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sábado, 27 de junio de 2020

LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ

El autor se muestra muy crítico con la ola de vandalismo que, a raíz de otro terrible suceso racial en EEUU, se ha extendido por todo el mundo y que busca derribar estatuas, un sinsentido como él subraya.

 

RAÚL ARIAS

 
El ataque masivo de la pandemia ha provocado una tormenta inesperada que amenaza con destruir algunas de las características más comúnmente aceptadas de la sociedad occidental. No hablamos del coronavirus. Las protestas comenzaron a raíz del asesinato por parte de un policía estadounidense de una víctima negra más (son miles las víctimas mortales de la policía en EEUU). Pero el movimiento de protesta ha avanzado mucho más allá y se ha extendido por buena parte del mundo. En Inglaterra, la destrucción de una estatua de un célebre comerciante del siglo XVIII, Edward Colston, que hizo su fortuna a través del comercio de esclavos negros, ha alentado a numerosos exaltados a ir más allá en sus demandas para intentar eliminar todo rastro visible del pasado racial del país.
¿Qué arrasará el viento de protesta en su camino? Por el momento, parece que esta ola radical está dirigida solo contra símbolos: nombres de calles, obras de arte, libros, estatuas, películas, música, cualquier cosa que parezca estar relacionada con el tema de la esclavitud en el pasado histórico. La clásica película Lo que el viento se llevó ha sido amenazada de supresión en Estados Unidos. Y pronto la supresión se extenderá a todo. Este es el punto en el que debemos preguntarnos: ¿es aceptable eliminar todas las referencias a aspectos dudosos del pasado histórico? ¿Qué se gana al hacerlo? ¿Y es factible insistir, como exigen algunos radicales en Inglaterra, en que todas las empresas, todas las escuelas, todos los partidos políticos, todos los organismos públicos, participen en la campaña de purga?
Tomemos el caso de la destrucción de estatuas. En el Reino Unido, la destrucción de la estatua de Colston fue seguida por demandas de destrucción de una estatua de Winston Churchill. Posteriormente, se eliminó la estatua del fundador de los Boy Scouts, Lord Baden Powell. En Estados Unidos, en varias ciudades han sido atacadas estatuas de Cristóbal Colón. En Nueva Zelanda se retiró la estatua del fundador de la ciudad de Hamilton. Churchill, Colón, Baden Powell y Hamilton son acusados de "racistas". Los políticos, siempre dispuestos a hacer lo que los votantes quieren, han colaborado con los radicales». En Inglaterra, más de 60 estatuas han sido identificadas por los manifestantes y 130 ayuntamientos controlados por el Partido Laborista han decidido revisar a fondo sus monumentos, sus plazas y sus calles para eliminar los vestigios racistas.
¿Qué pasaría si España aplicara esta política? España, como Inglaterra y Estados Unidos, es un país rico en tradición racista. A lo largo de la Edad Media y, sobre todo, después del llamado Descubrimiento de América, España tuvo una intensa historia de conflictos con otras razas, pueblos y religiones. Desde el siglo XIX, comenzó a llenar sus calles con estatuas de las figuras que más habían participado en esos conflictos. Imagínense si un partido político como Podemos, por poner un ejemplo, decidiera ahora (con el apoyo del PSOE) eliminar de las calles de España todos los nombres y presencias de figuras imperialistas y racistas. ¿Quiénes serían las víctimas?
En primer lugar, el Gobierno eliminaría todas las estatuas y nombres de aquellos que considerara reaccionarios, racistas y antifeministas. En Madrid, la primera víctima notable sería la estatua de Isabel la Católica, que sería condenada por racista, antisemita, imperialista y proinquisición. También se eliminarían todas las estatuas de Fernando el Católico, por favorecer la expulsión de los judíos. Otra víctima sería Fray Bartolomé de Las Casas, al que se condenaría por iniciar el comercio de esclavos negros en América. El siguiente en la lista sería Cristóbal Colón, sentenciado por haber descubierto América y promover el comercio de esclavos indios. Después de eso, la lista sería interminable. La estatua de Felipe III en la Plaza Mayor de Madrid desaparecería, condenada por la expulsión racista de los moriscos en 1609. Todos los descubridores y héroes de la época colonial caerían, condenados por crímenes contra la población nativa y por apoyar la esclavitud. Obviamente, Cortés y Pizarro serían eliminados.
Y, así, la historia de eliminación y purificación continuaría, siglo tras siglo. Todos los generales importantes del siglo XIX desaparecerían, igual que las estatuas ecuestres, como las de Espartero y Martínez Campos. Tampoco estamos en peligro de olvidar a los empresarios catalanes que se beneficiaron de la esclavitud en Cuba. La alcaldesa de Barcelona ya ha comenzado la sagrada tarea de retirar sus estatuas de los lugares públicos. No hace falta decir que un grupo republicano como Podemos ciertamente favorecería la remoción de cada estatua de un rey; adiós, entonces, a las estatuas ecuestres de Carlos III y Alfonso XII en Madrid.
¡Muy bien! Eliminemos todos nuestros monumentos racistas, cambiemos el nombre de todas nuestras plazas y calles, suprimamos todas nuestras películas racistas, quememos todos nuestros libros racistas y luego ¿qué habremos logrado? ¿Qué habremos conseguido eliminando el reconocimiento público de las personas famosas que ayudaron a construir la España moderna? ¿Habremos acabado con el racismo? ¿Habremos eliminado la historia, las consecuencias y el legado de un elemento en el pasado de España?
Me temo que no lograríamos nada. Prohibir una película y quitar una estatua son actos simbólicos inútiles que no sirven en absoluto para eliminar el virus real y activo del racismo y la discriminación en una sociedad. Todas las sociedades occidentales, especialmente aquellas con una tradición imperial como Inglaterra y España, están profundamente impregnadas de un racismo que constituye uno de los elementos en la formación de su carácter. España, la única nación europea que ha llevado a cabo expulsiones racistas masivas de judíos y musulmanes, es particularmente culpable en este respecto.
Aún más notable es el hecho de que España basó su imperio económico en América y en Asia en la esclavitud pura, un sistema en el que miles y miles de humanos murieron miserablemente. El hecho de que los negros nunca llegaran a formar una parte sustancial de la población de España fue un simple accidente económico: España explotó a sus negros en el Caribe, no en el Mediterráneo. Aun así, había negros en Andalucía: Sevilla en 1565 tenía 6.500 esclavos negros, más del 7% de su población. El comercio de esclavos a América, además, estuvo controlado técnicamente durante la mayor parte de su historia por España, a pesar de que fue financiado en gran medida por otros como los portugueses, belgas y franceses. España tiene que aceptar su responsabilidad por un comercio vergonzoso que el misionero jesuita del siglo XVII Alonso de Sandoval condenó enérgicamente.
No conozco ninguna estatua erigida por España para conmemorar la obra de Sandoval. En cambio, ha habido comentarios sobre los ataques a Colón en Estados Unidos. En lugar de preocuparse por la reputación de Cristóbal Colón, quien era indudablemente esclavista, los españoles deberían comenzar a mirar nuevamente las vidas de aquellos en su historia, como Sandoval, que pasaron toda su vida luchando por la libertad de los negros y que nunca han recibido el reconocimiento que se merecen.

                                                                         HENRY KAMEN*  Vía EL MUNDO
*Henry Kamen es hispanista; su último libro es La Invención de España (Espasa, 2020)

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