El sacerdote Olegario González de Cardedal es problablemente el teólogo más importante en España. Su último libro aborda una lectura de nuestro tiempo desde la óptica del hombre y de Dios.
Olegario González de Cardedal, sacerdote abulense nacido en 1934, es
problablemente el teólogo más importante y respetado hoy en España. Hace
unos días, al inaugurarse la Asamblea Plenaria de los obispos
españoles, el cardenal Blázquez, en su discurso inaugural citaba a
Olegario ante los obispos y la prensa reunidos en la calle Añastro: “Me
permito citar a un observador penetrante de nuestra historia, pasada y
presente. Son palabras impregnadas de preocupación porque considera
tales actitudes ya superadas en los decenios anteriores”, dijo. Citando a
Olegario lamentó “la perversión del lenguaje y la escisión y
confrontación de la sociedad en dos partes, la derecha y la izquierda” y
continuó su cita: “Es una injusticia mayor reclamar para una de ellas
la verdad de España negándosela a la otra, como si esta no existiera y
no perteneciera a la única historia, y sacando la consecuencia de no
dialogar con ella. Esta postura reclama para sí la única que tiene
dignidad cultural y posee la primacía moral, y con ello lanza una mirada
despreciativa a la otra”.
Este es un eje de absoluta actualidad, como muestra el hecho de que lo
refiera el presidente del episcopado, y un tema que Olegario desarrolla
en su último libro en Ediciones Encuentro, “Ciudadanía y cristianía, una lectura de nuestro tiempo“.
Parte de su análisis lo expuso ya en un artículo de 2009 en ABC:
la cristianía (ser un cristiano libre, consciente, por libre opción, no
alguien simplemente arrojado a la vida en un contexto de cristiandad
política) es compatible y armónica con ser ciudadano, en un contexto
plural. La Iglesia y el pensamiento cristiano hace tiempo que asumen que
el pensamiento ilustrado tiene mucho de bueno y que no tiene por qué
combatirse cuando el diálogo es posible. Pero son ahora ciertas
ideologías ilustradas o postilustradas las que deben asumir que la
religión y la Iglesia siempre van a estar ahí, y tienen derecho a
participar con libertad y madurez en la cosa pública.
En 2009, en el choque con las medidas más
laicistas y radicales del Gobierno Zapatero, Olegario señalaba que no
había conflicto en los pueblos y ciudades españoles entre la Iglesia y
las administraciones locales, y que a nivel España-Vaticano tampoco
debía haber conflicto, pues hay unos Acuerdos firmados y con el Vaticano
perfectamente podrían negociarse otros. El conflicto se daba por la
ideologización del Gobierno socialista que chocaba con los cristianos
con convicciones cristianas, es decir, los cristianos de “cristianía”.
“Propuestas concretas de aquel [el
Gobierno socialista] chocan con convicciones constituyentes de los
ciudadanos católicos, tal como se definen en los textos normativos por
los órganos de autoridad, y no en las particulares expresiones de
algunos cristianos. Se trata de ciudadanos con todos sus derechos, que
como los demás se expresan libremente. No es verdad que haya un choque
permanente entre iglesia y sociedad. Esto es falso y repetirlo es una
ofensa para ambas. La clarificación y eliminación de ambigüedades en las
palabras es la primera obligación al tratar temas como ciudadanía,
laicidad, autonomía, eutanasia, aborto (que es algo mucho más grave que
la interrupción del embarazo). Superar la perversión del lenguaje,
redimiendo las palabras, es nuestro primer deber, si queremos existir en
la verdad, realizar la libertad y conjugar en concordia ciudadanía y
cristianía”.
Eso era en 2009. Después llegó el 11-M,
Podemos y sus populismos, el Gobierno del PP que mantuvo las leyes
radicales de Zapatero, incluyendo el aborto, los infinitos escándalos de
corrupción, el desencanto con los partidos mayoritarios, la llegada del papa Francisco...
El nuevo libro de Olegario, ante el nuevo
escenario donde aparecen nuevos actores y se presume de “nueva
política”, matiza y amplía las convicciones que ya expresaba.
El marco filosófico que intenta expresar, también al no-creyente, o al pensador mundano, incluye dos convicciones:
- El hombre necesita lo absoluto, lo espiritual; necesita dos cosas distintas pero que van juntas que es el pensar y el creer; las autoridades no pueden ignorarlo
- Todo teólogo necesita traducir la enseñanza particular cristiana al idioma de lo que es universal y humano, para que lo cristiano humanice el mundo
Desde esta plataforma, “Ciudadanía y cristianía”, analiza como se encarnan hoy ambas dimensiones:
- Sobre la ciudadanía: su encaje en la cultura, la religión, la ética y la política.
- Sobre la “cristianía”: situaciones particulares novedosas para la Iglesia en España, como el paso de Benedicto XVI al Papa Francisco, la relación entre el individuo y la colectividad, la del ciudadano con los otros ciudadanos y la del cristiano de a pie con la Iglesia.
En ese contexto, insiste: «Los hombres
tenemos siempre la vida por hacer, los ciudadanos tenemos siempre la
sociedad por configurar y los cristianos tenemos siempre nuestra fe por
realizar».
Y recordando lo que ya escribió en tiempos zapateriles, y en previsión del futuro incierto que le espera a España:
“No hay un
modelo de ciudadanía que el Estado o el gobierno tengan el derecho de
imponer y a partir del cual juzgar y valorar a los miembros de la
sociedad. Esa fue siempre la pretensión del absolutismo. Esto significa
que la primera categoría de la que hay que partir es la de libertad de
los ciudadanos, que configuran su vida personal, su ciudadanía y su
participación política desde las propias convicciones. No se les puede
imponer ni privilegiar un modelo de ciudadanía sino que cada uno debe
decidir la suya. Ese es el sentido del «atrévete a saber» de la
Ilustración. En el punto de partida de la comprensión de la ciudadanía
no puede estar ninguna categoría política, ideológica o religiosa sino
sencillamente la libertad del ciudadano. La categoría primera es la
libertad positiva, no la laicidad negativa”.
RAFAEL RODRÍGUEZ AGUSTÍN Vía FORUM LIBERTAS
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