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sábado, 30 de abril de 2016

EMPRENDER POR DECRETO: LA NUEVA TRAMPA PARA INCAUTOS

Las disparadas cifras de desempleo llevaron a los políticos a promover el emprendimiento de forma masiva, ideando incentivos indiscriminados, como la posibilidad de cobrar en una vez toda la prestación por desempleo para abrir una empresa. Sabían que esta estrategia acarrearía innecesarios dramas personales pero también que podrían colgarse medallas adelgazando las cifras de desempleo en el corto plazo.
El pasado 23 de marzo, la pareja formada por Juan Antonio Albiol yTamara Escarcena irrumpieron a voces en el pleno del Ayuntamiento de Cádiz, protestando por su delicada situación. Su negocio, una zapatería, iba de mal en peor. No podían pagar el alquiler y esperaban, de forma inminente, el corte del suministro eléctrico. Desesperados, con dos hijos pequeños que mantener, se plantaron en el salón de plenos para exigir ayuda. No en vano, el actual alcalde había prometido empleo y vivienda para los gaditanos, la interrupción de los desahucios y de los cortes de electricidad por impago. Ni que decir tiene que la pareja no consiguió su propósito.
El error de Juan Antonio y Tamara no fue creer que los dirigentes, sean alcaldes o presidentes autonómicos, les solucionarían sus problemas, creencia cada vez más extendida en una sociedad víctima de un secular paternalismo, sino desconocer que muchas veces son los políticos quienes nos empujan a meternos en enrevesados líos, en peligrosas arenas movedizas, siempre en su propio beneficio.
Juan Antonio y Tamara se dejaron embaucar por los cantos de sirena de la insistente propaganda oficial y cayeron en la trampa del emprendimiento
La peripecia de esta pareja gaditana es bastante común, desgraciadamente. Ambos parados, con remotas probabilidades de encontrar trabajo en una provincia cuya tasa de desempleo supera el 37%, se dejaron embaucar por los cantos de sirena de la insistente propaganda oficial y cayeron en la trampa del emprendimiento. Creyeron que, independientemente de sus cualidades y conocimientos, podían montar su propio negocio y ganarse la vida dignamente. Capitalizaron la prestación por desempleo y se la jugaron a una carta abriendo una zapatería. Así, ellos por fin tendrían un trabajo y los dirigentes políticos podrían asear algo sus estadísticas. Miel sobre hojuelas… pero sólo en teoría. Lo que nadie les dijo es que, aún en diminuto, no todo el mundo sirve para ser empresario.

Ser emprendedor: el nuevo El Dorado

Las disparadas cifras de desempleo llevaron a los políticos a promover el emprendimiento de forma masiva, ideando incentivos indiscriminados, como la posibilidad de cobrar en una vez toda la prestación por desempleo para abrir una empresa. Sabían que esta estrategia acarrearía innecesarios dramas personales pero también que podrían colgarse medallas adelgazando las cifras de desempleo en el corto plazo. Muchos incautos se arruinarían pero... ya caerían otros en la trampa para reemplazarlos si los incentivos y la propaganda persistían. El espejismo se retroalimentaría ocultando la realidad de un tejido económico cada vez más frágil y capilar, saturado de microempresas, de negocios diminutos, incapaces de consolidarse y crecer. Básicamente, una economía de subsistencia.
Se anunció la existencia de un nuevo y cercano El Dorado, y se multiplicaron las ayudas de todo pelaje, como establecer para los nuevos autónomos una cuota fija de 50 euros durante los 6 primeros meses. En realidad, el descuento importante se circunscribía al primer año; el resto, hasta un máximo de 18 meses, consistiría en un descuento sensiblemente menor. Unos plazos que en la práctica no se corresponden con los que necesita de media una actividad para empezar a ser rentable, suponiendo, claro está, que todo marche sobre ruedas. El emprendedor novato pronto descubriría que, cuando se trabaja por cuenta propia, el espacio-tiempo parece encoger y que lo que creyó margen suficiente, al final no lo es.
El emprendedor suele ser un mártir que muere para redimir los pecados mortales que cometen los políticos
Los señuelos para caer en el cepo del emprendimiento no terminan aquí. También hay ayudas que no sólo inducen a error, también están envenenadas, como las concedidas entre 2007 y 2009 por la Junta de Andalucía, que hoy la Administración exige sean devueltas íntegramente, agarrándose a retorcidos subterfugios administrativos. Lo más grave es que fue la propia Junta, a través de las UTDLT, la responsable del “fraude” por asesorar incorrectamente a los solicitantes. Muchos de los afectados ni siquiera son ya empresarios, porque al igual que Juan Antonio y Tamara, se arruinaron. Ahora tendrán que afrontar la devolución de las ayudas, más los intereses acumulados. Tal como señala Raúl Tristán en su interesante libro, Emprendedores: el virus de la ingenuidad, en España el emprendedor suele ser un mártir que muere para redimir los pecados mortales que cometen los políticos.
Animar indiscriminadamente a todo quisque a crear una empresa constituye una estrategia irresponsable, que puede desembocar en enormes dramas personales. Ser emprendedor es una tarea compleja, sólo al alcance de un porcentaje reducido de personas, especialmente en economías en constante transformación. No hay manuales con la receta del éxito, ni libros de autoayuda para, al menos, no perecer en el intento. Por definición, el emprendimiento está sometido a la incertidumbre, a la inseguridad permanente: requiere un determinado carácter.
Cualidades como el temple, la intuición, la creatividad y una paciencia a toda prueba pueden significar la diferenciaentre la opción de futuro y la quiebra; la continuidad y el fracaso. Algunas aptitudes pueden formarse en el sistema educativo, pero la mayoría son innatas, o adquiridas por otras vías. En especial la característica central de todo emprendedor: su reducida aversión al riesgo, esa capacidad de aprovechar oportunidades con perspectivas inseguras. En el caso español, además, es necesario ser inasequible al desaliento.
De las escuelas de negocios raramente sale algún emprendedor... que no hubiera entrado allí como tal

Máster en... relaciones personales

El conocimiento es una condición necesaria para el emprendedor, pero claramente insuficiente. Por ello, de las escuelas de negocios, de esos masters en gestión de empresas que proliferan como setas, raramente sale algún emprendedor... que no hubiera entrado allí como tal. Quod natura non dat, Salamanca non praestat.
Eso sí, existen determinados masters de élite, extremadamente caros, que a la larga resultan muy rentables. Pero no porque generen capacidad empresarial; el motivo es otro muy distinto. "¿De verdad te merece la pena cursar ese máster; el aprendizaje que recibes compensa semejante desembolso?", fue la pregunta formulada a una amiga. "Ni aprendo mucho ni me importa pero me permite establecer una red de contactos que compensará con creces el dineral que he gastado", respondió con desparpajo.
Y así es. En esas aristocráticas escuelas se puede conocer a hijos de gente muy principal, entablar relaciones con miembros de la élite, estrechar lazos de amistad y camaradería que resultarán muy lucrativos en el futuro. Desgraciadamente, vivimos en un país donde importa muy poco lo queconozcas... y mucho a quien conozcas. Así están las cosas.
Pero el problema es todavía más grave. Mientras se anima a lanzarse a la arena del Circo Romano a los incautos, los auténticos emprendedores deben afrontar enormes trabas legales, administrativas e institucionales, establecidas interesadamente, que dificultan extraordinariamente su labor. No se favorece a quiénes ofrecen productos nuevos, o mejores precios, sino a los que hacen negocios mediante apaños, cambalaches, intercambios de favores con el poder político. El sistema catapulta a la cumbre a ciertos personajes muy bien relacionados que son presentados públicamente como emprendedores o empresarios... sin serlo realmente.
Si hoy el ambiente es hostil para los genuinos emprendedores, imagine el infierno que aguarda a quienes realmente no lo son

No faltan emprendedores; sobran zancadillas

Por más que los gobernantes se empeñen en confundir causa y efecto, la realidad es tozuda: no faltan emprendedores, más bien sobran trabas y barreras.El problema no es la psique, sino el entorno institucional. Quienes verdaderamente poseen inclinación y capacidad para acometer una actividad económica no necesitan ser empujados o convencidos porque emprender es consustancial a su carácter. Lo que requieren es un ambiente adecuado, un marco sin trabas administrativas, sin barreras artificiales, sin privilegios, con impuestos razonablemente bajos y seguridad jurídica. No se trata sólo de simplificar los trámites para crear nuevas empresas;deben, sobre todo, eliminarse los numerosos obstáculos que aparecen una vez iniciada la actividad. Ahí es donde se embosca la telaraña administrativa, el saqueo normativo y la consiguiente corrupción. Si hoy el ambiente es hostil para los genuinos emprendedores, imagine el infierno que aguarda a quienes realmente no lo son.
Incitar al emprendimiento de forma masiva e indiscriminada es en realidad una maldad calculada, cuyos costes futuros serán extraordinarios. El fracaso en masa y su difusión boca a boca podría acabar disuadiendo incluso a aquellos que poseen las cualidades adecuadas para crear empresas, una vacuna que inmunizaría a la sociedad frente al “terrible” virus del emprendimiento. De hecho, ya está sucediendo. Seguramente, Juan Antonio y Tamara hubieran sido unos asalariados muy competentes. Su vida habría sido muy distinta, más plena, si aquellos que de verdad poseían cualidades para emprender, y que podían haberlos contratado, hubieran encontrado un entorno favorable. Pero, desgraciadamente, fueron perseguidos, esquilmados y, finalmente, expulsados de la economía. Y el precio lo estamos pagando todos.

                          JAVIER BENEGAS y JUAN M. BLANCO  Vía VOZ PÓPULI

 

LO QUE DE VERDAD DEBERÍA IMPORTAR

Caminamos inexorablemente a unas nuevas elecciones como consecuencia de un sistema electoral obsoleto y la incapacidad de suplirlo por un acuerdo de gobierno de los partidos mas votados.
Tras un largo tiempo perdido en “marear la perdiz” de la investidura por quienes sin posibilidades ciertas de formar gobierno lo han intentado tan vana como irresponsablemente, toca volver a las urnas para votar aquellos programas políticos que más se parezcan al gusto de los votantes.
Por lo que ya vimos en la última campaña electoral e incluso en su prolongación hasta ahora, los temas que de verdad debieran interesar a los españoles tienen poco que ver –incluso están en las antípodas–  con lo que está de moda política:gastar mas de lo que producimos esperando que el ahorro extranjero lo financie, como si ello fuese posible.
Querer seguir manteniendo a toda costa los intereses creados del pasado de unos pocos para perjudicar a la inmensa mayoría es justo lo contrario de lo que se debería hacer
Es doctrinalmente incuestionable y de sentido común que el primer desafío de la España de nuestros días es el crecimiento económico y del empleo. Sólo el crecimiento económico puede hacer posible la devolución de nuestra enorme y lastrante deuda pública y la disminución del desempleo.
Para crecer es imprescindible liberalizar la economía para que pueda desplegar todo su potencial y sobre todo facilitar que las nuevas empresas y sus trabajadores no vean constreñidas sus actividades por restricciones a la competencia impuestas por las empresas y sectores mas añejos.
En una economía que se está “uberizando” –al decir The Economist- querer seguir manteniendo a toda costa los intereses creados del pasado de unos pocos para perjudicar a la inmensa mayoría es justo lo contrario de lo que se debería hacer.
He aquí un posible catálogo de cuestiones que siendo realmente importantes tienen en común que no formarán parte de la próxima campaña electoral: 
Reformas institucionales:
  • Sistema electoral que garantice la formación de gobiernos estables por los ganadores de las elecciones al estilo de EE.UU., Reino Unido, Francia, Alemania a elegir.
  • Justicia despolitizada, rápida y de calidad mediante una carrera judicial semejante a la militar que tan bien funciona y el desvío de casos a la jurisdicción voluntaria
  • Regeneración de los partidos políticos: autofinanciados y con democracia interna.
  • Adelgazamiento de las administraciones públicas mediante la racionalización de sus competencias.
Reformas económicas:
  • Liberalización del comercio, los servicios y la industria.
  • Eliminación de barreras a las nuevas empresas y a su crecimiento.
  • Relaciones laborales sin convenios superiores al ámbito empresarial, voto secreto de los trabajadores y liberalización del trabajo a tiempo parcial.
  • Fiscalidad favorable al ahorro y a la creación de empleo y mas basada en la imposición indirecta que la directa.
Ciencia & Innovación:
  • Plan de conversión de la ciencia en tecnología mediante incentivos a la carrera académica y fiscalidad favorable al capital riesgo.
  • Atracción de talentos tecnológicos extranjeros e inversiones en centros de competencia tecnológica multinacionales.
Sistema educativo:
  • Regreso a la disciplina, el rigor, la jerarquía del saber, el esfuerzo y el mérito.
  • Programas educativos con contenidos tecnológicos de su tiempo
  • Profesores seleccionados de élite, bien remunerados y con autoridad.
Estado de bienestar:
  • Mejora de la eficiencia, ya alta, de la gestión de la sanidad pública frente al desafío de una creciente demanda.
  • Restructuración de las pensiones para hacerlas viables a largo plazo: retraso edad jubilación, derechos pasivos acordes con las contribuciones, prohibición de traslado de costes a las siguientes generaciones.
Buena parte de los temas que se acaban de plantear forman parte de las preocupaciones de todas las naciones desarrolladas y han sido objeto de diversos ensayos entre los que cabe reseñar dos recientes: Orden y decadencia de la política de Francis Fukuyama y La cuarta revolución de John Micklethwait y Adrian Wooldridge.
Del primero ha hecho fortuna mediática la frase:  Ser como Dinamarca, que el autor describe como “una trayectoria hacia una sociedad próspera, democrática, segura, bien gobernada y con baja corrupción lo que se consigue con una burocracia subordinada al interés general –no politizada por tanto- compuesta por técnicos competentes operando con una clara división del trabajo y reclutados exclusivamente por méritos profesionales”.
Del segundo cabe señalar la denuncia de los excesos de gastos de los Estados y la perentoria necesidad de frenarlos por su imposible financiación, lo que exige una ineludible mejora de la eficiencia del gasto público y la reestructuración –la cuarta revolución- del Estado de bienestar que es posible porque ya la ha hecho con éxito Suecia.
Es fácil vaticinar que poco o nada –siendo lo verdaderamente importante- de lo
dicho aquí formará parte de la próxima campaña electoral, que volverá a tratar como niños –pequeños- a los votantes; porque, lamentablemente, a lo mejor lo somos. (Unos más que otros, claro!).

                                                                            JESÚS BANEGAS
                                                                 Presidente del Foro de la Sociedad Civil 
                                                                                               Vía VOZ PÓPULI 



‘Ciudadanía y cristianía’: el poder político no puede despreciar la dimensión religiosa del hombre

El sacerdote Olegario González de Cardedal es problablemente el teólogo más importante en España. Su último libro aborda una lectura de nuestro tiempo desde la óptica del hombre y de Dios.

 
Olegario González de Cardedal, sacerdote abulense nacido en 1934, es problablemente el teólogo más importante y respetado hoy en España. Hace unos días, al inaugurarse la Asamblea Plenaria de los obispos españoles, el cardenal Blázquez, en su discurso inaugural citaba a Olegario ante los obispos y la prensa reunidos en la calle Añastro: “Me permito citar a un observador penetrante de nuestra historia, pasada y presente. Son palabras impregnadas de preocupación porque considera tales actitudes ya superadas en los decenios anteriores”, dijo. Citando a Olegario lamentó “la perversión del lenguaje y la escisión y confrontación de la sociedad en dos partes, la derecha y la izquierda” y continuó su cita: “Es una injusticia mayor reclamar para una de ellas la verdad de España negándosela a la otra, como si esta no existiera y no perteneciera a la única historia, y sacando la consecuencia de no dialogar con ella. Esta postura reclama para sí la única que tiene dignidad cultural y posee la primacía moral, y con ello lanza una mirada despreciativa a la otra”.
Este es un eje de absoluta actualidad, como muestra el hecho de que lo refiera el presidente del episcopado, y un tema que Olegario desarrolla en su último libro en Ediciones Encuentro, “Ciudadanía y cristianía, una lectura de nuestro tiempo“.

Parte de su análisis lo expuso ya en un artículo de 2009 en ABC: la cristianía (ser un cristiano libre, consciente, por libre opción, no alguien simplemente arrojado a la vida en un contexto de cristiandad política) es compatible y armónica con ser ciudadano, en un contexto plural. La Iglesia y el pensamiento cristiano hace tiempo que asumen que el pensamiento ilustrado tiene mucho de bueno y que no tiene por qué combatirse cuando el diálogo es posible. Pero son ahora ciertas ideologías ilustradas o postilustradas las que deben asumir que la religión y la Iglesia siempre van a estar ahí, y tienen derecho a participar con libertad y madurez en la cosa pública.

En 2009, en el choque con las medidas más laicistas y radicales del Gobierno Zapatero, Olegario señalaba que no había conflicto en los pueblos y ciudades españoles entre la Iglesia y las administraciones locales, y que a nivel España-Vaticano tampoco debía haber conflicto, pues hay unos Acuerdos firmados y con el Vaticano perfectamente podrían negociarse otros. El conflicto se daba por la ideologización del Gobierno socialista que chocaba con los cristianos con convicciones cristianas, es decir, los cristianos de “cristianía”.
“Propuestas concretas de aquel [el Gobierno socialista] chocan con convicciones constituyentes de los ciudadanos católicos, tal como se definen en los textos normativos por los órganos de autoridad, y no en las particulares expresiones de algunos cristianos. Se trata de ciudadanos con todos sus derechos, que como los demás se expresan libremente. No es verdad que haya un choque permanente entre iglesia y sociedad. Esto es falso y repetirlo es una ofensa para ambas. La clarificación y eliminación de ambigüedades en las palabras es la primera obligación al tratar temas como ciudadanía, laicidad, autonomía, eutanasia, aborto (que es algo mucho más grave que la interrupción del embarazo). Superar la perversión del lenguaje, redimiendo las palabras, es nuestro primer deber, si queremos existir en la verdad, realizar la libertad y conjugar en concordia ciudadanía y cristianía”.
Eso era en 2009. Después llegó el 11-M, Podemos y sus populismos, el Gobierno del PP que mantuvo las leyes radicales de Zapatero, incluyendo el aborto, los infinitos escándalos de corrupción, el desencanto con los partidos mayoritarios, la llegada del papa Francisco...

El nuevo libro de Olegario, ante el nuevo escenario donde aparecen nuevos actores y se presume de “nueva política”, matiza y amplía las convicciones que ya expresaba.
El marco filosófico que intenta expresar, también al no-creyente, o al pensador mundano, incluye dos convicciones:
  1. El hombre necesita lo absoluto, lo espiritual; necesita dos cosas distintas pero que van juntas que es el pensar y el creer; las autoridades no pueden ignorarlo
  2. Todo teólogo necesita traducir la enseñanza particular cristiana al idioma de lo que es universal y humano, para que lo cristiano humanice el mundo
Desde esta plataforma, “Ciudadanía y cristianía”, analiza como se encarnan hoy ambas dimensiones:
  • Sobre la ciudadanía: su encaje en la cultura, la religión, la ética y la política.
  • Sobre la “cristianía”: situaciones particulares novedosas para la Iglesia en España, como el paso de Benedicto XVI al Papa Francisco, la relación entre el individuo y la colectividad, la del ciudadano con los otros ciudadanos y la del cristiano de a pie con la Iglesia.
En ese contexto, insiste: «Los hombres tenemos siempre la vida por hacer, los ciudadanos tenemos siempre la sociedad por configurar y los cristianos tenemos siempre nuestra fe por realizar».
Y recordando lo que ya escribió en tiempos zapateriles, y en previsión del futuro incierto que le espera a España:
“No hay un modelo de ciudadanía que el Estado o el gobierno tengan el derecho de imponer y a partir del cual juzgar y valorar a los miembros de la sociedad. Esa fue siempre la pretensión del absolutismo. Esto significa que la primera categoría de la que hay que partir es la de libertad de los ciudadanos, que configuran su vida personal, su ciudadanía y su participación política desde las propias convicciones. No se les puede imponer ni privilegiar un modelo de ciudadanía sino que cada uno debe decidir la suya. Ese es el sentido del «atrévete a saber» de la Ilustración. En el punto de partida de la comprensión de la ciudadanía no puede estar ninguna categoría política, ideológica o religiosa sino sencillamente la libertad del ciudadano. La categoría primera es la libertad positiva, no la laicidad negativa”. 


                                                                      
                                                 RAFAEL RODRÍGUEZ AGUSTÍN  Vía FORUM LIBERTAS

¿MATRIMONIO INDISOLUBLE? SÍ, PERO PARA UNOS POCOS ELEGIDOS

No sólo la doctrina de la Iglesia, sino las propias palabras de Jesús sobre el matrimonio se reinterpretan ya de maneras muy distintas. Según el biblista Silvio Barbaglia, en los Evangelios la indisolubilidad absoluta vale sólo para las parejas que viven como hermano y hermana “por el reino de los cielos”.




 
En las casi sesenta mil palabras de la exhortación apostólica post-sinodal, las palabras “indisoluble” o “indisolubilidad” aparecen apenas once veces. Y ni siquiera una vez en el amplio y crucial capítulo octavo, ese sobre las parejas “llamadas irregulares”:
> “Amoris lætitia”




Pero no hay nada escrito que clara y explícitamente menoscabe el dogma sobre la indisolubilidad del matrimonio cristiano.


De hecho, según el cardenal Christoph Schönborn –exégeta oficial de la exhortación por investidura del Papa Francisco–, las excepciones que surgen aquí y allá conciernen sólo al “discernimiento personal y pastoral de los casos particulares”, pero no afectan de ninguna manera a la doctrina, ni tan siquiera ponen en duda la permanente absolutidad de las palabras de Jesús contra el divorcio: “Lo que Dios unió no lo separe el hombre” (Mateo 19, 6).


En realidad, sobre este punto específico, actualmente no están libres de contestaciones e reinterpretaciones, en los distintos niveles de la Iglesia, ni el dogma ni los Evangelios; tampoco después de la publicación de la “Amoris lætitia”.


De hecho, en lo que atañe a la doctrina de la indisolubilidad son ya muchos los que teorizan que el amor esponsal puede “morir”, disolviéndose también el vínculo sacramental. Por no hablar de la difundida praxis de dar la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar, lo que también desmiente de hecho la indisolubilidad del matrimonio.


Sin embargo, sólo un número muy pequeño de exegetas se ha atrevido, hasta ahora, a reinterpretar de manera radicalmente nueva los Evangelios sobre este punto, sosteniendo que ni siquiera para Jesús la indisolubilidad del matrimonio era algo categórico.

Uno de estos exegetas es el monje camaldulense Guido Innocenzo Gargano, estimado estudioso de los Padres de la Iglesia, anteriormente prior del monasterio romano de San Gregorio al Celio, docente en el Pontificio Instituto Bíblico y en la Pontificia Universidad Urbaniana, según el cual Jesús no habría revocado en absoluto la concesión mosaica del repudio, ni excluido jamás del reino de los cielos a quien recurre a ella “por la dureza del corazón”:


> Para los “duros de corazón” vale siempre la ley de Moisés (16.1.2015)


> Qué diría Jesús si fuese un padre sinodal (3.7.2015)


Otro es el biblista Silvio Barbaglia, sacerdote de la diócesis de Novara y docente de Sagrada Escritura en la facultad teológica de Italia septentrional, en un ensayo que está desde hace pocos días en las librerías:
> S. Barbaglia, “Gesù e il matrimonio. Indissolubile per chi?”, Cittadella Editrice, Assisi, 2016 


Su exégesis recorre un camino distinto al que recorre la del padre Gargano. En su opinión, Jesús sí que ha pronunciado palabras que son inequívocas acerca de la indisolubilidad del matrimonio. Pero no las ha dicho para todos, sino sólo para un círculo restringido de sus discípulos, las parejas casadas que habían dejado todo -familiares, propiedades, costumbres- para seguir en la misión itinerante, en fidelidad matrimonial absoluta pero también, a partir de ese momento, en continencia sexual perfecta, como “eunucos por el reino de los cielos”.


¿Y los otros discípulos, mucho más numerosos, que no seguían a Jesús en su misión, sino que permanecían en sus ciudades y aldeas y en familias de tipo patriarcal? A estos –explica Barbaglia–, Jesús no les pedía el inmediato distanciamiento de las tradiciones mosaicas, incluido el “libelo de ripudio”.


Ellos, sin embargo, podían ver en las parejas misioneras que vivían en castidad como hermano y hermana la anticipación profética de la vida de los resucitados, “en la resurrección, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en el cielo” (Mateo 22, 30), de la que podían sacar estímulo para “un camino de purificación” de los propios modelos matrimoniales, aún marcados por rasgos no conformes – repudio, poligamia, etc. – a
“como era en principio”, a Adán y Eva antes del pecado.


También Pablo –prosigue Barbaglia– hizo lo mismo. A algunos, a las parejas que partían en misión, como Aquila y Priscila, les proponía la elección profética: “El tiempo es corto. Por tanto, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen” (1 Corintios 7, 29). Pero a los otros, los más numerosos, no les pedía abstenerse sexualmente, sino una relación lo más estable y fiel posible.


Y, según Barbaglia, lo mismo debería hacer la Iglesia hoy. No “universalizar” para todos el dogma de la indisolubilidad, en cada condición de espacio y de tiempo, sino distinguir entre los dos grados de la vida matrimonial: el de los pocos llamados a una vocación esponsal particular “por el reino de los cielos”, y el de la multitud.


Para la multitud el vínculo matrimonial se fundaría sencillamente sobre el bautismo y para celebrarlo como matrimonio cristiano bastaría una simple bendición.


Mientras que el sacramento real del matrimonio estaría reservado sólo para los pocos que lo abrazan “por el reino de los cielos”, tal vez después de años de vida de pareja como simples esposos cristianos y después de haber tenido hijos. El sacramento marcaría el inicio de una nueva vida pobre y misionera, en la que se renunciaría el ejercicio de la sexualidad y con fidelidad indisoluble también después de la muerte de uno de los cónyuges.


La indisolubilidad valdría, por lo tanto, de manera absoluta sólo para estos pocos, mientras que para los muchos –escribe Barbaglia– tendría “forma relativa, aunque con tensión hacia la absoluta”. Y esta situación, “que es la común y ordinaria para la mayoría de los cristianos, podría permitir que se resolviera positivamente también el añoso problema de la comunión a los bautizados, divorciados y que se han vuelto a casar, que piden volver a empezar en la Iglesia una nueva vida de fidelidad”, con o sin un previo camino de penitencia según las responsabilidades de cada uno en la ruptura del vínculo anterior.


Barbaglia presenta este doble grado de matrimonio como un “ejercicio de escuela”, por ahora sólo teórico, derivado de susodicha exégesis de los Evangelios. A la
que hay que añadir también otra “hipótesis”, que atañe al clero casado.


Tal como hacían en la Iglesia primitiva los sacerdotes y los obispos casados, que ejercían su ministerio absteniéndose de las relaciones sexuales con sus esposas, así, según Barbaglia, podría ser de nuevo también en la Iglesia católica del mañana.


Diáconos, sacerdotes, obispos ejercerían su ministerio en los respectivos estados de celibato o matrimonio, pero “ambos con la connotación de ser ‘eunucos por el reino de los cielos’, como en el grupo apostólico de Jesús y en la Iglesia de los orígenes”.


Un “ejercicio de escuela”, éste último, que ciertamente no encontrará mucho favor en quienes hacen campaña a favor de un clero casado, y que tampoco lo imagina en continencia sexual perfecta.
__________


Silvio Barbaglia es un exegeta no exento de originalidad. Su penúltimo libro es:
> S. Barbaglia, “Il digiuno di Gesù all’ultima
cena. Confronto con le tesi di J. Ratzinger e di J. Meier”, Cittadella Editrice, Assisi, 2011


En la secular disputa entre quienes sostienen que la última cena fue una cena pascual y quienes en cambio –siguiendo la cronología de Juan– la anticipan a la noche anterior, Barbaglia toma posición demostrando un acuerdo pleno entre los cuatro Evangelios. En su opinión, la última cena de Jesús fue una “cena de ayuno” la noche de Pascua para estar en medio de sus discípulos como “aquel que sirve”.
__________

                                                            

                                                                    Sandro Magister 
Vía InfoVaticana

  
 Traducción en español de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares, España. 

viernes, 29 de abril de 2016

LOS AVENTUREROS CUERDOS (Y HONESTOS)

En nuestro país no hay tradición de que los políticos publiquen sus memorias tras abandonar sus quehaceres públicos o tras cubrir una etapa de su carrera. O, por lo menos, no la hay como en otros países, en lo que casi constituye un ritual, como en el Reino Unido, donde existe una arraigada costumbre de que los líderes políticos publiquen sus colecciones de recuerdos, vivencias y anécdotas, no exentas de dardos envenenados, nada más abandonar sus responsabilidades. Ejemplos no faltan, desde el prodigioso Winston Churchill, pasando por Margaret Thatcher, Tony Blair o incluso su mujer, Cherie Blair, gracias a cuyas aclamadas memorias nos enteramos que su cuarto hijo había sido concebido en el castillo de Isabel II en Balmoral por la simple razón de que el servicio real se encargaba de deshacer las maletas de sus huéspedes y ello le había disuadido de llevar su habitual caja de anticonceptivos.
Nuestros políticos, por lo menos los de primera línea, pasan sin solución de continuidad de sus cargos públicos a los consejos de administración de las eléctricas o de los grandes bancos
En España no tenemos Balmoral ni tampoco la costumbre de contarlo (y no será por pudor o recato). A primera vista, uno podría pensar que ello obedece simplemente a una falta de tradición o, quizá, si nos ponemos pesimistas, a que nuestros políticos no tienen nada interesante que contar. Pero en mi opinión la principal razón es otra, y tiene que ver con que nuestros políticos, por lo menos los de primera línea, pasan sin solución de continuidad de sus cargos públicos a los consejos de administración de las eléctricas o de los grandes bancos. En esas circunstancias se impone la ley del silencio o, por lo menos, la de la discreción.
La que no ha pasado a ningún consejo de administración ni ha hecho uso de la famosa “puerta giratoria” es Rosa Díez. Prueba de ello es que hoy mismo, 28 de abril, presenta su libro de memorias políticas (a las 19.30h. en la Librería Cervantes, de la madrileña calle del Pez). El libro se titula “los aventureros cuerdos”, en honor a la frase de G.K. Chesterton, que dijo que “la aventura podrá ser loca, pero el aventurero, para llevarla a cabo, ha de ser cuerdo”.

En el libro recorre su experiencia vital y política en estos últimos “ocho años de rebelión magenta”, desde que con un grupo de amigos, curtidos en la lucha contra ETA y el nacionalismo obligatorio, decidió fundar Unión Progreso y Democracia. Como ella mismo dice “no es un libro de memorias, pero hago memoria”. Y vaya que sí hace memoria. La memoria que tiene la gente libre, valiente, sin pelos en la lengua.
En el país del “qué hay de lo mío”, en el que todo el mundo iba (y sigue yendo) a lo suyo, en el que parecía que sólo existían los derechos de los vascos, catalanes, murcianos o de cualquier otra región, ella decidió que era imprescindible empezar a hablar sin complejos de lo NUESTRO, de lo de todos, de lo que nos une, de los intereses generales, de la igualdad de los españoles. Por eso creó un partido que comenzó a decir cosas revolucionarias (si, revolucionarias), como que los territorios no tienen derechos (aunque sean “históricos”) pues los derechos son de las personas, que por encima de los privilegios ha de prevalecer la igualdad de los españoles o a defender una educación libre de adoctrinamientos identitarios o una enseñanza, una sanidad y una justicia común, en un país cada día más desigual y desvertebrado.
Desgrana Rosa Díez todas las propuestas defendidas en el Congreso y las descalificaciones que merecieron por parte del sistema establecido
En estos tiempos de memoria tan frágil, en el que las noticias y los hechos se suceden de forma vertiginosa, devorados por nuestra sociedad de consumo, del iPad, del tweet, delfast food informativo, me parece fundamental pararse un momento y echar la vista atrás a estos ocho años de frenética actividad política. Es lo que ha hecho Rosa en su libro, contando los grandes hitos de UPyD, pasados por el tamiz de nuestra historia reciente. Desgranando esa constante e impagable labor de cuestionamiento de nuestros tabúes y complejos como país, realizado por dicho proyecto político: defendiendo en el Congreso (cuando nadie hablaba de ello) la reforma de la Ley Electoral, la supresión de los privilegios fiscales vascos, de los privilegios políticos (como los aforamientos), la despolitización de la justicia, la ilegalización de las marcas blancas de ETA o la lucha sin cuartel contra la corrupción política que está corroyendo nuestro Estado de Derecho. Desgrana Rosa Díez todas las propuestas defendidas en el Congreso y las descalificaciones que merecieron por parte del sistema establecido, tanto PP como PSOE, unidos como un solo hombre en todo lo que tiene que ver con el mantenimiento del status quo. Se perdieron las votaciones pero se ganaron las batallas, pues todas esas ideas forman parte del acervo común defendido hoy en día por los partidos (nuevos y viejos), aunque no tengan ni remotamente la intención de llevarlas a la práctica.
Como dijo Kennedy “La victoria tiene muchos padres, la derrota es huérfana”, por lo que podría uno imaginar la tentación de la autora de ensalzar el auge y los triunfos y pasar de puntillas por las derrotas y, en definitiva, la caída del proyecto político de UPyD. Nada más lejos de la realidad. No quiero, como dicen ahora los modernos, hacer un spoiler, por lo que me contento con decir que “Los aventureros cuerdos” también tiene también mucho de thriller político, del lado oscuro, de House of Cards, que en este caso se materializa en una operación política (con nombres y apellidos, los verán…) perfectamente diseñada y ejecutada por nuestras élites para sacar a Rosa Díez y UPyD del tablero político y sustituirlo por un inofensivo placebo. La historia no tiene desperdicio y doy fe de su veracidad.
El gran error fue pensar que era posible cambiar el sistema sin pedir permiso a los que mandan, sin patrocinadores ni padrinos
Algún lector impaciente probablemente pensará que todo esto está muy bien, pero que quiere saber qué fallo. Qué falló para que un proyecto político valiente, coherente y honrado quedara fuera del tablero político. Cada uno, tras la lectura del libro, sacará probablemente sus conclusiones, pero en mi opinión, en última instancia, el gran error (del que fui participe, por cierto) fue pensar que era posible cambiar el sistema sin pedir permiso a los que mandan, sin patrocinadores ni padrinos, con ese atrevimiento de los aventureros que no deben favores a nadie ni tienen nada que perder.
A pesar de esa inapelable derrota con la que termina el libro su gran mérito es que, a diferencia de otras memorias, no son un vano intento de redención personal o de venganza de su autora, sino un testimonio lúcido de una época, narrado en un tono vitalista, alegre y optimista, como sabemos que es Rosa Díez todos los que hemos tenido y tenemos el placer de conocerla.

                                                                     ANDRÉS HERZOG Vía VOZ PÓPULI

LAS ELECCIONES AMARGAS

Si lo que pretendía Rajoy con la actitud que ha mantenido desde el pasado mes de diciembre es cerrar su mandato sin el baldón de ser el primer presidente de gobierno incapaz de lograr la reelección, es posible que crea encontrarse ahora un poco más cerca de lograrlo, sólo posible, mientras que lo que es seguro es que ha contribuido, tanto como cualquiera de los 350 diputados, y seguramente más que ninguno de ellos, a que los españoles desconfíen todavía un poco más de las instituciones y, sobre todo, del personal que las encarna.
Rajoy seguirá jugando al absurdo de pedir una coalición imposible con quienes detesta
Repetición, no segunda vuelta
El sistema español no contempla las segundas vueltas, que se celebran siempre en unas condiciones muy distintas a la primera, de forma que a lo que nos veremos enfrentados a finales de junio, es a una absurda repetición de los comicios, y, si nadie hace algo para evitarlo, a un panorama sensiblemente similar al que hemos padecido. Es de esperar que la mera posibilidad de que se pueda producir el caso de que haya que recurrir a una nueva repetición haga que los mismos diputados que ahora han patinado sobre su sillón sin hacer nada para cumplir sus obligaciones con los ciudadanos cambien de actitud, pero estoy dispuesto a apostar que Rajoy no será el primero en dar ejemplo, que seguirá jugando al absurdo de pedir una coalición imposible con quienes detesta, con aquellos que piensan lo que piensan de él, y no son los únicos, aunque tal vez decidan ser un poco más comedidamente hipócritas con su conducta verbal.
Una lección no aprendida
Los españoles se han negado a dar la mayoría a cualquiera de los dos partidos que se han alternado en el gobierno desde 1981 y no se alcanza a ver las razones por las que podrían cambiar esa actitud de base en los próximos sesenta días. Rajoy no ha movido un dedo para resolver positivamente el problema parlamentario planteado por los resultados, ha pretendido que el Rey le sacara las castañas del fuego, afortunadamente sin conseguirlo, y ha decidido tomarse a chacota, en lo que ha tenido éxito, bien acompañado por abundantes palmeros, el único intento mínimamente positivo que se ha hecho en el Congreso para formar Gobierno. Es verdad que el acuerdo de Ciudadanos y el PSOE prefiguraba un Gobierno que cualquier liberal debiera ver con seria prevención, pero no cabe pensar que haya sido esa la razón de Rajoy para el desdén, seguramente le haya parecido que las subidas de impuestos no eran suficientemente duras o que la Justicia quedaba peligrosamente libre para examinar vaya usted a saber qué cosas.
Cuando se ha sugerido la posibilidad de que Rajoy se hiciese a un lado, que asumiese una renuncia personal que podría haber abierto el camino del pacto que decía perseguir, los terminales amigos se han lanzado a una incontenible campaña contra el pobre Sánchez que, al parecer, abrigaba la insólita pretensión de ser presidente del gobierno, cuando todo el mundo sabe que Rajoy sólo pretende el bien común, y, de manera muy altruista y secundaria, y sólo si fuere posible, el bien propio, muy en último término.
Los votantes del PP se van a ver ahora ante una nueva prueba de fidelidad a machamartillo
Si no quieres caldo, dos tazas
Los votantes del PP se van a ver ahora ante una nueva prueba de fidelidad a machamartillo, la de volver votar a quienes se han olvidado de cualquiera de sus preferencias y deseos, con el hermoso motivo de que, de hacerlo, caerán en manos de dueños aún peores. Es obvio que ese planteamiento obtendrá sus rentas, pero está por ver que vayan a ser mayores que las de diciembre y, más difícil todavía, de que puedan lograr mayores réditos con la ayuda del sistema electoral, que puedan reponer a Rajoy en la Moncloa. Resulta muy indeseable, pero bien pudiera suceder que la resistencia de Rajoy, en lo que sería su postrer y no menor desatino, acabase propiciando un gobierno de izquierda radical y ese temor será, con certeza, el contenido efectivo de su programa para junio, para tratar de que sus electores prefieran seguir siendo maltratados por los suyos en lugar de enfrentarse a un maltrato ajeno, que es fácil que resultase más llevadero que la correa corta de Montoro y el arbitrismo leguleyo de la sabihonda.
¿Bipartidismo u otra cosa?
Abundan los analistas sensatos que recomiendan la vuelta de la burra al trigo a la vista de los disparates de los nuevos, pero puede que haga falta ser bastante máslisto de lo que es la media para que el electorado adopte esa solución en tan corto plazo, en lugar de seguir la tendencia que se abrió paso en diciembre. Mucho no han hecho sus señorías como para cambiar el voto de nadie, y es algo que habría que hacer.
Dado que el bipartidismo es una tendencia muy fuerte y bastante universal, lo más inteligente sería cambiar los agentes del dueto, antes que la partitura. No hay que esforzarse en suponer que Rajoy vaya a cambiar nada, de forma que la única posibilidad de cambio está en la otra orilla del río que nos lleva. Parece bastante claro lo que trataría de hacer un líder de fuste del sector de la izquierda moderada, de entre aquellos que comprenden que el capitalismo, en cualquiera de sus acepciones, tiene escasa alternativa, y que es necesario que la política provea sistemas de equilibrio y de balance. No cabe esperar nada de quienes crean o digan creer que se puede hacer algo distinto, lo de Venezuela, por ejemplo, pero un socialdemócrata valiente trataría de hacer que la fuerza electoral de la izquierda se concentre en el centro y se agarraría con fuerza al pacto suscrito con Ciudadanos, un partido sin mácula, aunque los lebreles rajoyanos se apresurarán a  atribuirle la muerte de Manolete, cuya inspiración de fondo y sus orígenes se encuentran, precisamente, en el centro izquierda, y que ayudaría al PSOE a recuperarse de la absurda dolencia que le lleva a desear una España tan dividida e inviable como sea posible para beneficio de los personajillos provenzales que han crecido como un sarampión infantil en un país envejecido y que, a ratos, parece alelado.
Una alianza capaz de cambiar las reglas del juego
Desde que Aznar decidió dejar el PP en malas manos, la política española se ha debatido entre una socialdemocracia vergonzante pero decidida a todo lo impropio, la de Rajoy, y una izquierda destructiva y retrograda que ha permitido, con regocijo y apoyo explícito de la inteligencia rajoyana, la aparición de un esperpento que, lleno de buenas intenciones aparentes y causas decentes, como la de pedir una comisión de investigación sobre el accidente ferroviario de Santiago, está, sin embargo, preñado de un repertorio de soluciones que multiplicarían nuestros problemas de manera criminal.
Puede resultar necio esperar que algo cambie, pero, a veces, de en medio del desastre surge la esperanza
Que los electores pudieran optar por un centro izquierda moderado con Sánchez y Rivera, llevaría a Rajoy al paro por la dinámica del voto útil: no se olvide que entre ambos partidos, y por separado, ya han tenido más votos que el PP, y más escaños, que podrían crecer notablemente. Esta estrategia conduciría a medio plazo a una redefinición de la izquierda moderada, que tiene una sólida base en la cultura política de gran parte de los españoles, y obligaría al partido supuestamente conservador, a ser una fuerza liberal y a abandonar para siempre sus herencias del sistema autoritario. Tal vez demasiado, hay que reconocerlo, para la política alicorta que se ha hecho epidémica en España.
España al pairo
No creo que se le ocurra a Rajoy volver a presumir de sus éxitos económicos, aunque sin duda se los reconocerían con alborozo en los terminales apesebrados, pero todo puede ocurrir. Mientras dejamos que crezca el virus disparatado del populismo, nadie se ocupa en serio de  nuestros problemas económicos de base, se sigue tirando del gasto con una alegría irresponsable, se continúa castigando con una insolencia burocrática y regulatoria demencial cualquier posibilidad real de que florezcan iniciativas empresariales, y continuamos produciendo títulos y egresados de escasísima solvencia, engañando de manera continuada a los jóvenes cuyos recursos no les concedan otra posibilidad. Por lo demás, España parece extrañamente fuera del mundo y ni siquiera un Obama ya con muy poco que hacer se ha tomado la molestia de comprobar los éxitos del gobierno y las inteligentes iniciativas de tanta comunidad autónoma como tenemos. Frente a este panorama, puede resultar necio esperar que algo cambie con unas elecciones irresponsablemente repetidas, pero, a veces, de en medio del desastre surge la esperanza, porque, incluso en España, sigue siendo cierto que no se puede engañar siempre a todos, y no hay duda de que se lleva mucho tiempo engañando a la mayoría, para provecho de muy pocos.

                                                         J. L. GONZÁLEZ QUIRÓS  Vía VOZ PÓPULI