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sábado, 23 de abril de 2016

¿QUÉ LE CONTARÁN LOS POLÍTICOS AL REY?

Estamos en el límite del plazo y, que se sepa, no hay una sola reunión programada entre los partidos para evitar el ridículo mundial que vamos a hacer dentro de 48 horas





"En España reina la parálisis política", titulaba el pasado día 20 la portada de la edición internacional de 'The New York Times'. Y tanto. El Rey espera a los líderes políticos el lunes para que le digan qué han hecho hasta ahora para dar a España un Gobierno; y todos ellos acudirán a la cita con las manos vacías. Aunque fuera por decoro, deberían pasar estas últimas horas reunidos, negociando frenéticamente -o al menos, aparentándolo-. Pero estamos en el límite del plazo y, que se sepa, no hay una sola reunión programada entre los partidos para evitar el ridículo mundial que vamos a hacer dentro de 48 horas. Hay que tener pachorra para que esté más inquieta la gente en la calle que ellos en sus despachos.
El jefe del Estado podría preguntar a Rajoy: “Usted es el líder del primer grupo de la Cámara y, por tanto, el primer responsable de intentar formar un gobierno. Durante estos cuatro meses, ¿cuántas veces se ha reunido con los demás partidos para negociar?”. Respuesta: “No recuerdo si una o ninguna, Majestad. Leí en los periódicos que no me querían de presidente y no me molesté en llamarlos.”

Sánchez podría decirle: “Lo propuse al Congreso como candidato pese a que solo tenía 90 diputados. Ya sé que hizo un acuerdo con otro partido minoritario, meritorio pero claramente insuficiente. Y perdió la votación, claro. Dígame, usted que lidera el segundo partido, ¿ha hecho algún intento de hablar seriamente con el primero?”. Respuesta: “¡De eso ni hablar, Majestad, antes muerto que sensato! Le juro que he inventado toda clase de combinaciones(algunas mejor ni se las cuento), pero siempre con dos requisitos irrenunciables: fuera el PP y Sánchez presidente. De otro modo, ¿qué interés tendría este asunto para mí?
Es cierto que esto es un fracaso colectivo, pero de unos más que de otros. No puede exigirse la misma responsabilidad a los dos primeros partidos del país, que tienen entre ambos más del 60% de los diputados y han gobernado durante 35 años, que a dos partidos que llegan por primera vez al Parlamento, que jamás han estado en un gobierno y tienen dos grupos estimables, pero al fin y al cabo minoritarios.

No es que Podemos y Ciudadanos se hayan lucido precisamente; más bien han ofrecido un estreno deprimente de la autodenominada “nueva política”, confirmando que el ser nuevo no te hace necesariamente mejor. Pero si hay que señalar a alguien por este estropicio, es al PP y al PSOE. Ellos tenían la obligación de sacar adelante esta situación; y no es que no hayan podido, es que no han querido. Ambos se han empantanado en el fango de los vetos y las exigencias inasumibles. Antes, su forma de gestionar la crisis económica o su incapacidad para remediar la aluminosis del sistema político y limpiarlo de telarañas los desacreditaron ante la sociedad. Pero ahora han fracasado en lo más elemental: hacer posible que del voto de los ciudadanos nazca un gobierno. Y este es, a mi juicio, un fracaso invalidante para quienes lo han protagonizado. Imaginar las calles inundadas de nuevo con los carteles de Rajoy/Sánchez pidiendo el voto me produce bochorno, y me cuesta entender que no se lo produzca a ellos.
Rivera sugiere ahora que ya que ni Rajoy ni Sánchez pueden presidir un Gobierno con este parlamento, busquemos un presidente de consenso. La propuesta quizá hubiera sido útil planteada de otra forma y en otro momento. En el último suspiro y por sorpresa, es un truco oportunista más, un penúltimo volatín en el “circo español” del que hablaba la crónica de 'The New York Times'. Sus objetivos tácticos son obvios:
Primero, va a favor de la corriente; a mucha gente de buena fe le suena bien esa música y pensará que es una fórmula razonable para salir del atasco. Segundo, obliga a Rajoy y a Sánchez a rechazarlo, acentuando la sensación de que lo único que les importa es su poder personal; tercero, atrae los focos hacia sí en el fin de semana decisivo; y cuarto, será el único que presente al Rey una propuesta nueva. Además, recupera la soltería política de forma elegante: no rompe formalmente el acuerdo, pero deja claro que Sánchez ya no es su candidato. El líder del PSOE irá a La Zarzuela con los mismos 90 diputados que tenía en febrero.
 Lo de Podemos es distinto porque su juego realmente nunca tuvo que ver con el Gobierno de España. Estás a setas o estás a Rolex, dice el conocido chiste de vascos. Iglesias lo tiene claro: él está a Rolex (la hegemonía en la izquierda, o lo que el renegado Errejón llama “construir pueblo”) y lo de las negociaciones siempre fue para despistar. Así que poco tendrá que contarle al Rey, que está más interesado en encontrar setas con forma de gobierno.
La gran novedad de estas elecciones será el acuerdo entre Podemos e IU, que tiene pinta de estar prácticamente hecho. ¿Por qué no fue posible en diciembre y sí ahora? Porque entonces quien lo necesitaba para no perecer era IU y quien lo necesita ahora para no pegarse una chufa en las urnas es Podemos. Un grande y un pequeño solo se asocian cuando le conviene al grande.
Sea como sea, esta alianza puede provocar un vuelco en el escenario resultante del 26-J. Esta semana hemos conocido dos encuestas, una de Llorente y Cuenca y otra de 'El País'. La primera parte de la situación actual y la segunda incorpora la hipótesis de una coalición electoral Podemos-IU. Y aunque no proyecta escaños, ya les digo yo que el impacto de ese acuerdo podría dar lugar a dos escenarios políticos completamente distintos.
No puede exigirse la misma responsabilidad a los dos primeros partidos del país que a dos partidos que llegan por primera vez al Parlamento
Si damos por buenos los datos de intención de voto de ambos sondeos -muy parecidos entre sí-, en el primer caso (con Podemos e IU compitiendo por separado) estaríamos ante una probable mayoría de centro-derecha(PP+C’s). Y en el segundo caso (coalición de izquierdas), tendríamos dos fuerzas de izquierda prácticamente empatadas y muy cerca de sumar -con alguna ayuda extra- lo suficiente para formar un Gobierno (este sí, a la valenciana, paritario… y lo de la presidencia, ya se vería).
Así que comprobando que él mismo ha abierto en su flanco derecho la frontera con Ciudadanos (el nuevo “voto amigo”), previendo lo que puede ocurrir por su izquierda si se confirma la boda Iglesias-Garzón y conociendo lo que se cuece en su casa, si yo fuera Sánchez me pensaría lo de la propuesta de Rivera. Pero no teman cortesanos y ortodoxos, que no lo hará y afrontará su destino con toda entereza.
En todo caso, tras el desfile de líderes por La Zarzuela y mientras se dispone a firmar el decreto de convocatoria de las elecciones, Felipe VI podrá exclamar, como Romanones: ¡Joder, qué tropa!.


                                                                           IGNACIO VARELA  Vía EL CONFIDENCIAL
  


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