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domingo, 30 de mayo de 2021

EL AUTOINDULTO QUE CONDENA A SÁNCHEZ

 De cruzar la raya trazada por el Supremo para oponerse al indulto, Sánchez contraería responsabilidades asimilables al 'impeachment' estadounidense, esto es, al proceso de destitución por infringir la Constitución

El autoindulto que condena a Sánchez 

ULISES CULEBRO

Parafraseando la novela de Augusto Roa Bastos Yo el Supremo, donde el escritor paraguayo biografía al dictador perpetuo Rodríguez de Francia y el mundo irreal en que vivía instalado, se diría que Pedro Sánchez persigue reencarnarlo al acelerar, con su decisión de prodigar el indulto a los golpistas catalanes del 1-O de 2017, una deriva autoritaria de César Visionario que arrastra a España al barranco en el que su ayuda de cámara, Iván Redondo, dice estar dispuesto a arrojarse por su jefe. Como gran copista de series televisivas sobre la anatomía del poder como El ala oeste de la Casa Blanca, Redondo lo atestiguó el jueves en su estupefaciente cita ante la Comisión Mixta Congreso-Senado de la Seguridad Nacional en la que se arrogó «ser la palabra del presidente». Un gesto de osadía que no hubiera exhibido ni el conde-duque de Olivares, paradigma de los validos que en España han sido, en el cénit de su poderío.

Con la vitola del golpe de mano que le permitió a Sánchez asaltar La Moncloa en junio de 2018 con su alianza Frankenstein, quien hasta ahora siempre ha retornado ileso de los barrancos a los que escoltó a sus asesorados, apellidáranse Monago, Basagoiti o Albiol, Redondo agudiza en Sánchez el síndrome de hybris diagnosticado por el neurólogo y político David Owen, ministro de Exteriores con Tony Blair. Con ese síntoma, que sobrepasa a ese otro que se localiza en La Moncloa y que afecta a sus inquilinos de una forma u otra, Owen alude a un desorden de la personalidad que cursa en egocentrismo, exagerada autoconfianza, insaciable sed de reconocimiento y tergiversación de la realidad.

Por eso, en labios de Sánchez, la verdad es siempre sospechosa. Como en la comedia de Juan Ruiz de Alarcón de ese título, cabe argüir lo que uno de sus personajes: «Si en lo mismo que yo os vi/ os atrevéis a mentirme/ ¿qué verdad podréis decirme?».

Ahora patrocina el indulto que negaba hace dos años

Así, antes de su moción de censura con neocomunistas y soberanistas, no tuvo rubor en calificar de «delito de rebelión» el golpe de Estado de octubre de 2017 y sugerir que entregaría a la Justicia al prófugo Puigdemont desde su santuario de Waterloo. Luego, como presidente rehén de aquellos a los que dijo combatir, maniobró para que la Fiscalía y la Abogacía del Estado, con suerte dispar, rebajaran el delito de rebelión a sedición. Y ahora, para agotar la legislatura, después de que el Tribunal Supremo tirara por el camino de en medio y penara los hechos como sedición en un acto de «ensoñación» unánime de sus magistrados, patrocina el indulto que negaba hace dos años.

En efecto, el 14 de octubre de 2019, proclamó que «el acatamiento de la sentencia significa su cumplimiento, reitero, su íntegro cumplimiento». Sólo le faltó añadir el «leed en mis labios» de Bush padre para vencer el escepticismo sobre su anuncio de bajada fiscal en las presidenciales de 1988.

Como se jugaba seguir en La Moncloa en la cita del 10-N de 2019, pregonó hecho un jabato: «Nadie está por encima de la ley y todos estamos obligados a su cumplimiento». Ítem más: el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, que hoy «normaliza» el atropello, defendió en 2016 en las Cortes prohibir tal merced a malversadores -el menos grave de los consumados por los penados del procés- y a quienes no se retractaran. Las promesas sólo deben comprometer a quienes se las creen.

De este modo, alejado de las elecciones, Sánchez rinde a las instituciones del Estado y humilla al Rey. Por imperativo legal, sin que quepa resquicio ni fórmula dilatoria, Felipe VI habrá de estampar su firma bajo la disposición que libra a aquellos por los que, en ese ayer dramático, hubo de asomarse a los hogares españoles para lanzar su histórico mensaje en el que exigió el restablecimiento de la legalidad, así como el amparo para los catalanes preteridos por quienes, con su alzamiento, transitaron de ostentar el poder autonómico a detentarlo criminalmente. Con su trágala, Sánchez se retrotrae a la felonía de Fernando VII cuando, augurando «vayamos por la senda constitucional, y yo el primero», reinstauró su ominoso absolutismo.

Legitimado implícitamente el levantamiento separatista para ser presidente, ahora quiere legalizarlo con su dispensa a los amotinados hasta el indecoro de asimilar el lenguaje insurrecto para denigrar al Tribunal Supremo. Sánchez se somete al vasallaje de quienes exprimen su debilidad e infinita falta de escrúpulos. Por seguir en el machito al precio que sea, siempre que corra a cuenta de los demás, maquina cómo burlar el rechazo del Tribunal Supremo a tal gracia real.

Retomará los compromisos contraídos en su Rendición de Pedralbes

Una vez franqueada esa puerta para entrar allí de donde no podrá regresar, aunque no se explicite en los términos del pórtico al infierno de Dante: «Abandonad toda esperanza quien aquí entráis», retomará los compromisos contraídos en su Rendición de Pedralbes del 20 de diciembre de 2018. Al cabo de los tres años, claudicaciones como la mesa de la autodeterminación con un relator internacional que certifique la negociación sobre el «conflicto político» entre Cataluña y España, como si fueran dos realidades de facto diferentes y separadas, reposan con el cordón rojo de las urgencias sobre el escritorio de Sánchez.

Si aquella mesa con relator se aparcó a raíz de la manifestación constitucionalista de la Plaza de Colon, lista para ser retomada este 13 de junio a instancias de Unión 1978, ahora se reactivará tras el accidentado parto del nuevo Gobierno catalán entre los dos partidos que arrancaron la sumisión de Pedralbes. Sánchez sabe que la climatología no está para elecciones tras su batacazo madrileño y su irradiación al conjunto de España. Ni tampoco está dispuesto a mudar de aliados. Como fantaseó con Arrimadas usando a Cs de señuelo para que los soberanistas votaran sus Presupuestos del Estado.

Empero, Sánchez yerra si se hace el cálculo de que el tiempo borrara la huella de sus concesiones a quienes se jactan de que volverán a hacerlo. Al igual que Companys en 1934 y 1936 tras ser indultado de su condena a 30 años por el Tribunal de Garantías Constitucionales de la República, salmodian miméticos fervorines: «Tornarem a sofrir, tornarem a lluitar, tornarem a vèncer». Será «un tó pá ná», como exhaló rumbo a la enfermería el diestro ecijano Pepe Luis Vargas al ver como el toro Fantasmón cortaba de raíz su carrera.

No es que los independentistas «puedan volver a las andadas», como se malician socialistas como García-Page, es que viven de las andadas. Si ello «condena» al PSOE, como refiere el barón socialista, o precipita el declive irreversible de Sánchez, como deslizó gatunamente Felipe González desde El hormiguero, de Antena 3, éste pensará que, en todo caso, ya nadie le quitará lo bailado ni el impagable título de ex presidente.

No obstante, en su ceguera voluntaria, puede incurrir en el grave delito que apunta el informe de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo. En su demoledor escrito, habla de «autoindulto» al beneficiar a «los líderes de los partidos que hoy por hoy garantizan la estabilidad del Gobierno llamado al ejercicio del derecho de gracia». Al contravenir a este respecto el artículo 102 de la Constitución, su concesión de un perdón con el informe en contra del tribunal juzgador supone no ya una arbitrariedad, sino una abierta ilegalidad.

Tal contingencia no se le ha escapado a uno de los detractores socialistas de la indulgencia como Alfonso Guerra, quien ha saltado a la palestra desde su retiro hispalense para desmontar la especie de que los indultos son de libre disposición gubernamental cuando el artículo 25 de la Ley de Indultos los supedita a que el juzgador certifique que se han observado las salvaguardas. De quebrantar la norma, el Gobierno prevaricaría. «Políticamente -zanjó Guerra- es indeseable y jurídicamente no es legal». Tiene bemoles que esta apreciación haya de hacerla quien pasa por haber enterrado a Montesquieu. Cosa veredes, mío Cid.

De cruzar la raya trazada por el Tribunal Supremo, Sánchez contraería responsabilidades asimilables al impeachment estadounidense, esto es, al proceso de destitución por el que el Capitolio puede defenestrar a un presidente si infringe la Constitución. De imperar en España ese estándar, con congresistas con libertad de voto como en EEUU, esa reprobación tendría visos de prosperar por un comportamiento de Sánchez que evoca a Nixon cuando excusaba el escándalo Watergate sobre la base de que, «cuando lo hace un presidente, significa que no es ilegal». Ello le ganó el apodo de Tricky Dick (el tramposo Dick) y forzó su adiós en 1974 al abrirse su impeachment.

Como España no es EEUU, Sánchez puede estar tentado de promover un «choque de legitimidades» entre su mayoría parlamentaria y el Tribunal Supremo. Fue la estratagema urdida por el president socialista Montilla, en noviembre de 2007, ante la eventual anulación por parte del Tribunal Constitucional de algunos artículos de aquel Estatut semiconstituyente amenazando con «una crisis de irreversibles consecuencias».

Así se fue al garete Venezuela

Por ese camino de perdición, España acentuaría el destrozo de sus instituciones y engrosaría la lista de ejemplos de cómo mueren las democracias a mano de gobernantes que subvierten las reglas de juego desde el poder ante una ciudadanía fiada al narcotizante «aquí eso no puede pasar». Así se fue al garete Venezuela a raíz de que sus inconscientes autoridades sacaran a Hugo Chávez de la cárcel donde penaba su sublevación militar después de dorarles la píldora.

Aquí, en cambio, los golpistas catalanes no tienen ni que tomarse la molestia. Sería ir de la Guatemala del autoindulto al Guatepeor del autogolpe por parte de un Sánchez que, emulando al caudillo de Roa Bastos, se erigiría en Yo, El Supremo sobre los cascotes del Estado de Derecho.

 

                                                                        FRANCISCO ROSELL  Vía EL MUNDO

ENTRE EL CORAZÓN Y LA RAZÓN

“El corazón tiene razones que la razón desconoce”

razones 


“El corazón tiene razones que la razón desconoce”, reza el proverbio. ¡Y tiene tanta razón como razones! ¿No te has dado nunca cuenta, amigo, de que todos tenemos razones que no llegamos a entender, pero que sentimos efervescer en el fondo del alma? Esa es la razón que aspira a provocar en ti y en mí el proverbio aducido: por ahí se anda el guiso. Porque ciertamente, no da razón ya que es una sentencia, pero razón la tiene, y con o sin su mediación pretende despertar tu razón… o tus razones, ¿me coges?

¡Adelante, hermano, que son cuatro días, y los tenemos contados! Procura, aunque no lo entiendas todo, encontrar en todo la razón de ser… aunque a veces no sabrás cómo es que lo razonas, porque será más una intuición fugaz que el fruto de tus largas horas de insomnio rumiando y rumiando sobre la cuestión.

En esa línea, debemos ir con cuidado, porque por experiencia sabemos que esas intuiciones hay que pasarlas por el tamiz de la razón para calibrarlas y valorarlas en lo que valen y cuestan. Pues no todas las intuiciones -femeninas o masculinas, que también las hay- valen lo que cuestan, como consecuencia de su origen tantas veces inconsciente. Las buenas despiertan en nosotros alegatos y proclamas, nos guían por senderos que a menudo son por nosotros desconocidos y hasta por cañadas oscuras, cuestan mucho a la hora de pulirlas y encajarlas en el contexto, pero finalmente, si Dios quiere, llegamos a un punto en que salimos de nosotros mismos y sentimos y vemos y palpamos la luz que tanto añorábamos. Y eso es lo que valen. Nos dan fuerza y coraje para seguir en pos de la luz, que nos guía con el impulso de la propia intuición y la intensidad de la esperanza, encendidas en y por la fe.

Llegados ya, pues, a este punto, advertimos que cuando tienes un “porqué” para defender tu “que”, siempre llegas a dar –por más que el tiempo pase y dificultades las haya- con el “cómo”, el “dónde”, el “cuándo” y hasta el “quién” o “con quien”… incluso con una demostración clara y determinante del “para qué”. No es harina de otro costal, aunque te lo parezca: es simplemente –ni más ni menos-, la voz de Dios la que te enciende el alma, el cuerpo y tu circunstancia, ¡todo! Entonces lo ves claro. Es Él y solo Él quien te ha estado llamando desde antes de salir del vientre de tu madre -desde que te creó-, he ahí su valor y el valor de la vida.

Y eso es lo que las distingue de las malas: el que en sí mismas no, pero sí por iluminación divina, cobran vida y dan la vida. Por este motivo cabría que nos preguntáramos si no sería mejor promoverlas, incentivarlas con un carnet social, pues no es solo que ellas también tengan derecho a la vida; es que son la vida, y algunas hasta merecen que por ellas demos la vida. Y más tendremos que darla como nos imponga la cultura de la muerte, cada uno a razón de su razón y sus razones. “Todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de condena” (Jn 5,28-29). Porque sí, hermano: todos vamos a la muerte, venga de donde venga. ¡El después nos lo habremos ganado!

 

                                               JORDI MARIA D'ARQUER  Vía Forum Libertas

El verdadero plan de Pedro Sánchez

 El presidente y su susurrador vasco-parlante carecen de escrúpulos y no es exagerado calificarles de genuinos desaprensivos e inmorales, pero tontos del todo no son

Pedro Sánchez. 

Pedro Sánchez

Hace tiempo que algunos venimos reiterando que un Gobierno de España cuya estabilidad parlamentaria está sostenida por grupos y en el que figuran ministros cuyo objetivo es destruirla, es lógica, moral, jurídica y políticamente inviable. A lo largo de su labor como presidente de este Ejecutivo incompetente e infame, Pedro Sánchez ha sobrepasado límites que han sumido a muchos españoles en la indignación impregnada de incredulidad. El nombramiento de una fiscal general del Estado de la que cualquier país digno y civilizado se avergonzaría, el incumplimiento flagrante de compromisos electorales solemnes de gran calado, los intentos de controlar el Poder Judicial hasta el punto de provocar una llamada de atención de la Unión Europea, una gestión de la pandemia desordenada y partidista que ha multiplicado el número de fallecidos y de contagiados, su colaboración mendaz con la narcodictadura venezolana, su saqueo del presupuesto para ampliar y reforzar sus clientelas y sus paniaguados, su pasividad ante ataques feroces a la Corona por parte de sus aliados, el impulso y aprobación de leyes conducentes a sembrar la división y el odio en nuestra sociedad, medidas económicas y sociales pensadas para destruir a la clase media y convertir a los ciudadanos en borregos dependientes del erario, una acción exterior que oscila entre la irrelevancia y la pifia sistemática y un suma y sigue que arrastra a la Nación a la pobreza, al desprestigio y al caos.

Su último ultraje a sus gobernados, incluyendo a no pocos votantes socialistas, ha sido el anuncio apenas velado de que se propone indultar a los golpistas del procés. Su argumento de que “cumplir la ley no es revancha y defender la legalidad no es venganza” equivale a decir que una sentencia dictada por un tribunal con todas las garantías procesales en un Estado democrático de Derecho en aplicación de leyes vigentes equivale a un castigo indebido y que, por tanto, los fundamentos de nuestro sistema constitucional no son válidos. Semejante barbaridad en boca de un responsable público de una democracia avanzada y supuestamente seria, es una barbaridad de tal calibre, que no es extraño que se haya alzado un clamor mayoritario en las calles, en el Parlamento e incluso entre los barones territoriales del PSOE, contra tal desafuero. Los informes preceptivos, aunque no vinculantes, de la Fiscalía y del Tribunal Supremo opuestos a esta iniciativa son de tal contundencia, rigor y solidez, que parece increíble que un primer mandatario se atreva desafiarlos.

El 90% de los afectados ha elegido que su segunda vacuna sea también de Astra Zeneca, en una demostración masiva de desconfianza en el Gobierno

Ya se oyen voces augurando que la concesión de los indultos a los separatistas catalanes será la tumba electoral de Pedro Sánchez y se cita como precedente la humillación sufrida por el PSOE en las urnas de los reciente comicios madrileños. Asimismo, ven la luz las primeras encuestas en las que aparece la posibilidad de un descalabro gubernamental acompañado de una mayoría de centro-derecha. En un orden de cosas menor, no deja de ser significativo que después de las indicaciones conminatorias del Ministerio de Sanidad para que los menores de 60 años que hubiesen recibido una primera dosis de Astra Zeneca se pongan la segunda de Pfizer, el 90% de los afectados haya elegido que su segunda vacuna sea también de Astra Zeneca, en una demostración masiva de desconfianza en el Gobierno.

La pregunta que cabe plantearse de inmediato es: ¿por qué se empecina Sánchez en cometer una tropelía que muy probablemente le condena a la derrota en 2023? Muy sencillo, porque al persistir en esta decisión aparentemente suicida consigue precisamente agotar la legislatura, que es su auténtico propósito. El presidente y su susurrador vasco-parlante carecen de escrúpulos y no es exagerado calificarles de genuinos desaprensivos e inmorales, pero tontos del todo no son. Saben desde que cerraron el pacto nefando que les dio acceso al poder y que les ha permitido mantenerlo hasta hoy, que esta estructura tóxica, delirante y contradictoria no es prolongable más allá de una legislatura, precisamente porque el aguantarla cohesionada exige una trayectoria que conduce inexorablemente a la victoria de la alternativa.

Atropellos y traiciones

El verdadero plan de Pedro Sánchez no ha sido nunca materializar una agenda ambiciosa de cambio para España al servicio de determinados principios y valores “progresistas”- sus planes pomposamente anunciados para configurar la España del futuro a decenas de años vista son, como su tesis, una tomadura de pelo -. Su intención desde que llegó a la Secretaría General de su partido no ha sido otra que ser presidente del Gobierno a toda costa, por grandes que fueran los atropellos que tuviese que cometer o por repugnantes que fuesen las traiciones necesarias para seguir habitando el complejo de La Moncloa. Eso explica el disparate de los indultos, que no son un movimiento equivocado, sino una bala más, eso sí, la de más grueso calibre hasta la fecha, disparada hacia el blanco hacia el que invariablemente ha apuntado. Si ello implica entregar a su sucesor una España arruinada, internamente desgarrada, endeudada hasta las cejas y con un nivel de paro inmanejable, además de poner en riesgo a los gobiernos autonómicos y a los ayuntamientos socialistas hoy existentes, no le importa nada. Ya no disimula que para él política y egolatría se funden en un repulsivo y destructivo abrazo.

 

                                          ALEJO VIDAL-QUADRAS   Vía VOZ PÓPULI

miércoles, 26 de mayo de 2021

LA NÁUSEA Y LOS INDULTOS DE SÁNCHEZ

El presidente del Gobierno sabe que su tiempo político se acaba y los indultos -por encima del Supremo, de la opinión pública, del CGPJ y de su propio partido- son la única manera de mantener el apoyo de sus socios y prolongar su agonía

  

Junqueras y Sánchez estrechan sus manos al constituirse la nueva Cámara en 2019. Europa Press

El presidente del Gobierno va a indultar a los políticos presos del ‘procés’. Y lo hará con un informe del Tribunal Supremo, el tribunal sentenciador, que se opone en bloque porque los seis magistrados no ven “utilidad pública” alguna en esos indultos.

El presidente del Gobierno va a indultar a unos políticos presos cuyo principal cabecilla, Oriol Junqueras, no solo no se ha arrepentido sino que, desde 2019, insiste en que no piensa solicitarlo –una de las condiciones para concederlo- y, en una entrevista a Nació Digital, mandaba un nítido mensaje a Sánchez: "El indulto se lo pueden meter por donde les quepa".

El presidente del Gobierno va a indultar a unos políticos presos pese a que ninguno se ha arrepentido –otra condición que debería ser imprescindible para otorgar esta medida de (maldita la) gracia. El propio Junqueras asegura que “tenía claro desde el principio que nos encarcelarían, incluso cuando mis colaboradores me decían que no. Es un orgullo estar aquí por poner urnas".

Indultos y venganza

El presidente del Gobierno va a indultar a los políticos presos porque, según él, la Constitución fomenta la reconciliación y el perdón y no “la venganza y la revancha”, poniendo de ese modo al Tribunal Supremo –que también es parte de nuestro ordenamiento constitucional, salvo que Sánchez no lo entienda así- en un supuesto bando de “vengadores” y “revanchistas” junto a dos de cada tres españoles que, así lo reflejan las encuestas que han preguntado por ello, están en contra de los indultos.

El presidente del Gobierno va a indultar a los políticos presos pese a que hace solo dos años, en funciones y con toda la solemnidad que caracterizan algunas de sus promesas más vacías, rechazaba de plano hipotéticos indultos y prometía “permanecer vigilante” para salvaguardar la legalidad. En caso de que se transgreda la Constitución, anunciaba desde La Moncloa tras la sentencia, respondería con "firmeza democrática, proporcionalidad y unidad", manifestaba “el absoluto respeto y el acatamiento” del fallo del Supremo –el mismo que se va a pasar ahora por el Arco de la Moncloa- y remarcaba que “el acatamiento significa su íntegro cumplimiento”. En un último guiño a la hipocresía, se ufanaba en que la sentencia evidenciaba “que todos los ciudadanos somos iguales ante la ley”. Maldita hemeroteca…

Sánchez pasa por encima de su propio Partido Socialista Obrero ¿Español? cuyos barones, presos de la cobardía y “hartos –solo en privado- hasta la náusea”, acabarán pagando en sus territorios -como el resto de españoles- su destructor instinto de supervivencia

El presidente del Gobierno va a indultar a los presos porque es la única manera de mantener el apoyo de sus socios nacionalistas e independentistas (PNV, ERC, Junts, Bildu…, lo mejor de cada casa) e intentar agotar un tiempo que se le agota en La Moncloa. Todas las encuestas anuncian el final del sanchismo político y los hechos lo van corroborando -el fallido plan Illa, la moción fracasada en Murcia, el cataclismo del 4-M en Madrid…-. Sánchez está desnudo y cada vez más solo.

Pero el presidente del Gobierno va a indultar a los presos porque sabe que un adelanto electoral es precipitar su muerte anunciada y está dispuesto a prolongar su tiempo en el poder aunque sea unos meses, un año, “hasta que llegue el maná de los fondos”, le susurran al oído. Y aunque sea, sobre todo, a costa de pasar por encima del Supremo, de la Abogacía del Estado, del Consejo General del Poder Judicial que los ve “inaceptables”, de la mayoría de la opinión pública, de la hemeroteca y de su propio Partido Socialista Obrero ¿Español? cuyos barones, presos de la cobardía y “hartos –solo en privado- hasta la náusea”, acabarán pagando en sus territorios -como el resto de españoles- el destructor instinto de supervivencia de Pedro Sánchez.

 

                                                     ALBERTO PÉREZ GIMÉNEZ   Vía VOZ PÓPULI

EL HOMBRE QUE MATÓ AL PSOE

Desterrados talento y experiencia, parece que en el PSOE ya sólo rige el culto a un liderazgo vertical que antes o después te hará pagar cualquier crítica.

El hombre que mató al PSOE 

JAVIER OLIVARES

Por mucho que se empeñe Pedro Sánchez, el hombre que mató a Liberty Valance no fue Joaquín Leguina. Tampoco Nicolás Redondo Terreros. Ni a Liberty Valance ni al PSOE. Porque los actos y las declaraciones de estos dos hombres, objetivamente, tienen la misma relación con el derrumbe abisal del PSOE en Madrid que con la muerte del salvaje pistolero en Shinbone: ninguna, aunque estemos ante dos crepúsculos y dos mundos que caen, como advierten las últimas encuestas. Pero Liberty Valance era un bravucón dominante y Pedro Sánchez ha convertido al PSOE en Lee Marvin con látigo. Porque una vez que eliminas los controles orgánicos internos condenas a los militantes a una aceptación sumisa de omertá o a explicarse en libros o en artículos, que es justamente lo que han tenido que hacer, con registros distintos pero en plan honorable de dos hombres y un destino: Nicolás Redondo Terreros y Joaquín Leguina, el único presidente socialista que ha tenido Madrid.

Aunque no es que prefieran una vía externa, más o menos crítica, ajena a los límites de la que todavía sigue siendo su formación política; sino que, como Pedro Sánchez ha cubierto de sal cualquier control orgánico de un mínimo rigor en el partido, sólo les ha dejado el espacio del discurso público. Es decir, con los expedientes disciplinarios para estos dos socialistas no solamente históricos, sino con mensajes de calado transversal -que lo son y lo tienen, con legado y voces propias, por mucho que eso joda al entregado personal dogmático, más papista que Sánchez-, lo que ahora se está expulsando del PSOE es la libertad de expresión.

Alguien podría apuntar: si no están de acuerdo con las políticas de Sánchez, que se vayan. Entonces, preguntaría a este ingenio del pensamiento democrático, cada vez que alguien no esté conforme con lo que se diga o se haga en su partido, su trabajo o su casa, si no hay diálogo interior, o un intercambio, ¿la única posibilidad es dejar la puerta abierta, encajada al salir o cerrar de un portazo? Me sigue resultando bastante curiosa la justificación perseverante de unos argumentos que en el fondo son totalitarios: porque si no hay conversación, o un control efectivo -porque yo mismo, como secretario general, me he encargado de que los órganos internos pinten aquí menos que la poesía de Góngora-, tus posibilidades son callarte o expulsión. Tarjeta roja y directo al vestuario, porque he cambiado el reglamento sobre la marcha y o juegas con mis reglas o te vas. Eso sí: el fascista eres tú, que eso te lo llevas por añadidura. Si lo extendemos a todo lo demás, a cualquier otro ámbito de comunicación o convivencia, resulta que hemos invertido tanto lío publicitario en volver a enterrar a Franco para desenterrar la dictadura interna. Y además, estamos encantados.

Estos expedientes disciplinarios a Joaquín Leguina y Nicolás Redondo Terreros son el último acto de la campaña electoral de Sánchez. Por más que tenga sus guionistas menos velados o en la sombra -como en su Manual de resistencia, con esa negra explícita que fue Irene Lozano, pero sin figurar en la portada-, el que firma el libreto es Pedro Sánchez. Y la película El hombre que mató al PSOE (en Madrid y en el resto de España, aunque su deceso comenzara a escribirse antes) empezó con la moción de censura fallida en Murcia. Estaban los showrunners de Moncloa sesteando capítulos, entre Vamos Juan y Borgen, fumando puros en blanco y negro como en Mank y embriagados por su genialidad, y alguien soltó: lo tengo. Vamos a reescribir el guión de Murcia. Luego, tras el envite raudo de Isabel Díaz Ayuso, alguien decidió que Pedro Sánchez daría rango estatal a las elecciones autonómicas protagonizando la campaña. Pero le salió mal y se piró, lo que suele hacer Sánchez si se tuerce el estado de alarma o la pandemia. Por eso a mitad de la campaña desapareció y la noche del 4 se fue a Ferraz a seguir unos resultados de los que el responsable era él, o quienes piensan por él, y dejó a Gabilondo solitario en su hotel, triste hotel. Ni Lastra, ni Reyes Maroto con faca ampliada a lo Curro Jiménez, ni Marlaska. Nadie.

No importa que primero Gabilondo asegurara que no iba a pactar con ese Iglesias ni a subir los impuestos y desde Moncloa lo obligaran a cambiar el paso. Tú eres quien ha perdido, pues tú te haces la foto en tu soledad de perdedor. Y al día siguiente abrimos expediente a Leguina y Redondo Terreros. Porque los culpables nunca se ven en el espejo espejito en el que Sánchez se reencuentra cada mañana con la razón de todo. Los culpables, los hacedores de la derrota, los expedientados, siempre acechan ahí fuera.

Hace meses publicó Antonio Caño una biografía sobre Alfredo Pérez Rubalcaba que apuntaba intenciones desde el título: Rubalcaba: Un político de verdad. «Aquel PSOE del vivo y fértil debate de ideas y la proliferación de dirigentes que le dieron altura de miras y relieve internacional ha pasado a ser un partido de liderazgo indiscutido e indiscutible en el que sus órganos de debate, anteriormente tan dinámicos, se difuminan ante la autoridad central, la única que marca el paso, la única que se dirige a los ciudadanos». Desterrados talento y experiencia, parece que en el PSOE ya sólo rige el culto a un liderazgo vertical que antes o después te hará pagar cualquier crítica. Porque los expedientes a Joaquín Leguina y Nicolás Redondo Terreros -que sí han dado al PSOE y a España altura de miras, cohesión social y una buena dosis de antisectarismo- tienen el mismo origen que las primarias andaluzas contra Susana Díaz: la venganza micénica de Sánchez, como un Prometeo desencadenado que traiciona a sus dioses, robando el fuego sagrado; pero no para democratizar el partido, sino para quedarse con él. Y sin pestañear. Sigue Caño: «Un liderazgo, además, que no surge de un proyecto de transformación sino de una operación de marketing y propaganda. De esa forma, todo el partido se confunde en una enorme suma de mediocridad, apenas encubierta por una permanente campaña publicitaria». Campaña publicitaria como España 2050, ya contestada por Ana Iris Simón. Pero primarias y expedientes son paladas de Sánchez para ocultar su responsabilidad: según las últimas encuestas, el Partido Popular ganaría hoy las generales. Eso sin hablar del coste electoral de sus posibles indultos a los independentistas. Y ese derrumbe comenzó en Moncloa.

El hombre que mató al PSOE tuvo aquel momento digno, ya cobrado en especie: cuando el PSOE lo mató a él. Cogió el volante y se hizo España en plan mejilla izquierda del partido. Si ya había sido un candidato del PSOE que reivindicaba su pasado glorioso, ahora podía encarnar, sin despeinarse, un Podemos dentro del PSOE. Con el éxito se dejó la verdad en el maletero de coche. «Si quiere se lo digo cinco veces o 20, con Bildu no vamos a pactar». «Clarísimamente ha habido un delito de rebelión y de sedición y en consecuencia deberían de ser extraditados los responsables políticos». «No voy a permitir, con todos los respetos hacia los votantes de Esquerra Republicana, que la gobernabilidad de España descanse en partidos independentistas». «Aquellos que hoy ensalzan a Otegi y le llaman hombre de paz, convendría que recordaran las palabras y la memoria de Ernest Lluch». «No pactaré con el populismo». «Señor Iglesias, si me obliga a elegir entre una Presidencia que no sirva a España o mis convicciones, elijo mis convicciones».

Las convicciones son de barro maleable y el autorretrato publicitario de Sánchez está fundido en hierro, como cuando afirmó que los datos de Madrid eran falsos y Fernando Simón tuvo que corregirlo. Mentir así y que no pase nada, sin firmar tu fracaso ni mirarlo de lejos. Frente al mensaje constitucional de convivencia democrática y respeto a la ley de Leguina y Redondo, cuánta mediocridad y cuánto rencor en esos dos expedientes. Y cuánta cobardía en la enésima estrategia de frentes, azuzando al personal contra estos dos hombres íntegros y valientes a contrapelo, en los que aún respira y se rebela el verdadero PSOE.

 

                                                      JOAQUÍN PÉREZ AZAÚSTRE*  Vía EL MUNDO

*Joaquín Pérez Azaústre es escritor.


domingo, 23 de mayo de 2021

DESCOMPOSICIÓN DEL GOBIERNO, LIQUIDACIÓN DEL ESTADO


 

La ministra de Asuntos Exteriores, UE y Cooperación, Arancha González Laya. EP 

“La estrategia de acción exterior 2021-2024 establece que `la promoción activa de la igualdad será un principio transversal de nuestra acción exterior y un eje prioritario de la misma’. Dentro de las políticas de respeto por la diversidad, la estrategia señala que `promover la comprensión de la diversidad LGTBI, así como la diversidad étnica, como un valor, es particularmente importante en un momento de involución en materia de garantía de los derechos de lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersexuales’”. El texto pertenece al primer párrafo de la circular, “reservada y prioritaria”, remitida el 12 de mayo por el Ministerio de Asuntos Exteriores que dirige esa señora con aspecto de monjita recién salida del obrador llamada Arantxa González Laya a todas las embajadas españolas. Si usted creía que nuestras legaciones, que anualmente cuestan al contribuyente en torno a los 1.800 millones, estaban para defender los intereses estratégicos de España en el exterior, colaborar con la expansión de nuestras empresas y ayudar a los nacionales en dificultades allí donde se encuentren, estaba muy equivocado. Para la señora Laya, el servicio exterior está para difundir por el mundo la doctrina del feminismo radical y la buena nueva del movimiento LGTBI. Para pregonar lo guay que es Pedro Sánchez y sus ministros y ministras, porque la cosa del género es también “métier” de nuestros embajadores y embajadoras. Poco nos pasa.

“A lo largo de la próxima semana –prosigue la circular– se conmemoran diversas efemérides vinculadas a la diversidad y la defensa de los derechos humanos LGTBI, en concreto:

-El 17 de mayo se conmemora el día internacional de la lucha contra la homofobia, la transfobia y la bifobia.

-El 1 de julio de conmemora el aniversario de la ley 13/2005 sobre matrimonio igualitario.

-A lo largo de los meses de junio y julio se celebran en muchas ciudades del mundo los eventos del Orgullo LGTBI (en Madrid está previsto que tengan lugar los días 28 de junio a 4 de julio).

Estas conmemoraciones son una buena ocasión para poner de manifiesto el avance de España y de la sociedad española en la aceptación de la diversidad y en la configuración de un espacio seguro y de inclusión para las personas LGTBI. El argumentario de mensajes y datos que se remite en archivo adjunto tiene por objeto sustentar acciones específicas desde nuestras Representaciones para poner énfasis en la generación de reputación para nuestro país. La Dirección General de Comunicación, Diplomacia Pública y Redes enviará material adicional a los encargados de contenidos digitales”.

Como aquí contaba Antonio Rodríguez el martes 18, la señora ministra tiene a bien dejar al criterio de cada diplomático la aplicación de la circular LGTBI según el contexto local, “en tanto redunde en beneficio de la imagen y reputación de España en cada país, para su uso en eventuales contactos y gestiones con interlocutores institucionales o de la sociedad civil, actos específicos, acciones de comunicación digital o inclusión en actividades locales". Laya recuerda que “entre el 1 de junio y el 1 de julio se celebrará en la Red de Centros Culturales de España la segunda edición de “Armarios Abiertos…”.

Todo es ideología de garrafón en gente reunida no en razón a los méritos profesionales o académicos sino a sus relaciones de amistad con el jefe de la banda y/o sus adláteres

No merece la pena, en fin, seguir explayándose en una circular que es un monumento a la estulticia y que a la vergüenza ajena añade el bochorno de ver cómo se dilapida el dinero del contribuyente en operaciones de partido al servicio de postulados ideológicos reñidos con los intereses del Estado. González Laya es un ejemplo más de un Gobierno formado por diletantes de la política, gente sin la menor experiencia de gestión que, a su general ignorancia, une un acendrado sectarismo al lado del cual el Gobierno Zapatero, que ya venía con sus Pajines puestos, parece el consejo rector de la Real Academia Sueca de Ciencias. Todo es ideología de garrafón en gente reunida no en razón a los méritos profesionales o académicos sino a sus relaciones de amistad con el jefe de la banda y/o sus adláteres. Un Gobierno, con sus cientos de altos cargos, de amiguetes, de enchufados, en el que es difícil deslindar si la ignorancia prevalece sobre el sectarismo o viceversa, y que en el caso concreto de Laya mezcla ineptitud y arrogancia a partes iguales. Una ministra de Exteriores sin idea de lo que es la carrera diplomática ni las relaciones internacionales, empeñada en convertir nuestras embajadas en puntos de atención al cliente LGTBI y exaltación del feminismo más radical.

Las consecuencias de contar con una diletante pagada de sí misma al frente de Exteriores se resumen en una palabra: Marruecos y la reciente crisis de Ceuta, un episodio que ha puesto de manifiesto la irrelevancia en que ha caído España bajo este Gobierno, en un proceso de decadencia que inauguró Zapatero y continuó Rajoy y su dolce fare niente. Fue esta señora la que se empeñó en traer a España con nombre falso al líder saharaui enfermo de covid para ser tratado en un hospital. Ella, la que consiente que el Falcon de la Presidencia de la República Argelina aterrice en la zona militar de la base de Zaragoza, y que del mismo se apee una comitiva que sería escoltada hasta el hospital de Logroño por la Guardia Civil motorizada. Demasiadas pistas para unos servicios de inteligencia tan finos como los marroquíes y para una diplomacia que, en este caso sí, se sabe perfectamente la lección: “Hay actos que tienen consecuencias y se tienen que asumir”.

La aberración esquizoide (“En las embajadas y consulados habrá un cartel al público con el siguiente mensaje: `Aquí respetamos tu orientación sexual y tu derecho a la identidad de género´”, recogido por Antonio Rodríguez en Vozpópuli) en que esta señora ha convertido nuestro servicio exterior es perfecto trasunto del sindiós en que el señor Sánchez ha convertido España. Un barco a la deriva, a merced de cualquier atisbo de tormenta, con un tipo corto de remos en el puente de mando. "Me gustaría empezar por recordar a una persona fundamental en la historia del PSOE y en la de la UGT que ha sido mancillada en los últimos meses por grupos políticos y gobiernos autonómicos: Francisco Largo Caballero. Un sindicalista y un político consecuente con sus actos que como ministro de Trabajo promulgó la legislación social más avanzada de su época. Actuó como hoy queremos actuar nosotros". Palabras del sujeto en el 43º Congreso de UGT celebrado esta semana en Valencia. Lo más relevante, lo amenazador incluso, son esas seis últimas palabras: “Actuó como hoy queremos actuar nosotros”. Toda una declaración de intenciones o el deseo de seguir la senda de un delincuente (“Si no ganamos las elecciones, iremos a la guerra civil”) que ni fue largo ni fue caballero y que se empeñó en embarcar a los españoles en un conflicto que, como le recordara Julián Besteiro, no tenía ninguna certeza de poder ganar, y cuyo resultado se concretó en cientos de miles de muertos, una larga dictadura y un atraso del que España tardó décadas en recuperarse.

En la España 2050 de Sánchez y Redondo, la prospectiva se confunde con la propaganda. Puestos a fabular, hubiéramos preferido un plan para “España 2055”, porque en la rima estaría implícita la síntesis, la solución de la charada

Un personaje con plomo en las alas desde la noche del 4 de mayo, un político incapaz de gestionar mínimamente una crisis sanitaria que se ha llevado por delante la vida de 140.000 españoles y que, en su huida hacia adelante, decide entregarse a operaciones de supuesta prospectiva en un intento de escapar de una realidad cuyas dimensiones le sobrepasan. En esta columna se ha aludido muchas veces a la necesidad de diseñar un “proyecto de país” para el futuro, entendido ello como un empeño no partidario fruto de la reflexión de la sociedad en su conjunto, presidido por la voluntad de alcanzar el máximo consenso posible. Un trabajo entendido con la humildad del científico, no con la arrogancia del publicista. Un edificio construido con la piedra pulida de unas instituciones prestigiadas, una justicia independiente, unos medios de comunicación no corrompidos, un mercado de trabajo que no penalice el empleo, un sistema fiscal que incentive el emprendimiento, una educación no sectaria que premie el esfuerzo, una sanidad bien dotada, y así sucesivamente. En la España 2050 de Sánchez y Redondo, la prospectiva se confunde con la propaganda. Puestos a fabular, hubiéramos preferido un plan para “España 2055”, porque en la rima estaría implícita la síntesis, la solución de la charada.      

La descomposición del Gobierno acelera la liquidación del Estado. Pere Aragonés acaba de jurar su cargo como presidente del Gobierno de Cataluña en representación del 26% del censo electoral catalán, exactamente el 26%, y en virtud de un Estado Autonómico que ampara la Constitución, y el recién llegado promete dedicar sus mejores esfuerzos a derribar esa misma Constitución de la que emana su poder. El desamparo de la mayoría de los catalanes continúa, frente al silencio cómplice del Gobierno, obligado a seguir pagando las letras que sus socios le pasan a cobro. Un Gobierno que no hace respetar la ley y consiente con la demolición del Estado de Derecho, ¿qué respeto va a merecer a propios y extraños? ¿Qué opinión puede tener Sidi Mohammed Ben Hassan Ben Youssef el Alaoui (Mohamed VI para los amigos) de este buscavidas de la política dispuesto a tolerar cualquier desmán con tal de seguir en la poltrona? La misma que cada día tiene un mayor número de españoles: datos de una encuesta (2.200 respuestas, con participación del 66%) realizada esta semana para una gran empresa: 32% PP (entre 142-145 escaños), 24% PSOE, 14% Vox (32-35 escaños), 10% Podemos, 7% Más País, 3% Ciudadanos. Los capos del Ibex ya han empezado a olfatear el cambio. A su lado siguen impertérritos Sánchez Galán (Iberdrola) y Álvarez Pallete (Telefónica), conscientes del riesgo que corren pero obsesionados con el señuelo de los fondos Next Generation EU.

 

                                                                  JESÚS CACHO    Vía VOZ PÓPULI