Todos los cálculos resultaron fallidos. El triunfo que Susana Díaz vaticinaba para su candidatura de entre 5.000 y 12.000 votos de ventaja acabó en un trastazo electoral de los que dejan heridas. No sería la cosa tan grave si no fuera porque la presidenta de la Junta de Andalucía se vio obligada a darle al ex presidente del Gobierno Felipe González toda clase de garantías de que iba a ganar las primarias a Pedro Sánchez. Eran tantas las reticencias de González que la dirigente andaluza tuvo que coger el AVE en Santa Justa, presentarse en Madrid y reunirse con su ex jefe de filas para explicarle las cuentas que habían hecho los miembros de su equipo, según ha podido saber El Independiente.
Sólo así consiguió que éste se sumara el 26 de marzo al acto multitudinario de presentación de la candidatura de la andaluza junto al también ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero; el que fue secretario general del PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba; el ex vicepresidente Alfonso Guerra o los ex ministros José Bono y la fallecida Carme Chacón. Historia viva del PSOE, vieja guardia que hacía años que no se veía, capaz de olvidar sus rencillas por un momento para unirse en Ifema a cerca de 9.000 personas en apoyo de la andaluza. Un acto que se estudiará en las escuelas de estrategia y comunicación política como el Mestalla dos, o, lo que es lo mismo, cómo las demostraciones desmesuradas de fuerza sirven para movilizar al contrario.
La andaluza habló de su triunfo en todas las comunidades gobernadas por los barones que le apoyaban
Antes del batacazo, Díaz estaba convencida de que su candidatura resultaría vencedora en todas aquellas comunidades gobernadas por los barones territoriales que la apoyaban y así se lo hizo ver a González en su cita de finales de febrero y principios de marzo.
Valencia, Extremadura, Castilla-La Mancha y, por supuesto, Andalucía y Asturias le serían favorables. Además, en Cataluña, decían, “Susana tiene una barbaridad de voto oculto”. Por contra, tanto desde su candidatura como desde la del vasco Patxi López, se insistía en afirmar que los actos de Sánchez se nutrían de simpatizantes y de hasta podemitas pero de pocos militantes con derecho al voto en un intento por minusvalorar su demostrada capacidad de convocatoria.
A González, que en las primarias de 2014 votó a Eduardo Madina, no le apetecía esta vez significarse mucho para volver a perder. Tampoco vio claro durante meses el desembarco de Díaz a la secretaría general del PSOE. “Sería una desgracia para Susana y para mí que yo me pronunciara sobre eso”, afirmaba apenas cuatro meses antes de encaminarse a Ifema cuando le preguntaba la prensa sobre su apoyo a la presidenta de la Junta de Andalucía. Su falta de entusiasmo era evidente.
Rubalcaba también medió con González para que se sumara al apoyo a Díaz
Rubalcaba, al que muchas veces se ubicó en el sanchismo dado que la andaluza había apoyado a Chacón en el congreso donde resultó elegido por la pírrica diferencia de 22 votos, intentó disuadirle para que se sumara a las filas de Díaz so riesgo de desaparición del PSOE. También mantenía el ex presidente del Gobierno conversaciones más o menos frecuentes con el responsable de la comisión gestora, el asturiano Javier Fernández, quien, por cierto, no volverá a aspirar al liderazgo del partido en la región. Finalmente, se organizó el encuentro en Madrid con Susana Díaz para asegurarle que nada ni nadie impediría el triunfo de la andaluza.
No obstante, las reticencias y dudas de González regresaron tras la recogida de avales. El éxito del madrileño, que se quedó tan sólo a 6.200 apoyos de la andaluza, fueron todo un mazazo para el aparato. Los 59.390 avales de Díaz, con ser muchos, palidecieron ante los 53.117 de Sánchez, muy meritorios si se tiene en cuenta que su campaña transcurrió al margen de los órganos del partido, de las sedes, de las estructuras y hasta de los medios de comunicación.
Dudas del ex presidente
A partir de ese momento la candidatura de Díaz comenzó a barajar la nada halagüeña hipótesis de sacar “menos votos que avales”, lo que les convertiría, en palabras de un destacado dirigente socialista que apoyó a la presidenta de la Junta de Andalucía, en el “hazmerreír de todos”, pero, aun así, ganaban.
Esa convicción no la compartía ni de lejos Felipe González, que lo dejó claro al negarse a acudir al mitin de cierre que Díaz celebró en Sevilla el pasado día 19. Invitados tanto él como Guerra, excusó su ausencia alegando supuestos problemas de agenda.
Tras la celebración de las primarias, González se ha limitado a comentar que “estoy en minoría, pero hay que apoyar a la mayoría”, aunque es improbable que vuelva a decantarse por nadie en unas primarias.
CRISTINA DE LA HOZ Vía EL INDEPENDIENTE