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viernes, 29 de noviembre de 2019
El escalofrío: España, en sus manos
Tras esa foto, Sánchez al fin puede
hacer lo que siempre deseó. El partido insurreccional se ve legitimado
como interlocutor imprescindible y se le hace entrega oficial de la
llave del Gobierno
El secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, juntoEn la primera escena (diciembre de 2015) vemos al comité federal del PSOE prohibiendo taxativamente a Sánchez
que “inicie el diálogo” (sic) con cualquier partido que cuestione la
Constitución o defienda “la autodeterminación, el separatismo o las
consultas que buscan el enfrentamiento”. Este, muy a su pesar (como
declaró meses más tarde), niega albergar semejante propósito y acepta la
interdicción. El PSOE aún se parecía al PSOE.
La segunda escena nos lleva a octubre de 2016, en el mismo lugar y órgano. Ahora es el secretario general el que lanza un chantaje a su partido:
os sometéis a mi designio o vamos todos al precipicio de las terceras
elecciones. Se desata una carnicería que termina con el líder por los
suelos y el partido fracturado. El PSOE tiene que apuñalarse para
intentar seguir siendo el PSOE. a la
portavoz parlamentaria socialista, Adriana Lastra, y el portavoz de ERC
en el Congreso, Gabriel Rufián. (EFE)
La tercera escena es de junio de 2018, en el Congreso de los Diputados.
La insurrección institucional en Cataluña se ha consumado y sus
responsables esperan juicio en la cárcel. Pero entretanto, el líder
abatido ha derrotado por vía plebiscitaria a quienes quisieron ponerle
límites, los ha hecho firmar un acta de rendición y se ha desprendido de todo control a su poder recuperado. La dirección del PSOE ya es unipersonal.
En esa escena vemos a Sánchez convertirse en presidente del Gobierno con el apoyo de Podemos y de los nacionalistas, incluidos los sublevados de octubre del 17. Pero un resto de pudor le hace usar a Iglesias como emisario negociador
con los diputados de Puigdemont, Junqueras y Otegi, lo que le permite
gobernar durante 10 meses asegurando que no tiene ningún acuerdo con los
independentistas y que su apoyo fue gratuito. El PSOE se hace
irreconocible.
La cuarta escena es del martes siguiente a las elecciones del 10-N.
Sánchez ya está desbocado, sabe que nada ni nadie en su partido
intentará frenarlo (los ha sometido a todos) y mete la directa. En 24 horas, negocia y anuncia un Gobierno de coalición con Iglesias, privando de sueño —son sus palabras de una semana antes— al 95% de los españoles. Por supuesto, ha desaparecido aquel comité federal que un día se llamó órgano de dirección.
Llegamos a la quinta y antepenúltima escena, rodada y exhibida en el día de ayer: en ella vemos a los delegados de Sánchez traficando el precio de la investidura con los enviados de un tal Junqueras, que dirige el trato desde un presidio en el que cumple condena por sedición y malversación. El futuro de España, en manos de Lastra y Rufián: les aseguro que no es un episodio de 'Black Mirror'.
Ya no hay disimulos ni intermediarios
para camuflar el contubernio. Tras esa foto, Sánchez al fin puede hacer
abiertamente y sin pedir permiso a nadie lo que siempre deseó. El
partido insurreccional se ve legitimado como interlocutor imprescindible
y se le hace entrega oficial de la llave del Gobierno de España. Pase
lo que pase en los próximos días, esa foto y lo que implica surtirá
efectos duraderos y profundos. De hecho, para ERC el pacto era la foto: ya está conseguida, detrás vendrán más.
El comunicado con el que los socialistas informan de la coyunda contiene todas las claves de la operación:
Para
empezar, descubrimos que no fue una reunión entre dos partidos, sino
entre tres. “PSOE, PSC y ERC han celebrado hoy la primera reunión…”
Para empezar, descubrimos que no fue una reunión entre dos partidos, sino entre tres. “PSOE, PSC y ERC han celebrado hoy la primera reunión…”. Salvador Illa
no se sentó como integrante de una delegación del PSOE, sino como
representante de su propia organización en una sesión tripartita. De
igual a igual, como diría Pere Aragonès.
Además, resulta que ERC no solo tiene la llave de la investidura de Sánchez: tambiénse
le otorga la de la estabilidad política, la agenda de derechos
sociales, la de los derechos civiles y laborales, la situación
industrial y la orientación de la política económica, porque se le
suplica apoyo a los Presupuestos del Estado. Todo ello no referido a
Cataluña sino “al conjunto de España”. La síntesis del delirante texto
es la siguiente: España está bloqueada y el único que puede
desbloquearla se llama Junqueras. Lo que, sin duda, hará guiado por su acreditado amor a España.
Por el camino, se reproducen toda la ritualidad y la terminología del bando insurreccional.
El vocabulario (“la reunión se ha desarrollado en un ambiente de
diálogo constructivo y con voluntad de entendimiento”) es el propio de
una cumbre internacional. Se olvidó aquello del “problema de convivencia”,
sustituido por “el conflicto político”, importado directamente del
diccionario de Batasuna. Y tan importante es lo que se dice como lo que
se omite: no aparecen para nada las palabras ley o Constitución. Ni
siquiera aquella vergonzante mención al “ordenamiento jurídico” que se introdujo en Pedralbes.
Y eso que es un comunicado del PSOE (perdón, un comunicado conjunto del
PSOE y del PSC, aunque quizá sería más adecuado invertir el orden).
Es
probable que se dé cumplimiento formal a la exigencia de ERC de una
reunión “entre gobiernos”, escenificando un encuentro entre
vicepresidentes
Las próximas escenas están
cantadas. Es probable que se dé cumplimiento formal a la exigencia de
ERC de una reunión “entre gobiernos” previa a la investidura,
escenificando un encuentro formal entre vicepresidentes, lo que libra a Sánchez de dar la cara y evita la engorrosa (para ambas partes) presencia de Torra.
Se tratará de cerrar un acuerdo de mínimos,
un compromiso genérico de negociación sin limitaciones, dejando lo más
problemático para después de la investidura. Uno deja de señalar la Constitución
como marco y límite obligatorio del negocio y el otro aparca por el
momento las menciones expresas a la autodeterminación y la amnistía.
El objetivo inmediato —compartido— es dejar a Sánchez asentado en la Moncloa
cuanto antes. Él es agudamente consciente de que, una vez elegido,
nadie lo podrá echar, puesto que ninguna moción de censura puede
prosperar en este Parlamento. Y ERC se habrá asegurado en Madrid un
Gobierno encadenado a sus socios —o lo que es igual, manos libres para
ellos en cuanto se hagan con la presidencia de la Generalitat—. Cada uno
obtiene ahora lo que más desea y ya habrá tiempo para traicionarse
mutuamente (lo que ambas partes dan por descontado).
Cada uno obtiene ahora lo que más desea y ya habrá tiempo para traicionarse mutuamente (lo que ambas partes dan por descontado)
Sucede que uno empieza a tener la impresión de que este disparate conviene a todos. Abascal debe estar metiendo champán en la nevera. Casado
sabe que solo tiene que sentarse a esperar a que el tinglado estalle
(que estallará) para que el poder caiga en sus manos en las siguientes
elecciones. Iglesias
se dispone a vivir su momento estelar. Sánchez, lo dicho: un contrato
no rescindible como inquilino de la Moncloa. Esquerra, con la llave de
Cataluña en una mano y la de España en la otra. Puigdemont ve la ocasión de triturar a su enemigo por pactar con el enemigo. El PNV pide su turno: ¿negociación de igual a igual, conflicto político, diálogo sin limitaciones? Oiga, yo soy el siguiente. Y Otegi
podrá presumir de que ya ha dado tres veces el Gobierno a los
socialistas: dos en España y una en Navarra, sin tener que renegar de
ETA.
Señoras y señores, estamos en sus manos. ¿A todos conviene? A España, no. Pero eso, ¿a quién le importa?
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