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jueves, 28 de febrero de 2019

Bruselas advierte sobre la deuda y la temporalidad en España y reprocha que la política impida las reformas

Pierre Moscovici y Nadia Calviño en Bruselas. EFE


Las finanzas públicas europeas han mejorado de norte a sur y de este a oeste. El crecimiento acumula trimestres y trimestres consecutivos en la Eurozona, el empleo está en máximos y el desempleo en mínimos. Y sin embargo, ni todo marcha como se querría ni los países europeos están lo saneados que deberían. Esa es la conclusión del llamado Paquete de Invierno del Semestre Europeo, el informe publicado este miércoles por la Comisión Europea en el que se evalúan las economías de los Estados Miembros a la luz de las recomendaciones específicas entregadas el año pasado.

Tras una revisión en profundidad lanzada el pasado noviembre, la UE considera que "Alemania, Francia, España, Países Bajos, Suecia, Portugal, Bulgaria, Croacia y Rumanía "presentan desequilibrios económicos", y que los de Grecia, Chipre e Italia son "excesivos". Hay problemas con la productividad, con el envejecimiento de la población, el cambio tecnológico y su impacto en el mercado laboral. Y los ingresos reales de los hogares siguen por debajo de los niveles anteriores a 2008. "La economía europea vive su séptimo años consecutivo de expansión, pero el crecimiento se ralentiza. Para mantener el momento serán necesarios mayores niveles de competitividad y convergencia. Para desbloquear el crecimiento potencial completo de nuestras economías necesitamos reformas estructurales e inversión bien enfocada", ha asegurado este miércoles el vicepresidente comunitario, Valdis Dombrovskis, tras la reunión semanal del Colegio de Comisarios de la UE.

En el caso de España, el dictamen es bastante claro: hay desequilibrios, la inestabilidad política está impidiendo las reformas pendientes y el Gobierno (los gobiernos) se resisten a hacer mejoras básicas que tendrían un impacto inmediato y positivo. "Las restricciones y la fragmentación de la regulación dentro de España impide que las empresas se beneficien de economías de escala. Una implementación más decisiva de la Ley de Unidad de Mercado y la eliminación de restricciones identificadas para servicios profesionales mejoraría las oportunidades de crecimiento y la competencia en muchos sectores de servicios. La gran presencia de pymes en la economía también explica la brecha de productividad de España, ya que su productividad se queda muy por debajo de la de las empresas más grandes", critica el informe.

El balance de nuestro país está todo lleno de claros y oscuros. Mejoramos, pero ha hecho poco caso de las recomendaciones concretas que Bruselas dio hace unos meses. Presenta un cuadro con "fuerte crecimiento y rápida creación de empleo, pero con desafíos. Ha reducido deuda, "pero ésta sigue siendo una fuente de vulnerabilidad". El desempleo cae velozmente llevando a una caída leve de la pobreza y la exclusión social", y sin embargo "demasiada gente sigue sin trabajo, con contratos temporales y la desigualdad de ingresos es muy pronunciada".

La historia de la recuperación española, en este análisis, es pues agridulce, marcada por los "impedimentos estructurales al libre flujo de recursos productivos", desde una baja innovación a la regulación del mercado de servicios". Por no hablar de "un contexto político que no ha evolucionado en el pasado año, con un cambio de Gobierno en junio de 2018 y unas elecciones previstas para abril de 2019, que se han traducido en un lento progreso en las reformas" pendientes.

La Comisión lamenta esa falta de voluntad política y que el país no aproveche el potencial, por su propio interés y el de toda la UE. "Debido a su tamaño, el impacto positivo de reformas económicas en España tiene el potencial de extenderse a otros países. Nuestras simulaciones muestran que retirar de forma ambiciosa barreras a la regulación del mercado, ayudar a los parados o a las personas inactivas a encontrar empleo y tener una estructura fiscal que impulse el crecimiento , así como lanzar el I+D, tendría un efecto pequeño pero positivo en la Eurozona".

Bruselas ve algunos elementos tranquilizadores, como que "la reducción de la deuda para el sector privado también avanzó, gracias al sólido crecimiento nominal" o que "el índice de morosidad ha disminuido aún más", así como el hecho de que la deuda pública haya caído ligeramente y la previsión de que al caer el déficit, poco a poco, se mantenga la senda. "Aun así, se necesitarán más esfuerzos para llevar las finanzas públicas a un camino más sostenible", concluyen los expertos.

Analizando las acciones del último ejercicio, Bruselas lamenta que "implementación de medidas políticas para aumentar el crecimiento potencial ha sido lenta" y saca su libreta para poner un necesita mejorar en tres categorías que desde hace una década están siempre en rojo en los exámenes comunitarios. "Sigue habiendo desafíos, en particular con respecto a la segmentación del mercado laboral, la [falta de] investigación y la innovación, y la regulación empresarial, en especial para los servicios", dice el papel.

Si bien el crecimiento económico sigue siendo sólido, apuntan, "el gran stock de deuda externa e interna, tanto pública como privada, continúa constituyendo vulnerabilidades en un contexto de desempleo aún alto", explica el documento publicado hoy. Los técnicos de la Comisión estiman que "el reequilibrio en el sector externo ha continuado incluso a pesar de que superávit por cuenta corriente se debilitó en 2018", en especial "reflejando factores vinculados al entorno global". Pero avisan de que "serán necesarios superávits por cuenta corriente sostenidos durante un período prolongado de tiempo para llevar los pasivos externos netos a niveles prudentes".

El informe forma parte del llamado Semestre Europeo, el ciclo de coordinación de las políticas económicas y presupuestarias dentro de la UE. Hay un calendario durante el que los Estados Miembros reciben primero asesoramiento, después presentan los Planes Nacionales de Reformas y los Programas de Estabilidad. Estos se evalúan y Bruselas hace recomendaciones específicas por país, que deben ser tenidas en cuenta para hacer los Presupuestos del año siguiente.

El Paquete de Invierno hecho público hoy ofrece un examen muy pormenorizado de la situación de cada país, pero no tiene el mismo peso específico que las recomendaciones específicas o la evaluación de los Presupuestos nacionales. Esto es una foto en un determinado momento, un análisis de fortalezas y debilidades. No sólo coyunturales, sino estructurales. Pensado no sólo para correcciones fiscales, sino para el conjunto de la Economía nacional.

En particular, la Comisión muestra su preocupación por la parte más social. Tras casi una década de crisis, las debilidades llegaron hasta los cimientos más profundos, macroeconómicos, laborales y personales. El informe concede que de la mano de la creación de empleo hay una "leve caída de la pobreza y la exclusión social", pero advierte de que hay todavía un número demasiado elevado de personas "sin trabajo con contratos laborales temporales", lo que genera que "la desigualdad en los ingresos sigue siendo pronunciada".

Y entre las áreas en las que denuncia muy pocos progresos se encuentran las habituales: la ley de unidad del mercado, los fondos para la I+D, la cooperación entre universidad y empresas que "sigue siendo débil" y las "diferencias regionales en resultados educativos", que persisten. Igualmente, la Comisión vuelve a cargar contra los programas de asistencia a parados, pues hay grandes diferencias entre comunidades autónomas y se ha comprobado "poca mejora en la ayuda las familias, en especial las más necesitadas".

Desde el punto de vista geográfico, climático o demográfico, el escenario tampoco es prometedor. España se enfrenta a desafíos específicos de cohesión territorial, como la despoblación y el envejecimiento en las áreas rurales por un lado, y a la presión demográfica en algunas áreas urbanas por el otro. Ciertas áreas de España se encuentran entre las más expuestas a cambios climáticos en Europa y existen importantes desafíos en la gestión del agua y las aguas residuales"


                                                                             PABLO R. SUANZES   Vía EL MUNDO


LA TÁCTICA DE ESCIPIÓN


Los defensores intentaron en su interrogatorio convertir a Soraya y Rajoy en acusados y presentarlos como responsables de la violencia del 1 de octubre


Pedro García Cuartango


La táctica de convertir a los acusados en acusadores tiene una larga tradición. Ya en el año 187 antes de Jesucristo, Publio Cornelio Escipión, apodado «El Africano», fue obligado a comparecer en el Senado bajo sospechas de corrupción. Se le inculpaba de haberse apropiado de una parte de la suma pagada por Antíoco tras ser derrotado en Asia Menor por las legiones romanas.

Escipión era en ese momento uno de los hombres más poderosos de Roma, ya que había vencido a Aníbal en la batalla de Zama en clara inferioridad numérica y, además, había cosechado importantes victorias en Hispania.

Llevado por un arrebato de furia, Escipión rompió en el Senado las cuentas que iba a presentar su hermano Lucio sobre el destino de los tributos de Antíoco y aprovechó la ocasión para acusar de traidores e ingratos a los tribunos de la plebe que le habían exigido explicaciones sobre su conducta.

Nadie se atrevió a proceder contra Escipión y ni siquiera Catón fue capaz de seguir adelante con el proceso, aunque Lucío acabó en la cárcel. Fue un claro ejemplo de éxito de la táctica de criminalizar a los acusadores para no tener que responder de una conducta que objetivamente era motivo de repudio o sanción por muy brillante que fuera el historial de «El Africano».

Los defensores de los líderes del independentismo intentaron ayer emular la táctica de este general romano con preguntas a los testigos que encerraban juicios de intenciones que pretendían demostrar que el Gobierno actuó de forma negligente en la consulta del 1 de octubre y que cursó instrucciones temerarias que provocaron «los actos de violencia» de aquel día.

Ello quedó en evidencia en la comparecencia de Soraya Saenz de Santamaría, exvicepresidenta del Gobierno, a la que los abogados interrogaron en numerosas ocasiones sobre el operativo policial con el fin de demostrar que el Ejecutivo era consciente de que el envío a Cataluña de 6.000 miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado engendraba el riesgo de desencadenar una confrontación violenta con las personas que deseaban votar.

Soraya aseguró que fueron los jueces y la Fiscalía quienes supervisaron el dispositivo policial, pero los abogados, fingiendo ignorar la respuesta, intentaron arrancar a la vicepresidencia una condena de los heridos provocados por la intervención de la Guardia Civil y la Policía.

Soraya responsabilizó a quienes optaron por llevar a cabo esa consulta ilegal, pero la insistencia de los letrados hizo titubear o dudar a la exvicepresidenta en algunas de las cuestiones. ¿Debió atajar Manuel Marchena, el presidente del tribunal, esos juicios de intenciones de los defensores? En frecuentes ocasiones lo hizo, pero probablemente no quiso ir más allá para no ser tachado de falta de neutralidad. La sombra de un recurso a Estrasburgo flota sobre la sala.

Soraya estuvo solvente en el fondo, pero en la forma adoptó un tono de opositora que no le favoreció. Tal vez porque la solemnidad del escenario le sobrepasó.

Por la tarde, le tocó el turno a Mariano Rajoy, que fue probado por los abogados de los inculpados cuando le preguntaron si había hablado con la exvicepresidenta de su testimonio, lo que está prohibido por la ley.

Rajoy se llevaba bien preparada su comparecencia y estuvo firme y contundente en sus respuestas. Sólo el gesto de apretar los dedos delataba su esfuerzo por autocontrolarse.

En su interrogatorio, los abogados intentaron sugerir que había otras alternativas que no eran la aplicación del artículo 155, pero el expresidente enfatizó que él fue quien tomó la decisión tras escuchar numerosas opiniones.

Según Rajoy, había «una situación límite» que obligaba a reaccionar al Gobierno y el Senado para evitar la secesión de Cataluña. Y además el Ejecutivo había detectado «un clima de violencia» que se manifestaba en intimidaciones a alcaldes y dirigentes constitucionalistas, presión sobre los tribunales y escraches a las Fuerzas de Seguridad.

Interrogado sobre la conveniencia de enviar esos efectivos a Cataluña, cortó la insistencia de los abogados con una respuesta tajante: «El Gobierno envió a la Guardia Civil y la Policía Nacional porque podían producirse acontecimientos que hicieran necesaria su presencia».

Preguntado sobre si él había hecho autocrítica de la actuación policial, afirmó que quienes tenían que haber reflexionado sobre su conducta son quienes desobedecieron la ley e incitaron a la población a ocupar los colegios electorales.

Desde el punto de vista de la efectividad legal de la estrategia de los defensores, la sesión de ayer fue contraproducente porque los jueces se dieron cuenta de esas maniobras que no buscaban dilucidar las responsabilidades penales, sino sembrar dudas sobre la credibilidad de Soraya, Rajoy y, más tarde, Montoro.

Da la sensación de que los inculpados y sus abogados han renunciado a persuadir al tribunal de su inocencia y que están centrando todos sus esfuerzos en el relato. El riesgo que corren es ser condenados y perder también la batalla de la imagen.


                                                                            PEDRO GARCÍA CUARTANGO  Vía ABC

Mariano Rajoy, ese gallego universal que nunca sabe nada


El expresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a su salida esta tarde del Tribunal Supremo tras declarar como testigo en el juicio del 'procés'. EFE


Lo que son las cosas. El descanso de Mariano Rajoy se ha interrumpido antes que el del otro gallego universal cuya rutina inamovible está amenazada por el enésimo capricho de los guionistas de este sainete. Alguien podría llegar a pensar que en la España de nuestros días nadie puede retirarse en paz ni estar libre de que le cite un tribunal por los siglos de los siglos. El 'Vuelva usted mañana' se ha convertido en un 'espere, no se vaya todavía, y no se muera, que no hemos acabado con usted'. 
Mientras en una parte del país, unos se empeñan en versionar y reescribir el 1936, en otra zona hay quienes viven obsesionados por el 1714 y por la ansiada secesión. Todos estos desafíos a la memoria y a la amnesia tienen su efecto en el presente. Su última consecuencia se ha producido este miércoles en el Tribunal Supremo, donde ha testificado el sexto presidente de la democracia sobre los sucesos que ocurrieron en Cataluña en el otoño más absurdo de la historia reciente.


Ganarse la vida como vidente sería sencillo si la actividad se centrara en Mariano Rajoy. Apuesta siempre por el perfil bajo y por ganar la liga a la inglesa. Es decir, con victorias por la mínima en casa y empates en el campo del rival. Su intervención en el Alto Tribunal ha sido previsible y gris. Propia del registrador de la propiedad de Santa Pola cuyo espíritu se ahogó hace tiempo entre papeleo y reuniones insustanciales. Su leitmotiv ha sido la siguiente frase: les advertimos de que por ese camino no iban a ningún sitio, no rectificaron y tuvimos que aplicar el artículo 155 para restaurar la Constitución en Cataluña. Dicha de varias formas.

El expresidente sucumbe inconscientemente ante las tramposas teorías de Crátilo, quien dijo que los sonidos que conformaban las palabras contribuían a definir los conceptos. En su caso, sus afirmaciones son definitorias de su personalidad política, que es la de alguien que utilizó siempre la Administración como escudo, incluso cuando la ocasión requería frenar el desafío independentista por la vía de la política. No había que ser un sesudo analista para concluir que esos tipos que convocaron la consulta de 2014, plantearon unas elecciones plebiscitarias en 2015 y elaboraron el calendario hacia la DUI unas semanas después iban a recrudecer su desafío al Estado si éste no ofrecía solución a este conflicto. La respuesta, ante todo, siempre fue la tibieza y la amenaza con la ley. La que la contraparte despreció, en aras de la "democracia".

La actitud inexplicable


La actitud de Rajoy fue la de fiar al tiempo y al Tribunal Constitucional la resolución de esta crisis, como si en Moncloa no hubiera margen de maniobra o potestad para solucionar ningún entuerto, más allá de lo puramente administrativo. En su comparecencia en el Supremo, ha destacado que, durante un buen tiempo, advirtió a la tropa soberanista de que el referéndum era innegociable y de que volvieran a la senda constitucional, so pena de recibir una bofetada de la Justicia. Obviamente, lo hizo sin éxito, de ahí que este miércoles haya tenido que interrumpir su rutina para ir a declarar.

En el argumento que ha utilizado para denunciar la sinrazón de Carles Puigdemont y su Gobierno está su propio pecado y su penitencia. Ha dicho: “La responsabilidad de los líderes políticos es evitar que se produzcan situaciones como las que vimos el 1 de octubre de 2017”. Mire usted, teniente, le dijimos al enemigo que no tirara las bombas, pero no nos hizo caso y encima tenemos que llamar a los bomberos y abrir la funeraria. Evidentemente, Rajoy también tuvo algo que ver.
La actitud de Rajoy fue la de fiar al tiempo y al Tribunal Constitucional la resolución de esta crisis, como si en Moncloa no hubiera margen de maniobra o potestad para solucionar ningún entuerto, más allá de lo puramente administrativo.
El expresidente del Ejecutivo, al igual que Soraya Sáenz de Santamaría, ha lanzado unos cuantos balones fuera para escapar de las preguntas más incómodas sobre su incapacidad para ofrecer una solución política al desafío independentista. También para eludir su supuesta responsabilidad sobre los sucesos acaecidos el 20 de septiembre de 2017 frente a la Consejería de Economía de Barcelona, el 1 de octubre de ese año y el 27 de ese mismo mes.

El primero, ha contestado con indolencia. La segunda, de carrerilla, con fechas que parecían aprendidas de memoria y con ese tono tan propio de las muñecas de 'mi primera comunión', que recitaban el 'Padre Nuestro' si se les tiraba del cordel. “Les dijimos una y otra vez que no siguieran por ahí, que era contrario a la CE, que fracturaba la convivencia, que era intolerable...y no hicieron caso”. Apriete usted el botón de los muñecos las veces que quiera, que siempre dirán la misma frase. "Padre Nuestro, que estás en los cielos...".
Lo que ha quedado claro tras escuchar a los doce encausados, a los tres miembros del Gobierno de Mariano Rajoy que han declarado hoy -Sáenz de Santamaría, Montoro y el expresidente- y al ínclito Artur Mas -el que inició todo- es que el 1-O se organizó por ciencia infusa. Las urnas no se detectaron porque no existían hasta que, un buen día, aparecieron en las casas de unos cuantos miles de ciudadanos catalanes. Nadie las pagó porque Hacienda no detectó malversación. Y la Generalitat defendió la consulta popular, pero no hizo nada porque se celebrara. Eso fue cosa de 2,3 millones de personas que actuaron al margen de la ley, de los tribunales y del propio Govern.

Ocurren cosas muy raras en este país. Ni los presidentes hacen política, ni los organizadores del referéndum del 1-O tienen claro cómo surgió todo aquello, ni los acusados saben muy bien qué hacen en la cárcel, viendo la vida pasar y escuchando misas. Quizá a la ronda de testigos tenga que unirse un parapsicólogo antes del final del juicio. O del juicio final.


                                                                                  RUBÉN ARRANZ   Vía VOZ PÓPULI

Mariano, Soraya y la imprudencia de los prudentes

A la impresión de que la estrategia del Gobierno del PP fue equivocada en la crisis catalana se añadió la sensación de que la imputación del delito de rebelión sigue fragilizándose


La exvicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría, a su salida del Tribunal Supremo. (EFE)


En un momento de su declaración testifical, Mariano Rajoy afirmó ayer: “Los acontecimientos se veían venir”. Al margen de que los testimonios del expresidente y de Soraya Sáenz de Santamaría hayan sido útiles o no para acreditar los delitos que a los 12 procesados imputan la Fiscalía y la Abogacía del Estado, lo inequívocamente cierto es el Gobierno del PP entre 2012 y 2017 incurrió en una grave omisión política. Si los acontecimientos se veían venir —es decir, la ruptura de la legalidad constitucional mediante la declaración unilateral de la independencia de Cataluña—, ¿cómo es que el Ejecutivo no actuó con la anticipación suficiente para evitar, precisamente, el proceso penal ahora en curso?

Una aplicación del artículo 155 de la Constitución muy anterior al 27 de octubre de 2017 hubiese desapoderado al Gobierno de la Generalitat de Cataluña y se hubiese evitado la judicialización penal que ahora está en fase de resolución. Las razones por las que el Ejecutivo demoró la medida hasta la temeridad las confesaron ayer Rajoy y Sáenz de Santamaría: quisieron ser “prudentes” y desearon actuar con el consenso de la oposición. Mantuvieron tanta prudencia y cultivaron tanto el consenso —precisamente con Sánchez— que los acontecimientos les desbordaron.

Ahora —y más después de las declaraciones testificales de ayer— se acredita que una intervención temporal (no puede ser permanente, diga lo que diga la oposición) y eficaz de la autonomía catalana hubiese evitado las leyes de desconexión del 6 y 7 de septiembre; el asedio tumultuario a la Consejería de Hacienda y Economía el 20 y 21 de ese mismo mes; el referéndum ilegal del 1-O; la declaración, dejada en suspenso, de la independencia el 10 de octubre, y la unilateral y consumada (aunque no publicada) del 27 del mismo mes, fechas todas del año 2017.



Las testificales de Rajoy y Santamaría ofrecieron la versión de la manera en que el Gobierno procrastinó en coger el toro por los cuernos de tal modo que, como ha escrito Antoni Bayona, quien fuera letrado mayor del Parlamento autonómico, “desde Cataluña, tenemos mucha responsabilidad que asumir al respecto por haber elegido una estrategia equivocada y seguramente temeraria. Pero el Estado también tiene mucha responsabilidad por haber dejado pudrir la situación y haberla querido reducir, seguramente también de manera temeraria, a una cuestión legal y judicial” (páginas 53 y 54 de 'No vale todo'. Editorial Península).

El meollo de la cuestión que ayer se dilucidó en el salón de plenos del Supremo —y que las defensas trataron con éxito desigual de poner de manifiesto— fue que la 'prudencia' a la que se acogieron los testigos pudo interpretarse como un grave error de juicio sobre los decididos propósitos de los independentistas y sobre la relevancia de los actos que estaban dispuestos a consumar. Las preguntas de los letrados de los procesados —especialmente de Xavier Melero en el interrogatorio a la exvicepresidenta—, más que intentar acreditar que no hubo este o aquel delito, pretendieron llevar al ánimo de la sala que el Gobierno no percibió hasta muy última hora el riesgo de una situación que dejó avanzar a paso franco, primero con Artur Mas y luego con Carles Puigdemont.



Las apreciaciones de Sáenz de Santamaría y de Rajoy sobre la soberanía nacional, sobre la integridad del Estado, sobre los mandatos constitucionales, fueron del todo impecables y exactas, pero la praxis política que ambos desarrollaron al frente del Gobierno, en vez de materializarla en decisiones políticas —y entre ellas el 155 en su momento—, se derivaron a impugnaciones judiciales de las que ni siquiera se instaron la ejecución de sus resoluciones, como ocurrió con alguna importante del Constitucional que fue dotado por el Congreso con mayoría popular de facultades ejecutivas (multas y suspensiones de funciones públicas).

Fue tan evidente que Rajoy y Sáenz de Santamaria incurrieron en la imprudencia de la extrema prudencia que Javier Ortega Smith, secretario general de Vox, que se estrenó ayer interrogando a ambos, no tuvo que hacer esfuerzo alguno para destacar la errática trayectoria del Gobierno y se permitió hacer preguntas concretas que ni siquiera requirieron la intervención de un Manuel Marchena que tuvo que emplearse a fondo con los letrados de la defensa, que pretendieron colocar valoraciones sumamente políticas desconectadas de la función testifical de los comparecientes. Tampoco los fiscales en la sesión de ayer brillaron a gran altura.

La valoración del comportamiento de los actores en una sala de juicios es tan subjetiva como la opinión sobre una obra de teatro: admite tantas versiones como observadores. Pero, a la impresión de que ayer se contrastó la equivocada estrategia del Gobierno popular en la crisis catalana, se añadió la sensación de que la imputación del delito de rebelión sigue fragilizándose. Cuando se le pidió a Rajoy que mentase un “solo acto de violencia antes del 20 y 21 de septiembre”, el expresidente contestó, lacónico, que no recordaba ninguno en concreto.

Tanto el expresidente como Sáenz de Santamaría se sabían al dedillo la Constitución, pero despejaron algunos balones que debieron jugar y adujeron algunos olvidos imperdonables y que causaron cierta perplejidad. Xavier Melero, defensor de Joaquim Forn y Meritxell Borràs —que destaca con mucho por su técnica de entre los letrados de la defensa—, se empleó a fondo con Soraya, pero dejó marchar a Mariano sin interrogarle. No le hizo falta hacerlo. Él —que no es independentista— y Manuel Marchena fueron los mejores intérpretes de la función. En la que no faltaron los números circenses (pero graves legalmente) de Antonio Baños y Eulàlia Renguant, dos veteranos del 'show' político.


                                                         JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS   Vía EL CONFIDENCIAL

miércoles, 27 de febrero de 2019

80 AÑOS DE LA MUERTE DE ANTONIO MACHADO


/JAVIER OLIVARES


También la muerte cumple años. En este 2019, la de Antonio Machado, ochenta. Dentro de seis (un año antes su hermano Manuel), se celebrará el siglo y medio de su nacimiento.

La muerte se conmemora, el nacimiento se celebra. Conmemorar la muerte significa retenerla en la memoria y evocarla de cuando en cuando porque necesitamos revivir la persona, su paso por la vida, su obra, su legado. El año pasado hizo setenta de la muerte de Manuel Machado, que goza de menos vida eterna que Antonio siendo los dos tan hermanos y estando tan unidos. Porque no hubo caso entre ellos.

Cuando Miguel Pérez Ferrero comentó con Antonio Machado que pensaba escribir una biografía suya y le preguntó por algún aspecto que quisiera ver tratado, sólo le expresó su deseo de que la biografía se extendiera también a su hermano Manuel. El libro se publicó con el título Vida de Antonio Machado y Manuel.

No fue Antonio "el hermano de Manuel", como se atribuye con cierta verosimilitud a Borges, tantas veces inoportuno, pero tampoco al contrario. Todos hemos creído que en dicha relación había admiración de Manuel por Antonio porque éste alcanzó más nombre y proyección. Pero quienes los conocieron y dejaron muestra escrita de tal relación afirman que la admiración era mutua. Antonio siempre vio en Manuel a su hermano mayor, aunque sólo lo fuera por once meses. Así lo refiere Gerardo Diego en su libro Manuel Machado, poeta: "He sido testigo muchas veces de la respetuosa admiración de Antonio por Manuel, no menos que de la ternura profunda de Manuel por Antonio y de su reverencia para el genio fraterno". Ni siquiera la guerra incivil los distanció, pese a sus diferentes posiciones. Siguieron unidos y mandándose noticias cuando Antonio emprendió su penúltimo viaje.

Poco habilidoso para autopromocionarse, hubo Antonio de seguir un indeseado periplo como profesor de francés: Soria, Baeza, Segovia, Madrid. Pero la necesidad y la virtud le facilitaron su adaptación y su producción literaria se mantuvo constante, aunque la publicación no siempre fuera inmediata. De hecho, no dejó de añorar los paisajes soriano, jiennense y segoviano-madrileño, amén de París, su Meca reiterada.

En un principio, Azorín no incluyó a Antonio Machado en la nómina de la Generación del 98, pero sí más adelante, considerándolo incluso como "el poeta" del grupo. Sin embargo, el propio Machado, por pura razón de dad, no se consideró noventayochista; tenía solo trece años cuando el Desastre y su obra comenzó a publicarse varios años después. Respetó a Unamuno como "el mayor" del 98, no sólo por el mero dato biográfico de su nacimiento (1864), sino por la madurez que su obra ya había adquirido por aquel entonces y por la admiración que despertó en él la filosofía unamuniana.

Hace medio siglo que Aurora Albornoz dedicó su tesis doctoral justamente a este interesante objeto: Presencia de Miguel de Unamuno en Antonio Machado. Ciertamente la autora puntualiza bastante y con razón el alcance de dicho título. A mi juicio, eran dos caracteres muy distintos, incluso opuestos. Unamuno era creyente a su manera; Machado, increyente a la suya. El casticismo español unamuniano era de choque; el machadiano era sosegado e irónico. En cuanto a su "filosofía", aunque Machado declara que la suya era la de Don Miguel, había en ello, según creo, más admiración que coincidencia.

Los hombres del 98 o cercanos a esa fecha central de la contemporaneidad española bebieron en las fuentes literarias, filosóficas y políticas europeas, en las que la monarquía y la religión habían cedido enteros al republicanismo, al liberalismo y al socialismo agnósticos y la filosofía escolástica tradicional hacía tiempo que desapareció a manos de las nuevas corrientes racionalistas e irracionalistas, al utilitarismo, al darwinismo, al marxismo, al existencialismo. Los dos hermanos se educaron en la Institución Libre de Enseñanza y a sus maestros dijo Antonio que guardaba "vivo afecto y profunda gratitud". Pero, como apuntó oportunamente Tuñón de Lara (Antonio Machado, poeta del pueblo), se mantuvo lejos de los propósitos institucionistas de la formación de minorías. Y no fue mal complemento de su formación varios periodos de trabajo que pasó en París.

En este contexto, no ahorró Machado críticas a la moda filosófica europea derivada del kantismo y del idealismo alemán acerca de la identificación del objeto de conocimiento. El idealismo le parece artificioso y él se acoge a un realismo ingenuo pero hábilmente expuesto en forma apodíctica difícilmente refutable: "El ojo que ves no es/ ojo porque tú lo veas/ es ojo porque te ve".

Pese a su autoproclamado unamunismo, Machado no lucha con Dios ni le reclama nada. Su vivencia religiosa es casi nostálgica, como "de vuelta", y acaso pesarosa de su debilidad. A veces trata esta cuestión refugiándose en la ironía, que no era sino mera táctica para desplazar el problema hasta mejor ocasión. Por lo demás, aunque con no pocas punzadas críticas, fue muy respetuoso y sensible para con las creencias religiosas populares, en las que creía entrever lo que la razón filosófica no le alcanzaba. En una palabra, luchó a su manera: suave, irónica, amable, nostálgica, impotente, como mirando por una rendija insuficiente. Creyó "en una fe que nace/ cuando se busca a Dios y no se alcanza".

Intentó cubrir el hueco que dejaba Dios con un firme humanismo. En este sentido es muy elocuente la sentencia pronunciada por Mairena a sus alumnos: "Por mucho que valga un hombre, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre". Pero tampoco se siente satisfecho. Por eso plantea una y otra vez el problema hombre-Dios de forma recurrente y agónica. Apunta certeramente Tuñón que no puede hablarse de crisis religiosa, como en Unamuno, pero ciertamente estos problemas se le plantearon con mayor vigor en los años siguientes a la muerte de Leonor.

Alguna relación tiene con lo anterior la poética machadiana, que acude insistentemente a las ideas de instantaneidad y de fugacidad. Comenta Laín (La generación del 98) que Machado percibió con honda agudeza la irreparable fugacidad del instante vivido: Veámoslo en estos sencillos versos. "Este amor que quiere ser/ acaso pronto será;/ pero ¿cuándo ha de volver/ lo que acaba de pasar?/ Hoy dista mucho de ayer./ ¡Ayer es nunca jamás!" Ese dolor del tiempo fugitivo impregna la poesía de Machado, el cual cifra la vida poética genuina en la expresión estética de esa vivencia. Y este rasgo es el que Machado ve en la poesía de Jorge Manrique y de Lope, pero no en la de Calderón, a quien el otro yo de Machado, Juan de Mairena, fustigó una y otra vez.

Republicano desde su formación en la Institución Libre de Enseñanza, conservó su formación juvenil como uno de los ingredientes de su personalidad: "Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,/ pero mi verso brota de manantial sereno". El propio Laín cifra en la palabra pero todo lo que Antonio Machado pudo ser y no fue. Coherentemente, fue siempre proeuropeo, aliadófilo durante la primera guerra mundial, como Unamuno y Ortega, y republicano desde antes de 1931. Esta su ideología fue acentuándose, sobre todo durante la Guerra Civil, hacia un republicanismo de izquierdas hasta acabar en el delirio más antimachadiano imaginable cuando desea cambiar su pluma por la pistola de Líster. Ése ya no era Antonio Machado el Bueno, sino el estertor incoherente de un moribundo.

Su creencia comenzaba y acababa en el hombre. No en el yo, que parece no importarle gran cosa, sino el hombre de carne y hueso: el paisano castellano o el peón andaluz sin futuro. Lo cual lo hacía muy crítico con "el sistema", pero no un sistema entendido como tópico comodín en toda crítica social y política, sino como fenómenos y estructuras sociales concretas como el señoritismo explotador y un analfabetismo poco menos que programado para mejor someter al ignorante y al débil. Aun así, Machado siempre salva la gracia y el ingenio popular, que valoró muy por encima del gay-saber de los sabidillos.


                                                                   ANTONIO TORRES DEL MORAL*  Vía EL MUNDO

*Antonio Torres del Moral es Catedrático de Derecho Constitucional.

LA DEMOCRACIA LIBERAL




La democracia liberal, fundamento de los sistemas políticos europeos, con escasas excepciones, vive una profunda crisis como consecuencia de que se muestra incapaz de cumplir con sus propios fines. Si esto es así es porque es prácticamente imposible que la solución pueda surgir de sí misma, es decir, de los partidos políticos que son quienes la gobiernan, porque sus propias inercias lo hacen imposible. A lo largo de la historia de Europa desde el fin del Imperio romano no es la primera vez que se vive una crisis ni mucho menos, ni siquiera es por ahora de las más destructivas. En todas ellas la respuesta secular ha respondido a una lógica cristiana que ha funcionado hasta que las Guerras de religión (1524-1697), como consecuencia de la reforma protestante, cuestionaron la solución cristiana. A pesar de ello, esta se hizo presente en ocasiones posteriores, la última y la que nos afecta de pleno, la que surgió después de la II Guerra Mundial y dio lugar a los llamados “Treinta gloriosos” años, y a la configuración de lo que fue el Mercado Común, primero, y la Comunidad Europea y la Unión Europea, después. Interesadamente en la narración de aquel periodo se omite o se enrasa por abajo el papel decisivo del cristianismo en el terreno político, la democracia cristiana, pero también en el social, los sindicatos y las organizaciones empresariales cristianas, y cultural. En muchos países el papel de la acción católica en todos estos ámbitos fue determinante. Todo esto ahora se acostumbra a ventilar refiriéndose a una convergencia política de conservadores y socialdemócratas, y estereotipos parecidos que en nada responden a la vigorosa respuesta que sacudió a Europa después de la gran catástrofe de la II Guerra Mundial.

Hoy la Iglesia también vive en una situación difícil, su marginalidad en la Unión es evidente, también parece como si para Roma, Europa fuera un terreno abandonado. Por otra parte, cada vez más la atenazan los escándalos de la pederastia y el intento de introducir un conflicto feminista en el seno de la Iglesia.

Con variaciones este diagnóstico es válido para España, como lo es para una gran parte de Europa. Hay naturalmente condiciones específicas, pero no llegan a alterar las grandes líneas del diagnóstico. La respuesta a esta situación de una doble crisis de sociedad y de la propia Iglesia solo puede venir de la misma mano que históricamente ha actuado con éxito: la fe cristiana.

Podríamos decir que cuando los hombres abandonaron la oración intensa, la penitencia y el ayuno y dejaron de confiar de forma absoluta en Dios, empezó la caída a trompicones de Europa. Esta es la primera causa y de ahí surge todo, pero a partir de ella deben desplegarse nuevos impulsos dirigidos a reconstruir la identidad católica, desarrollar la evangelización recuperando su signo de identidad cristiana. No hay cristianismo sin evangelización. La relación de esta evangelización con una acción colectiva liberadora de las condiciones que impiden reconocer la realidad de lo sobrenatural, liberación de las estructuras del mal, de las alienaciones y dependencias, de la explotación de las personas y la naturaleza, y en definitiva de todo lo que destruye la identidad humana, su naturaleza específica y complementaria basada en la mujer, el hombre y la familia. Esta respuesta solo es posible si los laicos asumen su compromiso y son capaces de generar un movimiento de unidad de acción en torno a unos objetivos comunes básicos. Las diferencias que puedan existir en ningún caso deben de significar que se impongan a la necesidad de encontrar formas de colaboración en una situación tan crítica como la actual.


                                                                                   EDITORIAL de FORUM LIBERTAS

España, en los lemas electorales del PP y del PSOE

Si se toman la molestia de consultar la hemeroteca, descubrirán que el PSOE gana por goleada al PP en la incorporación de la palabra 'España' a los lemas utilizados en campañas desde 1978


Una mujer transporta banderas nacionales en las inmediaciones donde tienen lugar los actos conmemorativos del Día de la Fiesta Nacional. (EFE)


Sostiene el expresidente de los EEUU Barack Obama: “Todo presidente trabaja para modelar el párrafo que resumirá su presidencia en los manuales de historia”.

Mientras valoro el documentado riesgo de que Sánchez pase a la historia por la frase sobre su primera decisión como presidente del Gobierno (“renovar el colchón de la cama de matrimonio”), rebota en mi cabeza la memoria de aquel discurso de Rodríguez Zapatero, cuando dijo en Tenerife (18 de abril de 2007) que “el PSOE es el partido que más se parece a España”.

Luego hubo apropiación indebida del lema por parte de Podemos. Fue en septiembre de 2016, cuando la indignación respiraba por la izquierda y el partido de Iglesias Turrión (“Estamos llamados a gobernar este país”, decía) todavía se sentía llamado a encabezar un plan de saneamiento nacional. Dijo Echenique: “Como lo fue alguna vez el PSOE, ahora Podemos y sus confluencias son el partido político que más se parece a España”.

Hubo un tiempo en que el actual líder socialista y presidente del Gobierno cargó las tintas sobre el españolismo que ahora le discuten PP y Cs

La famosa frase de Zapatero ('copyright' endosable a Rubalcaba) desborda la consideración de una simple ocurrencia. Responde a un cotejo desapasionado entre los perfiles sociológicos y territoriales de eso que llamamos España, por un lado, y el tejido organizativo y sociológico del PSOE, por otro. Se justifica y se fundamenta en la dinámica de dos líneas históricas que siempre se entrecruzaron desde que Pablo Iglesias y Jaime Vera expusieron la situación de la clase obrera en la famosa Comisión de Reformas Sociales (octubre de 1884). Parece indiscutible el anudamiento de ambas realidades durante más de 130 años de historia en paralelo. Y, por supuesto, el PSOE es con mucha diferencia el partido político a escala nacional más longevo de los que van a competir en las urnas del próximo 28 de abril.

Hubo un tiempo en que el actual líder socialista y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cargó las tintas sobre el españolismo que ahora le discuten PP y Ciudadanos, los otros dos partidos de adhesión constitucional. Para los anales queda la presentación de su candidatura a la Moncloa (22 de junio de 2015), en la que apareció con una enorme bandera nacional de fondo.




Pero pronto el reproche tomó forma en las redes sociales: “Eso lo haces en Madrid, pero no te atreves a hacerlo en Cataluña”. Así que tuvo que repetir la jugada tres meses después (17 de septiembre de 2015), acompañado por un Miquel Iceta que asumió el reto: “¡Ponedme la bandera, por favor!”, gritó. Y entonces la ‘senyera’ fue sustituida en la pantalla por una gran bandera rojigualda de 4,40 metros de ancho y 2,60 de alto.

Tres años después, las redes sociales ardieron por una ausencia de la bandera de España. No apareció en lugar visible durante el tradicional sorteo navideño de la Lotería Nacional. No hay precedente de su desaparición de la escenografía del Teatro Real durante el popular sorteo del último 22 de diciembre.




No obstante todo lo dicho, si ustedes se toman la molestia de consultar la hemeroteca, descubrirán que el PSOE gana por goleada al PP en la incorporación de la palabra 'España' a los lemas utilizados en campañas electorales desde 1978 (generales, se entiende). Cuatro a uno, salvo error u omisión.
El PSOE la utilizó en 1989 ('España en progreso'), en 1996 ('España en positivo'), en 2004 ('Merecemos una España mejor') y ahora en 2019 ('La España que queremos'). El PP, solo en 2015 ('España en serio').

Más allá de la interpretación de cada quien, el dato abre un hilo sobre las desapacibles acusaciones de Casado y Rivera contra Pedro Sánchez. ¿Están fundamentadas las sospechas respecto a la supuesta tendencia del actual presidente a traficar con lo que es y lo que representa la unidad de España para mantenerse en el poder? Yo creo que no.


                                                                            ANTONIO CASADO   Vía EL CONFIDENCIAL

INÉS, INESITA, INÉS

Rivera arriesga, apuesta por Arrimadas y recupera protagonismo para consumar un 'sorpasso' sobre el PP que se adivina casi imposible

Inés Arrimadas


Tres hojitas, madre, tiene el arbolé, se cantaba en las escuelas cuando los gays aún no se habían amariconado, como explica José María Cano. Tres hojitas tiene también el arbolé de la derecha. La una en la rama, o sea el PP, y las dos en el pie, Cs y Vox. Inés, Inés, Inesita, Inés, decía la tonadilla. Las tres hojitas cuelgan, en efecto, del mismo tronco, aunque parecen de árboles distintos. No lo son. Brotaron todas ellas de la gran derecha de Aznar, que plantó y crió un hermoso arbolito que llegó a casi 10,5 millones de votos. Rajoy lo heredó algo marchito, lo regó con cariño y, después de dos mustias legislaturas, consiguió hacerlo rebrotar con fuerza inusitada, hasta los 10,8 millones.

Era un árbol de hoja única, con vocación de perenne. Hasta que emergió la hoja de Ciudadanos, con savia nueva y en un plis plás se zampó dos millones de votos de un Rajoy torpe y adormilado. Ahora al arbolito le ha salido otra hoja, con ganas de subirse a la parra y entoñar a las otras dos bajo tierra. Ahí están las tres hojitas. Y ahí está también Inesita, la del cantar.

La protagonista de la semana y quizás del año. Pese a la sorpresa, e incluso al susto de algunos, Inés Arrimadas ha hecho lo que todos esperaban: dar el salto a Madrid. Andan sueltos los lobos en Cataluña y no hay pastor que los devuelva al monte. Arrimadas consumó la proeza de vencerlos, por primera y quizás única vez, en su propio terreno, en unas autonómicas. Convirtió a Ciudadanos en la primera fuerza del Parlamento aunque sin poder gobernar. En una comunidad asilvestrada y emponzoñada desde las aulas a la tele, desde el patio del recreo hasta el Virolai, toda ensoñación de normalidad se antoja un imposible. Por ahora.
Arrimadas es la política más estimulante y atractiva de nuestro patio político, en el que abundan las mujeres de cuota pero no de fuste. Irene Montero prometía pero se sepultó en el chalé
Albert Rivera ha ultimado un par de jugadas muy arriesgadas, pero inevitables. Los sondeos le acogotan, lo naranja no vende como antaño y ya no tiene enfrente a un PP viejuno y adormilado, sino a uno nuevo, con brío y con ganas, con un líder incluso más joven que él mismo, y con ideas modernas y muy claras.

El primer movimiento de Rivera ha sido romper drásticamente con el mal, es decir, con Sánchez y sus compañeros de cama golpistas. Renuncia al voto de la izquierda moderada, dicen, y se lanza a la conquista de la copa del árbol. Para semejante desafío, necesitaba ayuda. Sólo Inés se la puede prestar. Ciudadanos es un partido, no se sabe bien porqué, con escasa anuencia en el voto femenino. Arrimadas es el antídoto contra ese maleficio. Es la política más animosa, estimulante y atractiva del tablero, en el que abundan las mujeres de cuota que no de fuste. Irene Montero prometía pero se sepultó en el chalé.

Con Arrimadas, el partido naranja ha recuperado protagonismo, empuje, ansias de conquista y, sobre todo, notoriedad. Rivera estaba estancado. Casado le hurta gran parte de su discurso liberal y Vox le deja en pañales frente a los golpistas. Incluso ha tenido que recurrir a una tránsfuga en la vieja Castilla. Nunca ocurrió tal cosa en quien se reclama estandarte de ‘la nueva política’.

Los desafíos de Rivera

El futuro es mujer, diría Ferreri. Arrimadas tiene vocación de líder y más tirón que el flautista de Hamelín, como demostró en las andaluzas. Casado le hizo allí la campaña a Juanma Moreno y Arrimadas se la hizo al pansinsal de Marín. A ambos les fue bien. Echaron a Susana Díaz y gobiernan mano a mano. A trompicones, pero gobiernan. Le toca ahora a Arrimadas fajarse en la Champions. Para despedirse del navajeo cobardón y potriñoso del supremacismo separatista, se plantificó en Waterloo, ante los morros del prófugo, una visita discutible. Ahora se enfrascará en una intensa campaña, lejos de Rivera y cerca del votante. Quizás le salga bien. El objetivo es el ‘sorpasso’.
Inés ha saltado a la arena para catapultar al equipo naranja por encima de los pronósticos. Si lo logra, el futuro es suyo. Y si no, también. Rivera ya tiene heredero
Rivera se enfrenta a dos desafíos. Anular a Casado y alejarse de Vox. Al líder del PP pretende cogerlo por la taleguilla, para que no recupera sus votantes perdidos. A Abascal lo mantiene a raya a patadas. Los tres, a manotazos, en el arbolé. Los demóscopos vaticinan que con tres hojitas, el árbol de la derecha puede secarse. Si sólo hubiera dos, alcanzarían los 190 escaños. Con Vox difícilmente llegarán a los 176, es decir, la mayoría absoluta. 

Casado se desgañita repitiendo esta cantinela del voto útil. “El único PP es el PP. No busquen imitaciones”. Una propuesta sensata pero que se antoja imposible. Rivera ha echado el resto y Vox no ha nacido para arrugarse. Hay un voto con ganas de venganza, ansioso de propinarle un patadón en el pandero al chulapo de la Moncloa. Vox tiene la bota más gorda. Y Ciudadanos se ha puesto en manos de Arrimadas, la presencia más contundente, recia y vigorosa de sus filas.  

Inés, Inesita, Inés ha saltado a la arena para catapultar al equipo naranja por encima de los pronósticos. Si lo logra, el futuro es suyo. Y si no, también. Rivera ya tiene heredero.


                                                                       JOSÉ ALEJANDRO VARA  Vía VOZ PÓPULI

martes, 26 de febrero de 2019

¿QUÉ DEBE PREVALECER, LA DEMOCRACIA O LA LEY?

Vivimos tiempos de grandes decisiones, y a todos nos interesa estar en las mejores condiciones posibles para tomarlas. Es el caso de los conceptos básicos políticos y jurídicos


Los 12 líderes independentistas acusados por el proceso soberanista catalán que derivó en la celebración del 1-O. (EFE)



El juicio al 'procés' debe obedecer a una lógica estrictamente jurídica. Su única finalidad es saber si hubo delito, cuál es su tipificación en caso de que lo hubiera habido, y aplicar las penas adecuadas. Pero en este juicio se están manejando conceptos políticos, filosóficos, éticos, que me parece importante analizar. Así podríamos aprovechar pedagógicamente esta desdichada circunstancia. He defendido hasta la tozudez que en la enseñanza obligatoria debería incluirse el estudio de los conceptos básicos de política, derecho y economía que todo ciudadano necesita manejar. No lo he conseguido y por eso aprovecho los medios de comunicación a mi alcance para hacerlo. Vivimos tiempos de grandes decisiones, y a todos nos interesa estar en las mejores condiciones posibles para tomarlas.

Hace unos días, Josep Rull, en su declaración, nos brindó un buen ejemplo. Según él, el Govern buscó la legitimidad apostando por el equilibrio entre el imperio de la ley y el principio democrático. Obedecer a este último puede implicar desobedecer la ley. Esto forma parte de la justificación del nacionalismo en general, y del catalán en particular. Anna Gabriel, cuando era dirigente de la CUP, defendió en múltiples ocasiones que “en el Estado español el imperio de la ley parece que está por encima de la democracia”. Hace unos días, el presidente Torra dijo que la democracia estaba por encima de la ley. Por el contrario, poco después, el Rey afirmó que "no es admisible apelar a una supuesta democracia por encima del Derecho, pues sin el respeto a las leyes no existe ni convivencia ni democracia". En su declaración en el juicio, Jordi Sànchez volvió sobre el asunto para decir: “No hay democracia sin ley, pero no puede haber ley que ahogue la democracia”.

Ya que la democracia se rige por la ley de la mayoría, ¿puede anular los derechos de las minorías?


Lo que hay en el fondo del problema es la diferencia entre “legalidad” y “legitimidad”, un tema que ha preocupado a los humanos a lo largo de su experiencia histórica, como he contado en 'Biografía de la humanidad'. Legalidad es la conformidad con la ley. Legitimidad es la conformidad con la Justicia. El apartheid en Sudáfrica era legal, pero no se puede pensar que fuera legítimo. El “principio democrático” -la “voluntad popular”- aparece como fuente de legitimación. Es el principio de superior jerarquía, y, en consecuencia, está por encima del “imperio de la ley”. Hay que someterse a la ley solo si es justa, es decir, solo si está democráticamente legitimada.

Esta solución planteaba también problemas. ¿La “voluntad popular” puede legitimar cualquier cosa? Puesto que la democracia se rige por la ley de la mayoría, ¿puede anular los derechos de las minorías? Si el Parlamento es superior a la ley, la sociedad se habría liberado del poder absoluto del soberano para caer bajo otro poder absoluto: la mayoría democrática. “No queremos pasar del despotismo del monarca al despotismo de la multitud”, escribió Burke. Para resolver este problema, la inteligencia social tuvo que emplearse a fondo. En primer lugar, postuló que había derechos previos a la democracia, que no dependían de la voluntad popular, ni de la ley de la mayoría. Eran “derechos universales e inalienables”. Ahora los llamamos “derechos humanos”. Están por encima del “principio democrático”. No se puede ir contra ellos apelando al voto. Además, había que entender el “principio democrático” en sentido estricto, es decir, como “principio” que solo podía aplicarse mediante reglas, normas y leyes. Sin esta concreción significa muy poco. ¿Obligan esas leyes también al Parlamento que las promulga?

Inteligencia política en acción


La teoría del “poder absoluto” se basaba en el axioma de que la fuente de la ley no podía estar sometida a la ley. Pero el “imperio de la ley” impone lo contrario. Todos los agentes sociales deben estar sometidos a ella, incluido el poder legislativo. La inteligencia política inventó una salida. Distinguió dos modos de “voluntad popular”, es decir, de aplicación del “principio democrático”. Uno, era el “modo constituyente”. La leyes que emanaban de él tenían mayor rango que las que emanaban de un “modo ordinario”, no constituyente. Fue una decisión pragmática, sometida a muchas críticas. La implantación de los tribunales constitucionales pareció a muchos politólogos un ataque al poder supremo del Parlamento. Los jueces estaban por encima de la democracia. Al final se impuso la razón.


Los diputados del PP aplauden durante el debate de totalidad de los Presupuestos en el pleno del Congreso. (EFE)
Los diputados del PP aplauden durante el debate de totalidad de los Presupuestos en el pleno del Congreso. (EFE)


El buen ejercicio de la democracia exigía que, además de la limitación externa impuesta por los “derechos humanos previos”, se impusiera una limitación interna, convirtiéndose en “democracia constitucional”. La Constitución, surgida de la democracia, se imponía a la democracia marcándola sus competencias. Como digo, fue una decisión pragmática. Según Thomas Paine, a caballo entre dos revoluciones, la americana y la francesa, puesto que la Constitución recibe su carácter supremo de la voluntad popular, no se puede impedir que ese mismo pueblo revise continua y periódicamente, al menos una vez cada generación, esa Constitución. En Francia, eso dio origen a la Constitución de 1791, a la de 1793, a la de 1795, etcétera. El mismo Sieyès, que había defendido años atrás esa idea de la nación en permanente proceso constituyente, tuvo que desdecirse para poder conseguir un mínimo de estabilidad. El Parlamento debía tener una soberanía limitada. Acabó por defender la creación de un Tribunal Constitucional. La ley se imponía así a la democracia.

Tal vez al lector le parezca demasiado complicada esta evolución, pero las cosas sucedieron así. No fueron reflexiones teóricas las que configuraron nuestros sistemas políticos, sino un largo esfuerzo por buscar soluciones más justas a conflictos inevitables. Los sistemas políticos y jurídicos no se diseñaron de nueva planta, sino que fueron reajustándose una y otra vez. Hasta este momento, la mejor solución implica que todos estemos sometidos al “imperio de la ley”, y que esta ley alcance su legitimidad del “principio democrático” sometido a dos limitaciones. Por una parte, a los “derechos superiores predemocráticos” y por otra a las limitaciones constitucionales.

Un voto que diera como resultado una mayoría a favor de la secesión de Quebec conferiría al proyecto de secesión una legitimidad democrática

En su declaración, Josep Rull mencionó a Canadá como ejemplo de buena solución del conflicto planteado por el secesionismo. La resolución del Tribunal Supremo canadiense me parece clara y rigurosa, y les invito a leerla en mi blog. Quebec había planteado al tribunal tres preguntas: (1) En virtud de la Constitución de Canadá, ¿puede el Parlamento de Quebec proceder unilateralmente a la independencia de Quebec?; (2) ¿Puede hacerlo en virtud del Derecho Internacional?; (3) En caso de colisión entre ambos derechos, es decir, que uno admitiera la secesión y otro no, ¿cuál debería prevalecer?

Aunque la Constitución canadiense no tiene ningún artículo sobre la indivisibilidad de la nación, el Tribunal Supremo niega que la Constitución permita la secesión, niega que el Derecho Internacional permita la secesión, y considera que al no haber contradicción entre ambas instancias, no es necesario contestar la tercera pregunta. Pero añade precisiones muy interesantes para nuestro tema. Un voto que diera como resultado una mayoría clara en Quebec a favor de la secesión, como respuesta a una pregunta clara, conferiría al proyecto de secesión una legitimidad democrática que tendrían la obligación de reconocer todas las demás partes de la Confederación. Se refiere a reconocer el derecho de pedirlo y negociarlo, no a un derecho a conseguirlo. ”Quebec, a pesar de un resultado claro en referéndum, -indica- no podría invocar un derecho a la autodeterminación para dictarles a los demás miembros de la federación las condiciones de un proyecto de secesión. El voto democrático, sea cual sea la amplitud de la mayoría, no tendría en sí ningún efecto jurídico”.




Añade otra interesante precisión. “Tampoco es aceptable la proposición inversa: el orden constitucional canadiense existente no podría quedarse indiferente ante la expresión clara, por parte de una mayoría clara de quebequeses, de su voluntad de no seguir formando parte de Canadá”. Deberían por ello establecerse negociaciones en las que se tuviera en cuenta no solo los legítimos deseos de los habitantes de Quebec, sino “los intereses de las demás provincias, del gobierno federal, de Quebec y, de hecho, de los derechos de todos los canadienses dentro y fuera de Quebec, y más especialmente de los derechos de las minorías”. Aunque una mayoría pidiese la independencia de Quebec, la negociación tendría que hacerse entre dos mayorías legítimas: la mayoría de la población de Quebec y la del conjunto de Canadá.

En 1995, se celebró un referéndum sobre la independencia en Quebec, que tuvo una participación del 93,52% —4.757.509 votantes— y que los separatistas perdieron por un margen insignificante, 50,58% frente a 49,42%, una diferencia de 55.000 votos. El proceso, pues, quedó paralizado. Según el Tribunal Supremo, si los secesionistas hubieran conseguido una mayoría significativa eso no les habría conferido el derecho a la independencia, sino solo el derecho a que el resto de la Federación tuviera que considerar ese deseo y comenzar un proceso de negociación en las condiciones que antes he reseñado.

¿Qué le parece a usted la solución canadiense?


                                                                   JOSÉ ANTONIO MARINA  Vía EL CONFIDENCIAL

FELIPE VI, REY DE LA PACIENCIA

El de ayer fue un día en el que algunos medios de ‘Madrit’ coincidían con los marcadamente independentistas a la hora de destacar el feo de Torra al Jefe del Estado

Felipe VI a su llegada al Mobile World Congress. EFE


Desdeño las romanzas de los tenores huecosy el coro de los grillos que cantan a la luna.
Antonio Machado. (Retratos)

Imposible escribirlo mejor que Gregorio Morán el sábado pasado y en este periódico: “Ya no hay líderes sin imágenes. Incluso antes de que exista el liderazgo aparecen las imágenes que lo preparan para que lo sea”. Por esto, y otras razones que no vienen al caso, sorprende que los periodistas sigamos cayendo en el error de solemnizar la trivialidad encarnada en tipos como el tal Torra. A un mediocre como el nombrado le dan las portadas de los telediarios de las tres de la tarde de ayer y se viene arriba. Es exactamente lo que deseaba este subalterno de Puigdemont, que el doble plante al Rey fuera noticia desde el primer minuto. Lo consiguió. Pero que lo desee no significa que por el camino encuentre la complicidad de los medios que han decidido dar brillo a un acto impropio de quien dice representar al pueblo catalán. Es curioso, el de ayer fue un día en el que algunos medios que llaman de 'Madrit' coincidían con los marcadamente independentistas a la hora de destacar la renuncia de Torra a cumplimentar al Jefe del Estado.


Sorprende que los periodistas sigamos cayendo en el error de solemnizar la trivialidad encarnada en tipos como el tal Torra
La política se ha convertido en un gran plató de televisión en el que cada vez importa menos lo que se dice y más lo que se ve. No sería así si semejante fatalidad no encontrara por el camino la ayuda de los que nos dedicamos a escribir y a opinar sobre lo que pasa. Yo mismo creo que estoy haciendo exactamente lo que estoy criticando al dar pábulo y trato de político a un mentecato maleducado que ha llegado a presidente sin pedirlo. El mismo que viene aquí, el día que comienza el juicio de los golpistas del 1-O y salen a recibirlo y a despedirlo lo más lato y granado de la judicatura española. 
No, no digo que haya que responder a la mala educación con más desplantes, digo que quizá pecamos de ingenuos y garantistas con tipos que vienen aquí y saludan al presidente del Tribunal Supremo con un símbolo en el ojal que dice que aquí en España tenemos presos políticos. Torra no saluda ni recibe al Rey de España y así ha hecho una noticia huérfana de palabras pero preñada de imágenes que dicen a quienes las vemos que así es como se hace un feo a millones de españoles que nos sentimos representados, defendidos y amparados por un Rey que da la cara incluso cuando lo dejan sólo.


Hubo un tiempo en que ETA abría también las ediciones de los informativos y los periódicos. Sabían lo que hacían. Conseguían transmitir el terror y lo dejaban reposar en nuestras casas durante un buen rato. Torra puede que no sea tan sofisticado, pero cada vez que sale en la televisión faltando el respeto al Rey, y por extensión a todos los españoles, esboza una sonrisa a sabiendas de que lo que hace, o más bien deja de hacer, da alas a un discurso que está pidiendo una sesión psiquiátrica a voces. Y ahí está este tipo, que un día nos llamó bestias carroñeras, insultando a Felipe VI. No insulta quien quiere. Y menos Joaquim Torra. Cráneo privilegiado de la política local catalana.


                                                                                        FÉLIX MADERO  Vía VOZ PÓPULI