El laberinto de nuestra economía, cuya principal
producción son los parados (perdón, debemos decir personas sin trabajo,
según la última instrucción de incumplimiento punible de la Junta de
Andalucía), el laberinto de una práctica política, que copia un argumento peliculero de buenos contra malos, y se vive no como un servicio al país, sino como una práctica de holligans.
Pero en el trasfondo de todo esto anida la causa principal, una determinada cultura, que habiendo arrumbado con la herencia cristiana,
la ha rellenado con retazos de ideologías que pretendiendo ser
políticamente correctas, aplican solo la dialéctica del amigo- enemigo. Y
esto ya es una contradicción brutal.
No es la única.
La hegemonía de la ideología de género que embebe tantas leyes y tantas opiniones nos lleva a vivir una contradicción permanente y ha instaurado una dictadura de la palabra.
El III Plan de Igualdad de Género de la Junta de Andalucía lo constata.
Una institución siempre gobernada por los mismos que ha demostrado una
ineficacia cósmica se dedica a implantar la dictadura del lenguaje, y a perseguir y castigar a los profesores por hacer un buen uso de la lengua.
Lo que se les pide a estos profesionales es que hablen y enseñen de
acuerdo con las reglas de la RAE, y todo lo que no sea esto es una
estupidez y un abuso. La política no puede impulsar una “nueva lengua”
sin incurrir en una mentalidad totalitaria.
¿Por qué se ha de perseguir el uso de “los andaluces” o “los españoles”
para usar el término “población andaluza o española”, o exigir que se
proscriba el concepto de alumnos, para utilizar siempre el de “alumnos y
alumnas”, “políticos y políticas? Eso suena mal se ha de decir clase
política, calificando así lo que era una simple descripción.
Mientras el gobierno andaluz se dedica a tales menesteres, su pueblo vive hundido en el paro como pocos lugares en España, a pesar de que Andalucía ha recibido de los fondos europeos, y por andaluz, más de lo que los alemanes recibieron del Plan Marshall para reconstruir su país después de la II Guerra Mundial.
Lo que ha sucedido en cada caso revela la eficacia de las instituciones
políticas y sociales, y obviar el debate y provocar otros es condenar al
laberinto a Andalucía, y por su peso demográfico y territorial, a toda
España.
Pero, hay más laberintos, este en el terreno tan peligroso de las ideas.
Mientras el reseñado plan andaluz para la igualdad de género se dedica a
descuajeringar la lengua y a formatear las mentes, la extraña ley Para
la Igualdad de Género de la Comunidad de Madrid, rectifica la
naturaleza, lo creado, y establece que “Toda persona tiene derecho a construir para sí una autodefinición de cuerpo”.
Aquí los conceptos claves son “derecho” “autodefinición” y “cuerpo”.
¿Pero existe tal cosa? ¿Sus autores se han parado a pensar en sus
consecuencias?
Madrid ha legislado la primera ley posthumanista, porque autodefinir el
cuerpo tienen muchas más implicaciones, sobre todo el eugenésico, propio
del nuevo y gran desafío humano: la pretensión de dejar de serlo. Será
cierto que la ideología de género, en realidad, es solo una brecha para implantar esa nueva sociedad de Gattaca. Una
sociedad de la desigualdad extrema, porque a las grandes diferencias
económicas se unirán aquellas derivadas del poder de autoconstruir el
propio cuerpo.
Y obsérvese la gran contradicción propia de los lugares sin salida. Mientras
en Madrid se declara el derecho y la libertad de construir la identidad
del cuerpo, en Andalucía se censura y prohíbe el uso de la palabra
correcta, y ambas cosas en nombre de la misma razón, la
ideología de género. En un caso ultra liberal, en otro ultra dogmático.
Lo dicho, un laberinto.
EDITORIAL de FORUM LIBERTAS
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