquierda no ha ido a
ningún otro lado, ha decidido abstenerse.
La mayoría de los votantes que ha perdido la izquierda no ha ido a ningún otro lado, ha decidido abstenerse
De lo que no se entera la izquierda es de que si la extrema derecha ha irrumpido con 12 escaños en el Parlamento de Andalucía
ha sido por la caída de la participación en estas elecciones andaluzas,
que si no hubiera descendido en cinco puntos, a consecuencia de la
abstención de los votantes del PSOE, fundamentalmente, y de la coalición de Podemos e Izquierda Unida, el resultado de Vox no habría pasado de un par de escaños; la Ley Electoral hubiera minimizado el zarpazo.
Ha sido la propia izquierda la que se ha autolesionado y el resultado de las urnas en Andalucía solo es el reflejo de una incapacidad, la frustración que provoca en su electorado, que no ha sabido alentarlo e incitarlo para acudir a las urnas.
La extrema derecha ya estaba presenta en la campaña electoral, lo
conocían los electores, y, a pesar de ello, en vez de volcarse en apoyo
de sus partidos, han decidido quedarse en sus casas, no votar,
convirtiendo en terremoto político lo que, de otra forma, no hubiera
pasado de una recomposición de escaños entre las fuerzas políticas de
centro derecha y de derecha.
De lo que no se enteran en la
izquierda es de que si muchos de sus votantes han dejado de votarlos ha
sido porque sus propuestas, desde hace años, no responden a los intereses de la clases trabajadoras,
ni de las clases medias, porque han elaborado un panel de propuestas de
izquierda de salón que solo les sirve a ellos, para justificarse, para
perpetuarse en los despachos, pero que se quedan muy lejos del pálpito
de la calle. Como la amenaza de acabar con los vehículos de diésel en una sociedad de mileuristas para los que un coche eléctrico es un objeto de lujo inalcanzable. O como la tumba de Franco,
ese empeño estéril del Gobierno de Pedro Sánchez, que ha resucitado en
muchos votantes socialistas un rechazo al pasado que ya se manifestó en
los primeros años de la democracia, cuando los dirigentes socialistas de
entonces se dieron cuenta de que el deseo mayoritario de los españoles
era avanzar hacia el futuro, sin mirar atrás.
“Felipe González
era lo que rompía el PSOE con la Guerra Civil. Si hubiéramos hecho una
campaña de recuerdo de la Guerra Civil, yo creo que nos hubiera ido muy
mal. Descubrimos que la gente tenía tanto rechazo al saludo fascista del
brazo en alto como lo tenía al puño en alto”, explicó en una ocasión
Julio Feo, estratega del PSOE en los primeros años de la democracia.
¿Qué le lleva a pensar al PSOE, 40 años después, que sus votantes
clásicos lo que quieren es desenterrar a Franco y que se inicie,
entonces, un periplo extravagante en el que nadie sabe dónde puede
acabar el cadáver?
De lo que no se entera la izquierda es de que hay preocupaciones y debates en la calle que no se pueden ignorar, aunque puedan parecer un exceso, porque esos problemas acaban inflamándose y aparecen los populismos de extrema derecha para darles satisfacción,
aprovechando el silencio de la clase política tradicional. En una
democracia no pueden existir temas tabú, tiene que ser posible hablar de
todo, repensarlo todo y cuestionarlo todo, sin afectar al orden
constitucional. A todo aquel que esté preocupado por la unidad de España
no se le puede ignorar o llamarle facha; a todo aquel que esté
preocupado con la inmigración no se le puede llamar racista y apartarlo a
un lado; a todo aquel que esté en desacuerdo con la Ley de Violencia de
Género no se le puede despreciar y llamar machista, porque todos esos,
sin explicaciones, sin razones, acaban en brazos de la extrema derecha.
Hasta las mayores conquistas sociales, como la lucha contra la violencia machista, no pueden desatender otras conquistas sociales anteriores,
como la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos, que arranca en la
Revolución francesa. Todo Estado de derecho debe y puede aplicar una
discriminación positiva a favor de algunos colectivos especialmente
vulnerables, como es el caso de las mujeres ante las agresiones
machistas. Pero lo que no puede ocurrir es que la discriminación
positiva de la mujer se acabe convirtiendo en una oferta electoral, en
la que el hombre acabe sintiéndose vulnerable y desprotegido. Porque es
entonces cuando llega la extrema derecha dispuesta a arrasar con todo.
Descargar
toda la responsabilidad en la irrupción de Vox solo conduce a la
melancolía y al autoengaño, que son dos poderosos enemigos de la
izquierda
De lo que no se entera la izquierda es de que no se le puede seguir hablando a la sociedad con ese infantilismo insultante,
como si el personal no fuese capaz de discernir entre la realidad que
viven cada día y un discurso político que les niega las penalidades que
pasan. Como que en Andalucía no existen recortes en la Sanidad o en la
Educación. O que la corrupción de la Junta de Andalucía ha sido fruto de
cuatro golfos, pero que nada tiene que ver con el tinglado de
clientelismo que se ha desplegado a lo largo de los 36 años de hegemonía
socialista. Como esa impostura inexplicable de querer aparentar más
pobreza que nadie: ¿qué efecto habrá tenido entre tanto sueldo mísero y
tanto parado andaluz que Susana Díaz, su presidenta, les diga que todo su saldo bancario eran 80 euros en la cuenta?
Descargar
toda la responsabilidad de la debacle de la izquierda andaluza en la
irrupción de Vox solo conduce a la melancolía y al autoengaño,
que son dos poderosos enemigos de la izquierda española. Con el ciclo
electoral que se avecina en España, la izquierda debería enterarse de lo
que le pasa, porque esta degeneración no ha hecho más que empezar.
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