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domingo, 31 de julio de 2022

Disfrutad, malditos, que ya llegará el otoño

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a su salida el viernes de La Moncloa, tras presentar el primer informe de rendición de cuentas 2022. EUROPA PRESS
Un ansia de disfrute recorre este país nuestro en vísperas de las vacaciones de agosto. Una sensación general de que hay que divertirse, tirar la casa por la ventana, fundirse con la playa o la montaña y olvidarse de todo lo demás. Celebremos el verano y huyamos durante un mes de las angustias que nos atenazan, que ya llegará el otoño con su frustrante realidad. Restaurantes llenos, lo mismo que bares, terrazas y hoteles, como si el inconsciente colectivo del español medio hubiera decidido hacer borrón y cuenta nueva por un mes, necesitados como estamos de olvidar los vientos de fronda que se anuncian a la vuelta de septiembre. Pero, ¿realmente va a ser tan duro, tan terrible incluso, el próximo otoño? ¿No hemos oído ya en otras ocasiones los mismos o parecidos augurios? "Vivimos en un escenario binario y desde luego contradictorio", asegura un alto ejecutivo bancario. "Las empresas en general, y la banca con ellas, están reportando estos días aumentos significativos de los beneficios, en parte porque venimos de la etapa covid y hay mucho crecimiento embalsado, de modo que por ese lado las expectativas son buenas. Sin embargo, la guerra de Ucrania y los problemas de abastecimiento energético derivados del conflicto pueden dar al traste con ese escenario. La realidad es que si la guerra se alarga vamos camino de una recesión inevitable y no solo en España, claro está, sino a nivel global". Y no tiene visos de que el tirano del Kremlin vaya a ordenar el final de la agresión a Ucrania, una guerra típicamente imperialista, de anexión territorial, a la manera de tantas guerras ocurridas en un pasado que ya creíamos superado. Gazprom anunció días atrás el recorte a la mitad del volumen de gas ruso que estaba bombeando a Europa a través del Nord Stream 1, que ya estaba reducido al 40% de su capacidad, y ayer mismo supimos que Letonia se ha quedado sin suministro. Da toda la impresión de que el sátrapa ruso, a quien el mundo occidental iba a hacer pagar muy cara su osadía, se está divirtiendo a nuestra costa, está jugando con la UE como el gato con el ratón. Como tantas veces en la historia reciente, Europa es víctima de una Alemania que, de la mano de la tan elogiada señora Merkel, creyó resolver sus problemas energéticos encomendándose al petróleo y al gas ruso. Los burócratas de Bruselas, aterrorizados ante el pedrisco que viene, no han tenido mejor idea que anunciar un recorte del consumo de gas del 15% a prorratear entre los socios. Un shock de oferta semejante provoca un encarecimiento automático de todos los imputs industriales, fenómeno agravado por la necesidad de una política monetaria muy restrictiva encaminada a combatir una inflación que parece fuera de control. El corolario es una notable pérdida de poder adquisitivo en la doble vertiente de familias y empresas. Da toda la impresión de que el sátrapa ruso, a quien el mundo occidental iba a hacer pagar muy cara su osadía, se está divirtiendo a nuestra costa, está jugando con la UE como el gato con el ratón El viernes supimos que los precios crecieron otras seis décimas en julio, hasta el 10,8%, frente al 10,2% de junio, el nivel más alto desde septiembre de 1984. También que la economía creció un 1,1% entre abril y junio, gracias al consumo de los hogares, mejorando apenas el pobre registro (0,2%) del primer trimestre. Economistas independientes sitúan ya el crecimiento del PIB para este año en el 3,5%, mediocre guarismo para el único país de la UE que aún no ha recuperado los niveles de crecimiento previos a la pandemia, un objetivo que algunos aplazan ya al 2024. En plena desaceleración, Sánchez ha decidido comprar votos a cualquier precio con dinero público, de modo que acaba de aprobar el mayor techo de gasto de la historia, muy cerca de los 200.000 millones. La partida más llamativa es la destinada a tapar el agujero en la Seguridad Social, con la transferencia de 20.000 millones para poder cumplir la promesa de revalorizar las pensiones conforme a la inflación. ¿Consentirá Bruselas semejante despropósito? Como se ha dicho aquí en otras ocasiones, España afronta esta época de incertidumbre con el peor Gobierno posible en el puente de mando. Un Gobierno que agrava las consecuencias de la crisis energética mundial con la irresponsable política fiscal que practica desde su llegada al poder, centrada, como todo el mundo sabe, en el gasto público clientelar y en subidas de impuestos típicamente bolivarianas y directamente atentatorias contra la salud de las empresas, particularmente las pymes, responsables de la creación de empleo en este país. El agitprop gubernamental ha celebrado los datos de la EPA con alborozo, un sentimiento que debería ser compartido por cualquier persona de bien (ojalá tuviéramos 22 millones de españoles ocupados, o mejor aún 25), si no fuera porque sabemos que no se puede crear empleo "de calidad" (como sindicatos y progresía adjetivan) maquillando las cifras, convirtiendo en indefinidos a los llamados "fijos discontinuos" y haciendo aún más rígido el mercado laboral gracias a los inventos de eternamente Yolanda y su desgraciada reforma. No se crea riqueza y empleo asfixiando a las empresas con gravámenes e impuestos. Todos han subido (capital, sociedades, cotizaciones sociales, por no hablar del SMI) con un Gobierno populista que considera al empresario un delincuente potencial digno de toda sospecha. Un Gobierno que cambia a su antojo las reglas de juego fiscales a mitad de partido, retrayendo la inversión nacional y poniendo en fuga a la extranjera. Ello en un país con el mayor déficit estructural de la UE y con una deuda externa cuyo servicio se va a comer 20.000 millones más al año por culpa de la subida de tipos. Un Gobierno cuyas políticas se concretan al final en una palabra: pobreza. Sánchez nos lleva a la pobreza haciéndonos perder posiciones en los rankings internacionales de renta per cápita. Pobreza a todo trapo. Pobreza para todos. Al presidente del Gobierno le estorba la ley porque su cumplimiento se ha convertido en un obstáculo para su único objetivo vital: amarrarse al palo mayor del poder Pobreza en lo económico y ruina institucional en lo político, ruina que avanza a pasos de gigante con el objetivo puesto en la destrucción del Estado de Derecho. La semana ha sido pródiga en ejemplos de ese permanente insulto en que la relación de Sánchez con ERC se ha convertido para cualquier demócrata español. El presidente del Gobierno de España pretende "desjudicializar" la actividad del movimiento separatista y sus líderes, quiere poner la ley al margen de la ley para que los señores golpistas puedan operar a su antojo cuando, dentro de poco, cuando les convenga, activen una nueva versión del "procès". Al presidente del Gobierno le estorba la ley porque su cumplimiento se ha convertido en un obstáculo para su único objetivo vital: amarrarse al palo mayor del poder. Es de suponer que tras los separatistas vendrá la mafia exigiendo "desjudicializar" también su benemérita actividad, y lo mismo podrá reclamar cualquier delincuente común, y así sucesivamente. La quiebra del Estado de Derecho. Para satisfacer ese mismo objetivo, Sánchez ha decidido también abrazarse a las exigencias del independentismo en materia lingüística. La tercera reunión de la llamada "mesa de negociación" entre Gobierno y Generalidad se cerró esta semana con el reconocimiento pleno por parte del Ejecutivo de la política lingüística del separatismo en el sistema educativo, lo que supone dar por enterrada la sentencia del TSJC que obliga a la escuela catalana a impartir al menos un 25% de las clases en castellano. El ministro de la Presidencia, el lamentable Bolaños, calificó la reunión de "constructiva" porque "empezamos a recoger frutos concretos". Frutos podridos de los enemigos de España. Exactamente dos: el acuerdo para "desjudicializar" la rebelión separatista y la expulsión del español de la enseñanza en Cataluña. "Hoy abandonamos los monólogos y abrazamos los acuerdos y el diálogo", dijo el sacristán de Sánchez. Los socialistas llaman "diálogo" a la rendición incondicional del Gobierno de España ante el separatismo. Lord Chamberlain era todo un patriota, un héroe de la libertad, comparado con estos traidores sin escrúpulos. Detrás vendrá la despenalización del delito de sedición y el regreso de Puigdemont recibido con honores por Sánchez. Lo que ERC le exija para seguir manteniéndolo en Moncloa. Y para cumplir con ERC hay que ocupar el Constitucional cuando antes, para colocar allí a los Conde-Pumpido y José Ricardo de Prada, el autor intelectual de la moción de censura, dispuestos a cumplir órdenes. Si España sale de esta será de puro milagro. Sánchez se ríe de nosotros en nuestra cara. Se le nota demasiado el desprecio que siente por la gente. Se la suda todo. Pero no se enfaden. Piensen en las vacaciones y disfruten como enanos en el campo, la playa o la montaña, que ya llegará el otoño Pero no se enfaden. Piensen en la playa y tómenselo a broma, porque todo lo que afecta al sinvergüenza que nos gobierna es susceptible de provocar la risa. El viernes, antes de desfilar hacia La Mareta, se felicitó por el hecho de que las patronales hayan rechazado los nuevos impuestos a banca y energéticas. Dijo así el lechuguino: "Si dirigentes de bancos, si Botín [querida Ana, no me negarás que te lo has ganado a pulso] o Galán protestan, es que vamos en la buena dirección". Luego recordó que "son los mismos que dijeron que subiendo el SMI y la reforma laboral se iba a caer España, y ha sucedido todo lo contrario". Dentro de su congénita maldad, el sujeto supera en estulticia al Zapatero que en abril de 2006, tras un nuevo Estatuto de Cataluña que nadie había pedido, vaticinó ante Pedro J. Ramírez aquello de que "dentro de 10 años España será más fuerte, Cataluña estará más integrada y usted y yo lo viviremos". El PSOE y sus líderes son así. El viernes, a la hora de hacer balance, Su Sanchidad se declaró Lord Protector de los Pobres de España. "He venido a proteger a la mayoría social de los españoles", dijo sin inmutarse. Y luego, a tumba abierta, se abrió de capa con una doble verónica: "No llevo corbata, eso significa que todos podemos ahorrar desde el punto de vista energético y he pedido a todos los ministros y a todos los responsables públicos y al sector privado que, cuando no sea necesario, no utilicen la corbata y así todos ahorraremos". Se quitó la corbata y a continuación se montó en el Súper Puma (600 litros de queroseno por hora) y se fue a Torrejón en lugar de hacer el trayecto en coche. Se ríe de nosotros en nuestra cara. Se le nota demasiado el desprecio que siente por la gente. Se la suda todo. Pero no se enfaden. Piensen en las vacaciones y disfruten como enanos en el campo, la playa o la montaña, que ya llegará el otoño
Artículo de Jesús Cacho Vía VOZ PÓPULI

domingo, 17 de julio de 2022

LA RECONSTRUCCIÓN DE ESPAÑA

Estaríamos ciegos si no viésemos que España se encuentra amenazada de disgregación en media docena de miniestados irrelevantes
El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. Europa Press
Hace tiempo que vengo advirtiendo a los que formarán Gobierno después de la más que probable derrota de Pedro Sánchez dentro de año y medio, que han de ser conscientes de que no pueden limitarse a ser una mera alternancia, sino una verdadera alternativa. Lo he expuesto tantas veces y desde tan diferentes ángulos en esta columna dominical y en mi aparición televisiva semanal, que si los destinatarios de este mensaje no lo han captado, será por su sordera o falta de comprensión lectora y audiovisual, no porque yo no haya insistido. Sentada esta premisa, hoy quiero ir algo más allá y decirles que su trabajo no deberá ser sólo de impulso de reformas estructurales, de derogación de leyes inicuas para reemplazarlas por otras sensatas y de confrontación sin vacilaciones con aquellos que pretenden liquidar nuestro orden constitucional y con él a nuestra multisecular Nación como espacio de derechos, libertades y prosperidad económica, sino que tendrá que ser necesariamente una ardua labor de reconstrucción. En otras palabras, su tarea de gobernantes no la llevarán a cabo sobre un edificio necesitado de grandes mejoras, pero en pie, sino sobre un montón de ruinas morales, institucionales, políticas y materiales, que exigirá primero un fatigoso e ingrato programa de desescombro para levantar después sobre un terreno ya aplanado y limpio una arquitectura sólida, hermosa y habitable. Ahí es nada. Si se percatan de la realidad de nuestra desesperada situación y llegan briosos, equipados con expertas cuadrillas de demolición de tinglados inútiles o deletéreos, cabrá la esperanza La primera y seria dificultad radica en que Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal -nombrémoslos sin disimulo- entiendan la naturaleza y alcance de este desafío. Si no lo captan en su pavorosa gravedad, fracasarán, y España se irá al garete porque nuestro país se puede reponer de un ciclo de dos fases, la primera de desmantelamiento, léase Zapatero, seguida por otra de pasividad e inoperancia, llámese Rajoy, pero no de dos, la primera fase del segundo ciclo eficazmente cubierta por Atila Sánchez. Por consiguiente, si los protagonistas de la segunda fase del segundo ciclo la acometen provistos únicamente de una caja de herramientas apta para chapuzas voluntariosas y pequeños arreglos, naufragio asegurado. Si se percatan de la realidad de nuestra desesperada situación y llegan briosos, equipados con expertas cuadrillas de demolición de tinglados inútiles o deletéreos, potentes bulldozers y gigantescas grúas, cabrá la esperanza. Todo lo anterior no es alarmismo o hipérbole, sino simple constatación si uno examina el panorama con los ojos abiertos a la magnitud del desastre que nos envuelve. Cuando el presidente del Gobierno de la Nación proclama delante del Rey que España y Euskadi son "dos países" equiparando la parte con el todo, cuando la mayoría en el poder acuerda con la franquicia política del crimen organizado la interpretación oficial y obligatoria de nuestra historia contemporánea, cuando se decide que se pueda obtener el título de secundaria siendo analfabeto funcional, cuando se dictan medidas fiscales que provocan mayores pérdidas para el sistema productivo que lo que recaudan, cuando el Instituto de Estudios Económicos estima en sesenta mil millones de euros el gasto público prescindible y en La Moncloa se procede a incrementarlo sin freno, cuando en un tercio del territorio nacional las familias no pueden escolarizar a sus hijos en la lengua oficial del Estado, cuando golpistas contumaces que han pretendido dinamitar el Estado son indultados en contra de la opinión del Tribunal Supremo y aceptados a continuación como interlocutores privilegiados, cuando desde el Ejecutivo se intenta asaltar sin recato el órgano rector del poder judicial, cuando a una adolescente se le antoja recibir bloqueadores de la pubertad sin que una supervisión médica vele para que no destroce su vida, cuando el propietario de una vivienda asiste impotente a su ocupación por extraños durante meses sin que la Administración los desaloje, no parece exagerado afirmar que necesitamos una alternativa parlamentaria y de gobierno dotada de suficiente arrojo y determinación como para librar todas las batallas culturales, normativas e incluso físicas si los enemigos interiores recurren a la violencia, que hagan falta. Las naciones nacen, se desarrollan y mueren y el devenir de la humanidad es un vasto cementerio de entidades políticas y de entramados institucionales un tiempo pletóricos de poder e influencia hoy desaparecidos, salvo en los libros que describen el pasado y que cada vez se estudian menos en un mundo banal de clics, likes y vídeos efímeros. España, forjada por dos mil años abundantes en aportaciones extraordinarias al pensamiento, al arte, a la literatura, a la religión y a la extensión del orbe conocido, no tiene por qué ser una excepción y estaríamos ciegos si no viésemos que se encuentra amenazada de disgregación en media docena de miniestados irrelevantes, frágil caparazón cada uno de ellos de una nacioncilla inventada. Esta descorazonadora perspectiva es la que todavía estamos a tiempo de evitar si en la próxima llamada a las urnas recobramos la lucidez y aquellos a los que confiemos nuestro inmediato destino están a la altura de la misión que les aguarda, que no es otra que colocar en el rumbo correcto a una tierra y a unas gentes que desde hace dos décadas van alarmantemente a la deriva.
Artículo de ALEJO VIDAL-QUADRAS Vía VOZ PÓPULI

domingo, 10 de julio de 2022

Dalmacio Negro: "¿El rearme de Europa? La UE aumentará impuestos, pero no hará nada salvo que lo mande EEUU"

Es una voz diferente que habla con realismo del desenlace en Ucrania y de cómo se configurará el mundo. Y sobre la Unión 'burocrática' Europea...
El historiador Dalmacio Negro.JAVIER BARBANCHO
Ha sido muy difícil entrevistar a Dalmacio Negro y no precisamente porque esté poco en casa. A sus 90 años, este catedrático de Historia de las Ideas y Formas Políticas se pasa las noches estudiando y escribiendo. Y los martes le toca Academia de Ciencias Morales y Políticas. Solo nos pide que el fotógrafo le saque guapo. Aún se lía sus cigarros. Ni fumar ni pensar de esta forma le han matado. Está bien leer otros puntos de vista. Me parece increíble que defienda a Putin después de lo de Ucrania. Realismo político. El cristianismo es la religión de la libertad, y la civilización occidental es la única liberal porque la ha construido la iglesia. Y Putin defiende, en cierto modo, esa civilización , que es cristiana, frente al nihilismo imperante en Estados Unidos y Europa. ¿Putin se quedará con el Dombás? Rusia se fundó en Kiev. Los vikingos fundaron luego en el norte la Rusia de Nóvgorod, Iván III el Grande fundó el Principado de Moscú, que unió esas dos Rusias e Iván IV el Terrible se tituló Zar, de "Tzar", César en eslavo, de Moscovia. Un Imperio como EEUU, forma política distinta del Estado: abarca estados, naciones, ciudades, tribus, religiones diversas... Es, justamente, el caso de Rusia. Pero eso no justifica el ataque a Ucrania.... Lo explica. Al implosionar la URSS en 1989, los norteamericanos fomentaron -prudentemente en aquel momento- la separación e independencia de Ucrania con el Dombás y otras regiones rusas. Decía usted que hay cada vez más conversos a la Iglesia ortodoxa. La Iglesia ha hecho a Europa. La ortodoxa griega, que ha padecido el comunismo, se mantiene más firme que las demás iglesias. Las protestantes están casi desaparecidas y de la católica prefiero no hablar. De momento, las sanciones se han probado ineficaces con Rusia. Perjudican más a Europa y EEUU, que a Rusia. Europa, con la manía ecologista de liquidar la energía atómica, depende del gas y, algo menos, del petróleo ruso. Un alto porcentaje de alemanes, viendo peligrar su economía, está ya en contra de una mayor implicación en Ucrania. ¿Y cómo cree que acabará todo? Supongo que Rusia acabará incorporando el Dombás. Usted es un descreído de la UE. También por realismo político. Julien Freund decía que la unificación de Europa debió comenzar con una alianza militar, que es como empiezan todos los entes políticos. Empezó mal y se ha convertido en una Unión Burocrática Europea que legisla sobre cuestiones de detalle. Pues... La UE es además enemiga de las naciones, que, como explica muy bien Pierre Manent, son la forma política de Europa. Pero apareció el Estado soberano, una innovadora forma política artificial, que se consolidó en el siglo XVI de la mano de las monarquías, y subordinó a las naciones. Ahora se dice mucho eso del 'Estado español'. Gustavo Bueno explicó muy bien que España, incluso en la Edad Media, tendía a ser un imperio. Los Reyes Católicos crearon una especie de Estado inconsútil, como el de Maquiavelo, quien se limitó a describir la política de su tiempo. Los teólogos del Papado hablaban ya de 'lo stato', "lo que está ahí", y Maquiavelo llamó 'Estado' a los gobiernos despóticos y tiránicos que se instalaron a partir del siglo XIII en las ciudades republicanas del norte de Italia distanciando el gobierno del pueblo. Distancia que consagró Hobbes, el teórico del Estado distinguiéndolo de la sociedad. El Estado la protege a cambio de ponerla al servicio de la razón de Estado, en último análisis; los intereses de la oligarquía gobernante. ¿Cómo? La palabra 'sociedad' designa al pueblo como un conjunto de individuos movidos por sus intereses particulares. No por el bien común, lo propio de una comunidad moral y política. El Estado es revolucionario en tanto artificial y manipula a la sociedad, tendiendo a absorberla, a ser totalitario. ¿Son totalitarios todos los Estados? La mayoría. El Estado es el gran rival de la Iglesia desde que trasladó el francés Bodino al Estado, en el siglo XVI, la 'summa potestas' papal en cuestiones religiosas para poner fin a las guerras civiles, igual que el Papa pone fin a las discusiones entre católicos ('Roma locuta, causa finita'). Pero la soberanía estatal suprime la libertad política, que no se reduce a votar. Y los Estados han llegado a ser tan extensos y tan fuertes, que fungen como liberales entre comillas, en lo que no afecta a su poder. El totalitarismo es la politización de la vida entera invocando la democracia, el humanitarismo y los derechos humanos, que destruyen el Derecho. Los gobiernos se entrometen ya legislativamente en las relaciones sexuales, en lo que hay que comer, lo que se puede decir... España, nación de naciones... Tonterías de oligarquías y aspirantes a oligarcas deseosos de enriquecerse, como en Cataluña y el País Vasco. España es históricamente la nación más antigua de Europa. José María Jover la remontaba al Imperio Romano. Incluía, por cierto, la Hispania Tingitana, cuya reconquista incluyó Isabel la Católica en su testamento. El descubrimiento de América cambió la trayectoria. Sin abandonar a Gustavo Bueno, la nación como sujeto político es un concepto mucho más tardío. La nación política es un invento de la Revolución francesa. Designa la supremacía de una clase, la burguesía, sobre el resto de la Nación Histórica. Marx, Tocqueville, etc., lo entendieron muy bien. Pero las naciones políticas parecen condenadas a disolverse en organismos supranacionales, tipo Unión Europea. Lógico, si se renuncia a la soberanía. Pero dudo que vaya adelante la sovietizada Unión Europea. Ahora mismo, lo de Ucrania va a ser un revulsivo mundial, sea cual sea el resultado. Claro, la UE se rearmará para defenderse... Aumentará impuestos, fabricará dinero y no hará nada, salvo lo que mande Estados Unidos, dividido ahora entre los nihilistas del Partido Demócrata y los republicanos que quieren restaurar la Norteamérica tradicional. Volviendo a Ucrania. Con Rusia están en este momento todos los grandes espacios: China, la India, Brasil... China y Rusia son dos realidades totalmente opuestas. O sea, digamos que Rusia, si es como usted dice, es Occidente. Y China es otro imperio. Pero comunista, es decir, reaccionario. La nueva Rusia no es comunista, pero tolera los comunistas. Presencié una vez la fiesta del 1 de mayo en la plaza Roja de Moscú. Desfilaron comunistas con banderas, con la efigie de Stalin, de Lenin, etc. y Putin pronunció un discurso creo que contemporizador. Los rusos -también los chinos- no quieren saber nada de memorias históricas, falsificaciones para elogiar indirectamente a los que las inventan. Aceptan críticamente el pasado sin memorias revanchistas contra Lenin, contra Stalin y el pasado. Ahí está Lenin, en su mausoleo. Porque la Rusia actual no reniega de su historia: la acepta como es. Además, no se borran fácilmente 70 años de bolchevismo, unas seis o siete generaciones. ¿Nos vamos a inventar ahora que aquello fue malo para justificar que nosotros somos buenos, que es, en el fondo, la finalidad de la memoria histórica? Pues no, la historia es como es y se acabó. Es decir, Rusia prosigue su camino respetando su historia en lo bueno y en lo malo. Al revés de lo que está ocurriendo en Europa y Estados Unidos. ¿Qué son los Grandes Espacios de que hablaba? Son formas imperiales, espacios abiertos, mientras los Estados son formas cerradas. Carl Schmitt se dio cuenta de que, debido a la técnica, tiende el mundo a organizarse como una sola constelación política en la que determinan los Grandes Espacios las relaciones políticas. ¿Y acabará China sobrepasando a EEUU? No lo sé. De momento, es un coloso con los pies de barro. Y si se está reorganizando el mundo como una única constelación política en la que mandan los Grandes Espacios, lo único que tiene sentido son los equilibrios entre esos grandes poderes. ¿Y...? Putin dijo muy claramente el otro día que se acabó la unipolaridad. El mundo estaba bajo la 'Pax' Americana y Norteamérica fungía como el Imperio mundial. Esto se acabó. Rusia emerge como otro 'imperium mundi'. Que sea mucho más débil económicamente es lo de menos. China es otro imperio, como India o Brasil. Y no son los únicos. La Europa no rusa podría ser otro Gran Espacio. Pero la Unión Europea es una burocracia antieuropea. Explíquese. Se empeña en ser un Superestado en detrimento de las naciones, que son su razón histórica, la tradición que configura Europa. No una tradición estática sino una tradición creadora. Por otra parte, la Europa nihilista es antipolítica, lo que inhibe su capacidad de irradiación, esencial en los Imperios auténticos. Lo mismo que Norteamérica en este momento, cuya profunda crisis moral puede revertirse empero en las próximas elecciones. Se burla usted de la etiqueta 'populista'. Depende. En España, donde el progresismo reinante encarna todo lo negativo, no existe (Chantal Delsol 'dixit'), pero tiene mala prensa. Sin embargo, le debe mucho el socialismo Pues, lo que ocurre aquí, repercute allí. El populismo auténtico es la reacción del pueblo contra las oligarquías que mandan. Y da igual que se trate de un gobierno monárquico, aristocrático o democrático. Todo gobierno es oligárquico. Lo explicaba muy bien David Hume: hasta el sultán de Egipto -el Stalin o Mao de entonces- dependía de sus jenízaros: si decidían no obedecerle no era nadie. Todo gobierno se apoya en una oligarquía. Las predominantes hoy son las económicas. Pero pueden ser de muchos tipos. Estábamos en el populismo. La palabra y el concepto 'populismo' son romanos. La oligarquía senatorial gobernaba y medraba con los impuestos que pagaba el pueblo. En el año 448 antes de Cristo, el pueblo, la plebe -hoy 'plebeyo' tiene un sentido negativo- protestó, se retiró al monte Aventino, que controlaba el río Tíber, por donde llegaban los víveres y amenazaron a los senadores con bloquear el comercio si no les concedía participar en el gobierno, que es lo que reclaman los populismos auténticos. El senado claudicó y el gobierno se llamó desde entonces 'Senatus Populusque Romanus' (el Senado y el Pueblo Romano). ¿Y el futuro? Los procesos históricos son lentos. El interesante pensador ruso Alexander Duguin -que no acaba de convencerme- sostiene, que el destino de Europa es unirse a Rusia formando Euroasia. El mayor Gran Espacio -desde Vladivostok a las Azores- capaz de contener geopolíticamente a China. Lo que sí creo es que, sin una relación normal con Rusia, Europa no va a ninguna parte. En fin, estamos en un interregno muy confuso, cuyo desenlace depende en gran medida de la tecnociencia.
Entrevista de EMILIA LANDALUCE a DALMACIO NEGRO publicada en EL MUNDO.

¿QUEREMOS REALMENTE LA PAZ?

En 2013, dos economistas Acemoglu y Robinson publicaron un libro que causó sensación: ¿Por qué fracasan las naciones? El tema de los repetidos fracasos de una especie tan inteligente como los sapiens me ha interesado tanto que le he dedicado dos libros, es decir, muchas horas y mucho estudio: La inteligencia fracasada y Las culturas fracasadas. El que tropecemos diez veces en la misma piedra nos retrata sin misericordia. En esta entrada del Diario me interesa tratar un fracaso concreto: ¿Por qué, si todo el mundo desea la paz, no la hemos conseguido? Resulta que la respuesta era demasiado obvia para aceptarla a las primeras de cambio. La paz no se ha alcanzado porque no es verdad que todo el mundo desee la paz. Sería más verdadero decir que todo el mundo desea la paz cuando está perdiendo la guerra o después de haber conseguido la victoria. ” La paz no se ha alcanzado porque no es verdad que todo el mundo desee la paz Ha habido demasiados teóricos que han defendido la guerra como el gran motor del progreso. Ian Morris lo hace con un argumento especioso. Las guerras son buenas porque fuerzan a los gobiernos a hacer la paz. La guerra termina con ella misma. Es como decir que estadísticamente el hambre termina con el hambre, porque solo sobreviven los que han comido, lo que mejora las estadísticas (Morris, I. Guerra, ¿para qué sirve?, 2017). Victor David Hanson, escribe: “En última instancia, estudiar las guerras nos recuerda que nunca seremos dioses, sino meros mortales. Y eso significa que siempre habrá quienes prefieran la guerra a la paz; y que otros hombres y mujeres, es de esperar que más numerosos y poderosos, tendrán la obligación moral de detenerlos” (Hanson, V.D. Guerra. El origen de todo, p.49). Mi propuesta en El deseo interminable es que las guerras ocurren porque alguien las considera un medio para alcanzar la felicidad pública o la felicidad personal. Y esto puede darse de dos maneras: 1 Para satisfacer las necesidades y deseos de una sociedad, nación o estado 2 Para satisfacer los de unas personas concretas Analicemos las dos posibilidades: La guerra y la felicidad pública Las guerras pueden iniciarse para satisfacer las necesidades de una Nación, es decir, aquellas cuya satisfacción es necesaria para que los ciudadanos puedan desarrollar su propia búsqueda de la felicidad. ¿Cuáles pueden ser esas necesidades? Carol y Melvin Ember estudiaron por qué han ido a la guerra 186 sociedades y pensaron que el factor más importante era la escasez de recursos provocada por hambrunas, desastres naturales, escasez de alimentos o necesidad de ampliar el “Lebensraum”, el espacio vital. Paul Kennedy interpreta las guerras entre Estados europeos como una competición, un campeonato, para ganar un premio. ” El premio eran las ganancias financieras, la expansión territorial, la defensa de la fe o la gloria de la victoria”. Pueden aducirse también todos los motivos que mencioné al estudiar la expansión de los imperios, en el Diario del 20.6.2022. El resentimiento y el deseo de venganza también pueden estar en el origen de una guerra. Con motivo de la comenzada por Putin contra Ucrania se ha hablado de la “trampa de Tucídides”, un término acuñado por el politólogo Graham T. Allison basándose en un texto de Tucídides: «fue el ascenso de Atenas y el temor que esto infundió en Esparta lo que hizo inevitable la guerra». El miedo a ser atacado despierta fervores bélicos. Es cierto que esta trampa funciona (Allison lo comprobó al menos en 16 situaciones históricas), pero más peligrosa y frecuente me parece la “trampa del realismo lógico”, que consiste en afirmar la existencia real de los conceptos, los universales, los entes de razón. A ese realismo un poco mágico se enfrenta el nominalismo que defiende que solo los individuos existen, y que los conceptos universales o designan solo un colectivo o son una mera herramienta para ayudar al pensamiento. El nominalismo nos defiende de toda suerte de idolatrías. (Lo he tratado en Defensa del nominalismo político) Un ejemplo de “realismo lógico” es considerar que la Nación o el Estado es un ser real, que puede sentir, padecer, desear, o tomar decisiones, como la de ir a la guerra. Cuando en el colegio aprendíamos la “Oda al dos de mayo” y repetíamos “Oigo Patria tu aflicción”, estábamos cayendo en la “trampa realista”. En la misma trampa cayó, por ejemplo, el eximio filósofo Max Scheler cuando en 1915 publicó El genio de la guerra y la guerra alemana, en donde sostiene que la realidad del Estado solo se percibe con evidencia en las situaciones bélicas. ” En la acción guerrera se hace verdaderamente visible a nuestra mirada mental la realidad de la nación, y así como en la paz necesitaba justificar y probar su realidad la nación ante la conciencia individual, así ahora más bien es esta quién tiene que justificar su existencia real frente a aquella”. La consecuencia es aterradora: el individuo ha dejado de existir ante la potencia sublime de la Nación y del Estado. En la primera versión de este libro, titulado Modelos y líderes (Vorbilder und Führer), el héroe scheleriano es “el intrépido que tiende hacia lo desconocido y gana allí un nuevo para la vida”. Militares, colonizadores y estadistas son los principales tipos de héroes, siendo este último el verdadero artífice de la política pues “eleva a su Estado activamente a un grado superior de su desarrollo”. Representa la totalidad del Estado y está movido por una “apasionada voluntad de poder”. Cita como ejemplos insignes a Napoleón, Federico el Grande y Bismarck. El filósofo alemán describe la guerra como la afirmación de los impulsos vitales de las personas singulares independientes, espirituales e individuales concentradas en una persona colectiva, independiente, espiritual e individual, conocida como “Estado” (Staat), es una “persona colectiva” (Gesamtperson). Un ejemplo de realismo lógico. No son las personas concretas las que luchan (¿?), eso sería una matanza. Son los Estados, que pueden transformar la violencia y la muerte en un acto de amor y respeto. Con razón le criticó Ortega. “Enoja a Scheler que no se reconozca en el Estado una persona real, tan real como el individuo. ¿No debe enojar más que Scheler rebaje, dentro de la enorme persona Estado, la persona individual al papel de una imagen, de una sensación, de un instinto?” (Ramirez Patiño, M. “El valor de la guerra y la paz en el pensamiento fenomenológico de Max Scheler”). Las Naciones no desean nada y por lo tanto no pueden buscar su felicidad. Los únicos que desean son los ciudadanos y también los únicos que toman decisiones. Por lo tanto, quienes estén legitimando la guerra en nombre de un ser abstracto -falacia realista- están en un error. Otra cosa es que muchos, o tal vez todos, los miembros de una colectividad deseen una misma cosa. Pero la unanimidad no convierte en un ser real autónomo a una colectividad. Esto nos remite al segundo apartado. La búsqueda de la felicidad personal en el origen de las guerras ¿Quién declara las guerras? Mencioné el tema en el Diario de 3.2.2022. La guerra la decidían los gobernantes, porque incluso allí donde el Parlamento intervenía, la política exterior seguía siendo la prerrogativa del rey. La educación de los príncipes era para la guerra. Se convirtió, en palabras de Galileo, en un “deporte real”. (Hale, J. War and society in Renaissance Europe, 1450-1620, John Hopkins University Press, 1985, 29). Los monarcas europeos se dedicaban a la guerra. Eso lo reconoce Maquiavelo. En cambio, los soberanos del otro lado del mundo parecían menos belicosos. Es la conclusión del jesuita italiano Matteo Ricci, (1552-1610) que estuvo tres décadas de misionero en China. Aunque en su opinión China hubiera podido conquistar fácilmente algunos estados vecinos, ni los emperadores ni los oficiales tenían ningún interés en ello: “Ciertamente, esto difiere mucho de lo que sucede en Europa, puesto que a los reyes europeos les motiva el impulso insaciable de extender sus dominios”. La conclusión a la que llego es que la guerra siempre es el fruto de decisiones personales, y que para comprender cada una de ellas, es necesario conocer en entramado de intereses, influencias, ambiciones y expectativas. Esto no ocurre solo en las guerras modernas. G.P. Gilbert ha estudiado las guerras preestatales y comprobado que en ellas la figura del jefe guerrero es determinante. Con ellos aparece la “guerra de jefatura” (chiefly warfare), caracterizada por sumar a los desencadenantes posibles de la guerra, la búsqueda por parte de los jefes de bienes, prestigio y gloria. Es decir, de su felicidad personal (Gilbert, G.P. Weapons, Warrior and Warfare in Early Egypt, Aarhaeopress, Oxford, 2004). Donald Kahan, que intentó hacer la historia completa de la guerra del Peloponeso, lo que le ocupó veinte años y cuatro volúmenes, recuerda el elemento personal en las guerras, que “no siempre comienzan debido a ideas cósmicas, intereses o una cierta ideología, sino que a menudo lo hacen debido a impulsos humanos de personas de carne y hueso, con sentimientos hipertrofiados sobre el honor, el prestigio, o los agravios”. En “Las cruzadas vistas con rayos gamma” he esbozado la posibilidad de analizar los personajes cuyas decisiones iniciaron la primera cruzada. No fue un movimiento espontáneo. La predicó el papa Urbano II, movilizando emocionalmente a las masas. Pero después de hacerlo dedico los meses siguientes a recorrer Francia para comprometer obispos y abades en la predicación de la cruzada, y para implicar a los nobles ricos acostumbrados a pelear. Cada uno de esos personajes lo hizo por sus propias motivaciones, no siempre coincidentes. Es decir, cada uno de ellos buscaba su propia felicidad (con minúscula) y alguno también su Felicidad (la salvación). ” La fascinación por la guerra hace que no tengamos -o al menos yo no conozco- una “Historia de la paz”, es decir, de los esfuerzos, inventos, operaciones, que los humanos han hecho por mantener la paz o por restaurarla Hay que señalar, además, que muchos hombres han encontrado su felicidad en la guerra. Que van a ella por lo que los psicólogos llaman “motivación intrínseca”, es decir, por el placer mismo de guerrear. “Si tuviera un pie en el Paraíso -exclama Garin Le Loherain, el héroe de una chanson de geste-, lo retiraría para ir a pelear”. El trovador Bertran de Born, a quien Dante representó en el infierno llevando ante sí, como una linterna, su cabeza cortada, fue más explícito:” ¡Mi corazón se hincha de gozo cuando veo fuertes castillos cercados, estacadas rotas y vencidas, y cuando las huestes choquen, los hombres de buen linaje piensen solo en hender cabezas y brazos (…) ¡Señores, hipotecad vuestros dominios, castillos y ciudades, pero jamás renunciéis a la guerra!”. Esta belicosidad atraviesa los siglos. El 28 de julio de 1914. Winston Churchill escribe a su mujer: “Todo tiende a la catástrofe y al colapso. Me siento interesado, listo para la acción y feliz. ¿No es horrible estar hecho de esta manera? Ruego a Dios que me perdone tan tremenda frivolidad”. Vuelvo a la tesis de El deseo Interminable. Hay guerras porque personas concretas -que pueden ser una, varias o muchas- encuentran en ella su vía a la felicidad. Por muy chocante que pueda parecer. La fascinación por la guerra hace que no tengamos -o al menos yo no conozco- una “Historia de la paz”, es decir, de los esfuerzos, inventos, operaciones, que los humanos han hecho por mantener la paz o por restaurarla. ¿Por qué nos ha interesado tan poco?
Artículo de JOSÉ ANTONIO MARINA publicado en su blog "Diario de un investigador privado"

domingo, 3 de julio de 2022

Sánchez ensayará la "vía Mélenchon" para mayo 2023

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la cumbre de la OTAN. Pool Moncloa
Fue Emmanuel Macron quien, no hace mucho tiempo, creyó escribir el epitafio de la OTAN diciendo textualmente que la Alianza Atlántica se hallaba en "muerte cerebral". La invasión rusa de Ucrania el pasado febrero le ha devuelto a la vida, dando sentido al reto fundacional de la organización, que no es otro que el de asegurar la defensa de las democracias frente a todo tipo de tiranías. Putin ha logrado cambiar de plano las líneas maestras de la política exterior americana, desentendida de Europa desde la presidencia de Trump, haciendo que vuelva a interesarse de forma activa por el viejo continente, y ha logrado al mismo tiempo vencer la resistencia de unos europeos reacios a invertir una mayor proporción de su PIB en defensa. Si queremos seguridad, tendremos que pagárnosla. Gracias a Putin, una UE en horas bajas ha cobrado también un nuevo impulso que, más que al objetivo de la unión económica, deberá apuntar ahora a la garantía de la seguridad y la libertad colectivas. Javier Rupérez, embajador de España y patrono de la Fundación FAES, ha descrito la cumbre de Madrid como "un momento histórico que tendremos que recordar" porque, "en estos tiempos convulsos que vivimos, es importante recuperar el sentido de la seguridad de las democracias liberales". El humo del incienso que a borbotones ha salido del botafumeiro madrileño no ha logrado, sin embargo, tapar las grietas que amenazan la unidad europea, tan artificialmente alabada estos días. En Italia, la ayuda militar a Kiev está causando graves tensiones en la coalición de Gobierno. Alemania, traumatizada aún por su dependencia energética de Rusia, sigue sin decidirse a enviar armas pesadas al teatro de operaciones, mientras, en Francia, un Macron muy debilitado ha visto crecer la presencia de los partidarios de Putin en la Asamblea Nacional tras las recientes Legislativas. El cansancio se advierte en muchas capitales. Las sanciones impuestas a Moscú están afectando seriamente al crecimiento, el Covid sigue campando a sus anchas y se anuncia un invierno donde las restricciones energéticas podrían poner en peligro la paz social. Para acabar de rematar la fiesta, la inflación empieza a hacer sentir sus efectos sobre el nivel de vida de millones de personas. ¿Está dispuesta, esta Europa en decadencia, a apostar fuerte por la victoria de Ucrania en la guerra? No lo parece. De modo que Madrid ha sido una fiesta, cierto, pero llega el momento de la verdad, la hora de afrontar los auténticos desafíos. Se ha ido Biden y en Moncloa queda un Gobierno de coalición roto, que no funciona, y que ha renunciado a hincarle el diente a los problemas del país por una combinación de sectarismo e incapacidad técnica ¿Y qué papel ha jugado España en el aquelarre madrileño de la OTAN? El que puede jugar un país cuyo Gobierno tiene en su seno a enemigos declarados de la Alianza, simpatizantes al tiempo del criminal invasor de Ucrania. Naturalmente que los presidentes y primeros ministros reunidos esta semana en Madrid estaban al tanto de una circunstancia, más que llamativa escandalosa, según la cual Sánchez estará obligado a contar con el apoyo de la oposición de derechas para aprobar el aumento del gasto en Defensa comprometido en la cumbre, porque, más que fortalecer la Alianza, lo que a sus socios comunistas y separatistas les gustaría es dinamitarla. ¿Dónde se puede ir con semejante compañía? A ningún sitio excepto al ridículo. La cumbre de Madrid ha sido, por eso, la pasarela por la que nuestro bello presidente ha desfilado luciendo esos trajes a la medida que le confeccionan en el polígono Cobo Calleja de Fuenlabrada, el plató en el que Pedro y su elegante esposa han disfrutado de su minuto de gloria tras la desgracia de las elecciones andaluzas y las que te rondaré, morena. Una gran operación "Marca España" festoneada, para consumo interno, por la insuperable levedad de esta gente y su capacidad para causar vergüenza ajena: "La cumbre de Madrid, cuando lo miremos con perspectiva histórica, estará al nivel de la cumbre de Yalta o de la caída del muro de Berlín" (ministro Albares). El socialismo hispano y su querencia por los "acontecimientos históricos planetarios" que decía la impar Leire Pajín. Y una nueva demostración de ese cierto paletismo, de esos complejos atávicos propios de gente poco viajada. Que España es un gran país no es necesario, a estas alturas, que venga ningún mandatario extranjero a contárnoslo. La nuestra es una economía de servicios acostumbrada a recibir anualmente a más de 80 millones de turistas, circunstancia que exige unas capacidades logísticas formidables. Si, además, a los almuerzos y cenas de rigor le pones el marco incomparable de algunos de los monumentos histórico-artísticos que pueblan el segundo país con más patrimonio cultural del planeta, y sobre fina porcelana sirves las creaciones de los chefs que hoy componen la que quizá es mejor gastronomía del mundo, el éxito está asegurado. Hasta el presidente Biden hizo ademán de quedarse, se supone que con derecho a rodear la cintura de Begoña y su vestido rojo de Pascuas a Ramos. Lo llamativo no es que BJ (Eton y Oxford, un respeto) se detuviera a admirar "Las tres Gracias", sino que mucho plumilla hispano haya descubierto ahora las maravillas del Prado. Y lo realmente difícil, lo extraordinario cabría decir, es que la cumbre y su intendencia hubieran resultado un fracaso cuando, además, has cerrado Madrid (papelón el del alcalde Almeida regulando al tráfico de la capital; viéndolas venir, Ayuso, más lista, se largó a Miami). Has bloqueado Madrid, has metido en el cuarto oscuro a los ministrines comunistas, que no han abierto la boca estos días, y has convertido a prensa y progresía de izquierdas en enfervorizados atlantistas de ocasión. Maravilloso. Sánchez tiene por delante una prueba terrorífica: las elecciones autonómicas y municipales de mayo del 23, una cita tras la que el PSOE podría perder gran parte, si no todo, el poder territorial que le queda en favor del PP Por desgracia para él, del formidable despliegue pirotécnico vivido esta semana solo quedan las cenizas a la altura del domingo 3 de julio. Los líderes mundiales se han ido y los españoles siguen prisioneros de Pedro y sus miserias. "Cuando Sánchez despertó, Podemos y el IPC todavía estaban allí…", escribía ayer aquí Alberto Pérez Giménez. El PP de Feijóo se ofrece a tirar del carro de los gastos en Defensa y además le felicita por el éxito de la cumbre y el miserable responde con el insulto. No tiene arreglo. Se van los líderes con su fanfarria y sobre la España arrasada por el sol queda un 10,2% de inflación en junio, un guarismo muy superior al de cualquiera de nuestros vecinos. El impacto sobre la intención de voto de la feria de las vanidades madrileña es cero o próximo a cero. Se ha ido Biden y en Moncloa queda un Gobierno de coalición roto, que no funciona, y que ha renunciado a hincarle el diente a los problemas del país por una combinación de sectarismo e incapacidad técnica. Un presidente del Gobierno que, si hoy se repitieran generales, seguramente no pasaría de los 80 escaños (23% de intención de voto, según encuestas que manejan en la propia Moncloa), con un PP que roza ya el 32% y un Vox más o menos estable, que lleva tiempo en cuarto menguante, como si no hubiera acabado de digerir el parón de Andalucía. Y más de 800.000 tradicionales votantes socialistas dispuestos a votar centro derecha. Al margen de la respuesta que finalmente entregue a Bruselas sobre la reforma de las pensiones, y de los ejercicios malabares en torno a los PGE de 2023 (puede prorrogar los actuales), Sánchez tiene por delante una prueba terrorífica, un listón imposible de superar a tenor del estado de ánimo colectivo de hoy, un muro contra el que parece irremediablemente condenado a estrellarse: las elecciones autonómicas y municipales de mayo del 23, una cita tras la que el PSOE podría perder gran parte, si no todo, el poder territorial que le queda en Comunidades como Valencia, Castilla-La Mancha, Extremadura y Aragón en favor del PP o, en el caso de acuerdo entre las partes, de la suma PP-Vox. Una eventualidad que Su Sanchidad en modo alguno puede permitirse, por muy tentadora que sea la presidencia, segundo semestre de 23, de la UE. Imperativamente tiene que hacer algo, y ese algo apunta a hacer coincidir elecciones generales con autonómicas y municipales de mayo próximo. Una hoja de ruta con la que ya trabajan en el cuartel general del PP en Génova. ¿Qué podría salir de ese envite? Una especie de premio gordo de la lotería de Navidad consistente en que el PSOE lograra un escaño más que el PP, de modo que Pedro pudiera reclamar a su fiel Von der Layen el apoyo de Bruselas a un Gobierno socialista capaz de evitar la entrada de la extrema derecha en el Gobierno español. Embarcado en ese sueño imposible, alguien ha contado ya al oído de nuestro carismático líder la posibilidad de reeditar en España la "Vía Mélenchon" que tan buenos resultados ha proporcionado al líder de La Francia Insumisa en las recientes legislativas galas. En efecto, la coalición Nueva Unión Popular Ecológica y Social (NUPES), alianza que agrupa a euroescépticos y anticapitalistas de Jean-Luc Mélenchon con socialistas, comunistas y ecologistas, logró en la segunda vuelta, 19 de junio, de las legislativas galas hasta 131 escaños, convirtiéndose en la principal oposición a Macron en la Asamblea Nacional francesa. Como líder de ese Frente Amplio de la izquierda española, Sánchez trataría de agrupar en torno a un PSOE menguante los restos del naufragio de la extrema izquierda con la que hoy comparte poder, con la inenarrable Yolanda Díaz como futura vicepresidenta primera y banderín de enganche para comunistas, ecologistas y resto de "istas" periféricas salidas de ese volcán estatista y antiliberal que fue el Movimiento 15-M. No será Europa quien nos libre de la pesadilla que desde junio de 2018 representa para España un descuidero de la política dispuesto a dejar por herencia una doble crisis, política y económica Naturalmente que esto supondría el final del PSOE como marca histórica, un regalo que no pocos españoles reclaman de la providencia desde hace décadas. El Partido Socialista español terminaría sus días en el mismo cementerio donde reposan los restos del socialismo francés, el italiano o el griego. Por méritos propios. Reconozcamos, con todo, que la posibilidad de reeditar la "vía Mélenchon" tiene más de ejercicio teórico que de caso práctico. Demasiadas variables en juego. Muy profundas las diferencias en la tribu izquierdista. En este sentido, los fuegos artificiales con los que nos ha obsequiado la OTAN en Madrid podrían haber abierto a nuestro inmarcesible fanfarrón otras posibles salidas. Hay quien habla ya de la secretaría general de la organización que hoy ocupa el noruego Jens Stoltenberg, cuyo mandato expira en septiembre de 2023. Cuadran las fechas. Que nuestro Sánchez reúne las condiciones idóneas para tan alto destino nadie puede ponerlo en duda. Es socialista (como Stoltenberg), es guapo (más que Stoltenberg), viste bien, habla buen inglés, es un tipo de fiar que cumple su palabra y es tan brillante en la tribuna como en la preparación de un "paper", y para muestra basta el botón de su tesis doctoral. Y, justo es reconocerlo, se ha comportado como un perfecto maître a la hora de pedir la comanda durante la cumbre. ¡Oído cocina! Crece día a día el número de gente con mando en plaza en el universo de la izquierda que se declara convencido de que el sujeto no encabezará las listas del PSOE en las próximas generales si no está convencido de ganarlas. Exceso de soberbia. De modo que haría coincidir generales con autonómicas y municipales y, montera en mano, se despediría de su distinguido público con tiempo suficiente para preparar su desembarco en Bruselas. Teniendo como representantes nada menos que a Jill y Joe Biden, aparentemente "in love" con nuestra pareja presidencial, pocas cimas se le pueden resistir a nuestro inabarcable Pedro. Y millones de españoles, desde la socialdemocracia clásica a la derecha conservadora, apoyarían con entusiasmo ese viaje. ¡Si tanto les gusta, llévenselo cuanto antes! Por suerte o desgracia, no será Europa quien nos libre de la pesadilla que desde junio de 2018 representa para España un descuidero de la política dispuesto a dejar por herencia una doble crisis, política y económica, de la que será muy difícil recuperarse. No será una Europa en sus horas más bajas, una Europa en coma inducido de pronto dispuesta a valerse, como el náufrago que flota a la deriva aferrado a los restos del palo de mesana, del abuelo Biden para subsistir. Será la ciudadanía española la que, con su voto en la urna, lo ponga en la calle a no tardar.
Artículo de JESÚS CACHO Vía VOZ PÓPULI