Director del Instituto de Política Internacional de la Universidad Francisco de Vitoria, fue profesor de Historia contemporánea en la UNED y miembro fundador del Grupo de Estudios Estratégico y autor, entre otros, de 'Franco aislado. La cuestión española, 1945-1950' (Aguilar Ediciones)
FLORENTINO PORTERO /SERGIO ENRÍQUEZ-NISTAL
Profesor, historiador y analista de relaciones internacionales es desde hace años una de las referencias españolas sobre cuestiones de política exterior y pensamiento político, a través de su participación en think tanks y de sus habituales colaboraciones en los medios y en numerosos foros académicos. Pesimista sobre el proyecto rupturista de la coalición progresista, considera que Vox se ha convertido en el aliado natural del PSOE.
- Pregunta: ¿Ha quedado Europa relegada a un papel secundario como parece haberse escenificado en la reciente cumbre de seguridad de Múnich?
- Respuesta: La situación actual es el resultado del fin de una época, que en términos de política internacional denominamos Guerra Fría. A partir del derribo del Muro de Berlín las grandes alianzas que tenían como sentido la contención de la URSS se replantean, porque al final el enemigo es el pegamento de una relación. Si el enemigo deja de ser enemigo hasta el punto de que desaparece, el pegamento deja de ser efectivo. EEUU, por tanto, lleva mucho tiempo, desde los años de Clinton hasta ahora con Trump (de manera evidentemente más burda y más propia de su personalidad), cuestionando el sentido de esas alianzas tal y como las hemos conocido, cuando, además, los aliados europeos no gastan dinero en defensa y no comparten las percepciones de retos, riesgos y amenazas que tiene EEUU. La Alianza Atlántica, y eso ha quedado reflejado en la cumbre de Múnich, sencillamente es un resto arqueológico de una época que ya no existe.
- P: ¿Es realista la propuesta de Macron de que Europa forme un Ejército propio alternativo a la OTAN?
- R: Francia lleva con este juego muchas décadas. Y todo el mundo sabe que es mentira, porque en el fondo lo que está intentando desde los días de Napoleón, y casi desde Luis XIV, es que el resto de los europeos asumamos la visión que ellos tienen del papel de Europa en el mundo, que es una visión arraigada en su intereses nacionales. En un mundo globalizado, Francia no tiene tamaño crítico para ser una gran potencia y por eso necesita del apoyo de los europeos. Pero la UE no se lo va a dar.
- ¿Se pueden establecer paralelismos entre la situación europea de entreguerras y la actual?
- Sin duda. Después de la Segunda Guerra Mundial la sociedad recibió un escarmiento. Recordemos que la gente que tiene 50 años en el 45 ha vivido dos guerras mundiales y en medio la crisis del 29, que fue francamente dura. Lo vivido les llevó a ser responsables, a asentar democracias en cada uno de los países, a sacar adelante el proceso de integración europea y el Estado del bienestar. La gente se ha olvidad de esto, se ha olvidado de que Europa es capaz del fascismo y del comunismo, que el resto del mundo no ha hecho nada semejante ni al Holocausto ni al Gulag. No hay barbarie semejante fuera de Europa a lo que hemos hecho nosotros. Como ahora ya no confiamos en el modelo establecido en el orden liberal ni confiamos tanto en el proceso de integración europea ni en las democracias liberales clásicas, evidentemente surge de nuevo lo que ya surgió después de la Segunda Guerra Mundial. No con la intensidad ni el dramatismo de entonces, pero son procesos de descomposición muy semejantes.
- ¿Está la UE en una crisis de descomposición?
- La UE está viviendo la crisis derivada del exceso de ambición que se plantea en Maastricht, con la incorporación de lo que llamábamos entonces la Europa Oriental. Lo lógico habría sido optar o por ampliar la Comunidad Europea, o por profundizar en ella, pero profundizar y ampliar es algo que las costuras de Europa no soportan. Esos países están disfrutando de su independencia y no quieren cambiar los años de sometimiento a la URSS por el sometimiento a Bruselas. Pero esto no significa que la UE esté viviendo una crisis de carácter estratégico en la que está en cuestión su supervivencia. Después de la gran depresión, hemos visto cómo ha sido capaz de reponerse, cómo se han seguido haciendo reformas y cómo el euro ha salido bien parado. Lo que sí es evidente es que Europa hoy carece de liderazgo. Y un proyecto de convergencia y de integración tan complicado, sin liderazgo, y ese es el drama de Alemania, es imposible.
- ¿En qué medida el populismo es causa de esto?
- El populismo es reacción. Los europeos, después de diez años de gran crisis, hemos dejado de confiar en las instituciones, porque hemos visto que no funcionan y que no resuelven nuestros problemas.
- ¿Y esa reacción populista puede explicar en parte lo que está ocurriendo en Cataluña?
- El nacionalismo catalán hoy es populista, porque se basa en mentiras y en reflejos racistas. Para los catalanes nacionalistas, sus problemas derivan de que dependen de nosotros y creen que si se rompiera ese vínculo, no sólo serían felices sino que serían mucho más ricos y todo funcionaría mejor. Ese mito populista está relacionado con lo anterior. Si de pronto, la gente percibe que Bruselas no es eficaz, hay una vuelta al nacionalismo. En países como España, donde ha habido una tradición regional muy fuerte que tiene su raíz en reinos independientes previos, la huida hacia delante es la vuelta a la Edad Media.
- ¿Existe un riesgo real de escisión territorial?
- No nos podemos engañar. En algunos Estados como Bélgica, Reino Unido, Italia o España, sí lo hay.
- ¿Qué encaje tendrían esas nuevas naciones en la UE?
- La UE va a intentar no involucrarse demasiado, va a aceptar lo que salga siempre y cuando se haga en el marco de la ley. La clave del proceso está en evitar comportamientos característicamente idiotas. Lo que ha hecho el independentismo catalán en los últimos años es un ejercicio de estupidez. La estrategia inteligente es la del PNV, que es la descomposición de España... pero dentro de España, y consiguientemente dentro de la UE y de la OTAN.
- ¿Y cuál es la estrategia de Sánchez?
- La estrategia del Gobierno deriva de la transformación del socialismo español en el marco de la transformación del socialismo europeo. A partir de los años 80, la estrategia histórica del socialismo de ir aumentando los servicios que el Estado ofrecía a la gente empezaba a tocar techo por razones fiscales. Las posibilidades de la socialdemocracia se limitaban. Podían ser buenos gestores, pero ya no podían seguir ofreciendo mucho más. Eso, unido a la caída de la URSS, acabó con muchos mitos del socialismo, que a partir de entones empieza a mutar hacia un progresismo, en el que los objetivos son las batallas culturales: el feminismo, lo verde, lo anti atómico... En el caso español, ya con Felipe González, se apuesta por los nacionalismos como causa progresista, siempre y cuando no sea el nacionalismo español, que es rancio, claro. Y el socialismo español se convierte en una federación de nacionalismos que, para poder gobernar, por una parte tienen que integrar, y comerse, a su izquierda (hoy se llama Podemos, para González era el PCE). Y por otro lado, necesita el apoyo de los nacionalistas, porque ellos mismos son nacionalistas y quieren convertir España en una confederación vaga de Estados independientes. Esto lo podemos ya entrever en documentos fundamentales como las declaraciones de Granada o la de Barcelona, textos internos en los que claramente se habla de que España no es una nación.
- En realidad se trata de una reforma por la puerta de atrás de la Constitución...
- Más tarde o más temprano intentarán que sea por la puerta de delante y ellos saben que eso no es imposible. Y lo saben porque la derecha vive también ese proceso. Ya en la etapa de Rajoy había determinados prohombres del PP que estaban dispuestos a avanzar en ese camino. Hoy, por ejemplo, el PP en Galicia no sabemos si es un partido regionalista o nacionalista, pero cuando escuchamos a Feijóo no acabamos de entender muy bien cuál es el vínculo con el resto del partido en España. El PSOE está ahora administrando, gracias a su aliado natural que es Vox, la desestructuración de la derecha y espera que de esa desestructuración salgan varias derechas que les permita gobernar durante mucho tiempo y le facilite encontrar aliados para esa reforma de la Constitución que haga de España un conjunto de naciones.
- ¿Cómo ha llegado la derecha a esta división?
- El surgimiento tanto de Cs como de Vox no responde más que al fracaso del PP. El PP dejó de cumplir su obligación. Recordemos ese momento en el que Rajoy invita a liberales y conservadores a abandonar el partido. Es la declaración más irresponsable que un líder de la derecha española ha hecho en dos siglos. Desde Narváez hasta Casado, el objetivo fundamental es mantener cohesionada a la derecha que, como ocurre en la izquierda, siempre es una coalición de distintas corrientes que tienen un origen histórico. Hay democristianos, hay liberales, hay conservadores clásicos, hay gente que no cree en nada pero que sabe que no son de izquierdas... y hay que lograr un equilibrio. Rajoy no lo hizo. Rajoy empezó a gobernar sin valores, sin ideales, sin programa, y eso llevó a que un sector se fuese hacia Cs y otro a Vox. El PP es un partido que no se molesta en proponer un futuro mejor, sino que se limita a decir que gestiona mejor que los demás, como si eso despertase pasiones en la gente, que es el primer deber de un partido político, generar ilusión.
- ¿Está en cuestión la Monarquía española?
- Tenemos a un vicepresidente y a una parte del Gobierno que se declara republicana. Desde la Transición nunca la Monarquía ha estado tan cuestionada. La paradoja es que nunca hemos tenido un Rey de la talla del de ahora desde Carlos III. No nos merecemos el Rey que tenemos, está muy por encima del español medio y de la clase política. Sencillamente, el proceso hacia una España confederal y progresista no casa bien con los valores intrínsecos de la Monarquía, que son básicamente la tradición y la conservación del Estado.
- Aunque la ministra lo haya negado, ¿ha cambiado la estrategia con respecto a Venezuela?
- La ministra lo ha negado en una declaración, pero el PSOE nos ha dado pistas de que sí, de que evidentemente ha cambiado. Se han dado cuenta de lo obvio y es que reconocer a Guaidó como presidente no cambia demasiado las cosas en Venezuela. Y como ellos quieren seguir teniendo unas relaciones normales con Venezuela y supuestamente quieren proteger a las empresas españolas allí, están girando hacia un entendimiento que lo único que va a conseguir es fortalecer al régimen bolivariano. Pero esas negociaciones llevan mucho tiempo en marcha. Zapatero ha contado con el apoyo del Gobierno español. Lo que hacía en Venezuela era conocido y respaldado tanto por Rajoy como ahora por Pedro Sánchez.
- ¿Cómo valora el Delcygate?
- Es un claro ejemplo de zafiedad diplomática, llevado a cabo por un ministro de Fomento, que no de Exteriores, que no pintaba nada allí y que actuó como elefante en cacharrería. Lo hizo todo mal. Hemos llegado a un ridículo tanto internacional como nacional, es una situación penosa que demuestra la poca profesionalidad de la gente que dirige el país en estos momentos.
- ¿Cómo ve la situación en Oriente Próximo y particularmente en Israel?
- La decisión de Obama de retirarse de la región fue un error monumental y ahora Trump está negociando con los que le han derrotado, porque EEUU ha sido derrotado en Afganistán y en Irak. Eso es humillante y una prueba más de su debilidad en el mundo. La derrota es la derrota y a partir de ahora sus aliados no van a confiar mucho en él y sus enemigos se van a crecer. En el caso de Israel está pasando por un momento particularmente complicado. Primero, porque su sistema político está paralizado. Segundo, porque su premier, que es el líder político más importante de Israel en muchísimo tiempo, Benjamin Netanyahu, está a punto de ir a juicio. Sin embargo, en el plano internacional la situación de Israel es sorprendente, nunca ha tenido unas relaciones tan íntimas con los países árabes, a costa, evidentemente, de los palestinos, víctimas de la diplomacia árabe y de la diplomacia israelí. Los palestinos no supieron aprovechar los momentos clave de la negociación, fundamentalmente la de Camp David en los años Clinton, el momento en el que podrían haber logrado un buen acuerdo y no fueron capaces. Ahora, la solución de los dos Estados es prácticamente imposible, porque los israelíes han profundizado la ocupación de territorios en Cisjordania y esos asentamientos no se van a levantar. No obstante, en este momento la amenaza iraní es tan seria en la región que se ha llegado a un profundo entendimiento de los países árabes con Israel, que está dando una cobertura de inteligencia y de seguridad a los países árabes que antes era impensable. Los países del Golfo Pérsico ven que EEUU no quiere involucrarse en la región, que está en otros temas, básicamente en su pugna con China, y que no les va a ayudar. Todo eso refuerza enormemente a Israel que al mismo tiempo tiene unas relaciones muy importantes con EEUU, pero también con Rusia y con China.
- ¿Es preocupante la relación de Pablo Iglesias, hoy vicepresidente del Gobierno, con Irán?
- Es innegable. Recuerdo declaraciones suyas en las que decía que no compartía la opinión de los iraníes ni los iraníes la suya, pero que tenían objetivos comunes, que es acabar con la democracia occidental. Eso no lo dice él, lo aporto yo. Tienen muy claro que el orden liberal va en contra de sus intereses, porque se fundamenta en la democracia y la democracia no está en el objetivo de los comunistas históricos, ni en el de los neocomunistas, ni en el de los podemitas. Están en la desestructuración del orden liberal que tanto nos ha costado construir.
- ¿Será capaz el PSOE de embridar esos elementos antisistema que están ahora dentro del Gobierno?
- En el fondo el PSOE tiene el deber constitucional de cara a las futuras generaciones de acabar con sus radicales. Igual que el PP tiene el deber constitucional de acabar con los suyos. Fraga lo hizo en la derecha, facilitándole el trabajo a Aznar, y Felipe González dejó al PCE en una cosa pequeñita, simbólica y perfectamente inútil. Ahora, Pedro Sánchez y Pablo Casado lo tienen más difícil, pero deben trabajar en esa dirección.
- FERNANDO PALMERO Vía EL MUNDO
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