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viernes, 29 de noviembre de 2019

El escalofrío: España, en sus manos

Tras esa foto, Sánchez al fin puede hacer lo que siempre deseó. El partido insurreccional se ve legitimado como interlocutor imprescindible y se le hace entrega oficial de la llave del Gobierno


Foto: El secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, junto a la portavoz parlamentaria socialista, Adriana Lastra, y el portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián. (EFE)

El secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, juntoEn la primera escena (diciembre de 2015) vemos al comité federal del PSOE prohibiendo taxativamente a Sánchez que “inicie el diálogo” (sic) con cualquier partido que cuestione la Constitución o defienda “la autodeterminación, el separatismo o las consultas que buscan el enfrentamiento”. Este, muy a su pesar (como declaró meses más tarde), niega albergar semejante propósito y acepta la interdicción. El PSOE aún se parecía al PSOE.

La segunda escena nos lleva a octubre de 2016, en el mismo lugar y órgano. Ahora es el secretario general el que lanza un chantaje a su partido: os sometéis a mi designio o vamos todos al precipicio de las terceras elecciones. Se desata una carnicería que termina con el líder por los suelos y el partido fracturado. El PSOE tiene que apuñalarse para intentar seguir siendo el PSOE. a la portavoz parlamentaria socialista, Adriana Lastra, y el portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián. (EFE)

La tercera escena es de junio de 2018, en el Congreso de los Diputados. La insurrección institucional en Cataluña se ha consumado y sus responsables esperan juicio en la cárcel. Pero entretanto, el líder abatido ha derrotado por vía plebiscitaria a quienes quisieron ponerle límites, los ha hecho firmar un acta de rendición y se ha desprendido de todo control a su poder recuperado. La dirección del PSOE ya es unipersonal.

En esa escena vemos a Sánchez convertirse en presidente del Gobierno con el apoyo de Podemos y de los nacionalistas, incluidos los sublevados de octubre del 17. Pero un resto de pudor le hace usar a Iglesias como emisario negociador con los diputados de Puigdemont, Junqueras y Otegi, lo que le permite gobernar durante 10 meses asegurando que no tiene ningún acuerdo con los independentistas y que su apoyo fue gratuito. El PSOE se hace irreconocible.

La cuarta escena es del martes siguiente a las elecciones del 10-N. Sánchez ya está desbocado, sabe que nada ni nadie en su partido intentará frenarlo (los ha sometido a todos) y mete la directa. En 24 horas, negocia y anuncia un Gobierno de coalición con Iglesias, privando de sueño —son sus palabras de una semana antes— al 95% de los españoles. Por supuesto, ha desaparecido aquel comité federal que un día se llamó órgano de dirección.




Llegamos a la quinta y antepenúltima escena, rodada y exhibida en el día de ayer: en ella vemos a los delegados de Sánchez traficando el precio de la investidura con los enviados de un tal Junqueras, que dirige el trato desde un presidio en el que cumple condena por sedición y malversación. El futuro de España, en manos de Lastra y Rufián: les aseguro que no es un episodio de 'Black Mirror'.

Ya no hay disimulos ni intermediarios para camuflar el contubernio. Tras esa foto, Sánchez al fin puede hacer abiertamente y sin pedir permiso a nadie lo que siempre deseó. El partido insurreccional se ve legitimado como interlocutor imprescindible y se le hace entrega oficial de la llave del Gobierno de España. Pase lo que pase en los próximos días, esa foto y lo que implica surtirá efectos duraderos y profundos. De hecho, para ERC el pacto era la foto: ya está conseguida, detrás vendrán más.

El comunicado con el que los socialistas informan de la coyunda contiene todas las claves de la operación:

Para empezar, descubrimos que no fue una reunión entre dos partidos, sino entre tres. “PSOE, PSC y ERC han celebrado hoy la primera reunión…”


Para empezar, descubrimos que no fue una reunión entre dos partidos, sino entre tres. “PSOE, PSC y ERC han celebrado hoy la primera reunión…”. Salvador Illa no se sentó como integrante de una delegación del PSOE, sino como representante de su propia organización en una sesión tripartita. De igual a igual, como diría Pere Aragonès.

Además, resulta que ERC no solo tiene la llave de la investidura de Sánchez: también se le otorga la de la estabilidad política, la agenda de derechos sociales, la de los derechos civiles y laborales, la situación industrial y la orientación de la política económica, porque se le suplica apoyo a los Presupuestos del Estado. Todo ello no referido a Cataluña sino “al conjunto de España”. La síntesis del delirante texto es la siguiente: España está bloqueada y el único que puede desbloquearla se llama Junqueras. Lo que, sin duda, hará guiado por su acreditado amor a España.

Por el camino, se reproducen toda la ritualidad y la terminología del bando insurreccional. El vocabulario (“la reunión se ha desarrollado en un ambiente de diálogo constructivo y con voluntad de entendimiento”) es el propio de una cumbre internacional. Se olvidó aquello del “problema de convivencia”, sustituido por “el conflicto político”, importado directamente del diccionario de Batasuna. Y tan importante es lo que se dice como lo que se omite: no aparecen para nada las palabras ley o Constitución. Ni siquiera aquella vergonzante mención al “ordenamiento jurídico” que se introdujo en Pedralbes. Y eso que es un comunicado del PSOE (perdón, un comunicado conjunto del PSOE y del PSC, aunque quizá sería más adecuado invertir el orden).

Es probable que se dé cumplimiento formal a la exigencia de ERC de una reunión “entre gobiernos”, escenificando un encuentro entre vicepresidentes


Las próximas escenas están cantadas. Es probable que se dé cumplimiento formal a la exigencia de ERC de una reunión “entre gobiernos” previa a la investidura, escenificando un encuentro formal entre vicepresidentes, lo que libra a Sánchez de dar la cara y evita la engorrosa (para ambas partes) presencia de Torra.

Se tratará de cerrar un acuerdo de mínimos, un compromiso genérico de negociación sin limitaciones, dejando lo más problemático para después de la investidura. Uno deja de señalar la Constitución como marco y límite obligatorio del negocio y el otro aparca por el momento las menciones expresas a la autodeterminación y la amnistía.

El objetivo inmediato —compartido— es dejar a Sánchez asentado en la Moncloa cuanto antes. Él es agudamente consciente de que, una vez elegido, nadie lo podrá echar, puesto que ninguna moción de censura puede prosperar en este Parlamento. Y ERC se habrá asegurado en Madrid un Gobierno encadenado a sus socios —o lo que es igual, manos libres para ellos en cuanto se hagan con la presidencia de la Generalitat—. Cada uno obtiene ahora lo que más desea y ya habrá tiempo para traicionarse mutuamente (lo que ambas partes dan por descontado).

Cada uno obtiene ahora lo que más desea y ya habrá tiempo para traicionarse mutuamente (lo que ambas partes dan por descontado)


Sucede que uno empieza a tener la impresión de que este disparate conviene a todos. Abascal debe estar metiendo champán en la nevera. Casado sabe que solo tiene que sentarse a esperar a que el tinglado estalle (que estallará) para que el poder caiga en sus manos en las siguientes elecciones. Iglesias se dispone a vivir su momento estelar. Sánchez, lo dicho: un contrato no rescindible como inquilino de la Moncloa. Esquerra, con la llave de Cataluña en una mano y la de España en la otra. Puigdemont ve la ocasión de triturar a su enemigo por pactar con el enemigo. El PNV pide su turno: ¿negociación de igual a igual, conflicto político, diálogo sin limitaciones? Oiga, yo soy el siguiente. Y Otegi podrá presumir de que ya ha dado tres veces el Gobierno a los socialistas: dos en España y una en Navarra, sin tener que renegar de ETA.

Señoras y señores, estamos en sus manos. ¿A todos conviene? A España, no. Pero eso, ¿a quién le importa?


                                                                             IGNACIO VARELA  Vía EL CONFIDENCIAL

Jóvenes, agresividad sexual y Jesús


La agresividad sexual de los jóvenes hacia las mujeres, desde el lenguaje hasta el abuso y la agresión física, constituye hoy un problema que ha ido a más con el paso del tiempo. Es un signo evidente del fracaso de todo un enfoque legal y una cultura que teóricamente existe para proteger a la mujer.

Una manifestación de este mal estado de cosas se verifica en el ocio nocturno, en discotecas y actividades semejantes. Existe una clara diferencia en relación con el pasado, en términos de solo una década o una quincena de años.

El discurso de que “no hay más casos, sino que se denuncia más”, utilizado para no asumir que el presente es peor que el pasado, no vale, porque además de la multiplicación de denuncias, sucede que la mayoría de las agresiones siguen sin denunciarse, porque no son trágicas, sino que responden a formas de lascivia y menosprecio, como que le han tocado los pechos o han metido mano bajo la falda. Son hechos, los de este tipo que se reiteran con constancia entomológica.

Para intentar resolver este estado de cosas, lo primero que hay que asumir es que algo radical ha cambiado, y sigue haciéndolo a peor en lo que refiere a la agresión sexual contra la mujer, y en particular a las adolescentes y jóvenes.

Si no se admite esta evidencia nada se arreglará, porque no se abordarán las causas. Un ejemplo de este error que provoca la ideología es el caso de la alcaldesa de Barcelona Ada Colau: se hincha de poner puntos violetas para denunciar abusos y agresiones, y a la vez, acoge y normaliza la mayor promoción del porno de España y una de las mayores de Europa, en lugar de dificultarlo.

Hay también un estrepitoso fracaso del enfoque de las relaciones humanas del feminismo de género, que todo lo fía a la represión policial y penal. Lo que el progresismo niega con relación a otro tipo de delitos, resaltando las causas sociales de los mismos, lo aplica excepcionalmente en la cuestión de la violencia sexual.

También una quiebra de la cultura moral, en términos de pérdida del sentido del bien, que el progresismo y el liberalismo evitan atender. Hay una destrucción de las virtudes que deben caracterizar el proceso educativo del joven. Hay un abandono de muchos padres por impotencia porque la situación les supera y nadie ayuda, o simplemente por omisión cómoda o por ideología progre ¿Cómo va a reprender y castigar a su hijo? No hay bien ni mal, ni nada prohibido

Existe una sexualización brutal de la sociedad. A más discurso del feminismo de género, más exposición a la libidinosidad de algunos hombres, que tienen las gónadas donde normalmente se producen las sinapsis neuronales, y confunden el estar salido con la condición viril. Ser hombre es en primer término poseer autocontrol -lo que el feminismo de género critica.

Ser hombre es respetar especialmente al más débil. Ser hombre es no provocar ni caer en la provocación. Ser hombre es amar con plenitud y no solo desear sexualmente. Y es que como bien explica Raz en La Moral de la Libertad, (The Morality of Freedom) esta se ejerce al elegir entre diversas opciones moralmente buenas, y cárcel de valor cuando se eligen fines malos o vacíos.

Por consiguiente, los poderes públicos deben proteger y fomentar los sistemas de valores, virtudes y las instituciones insustituibles socialmente valiosas. Porque ellas lejos de disminuir la autonomía personal y la libertad, la promueven al favorecer opciones moralmente valiosas para la elección.

Los poderes públicos deben ayudar a que las opciones moralmente valiosas estén a disposición de las personas para que puedan ser conocidas y asumidas con facilidad. Esta protección y fomento ha de realizarse, incluso limitarse, de acuerdo con el principio del daño, de manera que se excluya la discriminación o la penalización de las malas acciones, inofensivas o sin víctimas.

La neutralidad de los poderes públicos ante las opciones de bien no es deseable, incluso en la práctica es dudoso que resulte posible. Lo que sucede es que nosotros gobiernos favorecen opciones moralmente rechazables -el afán de lucro desmedido, por ejemplo- y marginan otras realmente buenas -el trabajo en el seno de la familia para cuidarla y atender a personas dependientes, por razones familiares o como servicio.

Existe un fracaso de la propia sociedad que se manifiesta en su cultura y la forma como se producen sus poderes públicos, desde la escala local hasta la gobernación del estado, en el sentido que alimentan un ocio basado en alcohol, el sexo, la droga, el estímulo desaforado de los instintos que conduce a la enajenación y a la violencia, como también lo acreditan las recurrentes peleas masivas a la salida de las discotecas.

Seamos claros: la ley es una respuesta limitada e imperfecta, que sirve, sobre todo, para castigar el daño causado pero que raramente lo evita. La respuesta completa, porque disuade el mal es el amor cristiano. Lo que caracteriza es la donación, en la libertad y en el bien del otro, empezando obviamente por lo más básico, su bienestar físico, todo lo contrario al amor concupiscente que se satisface con la posesión.

Educar desde la infancia y a lo largo de toda la vida adulta en estos valores, y proporcionar a cada uno las virtudes que los realizan, construir una sociedad que los trasmita y valore. Eso es lo que necesitamos. La carrera delito, ley, sanción, policía, fiscal, juez, cárcel y vuelta a empezar, no tiene fin. Es un absurdo. 


Solo la ceguera estigmatiza al cristianismo cuando en él radica la respuesta obvia, y que en todo caso son las prácticas humanas que pervierten. Argumentar contra aquel modelo completo de vida a partir de quienes, afirmándolo hipócritamente, no lo siguen, en lugar de fijar la atención en quienes sí lo cumplen, es un atentado a la razón

Somos los cristianos quienes tenemos el deber de mostrar estas respuestas a tantos males en lugar de difuminarlas y esconderlas en la mundanidad. Ay de vosotros los que teniendo voz calláis. La respuesta a la violencia contra la mujer, de hecho, a toda violencia, no es la ley. Es Jesús.


                                                         EDITORIAL de FORUM LIBERTAS

Cuando todos quieren a Orban, pero no lo admiten

El auge del populismo en Europa se debe a que los grandes partidos no han querido atender las demandas de sus electores.






¿Recuerdan la crisis de los refugiados entrando en Europa a miles cada día en el año 2015? 

Fue cuando la progresía se inventó lo de los «migrantes» como forma de negar la evidencia: no era inmigrantes quienes así son definidos en el Diccionario de la Real Academia Española. 

Porque el inmigrante es el que llega a un país extranjero para radicarse en él. Y eso no se podía admitir. Si sólo eran migrantes no se sabía de dónde venían ni a qué lugar se dirigían. El primer ministro húngaro, Viktor Orban, cometió la barbaridad de decir que en el mundo hay fronteras que deben ser respetadas y que para cruzarlas hay que cumplir requisitos. Algo que ocurre en casi todo el planeta, pero que, de repente, se volvió políticamente incorrecto en Europa.

Ya sabemos que Orban se volvió la encarnación de Lucifer y todos renegaron del cumplimiento de los tratados europeos que prohíben la entrada sin control en nuestras fronteras. Cuánta agua ha corrido bajo los puentes desde entonces. Esta semana hemos escuchado al presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, fijar las cuotas de inmigrantes que podrán entrar en Francia legalmente.

No sé ustedes, pero yo, por más que he indagado sobre posibles críticas a Macron por su anuncio, por más que he buscado las previsibles acusaciones de xenofobia y otras descalificaciones similares que se lanzaron contra Orban, no las he visto en ningún medio de comunicación.

Cuando Orban impedía en 2015 la entrada en Hungría de todos aquellos inmigrantes sin control, el destino que estos buscaban era Alemania. La canciller Merkel abrió las puertas y dijo que podían llegar casi sin límite. Luego ha tenido los problemas de orden público de todos conocidos. 

El ministro alemán del Interior, el socialcristiano Horst Seehofer, ha anunciado el establecimiento de controles policiales en todas las fronteras. ¿Con qué objetivo? Obviamente con el de controlar la entrada de indeseables en Alemania. Lo mismo que pretendía Orban en 2015. ¿Han visto ustedes alguna crítica al Gobierno de Merkel por hacer lo mismo que propugnaba Orbán?

Es más, confieso que después de una larga campaña de descrédito contra él desde las páginas del diario El País, me quedé pasmado el pasado miércoles cuando este diario abría su sección internacional en la página 2 con una gran fotografía de un Orban sonriendo al primer ministro checo Andrej Babis. El húngaro ya no es Satanás. 

El título aclaraba por qué: «España lucha junto a países del Sur y del Este contra los recortes de la UE». Cielos, de repente el malvado Orban es nuestro aliado. ¿Se lo habrán hecho mirar Sánchez y Borrell?

La hipocresía del progresismo europeo ante ciertas situaciones políticas viene de largo y no parece probable que acabemos con ello. ¿Recuerdan en 2000 la crisis con Austria? El Partido Popular Austriaco rompió la tradicional gran alianza con el Partido Socialista. Sólo había servido para engordar a la extrema derecha del Partido de la Libertad. Así que los populares formaron gobierno con la extrema derecha. 

Europa bramó: se estableció un «cordón sanitario» en torno a Austria que padeció diferentes sanciones. Dos años después todas ellas eran levantadas y los populares ganaban unas elecciones -anticipadas- por primera vez desde 1966. ¿Cree alguien que si el Frente Nacional francés ganase las elecciones en Francia hoy -algo no inimaginable- Francia sería sancionada?

Quizá Macron, Merkel y otros empiecen a darse cuenta de que el auge del populismo en Europa se debe, entre otras razones, a que los grandes partidos no han querido atender las demandas de sus electores. Gente como Orban sí. Y aunque pidió la baja temporal por iniciativa propia antes de las últimas elecciones europeas, nunca ha dejado de pertenecer al Partido Popular Europeo. En el fondo saben que tiene razón.


                                                               RAMÓN PÉREZ-MAURA   Vía ABC

jueves, 28 de noviembre de 2019

ESPAÑA, QUÉ MELONAR

Es necesario que en España nos dotemos de la capacidad de escuchar con la distancia necesaria cada provocación, amenaza o desprecio independentistas sin alterarnos lo más mínimo


Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. (EFE)

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. (EFE)


Existe la urgente necesidad en España de conseguir que los independentistas no nos toquen los cojones. Espero que sepan disculpar el exabrupto, pero no hay mejor expresión que esa, recogida por la Academia como segunda acepción del término, para reflejar lo que necesitamos antes de que todos nos volvamos locos. Es necesario que nos dotemos de esa capacidad, escuchar con la distancia necesaria cada provocación, cada amenaza, cada desprecio, sin que consigan alterarnos lo más mínimo.

Saber ponerlos en su sitio y atribuirles la importancia precisa, sin exageraciones ni ceguera. La cuestión es tan grave que, con solo detenernos un momento, observaremos que la vulnerabilidad de los españoles, de la gente normal, ante la chulería independentista nos ha llevado a este estado de cosas, este ruido ensordecedor en el que parece que todo va a estallar de forma inmediata. A Pedro Sánchez, con razón, se le tiene ahora por el mayor embustero del reino, pero lo que no hacemos es mirarnos todos los demás, un simple recorrido transversal. Aquí hay pocos que se escapen de esa espiral de medias verdades, de exageraciones, de intereses, de fatalismo, y a quien lo intenta, a quien propone algo distinto, ya se encargarán de alancearlo por panolis, sospechoso equidistante, despreciable blandiblú.

Rubén Amón

CANCIÓN TRISTE DEL VIEJO SOCIALISMO

Sánchez ha condenado al ostracismo político no ya a la “tercera edad” del socialismo español, sino a cualquiera que siga creyendo en aquel apotegma de Ramón Rubial: “Primero el país, después el partido y por último la persona”

Alfonso Guerra, Rodríguez Ibarra y Joaquín Leguina.

Alfonso Guerra, Rodríguez Ibarra y Joaquín Leguina. EP


Cada vez que alguien cita en una tertulia a Alfonso Guerra, Rodríguez Ibarra, José Luis Corcuera o Joaquín Leguina como ejemplos de socialistas congruentes -por citar de entrada a estos cuatro-, siempre hay un voluntario que se abalanza sobre el micrófono para decir aquello de “¿y qué?, si no pintan nada”. Se habla, claro está, de si hay o deja de haber contestación interna al líder de principios tan mudables que por abrasión han dejado de ser principios. Por lo común, la discusión acaba con el defensor de otras épocas admitiendo la tozuda realidad. Están muertos. Nadie replica; ni el guerrista nostálgico, ni ningún otro tertuliante que por allí pasara, y mucho menos el que come de la cercanía al PSOE actual.



Y ese es el problema: que nadie replica. Que nadie dice que, en lo esencial, Guerra e Ibarra siguen diciendo lo que decían hace treinta años. Que los desleales, los que han desfigurado el pasado hasta hacer irreconocible aquel PSOE de los González, Lluch, Solana, Barón, De la Quadra-Salcedo o Félix Pons, son estos de ahora, que un día te dicen que con Podemos por encima de mi cadáver y al siguiente se llevan a Pablo Manuel Iglesias, que diría Miguel Ángel Aguilar, a jugar con los mellizos al búnker de La Moncloa; o que juran ante el túmulo del otro Pablo Iglesias que jamás harán depender el Gobierno de España del secesionismo para, a renglón seguido, sentarse a repartir cartas con los que intentaron un golpe en toda regla contra el Estado constitucional.

Las puertas de Moncloa y de Ferraz están cerradas para los que no se pliegan a la voluntad arbitraria del líder todopoderoso. Peor que la burla es el desprecio. No hay réplica. Rodríguez Zapatero mandó el debate interno a las mazmorras; Pedro Sánchez ha firmado el acta de defunción del contraste de pareceres. El PSOE de hoy no es un instrumento al servicio de la gente, sino una maquinaria para la gestión del poder. Da igual si hay que pagar un precio en términos de credibilidad. Cualquier discrepancia se deposita, para que sea devorada, en la jaula de la militancia, esa “masa amorfa que no discurre”, que llegó a decir Ramón Rubial, pero que proporciona al general secretario la coartada para pasarse por el arco del triunfo a la Ejecutiva y al Comité Federal (si es que ambos órganos todavía existen).
Nadie replica, nadie dice que, en lo esencial, Guerra e Ibarra siguen diciendo lo que decían hace treinta años; que los desleales son los que han hecho irreconocible al PSOE
Sánchez no quiere saber nada de Guerra, pero está dispuesto a negociar con los que idearon un plan para cepillarse la soberanía nacional. A Sánchez le importa muy poco dejar en ridículo a Rodríguez Ibarra y a todos los que, como el histórico dirigente extremeño, confirmaron durante la campaña electoral que ellos tampoco podrían dormir con Iglesias en el Gobierno. Sánchez ha condenado al ostracismo político no ya a la “tercera edad” del socialismo español, sino a cualquier espécimen con carné en vigor que siga creyendo en aquel otro apotegma que dejó dicho Rubial: “Primero es el país, después el partido y por último la persona”.

El PSC como excusa


Nada está decidido. El objetivo prioritario de Oriol Junqueras no es  doblarle el pulso a Sánchez, sino ganar las próximas elecciones catalanas. De ahí que no pueda darse por hecho el acuerdo con Esquerra. Someter a Puigdemont en Cataluña no es tarea fácil ni compatible con un pacto que respete los límites de la Constitución. Pero si así fuera, si finalmente Sánchez se plegara a las condiciones impuestas por un condenado por sedición; si, como señala el manifiesto de “La España que reúne”, se asumieran las exigencias segregadoras de quienes “constituyen hoy, a lo largo de la Unión Europea y también en España, la principal amenaza a nuestras libertades” (el populismo y el nacionalismo), la pregunta que habría que hacerse es si queda alguien en el Partido Socialista con la dignidad necesaria para dar un paso al frente, pero en la dirección contraria.
El chiste viene hoy tan a cuento que ha dejado de ser chiste para convertirse casi en necesidad: “Estoy a favor del relevo generacional: por favor, ¡que vuelvan los viejos!” 
La pregunta es si los García-Page, Lambán, Fernández Vara, Díaz o Franco están dispuestos a hacer algo más que echarle la culpa a Miquel Iceta. El PSC, el de Maragall, el de Montilla y el de Navarro lleva décadas defendiendo el concepto de Cataluña como nación en una España plurinacional. No, el problema no es el PSC, sino que se dejó solo al PSC, que no hubo nadie que se opusiera a la supervivencia de las siglas PSOE en Cataluña y que, de ese modo, los socialistas dejaron un enorme vacío que después nadie ha sabido del todo llenar. El problema no es que Iceta se atrinchere en el espacio conquistado, sino que, sobrestimado su peso por la crisis catalana, ha sido el PSC el que ha acabado por devorar al PSOE, a este PSOE codicioso y deformado.

“España se encuentra en un momento grave. La gestión del resultado de las elecciones generales del 10 de noviembre muestra una sociedad a la que se divide y tensiona por razones estrictamente partidistas más que por motivos políticos de calado”. Cuando tal afirmación la suscriben personajes de incuestionable relieve, como Fernando Savater, César Antonio Molina, Francesc de Carreras o Francisco Vázquez, que alertan de que un pacto PSOE-Podemos apoyado por Esquerra Republicana de Catalunya “pondría en riesgo nuestras libertades y la convivencia ciudadana”, la advertencia no debiera echarse en saco roto.

No recuerdo a quién se lo oí, pero tras los últimos acontecimientos el chiste viene hoy tan a cuento que ha dejado de ser chiste para convertirse casi en necesidad: “Estoy a favor del relevo generacional: por favor, ¡que vuelvan los viejos!”.


                                                                          AGUSTÍN VALLADOLID   Vía VOZ PÓPULI

El deterioro de la Universidad

Las reformas del Gobierno surgido de las elecciones de 1982 fueron el golpe definitivo a la institución

Alberto Pérez de Vargas

Alberto Pérez de Vargas


Las sombras de los tiempos han puesto en evidencia un panorama desolador del mundo universitario. Tesis doctorales, másteres, grados y demás, se han mostrado contaminados por el alto contenido de mediocridad que circula por los pasillos y por los comportamientos poco serios de una buena parte del personal circulante. La condición humana es esencialmente la misma en todas partes, pero su calidad depende de la de la educación y del cultivo que se dé a los principios y derechos fundamentales del hombre.

Sería imposible dar con un período en la historia reciente de España, en el que los aciertos superaran a los desaciertos en el proceder legislativo y gerencial de la universidad. También del sistema educativo en general, pero esa es otra (larga) historia. Sin que haga falta remontarse a épocas muy lejanas, las reformas del Gobierno surgido de la aplastante victoria socialista en las elecciones del 28 de octubre de 1982, fueron el golpe definitivo a la institución y el comienzo del más largo y efectivo período de vaciamiento cultural en la enseñanza preuniversitaria: el triunfo electoral del PSOE (202 escaños de 350) dio a aquel Gobierno un poder inmenso. Pero hubo más; en 1986, el PSOE perdió un millón de votos, pero mantuvo su mayoría absoluta. Y así sucesivamente; cuatro legislaturas (la última de las cuales implicaría, sentando precedente, a nacionalistas vascos y catalanes) y casi catorce años de dominio sobre tratos y estratos, pusieron a disposición de la oligarquía liderada por Felipe González, la más densa capacidad reformista desde el cambio de régimen de 1975. La creación indiscriminada de universidades, para disfrute de los políticos locales, y la incorporación al funcionariado, en 1984, de más de cinco mil profesores eventuales, a través de unas pruebas que ni siquiera exigían una actuación presencial, tal vez sean los dos hechos más representativos del dislate. 

La Ley General del Sistema Educativo, de 3 de octubre de 1990, y la Ley de Reforma Universitaria, de 25 de agosto de 1983, son el origen (obsérvese que se empieza por la Universidad y se acaba por la Escuela) de una degradación estructural en la que el plagio y las corruptelas son elementales consecuencias del abandono y la desidia, de la provincialización de las universidades y de la improvisación del profesorado. Nada mejor para el plagio y la extorsión que una estructura politizada y unos jueces que ni saben ni contestan.


                                                                      ALBERTO PÉREZ DE VARGAS  Vía EUROPA SUR 

miércoles, 27 de noviembre de 2019

EL LABERINTO ESPAÑOL

Sabemos que el 'Gobierno Frankenstein' no es una opción y tampoco los son unas nuevas elecciones. Por lo tanto, el PP no puede permanecer inactivo

Sánchez y Casado

Sánchez y Casado


Tomo el título de este artículo de un maravilloso libro de Gerald Brenan, don Geraldo, que así le llamaba Carlos Cano en una de sus coplas. Ya querría yo que viviera y pudiera decirnos qué nos pasa. Ojalá esta gente ágrafa y sin lecturas que nos gobierna hubiera subrayado algunas páginas de semejante obra, aunque sólo fuera para ilustrar su Twitter.



En eso me encontraba cuando pensaba que quienes gozamos del privilegio de tener un micrófono o poder escribir unas notas en un periódico solemos analizar las cosas como quisiéramos que sean y no como son para otros que viven en el mismo país, incluso en la misma ciudad o el mismo edificio. 

¿Qué es lo que necesita España? La pregunta es simple, y sin embargo es probable que un gallego conteste de forma distinta a un vasco y un vasco de un madrileño.

Democracia imperfecta y blanda


Aun así uno tiende a creer que hay una realidad, o varias, que la gran mayoría podemos compartir. Que España sea la nación que es. Que hay un tipo de patriotismo constitucional muy recomendable en estos tiempos que nos ampara a todos, y cuya apelación nos daría también la respuesta segura cuando nos preguntamos o nos preguntan qué somos. Que nuestra democracia, aun siendo imperfecta y blanda con sus enemigos, nos está dando las mayores satisfacciones de nuestra historia. Y sin embargo nunca estaremos tranquilos. Somos ese país de todos los demonios del que habló Jaime Gil de Biedma: (…) “Como si el hombre/ harto de luchar con sus demonios/ decidiese encargarles el gobierno/ y la administración de su pobreza”.

Bien pensado no deja de ser vergonzoso que estemos preguntándonos si somos españoles, si tenemos nación o una plurinación. Humilla este debate en el que para que otros reafirmen sus sueños han de negar una realidad, compleja y desestructurada, pero que es una página nítida y bien escrita en los libros. Y, sobre todo, empieza a escandalizar que haya dirigentes que con tal de seguir viviendo en palacio estén dispuestos a traicionar a un pueblo que, a lo que se ve, no sabe votar.

La debilidad de Sánchez


No quiero gastar mi tiempo ni que pierdan ustedes el suyo hablando de Pedro Sánchez. Está todo dicho. Y si faltaba algo por decir ya habla él sólo a través de sus mentiras, rectificaciones y mediocridad. El lunes pasado alguien muy importante en los últimos años y cuya imagen no hace más que crecer cuando lo comparamos con lo que tenemos decía:

Lo peor no es la clase política que tenemos, no hace falta analizarla porque hay lo que hay. Lo peor es que nadie con preparación y con ideas se quiere dedicar a esto. Y esto ha quedado en manos de gentes sin preparación, sin estudios, sin experiencia laboral. Y sin presencia. Sin todo esto es imposible sacar a flote a un país como este. Y vienen tiempos malos. Estamos muy entretenidos con la mesa de negociación y tal, pero lo que hay no sirve para contener la crisis económica que viene. Vamos a tener un vicepresidente, Pablo Iglesias, que o cambia su estética o habrá que decir que no puede representar a España con esa pinta distraída que parece anunciar que, como aquí dice Cacho, le falta ducha y jabón. Así no se puede ir por las cancillerías europeas. Vamos a dar por bueno que en el mismo gobierno ese mismo vicepresidente mande en una ministra que resulta que es la misma señora con la que duerme cada noche.

¿Nos tenemos que callar?




Y yo digo que no. Que no nos tenemos que callar. Es lo único que podemos hacer sabiendo que no servirá de nada. Pero el silencio es culpable. Vendrán más años malos y nos harán más ciegos. 

Vendrán más años ciegos y nos harán más malos. La premonición de Rafael Sánchez Ferlosio se cumple. ¡Si al menos Sánchez supiera quién es y lo leyera! Si alguien, pongamos Adriana Lastra -y no se rían, señores-, tuviera el detalle de ir a una librería y regalarle el libro que cito, igual le hacía pensar y evitaba lo que nos va a pasar. Lo que no tiene nombre.

La debilidad de Pablo Casado


Sordo y ciego se quedará también Pablo Casado. Y lo mismo Inés Arrimadas, esta señora tan aparente y discreta que cree que le sobra tiempo para salvar a un partido que pide a gritos que alguien haga algo y no esperar al congreso de primavera. ¿Está segura Arrimadas de que Ciudadanos aguanta cuatro meses en la UVI? Podemos dibujar todos los movimientos y estrategias. Ya sabemos que Vox está ahí, pendiente de que Casado se equivoque. Pero sucede que sólo hierra el que arriesga.

Que no haga nada, que se quede quieto es lo mejor que puede hacer. Cuando la gente vea que el PP puede ganar y tenga expectativas de tener 110-115 diputados la gente dejará a Vox y votará al PP, que ganará las elecciones.
De Gobierno a Gobierno. España al mismo nivel que Cataluña. No quieren ser solo una nación, quieren ser un Estado
Eso me decía este señor tan principal que, precisamente hoy y viendo lo que sale en la tele, parece Winston Churchill. Y pudiera ser como me cuenta, pero el problema es que no hay tiempo y yo no veo, ni noto ni espero el desgaste de Vox. Puede que desde el pasado 10 de este mes siga engordando y podría tener más de 52 escaños. No me gusta la ecuación porque es falsa, pero se vende bien: cuanta menos España más Vox.

La cuestión es que los Junqueras y los Puigdemont saben que cualquier alternativa distinta que no pase por tener a Sánchez en la presidencia siempre será peor. Y saben, porque lo notan todos los días, que el presidente está debilitado, que ha perdido escaños y cientos de miles de votos. Con este pelele político es con quien los separatistas van a sentarse. De tú a tú. De Gobierno a Gobierno. España al mismo nivel que Cataluña. No quieren ser solo una nación, quieren ser un Estado. Y eso Pedro Sánchez no lo va a parar.

Los únicos que tiene en su mano una solución son aquellos que a esta hora hacen sus cuentas para el día después de que Sánchez se la pegue. Casado no se mueve, espera. No habla, sugiere. No ofrece nada, pide que lo hagan los demás. Si cree que así eludirá su parte de responsabilidad en lo que se nos viene encima se equivoca. Si el 'Gobierno Frankenstein' no es una opción y tampoco los son unas nuevas elecciones el PP no puede permanecer inactivo. Ya sabemos que dejar a Vox en la oposición tiene sus riesgos. Vale. Bastantes menos que este espectáculo en el que literalmente nadie, ningún partido (N-I-N-G-U-N-O), está pensando en España. Viva el cálculo, la estrategia y los votos. Pobre España, sorda, ciega. Y llena de demonios.


                                                                                  FÉLIX MADERO   Vía VOZ PÓPULI

La Realeza de Cristo, un dilema por resolver


Opinión

Stefano Fontana


Debemos mirar de frente la realidad: este domingo se celebró la Solemnidad de Cristo Rey, pero sobre la “Realeza de Cristo” hay división. Existen dos interpretaciones teológicas distintas que se contradicen sobre el punto fundamental de la realeza “política” de Cristo: si existe o no.

Obviamente, adopto el adjetivo “política” no en el sentido de los partidos políticos, sino para plantear si la política, como organización de la vida comunitaria para el bien común, tiene un deber hacia Cristo, la religión católica, la Iglesia. La Dignitatis humanae del Vaticano II habla del “deber moral de los hombres y de las sociedades para con la verdadera religión y la única Iglesia de Cristo” (n. 1), pero no habla de un deber de la comunidad política. Una cierta teología considera que ese deber no existe, otra teología considera que sí y sobre esta discrepancia aún no reina la paz.

La palabra “deber” debe entenderse en sentido estricto. Decir que existe un deber de la política hacia la verdadera religión implica sostener que -no por motivos contingentes, ocasionales o accidentales, sino por motivos esenciales- la política no puede plantearse sin la religión de Cristo, aunque no se identifique con ella. Implica que la política no llega a ser verdadera política si se separa de la religión de Cristo.

Por poner el ejemplo de Italia: la política italiana debería tener una relación esencial con el cristianismo no porque nuestra historia y nuestra cultura resulten irreconocibles sin el cristianismo, como algunos se dignan proclamar, sino porque la fe cristiana aporta a la política una verdad fundante.

Continuando con los ejemplos: en las escuelas se debería enseñar la religión católica no como una genérica instrucción religiosa de tipo cultural, sino porque es verdad y porque es indispensable para la vida comunitaria: sin ella, la comunidad política no pudiese mantenerse en pie.

Es fácil entender por qué sobre este tema hay discrepancia y por qué la lucha teológica al respecto sigue siendo muy áspera. Si se entiende la “Realeza Social de Cristo” en el sentido de este deber de la política hacia la verdadera religión, la comunidad política tendría que mantener con el cristianismo una relación preferencial y única, lo que iría contra el principio de la libertad religiosa tal como se entiende hoy. La vida política ya no sería laica en el sentido que se atribuye hoy a este término. El bien común ya no lo decidiría una mayoría democrática, sino que correspondería a los fines naturales de las personas, de las sociedades naturales y de los cuerpos intermedios conocidos por la razón, pero en última instancia garantizados por la religión. El matrimonio canónico sería la única forma de matrimonio reconocida públicamente. La educación sería ante todo un deber de la Iglesia y no del Estado. Etcétera. En resumen, asumir ese deber de la política hacia la verdadera religión implicaría revisar desde la raíz algunos principios fundamentales de la política tal como se la entiende hoy.

La Realeza de Cristo y este deber de la política han sido siempre afirmados por los Pontífices desde Pío IX a Pío XII. El Vaticano II introdujo nuevas perspectivas, pero ni en los textos conciliares ni en el magisterio postconciliar ha negado formalmente ningún Pontífice ese principio. Se habla menos de él y de forma menos decidida, pero nunca ha sido negado. De esta forma, entre los nuevos principios -como el de la libertad religiosa- y el antiguo y nunca negado principio de la Realeza política de Cristo se ha creado un cortocircuito que aún debe ser reparado.

En efecto, no se entiende cómo es posible anunciar a Cristo en la política, en la economía y en la sociedad -lo que siempre han pedido los Papas postconciliares- sin anunciar también su Realeza, privándole de un Poder auténtico  y negando su condición de Legislador y de Fundamento de la autoridad… lo que equivaldría a negar su divinidad. No se entiende cómo pueden “ordenarse a Dios las cosas temporales”, como deben hacer los laicos según el Concilio, y al mismo tiempo, como admite el número 423 del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, evitar “generar una discriminación de orden civil o social respecto a otros grupos religiosos". Aceptar la Realeza de Cristo no es compatible con crear una sociedad multirreligiosa o atea.

Para evitar estos espinosos problemas, el camino que se viene siguiendo es diluir el tono de la “Realeza” y debilitar sus pretensiones. Se le atribuye a la expresión un significado espiritual, o escatológico, o vagamente pastoral, pero no social ni político. Y sin embargo no se puede huir del problema: si Benedicto XVI escribe que el cristianismo no solo es útil, sino indispensable para la solución de la cuestión social, ¿no está repitiendo lo que decía León XIII, para quien no hay solución a la cuestión social fuera del Evangelio? Ambos dicen lo mismo, luego ambos remiten a un deber de la política hacia la verdadera religión. Pero entonces se sacaban las conclusiones que ahora no se sacan, o al menos no hasta el final.


                                                                                 STEFANO FONTANA
                                                                                 Publicado en La Nuova Bussola Quotidiana.

Traducción de Carmelo López-Arias.


Apéndice

Versículos del Nuevo Testamento que hablan de la Realeza social y política de Cristo:

"Y de parte de Jesucristo, | el testigo fiel, | el primogénito de entre los muertos, | el príncipe de los reyes de la tierra. | Al que nos ama, | y nos ha librado de nuestros pecados con su sangre, y nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios, su Padre. | A él, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. Mirad: viene entre las nubes. Todo ojo lo verá, también los que lo traspasaron. Por él se lamentarán todos los pueblos de la tierra. Sí, amén. Dice el Señor Dios: «Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y ha de venir, el todopoderoso»" (Ap 1, 5-8)

"En el manto y en el muslo lleva escrito un título: «Rey de reyes y Señor de señores»" (Ap 19,16).
"Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor" (Jn, 15,10).

"Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo todo el juicio" (Jn 5, 22).

"Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?». Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?». Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí». Pilato le dijo: «Entonces, ¿tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz»" (Jn 18,33-37).
"Jesús le contestó: «No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor»" (Jn 19, 11).

"Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin»" (Lc 1, 32-33).

 "Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”. Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”. Y el rey les dirá: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”" (Mt 25, 31-40).

"Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra»" (Mt 28, 18).

"En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos" (Hebr 1,2).

"Que todos se sometan a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios y las que hay han sido constituidas por Dios. De modo que quien se opone a la autoridad resiste a la disposición de Dios; y los que le resisten atraen la condena sobre sí. Pues los gobernantes no dan miedo al que hace el bien, sino al que obra el mal. ¿Quieres no tener miedo a la autoridad? Haz el bien y recibirás sus alabanzas; de hecho, la autoridad es un ministro de Dios para bien tuyo; pero si haces el mal, teme, pues no en vano lleva la espada; ya que es ministro de Dios para aplicar el castigo al que obra el mal" (Rom 13, 1-4).

"Pues Cristo tiene que reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies" (1 Cor, 15,25).

"Y habiéndolos llamado, les prohibieron severamente predicar y enseñar en el nombre de Jesús. Pero Pedro y Juan les replicaron diciendo: «¿Es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros más que a él? Juzgadlo vosotros»" (Hech 4, 18-19).

“Dios mío, ¿qué es España?”. Una nación de nacionalidades

¿Qué es España? La célebre sentencia de Ortega sigue ahí. Revoloteando. Lo que sí se sabe es que el Estado-nación está obligado a convivir con otras naciones que no son Estado


Foto: El secretario del PSC, Miquel Iceta, en un mitin de la formación. (EFE)

El secretario del PSC, Miquel Iceta, en un mitin de la formación. (EFE)


Es probable que tenga razón el PSC de Iceta cuando plantea en su programa marco que Cataluña es una nación, pero es algo más que difícil que, con ese reconocimiento, el independentismo catalán entre en vereda.

Iceta se equivoca, sin embargo, y de una manera bastante más grosera, cuando reabre un debate (como lo hace Iglesias) que solo contribuirá a añadir ruido a un sistema político que está cerca del colapso, y que tiene más que ver con el nominalismo, que niega la realidad objetiva, que con la acción política. Entre otras cosas, porque ya la Constitución zanjó este asunto cuando en su artículo 2 establece que la “indisoluble unidad de la Nación española”, con mayúsculas, es compatible con “el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran”.

Como se sabe, la introducción del término ‘nacionalidades’ fue una de las materias más polémicas del debate constitucional. Fraga llegó a anunciar un voto particular y Julián Marías, por entonces senador, llegaría a escribir un duro artículo que causó por entonces un enorme revuelo (aquí está la réplica que le hizo el también senador Josep Benet). “Hay en España”, sostuvo Marías, “dos realidades distintas, a saber, ‘nacionalidades’ y ‘regiones’. En una Constitución, habría que decir cuáles son —y me gustaría saber quién se atreve a hacerlo, y con qué autoridad—. Pero lo más importante es que no hay nacionalidades, ni en España ni en parte alguna, porque ‘nacionalidad’ no es el nombre de ninguna unidad social ni política, sino un nombre abstracto, que significa una propiedad, afección o condición”.

La autoridad intelectual de Marías, sin embargo, al igual que la de Camilo José Cela, no sirvió para mucho. El texto, avalado por la minoría vasco-catalana, que en este asunto actuaba con una sola voz, salió adelante porque suponía, en palabras de Herrero de Miñón (que citó al catalanista Prat de la Riba), “un principio de autoidentificación de aquellos hechos diferenciales con conciencia de su propia, infungible e irreductible personalidad”.

La existencia de un hecho diferencial no es sinónimo de privilegios o discriminaciones. Ni la nacionalidad ni la nación son Estado


Es decir, el término nacionalidad se relaciona con la existencia de un ‘hecho diferencial’ vinculado al carácter histórico, lingüístico o cultural de un determinado territorio, y así lo recoge, por ejemplo, el estatuto de autonomía Andalucía, que en su artículo 1.1 se define como “nacionalidad histórica” que se constituye como comunidad autónoma “en el ejercicio del derecho de autogobierno que reconoce la Constitución”.

¿Qué es una nación?


Por lo tanto, el concepto de nacionalidad —en términos sociológicos— tiene mucho que ver con la definición canónica que hizo Renan hace más de un siglo, cuando respondiendo en la Sorbona a la pregunta ¿qué es una nación?, sostuvo que lo determinante para construir una nación no eran la raza ni la lengua por sí solas. Tampoco la religión, la geografía o el interés mutuo. Lo que el erudito Renan interpretó como una nación era un intangible: la voluntad de pertenecer a una comunidad construida en torno a unos rasgos comunes.

El sabio francés, de hecho, comparó el término 'nación' a la idea de 'conciencia moral'. Nación, vino a decir, no es sinónimo de Estado en el sentido jurídico-político del término, aunque en el lenguaje coloquial tienda a confundirse.

Tampoco la existencia de un hecho diferencial es sinónimo de privilegios o discriminaciones, ya que todos los españoles (artículo 14 de la Constitución) son “iguales [o deben serlo] ante la ley”. Por lo tanto, la nacionalidad (o la nación) no se vincula directamente a la idea de Estado-nación, sino a un sentimiento colectivo.

40 años de centralismo no habían conseguido ahogar la diversidad de España, sintetizada en dos expresiones: regiones y nacionalidades

Como muchos ensayistas han dicho, es evidente que la 'nación Sioux' existe, pero sería un disparate considerar que los indígenas americanos forman un Estado. Tan solo una realidad subjetiva.

Es decir, en los términos que establece la polémica sentencia del Constitucional de 2010, en la que se aclara, precisamente, que “de la nación puede, en efecto, hablarse como una realidad cultural, histórica, lingüística, sociológica y hasta religiosa. Pero la nación que aquí importa es única y exclusivamente la nación en sentido jurídico-constitucional. Y en ese específico sentido la Constitución no conoce otra que la Nación española”. Así pues, se puede ser nación, como reclama Iceta, pero no Estado. Otra cosa es lo que opinen los independentistas.

El federalismo de Pi i Margall


Es de sobra conocido que una de las virtudes de la Constitución de 1978 fue, precisamente, hacer compatible la existencia de una nación llamada España (artículo 2) con su articulación en regiones y nacionalidades, para lo que se rescató (aunque la expresión es anterior) la vieja denominación federalista de Pi i Margall, que en 'Las nacionalidades', una joya del federalismo del siglo XIX, planteó una estructura territorial compleja y no unitaria.

Precisamente, como un método de construcción nacional (el Estado) que facilitara el entendimiento de todos. Algo que puede explicar, como se reflejó en la Constitución de 1978, el uso generalizado del término 'comunidades autónomas', que es, finalmente, el que se ha impuesto, y que ha facilitado el contrato social en el ámbito territorial. Una especie de hegeliana síntesis superadora entre región y nacionalidad.


Portada de la obra de Pi i Margall.
Portada de la obra de Pi i Margall.


De esta manera, se evitaba, como reclamaba el filósofo Marías, definir qué es una región y qué es una nacionalidad, una forma amable de introducir el término 'nación' en la Constitución sin soliviantar las tesis más unionistas. Es decir, en la práctica, España podría ser considerado no un Estado plurinacional sino un Estado de plurinacionalidades. ¿No es lo mismo?

No fue un capricho de los constituyentes, sino que se recogía un anhelo por el que ya en 1876 (hace siglo y medio) clamaba el segundo presidente de la I República.

“¿Qué había de importar que aquí en España recobraran su autonomía Cataluña, Aragón, Valencia y Murcia, las dos Andalucías, Extremadura, Galicia, León, Asturias, las provincias vascongadas, Navarra, las dos Castillas, las islas Canarias, las de Cuba y Puerto Rico, si entonces, como ahora, había de unirlas un poder central armado de la fuerza necesaria para defender contra propios y extraños la integridad del territorio? La nación continuaría siendo la misma”, concluía.

Café para todos


Cien años después, aquella estructura territorial ideada por Pi i Margall salió adelante, con los cambios propios de la época. Sin duda, porque los 40 años de una dictadura unitaria y centralista no habían conseguido ahogar la diversidad histórico-política de España, sintetizada en dos expresiones: regiones y nacionalidades, aunque sin que nadie adjudicara dónde se situaba cada comunidad autónoma. Obviamente, por el célebre café para todos.

El constituyente optó por no aclarar qué es región y qué es nacionalidad para evitar jerarquías que hubieran podido complicarlo todo

El constituyente, como se sabe, optó por no aclarar ambos conceptos, que, como es obvio, introducen una cierta jerarquía, no solo administrativa, también política.

Es decir, justamente las dos velocidades que se querían evitar (aunque el punto de salida fuera desigual), toda vez que hubiera sido lo mismo, como se decía en la Transición, que dar carta de naturaleza a la existencia de una entelequia llamada Galeuzca, acrónimo de Galicia, Euskadi y Cataluña. Justamente, los tres territorios con estatuto de autonomía durante la República (aunque el gallego nunca entró en vigor).

Algo que podría explicar la clara voluntad del constituyente de prohibir la federación de comunidades autónomas, lo que hubiera supuesto la creación de un Estado dentro del Estado.

En definitiva, de aquellos polvos vinieron estos lodos, que dice el saber popular. Ya lo dijo Ortega en sus 'Meditaciones sobre el Quijote': “Dios mío, ¿qué es España?”.


                                                                        CARLOS SÁNCHEZ   Vía EL CONFIDENCIAL

martes, 26 de noviembre de 2019

Las empresas se colocan al lado de la sociedad

Ya no solo son piezas fundamentales en la creación de riqueza, sino que procuran construir un mundo más sostenible donde la rentabilidad se combine con la justicia social y la protección del medio ambiente


Las empresas se colocan al lado de la sociedad

/EULOGIA MERLE



La empresa cumple la función social de producir bienes y servicios para satisfacer las necesidades de las personas, en un marco institucional que influye decisivamente en la creación y reparto de la riqueza colectiva y en su sostenibilidad.

La sociedad de capitales, como forma dominante de empresa en la economía de mercado (propiedad privada, sistema de precios), ha demostrado una gran capacidad de creación de riqueza. Sin embargo, con la reciente crisis financiera, se la responsabiliza directamente de la creciente desigualdad en la distribución de la renta y riqueza, del deterioro del medio natural y de las amenazas de un cambio tecnológico acelerado e impredecible. Así se ha llegado al convencimiento de que el modelo de empresa precisa de una reforma que aumente su contribución a un crecimiento más inclusivo y sostenible.

La declaración de la Business Roundtable en el verano de 2019, revocando el criterio de maximización del beneficio para la toma de decisiones empresariales, y sustituyéndolo por otro más inclusivo que tuviera en cuenta el bienestar de todos los grupos de interés, es un hito importante en esa dirección. La declaración se produce poco después de que la British Academy hiciera público el documento Reforming Business for the 21st Century: A Framework for the Future of the Corporation, fruto de una iniciativa colectiva de 31 académicos de las ciencias sociales y humanas, bajo la dirección del profesor de Oxford Colin Mayer, con el propósito de “redefinir las empresas del siglo XXI y construir confianza entre las empresas y la sociedad”. Los medios de comunicación (The Economist, Financial Times, New York Times…) se hacen eco repetidamente de estas declaraciones, poniéndolas en contexto con propuestas de candidatos presidenciables del Partido Demócrata de Estados Unidos sobre futuras reformas.

En un entorno más cercano, la Directiva 2014/95/UE del Parlamento Europeo y del Consejo, transpuesta en España por la Ley 11/2018 de 28 de diciembre (Ley de Información no Financiera y de Diversidad), revela lo que, a juicio de las autoridades y representantes políticos comunitarios, debe ser la buena praxis de transparencia y rendición de cuentas en la relación empresa-sociedad. A través de los requisitos de transparencia sobre unos indicadores de resultados “no financieros” (bajo el principio de cumplir o explicar), la Directiva desvela las preferencias de los políticos europeos sobre el buen desempeño de las empresas. La ley española, en su preámbulo, conecta explícitamente la demanda de más información con la que surge de la responsabilidad social corporativa (RSC), y la relaciona con la “gestión de la transición hacia una economía mundial sostenible que combine la rentabilidad a largo plazo con la justicia social y la protección del medio ambiente”.

La pérdida de peso del Estado podría ser consecuencia de su captura por los propios ‘lobbies’ empresariales

A escala más global, la iniciativa de la ONU alrededor de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) reconoce la importancia, para el éxito final, de la implicación de las empresas en la consecución de los mismos, aunque no se pronuncia sobre la reforma.

La coincidencia de académicos, directivos de empresas y políticos en la necesidad de reformar la empresa avala la importancia de esta institución en nuestra sociedad, aunque la implantación de los cambios sigue confiándose a la voluntariedad y la autorregulación. Se mantiene la tradición de la RSC, que ha marcado el cambio en la empresa en los últimos veinte años, a pesar de que durante este tiempo el deterioro del medio ambiente y la desigualdad han seguido creciendo. En el fondo, se pone en evidencia la complejidad del cambio y la necesidad, a nuestro juicio, de un marco de reflexión y análisis más comprensivo que el que podría resultar de la inercia actual. En este sentido, los autores junto con la Fundación Alternativas se proponen contribuir a ese análisis y a la generación de propuestas de reforma de la empresa, desde las siguientes premisas.

Deslindar los conceptos de mercado y capitalismo.Existen razones, desde el avance tecnológico y desde la innovación financiera, para justificar un creciente protagonismo de formas de empresa no capitalistas, es decir, empresas en las que la propiedad y la capacidad de decisión no radiquen sólo en quienes aportan el capital. Un espectro más amplio de formas de empresa deberá facilitar la implantación de los nuevos criterios de decisión, distintos de la maximización del beneficio, así como incrementar la inversión en las nuevas fuentes de creación de riqueza, dentro de lo que Hanskel y Westlake denominan “capitalismo sin capital”, en referencia al peso creciente de los activos intangibles en el capital productivo de las empresas.

Recuperar el papel del Estado en la corrección de los fallos del mercado. Una explicación benevolente sobre por qué el Estado no ha cumplido con su función de impedir el deterioro en el capital colectivo puede basarse, tanto en el hecho de que los Estados nacionales han visto reducida su capacidad de iniciativa por la globalización, como en la ausencia de una autoridad supranacional con fuerza para defender intereses globales. Desde otro punto de vista menos benevolente, la pérdida de peso del Estado podría ser consecuencia de su captura por los propios lobbies empresariales.

Es imprescindible que la información no financiera se publique de forma fácil de conocer y procesar

Reforzar la disciplina de la competencia. La competencia actúa cuando existe mercado y los actores tienen amplias posibilidades reales de elegir. Sin embargo, la justicia social y la sostenibilidad medioambiental no han sido posible alcanzarlas, hasta el momento, por mecanismos estrictos de mercado y competencia. Para que la autorregulación, que rige tanto en la Directiva 2014/95/UE como en la Ley 11/2018, sea sensible a las demandas del entorno es imprescindible que la información no financiera se publique de forma fácil de conocer y procesar.

Redefinir la responsabilidad social de las empresas. Si la intervención del Estado y la competencia son contrapesos necesarios para mitigar las externalidades negativas del mercado, las empresas “responsables” deben renunciar a cualquier acción u omisión que vaya contra estos mecanismos compensatorios. Ello significa pagar los impuestos que correspondan según el espíritu de la ley, favorecer las posibilidades de elegir de los consumidores, facilitar la defensa de intereses colectivos y renunciar al lobby partidario.

Responsabilidad ante un cambio tecnológico acelerado y disruptivo. La innovación tecnológica ha contribuido a la globalización y ha generado tensiones entre las empresas globales de base digital y las restricciones que han tratado de introducir los sistemas políticos de ámbito nacional. La capacidad de comunicación y de procesamiento, el funcionamiento en red, la disponibilidad de datos, la inteligencia artificial y el blockchain, entre otros, abren muchas incógnitas alrededor de los beneficios y costes sociales derivados de los usos de la innovación tecnológica en las decisiones empresariales, principalmente en mercados donde las economías de red presionan hacia la concentración. Todo ello aumentará las exigencias sobre las empresas para adaptar la propiedad, el gobierno y la gestión hacia unas tecnologías en red, globales, automatizadas y con capacidad de aprendizaje.

La sociedad espera de las empresas que interioricen los objetivos de justicia social y sostenibilidad, sin perder su capacidad para crear riqueza. En el corto plazo, la Ley 11/2018 y los ODS marcan el camino. Actuar conforme al fondo (asimilando los objetivos que se persiguen) y la forma (informando con la máxima transparencia) de estas iniciativas servirá para demostrar el compromiso con objetivos mayores.


DIEGO LÓPEZ GARRIDO, FRANCISCO ROS, VICENTE SALAS e IGNACIO SANTILLANA*
Publicado en EL PAÍS el 26-11-2019

*Diego López Garrido es vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas; Francisco Ros, ingeniero de telecomunicaciones; Vicente Salas, profesor en la Universidad de Zaragoza, e Ignacio Santillana, economista.