Este sistema electoral y la irresponsabilidad de buena parte de nuestra
clase política hacen las delicias de los independentistas
Pedro Sánchez tras conocer los resultados electorales del 10-N
Europa Press
Sánchez
creyó que podría jugar con la democracia, volver a convocar elecciones,
negarse a las condiciones de Unidas Podemos, y despreciar los pactos de
Estado que le ofreció Pablo Casado. Pensó que podía tensarla
sociedad española con exhumaciones y equidistancias con los
independentistas, y fracasó. No era una cuestión de tensión, sino de
moderación.
Tezanos y Redondo
le convencieron fácilmente de que su supuesta atractiva personalidad y
el control de los resortes institucionales le iban a lograr una victoria
por 150 diputados. Le dijeron que conseguiría así la humillación y
absorción de Iglesias, y arrebatar a Cs su centralidad. Es más;
insistieron en la necesidad de un Gobierno en solitario, lo que es un
disparate desde el punto de vista de la gobernabilidad. Fracaso. Ahora
tiene 120, y tendrá que someterse a Unidas Podemos (35), su marca blanca de Más País (3) y una ristra de diminutos partidos. Ya no es el doctor Frankenstein, sino la novia del monstruo de Frankenstein.
Rivera se lo puso muy fácil a todos los demás. La expulsión o la invitación a irse de los favorables a un acuerdo con Sánchez como Tony Roldán,
escoró a Cs a la derecha, a una lucha con el PP que no podía ganar.
Perdida la centralidad, el carácter de partido bisagra, asumió poses de
la derecha: como el ataque furibundo al izquierdismo y la defensa de la
nación española. Pero detrás no hubo más.
El cesarismo, eso que a veces permite esconder los errores, como en el caso de Pablo Iglesias,
no funcionó. Tampoco ayudó la extraña escapada de este verano, esa
ausencia prolongada que permitió tanta especulación sobre su salud y
hábitos. Lo lógico es que Rivera dimitiera.
Son trece años al frente del partido. Ha construido Cs como un aparato a
su imagen y semejanza, en el proyecto partidistas está ligado a su
persona, lo cual desvirtuaba el sentido de su fundación. De hecho, los
más señalados fundadores, entre ellos Françesc de Carreras,
abandonaron espantados Cs. La bajada de 57 a 10, en cualquiera de esos
países que a Rivera le gusta poner como ejemplo de regeneración y
democracia moderna, obligaría a su líder a dimitir y dejar paso a
alguien nuevo, quizá a Arrimadas.
Su única salida será compensar su pérdida de peso numérico con una ganancia de influencia; es decir, ofrecerse a Sánchez
con pactos de Estado para la gobernabilidad. Eso pasaría por una
abstención y una auténtica catarsis en la reunión del Comité Ejecutivo
de este lunes y en el Congreso Extraordinario próximo. Es quien lo tiene
más difícil, y parece que va a engrosar la fila de partidos que pasaron
a mejor vida en pocos años.
Los ganadores
El principal vencedor es Vox; no cabe duda. Lo tuvo todo a favor. El deseo del PP de hacerse con el electorado del centro debido a la presión de Feijóo y Moreno Bonilla
tras el mal resultado de los 66 diputados, y la debilidad de
Ciudadanos, no ha salido tan bien como esperaban. Esa moderación se ha
traducido en centrar el discurso en la economía y en la necesidad de
unir votos en el PP, recordar “la casa común de la derecha” que fundó Aznar.
No ha sido suficiente. Si bien la subida ha sido importante, porque
pasar de 66 a 88 lo es, no sirve para sumar ni para gobernar.
Las
elecciones asientan el liderazgo de Casado dentro de la formación, pero
le dejan atado. No puede abstenerse sin más porque sería dejar el papel
de oposición a Vox, y solo podría hacerlo volviendo a los 11 pactos que
ya ofreció a Sánchez antes de la convocatoria electoral. Un pacto de
gobernabilidad con una abstención en la investidura. Tendríamos un
Gobierno más sólido, sí, pero que no aclararía nuestro problema
fundamental: el sistema de partidos, que tanto inestabilidad está
provocando.
Vox lo tenía todo a favor. El PSOE le
convirtió en protagonista, como ya hicieron en las elecciones andaluzas
de diciembre de 2018. Parece que no aprenden. Nunca se puede convertir
en protagonista a una opción populista. El mensaje voxista estuvo claro:
la unidad de España al hilo de la violencia en Cataluña y de la
sentencia del procés, y la inmigración.
Como buenos populistas han tomado las insatisfacciones para darles un significado único, y señalar un culpable:
los partidos tradicionales, el sistema autonómico y la prensa. Diseñado
el mal no hacía falta si las propuestas para resolverlo eran legales,
democráticas o sensatas. Vox ha demostrado que el voto protesta ha hecho
inútil las apelaciones al voto estratégico.
La frustración de San Martín
¿Qué
hará Vox? Bloquear. ¿Para qué facilitar un Gobierno si gana con cada
elección? El filibusterismo les sale de miedo. Mientras, Unidas Podemos y
Más País se encerrarán a negociar con el
PSOE, y Cs sopesará si ofrecerse. El PP lo tiene más complicado,
esperará la solución de los demás con sus once pactos en el bolsillo.
Eso sí: este sistema electoral y la irresponsabilidad de buena parte de nuestra clase política hacen las delicias de los independentistas. Tendrán tanto poder para chantajear
como siempre. Era víspera de San Martín, ese día en el que los
cazadores se cobran sus piezas. Todo apunta a que incapaces de
sacrificar sus egos nos impondrán otra temporada vegana.
JORGE VILCHES Vía VOZ PÓPULI
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