Carlomagno fue un hombre de su tiempo en su
ideología y en sus comportamientos. Sin embargo él, que vivió en una época en la que la fuerza primaba sobre el
derecho, se impuso la misión de hacer prevalecer la justicia y, tomando como
base el universalismo cristiano, reguló las relaciones entre los hombres e
instauró una moral social en el continente europeo que todavía rige algunos de
nuestros comportamientos. Para conocer bien al emperador en lugar de
fijarse en su ideología, que hoy está anticuada y superada, hay que fijarse en
su actitud vital y en sus comportamientos que, a veces, llegaron a ser
heroicos.
La vida de Carlomagno es en realidad mucho más
interesante y maravillosa que cualquiera de las ficciones legendarias que se
han publicado sobre el emperador “de la barba florida”. El emperador tenía una
personalidad compleja y su figura era multifacética, lo que complica la tarea
de sus biógrafos, pues sus facetas eran tantas, tan diversas e, incluso,
aparentemente contradictorias, que resulta casi imposible describir
certeramente y de forma exhaustiva a este plural protagonista.
Carlomagno
es el prototipo del fundador carismático. Pero ¿de qué fue fundador?. Él fue el creador de un conjunto de poderes
y de instituciones que, a pesar de las discordias y las disensiones que hubiera
entre ellos, siempre tenían en el emperador su referencia. Las autoridades y
las instituciones que proceden de él abarcan tanto al nivel local –monasterios
o condados, por ejemplo- como al nivel de los Estados –Francia, Alemania,…- y
al supranacional –la Cristiandad, el Imperio, Europa-.
Carlomagno
fue una persona de carne y hueso, con virtudes y defectos; aunque actualmente
sea más conocido como personaje que como persona. Era
corpulento y robusto, de estatura elevada pero no desproporcionada, pues se
sabe que medía siete veces la longitud de su propio pie. Medía aproximadamente 1,92
metros, una estatura muy elevada, sobre todo para su época. Tenía el cráneo
redondo, los ojos muy grandes y vivos, la nariz un poco más larga de lo normal,
una hermosa cabellera blanca y el rostro agradable y alegre. Todo ello le
confería un gran aspecto de autoridad y dignidad.
Su
naturaleza robusta y fuerte se hizo más vigorosa por su continua práctica de
diversos deportes y ejercicios físicos, principalmente la natación al aire
libre en verano o en piscinas de agua termal el resto del año, la equitación y
la caza, siendo ésta su gran pasión.
Era
moderado en la comida y en la bebida, y lo era especialmente en la bebida
porque le horrorizaba la embriaguez en cualquier persona y, mucho más aún, en
él o en los suyos. En cambio, en las comidas no se veía capaz de ser tan parco
y a menudo se quejaba de lo mal que le sentaba a su cuerpo el ayuno.
Para el rey era muy
importante su numerosa familia patriarcal. Él amaba
apasionadamente a sus mujeres y a sus hijos. Carlomagno era un hombre
dominante, que quería vivir rodeado de los suyos como si fueran su corona de
gloria, y la satisfacción egoísta que obtenía por ello obstaculizaba que
tuviera en cuenta sus sentimientos. No
le gustaba estar solo, tal vez porque era egocéntrico y necesitaba estar
rodeado de las personas amadas, sobre todo su esposa, sus hijas y sus hijos. Tuvo
sucesivamente cinco esposas legítimas y varias concubinas.
Necesitaba dormir poco. Por ello, a pesar de sus insomnios, se levantaba casi todos los días a
la misma hora. Para compensar su déficit de sueño por el insomnio, solía
acostarse y dormir un rato más o menos largo, según lo que necesitase, a
mediodía después de almorzar; a veces
solo media hora, pero con frecuencia hacía siestas largas, de dos o tres horas,
especialmente en verano, que es cuando tenía más insomnio, tal vez porque
hacía más calor y los días eran más largos que las noches. En las siestas
largas se quitaba la ropa y el calzado, como hacía al irse a dormir por las
noches.
En el trato con sus palatinos se mostraba como era: amable, relativamente modesto y acogedor, pues conversaba con ellos afablemente. Su fama de seductor y de que sabía cómo
hacer amigos con facilidad era bien merecida. Desde luego los que lo
acompañaban no se aburrían con él porque era un ameno conversador. Era
espléndido y magnánimo, por lo que su generosidad y su munificencia fueron
universalmente reconocidas.
Practicó escrupulosamente y
con suma devoción la religión cristiana. Mientras su
salud se lo permitió, acudía regularmente a la iglesia por la mañana y por la
tarde y también asistía a los oficios nocturnos y a la misa. Carlomagno se
entregó con gran dedicación a socorrer a los pobres En la vivencia de su fe
actuó auténticamente, sin hipocresías, aunque procuraba dar buen ejemplo. Con
las debilidades humanas era indulgente, porque sabía que todos somos pecadores.
Sin embargo, aunque no era un puritano, sí que le gustaba que todos fuesen
buenos cumplidores de sus obligaciones religiosas, pero sin caer en minucias ni
escrúpulos.
Estaba dotado de una gran
facilidad de palabra y sabía expresar con la mayor
claridad todo lo que quería, con tal soltura que incluso podía llegar a parecer
algo locuaz. Cultivó con gran entusiasmo
las artes liberales y colmó de grandes honores a los que las enseñaban,
pues sentía por ellos un profundo respeto.
Su
curiosidad intelectual y su afán de saber hacían que buscase con avidez la
compañía de los doctos para tener el placer de filosofar con ellos y
escucharlos gustosamente, sin que ello le cansara o hastiase. Además, dándose
cuenta de la ignorancia en la que él había vivido hasta entonces, hizo un esfuerzo inaudito para salir de su
incultura y decidió asistir, a pesar de ser rey, a la escuela palatina de
Alcuin como alumno de cuarenta años, aprendió las disciplinas que le hacían
falta: la retórica, la dialéctica, la aritmética y la astronomía. Carlomagno no
cesó jamás de aprender.
Finalmente
consiguió ser una persona bien instruida para su tiempo, hablando el latín como
su propia lengua, comprendiendo el griego y poseyendo, gracias a sus
investigaciones y a los regalos de sus amigos, una biblioteca palatina llena de
libros. Carlomagno, un aprendiz escolar
de vocación tardía, se convirtió en un rey sabio. Así tuvo autoridad moral para
exigir a sus súbditos que ellos fuesen también a la escuela y se dejasen
instruir.
Carlomagno fue también
el promotor del Renacimiento cultural en su Imperio.
El Renacimiento cultural no se limitó a la cultura clásica y a las artes
liberales, pues se extendió también a otros dominios, singularmente a la
arquitectura. Los frutos del Renacimientocultural
fueron visibles y duraderos en la vida social y en el funcionamiento de la
administración real y de justicia, pues todos se beneficiaron de la
generalización del uso de documentos escritos. Los tribunales impartieron
justicia conforme a leyes y normas escritas conocidas por todos, lo que aumentó
la seguridad jurídica en los contratos y en las transacciones comerciales.
La semblanza humana de
Carlomagno puede resumirse en los siguientes rasgos característicos: una actividad física excelente que le permitió desplazarse por Europa
durante más de cuarenta años interviniendo en infinidad de asuntos; una piedad
sincera que se encuentra en todas las manifestaciones de su comportamiento,
público y privado; una cultura general, a la vez profana y sagrada, que no cesa
de agrandarse con el transcurso del tiempo; un gran carisma o capacidad de
seducción en el que cayeron sus parientes, sus amigos y los extranjeros a los
que recibía en la Corte. Todas estas virtudes son verdaderamente propias de un
gran rey; pero, además, hay que subrayar que, en gran parte, fueron queridas y
fomentadas por él mismo, pues su virtud dominante era su gran fuerza de
voluntad, ya que cuando se empeñaba en algo ningún obstáculo era capaz de
disuadirlo, ni siquiera en la adversidad, pues su tenacidad le permitía
sobreponerse a las desgracias. Tenía gran dominio de sí mismo y conservaba la
calma siempre, porque no se dejaba abatir por los reveses ni embelesar por la
fortuna. Por último hay que subrayar una cualidad que distinguía su carácter y
que influía en sus acciones: la prudencia o sabiduría práctica.
En
fin Carlomagno fue también el supremo
jefe de la guerra y un devoto servidor de la Iglesia, pero sin exceso de
celo; ejercía la prerrogativa judicial en última instancia, y la ejercía de un
modo implacable, sin que el derramamiento de sangre le arredrara; al mismo
tiempo, gobernaba y administraba un gran reino con una prudencia meticulosa;
era tenaz hasta el heroísmo y mostraba para el mando una energía ante la que no
valía la contradicción; pero, a la par con ello, sabía ser un padre para sus
súbditos. Poseía un gran talento de administrador, atento a todos los detalles.
En cuanto a su función
real Carlos conocía bien su origen, su naturaleza y su alcance.
Como soberano absoluto era legislador y juez supremo. Su realeza, además de ser
absoluta, era también sagrada porque había recibido la santa unción del papa
Esteban II en la abadía de San Denis, por lo que reinaba por derecho divino.
Había sido elegido por Dios y su poder soberano le venía de Dios.
La
alianza entre la Iglesia romana y el rey de los francos obligaba a Carlomagno,
patricio de Roma ungido por el papa, y a
su nación, a ser “el brazo armado de la Iglesia”. El papa dio la primacía entre los monarcas
occidentales al rey de los francos como protector de la Cristiandad y como
responsable de su expansión entre las naciones paganas europeas, razón por la
que tenía que guerrear para cristianizarloscon los sajones, los eslavos y los
musulmanes hispanos, entre otros pueblos.
Además de
la reconquista de la Marca Hispánica en España, las principales guerras
que hizo Carlomagno fueron:
- Las que hizo contra los sajones (las más feroces y
duraderas).
- La Conquista de Lombardía y pacificación del centro
y sur de Italia (el bizantino ducado de Benevento).
- La incorporación de Baviera.
- La guerra contra los avares del Danubio.
El papa Adriano I quería que invadiese España y que expulsara violentamente a los moros de las tierras que ocupaban, para restablecer allí el cristianismo. Con esa finalidad en el año 778 Carlomagno invadió España con un ejército internacional porque su reconquista era una empresa común de los cristianos contra los infieles musulmanes en la que, junto a las tropas francas, lucharon también borgoñones, lombardos, aquitanos, provenzales y septimanos. El ejército de Carlomagno se dividió en dos grandes cuerpos: el oriental, que invadió España por la Vía Augusta gerundense, comandado por el valeroso Guillermo de Toulouse; y el occidental que mandó el propio rey personalmente y que entró en tierras hispánicas por los Pirineos navarros. Ambos cuerpos de ejército se reunificaron en Huesca y avanzaron hasta Zaragoza, pero no pudieron apoderarse de esta plaza. Al retirarse las tropas francas de Carlomagno su retaguardia fue atacada en el puerto de Roncesvalles.
En 785 las tropas septimanas y francas
se apoderaron de casi toda la provincia de Gerona y crearon inicialmente la
Marca Hispánica. En 801 conquistaron Barcelona. En los años siguientes
prosiguió la reconquista franca de los territorios catalanes hasta que en 811,
con la caída de Tortosa, se completó la reconquista de toda Cataluña.En Navarra
la primera ofensiva franca se llevó a cabo a finales del siglo VIII con la
colaboración de los asturianos. En el 799 el partido pro-franco de los Velascos
se hizo con el poder asesinando al gobernador sarraceno de Pamplona. En 802 los
aquitanos fundaron el condado de Aragón, que tenía a la pirenaica Jaca como
capital y a Oriol como su primer señor. Al
morir Carlomagno en 814 la Marca Hispánica se extendía por la mayor parte de
Cataluña y por los Pirineos desde el Mediterráneo al Atlántico, pues allí solo
quedaba un foco de resistencia sarracena en Huesca.Su sueño de reconquistar
la España musulmana del norte de la cuenca del Ebro ya se había cumplido.
Sus contemporáneos daban a
Carlomagno el calificativo de “pacífico”, a pesar de ser un victorioso
guerrero. No debemos sorprendernos de ello porque, en
la forma de hablar del siglo VIII, pacífico no significaba que fuese enemigo de
guerrear; o sea, un pacifista, como se diría actualmente, sino que el emperador
era el guardián vigilante de la unión pacífica y justa entre sus súbditos, una
de sus preocupaciones esenciales, porque para él la paz debía asociarse a
concordia y justicia. Él proclamaba la necesidad de la concordia y de la paz
entre todos sus súbditos, les rogaba que fuesen caritativos, hospitalarios y
que no cometiesen injusticias con nadie.
Fue coronado emperador en Roma por el papa León III en la Navidad del año 800 y como tal
ejerció una dominación imperial carismática, personalísima. Pero ¿de qué era emperador?. De Roma no,
aunque sí en apariencia. En realidad fue titular del Imperio Cristiano, que se concretó en el Imperio de Occidente de Europa (El
Imperio de Oriente era Bizancio) al que dio unidad jurídica y social como
fundador del núcleo político de lo que sería Europa.
Efectivamente, el
emperador implantó un modo de convivencia en el continente europeo que pervive
en buena parte. Carlomagno, ante la diversidad de los pueblos que integraban
aquella Europa, supo llevar a cabo un
proyecto de civilización común, que tenía en cuenta los principios
cristianos, desarrollando un ideal colectivo unificador. Además el modelo carolingio de
Europa ha configurado la denominada cultura occidental que
se extendió a una gran parte del mundo.
En “Karolus Magnus et Leo papa”, un poema atribuido tradicionalmente a Angilbert, uno de los “miembros” de la academia palatina de Aquisgrán, Carlomagno es calificado en varias ocasiones de faro de Europa y de padre de Europa. Carlomagno fue un líder carismático capaz de construir una gran Europa civilizada, justa y pacífica.
Carlomagno murió, pero su memoria permanece y
su obra sigue vigente por su carácter modélico. Efectivamente,no se puede considerar que su
destino se acabó cuando en enero de 814 el viejo emperador se extinguió.
Personaje de leyenda, héroe frecuente en los relatos de gesta, él es también un
legado que se reparten o se disputan los gobernantes, los clérigos, los linajes.
El emperador es considerado como fuente
de legitimidad, como ejemplo de trayectoria política y como modelo de
comportamiento moral pues incluso fue “canonizado”
por el antipapa Pascal III.
Estatua de San Carlomagno en el Museo de la catedral de Gerona
Estatua de San Carlomagno en el Museo de la catedral de Gerona
El Imperio carolingio fue el núcleo
originario de Europa, y el emperador -que fue el primero de los europeos-, ha
llegado a ser prototipo de rey sabio y ejemplar. Su obra pervive actualmente.
Al morir
Carlomagno, y conforme a sus previsiones sucesorias, le sucedió como emperador
su hijo Luis, que sería denominado “el
Piadoso”. Después del
año 821, al irse generalizando la anarquía en el Imperio se intensificó la
disolución del poder y del concepto imperial. Luis “el Piadoso”, por su
pusilanimidad, fue el principal responsable de su derrumbamiento. Finalmente Luis “el Piadoso” murió también
el 840, después de un reinado nefasto. Tras su fallecimiento sus hijos
intensificaron más aún, si cabe, sus luchas fratricidas con la consiguiente
descomposición del Imperio carolingio. En
agosto del 843, cerca de Verdún, llegaron a reconciliarse y firmaron un Tratado
que consagraba el desmembramiento de los territorios que integraban ese
Imperio. El Tratado de Verdún puede considerarse como el acta de nacimiento de
la Europa de los Estados.
El Imperio carolingio sirvió de fundamento a otros imperios que habían de abarcar el continente. El poder central fundado por Carlomagno podía desaparecer, pero los pueblos que englobaba y la civilización común europea creada por él estaban llamados a sobrevivirle. En el desmoronamiento del Imperio carolingio se consiguió preservar lo esencial, que eran los valores intelectuales y espirituales que había promovido Carlomagno y que se concretaron en una manera común de ser, de creer y de pensar: la que caracterizaba, y todavía caracteriza, a lo que llamamos Europa: una fraternidad sin fronteras, basada en una síntesis armónica entre el humanismo, la espiritualidad y el racionalismo. Carlomagno fue tan extraordinario que es reclamado como propio por muchas naciones; pues no perteneció a una sola, sino a todas las naciones de la Europa occidental cristiana.
El Imperio carolingio sirvió de fundamento a otros imperios que habían de abarcar el continente. El poder central fundado por Carlomagno podía desaparecer, pero los pueblos que englobaba y la civilización común europea creada por él estaban llamados a sobrevivirle. En el desmoronamiento del Imperio carolingio se consiguió preservar lo esencial, que eran los valores intelectuales y espirituales que había promovido Carlomagno y que se concretaron en una manera común de ser, de creer y de pensar: la que caracterizaba, y todavía caracteriza, a lo que llamamos Europa: una fraternidad sin fronteras, basada en una síntesis armónica entre el humanismo, la espiritualidad y el racionalismo. Carlomagno fue tan extraordinario que es reclamado como propio por muchas naciones; pues no perteneció a una sola, sino a todas las naciones de la Europa occidental cristiana.
Esta semblanza humana es oportuna, porque en la desnortada Europa de hoy,
donde ejercen el poder mediocres burócratas carentes de valores y, a veces, de
ideas, hacen falta hombres de Estado
como Carlomagno, el líder que entonces supo encontrar un dinámico
denominador común capaz de unir secularmente a todos los pueblos de Europa
occidental en una fascinante tarea colectiva.
JOAQUÍN
JAVALOYS
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