La negociación de las futuras perspectivas económicas de la Unión Europea entra en una fase crítica. Este jueves los líderes europeos se reúnen en Bruselas
Pedro Sánchez junto a Charles Michel, presidente del Consejo Europeo. (Reuters)
La negociación de las futuras perspectivas económicas de la Unión Europea entra en una fase crítica. Este jueves los líderes europeos se reúnen en Bruselas en la que promete ser una cumbre maratoniana con el objetivo de alcanzar un acuerdo respecto al tamaño y prioridades del próximo Marco Financiero Plurianual (MFP), que cubrirá entre 2021 y el 2027.
Está previsto que sea una reunión larga, tensa y difícil. Los Estados miembros llegan con posiciones muy distantes y en las últimas horas la situación no ha hecho más que empeorar, con las distintas capitales enrocándose en sus propias posiciones. El tiempo se agota para la Unión Europea a medida que se le va acabando el tiempo al actual MFP, que comenzó en 2014 y acabará a finales de 2020.
¿Qué es el MFP?
Antes de la existencia del MFP, la Unión Europea acordaba los presupuestos año a año. Cada curso, las instituciones se sentaban a negociar cada número de las cuentas y la monumental pelea que ahora se reproduce en Bruselas se vivía cada año.
A partir de 1979 la Unión Europea comenzó a experimentar una serie de crisis presupuestarias que se repitieron también a mediados de los años ochenta, una década en la que comenzó a surgir la idea del actual MFP. En 1984, 1985 y 1987 se repitieron las crisis con el Consejo y el Parlamento siendo incapaces de alcanzar un acuerdo.
A la vista de la difícil situación en 1988 se acordó el primer MFP, que cubría hasta 1992. ¿Qué es? Pues básicamente un “cajón”, un marco en el que se establece cuánto puede llegar a gastar o comprometerse a gastar la Unión Europea en una serie de campos distintos, que cubren las distintas prioridades que tienen los socios europeos, durante una serie de años. Es decir, se establecen unos límites en los que, después, año a año, los socios tienen que ir “encajando” los presupuestos anuales de la UE, que se siguen negociando cada curso.
El objetivo es simplificar y apaciguar la situación durante un tiempo. Una gran y difícil negociación cada siete años (aunque los Tratados señalan que pueden ser cinco) que haga más fácil la vida de las capitales durante el resto del tiempo. También permite a la UE saber con qué dinero va a contar en los próximos años, lo que facilita la creación y ejecución de proyectos a más largo plazo.
Entre 1988 y 2013 todos los MFP fueron acuerdos interinstitucionales. El actual marco, el que cubre desde 2014 a 2020, fue el primero aprobado bajo el Tratado de Lisboa, que convierte el MFP en un acto jurídicamente vinculante, que establece que el Consejo debe aprobar el Marco por unanimidad tras la luz verde del Parlamento Europeo.
¿Quiénes pelean?
Hay un enfrentamiento principal en todo este choque: los llamados ‘Frugales’, que buscan un presupuesto muy inferior al que está sobre la mesa, frente a los llamados Amigos de la Cohesión, que buscan un MFP más amplio, que asegure que no se realizan recortes demasiado voluminosos sobre la política de cohesión de la Unión Europea.
Los frugales, países mayoritariamente nórdicos y ricos, como Países Bajos, Dinamarca y Suecia, junto con Austria, quieren evitar pagar los platos rotos de una UE con menos dinero (por el Brexit) y que necesita abordar nuevas prioridades, así que proponen recortar en medidas tradicionales, es decir, la Cohesión y la Política Agraria Común (PAC).
Esos son justo los puntos que importan a los Amigos de la Cohesión, entre los que están España, Portugal, Italia o Grecia, países sureños que sufrieron durante la crisis, y también Estados miembros del este, como Polonia, Hungría o República Checa.
En la realidad es imposible evitar que PAC y cohesión vayan a sufrir mordidas importantes, porque efectivamente la UE tiene que redirigir dinero a nuevas prioridades, como la seguridad, la defensa o la lucha contra el cambio climático, asuntos que no estaban tan presentes en la agenda cuando en 2014 se cerró el actual MFP, y lo debe hacer con menos dinero. La cuestión es conseguir amortiguar en la medida de lo posible los efectos del recorte.
¿Cuáles son los números?
En este pulso se pelea cada décima. Los líderes se sientan a negociar mañana con una propuesta concreta, la llamada ‘caja de negociación’ o ‘negobox’ en la jerga comunitaria: una primera propuesta a partir de la cual se empieza a negociar.
La propuesta, hecha por Charles Michel, presidente del Consejo, hecha pública el pasado viernes, sitúa los compromisos en el 1,074% de la renta nacional bruta (RNB) de los Veintisiete, o lo que es lo mismo, un billón corto de euros: 1.094.800 millones de euros.
A esta propuesta se llegó después de que en diciembre la presidencia finlandesa propusiera una ‘negobox’ de un 1,07%, y que los países sureños, los Amigos de la Cohesión, la rechazaron completamente por ser insuficiente. Entonces Michel tomó las riendas de la negociación, se ha reunido con todos los líderes uno a uno y llegó a la propuesta de un 1,074% con algunos cambios, como un aumento en la política de cohesión de 6.000 millones de euros y una canalización de mayores fondos para las regiones más desfavorecidas, o una versión “descafeinada” del mecanismo de Estado de derecho con el que se planteaba la posibilidad de cortar el grifo de los fondos europeos a los países que violaran el Estado de derecho, una medida dirigida a Polonia y Hungría.
La propuesta es polémica. Para unos, los ya mencionados frugales, es demasiado, para otros, los amigos de la cohesión, se queda muy corto. Y en esa lucha lo cierto es que distintas fuentes diplomáticas, europeas y comunitarias dejan caer que no ven demasiado espacio de maniobra: no parece sencillo que Austria, Países Bajos y el resto de los que buscan un presupuesto pequeño vayan a ceder ante un incremento, y tampoco parece que los sureños estén dispuestos a un recorte mucho mayor.
Fuentes diplomáticas coinciden: el objetivo es llegar a una cifra que deje a todo el mundo más o menos igual de descontento. Porque nadie va a ganar al completo esta batalla, con Alemania y Francia viendo el choque entre Frugales y Amigos de la Cohesión desde la barrera.
La propuesta de la Comisión Europea era del 1,11%. O al menos esa era su postura cuando la presentó, allá por mayo de 2018. Pero lo cierto es que el Ejecutivo comunitario, visto lo visto en las posiciones de las distintas capitales, parece bastante satisfecha con la propuesta hecha por Michel y su equipo.
El Parlamento Europeo asegura que si se es realista y se quiere cumplir con las nuevas prioridades, lo que se debe hacer es llevar el presupuesto hasta el 1,3% de la RNB. Por el momento la Eurocámara considera inaceptable la ‘negobox’. El presidente de la institución, el italiano David Sassoli, así como los líderes de los distintos grupos parlamentarios, se reunieron este martes con Michel para expresar su descontento.
La realidad es que lo más probable es que se repita el esquema de junio y julio de 2019, cuando la Eurocámara aseguró que no aceptaría a ningún candidato que no hubiera participado en el proceso electoral europeo, y acabó aceptando a una absoluta desconocida que se le fue impuesta sin negociación ni cesiones. Aunque estas negociaciones son distintas nadie cree que el Parlamento Europeo vaya a doblegar la voluntad de las capitales.
¿Cómo afecta el Brexit?
La salida del Reino Unido de la Unión Europea deja un nada desconsiderable agujero de entre 60.000 y 75.000 millones de euros en los próximos siete años. La UE quiere llegar a más cosas, a nuevas prioridades, sin dejar atrás las partidas tradicionales, y todo lo tiene que hacer con un enorme agujero en la bolsa.
Este enorme tajo a las cuentas europeas, que se calcula que puede llegar a ser de 12.000 millones de euros al año, es uno de los principales puntos de discordia. Los ‘Frugales’ no quieren cargar con él, pero lo cierto, como recuerda una fuente comunitaria, es que los números son relativos: para Bulgaria representa un mayor esfuerzo respecto a su renta nacional bruta la participación en el presupuesto europeo que para Países Bajos.
En cualquier caso no parece que los nórdicos vayan a ceder: quieren que el presupuesto sea del 1% y que haya rebates (una compensación por la participación en el presupuesto y con el que contaba el Reino Unido desde tiempos de Margaret Thatcher). “El plan A es el 1% con rebates. El plan B es el 1% con rebates”, asegura una fuente diplomática holandesa. Esa es la flexibilidad presente en esta cumbre.
¿De dónde sale el dinero?
De distintos sitios. La mayoría del presupuesto se rellena con fondos enviados por los distintos Estados miembros de la UE, pero ojo, parte de esta inversión retorna al país a través de proyectos, ayudas o financiación. En total, durante el MFP actual, el 65% de la financiación llega de las capitales.
Del restante, el 11% es parte del IVA que va a parar a Bruselas, y el 14% son tarifas, impuestos agrícolas o las multas que la Comisión Europea impone a compañías por comportamientos anticompetitivos o las multas a los propios países por incumplir normas europeas. En este nuevo presupuesto se propone aumentar el porcentaje de ingresos propios de la UE.
¿Es mucho?
Las cantidades pueden parecer exageradas, pero la verdad es que el presupuesto de la UE es muy pequeño en comparación con el de los Estados miembros. De media, las capitales gastan 50 veces más en sus presupuestos nacionales que en el europeo, y mientras que el MFP representa solo el 1% del valor de la economía europea, los presupuestos nacionales representan de meda el 46% del valor de sus economías.
A cada europeo los presupuestos de los últimos siete años les han costado, de media, unos 240 euros al año. Eso es, más o menos, un café al día. Y no, no alimentan con ello una brutal maquinaria burocrática: la UE cuenta solo con 60.000 funcionarios, y el ministerio de Finanzas francés tiene más del doble de funcionaros.
¿Cómo queda la PAC?
Todavía no lo sabemos, porque las negociaciones de verdad no han comenzado, pero evidentemente hay un recorte a los fondos agrícolas. La cuestión ahora es gestionar los daños. Por eso España apuesta por intentar mantener lo más entera posible la parte de la PAC destinada a los pagos directos a los agricultores, algo clave especialmente cuando el Gobierno está afrontando una crisis con el campo español.
Tal y como está la propuesta en este momento, el recorte a la PAC será del 14%. En el actual MFP la PAC cuenta con 410.300 millones de euros, algo que se quedará en tan solo 329.300 millones de euros. Eso sí, los pagos directos, que es donde tiene especial interés el Ejecutivo, sufre un recorte menor (10%) que el pilar II de la PAC, destinado al desarrollo rural (25%).
¿Habrá acuerdo?
Lo más probable es que no haya acuerdo. Se prevé una cumbre larga, todo lo que sea necesaria, y que probablemente se extienda hasta el viernes o incluso hasta el sábado. Estas negociaciones son difíciles, pero ningún MFP había llegado tan crudo a este punto de las conversaciones, lo que hace prever una sesión agria y difícil.
“Respecto a 2013 la brecha es mucho más grande”, advierte una fuente diplomática. En principio la cumbre comenzará con una reunión de los Veintisiete alrededor de la mesa, que después dará paso a una serie de reuniones bilaterales entre Michel y los distintos líderes, y también entre los distintos clubs.
Hay quien espera que Alemania dé un paso e intente empujar a los frugales a aceptar un acuerdo favorable para los sureños y del este, pero a nivel diplomático y comunitario no existe esa sensación, y de hecho Berlín insiste en que sigue habiendo demasiado dinero en partidas tradicionales y falta en las nuevas prioridades como cambio climático. Fuentes diplomáticas españolas replican que no es posible una transición verde sin el campo, que no puede quedarse sin ayudas.
¿Cómo vamos de tiempo?
Mal. El retraso se va acumulando y eso tiene un efecto a la hora de ejecutar el presupuesto. Una fuente europea admite que ahora mismo se está ya en terreno de riesgo para “perder 2021” y que “se puede perder el 2022” si no se llega a un acuerdo rápido. Además, una vez haya acuerdo entre los Veintisiete, hace falta que el Parlamento Europeo dé su luz verde.
Todo el mundo tiene mucho que perder si la negociación se retrasa. Los países que requieren la ejecución de proyectos relacionados con cohesión tienen especial prisa, y eso puede debilitar sus posiciones, pero a la vez la amenaza de entrar en el próximo periodo presupuestario sin unas cuentas puede poner contra las cuerdas a los frugales. Lo que es seguro es que nadie va a ganar en caso de bloqueo.
NACHO ALARCÓN Vía EL CONFIDENCIAL
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