El auge del populismo en Europa se debe a que los grandes partidos no han querido atender las demandas de sus electores.
¿Recuerdan la crisis de los refugiados entrando en Europa a miles cada día en el año 2015?
Fue cuando la progresía
se inventó lo de los «migrantes» como forma de negar la evidencia: no
era inmigrantes quienes así son definidos en el Diccionario de la Real
Academia Española.
Porque el inmigrante es
el que llega a un país extranjero para radicarse en él. Y eso no se
podía admitir. Si sólo eran migrantes no se sabía de dónde venían ni a
qué lugar se dirigían. El primer ministro húngaro, Viktor Orban, cometió
la barbaridad de decir que en el mundo hay fronteras que deben ser
respetadas y que para cruzarlas hay que cumplir requisitos. Algo que
ocurre en casi todo el planeta, pero que, de repente, se volvió
políticamente incorrecto en Europa.
Ya sabemos que Orban se volvió la encarnación de Lucifer y todos renegaron del cumplimiento de los tratados europeos que prohíben la entrada sin control en nuestras fronteras. Cuánta agua ha corrido bajo los puentes desde entonces. Esta semana hemos escuchado al presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, fijar las cuotas de inmigrantes que podrán entrar en Francia legalmente.
Ya sabemos que Orban se volvió la encarnación de Lucifer y todos renegaron del cumplimiento de los tratados europeos que prohíben la entrada sin control en nuestras fronteras. Cuánta agua ha corrido bajo los puentes desde entonces. Esta semana hemos escuchado al presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, fijar las cuotas de inmigrantes que podrán entrar en Francia legalmente.
No sé ustedes, pero yo,
por más que he indagado sobre posibles críticas a Macron por su anuncio,
por más que he buscado las previsibles acusaciones de xenofobia y otras
descalificaciones similares que se lanzaron contra Orban, no las he
visto en ningún medio de comunicación.
Cuando Orban impedía en 2015 la entrada en Hungría de todos aquellos inmigrantes sin control, el destino que estos buscaban era Alemania. La canciller Merkel abrió las puertas y dijo que podían llegar casi sin límite. Luego ha tenido los problemas de orden público de todos conocidos.
Cuando Orban impedía en 2015 la entrada en Hungría de todos aquellos inmigrantes sin control, el destino que estos buscaban era Alemania. La canciller Merkel abrió las puertas y dijo que podían llegar casi sin límite. Luego ha tenido los problemas de orden público de todos conocidos.
El ministro alemán del
Interior, el socialcristiano Horst Seehofer, ha anunciado el
establecimiento de controles policiales en todas las fronteras. ¿Con qué
objetivo? Obviamente con el de controlar la entrada de indeseables en
Alemania. Lo mismo que pretendía Orban en 2015. ¿Han visto ustedes
alguna crítica al Gobierno de Merkel por hacer lo mismo que propugnaba
Orbán?
Es más, confieso que después de una larga campaña de descrédito contra él desde las páginas del diario El País, me quedé pasmado el pasado miércoles cuando este diario abría su sección internacional en la página 2 con una gran fotografía de un Orban sonriendo al primer ministro checo Andrej Babis. El húngaro ya no es Satanás.
Es más, confieso que después de una larga campaña de descrédito contra él desde las páginas del diario El País, me quedé pasmado el pasado miércoles cuando este diario abría su sección internacional en la página 2 con una gran fotografía de un Orban sonriendo al primer ministro checo Andrej Babis. El húngaro ya no es Satanás.
El título aclaraba por qué: «España lucha junto a países del Sur y del Este contra los recortes de la UE». Cielos, de repente el malvado Orban es nuestro aliado. ¿Se lo habrán hecho mirar Sánchez y Borrell?
La hipocresía del progresismo europeo ante ciertas situaciones políticas viene de largo y no parece probable que acabemos con ello. ¿Recuerdan en 2000 la crisis con Austria? El Partido Popular Austriaco rompió la tradicional gran alianza con el Partido Socialista. Sólo había servido para engordar a la extrema derecha del Partido de la Libertad. Así que los populares formaron gobierno con la extrema derecha.
La hipocresía del progresismo europeo ante ciertas situaciones políticas viene de largo y no parece probable que acabemos con ello. ¿Recuerdan en 2000 la crisis con Austria? El Partido Popular Austriaco rompió la tradicional gran alianza con el Partido Socialista. Sólo había servido para engordar a la extrema derecha del Partido de la Libertad. Así que los populares formaron gobierno con la extrema derecha.
Europa bramó: se
estableció un «cordón sanitario» en torno a Austria que padeció
diferentes sanciones. Dos años después todas ellas eran levantadas y los
populares ganaban unas elecciones -anticipadas- por primera vez desde
1966. ¿Cree alguien que si el Frente Nacional francés ganase las
elecciones en Francia hoy -algo no inimaginable- Francia sería
sancionada?
Quizá Macron, Merkel y otros empiecen a darse cuenta de que el auge del populismo en Europa se debe, entre otras razones, a que los grandes partidos no han querido atender las demandas de sus electores. Gente como Orban sí. Y aunque pidió la baja temporal por iniciativa propia antes de las últimas elecciones europeas, nunca ha dejado de pertenecer al Partido Popular Europeo. En el fondo saben que tiene razón.
Quizá Macron, Merkel y otros empiecen a darse cuenta de que el auge del populismo en Europa se debe, entre otras razones, a que los grandes partidos no han querido atender las demandas de sus electores. Gente como Orban sí. Y aunque pidió la baja temporal por iniciativa propia antes de las últimas elecciones europeas, nunca ha dejado de pertenecer al Partido Popular Europeo. En el fondo saben que tiene razón.
RAMÓN PÉREZ-MAURA Vía ABC
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