“¡Somos sirios, somos personas, no animales!”, gritaban familias enteras que intentaban cruzar la frontera de Macedonia, huyendo del Estado Islámico y de la guerra. Las imágenes muestran desde mediados de agosto unos andenes repletos de caminantes, sin agua, con unos pocos pertrechos, empujándose para subir a un tren que les llevara a la salvación, a la mítica “Europa”. El conflicto y el salvajismo yihadista han hecho que muchos, como los yazidies, huyan por cualquier medio de Siria, Afganistán o Eritrea. Esta semana, al menos setenta refugiados aparecieron muertos en el interior de un camión frigorífico a su paso por la frontera entre Austria y Hungría, primer país de la zona Schengen, el paraíso europeo. Pero los casos aparecen casi a diario, y la UE se llena de refugiados.
No es lo mismo un inmigrante ilegal, ése que paga a la mafia y asalta la valla de Melilla, que el refugiado, aquel que es perseguido por su raza, religión, nacionalidad, etnia u opinión política, y no tiene más solución que huir de su país para no ser asesinado. El refugiado, y así lo define la ACNUR y lo asume la UE, es un asilado temporal, un emigrante forzado que merece la protección de sus derechos y volver a su patria.
El asunto es que vienen a Europa, y lo hacen a través de cuatro rutas. España no es uno de sus destinos favoritos. Según la Agencia Europea de Control de Fronteras, la principal ruta elegida en 2014 fue la central del Mediterráneo; es decir, la italiana. A las costas de Sicilia llegaron 170.757 refugiados desde Siria, Eritrea y el África subsahariana. Por la ruta del Este, que llega a Grecia, entraron más de cincuenta mil, en su mayoría sirios, afganos y somalíes. Mientras a España, por la llamada “ruta del Oeste”, tan solo vinieron 7.842 personas de Camerún, Argelia y Mali. Y por último, la menos transitada, la del Oeste africano, que va a las españolas islas Canarias, a donde arribaron 276 refugiados de Marruecos, Guinea y Senegal. Ese año murieron 3.500 personas intentado llegar a nuestras fronteras.
La desesperación en la UE es completa, máxime si ya han llegado más de 150.000 refugiados, y se prevé que alcancen el medio millón solo en Alemania a finales de año. La reglamentación que se aplica, el llamadoSistema Dublín, no funciona. Consiste en que el país que recibe al refugiado debe ser el que tramite su solicitud de asilo. Este protocolo es muy costoso para el Estado fronterizo, ya que precisa de una sofisticada estructura administrativa, por lo que países como Grecia, Italia o Hungría sencillamente no lo hacen, y se quitan el problema de encima permitiendo que los refugiados pasen sin ser registrados. Evidentemente es un auténtico coladero de ilegales, e incluso de terroristas. Por ejemplo: a suelo italiano llegaron 170.000 y solo se registró a la mitad. Al archipiélago del Dodecaneso (Grecia) están llegando hasta mil refugiados diarios, que inmediatamente son conducidos al continente. Hungría está tan agobiada que ha instalado una valla de 175 kilómetros en su frontera con Serbia, y va a recurrir al Ejército.
¿Y hasta dónde llegan los refugiados? Si tienen suerte, a Alemania, que ha recibido 97.640 peticiones de asilo en este 2015, ocho veces más que Francia o Suecia, y lejos de los 1.583 de España. La UE acordó en mayo, con el beneplácito de ACNUR, que solo se concedieran 20.000 plazas para refugiados, pero todo se ha desbordado. Los países que están ejecutando recortes económicos no quieren asumir más gastos, como Portugal, Grecia o Italia. El gobierno de Austria ha mostrado su desesperación porque tiene más refugiados que 18 países de la UE juntos. Las arcas están vacías y los presupuestos son absurdos: 2.400 millones de euros a repartir entre 23 países de aquí a 2021.
La situación ha reavivado la xenofobia y el racismo en Europa. La Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia ha alertado sobre el “dramático aumento” del discurso del odio al extranjero, el antisemitismo y la islamofobia. El origen está en la crisis económica, la avalancha de refugiados e inmigrantes ilegales, la falta de integración, y el yihadismo. Esto se ha traducido enepisodios rechazables como los ocurridos en Alemania.
En toda Europa se debate sobre el acceso de los refugiados e inmigrantes a los servicios públicos. La izquierda habló en su día del “papeles para todos” –Zapatero entregó en tres años 140.000 pasaportes a cubanos-, o incluso de un DNI, como propuso Carmona, que tiene un desgraciado “efecto llamada”. La integración es compleja, pero debería basarse en el individuo, no en el colectivo; y en la libertad responsable,no en la planificación victimista, para que trabajen y creen riqueza. Esto solo es posible si se establece un financiación adecuada, un cupo razonable y asimilable de refugiados, distribuidos entre los miembros de la UE, con controles rigurosos, que salvaguarde la libertad y la dignidad de esas personas, y de paso, las nuestras. Porque la gran exportación de Europa debe ser la idea de libertad.
JORGE VILCHES Vía VOZ POPULI
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