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miércoles, 19 de agosto de 2015

SEMBLANZA DE CARLOMAGNO, EL FUNDADOR DE EUROPA





Carlomagno fue un hombre de su tiempo en su ideología y en sus comportamientos. Sin embargo él, que vivió en una época en la que la fuerza primaba sobre el derecho, se impuso la misión de hacer prevalecer la justicia y, tomando como base el universalismo cristiano, reguló las relaciones entre los hombres e instauró una moral social en el continente europeo que todavía rige algunos de nuestros comportamientos. Para conocer bien al emperador en lugar de fijarse en su ideología, que hoy está anticuada y superada, hay que fijarse en su actitud vital y en sus comportamientos que, a veces, llegaron a ser heroicos.

La vida de Carlomagno es en realidad mucho más interesante y maravillosa que cualquiera de las ficciones legendarias que se han publicado sobre el emperador “de la barba florida”. El emperador tenía una personalidad compleja y su figura era multifacética, lo que complica la tarea de sus biógrafos, pues sus facetas eran tantas, tan diversas e, incluso, aparentemente contradictorias, que resulta casi imposible describir certeramente y de forma exhaustiva a este plural protagonista. 

Carlomagno es el prototipo del fundador carismático. Pero ¿de qué fue fundador?. Él fue el creador de un conjunto de poderes y de instituciones que, a pesar de las discordias y las disensiones que hubiera entre ellos, siempre tenían en el emperador su referencia. Las autoridades y las instituciones que proceden de él abarcan tanto al nivel local –monasterios o condados, por ejemplo- como al nivel de los Estados –Francia, Alemania,…- y al supranacional –la Cristiandad, el Imperio, Europa-.
Carlomagno fue una persona de carne y hueso, con virtudes y defectos; aunque actualmente sea más conocido como personaje que como persona. Era corpulento y robusto, de estatura elevada pero no desproporcionada, pues se sabe que medía siete veces la longitud de su propio pie. Medía aproximadamente 1,92 metros, una estatura muy elevada, sobre todo para su época. Tenía el cráneo redondo, los ojos muy grandes y vivos, la nariz un poco más larga de lo normal, una hermosa cabellera blanca y el rostro agradable y alegre. Todo ello le confería un gran aspecto de autoridad y dignidad. 

Su naturaleza robusta y fuerte se hizo más vigorosa por su continua práctica de diversos deportes y ejercicios físicos, principalmente la natación al aire libre en verano o en piscinas de agua termal el resto del año, la equitación y la caza, siendo ésta su gran pasión.

Era moderado en la comida y en la bebida, y lo era especialmente en la bebida porque le horrorizaba la embriaguez en cualquier persona y, mucho más aún, en él o en los suyos. En cambio, en las comidas no se veía capaz de ser tan parco y a menudo se quejaba de lo mal que le sentaba a su cuerpo el ayuno.

Para el rey era muy importante su numerosa familia patriarcal. Él amaba apasionadamente a sus mujeres y a sus hijos. Carlomagno era un hombre dominante, que quería vivir rodeado de los suyos como si fueran su corona de gloria, y la satisfacción egoísta que obtenía por ello obstaculizaba que tuviera en cuenta sus sentimientos.  No le gustaba estar solo, tal vez porque era egocéntrico y necesitaba estar rodeado de las personas amadas, sobre todo su esposa, sus hijas y sus hijos. Tuvo sucesivamente cinco esposas legítimas y varias concubinas.

Necesitaba dormir poco. Por ello, a pesar de sus insomnios, se levantaba casi todos los días a la misma hora. Para compensar su déficit de sueño por el insomnio, solía acostarse y dormir un rato más o menos largo, según lo que necesitase, a mediodía después de almorzar; a veces solo media hora, pero con frecuencia hacía siestas largas, de dos o tres horas, especialmente en verano, que es cuando tenía más insomnio, tal vez porque hacía más calor y los días eran más largos que las noches. En las siestas largas se quitaba la ropa y el calzado, como hacía al irse a dormir por las noches.

En el trato con sus palatinos se mostraba como era: amable, relativamente modesto y acogedor, pues conversaba con ellos afablemente. Su fama de seductor y de que sabía cómo hacer amigos con facilidad era bien merecida. Desde luego los que lo acompañaban no se aburrían con él porque era un ameno conversador. Era espléndido y magnánimo, por lo que su generosidad y su munificencia fueron universalmente reconocidas.

Practicó escrupulosamente y con suma devoción la religión cristiana. Mientras su salud se lo permitió, acudía regularmente a la iglesia por la mañana y por la tarde y también asistía a los oficios nocturnos y a la misa. Carlomagno se entregó con gran dedicación a socorrer a los pobres En la vivencia de su fe actuó auténticamente, sin hipocresías, aunque procuraba dar buen ejemplo. Con las debilidades humanas era indulgente, porque sabía que todos somos pecadores. Sin embargo, aunque no era un puritano, sí que le gustaba que todos fuesen buenos cumplidores de sus obligaciones religiosas, pero sin caer en minucias ni escrúpulos.

Estaba dotado de una gran facilidad de palabra y sabía expresar con la mayor claridad todo lo que quería, con tal soltura que incluso podía llegar a parecer algo locuaz. Cultivó con gran entusiasmo las artes liberales y colmó de grandes honores a los que las enseñaban, pues sentía por ellos un profundo respeto.

Su curiosidad intelectual y su afán de saber hacían que buscase con avidez la compañía de los doctos para tener el placer de filosofar con ellos y escucharlos gustosamente, sin que ello le cansara o hastiase. Además, dándose cuenta de la ignorancia en la que él había vivido hasta entonces, hizo un esfuerzo inaudito para salir de su incultura y decidió asistir, a pesar de ser rey, a la escuela palatina de Alcuin como alumno de cuarenta años, aprendió las disciplinas que le hacían falta: la retórica, la dialéctica, la aritmética y la astronomía. Carlomagno no cesó jamás de aprender.



Finalmente consiguió ser una persona bien instruida para su tiempo, hablando el latín como su propia lengua, comprendiendo el griego y poseyendo, gracias a sus investigaciones y a los regalos de sus amigos, una biblioteca palatina llena de libros. Carlomagno, un aprendiz escolar de vocación tardía, se convirtió en un rey sabio. Así tuvo autoridad moral para exigir a sus súbditos que ellos fuesen también a la escuela y se dejasen instruir. 

Carlomagno fue también el promotor del Renacimiento cultural en su Imperio. El Renacimiento cultural no se limitó a la cultura clásica y a las artes liberales, pues se extendió también a otros dominios, singularmente a la arquitectura. Los frutos del Renacimientocultural fueron visibles y duraderos en la vida social y en el funcionamiento de la administración real y de justicia, pues todos se beneficiaron de la generalización del uso de documentos escritos. Los tribunales impartieron justicia conforme a leyes y normas escritas conocidas por todos, lo que aumentó la seguridad jurídica en los contratos y en las transacciones comerciales.  

La semblanza humana de Carlomagno puede resumirse en los siguientes rasgos característicos: una actividad física excelente que le permitió desplazarse por Europa durante más de cuarenta años interviniendo en infinidad de asuntos; una piedad sincera que se encuentra en todas las manifestaciones de su comportamiento, público y privado; una cultura general, a la vez profana y sagrada, que no cesa de agrandarse con el transcurso del tiempo; un gran carisma o capacidad de seducción en el que cayeron sus parientes, sus amigos y los extranjeros a los que recibía en la Corte. Todas estas virtudes son verdaderamente propias de un gran rey; pero, además, hay que subrayar que, en gran parte, fueron queridas y fomentadas por él mismo, pues su virtud dominante era su gran fuerza de voluntad, ya que cuando se empeñaba en algo ningún obstáculo era capaz de disuadirlo, ni siquiera en la adversidad, pues su tenacidad le permitía sobreponerse a las desgracias. Tenía gran dominio de sí mismo y conservaba la calma siempre, porque no se dejaba abatir por los reveses ni embelesar por la fortuna. Por último hay que subrayar una cualidad que distinguía su carácter y que influía en sus acciones: la prudencia o sabiduría práctica.

En fin Carlomagno fue también el supremo jefe de la guerra y un devoto servidor de la Iglesia, pero sin exceso de celo; ejercía la prerrogativa judicial en última instancia, y la ejercía de un modo implacable, sin que el derramamiento de sangre le arredrara; al mismo tiempo, gobernaba y administraba un gran reino con una prudencia meticulosa; era tenaz hasta el heroísmo y mostraba para el mando una energía ante la que no valía la contradicción; pero, a la par con ello, sabía ser un padre para sus súbditos. Poseía un gran talento de administrador, atento a todos los detalles. 

En cuanto a su función real Carlos conocía bien su origen, su naturaleza y su alcance. Como soberano absoluto era legislador y juez supremo. Su realeza, además de ser absoluta, era también sagrada porque había recibido la santa unción del papa Esteban II en la abadía de San Denis, por lo que reinaba por derecho divino. Había sido elegido por Dios y su poder soberano le venía de Dios.
La alianza entre la Iglesia romana y el rey de los francos obligaba a Carlomagno, patricio de Roma ungido por el papa,  y a su nación, a ser “el brazo armado de la Iglesia”. El papa dio la primacía entre los monarcas occidentales al rey de los francos como protector de la Cristiandad y como responsable de su expansión entre las naciones paganas europeas, razón por la que tenía que guerrear para cristianizarloscon los sajones, los eslavos y los musulmanes hispanos, entre otros pueblos.

Además de la reconquista de la Marca Hispánica en España, las principales guerras que hizo Carlomagno fueron:
-      Las que hizo contra los sajones (las más feroces y duraderas).
-      La Conquista de Lombardía y pacificación del centro y sur de Italia (el bizantino ducado de Benevento).
-      La incorporación de Baviera.
-      La guerra contra los avares del Danubio.








El papa Adriano I quería que invadiese España y que expulsara violentamente a los moros de las tierras que ocupaban, para restablecer allí el cristianismo. Con esa finalidad en el año 778 Carlomagno invadió España con un ejército internacional porque su reconquista era una empresa común de los cristianos contra los infieles musulmanes en la que, junto a las tropas francas, lucharon también borgoñones, lombardos, aquitanos, provenzales y septimanos. El ejército de Carlomagno se dividió en dos grandes cuerpos: el oriental, que invadió España por la Vía Augusta gerundense, comandado por el valeroso Guillermo de Toulouse; y el occidental que mandó el propio rey personalmente y que entró en tierras hispánicas por los Pirineos navarros. Ambos cuerpos de ejército se reunificaron en Huesca y avanzaron hasta Zaragoza, pero no pudieron apoderarse de esta plaza. Al retirarse las tropas francas de Carlomagno su retaguardia fue atacada en el puerto de Roncesvalles.

En 785 las tropas septimanas y francas se apoderaron de casi toda la provincia de Gerona y crearon inicialmente la Marca Hispánica. En 801 conquistaron Barcelona. En los años siguientes prosiguió la reconquista franca de los territorios catalanes hasta que en 811, con la caída de Tortosa, se completó la reconquista de toda Cataluña.En Navarra la primera ofensiva franca se llevó a cabo a finales del siglo VIII con la colaboración de los asturianos. En el 799 el partido pro-franco de los Velascos se hizo con el poder asesinando al gobernador sarraceno de Pamplona. En 802 los aquitanos fundaron el condado de Aragón, que tenía a la pirenaica Jaca como capital y a Oriol como su primer señor. Al morir Carlomagno en 814 la Marca Hispánica se extendía por la mayor parte de Cataluña y por los Pirineos desde el Mediterráneo al Atlántico, pues allí solo quedaba un foco de resistencia sarracena en Huesca.Su sueño de reconquistar la España musulmana del norte de la cuenca del Ebro ya se había cumplido.

Sus contemporáneos daban a Carlomagno el calificativo de “pacífico”, a pesar de ser un victorioso guerrero. No debemos sorprendernos de ello porque, en la forma de hablar del siglo VIII, pacífico no significaba que fuese enemigo de guerrear; o sea, un pacifista, como se diría actualmente, sino que el emperador era el guardián vigilante de la unión pacífica y justa entre sus súbditos, una de sus preocupaciones esenciales, porque para él la paz debía asociarse a concordia y justicia. Él proclamaba la necesidad de la concordia y de la paz entre todos sus súbditos, les rogaba que fuesen caritativos, hospitalarios y que no cometiesen injusticias con nadie.

Fue coronado emperador en Roma por el papa León III en la Navidad del año 800 y como tal ejerció una dominación imperial carismática, personalísima. Pero ¿de qué era emperador?. De Roma no, aunque sí en apariencia. En realidad fue titular del Imperio Cristiano, que se concretó en el Imperio de Occidente de Europa (El Imperio de Oriente era Bizancio) al que dio unidad jurídica y social como fundador del núcleo político de lo que sería Europa.

Efectivamente, el emperador implantó un modo de convivencia en el continente europeo que pervive en buena parte. Carlomagno, ante la diversidad de los pueblos que integraban aquella Europa, supo llevar a cabo un  proyecto de civilización común, que tenía en cuenta los principios cristianos, desarrollando un ideal colectivo unificador. Además el modelo carolingio de Europa ha configurado la denominada cultura occidental que se extendió a una gran parte del mundo. 

              En “Karolus Magnus et Leo papa”, un poema atribuido tradicionalmente a Angilbert, uno de los “miembros” de la academia palatina de Aquisgrán, Carlomagno es calificado en varias ocasiones de faro de Europa y de padre de Europa. Carlomagno fue un líder carismático capaz de construir una gran Europa civilizada, justa y pacífica.

             Carlomagno murió, pero su memoria permanece y su obra sigue vigente por su carácter modélico. Efectivamente,no se puede considerar que su destino se acabó cuando en enero de 814 el viejo emperador se extinguió. Personaje de leyenda, héroe frecuente en los relatos de gesta, él es también un legado que se reparten o se disputan los gobernantes, los clérigos, los linajes. El emperador es considerado como fuente de legitimidad, como ejemplo de trayectoria política y como modelo de comportamiento moral pues incluso fue “canonizado” por el antipapa Pascal III.


                                                   Estatua de San Carlomagno en el Museo de la catedral de Gerona
                                                                       
El Imperio carolingio fue el núcleo originario de Europa, y el emperador -que fue el primero de los europeos-, ha llegado a ser prototipo de rey sabio y ejemplar. Su obra pervive actualmente.

Al morir Carlomagno, y conforme a sus previsiones sucesorias, le sucedió como emperador su hijo Luis, que sería denominado “el  Piadoso”. Después del año 821, al irse generalizando la anarquía en el Imperio se intensificó la disolución del poder y del concepto imperial. Luis “el Piadoso”, por su pusilanimidad, fue el principal responsable de su derrumbamiento. Finalmente Luis “el Piadoso” murió también el 840, después de un reinado nefasto. Tras su fallecimiento sus hijos intensificaron más aún, si cabe, sus luchas fratricidas con la consiguiente descomposición del Imperio carolingio. En agosto del 843, cerca de Verdún, llegaron a reconciliarse y firmaron un Tratado que consagraba el desmembramiento de los territorios que integraban ese Imperio. El Tratado de Verdún puede considerarse como el acta de nacimiento de la Europa de los Estados. 

 El Imperio carolingio sirvió de fundamento a otros imperios que habían de abarcar el continente. El poder central fundado por Carlomagno podía desaparecer, pero los pueblos que englobaba y la civilización común europea creada por él estaban llamados a sobrevivirle. En el desmoronamiento del Imperio carolingio se consiguió preservar lo esencial, que eran los valores intelectuales y espirituales que había promovido Carlomagno y que se concretaron en una manera común de ser, de creer y de pensar: la que caracterizaba, y todavía caracteriza, a lo que llamamos Europa: una fraternidad sin fronteras, basada en una síntesis armónica entre el humanismo, la espiritualidad y el racionalismo. Carlomagno fue tan extraordinario que es reclamado como propio por muchas naciones; pues no perteneció a una sola, sino a todas las naciones de la Europa occidental cristiana.

Esta semblanza humana es oportuna, porque en la desnortada Europa de hoy, donde ejercen el poder mediocres burócratas carentes de valores y, a veces, de ideas, hacen falta hombres de Estado como Carlomagno, el líder que entonces supo encontrar un dinámico denominador común capaz de unir secularmente a todos los pueblos de Europa occidental en una fascinante tarea colectiva.


                                                           JOAQUÍN  JAVALOYS



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