Si la recuperación de lo sobrenatural en la vida de la Iglesia y de los católicos es el factor decisivo para corregir sus derivas mundanas, lo es también la acción en el orden natural sobre las estructuras de bien y de pecado.
La «nueva evangelización» afronta este
desafío. Debe esforzarse para que todos los hombres recuperen la
certeza de que en Cristo es posible vencer el mal con el bien. Es
necesario educar el sentido de la responsabilidad personal, vinculada
íntimamente a los imperativos morales y a la consciencia del pecado. El
camino de conversión implica la exclusión de toda connivencia con las
estructuras de pecado que hoy particularmente condicionan a las personas
en los diversos ambientes de vida”. (Catequesis de Juan Pablo II, 25
Agosto 1999).
“Si muchos y graves aspectos de la
actual problemática social pueden explicar en cierta manera el clima de
extendida incertidumbre moral y atenuar a veces en las personas la
responsabilidad objetiva, no es menos cierto que estamos frente a una
realidad más amplia, que se puede considerar como una verdadera y
auténtica estructura de pecado, caracterizada por la difusión de una
cultura contraria a la solidaridad, que en muchos casos se configura
como verdadera «cultura de muerte».”(Encíclica Evangelium Vitae del Papa Juan Pablo II).
La tarea en el plano secular,
política por tanto, es identificar, definir, diagnosticar sus
consecuencias y establecer un programa de acción para erradicar
las estructuras de pecado, cuya naturaleza fáctica puede concebirse en
términos semejantes a cómo define las instituciones la Nueva Economía
Institucional. Estas pueden ser formalizadas; como las leyes y demás
normas políticas, o informales basadas en una práctica consuetudinaria,
una costumbre aceptada, aunque en una sociedad normativa hasta meterse
en la cama de las gentes, uno y otro aspecto guardan relación. Una
estructura de pecado institucional es la ley sobre el aborto; una
informal es la costumbre tan generalizada de usar a la mujer a cambio de
dinero: la prostitución. Una institucional es la legislación que hace
posibles condiciones de trabajo indignas; otra informal la ejemplifica
aquel hotel de cinco estrellas de Barcelona que ofrece, para camareros
de habitación y por 36 horas de trabajo semanal con un día festivo
rotativo, 750 € brutos al mes.
Las estructuras de pecado constituyen una
losa pesada de leyes, instituciones, estructuras y prácticas, que forman
parte del sistema cultural, social, económico y político en el que está
inmersa la vida de la persona.
Las estructuras de bien son
aquellas instituciones y prácticas que construyen las condiciones
objetivas para que el bien común se realice, y esto significa,
entre otras cosas y en el caso específico de España, una especial
prioridad a la ocupación y a las condiciones dignas del trabajo, porque
este es uno de los fundamentos del bien común.
Toda acción liberadora ha de contemplar necesariamente la liberación de las estructuras de pecado y la construcción de las estructuras de bien.
La acción sobre las estructuras de la sociedad no es suficiente si no
va acompañada de una acción educadora de la persona, que implica
necesariamente la educación en la virtud para que las personas y sus
comunidades, organizaciones e instituciones, puedan propiciar el bien
común, el destino universal de los bienes, función social de la
propiedad y opción preferencial de los pobres, el principio de
subsidiariedad, la participación y el principio de solidaridad.
JOSEP MIRÓ i ARDÈVOL Vía FORUM LIBERTAS
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