La Comisión, tras un inicio dubitativo de la presidenta Ursula von der Leyen, cogió el testigo y movilizó recursos como nunca antes
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. REUTERS
Hubo un momento, a principios de marzo, en el que todas las señales de alarma sonaron a la vez. Con Italia en confinamiento y el resto del continente siguiendo el mismo sendero -aunque todavía sin saberlo- la Unión Europea volvió a cometer los mismos errores del pasado. Con un socio sufriendo, con miles de personas muriendo, Europa miró para otro lado sin tomárselo muy en serio y sin entender lo que estaba en juego.
Hay veces que al analizar los acontecimientos continentales se toma el todo por la parte y se habla, culpa o responsabiliza de cosas a quien no tiene voz ni voto. Eso es en parte lo que ocurrió, cuando millones de ciudadanos volcaron su rabia e impotencia contra Bruselas, contra la UE, por lo que consideraban una falta de sensibilidad, de solidaridad, de reacción, de cintura. La UE, la Comisión o el Parlamento, no tienen competencias sanitarias, ni sobre fronteras. No puede forzar a nadie a hacer lo que no quiera en esos ámbitos, ni imponer protocolos de actuación. No puede obligar a una capital a mostrar empatía. Pero durante unos días, ni la mayoría de las instituciones en Bruselas ni buena parte de los líderes estuvieron a la altura.
La Eurocámara fue la primera en reaccionar. Hay 715 diputados electos, de todos los colores, pero rápidamente consensuaron la exigencia una respuesta a la altura. Muchas veces los jefes de Estado y de Gobierno chocan entre ellos, muestran las diferencias culturales, estratégicas y de cosmovisión entre sus latitudes, longitudes o tamaños, y suele haber un eco en el Parlamento de esas fricciones. Pero estos meses ha habido casi unanimidad, independientemente de la procedencia o la familia política.
La Comisión, tras un inicio dubitativo de la presidenta Ursula von der Leyen, cogió el testigo y movilizó recursos como nunca antes. El BCE, también tras un error de novata de Christine Lagarde, dio un giro brutal y puso en marcha un plan de choque descomunal. Y más tarde, para muchos demasiado más tarde, el Consejo Europeo, correspondió.
Es justo decir que a la UE le faltó cintura para identificar lo que estaba en juego anímicamente, para movilizar símbolos. Pero es justo y necesario también recordar que después, en un tiempo récord, ha puesto en marcha una batería de medidas, planes y recursos sin precedentes en la historia. Las cifras son tan grandes que a veces cuesta ponerlas en perspectiva. Pero lo realmente increíble es la velocidad.
"TRIPLE RED DE SEGURIDAD" PARA EMPRESAS
Los europeos son, sin saberlo, mucho más federalistas de lo que dicen. Creen que la UE tiene unas competencias y unas capacidades infinitamente mayores de lo que en realidad ocurre. Por eso tienen exigencias también desproporcionadas, y cuando en unas semanas no había acuerdo aún a nivel de ministros de Finanzas o de jefes de Estado y de Gobierno ponían en grito en el cielo cuestionando incluso la utilidad o la necesidad de una unión política, económica y monetaria. Hoy, esos gritos apenas se recuerdan. Las voces críticas no repiten los mantras de 2008, 2012 o 2015. Y las fuerzas euroescépticas, eurófobas y radicales han quedado prácticamente silenciadas durante la pandemia.
"Hasta el momento, la UE ha estado a la altura ante la crisis del COVID-19, lanzando un mensaje de solidaridad y unidad ante el enorme reto de la recuperación económica", señala Ernest Urtasun, eurodiputado de En Comú Podem y vicepresidente de los Verdes europeos.
El primer paquete de ayudas se aprobó en el Eurogrupo el 10 de abril . Una "triple red de seguridad" para empresas, empleos y estados. El diseño estaba pensando para intentar reaccionar con la mayor velocidad posible y con un objetivo muy claro: la liquidez. Intentar impedir el cierre de empresas, el despido de millones de personas e incluso la subida de la prima de riesgo (aunque el BCE ya había hecho su parte ahí) mediante líneas de crédito masivas. Más de 500.000 millones de euros.
Se articuló sobre tres ejes. El primero, el de las empresas, usando el Banco Europeo de Inversiones, el instrumento más ágil y con más experiencia para poner en circulación hasta 200.000 millones. El Banco se usa desde hace lustros, en conexión con los bancos nacionales de crédito, como el ICO, para dar facilidades a empresas. "El BEI ha activado diversas líneas de préstamos e inversiones adicionales para pymes, cosa que creemos muy positiva. El BCE ha desplegado medidas de política monetaria que debería aliviar el coste de la financiación y la liquidez de las pymes. Sin embargo, seguimos viendo como las grandes empresas son las grandes beneficiadas y creemos que hay que exigir mayor transparencia y claridad en la compra de activos por parte del BCE", advierte Urtasun.
El segundo eje tenía como protagonista a la Comisión Europea, que sacó, casi de la nada, una herramienta a la que bautizó como Sure. En realidad, decir que sale de la nada es inexacto. La UE lleva barajando años la idea de un sistema de reaseguro para el desempleo. No una prestación de parto de corte continental, que Bruselas abonara a los parados de los países. Sino un sistema para que en momentos de shock, sobre todo si son asimétricos, las cuentas públicas de un país no se deterioren de manera irreversible y muy rápida cuando saltan los estabilizadores automáticos, los programas que palían la situación como la prestación de desempleo. Con el Sure, la Comisión Europea pedirá en los mercados hasta 100.000 millones de euros con los que dar líneas de crédito ventajosas y a un precio menor que el que muchos países tendrían que pagar al no tener un rating AAA como el de las instituciones.
El tercer elemento, el más polémico, fue el programa que acabó perfilando el Eurogrupo con el Mede, el mecanismo de estabilidad de la Eurozona, por el que los gobiernos podrán, si lo creen necesario, pedir hasta el 2% de su PIB en líneas de crédito. Pero, a diferencia de lo que pasaba en el pasado, no tienen ningún tipo de condicionalidad dura asociada, siempre que el dinero sea para gasto sanitario. Directo o indirecto.
PRESUPUESTO MARCADO POR LA PANDEMIA
Es sólo la mitad del camino. A ese medio billón largo de euros le faltan las dos patas más importantes que se están negociando estas semanas. Por un lado, un Plan de Recuperación que la Comisión ha propuesto que tenga una capacidad de hasta 750.000 millones de euros, de los cuales casi medio billón en transferencias directas y no en préstamos. La idea contempla tres pilares: un Mecanismo de Resiliencia y Recuperación, un Instrumento de apoyo a la Solvencia y un Programa para la Salud.
Y además de ello está a disposición los recursos del Marco Financiero Plurianual de la UE para 2021-2027, el Presupuesto comunitario, que tendrá un enfoque muy marcado por la pandemia. Estamos a mitad de camino, pero lo visto tiene poco o nada que ver con lo conocido y con o temido. No es lo soñado, pero esto es el mundo real. "La primera reacción de la Unión Europea ante los enormes riesgos que supuso la brusca parada en la actividad económica fue apoyar la liquidez de las empresas: El Banco Europeo de Inversiones posibilitó 200.000 millones de euros para préstamos a empresas, que en España llegaron a través del ICO", explica Luis Garicano, reconocido economista y jefe de la delegación de Ciudadanos en la Eurocámara. "Pero ahora todos somos conscientes que lo que era un problema de liquidez se ha transformado en uno de solvencia. Por eso la UE está poniendo en marcha un novedoso instrumento, el Instrumento de Apoyo a la Solvencia (SSI en inglés) que permitirá garantizar inyecciones de capital directas. El sector de empresas medianas y pequeñas es el que más dificultades tiene para financiarse en los mercados de capitales y por tanto desde el Parlamento velaremos para que este instrumento les permita acceder a esta nueva fuente de financiación", añade.
En la Comisión de Asuntos Económicos del Parlamento Europeo hay varios españoles que han tenido un papel clave en el diseño de algunas de las resoluciones más ambiciosas presentadas. El Parlamento, que debe dar el visto bueno al Fondo pero sobre todo al Presupuesto 2021-2027 se conjuró para rechazar cualquier propuesta que juzgaran inaceptable por escasa. Y advirtieron que no se toleraría magia contables, trampas retóricas. Hace falta dinero fresco, afirman, y será lo único tolerable.
"EN LA BUENA DIRECCIÓN"
"La Unión está intentando responder de una manera distinta a lo visto hace 10 años, por motivos políticos y derivados del shock exógeno que supone la pandemia. Está estructurando un debate en las instituciones centrado en impulsar la demanda y evitar el colapso del tejido productivo. Lo que se ha hecho claramente no es suficiente, pero va en la buena dirección. Ahora, hay que completarlo con el paquete formado por el Marco Financiero y el instrumento de deudo para activar la demanda en beneficio de las pymes", apunta Jonás Fernández, coordinador de los socialistas en Econ.
Fernández destaca cómo el Parlamento fue el primero en reaccionar y en exigir. Y apunta más líneas de actuación, en el ámbito legislativo, como la revisión del reglamento de requerimientos de capital, que puede ser importante para las pymes. "El texto está acordado, se hace efectivo esta semana y se apoya un factor de apoyo a las pequeñas y medianas empresas. Es una especie de descuento, de bonificación, de los requerimiento de capital a los bancos por los créditos que dan a las pymes. Estamos preparando en un informe sobre la unión del mercado de capitales que es para mejorar precisamente la financiación de las pymes, para que no sea sólo bancaria y puedan tener fondos suplementarios, y ante futuras crisis bancarias no se sientan ahogadas. Y la semana pasada en el pleno se apoyó que el fondo de desarrollo rural pudiera dar subvenciones directas no reembolsables a las pymes de la PAC. Hasta 50.000 euros en un pago único y directo", añade Fernández.
No está todo, no es suficiente, pero el trabajo está ahí y las diferencias con el pasado, evidentes. La UE va despacio, a su ritmo, pero se mueve. Aprende lento, pero aprende. Y cuando los actores principales coinciden en el diagnóstico y en la magnitud de la respuesta necesaria, todo es más fácil. Y mejor.
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