Salvo sorpresa de última hora, nos encaminamos a una extraña repetición de elecciones, que sería más extravagante, todavía, en el caso de que se repitieran los resultados, cosa que no anda muy lejos de ser lo más probable si, como parece, las elecciones se vuelven a plantear en los mismos términos que las del pasado diciembre y, en verdad que no es fácil adivinar ninguna novedad interesante si el cuadro de competidores vuelve a ser el mismo.
Volver por donde solía
El mero hecho de imaginar una campaña electoral repetitiva, roma, pretenciosa y mostrenca, produce escalofríos y no permite imaginar cambios significativos en las tendencias electorales a salvo del más que previsible descenso en la participación ciudadana.
Se puede pensar que ninguno de los partidos ha considerado nunca la posibilidad real de un acuerdo, que, en cualquier caso, hubiera exigido una geometría política difícil y superar una aritmética parlamentaria muy adversa, y que, en el fondo van a invertir nada menos que medio año en tratar de demostrar que ellos querían, pero los demás no. Parece obvio que, pese a todo lo que se dice en la sabiduría política convencional, buena parte de los políticos españoles piensan que no es verdad que no se pueda engañar a todos siempre, que el camino seguro a la victoria consiste en repetir indefinidamente los embustes…, hasta que el mono se aprenda el catecismo.
No parece probable que los electores se decidan a resolver problemas e idear combinaciones que los elegidos no han querido ni sabido plantear
Así pues, no parece probable que los electores se decidan a resolver problemas e idear combinaciones que los elegidos no han querido ni sabido plantear, pero si quedase algún adarme de iniciativa política en los partidos, cabría pensar en que a una oferta distinta la respuesta podría ser muy otra, sin confiarse exclusivamente a argumentos que se basan en el desprecio de la inteligencia del ciudadano, como el recurso al miedo o la apelación absolutamente inmotivada a una segunda oportunidad a quienes no han sabido edificar con la primera.
Espacios de novedad
En general, los partidos reservan las novedades para sus gobiernos, pero no se atreven a innovar en el marco electoral, a no ser que se considere innovar prometer a los incautos que dos más dos serán cinco, y que si de cinco se llevan tres van a sobrar cuatro. En estas circunstancias, sin embargo, la renovación debiera ser una obligación imprescindible para cualquiera que espere conseguir un cambio en el cuadro resultante de diciembre pasado. Sin embargo, si examinamos los partidos, caso a caso, encontraremos que ofrecer algo distinto a lo que suelen se acerca a lo imposible. ¿Cómo va a ofrecer Rajoy nada nuevo, si eso sería negar desde la raíz el secreto de sus éxitos? Su lema debiera ser “más de lo mismo” o “combatiremos sin cesar los casos aislados de corrupción”, nada que ya no sepamos. ¿Alguien imagina a Sánchez renunciando al cambio y al progreso o a Rivera clarificando sus posiciones y a Iglesias descendiendo a la prosa ordinaria abandonando sus lastimosas soflamas?
La coalición PSOE/Ciudadanos, una posibilidad imaginaria
Partiendo de reconocer que la mutación electoral de fondo ha sido muy seria, y que sólo con mucha imaginación se podría cambiar el panorama, me parece que la única posibilidad que existe de que haya una oferta electoral distinta es la que podría ofrecer una coalición electoral entre Ciudadanos y el PSOE, que tal vez pudiera romper el frustrante statu quo. Sería una sorpresa que los líderes se atrevieran a tanto, pero, de hacerlo, creo que se seguirían muchos beneficios.
En primer lugar, se vería que el pacto entre Ciudadanos y PSOE ha sido algo más que una manera de hacer pasar los días, que alumbraba una posibilidad cierta de gobierno, y si se sometiese a los ciudadanos, podría haber sorpresas.
En segundo lugar, anclaría firmemente al PSOE en el espacio de la moderación y del cambio al beneficiarse los socialistas del aire nuevo que les aportaría Ciudadanos, un partido ideológicamente ambiguo, pero, al parecer, razonablemente decidido a cambiar ciertos hábitos de comportamiento infaustamente arraigados. Ciudadanos, pese a su virtuoso ejercicio de forzada equidistancia, es un partido de inspiración socialdemócrata y debe saber que, paradójicamente, sus posibilidades de supervivencia en un equilibrio inestable dependen exclusivamente de que se perpetúen los malos hábitos que han venido a combatir, de manera que para el joven Rivera y para los suyos, la mejor opción es la de decantarse y tratar de dominar el espacio político de centro y centro izquierda. En esto puede consistir la verdadera dificultad, en el choque de nomenclaturas, pero esa operación podría hacerse por fases y sin graves quebrantos para nadie, porque, con toda probabilidad, obtendría una notable ampliación de capital político.
Los 130 diputados que han obtenido entre ambos por separado podrían aumentar notablemente con candidaturas conjuntas y con un programa compartido que ya van conociendo los electores. Por supuesto, existe el riesgo de que la coalición pueda perder algunos votos por la derecha y por su izquierda, pero creo que esas hipotéticas pérdidas se compensarían ampliamente por el efecto novedad de una coalición inédita y con un programa que, visto lo visto, no asustaría a nadie.
El PP de Rajoy sería el gran perjudicado
Con una operación como la descrita, aunque el PP mantuviese sus posiciones, perdería seguramente escaños, de forma que pasaría a ser la oposición por la derecha de una alianza colocada en el centro, y eso le privaría de buena parte de su arsenal argumentario, lo que podría ser, a la larga, de enorme beneficio para todos. Los conservadores y los liberales se verían liberados del fardo cínico y tecnocrático que reduce su partido a una especie de sociedad estatista y masoca de gestión, y habrían de buscar una definición política rotundamente distinta para no quedar confinados en un rincón muy estrecho, y muy a la derecha. Eso daría lugar a un partido nuevo, o, simplemente, a un partido, porque este PP es, en la práctica, muy otra cosa.
Los votantes de le derecha han de pensar que este fracaso electoral les dará la oportunidad de construir un partido de corte mucho más liberal y más combativo
El papel de Ciudadanos y su destino
Ciudadanos habría hecho así un gran papel al moderar al PSOE y dar suelta a su vocación socialdemócrata, lo que, a medio plazo, haría que sus elementos más sinceramente liberales se apuntasen al nuevo partido que, inevitablemente, habría de surgir en la derecha.
No se me escapa que todo esto es imaginación, pero negarse a ver que los electores no quieren repetir el espectáculo bipartidista tradicional y perder la oportunidad de acabar con el maleficio de una derecha y una izquierda condenadas a hacer la misma política, estatismo a pierna suelta y cada vez con menor vergüenza, al tiempo que se dedican a fustigarse como si la vida dependiese de unas ridículas y vetustísimas fantasías ideológicas, como si todavía viviéramos en los años del hambre, es perder una oportunidad que pocas veces se presentará con tanta nitidez como ahora mismo.
Los votantes de le derecha han de pensar que, más allá de fanatismos infantiles, este fracaso electoral, que de todas formas ya es un hecho, les dará la oportunidad de construir un partido de corte mucho más liberal y más combativo cultural e ideológicamente, un partido que no les avergüence ni les niegue, y que no vuelva a presumir nunca jamás de una política fiscal que ni la izquierda más escorada llegó nunca a imaginar. Pronto sabremos si podremos librarnos a la vez del rajoyismo y de las enfermedades infantiles del socialismo español que le obligan a disfrazarse de ogro ideológico cuando podría defender razonablemente y sin aspavientos el Estado de Bienestar que ha conseguido acrecer, tratando de hacerlo más eficaz, dejando de tener miedo a ser, al tiempo, socialistas, europeos e inteligentes.
J. L. González Quirós Vía VOZ PÓPULI
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