RAÚL CARO /EFE
El caso más elocuente se encuentra en Andalucía. A escasas semanas de la celebración de los comicios autonómicos, Susana Díaz, otrora látigo de Sánchez, evita ahora cualquier mención a la pérfida gestión del procés de su presidente. Este intento, por otra parte fallido, de blindar el debate electoral andaluz frente al conflicto catalán es la evidencia palmaria de que Díaz es consciente de que muchos de sus votantes no pueden comprender las líneas rojas que se están cruzando para complacer las demandas independentistas. Sin embargo, los barones callan, ergo otorgan, anteponeniendo sus intereses personales regionales al grave deterioro de la imagen de un partido que hasta hace poco conformaba uno de los pilares de nuestra democracia.
Tal irresponsabilidad podría pasarles factura. Pues resulta complicado afrontar cualquier cita electoral con la pesada losa de, por ejemplo, haber "sometido" a la Abogacía General del Estado. Como publicábamos ayer, el Cuerpo considera que la "intromisión descarada del Gobierno" en el escrito de acusación es una "vergüenza". Preguntado hoy en nuestras páginas, otro barón relevante, Guillermo Fernández Vara, adopta al menos una postura racional cuando sentencia que serán los jueces con su independencia los que decidan. Y tira de la inteligencia que le ha faltado a Sánchez y a su equipo de gobierno al abordar el indulto ofrecido en bandeja de plata a los independentistas: "Hablar de indultos cuando no hay ni condena me parece absurdo, es incluso una falta de respeto hacia la Justicia".
Con su irresponsable inactividad, los barones socialistas han alimentado la traición de Sánchez al Estado.
EDITORIAL de EL MUNDO
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