En nuestro país no hay tradición de que los políticos publiquen sus memorias tras abandonar sus quehaceres públicos o tras cubrir una etapa de su carrera. O, por lo menos, no la hay como en otros países, en lo que casi constituye un ritual, como en el Reino Unido, donde existe una arraigada costumbre de que los líderes políticos publiquen sus colecciones de recuerdos, vivencias y anécdotas, no exentas de dardos envenenados, nada más abandonar sus responsabilidades. Ejemplos no faltan, desde el prodigioso Winston Churchill, pasando por Margaret Thatcher, Tony Blair o incluso su mujer, Cherie Blair, gracias a cuyas aclamadas memorias nos enteramos que su cuarto hijo había sido concebido en el castillo de Isabel II en Balmoral por la simple razón de que el servicio real se encargaba de deshacer las maletas de sus huéspedes y ello le había disuadido de llevar su habitual caja de anticonceptivos.
Nuestros políticos, por lo menos los de primera línea, pasan sin solución de continuidad de sus cargos públicos a los consejos de administración de las eléctricas o de los grandes bancos
En España no tenemos Balmoral ni tampoco la costumbre de contarlo (y no será por pudor o recato). A primera vista, uno podría pensar que ello obedece simplemente a una falta de tradición o, quizá, si nos ponemos pesimistas, a que nuestros políticos no tienen nada interesante que contar. Pero en mi opinión la principal razón es otra, y tiene que ver con que nuestros políticos, por lo menos los de primera línea, pasan sin solución de continuidad de sus cargos públicos a los consejos de administración de las eléctricas o de los grandes bancos. En esas circunstancias se impone la ley del silencio o, por lo menos, la de la discreción.
La que no ha pasado a ningún consejo de administración ni ha hecho uso de la famosa “puerta giratoria” es Rosa Díez. Prueba de ello es que hoy mismo, 28 de abril, presenta su libro de memorias políticas (a las 19.30h. en la Librería Cervantes, de la madrileña calle del Pez). El libro se titula “los aventureros cuerdos”, en honor a la frase de G.K. Chesterton, que dijo que “la aventura podrá ser loca, pero el aventurero, para llevarla a cabo, ha de ser cuerdo”.
En el libro recorre su experiencia vital y política en estos últimos “ocho años de rebelión magenta”, desde que con un grupo de amigos, curtidos en la lucha contra ETA y el nacionalismo obligatorio, decidió fundar Unión Progreso y Democracia. Como ella mismo dice “no es un libro de memorias, pero hago memoria”. Y vaya que sí hace memoria. La memoria que tiene la gente libre, valiente, sin pelos en la lengua.
En el país del “qué hay de lo mío”, en el que todo el mundo iba (y sigue yendo) a lo suyo, en el que parecía que sólo existían los derechos de los vascos, catalanes, murcianos o de cualquier otra región, ella decidió que era imprescindible empezar a hablar sin complejos de lo NUESTRO, de lo de todos, de lo que nos une, de los intereses generales, de la igualdad de los españoles. Por eso creó un partido que comenzó a decir cosas revolucionarias (si, revolucionarias), como que los territorios no tienen derechos (aunque sean “históricos”) pues los derechos son de las personas, que por encima de los privilegios ha de prevalecer la igualdad de los españoles o a defender una educación libre de adoctrinamientos identitarios o una enseñanza, una sanidad y una justicia común, en un país cada día más desigual y desvertebrado.
Desgrana Rosa Díez todas las propuestas defendidas en el Congreso y las descalificaciones que merecieron por parte del sistema establecido
En estos tiempos de memoria tan frágil, en el que las noticias y los hechos se suceden de forma vertiginosa, devorados por nuestra sociedad de consumo, del iPad, del tweet, delfast food informativo, me parece fundamental pararse un momento y echar la vista atrás a estos ocho años de frenética actividad política. Es lo que ha hecho Rosa en su libro, contando los grandes hitos de UPyD, pasados por el tamiz de nuestra historia reciente. Desgranando esa constante e impagable labor de cuestionamiento de nuestros tabúes y complejos como país, realizado por dicho proyecto político: defendiendo en el Congreso (cuando nadie hablaba de ello) la reforma de la Ley Electoral, la supresión de los privilegios fiscales vascos, de los privilegios políticos (como los aforamientos), la despolitización de la justicia, la ilegalización de las marcas blancas de ETA o la lucha sin cuartel contra la corrupción política que está corroyendo nuestro Estado de Derecho. Desgrana Rosa Díez todas las propuestas defendidas en el Congreso y las descalificaciones que merecieron por parte del sistema establecido, tanto PP como PSOE, unidos como un solo hombre en todo lo que tiene que ver con el mantenimiento del status quo. Se perdieron las votaciones pero se ganaron las batallas, pues todas esas ideas forman parte del acervo común defendido hoy en día por los partidos (nuevos y viejos), aunque no tengan ni remotamente la intención de llevarlas a la práctica.
Como dijo Kennedy “La victoria tiene muchos padres, la derrota es huérfana”, por lo que podría uno imaginar la tentación de la autora de ensalzar el auge y los triunfos y pasar de puntillas por las derrotas y, en definitiva, la caída del proyecto político de UPyD. Nada más lejos de la realidad. No quiero, como dicen ahora los modernos, hacer un spoiler, por lo que me contento con decir que “Los aventureros cuerdos” también tiene también mucho de thriller político, del lado oscuro, de House of Cards, que en este caso se materializa en una operación política (con nombres y apellidos, los verán…) perfectamente diseñada y ejecutada por nuestras élites para sacar a Rosa Díez y UPyD del tablero político y sustituirlo por un inofensivo placebo. La historia no tiene desperdicio y doy fe de su veracidad.
El gran error fue pensar que era posible cambiar el sistema sin pedir permiso a los que mandan, sin patrocinadores ni padrinos
Algún lector impaciente probablemente pensará que todo esto está muy bien, pero que quiere saber qué fallo. Qué falló para que un proyecto político valiente, coherente y honrado quedara fuera del tablero político. Cada uno, tras la lectura del libro, sacará probablemente sus conclusiones, pero en mi opinión, en última instancia, el gran error (del que fui participe, por cierto) fue pensar que era posible cambiar el sistema sin pedir permiso a los que mandan, sin patrocinadores ni padrinos, con ese atrevimiento de los aventureros que no deben favores a nadie ni tienen nada que perder.
A pesar de esa inapelable derrota con la que termina el libro su gran mérito es que, a diferencia de otras memorias, no son un vano intento de redención personal o de venganza de su autora, sino un testimonio lúcido de una época, narrado en un tono vitalista, alegre y optimista, como sabemos que es Rosa Díez todos los que hemos tenido y tenemos el placer de conocerla.
ANDRÉS HERZOG Vía VOZ PÓPULI
No hay comentarios:
Publicar un comentario