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sábado, 29 de febrero de 2020

Erdogan convierte a un millón de refugiados en su misil geopolítico contra Europa

n Turquía hay rumores sobre autobuses gratuitos para refugiados puestos por el gobierno para presionar a Europa con un mensaje claro: o nos apoyáis en Siria o cruzarán la frontera

Foto: Tayyip Erdogan. (Reuters) 

Tayyip Erdogan. (Reuters)

Es la peor pesadilla de los políticos antiinmigración y los ciudadanos que los respaldan: columnas de refugiados dirigiéndose a las fronteras de Europa a pie, en autobús, taxi o cualquier medio disponible, y donde en al menos uno de los extremos de la valla nadie les detiene. Está ocurriendo en Edirne y Çanakkale, en la frontera occidental de Turquía, así como en las islas griegas, a escasa distancia de la costa mediterránea turca. Y es el resultado de una decisión del presidente Recep Tayyip Erdogan, que anoche anunció que su Gobierno ya no impediría el paso de ningún migrante irregular más.
Entre los que cruzan hay, sobre todo, refugiados sirios, pero también iraníes, paquistaníes, iraquíes e incluso marroquíes. Hay rumores sobre autobuses gratuitos hasta la frontera desde la estación de Esenler, en Estambul, lo que, de confirmarse, demostraría que se trata de algo más que de mero abandono por parte de las autoridades turcas (el flujo, de hecho, podría no ser tan masivo, pero está siendo reportado como tal por la prensa gubernamental turca). Todavía no hay cifras claras, pero hablamos de centenares, posiblemente incluso de algunos miles. Y cuando se corra la voz serán, sin duda, muchísimos más.
Turquía acoge a unos 3,6 millones de refugiados sirios en su territorio, y ha afirmado repetidamente que no tiene capacidad para acoger a más. La ofensiva del régimen de Bashar Al Assad contra la provincia siria de Idlib ha generado otro millón de desplazados que ahora se agolpan en la frontera turca, esperando que se les permita cruzar. Anoche, un ataque aéreo sirio contra posiciones turcas en la región dejó al menos 33 soldados turcos muertos, poco antes de que el ejecutivo turco anunciase su decisión. Probablemente no es una coincidencia.

El tapón europeo no aguanta más

Cubrí la crisis de los refugiados del verano de 2015 en Turquía, Grecia, Macedonia y Hungría. En aquel entonces, a principios de septiembre, las lanchas neumáticas llegaban cada pocos minutos a la isla griega de Lesbos, donde recibían el apoyo de numerosos voluntarios, y bastaba con sentarse a esperar en las playas del norte para ser testigo de ese desembarco continuo. Allí, las autoridades griegas, molestas por la inacción europea e incapacitadas para hacer frente a la situación, otorgaban a los recién llegados un salvoconducto que les permitía cruzar el país de manera segura, hasta la siguiente frontera, donde -al menos en aquella época- se hacía más o menos lo mismo. De este modo, el problema se iba desplazando por sí solo hacia el norte.
El problema es que ya no estamos en 2015: desde hace mucho tiempo, las islas griegas están saturadas de refugiados confinados en campos cada vez en peores condiciones, y la fiebre anti-inmigración que sacude Europa hace imposible una respuesta de acogida de un alcance ni remotamente similar. Grecia y Bulgaria no pueden quedarse con los recién llegados y el resto del continente no está dispuesto a recibirlos. Si lo que quería Erdogan era presionar, ha logrado golpear donde más duele.
¿Por qué hace esto Turquía? La primera razón, expresada de forma explícita por Ankara, es una reacción a la previsible y ya mencionada nueva oleada de refugiados sirios de Idlib. Pero además, Erdogan quiere que tanto la OTAN como la UE apoyen sus planes militares en el norte de Siria: la creación de una ‘zona tapón’ a lo largo de la frontera que permita recolocar a los ciudadanos sirios actualmente en su territorio, y probablemente sirva también de santuario a los grupos armados a los que ha apoyado desde el inicio del conflicto.

El superpoder migratorio

Erdogan es muy consciente de sus bazas. A principios de 2016, un ensayo publicado por el European Council on Foreign Relations definía a Turquía como “el superpoder migratorio”, explicando lo siguiente: “En una época de migraciones masivas, la capacidad de controlar los flujos de personas es una fuente de poder. Las autoridades turcas han usado la amenaza de estos flujos para cambiar el balance de poder entre ellas y la UE”.
Poco antes, en noviembre, Erdogan le había dicho al presidente de la Comisión Europea Jean Claude-Juncker durante la cumbre del G20 en la ciudad turca de Antalya: “Podemos abrir las puertas hacia Grecia y Bulgaria en cualquier momento, y montar a los refugiados en autobuses”. A los pocos meses, Turquía firmó un acuerdo con la UE por el que recibía 3.000 millones de euros iniciales, con opción de duplicar esa cantidad a partir de 2018, a cambio de cerrar esa ruta migratoria y recibir a los refugiados deportados, y sin demasiados miramientos hacia los derechos humanos.
Ahora, Turquía ha cumplido la amenaza que le hizo a Juncker, y la clave está en el reciente desarrollo del conflicto en el país vecino, que ha motivado también el que tras una creciente serie de desencuentros con la OTAN, Ankara haya dado un giro de 180 grados hacia la institución: en las últimas semanas, responsables de los Ministerios de Exteriores y Defensa turcos llevan semanas cortejando a las autoridades de la Alianza Atlántica en busca de apoyo para su campaña en Siria, como la única forma de desbloquear el punto muerto en el que se encuentra ante el renovado empuje de las fuerzas gubernamentales sirias. Tras el ataque de este jueves, Ankara ha invocado el Artículo 4 del Tratado de la OTAN, que le permite llamar a consultas a sus miembros si considera que su integridad territorial, independencia política o seguridad está en riesgo.
Erdogan se ha pasado la última semana advirtiendo al ejército sirio de una contundente respuesta militar si este continúa con su avance en Idlib. En otras circunstancias, la amenaza podría haber funcionado, pero en lugar de eso el presidente turco se ha encontrado con una treintena de soldados regresando a casa en ataúd. La lectura que Moscú y Damasco han hecho de la situación es que Ankara no se atreverá a lanzar una ofensiva militar de gran envergadura contra Siria, que podría implicar entrar en una guerra contra Rusia, y que la OTAN tampoco respaldará su aventurerismo militar en el país vecino.

"Necesitáis a Turquía"

Al abrir el grifo de los refugiados, Ankara espera forzar un cambio en este segundo planteamiento, al menos respecto al componente europeo de la Alianza Atlántica. El mensaje que está enviando a Europa es: “Necesitáis a Turquía”. En eso, Ankara no es demasiado original: desde el establecimiento de la Convención Internacional sobre los Refugiados en 1951 ha habido al menos 75 intentos de utilizar a población desplazada como arma geopolítica, y en casi tres de cada cuatro ocasiones sus promotores han logrado al menos algunos de sus objetivos. Erdogan está jugando una mano arriesgada, pero en la Europa de 2020, donde la tolerancia hacia los migrantes es cada vez menor, podría salirle bien. Otra vez.

                                                    DANIEL IRIARTE Vía EL CONFIDENCIAL

¿HACIA UN RENACIMIENTO EUROPEO?

En el actual escenario geopolítico, la UE sólo puede escoger entre su unión política o la irrelevancia


Poco antes de las últimas elecciones europeas (mayo 2019), Emmanuel Macron pronunció un discurso con el título “Por un Renacimiento Europeo”. Al cabo de casi un año de aquel discurso, su contenido parece cada vez más relevante y más actual.
El rasgo característico de aquel discurso es que iba dirigido directamente a los ciudadanos y no a los líderes y a los gobiernos, como fue el caso de otro discurso suyo pronunciado con mucha pompa en septiembre de 2017 en el marco de la Universidad de la Sorbona de París, “poco exitoso a la vista de sus resultados” según el propio autor.
El nuevo discurso comenzaba así: “Me he tomado la libertad de dirigirme esta vez a ustedes directamente (dado que los líderes europeos, especialmente Alemania, no han hecho mucho caso de mi discurso anterior sobre el futuro de Europa), no solamente en nombre de la historia y de los valores que nos unen, sino también porque hay urgencia. Desde la segunda guerra mundial, Europa nunca había sido tan necesaria como hoy, y al mismo tiempo nunca había estado tan en peligro como hoy“.
La clave del peligro, según Macron, eran el nacionalismo y el populismo, y el Brexit era “un ejemplo perfecto de las cosas”. “Ejemplo de la crisis de una Europa que no ha sabido satisfacer las necesidades de protección de los pueblos ante los grandes cambios del mundo contemporáneo. Ejemplo también de la trampa europea. La trampa no es pertenecer a la UE, sino la mentira y la irresponsabilidad que la pueden destruir. ¿Quién explicó a los británicos la verdad sobre su futuro tras el Brexit? ¿Quién les ha explicado las consecuencias de perder el acceso al mercado europeo? ¿Quién les ha advertido de la ruptura del Reino Unido? El repliegue nacionalista no tiene propuestas, es un “no” sin proyecto. La UE es ciertamente un éxito histórico, pero debemos hacer más y hacerlo más rápido para salvaguardarla. Los ciudadanos nos dicen a menudo: ¿Dónde está Europa? ¿Qué está haciendo Europa? Muchos piensan que se ha convertido en un mercado sin alma. Debemos reinventarnos en forma de un Renacimiento Europeo, fundamentado en tres aspiraciones: libertad, protección y progreso”.
Algunas propuestas concretas de Macron eran las siguientes:
  • Defender nuestra libertad. El modelo europeo se basa en la libertad individual y la diversidad de opiniones y de creación. Creación de una Agencia Europea de Protección de las Democracias.
  • Proteger nuestro continente. Afrontar el reto de las migraciones. Revisar el espacio Schengen, creación de una policía de fronteras común, de una Oficina Europea de Asilo y un Consejo Europeo de Seguridad Interior. Adopción de un nuevo tratado de defensa y seguridad, en colaboración con la Creación de un Consejo de Seguridad Europeo que incluya al Reino Unido. Las fronteras europeas también deben garantizar una competencia leal.
  • Recuperar el espíritu de progreso. Europa ha creado la seguridad social y, al mismo tiempo, es un espacio de progreso. Prioridades a los grandes retos actuales: cambio climático y revolución digital. Creación de un nuevo Consejo Europeo de Innovación. Se necesita un pacto con África, con quien tenemos que sellar un pacto de futuro, asumiendo un destino común.
Macron terminó así su discurso: “Sobre los pilares de libertad, protección y progreso debemos construir el Renacimiento Europeo. No podemos dejar que los nacionalistas sin propuestas exploten la rabia de los pueblos. No podemos ser sonámbulos de una Europa lánguida (hace referencia a los líderes “sonámbulos” que llevaron a la Primera Guerra Mundial). No podemos estancarnos en la rutina y el encantamiento. El humanismo europeo exige acción y en todas partes los ciudadanos están pidiendo participar en el cambio. En esta Europa donde los pueblos habrán recuperado realmente el control de su destino, estoy seguro de que el Reino Unido volverá a encontrar su sitio”.
Además de reformar los tratados que hagan falta, Macron propone finalmente organizar una gran Conferencia sobre el futuro de Europa con amplia participación de los ciudadanos. Ya hemos comentado en un post anterior que la nueva Comisión Europea presidida por la alemana Ursula von der Leyen ha recogido este guante y se propone organizar precisamente una gran Conferencia sobre el Futuro de Europa que debe comenzar este año, concluir el año 2022 y llevar a la práctica sus conclusiones sobre la necesaria refundación de la UE.
Tal como se presenta el actual marco geopolítico, los resultados de esta Conferencia pueden suponer el ser o no ser de la UE. Las geoestrategias, las guerras comerciales y las tecnológicas de la segunda década del siglo XXI no tienen nada que ver con los contextos vividos anteriormente, en el seno de los cuales se produjeron los grandes éxitos iniciales de la construcción europea de los que todos los europeos nos podemos sentir orgullosos. Ha llegado la hora de ser más ambiciosos y de dar pasos mucho más importantes para ultimar la inacabada arquitectura institucional europea y, sobre todo, ha llegado el momento de saber exactamente a dónde se quiere llegar.
Europa debe ser capaz de asumir y gestionar su propio destino. Esto no se podrá conseguir si los estados miembros de la UE no vencen sus resistencias a ceder más soberanía a la UE. Si no se llega a la unión política, la UE quedará fuera del contexto internacional y se convertirá en irrelevante.
Europa debe ser capaz de asumir y gestionar su propio destino CLIC PARA TUITEAR
                                                                        VÍCTOR POU  Vía FORUM LIBERTAS


PREPARADOS PARA LA PANDEMIA

La medida más eficaz contra el contagio radica en la colaboración voluntaria de la población. Las fronteras nunca han evitado la entrada de los agentes patógenos, a pesar de lo cual se siguen cerrando

 

Preparados para la pandemia 

EDUARDO ESTRADA

 

 La Organización Mundial de la Salud (OMS) todavía no considera que el actual brote de coronavirus sea una pandemia, pero sí ha dicho que el mundo debe prepararse para cuando lo sea.

 

Puede que esto parezca una cuestión semántica, pero los nombres son importantes, como los españoles saben mejor que nadie. Hace poco más de 100 años, en los últimos meses de la Primera Guerra Mundial, el mundo se vio azotado por una epidemia de gripe que dio en llamarse “gripe española”, aunque no tuviera nada especialmente español. No sabemos dónde se originó, pero sí que llegó a otros países antes que a España. No obstante, merece la pena volver sobre las razones de que esa pandemia —que, con unos 50 millones de víctimas en el mundo, fue la peor catástrofe humana del siglo XX— acabara llamándose española, porque siguen siendo relevantes.
 Estados Unidos, el Reino Unido y Francia sufrieron la gripe antes que España, pero, como estaban en guerra, impidieron que la información, para no minar la moral pública, llegara a la prensa. España era neutral y no censuraba la prensa, de manera que, cuando en Madrid se detectaron casos de gripe en la primavera de 1918, los periódicos españoles dieron cuenta de ellos. Entre los afectados estaba el rey Alfonso XIII, cuya enfermedad dio visibilidad internacional al brote en territorio español. Se hizo creer, no solo en España, sino en gran parte del mundo, que la infección tenía como epicentro Madrid, algo que venía estupendamente a los contendientes. Cuando se comprendió la verdad, ya era demasiado tarde: el nombre había calado. Era injusto, pero también ponía de manifiesto un importante aspecto de las pandemias: son algo enormemente político.
Los bulos constituyen un problema nunca visto, por su magnitud y la velocidad con la que se trasmiten
Lo hemos visto en todas las registradas desde 1918 y lo vemos de nuevo ahora. Las fronteras —a menos que coincidan con litorales, cordilleras u otros accidentes geográficos— nunca han evitado la entrada de patógenos; sin embargo, en contra de los consejos de la OMS, muchos países han cerrado las suyas. Australia y Estados Unidos han impuesto diferentes restricciones a los nacionales y extranjeros que regresen de China, una distinción tan absurda como la que aplicaron las autoridades españolas en 1918, cuando restringieron los desplazamientos transfronterizos de los portugueses, pero no de sus nacionales. Y China ha hecho esfuerzos ímprobos para contener el brote en su propio territorio, sin atender a los ofrecimientos de ayuda de la OMS y de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades del Gobierno estadounidense. Cada vez parece más claro que esos esfuerzos fracasarán.
La OMS existe porque en 1918 se comprendió que para afrontar una crisis sanitaria global se necesita un organismo sanitario global. La razón es sencilla, y se está demostrando de nuevo: cuando se trata de infecciones, no hay ningún lugar totalmente seguro. Sin embargo, desde la crisis financiera de 2008, los Estados miembros de la OMS han reducido los fondos destinados a la organización, limitando su capacidad para responder ante estas crisis. Como señala el experto en salud pública Jonathan Quick, de la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, colaborador desde hace tiempo de la OMS, esto es como cancelar tu seguro contraincendios porque tu casa no ha sufrido últimamente ninguno. Hace años que los expertos nos dicen que otra pandemia es inevitable.
Muchas son las razones por las que el mundo actual es menos proclive a las pandemias que el de 1918. Sabemos mucho más sobre virus y por eso disponemos de una prueba para detectar la Covid-19 y de una vacuna en fase experimental que podría llegar a probarse en humanos en abril. Tenemos medicamentos antivirales para tratar a los infectados y antibióticos para tratar las complicaciones bacterianas que a veces causa la neumonía. Tenemos mejores sistemas de vigilancia, infraestructuras sanitarias más sólidas en gran parte del mundo y también a la OMS. Pero sigue habiendo vulnerabilidades y algunas son nuevas. La población mundial prácticamente se ha cuadruplicado desde el año 1918 y, por razones de edad o condiciones subyacentes, la proporción de sistemas inmunológicos debilitados es mayor. Estamos mejor conectados. Un virus que entonces habría tardado meses en rodear el planeta —a la velocidad de un barco de vapor— ahora puede hacerlo en semanas o días, en avión. Está aumentando la polémica sobre la pertinencia de vacunar. Y además tenemos un problema esencial: la información.
Desde la crisis de 2008, los miembros de la OMS han reducido los fondos, limitando así su capacidad de respuesta
Los expertos en salud pública coinciden en que la confianza de la población en sus autoridades es esencial para afrontar adecuadamente una epidemia. Saben por experiencia que las medidas sanitarias obligatorias suelen ser contraproducentes, salvo en situaciones graves, con lo que la medida más eficaz que puede aplicar un Gobierno contra el contagio radica en la colaboración voluntaria de la población. Sin embargo, la gente no confiará ni colaborará a menos que se le informe adecuadamente.
Durante otro brote de coronavirus, el del síndrome respiratorio agudo grave (severe acute respiratory syndrome, SARS), registrado en China entre 2002-2003, el Gobierno racionó la información y hubo disturbios. Esto no ha pasado esta vez —por ahora no—, pero en los medios sociales cunden las expresiones de frustración. Entretanto, en el resto del mundo los mensajes sobre la enfermedad han sido contradictorios. Y aunque no suframos la censura bélica, los bulos constituyen un problema nunca visto, por su magnitud y la velocidad con la que se transmiten. A ello contribuye que los más jóvenes, al no estar acostumbrados a pagar por informarse, no puedan acceder a noticias que son de pago, en tanto que los bulos son gratuitos.
Por último, aunque los patógenos que la ocasionaron eran bastante distintos, una comparación entre la pandemia de gripe de 1918 y el brote de coronavirus actual pone de manifiesto que, por lo menos en ciertos aspectos, la naturaleza humana no cambia. Según algunas informaciones, el Ministerio de Sanidad iraní minusvaloró la gravedad del brote de Covid-19 en la ciudad santa de Qom por las presiones de las autoridades religiosas, que no querían perturbar el flujo de peregrinos. En 1918 la ciudad española con mayor mortalidad por la gripe fue Zamora, cuyo obispo desafió a las autoridades sanitarias locales al ordenar a sus feligreses que fueran a las iglesias a arrepentirse de sus pecados, ya que consideraba que la gripe era un castigo divino.
No sabemos si este brote se convertirá en pandemia, pero su alcance y el número total de muertos dependerán, como siempre, de factores sociales y biológicos; de los seres humanos tanto como del virus.

                                                                    LAURA SPINNEY*  Vía EL PAÍS
*Laura Spinney es periodista científica y escritora.
Traducción de Jesús Cuéllar Menezo

jueves, 27 de febrero de 2020

Bruselas desmonta las medidas económicas estrella de Sánchez: pensiones y laboral

La Comisión dice que derogar la reforma de pensiones de Rajoy elevará el gasto público en 4,7 puntos del PIB hasta 2050 y que desmontar la reforma laboral podría lastrar el crecimiento

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Senado. (EFE) 

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Senado. (EFE)

La primera medida que aprobó el Gobierno de Pedro Sánchez tras la investidura de enero fue la de subir las pensiones con arreglo al IPC previsto para el conjunto del año. Dio así cumplimiento a una de las grandes promesas electorales del líder socialista: revalorizar las pensiones, al menos, tanto como suban los precios. Esta política garantiza a los pensionistas el mantenimiento del poder adquisitivo, e incluso algunas ganancias, pero tendrá un precio que recaerá sobre los jóvenes.
La Comisión Europea se ha desprendido de sus recatos habituales a la hora de advertir a un Gobierno de los riesgos de sus decisiones y esta vez ha sido muy clara con las grandes promesas de Sánchez. En el caso de las pensiones, garantizar el poder adquisitivo de los mayores, incluso por encima de lo que cotizaron, supondrá cargar este coste sobre los jóvenes. De ahí que Bruselas haya demandado medidas compensatorias que permitan repartir los costes entre generaciones. “En ausencia de medidas compensatorias, el significativo incremento del gasto en pensiones en el medio y largo plazo deteriorará la equidad intergeneracional”, señala la Comisión en el informe de España publicado el miércoles.
Bruselas estima que la revalorización de las pensiones con el IPC elevará el gasto en pensiones en unos cuatro puntos del PIB hasta 2050. Si se tiene en cuenta el PIB actual, esto significaría un aumento del gasto de casi 50.000 millones de euros en las próximas tres décadas (cifra que habrá que actualizar con la subida del IPC y el crecimiento económico). Para empezar, supone, por ejemplo, el doble de la recaudación que genera todo el impuesto sobre sociedades.
A esta cifra habría que añadirle la reducción del ahorro que suponía el factor de sostenibilidad, una medida que Sánchez ha prometido derogar. El factor de sostenibilidad ajusta cálculo de la pensión inicial al aumento de la esperanza de vida, de modo que penaliza la cuantía mensual de la prestación a medida que aumente el número de años que se percibirá.
La Comisión Europea estima que la derogación del factor de sostenibilidad tendrá un coste adicional de, “al menos”, 0,7 puntos del PIB a largo plazo. Esto es, si se tiene en cuenta el PIB actual, serían unos 9.000 millones de euros adicionales de gasto. Entre las dos medidas, serían más de 55.000 millones de gasto adicional en tres décadas.
Para Bruselas, estas dos promesas no solo suponen un quebradero de cabeza en cuanto a la presión que generarán sobre las cuentas públicas, también introducen una desafección generacional. El coste recaerá sobre los jóvenes, ya sea porque el gasto se financie con deuda (a pagar en el futuro) o con más impuestos.
Este incremento del gasto se produciría sobre la ya delicada situación de las cuentas públicas españolas. La Comisión Europea estima que España elevó su déficit estructural en dos décimas del PIB en 2019 (unos 2.500 millones de euros), superando por primera vez el 3% del PIB.
Este déficit estructural dificultará gravemente la reducción de la deuda pública. La Comisión estima que el endeudamiento se mantendrá por encima del 95% del PIB durante los próximos 10 años. Y eso teniendo en cuenta que España cumple con sus compromisos y comienza a reducir el déficit estructural. En el mejor de los casos, en una década, la deuda no bajará del 90% del PIB. A esta cuantía habría que añadirle el incremento del gasto en pensiones derivado de la derogación de la reforma de 2013. Un escenario muy peligroso para el futuro financiero del país.
Esta brecha generacional se agrava si se tiene en cuenta el escaso gasto social que realiza España para proteger a las familias con hijos de la pobreza. “La debilidad de los regímenes de garantía de ingresos y de las prestaciones familiares limita el efecto de las transferencias sociales en la reducción de la pobreza”, alerta la Comisión. Además, apunta a la paradoja de que España sea uno de los países europeos con menor tasa de natalidad pero que, al mismo tiempo, “las ayudas a las familias sigan siendo las más bajas de la Unión Europea”.

Peligro para el empleo

La Comisión Europea también ha mostrado su preocupación por la derogación de la reforma laboral que ha anunciado el Gobierno de Sánchez. Bruselas teme que el desmonte de las medidas tenga un efecto negativo sobre el mercado laboral, que, a día de hoy, sigue siendo el problema número uno de la economía española. Las previsiones apuntan a que 10 años después del inicio de la recuperación, la tasa de paro seguirá cerca del 13%, una situación que no tiene comparación en ningún otro país desarrollado del mundo.
La Comisión ha recordado al Gobierno que la reforma laboral aprobada entre los años 2012 y 2013 “ha jugado un importante papel promoviendo una recuperación rica en creación de empleo”. De ahí su preocupación por que el Ejecutivo vaya a tocar algo que, según sus cálculos, está funcionando.
Ante este escenario de derogación de la reforma laboral, Bruselas pide al Ejecutivo que, al menos, “cualquier nueva medida sea adoptada después de una evaluación rigurosa de su impacto potencial y que se preserven los logros de las reformas pasadas”. Esto es, que no se vuelvan a adoptar medidas sin una buena memoria económica, como ocurrió con las dos pasadas subidas del salario mínimo interprofesional (SMI).
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE)
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE)
La Comisión también se ha pronunciado sobre la subida del SMI que ha anunciado el Ministerio de Trabajo, para llevarlo hasta el 60% del salario mediano. Bruselas reconoce que todavía no existen datos suficientes para valorar el impacto de la subida del salario mínimo de 2019, pero recuerda que solo tres países europeos están por encima del umbral del 60% del salario mediano y que todos ellos tienen una tasa de desempleo muy inferior a la de España.
Bruselas también ha alertado en su informe de España sobre la política de control de precios en el mercado inmobiliario. Una alerta que justo coincidió con la comparecencia del Ministro de Transportes, José Luis Ábalos, en el Congreso para exponer las líneas maestras de su política para los próximos cuatro años. Ábalos anunció que regulará los precios en las zonas tensionadas, una medida que puede generar resultados perversos, según el informe de la Comisión Europea. En concreto, Bruselas señala que “los controles de los alquileres pueden reducir la oferta de viviendas en alquiler a medio y largo plazo y tener efectos colaterales no deseados sobre los precios y la demanda en el mercado de la vivienda”. Esto es, si se intervienen los beneficios, la oferta podría frenarse.

La revolución fiscal

El informe de la Comisión Europea no solo desmonta algunas de las promesas estrella del Gobierno, también pone la lupa sobre la propuesta fiscal de los partidos de la derecha. En concreto, entra de lleno en el debate que han planteado las comunidades del PP sobre la rebaja masiva de impuestos. Bruselas remarca el problema de recaudación que tiene España, con una brecha de presión fiscal de más de cinco puntos del PIB (podría financiar todo el déficit futuro de las pensiones).
Uno de los impuestos en los que existe brecha fiscal es el de patrimonio, como consecuencia de que algunas comunidades lo tienen bonificado. En concreto, la diferencia de recaudación es de tres décimas del PIB (unos 4.000 millones de euros anuales). La Comisión señala que es preferible que España grave el patrimonio preferentemente, por delante de las transacciones, ya que tiene una menor incidencia sobre la actividad económica (es más eficiente). Esto se aleja de la propuesta de los populares de bonificar el tributo en toda España.
Además, la Comisión Europea ha vuelto a remarcar la brecha fiscal que tiene España en el IVA, como consecuencia del “uso generalizado de los tipos reducidos y superreducidos”. Y también ha señalado que existe margen de mejora en la fiscalidad verde para aproximar el país a la media europea y para desincentivar las prácticas contaminantes.

                                               JAVIER G. JORRÍN  Vía EL CONFIDENCIAL