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lunes, 31 de agosto de 2015

NO HABLAMOS DE REFUGIADOS, HABLAMOS DE LIBERTAD

“¡Somos sirios, somos personas, no animales!”, gritaban familias enteras que intentaban cruzar la frontera de Macedonia, huyendo del Estado Islámico y de la guerra. Las imágenes muestran desde mediados de agosto unos andenes repletos de caminantes, sin agua, con unos pocos pertrechos, empujándose para subir a un tren que les llevara a la salvación, a la mítica “Europa”. El conflicto y el salvajismo yihadista han hecho que muchos, como los yazidies, huyan por cualquier medio de Siria, Afganistán o Eritrea. Esta semana, al menos setenta refugiados aparecieron muertos en el interior de un camión frigorífico a su paso por la frontera entre Austria y Hungría, primer país de la zona Schengen, el paraíso europeo. Pero los casos aparecen casi a diario, y la UE se llena de refugiados. 
No es lo mismo un inmigrante ilegal, ése que paga a la mafia y asalta la valla de Melilla, que el refugiado, aquel que es perseguido por su raza, religión, nacionalidad, etnia u opinión política, y no tiene más solución que huir de su país para no ser asesinado. El refugiado, y así lo define la ACNUR y lo asume la UE, es un asilado temporal, un emigrante forzado que merece la protección de sus derechos y volver a su patria.
El asunto es que vienen a Europa, y lo hacen a través de cuatro rutas. España no es uno de sus destinos favoritos. Según la Agencia Europea de Control de Fronteras, la principal ruta elegida en 2014 fue la central del Mediterráneo; es decir, la italiana. A las costas de Sicilia llegaron 170.757 refugiados desde Siria, Eritrea y el África subsahariana. Por la ruta del Este, que llega a Grecia, entraron más de cincuenta mil, en su mayoría sirios, afganos y somalíes. Mientras a España, por la llamada “ruta del Oeste”, tan solo vinieron 7.842 personas de Camerún, Argelia y Mali. Y por último, la menos transitada, la del Oeste africano, que va a las españolas islas Canarias, a donde arribaron 276 refugiados de Marruecos, Guinea y Senegal. Ese año murieron 3.500 personas intentado llegar a nuestras fronteras. 
La desesperación en la UE es completa, máxime si ya han llegado más de 150.000 refugiados, y se prevé que alcancen el medio millón solo en Alemania a finales de año. La reglamentación que se aplica, el llamadoSistema Dublín, no funciona. Consiste en que el país que recibe al refugiado debe ser el que tramite su solicitud de asilo. Este protocolo es muy costoso para el Estado fronterizo, ya que precisa de una sofisticada estructura administrativa, por lo que países como Grecia, Italia o Hungría sencillamente no lo hacen, y se quitan el problema de encima permitiendo que los refugiados pasen sin ser registrados. Evidentemente es un auténtico coladero de ilegales, e incluso de terroristas. Por ejemplo: a suelo italiano llegaron 170.000 y solo se registró a la mitad. Al archipiélago del Dodecaneso (Grecia) están llegando hasta mil refugiados diarios, que inmediatamente son conducidos al continente. Hungría está tan agobiada que ha instalado una valla de 175 kilómetros en su frontera con Serbia, y va a recurrir al Ejército. 
¿Y hasta dónde llegan los refugiados? Si tienen suerte, a Alemania, que ha recibido 97.640 peticiones de asilo en este 2015, ocho veces más que Francia o Suecia, y lejos de los 1.583 de España. La UE acordó en mayo, con el beneplácito de ACNUR, que solo se concedieran 20.000 plazas para refugiados, pero todo se ha desbordado. Los países que están ejecutando recortes económicos no quieren asumir más gastos, como Portugal, Grecia o Italia. El gobierno de Austria ha mostrado su desesperación porque tiene más refugiados que 18 países de la UE juntos. Las arcas están vacías y los presupuestos son absurdos: 2.400 millones de euros a repartir entre 23 países de aquí a 2021. 
La situación ha reavivado la xenofobia y el racismo en Europa. La Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia ha alertado sobre el “dramático aumento” del discurso del odio al extranjero, el antisemitismo y la islamofobia. El origen está en la crisis económica, la avalancha de refugiados e inmigrantes ilegales, la falta de integración, y el yihadismo. Esto se ha traducido enepisodios rechazables como los ocurridos en Alemania
En toda Europa se debate sobre el acceso de los refugiados e inmigrantes a los servicios públicos. La izquierda habló en su día del “papeles para todos” –Zapatero entregó en tres años 140.000 pasaportes a cubanos-, o incluso de un DNI, como propuso Carmona, que tiene un desgraciado “efecto llamada”. La integración es compleja, pero debería basarse en el individuo, no en el colectivo; y en la libertad responsable,no en la planificación victimista, para que trabajen y creen riqueza. Esto solo es posible si se establece un financiación adecuada, un cupo razonable y asimilable de refugiados, distribuidos entre los miembros de la UE, con controles rigurosos, que salvaguarde la libertad y la dignidad de esas personas, y de paso, las nuestras. Porque la gran exportación de Europa debe ser la idea de libertad.
                                                           JORGE VILCHES   Vía VOZ POPULI
 

sábado, 29 de agosto de 2015

DIALÉCTICA POLÍTICA/RELIGIÓN

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El discurso de Cristo sobre el César y Dios, su mandato de predicar el evangelio y el hecho de haber sido condenado por las autoridades religiosas y políticas plantea una dicotomía, una tensión que se ha desarrollado a lo largo de la historia



No se podría reivindicar la separación entre política y religión si, con el nacimiento de la iglesia cristiana, no se hubiera creado una sociedad, eclesiástica, dentro de la sociedad civil, constituyéndose por tanto dos sociedades diversas con jerarquías distintas y fines diferentes aunque concomitantes. Separar religión e imperio romano hubiera supuesto minar los fundamentos mismos de una organización política surgida como proyecto regenerador pilotado por un protegido de los dioses. Solo un emperador, Constantino, podía dar luz verde al cristianismo. Solo un emperador, Teodosio, podía conceder al cristianismo el estatus de religión oficial.

Ahora bien, como la iglesia cristiana mantenía una jerarquía que podía sustraerse del dominio del emperador, la confrontación entre los dos ámbitos estaba servida. Y lo natural, como sucedió en Constantinopla, es que el patriarca religioso acabara convertido en sumo sacerdote al servicio del emperador-rey, en el ministro de asuntos religiosos, pues el poder político, como su propio nombre indica es el que más “puede”. Fue entonces la caída del imperio romano de occidente la que permitió un desarrollo autónomo de la iglesia católica. No era viable (desde un punto de vista fáctico) un Papa a 500 metros del Emperador.

Cuando Cristo distingue entre César y Dios –“dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”-, establece las bases de la autonomía de las esferas política y religiosa. Pero Cristo dice esto en un periodo histórico en que el César –Tiberio en ese tiempo- está sacralizado, de modo que no está afirmando únicamente que religión y política sean ámbitos diferentes, sino, a mi juicio, algo mucho más importante: que ni el emperador, ni el rey, ni el general, ni la nación, ni el presidente, ni el Estado, ni el mercado son Dios. Cristo está negando, no el derecho del poder, sino un poder absoluto.
Cuestionar que puedan existir comunidades religiosas es negar el derecho de asociación. Reivindicar que las comunidades religiosas se subordinen por completo al poder político es negar un margen a la conciencia. En efecto, Creonte niega el derecho de Antígona a enterrar a Polinices, y Antígona reivindica su derecho a hacerlo.

¿Las posturas son irreconciliables? En ese caso, si Polinices se hubiera enterrado fuera de la ciudad se habría complacido a Creonte, que no quería un enemigo, ni muerto, entre sus muros; y a Antígona, que no estaba dispuesta a que su hermano fuese pasto de los animales de rapiña.
          
El discurso de Cristo sobre el César y Dios, su mandato de predicar el evangelio y el hecho de haber sido condenado por las autoridades religiosas y políticas plantea una dicotomía, una tensión que se ha desarrollado a lo largo de la historia. Es verdad que existen diversos modelos, y que la iglesia nacional como la de Inglaterra, en que la cabeza de la iglesia y del Estado coincide en la misma persona, o el de las iglesias ortodoxas que suelen poseer un carácter nacional es más pacífico que el modelo católico, cuya cabeza es supranacional. En este sentido, la iglesia católica es un caso anómalo, porque en el mundo antiguo los reyes gobernaban también los cultos, y en el medieval y moderno, cuando un sector católico se ha desligado del Papa, ha acostumbrado a transformarse en una iglesia nacional, llámese ortodoxa, luterana o anglicana. ¿Qué conflicto se va a producir entre Inglaterra y la Iglesia de Inglaterra cuando la cabeza de la iglesia es el rey?
          
Los padres de la Iglesia cristiana, al introducir conceptos filosóficos en su discurso, hicieron más clara la distinción entre esfera civil y eclesiástica; política y religión; ciudad terrena y ciudad de Dios. Quienes postulan una separación entre política y religión han recibido de la iglesia instrumentos conceptuales para hacerlo, también porque no habría habido filosofía moderna ni contemporánea sin escolástica: continuidad en el tiempo de la filosofía greco-latina, triunfo del logos sobre el mito.
En la dialéctica entre religión y política, podemos distinguir tres posturas fundamentales: el clericalismo o intromisión del estamento clerical en la política activa; el anticlericalismo o laicismo que trata de apartar del ágora a los clérigos y aún a los laicos consecuentes con su fe; y la posición que defiende un clero no inmiscuido en la lid política y un laicado cristiano comprometido con su fe en libertad, es decir, sin instrumentalizar la fe en partidos únicos supuestamente cristianos.
          
Los debates tienen sus raíces históricas. Y la reivindicación de una religión ausente del escenario político forma parte del diagnóstico ilustrado de la religión como causante de las guerras: hipótesis interesante en el siglo XVIII, pero desechable a posteriori, porque la Edad Contemporánea, que se ha construido desde el consciente ostracismo de la religión, no se ha visto, antes al contrario, mermada de conflictos. Las agresiones a la humanidad que se han verificado en los dos últimos siglos: Revolución francesa, invasiones napoleónicas, colonianismos, guerras mundiales, guerra fría, etcétera, no han sido, ni precisa ni principalmente, guerras de religión. O mejor dicho, no han sido causadas por las religiones tradicionales, sino por ideologías sustitutivas: nacionalismos, estatalismos, capitalismo… Nación, Estado y Capital se han revelado fuerzas promotoras de abundantes conflictos.
          
Si rechazamos las religiones tradicionales como promotoras de conflictos sociales, hemos de marginar también las ideologías contemporáneas que, sacralizando la Nación, el Estado y el Capital, han incentivado agresiones inéditas. No es tanto la religión, la nación, el estado o el capital quienes oprimen a los hombres, sino su hipertrofia. 
          
Curiosamente, la coexistencia de una sociedad civil y otra religiosa sirve de contrapeso. La deconstrucción de la cristiandad occidental desde el siglo XVIII ha dado vía libre a la absolutización del mercado, de la nación y del estado. El laicismo es una inquisición laica, que no por ser laica es menos inquisición. Las teocracias agostan la libertad de las conciencias. Una distinción y una convivencia pacífica entre la sociedad civil y las sociedades religiosas parece lo más sensato. Siempre que haya una escuela libre para pensar y dialogar sin trabas sobre cualquier poder político o financiero, sobre cualquier religión.

                                    ANTONIO BARNÉS  Doctor en Filología      Vía RELIGIÓN EN LIBERTAD


jueves, 27 de agosto de 2015

BUSCAR LOS EQUILIBRIOS PERDIDOS EN EUROPA

El letargo de agosto no puede ocultar los rayos de inquietud que están agitando el mundo internacional y nuestra política doméstica. La montaña rusa en la que nos venimos desenvolviendo parece que toma fuerza, alentando de nuevo la desconfianza y la incertidumbre que están en la base de la quiebra de la cohesión social y económica, corroyendo las estructuras de nuestro continente. A pesar de ello, éste continúa siendo tierra de promisión para los refugiados de toda condición. En mi opinión, los problemas europeos son producto del alejamiento de la realidad, de la ejecución de políticas poco estudiadas en sus efectos y de la renuncia a los principios doctrinales y económicos en que se asentaba el marco de convivencia continental, lo que ha originado el desasosiego de los ciudadanos y el descrédito de los responsables políticos, que parecen incapaces de responder a las demandas de aquellos. Por eso, sería muy de agradecer que quienes capitanean o aspiran a capitanear la política pongan los pies en la tierra y reflexionen para restaurar los equilibrios perdidos, después de la larga y vertiginosa excursión por las nubes de las altas finanzas, la mundialización, las especulaciones empresariales y el redescubrimiento de los aspectos más negativos del liberalismo, como demuestra el agolpamiento de las crisis financieras, ahora es China, de los últimos diez años.
Conviene echar la vista atrás para recordar de dónde venimos y cómo a lo largo de la segunda mitad del siglo XX se construyó en Europa un sistema político y económico, cuyo objetivo principal era el bienestar de la sociedad
Conviene recordar de dónde venimos y cómo se construyó el proyecto común
En momentos como éste, conviene echar la vista atrás para recordar de dónde venimos y cómo a lo largo de la segunda mitad del siglo XX se construyó en Europa un sistema político y económico, cuyo objetivo principal era el bienestar de la sociedad y la protección de los miembros más débiles de la misma. Pero para llegar a ése sistema, que ahora está amenazado, los europeos vivieron primero la versión más tosca e inmisericorde del liberalismo económico, seguida de su propia ruina, que alumbró los movimientos totalitarios comunistas y fascistas que pretendieron ser respuesta a una crisis de grandes proporciones, la de los años 30, y que solo consiguieron llevar al continente el terror de los espíritus y el horror de la guerra.
Después de la Segunda Guerra Mundial, una parte de Europa quedó bajo la influencia soviética sin opción a plantearse otras alternativas; la otra parte, conocida como la Europa Occidental que hoy conforma el núcleo duro la U.E., se afanó en las tareas de reconstrucción económica y política, poniendo en común los mejores valores del liberalismo y el socialismo, que contribuyeron al desarrollo democrático y al establecimiento de políticas públicas para el logro del llamado Estado de bienestar. Ese marco fue el instrumento inestimable para restaurar los equilibrios rotos y hacer posible la puesta en marcha de un proyecto más ambicioso cual era el de la construcción europea. Lógicamente, el desenvolvimiento de ese proyecto de consenso y convivencia europeos durante los treinta años posteriores a la guerra no fue un camino de rosas: los altibajos y algunas crisis nacionales se sucedieron, unas veces por la política de bloques y la guerra fría, y otras veces por los procesos descolonizadores que afectaron a grandes países como Francia y el Reino Unido. Pero ninguno de los accidentes del camino puso en cuestión el modelo económico-social establecido, que sorteó airosamente los diferentes obstáculos hasta los primeros años ochenta.
Tras la crisis de la energía de mediados de los setenta, la influencia de las políticas practicadas en el mundo anglosajón empezó a sembrar dudas acerca de la viabilidad futura del modelo político-social europeo, bajo cuyo manto podían convivir el centro-izquierda italiano, la socialización republicana francesa y los socialistas alemanes y escandinavos. Pero los abultados déficits presupuestarios, que requerían saneamiento, parecían apoyar las tesis sobre el agotamiento del conjunto de políticas imperantes. Y ahí empezó la demolición.
Los gobiernos europeos, muchos de ellos socialdemócratas, desecharon la opción de sanear las cuentas públicas manteniendo los fundamentos doctrinales que les daban su propia razón de ser
La socialdemocracia arrió sus banderas con efectos demoledores
Los gobiernos europeos, muchos de ellos socialdemócratas, desecharon la opción de sanear las cuentas públicas manteniendo los fundamentos doctrinales que les daban su propia razón de ser. Descubrieron el tótem del mercado y, como conversos de postín, se afanaron en potenciar sus virtudes con el abandono progresivo del andamiaje de contrapesos públicos necesarios para mantener los equilibrios tan costosos de obtener. Al principio, la justificación de los sacrificios se basaba en la necesidad de restablecer la ortodoxia de los presupuestos públicos como medio para garantizar el bienestar futuro. No sin críticas y agitación social tales objetivos se fueron consiguiendo, pero la inquietud aumentó cuando el discurso restrictivo no sólo no parecía tener fin, sino que ahondaba los males que presuntamente se pretendían corregir. La crónica de estos años así lo atestigua.
El descrédito de todo lo público, alentado a veces desde gobiernos tenidos por progresistas, y el ensalzamiento desmesurado de las llamadas políticas liberalizadoras fueron el pórtico para entronizar en la Europa Occidental la ley de hierro del capitalismo financiero, ajena a la tradición continental, que durante dos décadas ha corroído el modelo político-económico de convivencia. Si a ello se añade la falta de respuesta a problemas sociales como el de la seguridad y la inmigración, nos encontramos con que el contrato social entre gobernantes y gobernados está en el umbral de la ruptura, y desde luego no por culpa de los ciudadanos.
Las obras completas son conocidas y hacen temer por la democracia
Las obras completas de las políticas jaleadas en éstos años ya son conocidas: concentraciones de poder empresarial y financiero que sobrepasan a los gobiernos, crisis financieras de países y de empresas emblemáticas, algunas con apariencia de verdaderas estafas, y constante desprecio del capital humano no se sabe en nombre de qué propuesta de mundo mejor. En fin, son algunos polvos que han traído los lodos de inquietud y contestación social incluso en España, donde la conciencia ciudadana es bastante débil.
Las elecciones, que todavía se convocan no sé hasta cuándo, seguirán mandando mensajes de cambio
Las elecciones sucesivas que se celebran en Europa, cada vez son más temidas por el establishment, porque envían mensajes claros de disconformidad con las situaciones existentes. Sin embargo, en vez de atender tales mensajes, se insiste en la práctica de políticas que suscitan el descontento y el hartazgo de las poblaciones, cuando el problema no es de giro a derechas o a izquierdas, frontera muy diluida por mor de los mercados y la nueva economía, sino del rescate de un modelo político-económico puesto en almoneda por una mal entendida modernización de la economía europea. Probablemente, las elecciones, que todavía se convocan no sé hasta cuándo, seguirán mandando mensajes de cambio. Lo que no sé es si el instinto de conservación de los políticos les llevará a asumirlos, visto el cariz que van tomando los acontecimientos, porque, de no ser así, dejaríamos de hablar de elecciones para dar paso a los demonios del autoritarismo en pleno siglo XXI.

                                                                                                  MANUEL MUELA  Vía VOZ POPULI

martes, 25 de agosto de 2015

¿QUIÉN DIJO QUE LA CRISIS TERMINÓ?




Regeneración era la palabra mágica, la que ha estado en boca de muchos durante estos años de crisis. Años en los que hasta el más despistado ha caído en la cuenta de que hay algo que no marcha, que España no termina de funcionar por más que todos los factores externos y hasta los dioses le sean favorables.
Nada ha podido salvarse, ni los preceptos más sagrados de cualquier democracia formal, ni los más testimoniales
Es el nuestro un país roto, averiado, y no por las viejas y destartaladas obsesiones ideológicas, que también. Tampoco por las desigualdades económicas, que cada cual interpreta a su manera. Es el sistema institucional completamente desbordado, asaltado por unos partidos políticos devenidos en insaciables máquinas de la prebenda. Ha sido tal su voracidad que nada ha podido salvarse, ni los preceptos más sagrados de cualquier democracia formal, ni los más testimoniales. Si acaso queda la liturgia y poco más. La ficción.
Todo, absolutamente todo ha sido corrompido. Instituciones, organismos reguladores, altos tribunales, partidos políticos y medios de información hace mucho que no cumplen su función, y giran como veletas a merced del viento del interés particular. Sin ningún incentivo para cambiar, las élites se han deslizado por la pendiente de la degradación, arrastrando consigo los usos y costumbres de una sociedad desnortada, perdida en mil y una exigencias, algunas lícitas, otras no, pero eso es lo de menos.
Es este desquiciamiento institucional abrumador el que parte a España en dos. El gato al que nadie pone el cascabel
Las trabas y las barreras burocráticas se multiplican, reduciendo la libertad a un conjunto de enunciados vacíos, impracticables, y España se parte en dos clases sociales muy distintas, antagónicas y, sin embargo, perversamente complementarias: la de aquellos que son protegidos por el sistema y viven aceptablemente bien, y la de quienes están fuera y resisten; los que viven instalados en el Estado o en simbiosis con él, y los que se ven obligados a sostenerlo a cambio de unos retornos de rentas que son el chocolate del loro. Una desigualdad que poco tiene que ver con la educación y el talento, y sí mucho con la dependencia del Estado, el corporativismo, las relaciones opacas y el amiguismo. Es este desquiciamiento institucional abrumador el que parte a España en dos. El gato al que nadie pone el cascabel.
La política constitucional murió, y la política ordinaria lo ha invadido todo, fabricando sin cesar ungüentos y bálsamos milagrosos. Brujería al por mayor en forma de subsidios, promesas de renta básica universal, desgravaciones fiscales incomprensibles, impuestos alucinantes, ayudas discrecionales, planificaciones, subvenciones, jubilaciones, dinero para esto y lo otro, para aquello y lo de más allá, incluso para naciones a medida. Es el maná de lo público que se derrama generosamente sobre los grupos de presión. La fiesta del populismo transversal, el aquelarre del corto plazo al que no hay partido político que se resista. Y mañana Dios dirá. En fin, el marketing que todo lo puede ha convertido a Políticos y votantes en vendedores y clientes. Y hasta ahí llega nuestra democracia y pare usted de contar. ¿Para qué cansarnos con conceptos?
Lamento mucho tener que decirlo, pero la crisis no ha terminado. Lo cierto es que no ha hecho más que empezar. Estos ocho años han sido los años de la revelación
Lamento tener que decirlo, pero la crisis no ha terminado. Lo cierto es que no ha hecho más que empezar. Estos ocho años han sido los años de la revelación. Un tiempo, a lo que se ve, deperdiciado. Los problemas siguen estando ahí, y son tan graves y las voluntades tan débiles que no cabe imaginar un final feliz. Menos aún cuando, estando España por barrer, se observan ya en el horizonte nuevas nubes de tormenta.
Sí, regeneración era la palabra mágica, ¿se acuerdan? Y lo fue hasta que nos topamos con la realidad. Ahora, dicen, que al menos el mercado político se fragmentará –habrá que verlo–. Y que eso es bueno, porque obligará a sentarse y negociar. Tal vez sea así, y se debata con cierta intensidad la cantidad de soma que se le va a administrar a esta sociedad pueril. Nunca se sabe, a lo mejor tenemos suerte y, sin tocar el Estado, faltaría más, atrasan el reloj por enésima vez. Entretanto conseguimos engañar al tiempo o no, ojalá China no se postule para traca final, porque nos falta un hervor. 

 
                                                                                               JAVIER BENEGAS    Vía  VOZ POPULI

lunes, 24 de agosto de 2015

LA REGENERACIÓN DEMOCRÁTICA


“Erradicar la lacra de la corrupción en España es posible. Hacen falta medidas eficaces, que ya se han puesto en marcha, continuar aplicando las recomendaciones y buenas práctica de los organismos independientes, y la voluntad decidida de implantar una cultura de integridad pública y privada” José María Beneyto (es Catedrático de Derecho) ABC 21 agosto de 2015 Regeneración Democrática.


Estoy completamente de acuerdo con la aserción del Catedrático de Derecho José María Beneyto que aparece hoy en la primera página del periódico ABC cuando expone la posibilidad de erradicar la lacra de la corrupción. Pero el sistema que propone para lograrlo sería ya otro cantar. Vamos a utilizar un modelo para facilitar la exposición:

Supongamos que hay un semáforo situado en un lugar sobre el que todos los conductores son conocedores de su muy escasa vigilancia por parte de las autoridades de tráfico. La cuestión es que “casi sabemos” las probabilidades de sanción serían muy escasas si nos lo saltásemos. Y supongamos todo un organismo especializado como la DGT (Dirección General de Tráfico) recomendándonos sobre la importancia de respetar los semáforos. Dejar en manos de los conductores la decisión constituiría una irresponsabilidad. No puede existir libre albedrío en ciertas cuestiones ya que habrá conductores responsables que respeten el semáforo, aunque solo sea por la sensatez de evitar un accidente; pero habrá otros que se lo saltarán gustosos si la probabilidad de ser sancionados fuese casi nula. Es más, aún existiendo la posibilidad de sanción hay quienes serían tan kamikazes
como para hacerlo si considera que no los ve nadie y no pasa nadie en ese momento. Por lo tanto, no podemos dejar a “recomendaciones” y “hay que aplicar medidas eficaces” algo tan transcendental como la lucha contra la corrupción. Ya tenemos demasiadas medidas

Maquiavelo demostró su enorme inteligencia y valentía a la hora de poner una de las primeras piedras de la libertad del pueblo (en aquella época) al separar la política de la moral. Maquiavello nos advirtió sobre la imposibilidad de dejar la historia del semáforo bajo recomendaciones ni el libre albedrío de tomar decisiones morales en nuestro modelo,  así como tampoco podemos reducir la política a cuestiones morales. Las normas de las que habla el catedrático Beneyto en la primera página de ABC en su artículo Regeneración democrática son todas buenas; pero antes hay que poner otras normas en una constitución: unas que enfrente al ejecutivo y legislativo separándolos en perpetua tensión para controlar al poder, dejar libre al judicial para controlar la prevaricación y los asuntos entre particulares; y otras que garanticen la representación del ciudadano y representatividad de los políticos hacia la ciudadanía. En una constitución no pueden darse las abstracciones. Respecto al título, no se puede regenerar lo que jamás hemos tenido.

                             VICENTE JIMÉNEZ  En su blog LO QUE NOS UNE

domingo, 23 de agosto de 2015

DINAMITEMOS EL ESTADO AUTONÓMICO

El principio de aplicación de la norma más favorable para las personas tiene una larga tradición en derecho. Se aplica, por ejemplo, en el campo penal, a la hora de determinar el castigo de alguien: si una reforma legislativa reduce el castigo por un determinado delito, se aplica retroactivamente la reducción a todos los condenados.
Se aplica también el principio en el campo laboral, recogiéndose de forma expresa en el Estatuto de los Trabajadores: "Los conflictos entre... dos o más normas laborales, tanto estatales como pactadas, ... se resolverán mediante la aplicación de lo más favorable para el trabajador". En caso de conflicto, por ejemplo, entre el convenio colectivo y el contrato particular suscrito por la empresa, el trabajador puede elegir lo que más le convenga.
Se aplica también en derecho medioambiental, como por ejemplo en el convenio franco-alemán de 1986, que dice que a las víctimas de accidentes medioambientales se les aplicará aquella de las dos legislaciones nacionales que le resulte más favorable.
Se aplica también en el derecho de familia: en caso de que los países de origen y/o de residencia de los dos padres no coincidan, muchos países imponen la aplicación de aquella legislación internacional que más proteja los intereses de los hijos.
También en el campo de los Derechos Humanos se ha propuesto por parte de diversos juristas, especialmente en Sudamérica, el concepto del "derecho al mejor derecho", que permitiría a los acusados acogerse a cualquier legislación de un país extranjero con el que se haya firmado un convenio, si esa legislación extranjera les garantiza una mejor protección de sus derechos humanos.
En España, la clase política ha ido construyendo en las últimas décadas un estado autonómico artificial e inútil, que no solo no acerca la administración al ciudadano, sino que fragmenta territorialmente la prestación de servicios esenciales como la sanidad y la educación, y ha terminado estableciendo inaceptables diferencias en derechos y obligaciones entre los españoles. La sanidad es distinta en cada autonomía. La educación también. Los impuestos que pagamos son diferentes. Los trámites burocráticos no coinciden.
Eso sí, a cambio, el estado autonómico ha multiplicado de forma astronómica el número de representantes electos, de funcionarios, de asesores, de organismos o de puestos de libre designación, razón por la cual la clase política intenta blindar el estado de las autonomías a toda costa.
Ya es hora de que acabemos con ese despropósito. Ya es hora de que exijamos que nuestros políticos apliquen el principio constitucional de igualdad de todos los españoles ante la ley.
Sin necesidad de reformar la Constitución, ya se sabe que existen al menos tres vías para garantizar la igualdad de los españoles en todas las autonomías: utilizar la Alta Inspección del Estado; aprobar leyes orgánicas de armonización (previstas en la Constitución) para unificar legislaciones autonómicas y usar el Artículo 155 para que el Estado asuma competencias autonómicas si una autonomía vulnera los derechos constitucionales de los españoles.
Pero a mí me gustaría proponer una cuarta manera de meter en cintura a las comunidades autónomas. Y confieso que lo hago con el expreso propósito de dinamitar desde dentro el sistema autonómico, que considero un cáncer en sí mismo.
Esa cuarta manera sería sencilla: introducir, mediante ley orgánica, el concepto de "derecho al mejor derecho" en toda materia donde exista conflicto entre legislaciones autonómicas y/o estatales, de manera que las personas y las empresas puedan acogerse a la legislación autonómica o estatal que más favorable les resulte en cada caso.
Habría dos maneras alternativas de implementar el concepto:
1) Dejar que existan 17 legislaciones autonómicas distintas sobre una misma materia, pero permitiendo a las personas elegir en cada caso la que más les interese, de entre las 17. Por ejemplo, si una autonomía obliga a realizar un cierto trámite para abrir un negocio, pero otra autonomía no, el autónomo podría (independientemente de dónde viva) invocar el principio del "derecho al mejor derecho" y ahorrarse el trámite.
2) Una segunda manera sería dictar normas estatales que actúen como supletorias de las autonómicas y permitir que las personas elijan en cada caso entre la norma estatal y la norma de la comunidad autónoma que les corresponda. Por ejemplo, si la norma estatal dice que tienes derecho a que la Seguridad Social te pague el dentista, pero la norma autonómica dice que no, podrías acogerte a la norma estatal.
La primera de las fórmulas obligaría a las CC.AA. a ponerse de acuerdo entre sí, con lo que se garantizaría plenamente la igualdad entre los españoles. Con la segunda de las fórmulas (que tiene mejor encaje constitucional), las comunidades autónomas seguirían teniendo capacidad legislativa plena, pero solo podrían usarla (en la práctica) para mejorar las condiciones que ofrecen al ciudadano, nunca para empeorarlas.
En cualquiera de los dos casos, introduciendo ese concepto del derecho al mejor derecho, nos habríamos cargado de un plumazo los aspectos negativos que el estado autonómico tiene.
Así que ahí les lanzo la propuesta: que las personas y las empresas tengamos derecho a elegir la norma más favorable en toda circunstancia. Si alguien con conocimiento jurídicos más profundos que los míos quiere recoger el guante y comentar la propuesta, agradeceré sus aportaciones.
Delenda sunt autonomías.

                     LUIS DEL PINO    En su blog LOS ENIGMAS DEL 11-M   Vía LIBERTAD DIGITAL

MENTIROLANDIA


Hace años un buen amigo mío proponía, ante un grupo de regocijados contertulios, que las dos luces, verde y ámbar, que lucían al frente del estrado de los oradores en nuestro parlamento nacional (no sé si ahora habría que suprimir o cambiar el adjetivo) fueran sustituidas por una sola y de color rojo, que accionada por un detector de mentiras conectado al orador, se encendiera escandalosamente cada vez que éste mintiera en su parlamento. Creo sin temor a equivocarme que si fuera posible convertir en realidad tal propuesta, habría que hacer un acopio extraordinario de bombillas ya que la afición de nuestros políticos a mentir y la total irresponsabilidad y frecuencia con que lo hacen, probablemente mantendrían tanto tiempo encendida la bombilla que ésta se fundirían con alarmante frecuencia.
Mentir no es solo decir algo que no es cierto. También lo es decir una media verdad
Muchas veces me he preguntado cual es el origen del creciente fracaso de nuestra clase política y del distanciamiento cada vez mayor entre políticos y ciudadanos de a pié y siempre he llegado a la misma conclusión: su falta de respeto hacia la verdad o dicho de otra forma más contundente, su enfermiza afición a mentir.
Mentir no es solo decir algo que no es cierto, que eso es lo que hace el mentiroso digamos de segunda división. Los de primera división dicen una verdad a medias (ocultando una parte) con la intención de que quien les oye interprete lo que ellos quieren aunque esa interpretación tenga muy poco que ver con la realidad pero será en todo caso la que más les conviene o la que menos daño les hace.
En el Colegio en el que hace ya muchos años tuve la fortuna de educarme, (entonces en los colegios y en los institutos los profesores educaban a los alumnos y ahora son los alumnos y los padres los que tratan de educar a los profesores), en el frontispicio de la puerta de entrada figuraba una sentencia evangélica que a muchos de nosotros nos ha servido como principio orientador de nuestras vidas familiares y profesionales: “La verdad os hará libres”.
No cabe duda de que el culto por la verdad en el mundo latino tiene mucha menos relevancia que la que tiene en el mundo anglosajón
No cabe duda de que el culto por la verdad en el mundo latino tiene mucha menos relevancia que la que tiene en el mundo anglosajón, donde un Presidente tiene que dimitir porque miente y otro tiene que pedir perdón públicamente. ¿Cuántas veces, por ejemplo, habrían tenido que dimitir nuestros Presidentes por no decir la verdad?. O por no cumplir sus promesas que sin duda fueron una forma más de engañar en un determinado momento para sacar ventaja de la credibilidad de sus oyentes. La falta de respeto a la verdad y su manipulación se ha extendido de tal forma que sin duda está en peligro la libertad, que es el bien más preciado de nuestra civilización.
Hace falta que nuestros políticos entiendan que no se trata de manipular al ciudadano tratándole como a un ser inferior al que pueden engañar constantemente para tratar de conseguir el poder o en otros casos el poder y el dinero. Que inicien con urgencia una catarsis que devuelva el culto y el respeto a la verdad al lugar que merecen nuestros ciudadanos. No es posible que constantemente nos encontremos con interpretaciones diametralmente opuestas de los mismos hechos que se presentan intencionadamente de una u otra forma, deformando la verdad hasta límites increíbles en beneficio de quien los comenta.
Los medios de comunicación tienen la obligación de informar verazmente también en los titulares, que todos sabemos que es lo que leen la mayoría de los españoles. Nuestros tribunales y nuestros legisladores deben procurar la búsqueda de la verdad huyendo de formalismos inútiles que lejos de servirles para hacer justicia con mayúsculas sirven en ocasiones para cometer tremendas injusticias y si no que se lo pregunten a tantas y tantas víctimas de la crueldad sin límites de los terroristas.
Hay que acabar con las tertulias manipuladas hábilmente para hacer creer a oyentes y televidentes que la verdad está en poder de los que más o más fuerte hablan
Hay que acabar con las tertulias manipuladas hábilmente para hacer creer a oyentes y televidentes que la verdad está en poder de los que más o más fuerte hablan como si la verdad fuera algo que depende de la opinión de la mayoría. Hay que retornar a la simplificación y transparencia desterrando del lenguaje de los políticos esos circunloquios con los que tratan de ocultar la verdad amparándose en generalidades sin contestar a las preguntas que molestan y huyendo de entrevistas sobre temas conflictivos o con encuestadores independientes e incisivos.
Estoy convencido de que un retorno a la verdad en todos los ordenes pero sobre todo entre nuestros políticos instaurando un lenguaje inteligible, claro y responsable, que no solo serviría para que les entendiéramos sino también para que se entendieran entre ellos, resulta absolutamente imprescindible y muy en particular en estos momentos. No se puede mantener una política que consiste sustancialmente en acusar al contrario de que miente porque todos mienten, única verdad de esta singular situación que nos está haciendo un daño enorme.

                                                                 EPICTETO (Foro de la Sociedad Civil)    Vía VOZ POPULI

sábado, 22 de agosto de 2015

PABLO IGLESIAS, TU PRIMO GRIEGO HA HECHO EL RIDÍCULO



La dimisión de Alexis Tsipras ha sido el último acto de una representación de la que pocos hablan: la de la pérdida total de soberanía. ¿Cómo puede ser que se acepte la austeridad sí o sí?.


 Los liberales difunden el fraude de que eso de la "austeridad" es la única vía posible, la idea de que o se pasa por el aro o no queda otra. Para ellos la "austeridad" es algo como la ley de la gravedad.

¿Por qué? Pues porque el liberalismo lleva en la médula una paradoja en la que pocos reparan: que la libertad sin restricciones para todos acaba significando la esclavitud de muchos cuando se demuestra que hay quienes manipulan la libertad en su propio y exclusivo beneficio. Del liberalismo económico nacen élites financieras que no están ni mucho menos dispuestas a compartir sus privilegios con el interés general.

Ya. Y entonces, ¿qué hacemos? Pues ahora poco puede hacerse dentro de las actitudes al uso. Porque resulta que esas élites viven de que el dinero sea caro y escaso, mientras que el común de los mortales vive de que sea barato y abundante: exactamente lo contrario.

Esta contraposición de intereses está en los fundamentos de la arquitectura misma de la UE, cuyo Banco Central existe para garantizar la "estabilidad de los precios" y no para garantizar la financiación y el crecimiento basado en el consumo. Por eso Tsipras ha hecho el ridículo: a la guerra o se va a por todas y con los pertrechos adecuados o es mejor no ir. Pero ir para acabar haciendo lo que te piden tus enemigos es hundirte en el ridículo.

Ahora ha quedado claro que el que manda es el que tiene el dinero; es decir, el BCE que jugará siempre a favor de esa UE de las élites económicas. Por eso las acciones a lo Tsipras están condenadas al fracaso, cuando eres el presidente de un pequeño país que supone como mucho el 2% del PIB de la UE. Bruselas en este caso teme solamente sentar el precedente de la ruptura de los disconformes, pero no el efecto económico en sí.

En cambio, la amenaza de abandonar la UE por un país como Francia o España sería considerado de manera muy diferente por la élite de Bruselas: precisamente esta es la baza que queda a los estados nación. Pero en cualquier caso o vas a por todas o no tiene sentido siquiera ponerse en marcha. Y ello sabiendo siempre que habrá víctimas por el camino, tal y como se ha visto en el "corralito" griego.

Para los que creemos en otra Europa, el cambio en la UE solo puede operarse desde dentro y desde lo nacional, aglutinando a los diferentes pueblos decididos a todo por su libertad, nunca en nombre de la típica quimera internacionalista de la izquierda. Lo que sucede es que la izquierda es, para eso, intrínsecamente absurda e ineficaz porque en el fondo su retórica antiglobalización es solo una tramoya con la que cautivar a mucho tonto desnortado. Solo sirve a la acción desnacionalizadora y nihilista –internacionalista, anti-identitaria y cosmopolita- que el capital global tanto anhela.

Lo que sí que teme esa élite oscura a la que nadie eligió es la rebelión nacional en el seno mismo de la UE. Es necesario hacer preguntas incómodas en una clave diferente: ¿quién cedió nuestra soberanía? ¿por qué ya no podemos decidir? ¿de verdad que la democracia ha llevado a esta nueva URSS rediviva? ¿existe la opción de pertenecer a la UE libremente, al margen de la coacción del dinero? Nuestro pueblo tiene que entender que hoy a lo social se llega por lo nacional e identitario. Por ningún otro sitio más.

Ahora la mítica Syriza se ha escindido en los "radicales" –es decir, los que no han entendido nada y que quieren perseverar en el error- y los borregos deseosos de no sacar los pies del tiesto. Nada nuevo bajo el sol. Por estos derroteros poco cabe esperar.

                                                           EDUARDO ARROYO   Vía EL SEMANAL DIGITAL