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martes, 30 de junio de 2020

La identidad colectiva oprimida como poder soberano

En nombre de opresiones pasadas se están censurando contenidos, derribando símbolos, reescribiendo la historia y reinventando tradiciones

 La identidad colectiva oprimida como poder soberano 

La identidad colectiva oprimida como poder soberano


Uno de los mayores logros que los españoles hemos alcanzado como pueblo en nuestra historia reciente ha sido la consagración, a nivel constitucional, del principio de igualdad ante la ley. De conformidad con lo proclamado en el artículo 14 de nuestra Carta Magna, este implica que no pueda prevalecer “discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.
Ni que decir tiene que la institucionalización de este principio constituye un auténtico fastidio para cualquier régimen totalitario, ya sea de izquierdas o de derechas, hasta el punto de que la igualdad ante la ley se convierte en el primer obstáculo a remover. ¿Por qué? Pues porque una de sus derivadas más inmediatas es la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos, es decir, la imposibilidad de que quienes nos gobiernan puedan constituir privilegios en torno a los que construir un poder omnímodo. No está de más recordar que, cuando se siembran privilegios, lo que se recoge es discrecionalidad y desigualdad.
La aceptación por los ciudadanos de la subversión de las máximas derivadas de la igualdad ante la ley requiere de un caballo de Troya capaz de introducir en nuestra sociedad, de forma sibilina, el germen de la justificación de la desigualdad y la instauración del privilegio. Y parece que el totalitarismo ha encontrado en las identidades colectivas oprimidas la coartada perfecta. Se nos ha convencido de que, como sociedad, tenemos la obligación política, legal y moral de reparar delitos, ofensas y vejaciones pasadas, que nosotros no hemos cometido. De que tenemos que humillarnos ante quienes se autoproclaman descendientes de miembros de un colectivo antaño oprimido que, desde ultratumba, exige una satisfacción. Ya que la responsabilidad penal se extingue con la muerte del autor, pretenden instaurar una responsabilidad social que nunca prescriba. Y la moneda con la que pretenden cobrarse es con la del privilegio.

Guerra cultural

En los últimos quince años han florecido las identidades colectivas oprimidas: el género, la raza, la etnia o la religión. Sólo han tenido que esperar a la aparición de un catalizador social adecuado que les permitiera eclosionar, ya sea el Black Lives Matter o el Mee Too. Para garantizarse el éxito, han recurrido al pretexto de la necesidad de una igualdad real, gracias a la que han conseguido disfrazar de guerra cultural el cuestionamiento sistemático de derechos y libertades fundamentales, así como de los cimientos del Estado liberal y democrático de derecho.
Las identidades colectivas oprimidas han pasado de ser un movimiento reivindicativo a un poder soberano constituyente, cuya legitimación no radica en el sistema democrático sino en un sentimiento de culpa inoculado a la población durante años. En nombre de opresiones pasadas, se están censurando contenidos, derribando símbolos, reescribiendo la historia y reinventando tradiciones. El objetivo es infligir a nuestra generación la discriminación que otros padecieron en el pasado, mediante la instauración de privilegios identitarios. Y el proceso de demolición de derechos y libertades fundamentales, como la presunción de inocencia o la libertad de expresión, ya ha comenzado. Y ni usted ni yo pintamos nada en todo esto: la soberanía ya no reside en el pueblo, sino en la identidad.

                                                        GUADALUPE SÁNCHEZ  Vía VOZ PÓPULI

LA GRAN APOSTASÍA EUROPEA


cristianismo en europa

Un hecho común a la historia actual es la consideración de que la cuna de Europa no es Roma, sino la llamada Edad Media. Un concepto, por demás impreciso, y que bien puede ser sustituido por otro más exacto: cristiandad.
Dan cuenta de ello, desde la última de estas interpretaciones, la de  Tom Holland y su libro Dominio, pasando por la obra fundamental de Cristopher Dawson Los orígenes de Europa, por Thomas E. Woods JR. Como la Iglesia construyó la civilización Occidental, Europa y la Fe de Hilaire Belloc, Lo que Europa debe al Cristianismo, de Dalmacio Negro, incluida Aristóteles y el Islam de Sylvain Gouguenheim, para citar unos cuantas obras bien conocidas.
Ha habido una tendencia interesada desde la Ilustración de presentar aquel periodo de la historia, preñado de connotaciones negativas, como lo contrario de la época de la luz, con Grecia y Roma, cuando en realidad no es así. Primero, porque quien no deja el legado de los antiguos es la cristiandad. Y segundo, porque es falso a tenor de los hechos que hubiera un decrecimiento de la cultura, sino una recuperación después del hundimiento del Imperio romano y que precisamente esto fue posible gracias al cristianismo.
Y es que no hace falta ser un experto para  pensar que  algo culturalmente pobre hubiera podido dar lugar a las catedrales y monasterios, sus bibliotecas y universidades, que jalonan Europa. Incluso en el ámbito de lo más elemental y necesario, la agricultura, la base de aquella sociedad fueron las fundaciones benedictinas, quienes llevaron a cabo una revolución agraria que facilitó superar las periódicas hambrunas.
No es posible pensar en una época oscura, teniendo delante a Dante y su Divina Comedia, el renacimiento carolingio y el Otoniano, con tantas mujeres al frente. Fue entonces cuando nació Europa. Tanto es así, tan profundo ha sido aquel legado, que si se observan los límites de los estados miembros de la Comunidad Económica Europea surgida del Tratado de Roma de 1957, es fácil constatar su coincidencia con los límites del Sacro Imperio Romano Germánico.
El cristianismo ha esculpido nuestra cultura, incluidos los perjuicios, creencias, virtudes y escala de valores. Incluso entre aquellos que se declaran contra él, que reniegan de los postulados cristianos. Quien haya leído la mejor obra de Charles Taylor, y tiene muchas buenas, Las Fuentes del Yo. Los orígenes de la identidad moderna es influencia moldeadora del cristianismo en todas las ideas de nuestra época. Cómo la interioridad del ser humano, explícita en el relato de Jesús, evidente en San Pablo, se desarrolla en San Agustín, hasta configurar la gran novedad del pensamiento y moral europea y occidental, sobrepasando todos los límites: la primacía de la individualidad que, sin el encauzamiento de Dios, termina por convertirse en la primacía del deseo y su satisfacción en el fin de nuestra sociedad desvinculada.
Pero hoy, como ya anunciaba proféticamente Péguy a principios del siglo XX: “Vivimos en un mundo moderno que ya no es solamente un mal mundo cristiano, sino un mundo incristiano, descristianizado… Esto es lo que hace falta decir. Esto es lo que hay que ver. Si tan solo fuera la otra historia, la vieja historia, si solamente fuera que los pecados han vuelto a rebasar los límites una vez más, no sería nada. Lo que más sería un mal cristianismo, una mala cristiandad, un mal siglo cristiano, un siglo cristiano malo… Pero la descristianización es que nuestras miserias ya no son cristianas, ya no son cristianas”.
Hoy, transcurridos casi cien años, la transmutación de oro a plomo casi ha culminado. Lo que ahora existe es una Europa cada vez más deslavazada, porque su Imperium cruje por todas sus costuras, con un sistema de valores contradictorios, como sucede con los relictos incoherentes. Es así porque se han cercenado las raíces que les daban sentido. En realidad, hoy Europa es una gran apostasía, que recuerda el rechazo de las élites y la mayoría del pueblo de Israel al anuncio de Jesucristo, que nosotros conocemos por el llamado Sermón de la Montaña, que tan bien explica Romano Guardini en El Señor.
Es posible que el cristianismo en Europa se acabe convirtiendo en algo parecido a lo que son los cristianos en tierras del islam. Pero también cabe lo contrario, y entonces la imagen más próxima sería la caída de Roma; y también cabe la posibilidad de un difícil encuentro entre el secularismo europeo y un cristianismo renacido. Nadie posee la respuesta, en todo caso creemos que es razonable afirmar que sin cristianismo es improbable la continuidad de Europa, y que está en nuestras manos y oraciones, y la gracia de Dios, el encontrar la respuesta necesaria.

                                                             EDITORIAL de FORUM LIBERTAS

Soberanía europea y rescates

Los autores defienden que la crisis del coronavirus debe llevarnos a un pujante consenso acerca de la necesidad de empoderar a Bruselas para ayudar a rescatar a los Estados-nación europeos
 
OLIVIER HOSLET / EFE 

OLIVIER HOSLET / EFE


Es muy posible que la crisis del Covid-19 vaya a ser el experimento social más grande que afecte a nuestras vidas. No sabemos cuándo ni cómo acabará la pandemia ni cuán radicalmente nos cambiará, pero resulta evidente que ya ha cambiado la forma en que los europeos ven el mundo fuera de Europa y, como resultado, el papel de la UE en sus vidas.
La opinión pública no fue un factor político trascendental en las primeras etapas de la crisis del Covid-19. Pero en esta nueva etapa de la crisis, a medida que los gobiernos van asumiendo nuevas responsabilidades y se preocupan por la recuperación económica, no va a bastar con que Bruselas y las capitales nacionales acuerden las medidas adecuadas. Necesitarán también hallar el lenguaje para justificar sus políticas. Para poder hacerlo, será importante comprender cómo el coronavirus ha cambiado -o no- los temores y expectativas de la ciudadanía.
Los datos de las encuestas muestran un enorme apoyo hacia la cooperación europea, y una desilusión igual de grande con las instituciones existentes. Por una parte, la gran mayoría de los encuestados -desde el 51%/ 52% en Suecia y Francia, hasta el 80% en España y el 91% en Portugal- expresan que la crisis los ha dejado aún más convencidos de la necesidad de una mayor cooperación en la UE. Por otra parte, la mayoría de los encuestados se quejan de que los Veintisiete no estuvieron a la altura de la situación al comienzo de la crisis. Esto incluye a un 63% en Italia y un 61% en Francia. Pero tal vez más preocupante que las grandes cantidades de personas que critican la reacción inicial de la UE sean las grandes cantidades de personas que piensan que ha sido irrelevante (más de la mitad de los encuestados en Francia).
Enfrentados a una amenaza de carácter existencial, una gran mayoría consideró que no hubo quien les ayudase. Muy pocos percibieron apoyo por parte de la UE, las instituciones multilaterales o los mayores socios comerciales de Europa. La crisis ha perjudicado la reputación de los dos mayores socios económicos de Europa: Estados Unidos y China. En el caso del gigante asiático, las percepciones que de ella tienen los europeos han empeorado, posiblemente debido a la manera en que la crisis dejó al desnudo el lado más agresivo de su política internacional. Mientras tanto, el colapso de la imagen de EEUU ante los ojos de muchos europeos no solo es un simple indicador más de cuánto se oponen al estilo de política exterior de Trump. También indica que la crisis del Covid-19 hizo que muchos europeos viesen a EEUU como un titán averiado al que no puede confiársele la defensa de Occidente.
El Covid-19 parece haber cambiado drásticamente cómo los europeos ven al mundo más allá de su continente, lo que a su vez los ha llevado a reconsiderar el papel de la UE. Si analizamos los datos en más profundidad, podremos crear tres categoría que los ciudadanos europeos utilizan para comprender al mundo después de la crisis.
En primer lugar, tenemos la categoría de los Nueva Guerra Fría, que incluye a un 15% de los encuestados. Estos europeos consideran que el futuro será un mundo bipolar en el que EEUU liderará el mundo libre y China se convertirá en líder de un eje autocrático que incluye a países como Rusia o Irán.
En segundo lugar, estarían los Hágalo Usted Mismo, que suman un 29% de los encuestados. Estos consideran que vamos hacia un mundo en el que todos los estados tendrán que ser independientes entre sí, forjando alianzas de conveniencia con otros actores para defender sus intereses.
Por último, el grupo más numeroso y relevante sería el de los Soberanos Estratégicos de la UE, que constituyen un 42% de los encuestados. Estos ciudadanos, que ayer eran cosmopolitas pero que ahora creen en la soberanía europea, piensan que el Covid-19 ha creado un mundo de bloques y regiones en el que la relevancia de Europa dependerá de su capacidad de actuar concertadamente. Para ellos, Europa ya no es un proyecto motivado por ideas y valores, sino una comunidad predestinada a integrarse para retomar el control sobre su futuro. La visión del mundo de este grupo podría describirse como la de un "proteccionismo progresista". Cuando se trata de evaluar si repatriar la producción industrial a gran escala desde China a Europa, el apoyo más significativo aparece en los países más grandes: Francia y Alemania. Por el contrario, los ciudadanos de los países más pequeños parecen considerar el proteccionismo como una alternativa menos viable.
Estas tres visiones del mundo están presentes en todos los países encuestados. No obstante, los datos contradicen algunos de nuestros prejuicios. Si bien los europeos centrales y orientales suelen ser descritos como Nueva Guerra Fría -dado el fiero atlantismo que caracteriza a buena parte de la región-, es en Italia y en Francia donde hay mayores cantidades de partidarios de esta visión. De forma parecida, aunque los alemanes se consideran muy proeuropeos, el 59% de ellos piensa que los países que se cuidan solos son los que definirán el mundo de mañana.
Los Gobiernos de Europa y las instituciones en Bruselas se han dado cuenta de que la crisis del coronavirus ha vuelto más relevante a Europa. El plan de recuperación europeo lanzado por Francia y Alemania podría representar el comienzo de una nueva y vigorosa etapa en la historia europea que algunos analistas han descrito acuerdo como un "Momento Hamilton" para la UE, sugiriendo que el plan constituía una primera etapa en el camino a unos Estados Unidos de Europa.
Sin embargo, nuestras encuestas sugieren que el sentir de los ciudadanos europeos de hoy en día está más cerca de lo descrito por el historiador británico Alan Milward. En su obra, The European Rescue of the Nation State (El Rescate Europeo del Estado-Nación), Milward alegaba que la fuerza motriz del proyecto europeo era una recuperación -más que una sublimación- de la soberanía nacional. Si bien es cierto que la narrativa de Milward versaba sobre naciones que en la década de los 50 intentaban rescatar a sus Estados de los problemas heredados de la posguerra, en la década de 2020 la demanda de más Europa está enfocada a rescatar al Estado-nación de las presiones de terceros estados externos. Por eso, nuestros datos sugieren que estamos ante un momento Milward más que un momento Hamilton; es decir, menos ante un paso radical hacia la federalización y más ante un pujante consenso acerca de la necesidad de empoderar a Bruselas para ayudar a rescatar a los Estados-nación europeos.

                            IVAN KRASTEV Y MARK LEONARD   Vía EL MUNDO
Ivan Krastev es director del Centro de Estrategias Liberales y Mark Leonard, director del European Council on Foreign Relations (ECFR)

lunes, 29 de junio de 2020

Una oportunidad histórica para invertir en futuro


El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, el pasado martes en la Comisión de Reconstrucción Social y Económica del Congreso de los Diputados. 

El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, el pasado martes en la Comisión de Reconstrucción Social y Económica del Congreso de los Diputados. EFE


Por primera vez en mucho tiempo algo se está moviendo en esa silente sociedad civil particularmente cauta a la hora de levantar la voz y hacerse oír. El martes, el gobernador del Banco de España (BdE) compareció ante esa pintoresca “Comisión para la Reconstrucción” montada en el Congreso, obsequiando a sus señorías con una ambiciosa “terapia de choque” sobre lo que sería necesario hacer para sacar al enfermo de la crisis, apoyar la recuperación y facilitar el ajuste de la economía al escenario que emergerá tras la pandemia, definiendo además, y aquí está lo novedoso del asunto, “una agenda de reformas dirigida a afrontar los desafíos estructurales de nuestra economía”, que la crisis ha hecho más apremiantes por evidentes. Junto a esas reformas, la necesidad de abordar un plan de saneamiento de las cuentas públicas a medio plazo, asumiendo que la pandemia nos va a situar en el mayor nivel de deuda pública en muchas décadas. Para el gobernador, estamos ante la necesidad inaplazable de poner en marcha una estrategia “ambiciosa, integral, permanente y evaluable de reformas estructurales y de consolidación fiscal”.
Reformas estructurales y consolidación fiscal es el binomio que, quiéralo o no la izquierda populista, nos va a acompañar durante los próximos años. No hay espacio para abordar en esta pieza los detalles de una propuesta que el lector puede encontrar entrando en la web del BdE. Sí cabe decir que Pablo Hernández de Cos es el primer gobernador en mucho tiempo que parece haber llegado, como caído del cielo, dispuesto a restaurar el honor perdido del BdE, la credibilidad de un banco central que tipos como Fernández Ordoñez, alias MAFO, y otros del mismo porte, arrastraron por el barro al provocar con su criminal laxitud una crisis financiera como la de las Cajas de Ahorro que requirió un rescate de decenas de miles de millones. Hernández de Cos es la representación clara de ese alto funcionariado preparado, eficiente, honesto y dispuesto a cumplir con su deber al margen del Gobierno de turno, parte viva de una sociedad civil que parecía muerta y que esta semana ha asomado la cabeza dispuesta a aportar soluciones a los problemas de España.
Como parte de la “ambiciosa agenda de reformas estructurales” del gobernador figura la necesidad de “acelerar el proceso de digitalización de la economía”. De esto se ha hablado mucho en la cumbre empresarial que bajo el patrocinio de CEOE se clausuró el miércoles y por la que han desfilado los líderes de las grandes empresas españolas. “Digitalizar las pymes no es un lujo, sino una necesidad que podría aumentar exponencialmente el PIB español a medio plazo” aseguró el martes el presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, para quien el "el 97% de nuestras pymes no tienen la digitalización como prioridad y menos del 20% tiene un plan digital”. Acercar esos 3,3 millones de empresas, que aglutinan casi el 70% del PIB y el 70% del empleo, a la revolución digital supondría dotarles del tamaño necesario, su hándicap de siempre, y permitirles competir en el exterior generando riqueza y empleo. Cuatro propuestas en la hoja de ruta de Álvarez-Pallete: “Reescribir el marco normativo para adaptarlo a la Nueva Economía; reformular educación y formación para responder a las necesidades del mercado laboral; canalizar los recursos económicos hacia los motores de la reconstrucción, y digitalizar las pequeñas y medianas empresas”.
La cumbre empresarial ha significado la puesta al día de una CEOE anquilosada, dirigida por un Antonio Garamendi en quien muchos creyeron adivinar al tipo encantado de haberse conocido, ansioso de notoriedad y dispuesto a firmar lo que el Gobierno Sánchez le pusiera por delante. Ahora sabemos que la organización no está muerta y que sus gestores representan a los afiliados y responden a sus intereses directos. Gente de tanto pedigrí como Pablo Isla o Juan Roig, cuyas cuentas de resultados no dependen de los precios regulados, han dicho a Pedro & Pablo lo que Pedro & Pablo no quieren oír. Tanto el presidente de Inditex como el capo de Mercadona les advirtieron sobre la importancia de “no desmontar lo que está funcionando”, en clara alusión a la reforma laboral, y “no introducir rigideces que sean negativas para la creación de empleo, cuando lo que la economía necesita es ser más flexible”. Especial importancia tuvo su apelación a la necesidad de “certidumbre y seguridad jurídica como cuestión clave para planificar a largo plazo y generar empleo, porque cuando falta seguridad jurídica la inversión se retrae y huye en desbandada”.

Los impuestos amenazan a las clases medias

Coincidiendo con el gobernador del BdE, la cumbre de CEOE ha instado al Ejecutivo a “volver a la estabilidad fiscal a medio y largo plazo” evitando para ello las subidas de impuestos, porque “las crisis no se financian con impuestos, sino con deuda”. La ministra Montero nos ha obsequiado esta semana con la tradicional receta de todo Gobierno de izquierdas que se precie, centrada en mantener un elevado gasto público financiado con subidas de impuestos. Su argumento descansa sobre los sempiternos seis puntos de PIB que separan la presión fiscal española de la media de la Eurozona. Ni una palabra sobre la distancia que separa la riqueza per cápita española de la renta de la Eurozona. ¿Corolario? Esos seis puntos de PIB equivalen a cerca de 72.000 millones año. Las clases medias españolas ya pueden ir aflojando la faltriquera. Haciendo oídos sordos a toda clase de recomendaciones, el Gobierno no tocará el IVA, responsable en buena medida de esa menor recaudación debido al “alto porcentaje de bienes de consumo tasados al tipo reducido o superreducido”, según explicó Hernández de Cos en el Congreso. Presión también sobre el impuesto de sociedades, en contra del mejor documento sobre fiscalidad (“¿Deben bajar o subir los impuestos en España?”, obra del economista José Luis Feito) que probablemente se haya escrito en nuestro país en mucho tiempo.
Las clases medias españolas ya pueden ir aflojando la faltriquera. Haciendo oídos sordos a toda clase de recomendaciones, el Gobierno no tocará el IVA
El incremento del gasto en pensiones es otra de las urgencias que atenazan al Gobierno Sánchez. El viernes, el Instituto BBVA de Pensiones vino a contarnos un secreto a voces: que “las pensiones, tal y como están pensadas hoy, no se van a poder pagar”. Respalda el aserto gente tan solvente como los economistas José Antonio Herce y Rafael Domenech. Es una consecuencia de haber hecho tabla rasa de los mecanismos compensatorios incluidos en la reforma efectuada en 2013 por el Gobierno del PP, lo que lleva al gobernador del BdE a incluir en su agenda de cambios estructurales la necesidad de “afrontar la reforma del sistema de pensiones” de manera urgente. ¿Cuántas veces hemos oído algo parecido en la última década?
Mucha gente parece estar despertando del aturdimiento producido por la vergonzante claudicación de Mariano Rajoy y su equipo hace ahora dos años. Mucha gente saliendo del letargo, dispuesta a aportar un punto de luz al final del túnel que representa un Gobierno social comunista cuyas prioridades políticas se hallan en las antípodas de una democracia liberal. Cada vez son más las voces, individuales o colectivas, que reclaman soluciones a los problemas de España, soluciones que no pasan por aceptar con resignación las recetas de ese estatismo atroz tan querido por la izquierda radical. Hasta el rey Felipe VI ha salido de su mutismo y ha recuperado su agenda dispuesto a extender un mensaje de esperanza. Lo hizo en la clausura de la cumbre de la CEOE, resaltando el papel de la iniciativa privada y subrayando la importancia de dar nueva forma a “la arquitectura de nuestra economía, en una coyuntura tan preocupante como la actual”.
Hay pues sociedad civil. En realidad, hay una sociedad civil muy potente, formada por miles y miles de profesionales brillantes en todos los campos y disciplinas, académicamente preparada y técnicamente cualificada para afrontar cualquier tipo de retos. Una sociedad civil cuya nota media rebasa con mucho la de una clase política muy depauperada, y naturalmente la de un Gobierno en manos de un aventurero sin escrúpulos, tan acostumbrado a mentir como a respirar. Una sociedad civil que rechaza la crispación y pide consenso de forma responsable y consciente, aspiración que Hernández de Cos resumió en “la necesidad de un acuerdo político que abarque varias legislaturas” para poder afrontar su agenda de reformas estructurales.

Una oportunidad histórica

El momento no puede ser más delicado, tanto desde el punto de vista político como económico, como esta semana se ha encargado de poner de relieve el FMI (el PIB se desplomará un 12,8% este año) y el propio BdE (el paro registrado creció un 23,2% en el promedio de abril y mayo, de modo que la tasa de desempleo para el segundo semestre podría acercarse al 20%). Pero también emerge una excelente oportunidad para hacer algo grande, para cambiar la faz de este viejo y extraordinario país: a la espera de lo que se decida en la decisiva reunión de Jefes de Estado y de Gobierno de la UE de mediados de julio, España podría recibir una estratosférica cifra en forma de ayudas, pendientes de confirmar en cuanto a tamaño, plazos y formas de acceso. He aquí, desglosadas en porcentaje de PIB, esas potenciales ayudas:
Programa de préstamos y garantías del BEI: 3,2% del PIB
Programa MEDE (ESM) para paliar la pandemia: 3,8% del PIB
Programa SURE (ayudas al desempleo) de la CE para ERTEs: 1,6% del PIB
Movilización extraordinaria de Presupuesto comunitario: 1,1% del PIB
Fondo de Recuperación NextGen: 6,6% del PIB
Compra de activos del BCE bajo programa ordinario: 0,9% del PIB
Compra de activos del BCE bajo programa PEPP extra: 10,5% del PIB
La suma total representa el 27,7% del PIB, un porcentaje equivalente a 345.000 millones, para un PIB que en 2019 se situó en 1.244.757 millones. En cualquier caso, entre el 25% y el 30% de nuestro PIB para emplear en modernizar el país y prepararlo para el futuro. Para invertir en innovación tecnológica, sobre la base de contar ya con la mejor red de fibra de Europa y con una de las más modernas redes de comunicaciones. Para hacer de la ajada piel de toro algo distinto. Es como si España S.A. hubiera efectuado una macro ampliación de capital cubierta casi en su totalidad por la UE. Una oportunidad histórica que nos obliga a no volver a las andadas y a utilizar correctamente ese dinero para ganar el futuro, de modo que las nuevas generaciones no nos puedan acusar de haber dilapidado tan ingente fortuna.   
Nada está perdido, porque todo se va a jugar en el segundo semestre, cuando se conozcan las dimensiones reales de la catástrofe económica y Pedro Sánchez se vea impelido a la elección de su vida
 ¿Con este Gobierno…? Difícil, cierto, pero no imposible. Nada está perdido, porque todo se va a jugar en el segundo semestre, cuando se conozcan las dimensiones reales de la catástrofe económica y Pedro Sánchez se vea impelido, como titular de la coalición social comunista, a la elección de su vida: seguir por la senda de miseria y pobreza que el comunismo de siempre y el peronismo de ahora han dejado por herencia desde 1917 a esta parte, o virar en redondo, cambiar de socios y llegar a pactos capaces de consolidar la monarquía parlamentaria y el sistema de libre mercado propio de toda democracia liberal. Conociendo al personaje, no podemos descartar en absoluto tan espectacular cambio de bando. Todo se saldará en unos meses.

                                                                  JESÚS CACHO Vía EL CONFIDENCIAL

Educación y familia: cuando el Estado invade


Opinión 

Germán Masserdotti





En la encíclica Centesimus annusSan Juan Pablo II destaca que la Doctrina Social de la Iglesia “especialmente hoy día, mira al hombre, inserto en la compleja trama de relaciones de la sociedad moderna. Las ciencias humanas y la filosofía ayudan a interpretar la centralidad del hombre en la sociedad y a hacerlo capaz de comprenderse mejor a sí mismo como «ser social». Sin embargo, solamente la fe le revela plenamente su identidad verdadera, y precisamente de ella arranca la doctrina social de la Iglesia, la cual, valiéndose de todas las aportaciones de las ciencias y de la filosofía, se propone ayudar al hombre en el camino de la salvación” (n. 54).
De este modo puede explicarse mejor que la dimensión religiosa forma parte del carácter integral de la educación a la que tienen derecho todos los hombres y, en particular, los niños. En este sentido, los padres son los primeros responsables en la educación de sus hijos.
El Estado, es decir, la sociedad política, reconoce y regula el ejercicio de los derechos humanos con criterios de bien común. En este caso, se trata del derecho a la educación integral que incluye, por cierto, a la dimensión religiosa. Conviene señalar que el Estado existe para el logro de la perfección de los hombres –sociales por naturaleza– mediante la procuración de una causa que es el bien común concreto de la comunidad política.
En lo que se refiere a los derechos humanos, nos estamos refiriendo a aquellos que están inscriptos en la naturaleza humana y que resultan irrenunciables. El Estado no los puede otorgar ni quitar: pertenecen al hombre en cuanto tal. Sí corresponde al Estado regular el ejercicio de estos derechos, pero, como advierte el art. 28 de la Constitución Nacional argentina, esos derechos no deben ser alterados por las leyes reglamentarias.
Si el Estado fuera el primer responsable de la educación de los hijos, no solamente reemplazaría a los padres, sino que –incluso con las mejores intenciones–, terminaría convirtiéndose en un Leviatán totalitario.
Teniendo presente lo dicho arriba, entonces, puede comprenderse mejor que, en los establecimientos de Educación Católica, los contenidos curriculares y las modalidades pedagógicas adoptadas deben responder al Magisterio de la Iglesia. Esperar o exigir otra cosa sería como pretender que un círculo tuviera ángulos o que un cuadrado no los tuviera.
Cuando la Iglesia desarrolla su labor docente de diversas maneras, y, en el caso que nos ocupa, a través de los establecimientos educativos católicos, no hace otra cosa que cumplir con lo que le pide Jesucristo. La Iglesia transmite lo recibido, no le corresponde disponer arbitrariamente del depósito de la fe.
Un texto autorizado del Magisterio eclesial es el Catecismo de la Iglesia Católica. Se trata de un texto “mayor”. El Compendio, a su vez, es una preciosa versión “en pequeño” del mismo texto magisterial.
El Estado, por lo dicho arriba, no debe entrometerse en los contenidos de la Educación Católica. El papel de la autoridad política, en el ámbito de la Educación como en tantos otros, es subsidiario. En este sentido, el Estado debe prestar su inestimable ayuda para que los padres en primer lugar, y los establecimientos asociados a ellos también, cumplan con el deber de educar de modo integral a los hijos.
Lo dicho hasta el momento vale, sobre todo, si tenemos en cuenta que, en la República Argentina, por ejemplo, las sucesivos gobiernos y conformaciones parlamentarias no dejan de avanzar en contra de los auténticos derechos, entre los cuales ahora destacamos el de educar a nuestros hijos en la fe.
Como destacó el pasado 12 de junio de 2020 la Asociación para la Promoción de los Derechos Civiles (Prodeci) a propósito de un Proyecto de la Resolución de la Cámara de Diputados en la Argentina contrario una red de colegios católicos: “El Proyecto de Resolución no solo desconoce el derecho de enseñar y aprender y el derecho de los padres de educar a sus hijos según los valores morales y religiosos sino que también constituye una evidente violación de la libertad religiosa y de culto (art. 14 de la Constitución Nacional y pactos de rango constitucional citados). Dicha violación se agrava por ser perpetrada por miembros de uno de los poderes del Estado. A lo largo de su articulado y fundamentos, el Proyecto de Resolución implica un reiterado desprecio y desvalorización intolerante sobre el contenido de la enseñanza de la institución por el hecho de tener un ideario conforme a la Doctrina Social de la Iglesia y al Catecismo de la Iglesia Católica (art. 2)”.
Como consecuencia del totalitarismo político, ¿debería dejarse de enseñar en los colegios que “los bienes del amor conyugal, que para los bautizados está santificado por el sacramento del Matrimonio, son: la unidad, la fidelidad, la indisolubilidad y la apertura a la fecundidad”, o que los hijos son “un don de Dios, el don más grande dentro del Matrimonio” como afirma el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica?
Que el amable lector saque las conclusiones.

                         GERMÁN MASSERDOTTI  Vía RELIGIÓN EN LIBERTAD