Translate

domingo, 28 de marzo de 2021

VACUNAS, EL GRAN FIASCO EUROPEO

 

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

 Un caso claro de niña prodigio. Estrella emergente del equipo de la presidenta alemana Angela Merkel, Ursula Gertrud von der Leyen, 63, ocupó en 2005 la cartera de ministra de Familia y después la de Trabajo y Asuntos Sociales, aunque fue en 2013 cuando dio su gran salto adelante al convertirse en la primera mujer en hacerse cargo del ministerio de Defensa, un puesto siempre complicado. Y allí fue donde Von der Leyen, avalada por una intachable reputación de “mujer para todo”, gozando siempre de la confianza de Merkel, arruinó su reputación. Porque en Defensa tuvo que enfrentarse a denuncias de plagio de su tesis doctoral (les suena, ¿no?), a acusaciones de falta de liderazgo, a sucesivos problemas sobre la falta de operatividad de los equipos de la Bundeswehr, e incluso a sospechas de corrupción en compras de material militar que pusieron su figura contra las cuerdas. Tal vez un principio de Peter como un piano. Las polémicas, sin embargo, no arruinaron su carrera política, antes al contrario, Von del Leyen se convirtió el 1 de diciembre de 2019 en presidenta de la Comisión Europea en sustitución del luxemburgués Jean-Claude Juncker.

Han sido, sin embargo, las compras de las vacunas anti-covid por ella dirigidas como primera autoridad de la Unión las que han terminado por arruinar esa imagen suya de mujer eficiente y delicada como una figura de porcelana china. La suya y la de la chipriota Stella Kyriakides, comisaria de Salud y Seguridad Alimentaria, y la de la italiana Sandra Gallina, directora general de Salud. A la altura de este domingo, 28 de marzo, apenas el 11,3% de la población europea (448 millones) ha recibido la primera dosis y menos de un 5% las dos necesarias para alcanzar la inmunidad, muy lejos de los porcentajes de vacunación alcanzados por países como Estados Unidos, Israel, Reino Unido (RU) y otros. Entre la incredulidad y la rabia, el ciudadano de la UE se resiste a creer que las cabezas rectoras de la espléndida, poderosa, siempre envidiada Europa hayan podido ser engañadas por los ejecutivos de varias compañías farmacéuticas, alguna de las cuales produce la vacuna en territorio comunitario para exportarla luego. más de un año después de declararse la pandemia, las dosis prometidas no han llegado a destino, mientras se sigue profundizando la ruina económica y, lo que es más grave, siguen muriendo europeos por millares víctimas del virus, con la mayoría de los países a punto de “celebrar” la Semana Santa cerrados a cal y canto.

Apenas el 11,3% de la población europea (448 millones) ha recibido la primera dosis y menos de un 5% las dos necesarias para alcanzar la inmunidad

Un escándalo sin paliativos, consecuencia, en parte, de la falta de experiencia de las tres dirigentes, con Von der Leyen a la cabeza, a la hora de negociar grandes contratos de suministro estratégico que, hasta cierto punto, son normales, incluso rutinarios, en cualquier Estado. Cuando los Gobiernos de Washington y Londres decidieron involucrarse en la financiación de las investigaciones para el hallazgo de una vacuna, lo hicieron imponiendo a las farmacéuticas estrictas obligaciones de suministro prioritario a sus respectivos países. EE.UU. invocó incluso la Defense Production Act por la cual las vacunas no podrían ser exportadas hasta que no se hubieran entregado las dosis necesarias para vacunar a la población americana. Bruselas, en cambio, negoció con la anglosueca AstraZeneca (AZ) liberando a la farmacéutica de cualquier compromiso similar. Simplemente se le reclamó “sus mejores esfuerzos” para cumplir con las entregas. ¿Resultado? AZ ha hecho lo que más ha convenido a su cuenta de resultados. Los 100 millones de dosis comprometidos para entrega en el primer trimestre quedaron pronto reducidos a 30, de los cuales finalmente ha entregado 17 por “falta de capacidad de producción”.

Los negociadores de la Unión, por otro lado, pusieron todo su empeño en lograr el mejor precio posible, cuando lo importante era asegurar las dosis suficientes en los plazos correctos. Al final, y como ha declarado el eurodiputado Luis Garicano, “lo barato sale caro”. Más grave aún, en tanto en cuanto pone al descubierto alguno de los males de siempre del proyecto europeo, fue el especial énfasis puesto por los equipos de Von der Leyen a la hora de cubrir todos los flancos desde el punto de vista de la responsabilidad civil sobre cualquier contingencia derivada de la administración de la vacuna. Es lo que en Bruselas llaman “principio de precaución”. Miedo a flor de piel. “La UE nunca se ha tomado esta pandemia como una guerra, y esto es una guerra, una guerra en la que están en juego millones de vidas”, añade Garicano. El pánico a los antivacunas ha retrasado las negociaciones y ha desviado el tiro de lo importante, el suministro y los plazos. Al final, no hay seguro en el mundo capaz de cubrir una contingencia grave causada por un eventual mal funcionamiento de la vacuna. Ante la amenaza de una guerra, la obligación de la elite dirigente es pertrecharse para la guerra. Falta de agallas y ausencia de liderazgo.

La UE tiene miles de funcionarios pagados a precio de oro, pero incapaces de tomar decisiones rápidas ante situaciones de emergencia

Un tercer elemento retardatorio ha sido la extrema lentitud en la aprobación de las vacunas, o la losa de una burocracia que desde el principio de los tiempos atenaza al proyecto europeo. Un paquidermo lento de reflejos. Miles de funcionarios pagados a precio de oro, pero incapaces de tomar decisiones rápidas ante situaciones de emergencia, a tenor con la arquitectura institucional de una Unión diseñada para alcanzar complicados compromisos entre 27 países en negociaciones de cientos, quizá miles de horas, en acuerdos que a veces se cierran a altas horas de la madrugada, todo ello reñido con el diseño de una estructura ágil y eficiente, capaz de reaccionar con determinación y cueste lo que cueste ante situaciones graves sobrevenidas.

Meses después del inicio de la campaña de vacunación, el ritmo sigue siendo desesperantemente lento. Situación insostenible e inaceptable, más aún si se tiene en cuenta que la Unión no ha tenido dosis para vacunar en tiempo y forma a su población, pero sí para exportar. En efecto, entre el 1 de diciembre y el jueves 25 de marzo, han salido de la UE un total de 77 millones de dosis con destino a 33 países. De dicha cantidad, 21 millones se enviaron a RU, lo que equivale a decir que de dos terceras partes de los 31 millones de dosis que a día de hoy Londres dice haber administrado a su gente fueron fabricadas en suelo europeo. Por el contrario, la UE no ha recibido ninguna dosis producida en suelo británico. Por bordear, se ha bordeado incluso el ridículo. En efecto, el lunes supimos que una unidad de élite de los Carabinieri, actuando a las órdenes de Bruselas, había descubierto 29 millones de dosis escondidas en una fábrica cercana a Roma, lo que pareció confirmar la sospecha de que AZ estaba exportando dosis en secreto a RU sin cumplir los contratos firmados con Bruselas. Sin embargo, funcionarios comunitarios se vieron obligados a reconocer el miércoles que la noticia era falsa, y que la mayoría de las dosis descubiertas estaban destinadas a la propia UE. Un ministro portugués (presidencia rotatoria en Lisboa), calificó el episodio como “el más embarazoso en la historia de la UE”.

El retraso en el calendario de vacunación es ya de siete semanas frente a las cinco de principios de febrero y podría costar a los 27 la friolera de 123.000 millones en 2021, según un cálculo hecho público este jueves por la aseguradora Euler Hermes. En España, solo el 50% de los mayores de 80 años ha recibido al menos la primera dosis de la vacuna, lo que supone alrededor de 1,2 millones de personas. El objetivo de tener vacunada al 70% de la población de la Unión a finales del verano parece inalcanzable. “No tiene sentido llorar por la vacuna derramada”, decía un editorial de Le Figaro del martes 23. Sí lo tiene la exigencia de “empezar a vacunar siete días a la semana, día y noche, para compensar semanas de improvisación”, en la confianza de que las dosis necesarias terminarán por llegar. Ha llegado el momento de exigir “más vacunas y menos palabras”.

El miércoles, Bruselas reforzó el “mecanismo de transparencia y autorización para la exportación de vacunas contra Covid-19”, creado a finales de enero, que permitirá a los 27 bloquear la exportación a partir de ahora y presionar a los laboratorios para obligarlos a entregar la cantidad comprometida bajo contrato. Von der Leyen y su equipo se esfuerzan ahora en enviar mensajes esperanzadores, enfatizando que las vacunas van a empezar a llegar por fin como agua de mayo. Según la comisaria, la Unión recibirá en el segundo trimestre 360 millones de dosis, incluidas 200 de BioNTech-Pfizer, 35 de Moderna, 55 de Johnson & Johnson (la vacuna monodosis ya aprobada por el regulador), así como 70 de AZ (de los 180 millones inicialmente contratados).

El fracaso a la hora de vacunar con rapidez amenaza con hacer más daño a la imagen y al crédito de la UE que la mayoría de espinosas cuestiones (crisis del euro, Brexit, emigración, etc.) que hasta ahora han desgastado al proyecto

El fracaso a la hora de vacunar con rapidez amenaza con hacer más daño a la imagen y al crédito de la UE que la mayoría de espinosas cuestiones (crisis del euro, Brexit, emigración, etc.) que hasta ahora han desgastado al proyecto. Nadie ha explicado aún las razones de un fiasco que destruye la confianza, si alguna quedaba, en la capacidad de la elite dirigente instalada en Bruselas y suscita todo tipo de interrogantes sobre el futuro de la Unión en manos de semejante tropa. Los resultados son devastadores: exasperación ciudadana, ruina económica, quebranto de libertades básicas, suspensión de la democracia parlamentaria y daños morales y psicológicos para millones de ciudadanos. Una parte de Francia soporta ya un tercer encierro y la opinión del 81% de los franceses sobre el Gobierno Macron es que “no sabe a dónde va” (encuesta de Odoxa para Le Figaro y France Info) en la lucha contra la covid, movido solo por consideraciones políticas y electorales. Nunca como ahora la incertidumbre fue tan absoluta, y el futuro tan oscuro.

Nadie, que se sepa, ha reclamado la dimisión de Von der Leyen, pero tal vez vaya siendo hora de empezar a exigir responsabilidades, desde luego políticas pero también penales, por las decisiones tomadas y, sobre todo, por las no tomadas. Para España el corolario es desolador: ¿podemos fiarnos en que esta UE vaya a ser capaz de sacarnos del agujero en que nos ha metido un Gobierno que amenaza gravemente la estabilidad del país y algunos de nuestros derechos esenciales? ¿Va a ser capaz Bruselas de fiscalizar la utilización por este Gobierno de los fondos tan generosamente regados por los 27 para combatir los efectos de la pandemia? A diferencia de Macron, contra el que hoy dispara incluso la prensa de derechas, Pedro Sánchez es un señor que pasaba por allí y que no se siente concernido por ningún tipo de catástrofe. Sus conocimientos de cualquier cosa son limitados, pero ha aprendido que la mejor forma de escurrir el bulto es endiñar la responsabilidad a otros, en este caso a las CC.AA. Nunca se vio sobre la piel de toro semejante exhibición de criminal escapismo. El caso es que, a día de hoy, el bello capo que nos preside no ha recibido ni una crítica, ni el más leve rasguño. Más de 100.000 cadáveres le contemplan, pero él mira hacia otro lado. Como siempre. Como con todo. Un auténtico campeón.

 

                                                           JESÚS CACHO   Vía VOZ PÓPULI

ESPAÑA CONVERTIDA EN 'CAMPO DE EXTERMINIO'

 

Tr%C3%A1nsito-de-San-Jos%C3%A9_Espinosa. 

Tránsito de San José (c.1621). Jerónimo Rodríguez de Espinosa (Valladolid 1562 - Valencia c. 1639).
Parroquia de la Santa Cruz de Valencia

El obispo de Alcalá de Henares, Mons. Juan Antonio Reig Plá, ha publicado una durísima carta pastoral este pasado viernes 19 de marzo, día de San José, a propósito de la aprobación el día anterior de la denominada Ley de Eutanasia, por parte del gobierno progresista de Pedro Sánchez, en la que califica a España de "campo de exterminio" de todo aquello que constituye lo “específicamente humano”, esto es, "la dignidad y el carácter sagrado de la vida". 

El obispo añade que le "Le tenían ganas. La España tradicionalmente católica y que expandió la fe allende los mares, era un enemigo a batir por sí misma y por su repercusión en los pueblos hermanos de Hispanoamérica, Filipinas, el mismo contexto europeo y la influencia en todo el mundo de nuestros misioneros, activos colaboradores con la transmisión de la fe". Al mismo tiempo alerta que, "con esta ley se consuma el proceso de transformación de la ley natural y de los llamados derechos humanos, en derechos subjetivos, según los propios deseos de cada uno. Ya no quedan los bienes indisponibles. Lo que viene después son las leyes que propicien el transhumanismo”.

Copio a continuación la carta íntegra de monseñor para todos aquellos que puedan estar interesados en conocer su contenido:

Con todo respeto y aprecio en el Señor a las personas, debo hacer algunas consideraciones respecto a ciertas leyes y hechos.

Le tenían ganas. La España tradicionalmente católica y que expandió la fe allende los mares, era un enemigo a batir por sí misma y por su repercusión en los pueblos hermanos de Hispanoamérica, Filipinas, el mismo contexto europeo y la influencia en todo el mundo de nuestros misioneros, activos colaboradores con la transmisión de la fe.

            Avanzada la llamada transición política, y con una Constitución española llena de ambigüedades, las fuerzas laicistas unidas a las fuerzas políticas partidarias de la relativización cultural, moral y religiosa de nuestro pueblo, han conseguido, - con la aprobación de leyes que permiten destruir la vida por nacer, tanto en el seno materno como en los laboratorios, y ahora con la aprobación de la Ley de la eutanasia, - convertir a España en un campo de exterminio.

El “tsunami” de leyes que desregulariza el patrimonio cultural y espiritual de España, enarbolando siempre la bandera de la “libertad”, comenzó con la ley del divorcio (1981), a la que siguieron la despenalización del aborto (1985), la ley sobre técnicas de reproducción asistida (1988), la ley que permite el así llamado matrimonio civil entre personas del mismo sexo (2005), la ley del divorcio “exprés” y el repudio (2005), la introducción de la asignatura “Educación para la ciudadanía” que hacía presente la “ideología de género” en la escuela (2006), la ley sobre técnicas de reproducción asistida (2006), la ley Aido sobre la interrupción del embarazo y la salud sexual y reproductiva (2010), la ley de investigación biomédica (2011), hasta llegar a las leyes autonómicas sobre “Identidad y expresión de género e Igualdad social y no discriminación” presentes en varias comunidades autónomas de la nación española.

            Además de otras propuestas leyes permisivas anunciadas por distintos ministerios, la puntilla final a la libertad de conciencia y a la dignidad de toda vida humana, la han puesto la nueva ley de educación (2020) y la ley de la eutanasia (2021). Con ello las fuerzas globalistas, los lobbies financieros, sus terminales eutanásicas y el laicismo militante pueden darse por vencedores ante un pueblo anestesiado por los medios de comunicación, la fuerte ingeniería social desarrollada con la perversión del lenguaje, un Tribunal constitucional atrapado por el positivismo jurídico y que deja en desamparo lo que naturalmente constituye lo “específicamente humano”: la dignidad y el carácter sagrado de la vida, la diferenciación varón -mujer como riqueza de patrimonio de la humanidad, el bien del matrimonio abierto a la vida y la función social de la familia como pilares que sostienen una sociedad estable y con un horizonte de fraternidad. Con esta ley se consuma el proceso de transformación de la “ley natural” y de los llamados “derechos humanos”, en derechos subjetivos, según los propios deseos de cada uno. Ya no quedan los bienes indisponibles. Lo que viene después son las leyes que propicien el “transhumanismo”.

Hay que repetirlo una vez más. No existe el derecho a la muerte. La eutanasia acaba con todos los derechos. La vida humana es siempre un don que nos precede y que merece ser cuidado personal, familiar y socialmente desde la perspectiva del bien común hasta la muerte natural. Es el don más alto de la creación. De manera particular le corresponde al Estado garantizar este cuidado y protección. No hacerlo lo convierte en un Estado que no cumple su misión y queda ilegitimado en el ejercicio de este poder. Ahora los médicos y el personal sanitario adquieren una nueva responsabilidad de resistencia ante el mal. Las clínicas, los hospitales y los hogares no pueden convertirse en lugares donde no se respete con seguridad y cuidado la vida humana. Rezo por ellos.

            No contentos con estas leyes, los nuevos amos han provocado desde las instancias del poder un debilitamiento moral de nuestro pueblo, especialmente entre los niños, adolescentes y jóvenes con una educación sexual al margen del amor y de la capacidad de autogobierno para el bien personal y la relación con las demás personas. Muchos de ellos están atrapados por la pornografía, las adicciones de toda clase y se les ha inoculado un concepto negativo de la libertad. Esta se propone simplemente como autonomía radical del individuo sin otro horizonte que el placer y la utilidad, sin referencia a los bienes indisponibles de la persona que se cultivan por la virtud. Se trata de la destrucción de la libertad en nombre de una libertad sin más contenido que ella misma. Una libertad perversa fuente de numerosos sufrimientos humanos: la destrucción de la vida humana, rupturas familiares, abandono de los niños, desorientación en el sentido de la vida e incluso aumento de la soledad, enfermedades psíquicas y suicidios.

            El camino es conocido: manipular el lenguaje, debilitar a la familia como educadora de sus hijos, cambiar las costumbres con ingeniería social y crear una nueva opinión de masas propiciada por la invasión masiva de los medios de comunicación social que han conseguido atravesar el alma y la mente de muchos españoles.

            Para todo ello era necesario un punto de partida perseguido desde el principio: favorecer la secularización de la sociedad española para prescindir de Dios y de la tradición católica que sustenta una antropología adecuada que responde a los bienes y a los fines de la persona humana, la familia, la religión y la sociedad. Sin Dios, sin la humanidad de Jesucristo, el hombre va a la deriva y pierde su fundamento estable y un horizonte de eternidad. Por eso prescindir de la tradición católica y debilitar la cultura y las leyes que la puedan sustentar, propicia un multiculturalismo de corte nihilista que acaba siendo un despropósito que deja sin defensas a nuestra sociedad española.

            Lo he dicho en varias ocasiones. Esta es la hora en la que vuelven los “bárbaros” que, embriagados de poder, no saben sostener la casa común, el hogar familiar que ha significado y significa España.

            Son tiempos en los que la Iglesia católica no puede mirar hacia otra parte. Son los tiempos de una “nueva evangelización” como nos piden los últimos Pontífices. Lo que está en juego es el bien de las personas y el bien de nuestro pueblo. Es necesario movilizar las conciencias de los católicos y de los hombres de buena voluntad para lograr una gran estrategia a favor de la vida humana. Lo que está enfrente, como decía San Juan Pablo II, es una auténtica “estructura de pecado   una conjura contra la vida  una guerra de los poderosos contra los débiles” (Evangelium vitae, 12)  Resulta una ironía amarga que en este tiempo de “pandemia”, en vez de cuidar exquisitamente de las necesidades sanitarias y laborales, desde el gobierno de la nación se produzca este asalto a la dignidad de la vida humana y se sea indiferente ante el sufrimiento de tantas personas que reclaman cuidado y protección.

            Aunque lo desconozcan los no creyentes, España necesita a Cristo, en quien refulge el esplendor de la verdad de la persona. En estos momentos no podemos renunciar ni al libro de la Creación, Dios creador que ordena con su sabiduría todas las cosas y al mismo hombre, ni a la obra de la Redención expresada en la Cruz de Cristo donde todos hemos sido amados hasta el extremo. Sin ese amor y sin el perdón no podemos vivir. Así lo han testimoniado todos los Santos que pueblan  con la Virgen María toda nuestra geografía española.

Como no puede ser de otra manera nuestra palabra como Iglesia pasa siempre por la reconciliación y el perdón. Esto se hace posible porque antes hemos sido perdonados por Dios y, en Cristo, ha sido vencido el pecado y la muerte. Estamos en Cuaresma y nos encaminamos a la Pascua: el triunfo de la resurrección y la Vida. Por eso estamos llamados a la esperanza. Todas las fuerzas del mal son insignificantes ante el poder y la misericordia de Dios: “Deus est semper maior”.

            Concluyo invocando a San José, custodio de la Sagrada Familia, protector de la Iglesia y abogado de la buena muerte. Que, bajo su protección, España camine por caminos de justicia y de paz rumbo al cielo, nuestra patria definitiva.

 

 

JUAN ANTONIO REIG PLA
Obispo de Alcalá de Henares
 

LA MENTALIDAD CRISTIANA

A cada ser humano autónomo según sus capacidades, a cada dependiente según sus necesidades

mentalidad cristiana

Vivimos bajo un gran desorden político creado por la polarización y el enfrentamiento como método. Lo que llama la atención es que hoy, a diferencia de otras épocas, no existe una incompa­tibilidad absoluta entre la mayoría de los partidos. No hay casi nadie que exija otra ­cosa que la práctica democrática. Nadie, o casi, aspira a la toma del poder por la fuerza, sea esta del tipo que sea; otra cosa es que fuercen la norma, pero obviamente no es lo mismo, ni de lejos.

A pesar de esta realidad, la pugna se inflama y ahora ya combaten en un imaginario inexistente “fascistas y comunistas”, “populistas separatistas y fascistas”. Válgame, Dios, cuánta demagogia corroe la democracia y la conduce a la anomia junto con las instituciones políticas. Y anomia significa su incapacidad para cumplir con los fines para los que existen. De seguir así, está asegurado el fracaso de la democracia, la inutilidad de sus instituciones y del Estado en último término. Y todo será más grave, quizás irreversible, cuando el enfrentamiento sea además social. Ya se percibe, y puede ir a más cuando la recuperación permita respirar un poco mejor a la gente.

Los tiempos revueltos llegan cuando se inicia la salida de la crisis.

Con la dialéctica que impera, la transición y los pactos de la Moncloa habrían sido imposibles, Carrillo nunca habría predicado la reconciliación, y de la Europa de 1945 no habría surgido la unión.Tengo para mí, y así lo cuento, que la causa radical, es decir,  la raíz de todo esto, se encuentra en la dilución, hasta la marginalidad, de la mentalidad cristiana en la vida política.

 La mentalidad cristiana es fruto de una fe, pero surge también en la increencia, solo ­como cultura. El último y extraordinario libro del historiador Tom Holland, Dominio , permite rastrearla con claridad a lo largo de la historia. Es una conciencia, pero también un tensor, un horizonte de sentido, un marco de referencia. Pero en nuestro país lo es ya muy poco.

 Esta mentalidad cristiana propone y educa en el amor a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a uno mismo, por el amor a Dios. Ese mandato imperativo se formula también en forma de regla de oro, que en términos parecidos está presente en todas las grandes culturas del mundo: trata a los demás como deseas ser tratado.

La mentalidad cristiana no existe sin el perdón. El padrenuestro, la oración que nos enseñó directamente Jesucristo, y que recitamos en plural, como pueblo de Dios, lo hace evidente: Dios perdona y acepta tu arrepentimiento si tú también perdonas. Y no hace falta pensar mucho para reparar en que nuestra sociedad está generando la cultura opuesta, anticristiana. Son la política de la cancelación, la liquidación de presunción de inocencia, la inversión de la carga de la prueba, las modificaciones penales para castigar siempre más. Y también la carencia de culpa, la negativa a asumir responsabilidades. Si los culpables son siempre los otros, el perdón es una entelequia. Pero sin él no podemos vivir bien juntos.

La mentalidad cristiana se forja en unas virtudes específicas, como la esperanza, tan escasa; la caridad en su sentido pleno, es decir, el amor, un concepto profundamente maltratado en nuestro tiempo, porque en su versión de cupiditas , de posesión del otro, o de lo que es de los otros, ha liquidado el amor de donación, la caritas . ¿Y la fe, por dónde anda? Pero fe es confiar, y sin confianza no hay capital social, y sin él nada funciona. O los dones que Dios otorga; el entendimiento, por ejemplo, la capacidad de formarse una idea adecuada de la realidad, que, acompañada de la prudencia, la virtud de realizar el camino adecuado, son garantías de la buena política. Y los que son portadores de paz, de quienes Jesús dice que serán llamados hijos de Dios, y la paciencia, la benignidad, la bondad, la generosidad, la modestia. Y, cómo no, la continencia y la castidad, las armas de destrucción masiva de la violencia sexual.

La mentalidad cristiana significa capacidad para escuchar, acoger, acompañar, comprometerse con vínculos duraderos, y ser responsable; y lo suficientemente fuerte como para asumir las consecuencias de nuestros actos, asumir la finitud y debilidad humana, que tan bien trata Alasdair MacIntyre en su libro Animales racionales y dependientes , y la máxima que consigna: a cada ser humano autónomo según sus capacidades, a cada dependiente según sus necesidades. Bajo estos criterios, la política, toda la sociedad, sería muy distinta y mucho mejor.

Esta mentalidad cristiana da para mucho más, pero dejémoslo aquí, porque es suficiente para constatar su excelencia. Tanta, que el debate público debería girar sobre cómo lograr todo esto.

Me resulta difícil entender el porqué de su rechazo, a no ser que aceptemos que lo que impera es entregarse al individualismo de la satisfacción del deseo, sin más. Por eso hoy la mentalidad cristiana expresa una contracultura; esto es, una alternativa.

Para salir con bien de donde estamos y de lo que se avecina, la necesitamos.

 

                                              JOSEP MIRÓ i ARDÈVOL

                                              Publicado en La Vanguardia, el 22 de marzo de 2021


domingo, 21 de marzo de 2021

ESPAÑOLES CON FUTURO

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez 

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez Europa Press

Escribía esta semana Antonio Caño un artículo (España, un proyecto fallido) en El País que venía a ser un recuento de las desgracias que hoy afligen a esta España nuestra, a veces madre y siempre madrastra, y a fe que allí no faltaba calamidad por tocar, nada quedaba en el tintero, de modo que el resultado final desembocaba en un desolador claroscuro al estilo de esas pinturas tenebristas tan al gusto antaño por estos lares. En el foro que acompañaba la pieza y al margen del general elogio al trabajo de diagnóstico, muchos de los lectores manifestaban su frustración por el hecho de que el autor que con tanta pericia había descrito los síntomas del paciente fuera incapaz de aportar soluciones, insinuar siquiera un tratamiento, algún tipo de remedio susceptible de impedir el destino fatal al que parece condenado este enfermo terminal llamado España.

Abundan estos días los análisis de similar porte. La situación se ha agravado tanto que hasta el más ciego advierte el deterioro más que semanal casi diario del doliente. Inevitable hasta cierto punto: la decisión del PSOE de Pedro Sánchez de echarse en brazos de toda clase de partidos disolventes, enemigos de la Constitución, para gobernar, ha acelerado vertiginosamente el proceso de degradación institucional de un país que ya venía muy castigado, muy desgastado, por la incapacidad de los partidos del turno para regenerarse desde dentro, a pesar de que los síntomas de la enfermedad ya estaban claros incluso en los primeros años noventa. Asistimos así a una especie de revival del 98, aquella crisis de identidad, aquel clamor ilustrado que la pérdida de los últimos restos del imperio colonial provocó entre la entonces intelligentsia española o lo que quedaba de ella.

La complejidad del problema, la gravedad del fallo multiorgánico que padece el enfermo, hace difícil la solución con la actual farmacopea de que disponemos: los escasos mimbres políticos, el pobre capital humano, la debilidad de una clase dirigente muy devaluada. Difícil encontrar el hilo con el que desentrañar el ovillo. La fractura de la sociedad en dos grandes bloques, el viejo frentismo, complica sobremanera cualquier intento de llegar a un acuerdo no ya sobre la medicina correcta a aplicar al paciente, sino siquiera sobre el problema que habría que atacar primero. ¿Por dónde empezar? Casi todo el mundo apunta a la reforma de la Constitución como la piedra angular del nuevo edificio que debería albergar la España del futuro, pero las coincidencias se difuminan hasta desaparecer a la puerta misma de entrada al inmueble. ¿Qué tipo de reformas? ¿Hasta dónde cambiar? ¿Qué habría que tocar y qué no?

El rompecabezas de la estructura del Estado, por ejemplo, se antoja una de las cuestiones más graves que entorpecen el diseño a largo plazo de un país moderno y competitivo. Si algo bueno ha tenido la pandemia ha sido el poner de manifiesto la incoherencia del actual diseño territorial. España se ha convertido en una Taifa insolidaria reñida con el interés general, que hace imposible o muy dificultosa la adopción de medidas de carácter general porque chocarían con las competencias transferidas y los intereses de las elites dirigentes a nivel local y/o regional. Asistimos al espectáculo de 17 Ejecutivos luchando contra el virus con otras tantas leyes o reglamentos propios, lo que convierte en un imposible la lucha eficaz contra la enfermedad en esta ininteligible torre de Babel que hemos levantado. La necesidad de revisar el modelo territorial –recuperando para el Estado algunas competencias que jamás debió ceder- para hacerlo más eficaz a la hora de defender los intereses generales es una verdad asumida con normalidad entre españoles de cualquier condición, pero extrañamente ese debate no está en los medios y mucho menos figura entre las prioridades de los políticos.  

La dificultad de emprender una reforma de esas características, simplemente orientada a racionalizar el modelo, que no a suprimirlo, se antoja hoy tarea de cíclopes, al punto de que nuestra clase política prefiere pasar sobre el asunto como si de caminar sobre ascuas se tratara. ¿Cómo decirle al gañán que gobierna Cantabria que se haga a un lado o se dedique a jugar al mus con los amigos en el bar de la esquina? ¿Quién anuncia a las fuerzas vivas riojanas que su autonomía es un sinsentido y que La Rioja debería volver a esa Castilla la Vieja a la que siempre estuvo anclada? Son ya muy poderosos los intereses personales o de grupo que se oponen con uñas y dientes a la racionalización de una estructura convertida en un rompecabezas tan costoso como ineficiente y que requeriría, además, hincarle el diente al tema prohibido, al gran tabú sobre el que nadie quiere pronunciarse en esta España en ruinas: qué hacer con Cataluña y el País Vasco y sus respectivas circunstancias.

Muchos de los que reclaman soluciones se remontan aguas arriba del “problema de España” para apuntar que la raíz de la crisis nacional arranca del deterioro del sistema educativo, y que la aspiración a una España mejor debería empezar a concretarse en la escuela, pero los españoles no hemos llegado a consensuar una Ley de Educación aceptada por derecha e izquierda y capaz de servir a los intereses generales, no obstante haber dispuesto de un buen ramillete de leyes al respecto, cada una peor que la anterior, con la palma en manos de la muy reciente 'ley Celaá'. Y bien, si no somos capaces de ponernos de acuerdo para sacar adelante una ley educativa destinada a producir ciudadanos libres, dotados de espíritu crítico y listos para competir en este mundo canalla en que vivimos, ¿cómo vamos a serlo para abordar cuestiones mucho más resbaladizas como las que tienen que ver con las lenguas, la Justicia, las pensiones, etc.?

Hay quien argumenta, en fin, que más que pensar en milagrosos acuerdos de Estado capaces, cual bálsamo de Fierabrás, de acabar de un plumazo con todos nuestros males, bastaría con que la autoridad competente, empezando por el Gobierno de la nación, hiciera cumplir la Ley. Bastaría con que todos cumpliéramos la Ley, esa obligación caída en descrédito que los partidos nacionalistas, en particular el separatismo catalán, viene pasándose por el arco del triunfo, como las resoluciones judiciales, desde hace lustros, con los Gobiernos centrales mirando distraídos hacia otro lado, y ello porque ninguna denuncia, reivindicación, desigualdad, anomalía o irregularidad dejaría de existir como por ensalmo con una reforma de la Constitución o del modelo del Estado. Bastaría con cumplir la Ley.

Las diferencias en cuanto a modelo de sociedad son ahora tan grandes que el acuerdo, que tal vez habría sido factible con un Felipe al frente del PSOE y un Aznar al frente del PP, se antoja inalcanzable

Imposible llegar hoy a un consenso mínimo capaz de concretarse en el “acuerdo país” que necesitamos. Los más pesimistas aducen que esto solo tendría una salida “de partido”, un regreso a las dinámicas propias del XIX cuando un cambio de Gobierno implicaba un cambio de régimen, lo cual es ciertamente un imposible en unos tiempos en los que la vuelta a esas mayorías de que dispusieron González, Aznar e incluso Rajoy -y que por cierto no sirvieron para corregir la deriva en la mala dirección- parece una entelequia. Las diferencias en cuanto a modelo de sociedad son ahora tan grandes que el acuerdo, que tal vez habría sido factible con un Felipe al frente del PSOE y un Aznar al frente del PP, se antoja inalcanzable. “Se puede pactar con un Prieto, pero parece imposible hacerlo con un Largo Caballero”, asegura un personaje que tuvo responsabilidades políticas al principio de la transición. “Con sus alianzas, el Gobierno Sánchez ha terminado por pudrir unos problemas que hasta la crisis de 2008 parecían tener solución por difícil que fuera. Ahora todo es mucho más complicado”.

Uno de los partidos de la alternancia, el PSOE de Sánchez, se ha convertido en una alternativa al sistema al impugnar el régimen del 78, lo que hace casi imposible la búsqueda de los consensos mínimos necesarios para llegar a grandes pactos. Claro que el problema no está solo en la izquierda, sino también en una derecha que sigue víctima del vacío doctrinal que caracterizó al PP de Rajoy, pendiente apenas de que el contrario se equivoque lo suficiente como para volver a ocupar el poder por la misma ley de la gravedad (la gravedad de la situación) que en 2011 hizo presidente al gallego tras el desastre Zapatero, pero sin un proyecto claro de país (Génova dice que lo tiene, pero pocos lo conocen). Es la crisis terminal de los partidos del “turno”, y la ausencia de liderazgos con carisma bastante como para forzar, o siquiera plantear, esos magnos acuerdos.

Y mientras, el deterioro institucional se acelera. El viaje hacia el frentismo de bloques se acentúa. Crece el “páramo de odio sectario y mezquindad” de que hablaba Caño en su artículo. Y aumentan también las voces de quienes advierten que la situación podría terminar por explotar en algún momento. ¿Hay alguien al mando? Diariamente llegan noticias que inciden en ese descontrol de país empeñado en destruirse a sí mismo. “El bable y el aragonés enfilan la senda de la oficialidad lingüística”, titulaba El Mundo este mismo sábado. “Los socialistas ya las apadrinan como lenguas cooficiales a expensas de reformas estatutarias que eleven su rango”. Los niños asturianos, que ya de por sí tienen un brillante futuro por delante en una de las zonas más deprimidas de España, región que malvive de las subvenciones públicas, se educarán en bable a partir de ahora. Y otro tanto cabe decir de los aragoneses. Todo el mundo parece haber perdido el oremus en este infortunado país. No cabe un delincuente más en las instituciones.

Ningún cambio a mejor será posible mientras no seamos capaces de desalojar democráticamente de Moncloa al aventurero sin escrúpulos que hoy la ocupa

Los últimos consejos de ministros son más propios de un Gobierno en funciones que consume sus últimos “minutos basura” que de un Ejecutivo en ejercicio ocupado en atender los mil frentes que el país tiene abiertos. No acaba de llegar el maná de los fondos europeos, faltan vacunas o se pierden y sobran muertos. Sigue muriendo mucha gente. País sin máquina y a la deriva, como la leyenda del Holandés Errante, el buque fantasma condenado a vagar en la soledad de los mares por los siglos de los siglos. Ese Consejo de Ministros en aparente cesantía sí da, no obstante, para aprobar operaciones tan apestosas como el rescate con 53 millones de la aerolínea 'venezolana' Plus Ultra, asunto revelado por este diario. Un escándalo que en cualquier país haría caer al Gobierno y que apunta alto en dirección a una corrupción instalada en las más altas instancias del Estado.  

Sin embargo, algo ha cambiado de pronto. Una luz al final del túnel. Un resplandor surgido en Murcia el 10 de marzo, y la decisión valiente de una señora en Madrid capaz de aceptar el envite y convocar a los madrileños a las urnas. Sánchez se ha pasado de frenada. Como escribe Mariano Guindal, “la dimisión de Iglesias ha sido una pésima noticia para Sánchez. En un abrir y cerrar de ojos se ha quedado sin pararrayos ante una previsible explosión social”. La inestabilidad parece llamada a crecer con un vicepresidente del Gobierno largando contra el Gobierno pero con ministros en el Gobierno que le rinden obediencia. Más allá de la confrontación izquierda-derecha, la cita electoral del 4 de mayo, convertida en una forma de plebiscito, podría suponer la ruptura de la infernal deriva en que el país parece instalado desde hace tiempo, aportando una ventana de futuro (los “Españoles con futuro” del verso de Celaya: “Recuerdo nuestros errores, con mala saña y buen viento, ira y luz, padre de España, vuelvo a arrancarte del sueño”) a una nación tan castigada como esta. Porque, digámoslo una vez más, ningún cambio a mejor será posible mientras no seamos capaces de desalojar democráticamente de Moncloa al aventurero sin escrúpulos que hoy la ocupa. Eso, y el rescate del PSOE para la causa constitucional.

 

                                                                          JESÚS CACHO    Vía VOZ PÓPULI