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sábado, 22 de agosto de 2015

PABLO IGLESIAS, TU PRIMO GRIEGO HA HECHO EL RIDÍCULO



La dimisión de Alexis Tsipras ha sido el último acto de una representación de la que pocos hablan: la de la pérdida total de soberanía. ¿Cómo puede ser que se acepte la austeridad sí o sí?.


 Los liberales difunden el fraude de que eso de la "austeridad" es la única vía posible, la idea de que o se pasa por el aro o no queda otra. Para ellos la "austeridad" es algo como la ley de la gravedad.

¿Por qué? Pues porque el liberalismo lleva en la médula una paradoja en la que pocos reparan: que la libertad sin restricciones para todos acaba significando la esclavitud de muchos cuando se demuestra que hay quienes manipulan la libertad en su propio y exclusivo beneficio. Del liberalismo económico nacen élites financieras que no están ni mucho menos dispuestas a compartir sus privilegios con el interés general.

Ya. Y entonces, ¿qué hacemos? Pues ahora poco puede hacerse dentro de las actitudes al uso. Porque resulta que esas élites viven de que el dinero sea caro y escaso, mientras que el común de los mortales vive de que sea barato y abundante: exactamente lo contrario.

Esta contraposición de intereses está en los fundamentos de la arquitectura misma de la UE, cuyo Banco Central existe para garantizar la "estabilidad de los precios" y no para garantizar la financiación y el crecimiento basado en el consumo. Por eso Tsipras ha hecho el ridículo: a la guerra o se va a por todas y con los pertrechos adecuados o es mejor no ir. Pero ir para acabar haciendo lo que te piden tus enemigos es hundirte en el ridículo.

Ahora ha quedado claro que el que manda es el que tiene el dinero; es decir, el BCE que jugará siempre a favor de esa UE de las élites económicas. Por eso las acciones a lo Tsipras están condenadas al fracaso, cuando eres el presidente de un pequeño país que supone como mucho el 2% del PIB de la UE. Bruselas en este caso teme solamente sentar el precedente de la ruptura de los disconformes, pero no el efecto económico en sí.

En cambio, la amenaza de abandonar la UE por un país como Francia o España sería considerado de manera muy diferente por la élite de Bruselas: precisamente esta es la baza que queda a los estados nación. Pero en cualquier caso o vas a por todas o no tiene sentido siquiera ponerse en marcha. Y ello sabiendo siempre que habrá víctimas por el camino, tal y como se ha visto en el "corralito" griego.

Para los que creemos en otra Europa, el cambio en la UE solo puede operarse desde dentro y desde lo nacional, aglutinando a los diferentes pueblos decididos a todo por su libertad, nunca en nombre de la típica quimera internacionalista de la izquierda. Lo que sucede es que la izquierda es, para eso, intrínsecamente absurda e ineficaz porque en el fondo su retórica antiglobalización es solo una tramoya con la que cautivar a mucho tonto desnortado. Solo sirve a la acción desnacionalizadora y nihilista –internacionalista, anti-identitaria y cosmopolita- que el capital global tanto anhela.

Lo que sí que teme esa élite oscura a la que nadie eligió es la rebelión nacional en el seno mismo de la UE. Es necesario hacer preguntas incómodas en una clave diferente: ¿quién cedió nuestra soberanía? ¿por qué ya no podemos decidir? ¿de verdad que la democracia ha llevado a esta nueva URSS rediviva? ¿existe la opción de pertenecer a la UE libremente, al margen de la coacción del dinero? Nuestro pueblo tiene que entender que hoy a lo social se llega por lo nacional e identitario. Por ningún otro sitio más.

Ahora la mítica Syriza se ha escindido en los "radicales" –es decir, los que no han entendido nada y que quieren perseverar en el error- y los borregos deseosos de no sacar los pies del tiesto. Nada nuevo bajo el sol. Por estos derroteros poco cabe esperar.

                                                           EDUARDO ARROYO   Vía EL SEMANAL DIGITAL

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