Resulta cada vez más grotesco escuchar a los responsables de planificación y previsión de los diferentes gobiernos y organismos multilaterales las razones por las que revisan al alza, o a la baja, las estimaciones macroeconómicas a nivel mundial. Como cada primavera, el FMI se reúne a mesa y mantel para constatar su fracaso y sus sistemáticos errores de previsión. Es cierto que cada vez es más complejo predecir en un mundo globalizado, pero lo que no es menos cierto es que gran parte de este ejercicio se lleva a cabo de forma teledirigida y con un componente determinista cada vez más claro.
El mundo no es un laboratorio físico y no se puede modelizar
Los errores de previsión económicos tienen carácter estructural y nadie asume responsabilidades
Estos sucesivos errores de previsión tienen su origen, por un lado, en la utilización de modelos macroeconométricos que utilizan supuestos que están claramente superados, amén de reducir la realidad socioeconómica aun conjunto de ecuaciones, cuyo input son series históricas que, como en el caso del INE en España, están mal medidas y no reflejan la realidad de las distintas economías a nivel internacional. Estos modelos tratan de inferir que la economía se mueve por factores exclusivamente de comportamiento racional de los agentes, asume relaciones espurias, como la de salarios y empleo o la de cantidad de dinero e inflación, escondiendo que el mundo no es un laboratorio físico y no se puede modelizar.
Los supuestos neoclásicos que nutren los modelos de previsión se han demostrado falsos, lo que explica el fracaso
A partir de estos errores, que curiosamente nadie asume su responsabilidad, se van sucediendo un relato económico tanto del pasado, como del futuro, que claramente está inducido por las grandes fuerzas del mercado, para tratar de influir sobre las decisiones de gasto e inversión de los agentes. Este optimismo generalizado, que tan solo esconde el miedo a reconocer que nadie sabe cómo va a evolucionar la economía a medio plazo, se va corrigiendo todos los ejercicios, ante el estupor de los sufridos agentes, fundamentalmente empresas y consumidores. Siempre ha factores a los que culpar, el precio del petróleo, los conflictos bélicos, los fenómenos meteorológicos, o el papel de los bancos centrales. Pero todavía nadie del establishment se ha atrevido a reconocer que las previsiones se hacen a ciegas y siempre con el consejo inestimable de los grandes lobbys económicos y financieros mundiales.
El optimismo antropológico está teledirigido por los grandes lobbys para influir en los agentes
Sabiendo que es imposible predecir con rigor y con estos modelos matemáticos, lo que si es factible y plausible inducir es el marco en el que la economía mundial se puede mover en los próximos ejercicios. Estos modelos, por ejemplo, no incorporan los efectos que tiene la desigualdad en la determinación del consumo futuro, tampoco internalizan la reducción de la tasa de inversión global, y por tanto del empleo, de la financiarización de la economía, de la frase más estúpida del capitalismo, como es la de maximizar el valor del accionista, como dice el fundador de BlackRock. Esta situación sí que explica por qué el volumen de desempleados a nivel mundial crece de forma ininterrumpida, y cada vez hay más personas que nunca volverán al mercado laboral, algo que los modelos de laboratorio tampoco pueden modelizar.
Argumentan que el problema no son los modelos, sino la falta de reformas estructurales que los gobiernos no se atreven a introducir
Lo que sí sabemos es que con este modelo de acumulación cada vez habrá menos empleo e inversión
Los más fanáticos de este tipo de modelos y del valor de las previsiones que se publican, más que nada porque muchos viven de ello, argumentan que el problema no son los modelos, sino la falta de reformas estructurales que los gobiernos no se atreven a introducir. Este conjunto de medidas, todas realidades ficticias desde la óptica de la oferta,anuncian que las soluciones para el mundo siempre pasan por reducir salarios, reducir el gasto y la intervención pública, elevar la edad de jubilación, desmantelar el Estado del bienestar, aumentar la productividad vía mayores jornadas de trabajo, y eliminar progresivamente los impuestos y por tanto el gasto público. De ahí que se empeñen en utilizar técnicas econométricas, como los modelos VAR para sostener sin rubor, que, reduciendo los salarios en un porcentaje determinado, el empleo se recuperaría de forma inmediata y significativa, o que un aumento de la cantidad de dinero en circulación, provocará un proceso inflacionista insostenible, como recordaban los republicanos a los responsables de la FED en EEUU.
Las reformas estructurales son la gran excusa que los fanáticos esgrimen para justificar su fracaso
En una reciente entrevista, Bernanke reconocía que no habían sido capaces de predecir el pánico bancario que se produjo tras la crisis de 2008, lo cual no deja de corroborar que es imposible predecir el comportamiento de los agentes supuestamente racionales, lo cual reduce a un mero ejercicio de chamanismo los ejercicios de previsión en un mundo globalizado. Esto lo pude comprobar cuando trabajando en el Ministerio de Economía observé que las previsiones macro del Gobierno español son un mero ejercicio de corta y pega del resto de instituciones, sin apenas rigor y teniendo en cuenta la mala calidad de la información estadística e España, especialmente en algunos sectores como la vivienda, comercio minorista o turismo.
Estamos en manos de trileros que tratan de imponer las tesis de las teorías neoclásicas en el devenir de las previsiones
Las previsiones a nivel global se han convertido en un ejercicio de chamanismo y trilerismo trufado de mala calidad estadística
Por lo tanto, una vez más, estamos en manos de trileros que tratan de imponer las tesis de las teorías neoclásicas en el devenir de las previsiones, y no se ruborizan al observar el fracaso sistémico que supone dicho ejercicio, año tras año. Los balbuceos y las justificaciones sobre dichos errores de previsión solo responden a la incapacidad intelectual para despojarse de todos los clichés de tantos años, y asumir que la economía no es una ciencia exacta, sino un compendio de relaciones económicas, sociales, psicológicas y políticas. Todo ello no cabe en ningún modelo macroeconométrico.
En suma, la sociedad debe estar mejor asesorada y no caer en el juego de creer a los trileros de cada trinchera para justificar los errores de previsión que frecuentemente nos bombardean cada primavera u otoño. Vistos los números nuevos para España, comienza el baile de culpas: incertidumbre política, precios del petróleo, Carmena, Podemos o el bajón de la actividad mundial. Pero ni una palabra del fracaso del modelo económico europeo, y por supuesto español, que procura mantener o resucitar burbujas, mantener a flote a un sistema bancario quebrado y no acometer la reducción de la pobreza y desigualdad. Eso queda para los populistas.
ALEJANDRO INURRIETA Vía VOZ PÓPULI
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