Translate

viernes, 1 de abril de 2016

¿ELECCIONES O QUÉ?

El oficio de profeta es riesgoso, especialmente cuando se refiere al futuro, y, sin embargo, se contabilizan mucho más los aciertos (“¡lo dije!, ¡lo dije!”) que los fracasos, que, en el fondo, se dan por descontados. En política pasa como en climatología, que cada vez tenemos más datos pero que seguimos pudiendo equivocarnos sobre si lloverá mañana. Esta es una de las razones por las que solemos preguntarnos “¿qué va a pasar?”, en lugar de plantearnos “¿qué vamos a hacer?”, porque, en definitiva, hay siempre un factor de azar que puede desestabilizar los pronósticos más cuidadosos.
Ahora mismo parece existir una cierta idea de que el único que podría beneficiarse de una repetición de elecciones es el PP, una suposición muy discutible, sin duda, pero que tiene a su favor la evidencia de que, en las actuales circunstancias, es casi imposible que el PP pueda encabezar el Gobierno, lo que no deja de ser una razón muy poderosa para que todos los demás decidan esforzarse en evitar una nueva convocatoria, y deban plegarse, por tanto, a las lógicas numéricas que permiten la investidura, de forma que esta eventualidad parece ligeramente más probable que cualquier otra.
Haber cedido el protagonismo a Sánchez es una operación que difícilmente le va a ser contabilizada como un acierto, ni siquiera, digamos, por Francisco Marhuenda
Rajoy y el grado cero de la política
Aparentemente inspirado en el principio galaico-celiano de que el que resiste gana, Rajoy ha protagonizado un Guadiana político, se ha retirado del campo a la espera de que maduren las circunstancias. Haber cedido el protagonismo a Sánchez es una operación que difícilmente le va a ser contabilizada como un acierto, ni siquiera, digamos, por Francisco Marhuenda, salvo el improbable caso de repetición y, más improbabilidad todavía, de mayor éxito del gallego. Pero a eso parecen apuntar los extraños movimientos de un Rajoy cada vez más solo.
El Gobierno de progreso
Sánchez ha hecho casi lo único que podía hacer, y ha sabido forzar que eso fuera posible colocando a Rajoy ante un callejón sin salida y ofreciéndose a intentar lo improbable. Su pacto con Ciudadanos, una eventualidad que Rajoy nunca se tomó en serio, le ha dado una cierta fortaleza parlamentaria, muy relativa, y le coloca en una posición de fuerza frente a Podemos que se ha visto en la necesidad de pasar de la exigencia a la tolerancia, de modo que un Gobierno con abstención de Podemos y otros extraños compañeros de viaje, y el voto en contra del PP de Rajoy, pasaría a ser una posibilidad relativamente factible.
El pacto ha permitido una cierta firmeza a Sánchez y ha disimulado el alcance de su negativa total a contar con la primera fuerza del Congreso. En el mes que queda se abren tres posibilidades, o Rivera trata de incorporar de alguna manera al PP, o Podemos admite que siempre será mejor un Gobierno débil que repetir elecciones,o Sánchez se desentiende de Ciudadanos y se arroja en brazos de Podemos y de las fuerzas nacionalistas, lo que, por abreviar, se podría llamar la doctrina Mayor Oreja, la visión según la cual lo que se está poniendo sobre el tapete es el desguace de España, de conformidad con el pacto expreso de Zapatero con la ETA, “os prepararé una España distinta”.
Maneras de pasar de la nada a la absoluta miseria
Independientemente de que cualquiera de las posibilidades mencionadas tiene sus propias dificultades aritméticas y sus compromisos cuasi imposibles, la única que tendría una vida relativamente larga asegurada en el Parlamento es la que continúe el pacto del abrazo entre Rivera y Sánchez, en especial si el PP se aviniese a alguna forma de colaboración, o de participación, con el visto bueno de Sánchez. ¿Parece difícil?, sin duda lo es, pero es la única que permitiría un programa largo en reformas aunque no necesariamente en el tiempo. La mayoría absoluta del PP en el Senado le dota casi de una capacidad de parar en seco, o de retrasar indefinidamente, cualquier cambio, de forma que enfrentarse a un proyecto político de envergadura con el PP en contra es tarea de orates.
El Gobierno de PSOE y Ciudadanos sería otra posibilidad, pero sus capacidades de acción, por la izquierda y por la derecha, serían muy escasas
El Gobierno de PSOE y Ciudadanos sería otra posibilidad, pero sus capacidades de acción, por la izquierda y por la derecha, serían muy escasas, si bien tendrían la oportunidad de poner en serios aprietos de coherencia a unos y a otros, pero no conviene olvidar que abandonar el culto a la coherencia es una de las pocas promesas cuyo cumplimiento se exige con rigor al entrar en política, piensen, si no, en la figura de Rajoy pidiendo un gran pacto con el PSOE a la vez que agota el diccionario para describir los males de cualquiera de las acciones de ese partido.

Un nuevo pacto del PSOE con Podemos, rompiendo, presumiblemente, el acuerdo con Ciudadanos, se antoja casi suicida para Sánchez que podría verse incluso frente a la huida de votos en su propio grupo, puesto que, sin que sus propias fuerzas superen los 159 votos, frente a los 163 de un “no” conjunto del PP y de Ciudadanos, tendría que acudir al voto positivo de fuerzas escasamente deseables para el PSOE, que tal vez pudieren darlo para conseguir un Gobierno débil, además de obtener la abstención de casi todos los demás que querrán hacer valer su voto.
Vuelta a empezar
De no ajustarse ninguna de las tres alternativas básicas, se volvería, pues, a la casilla de salida, y a una nueva convocatoria, dando siempre por supuesto que Rajoy no nos sorprenda a todos con una iniciativa estelar, pero no se me antoja demasiado probable dada su tendencia a no hacer olas. Pero esa posibilidad, que a Dios gracias tiene plazo fijo, tiene inconvenientes graves, a cual peor, aunque de distinto peso relativo para los partidos.
El primer inconveniente es la sospecha de que pueda beneficiar al PP, y eventualmente, permitir una alianza que ahora no ha sido intentada con un Ciudadanos que también creciese, o, dicho de otra manera, que perjudicase seriamente las posibilidades de PSOE y de Podemos. Lo de PSOE sería una mera continuidad de su carrera hacia el abismo, aunque puede que haya quienes valoren el esfuerzo de Sánchez por buscar una salida casi imposible. Lo de Podemos dependería de si los electores han comprobado ya de qué pasta están hechos los podemitas, y también del grave deterioro de su maquinaria política que hace razonable pensar que pueda resultar temerario apostar porque les toque el gordo en dos sorteos seguidos.
La abstención puede crecer de manera notable, un dato que Rajoy entiende le beneficiaría
El segundo inconveniente, que es más de fondo, consiste en que nadie quiere enfrentarse a lo desconocido, salvo Rajoy, al parecer, pues no hay precedentes de un fracaso político tan notorio como supondría la incapacidad de los diputados para formar Gobierno. Apostar por lo que harían los ciudadanos en un tal caso son ganas de perder el tiempo, habría que verlo, pero convendría partir de la base de que nadie está pidiendo a gritos unas nuevas elecciones, que la abstención puede crecer de manera notable, un dato que Rajoy entiende le beneficiaría, y que podría resultar que nos encontrásemos ante un panorama no menos angustioso que el que ahora padecemos. 
Romper el hechizo
La dificultad de formar Gobierno no debe confundirse con el poder que se adquiere, que en nuestro sistema constitucional, es enorme, de forma que cabe considerar una investidura bajo un cierto signo, que evolucionase en sentido poco previsible, puesto que una vez nombrado, el presidente sería poco capaz de sacar leyes adelante, pero estaría en una posición en la que el voto de censura sería extremadamente improbable y dispondría de unos recursos poderosos para tratar de forjarse un destino más amable. No conviene olvidar que las elecciones de 2015 han dibujado un panorama absolutamente inédito y que reflejan un hartazgo del electorado que en nada abona las pretensiones de Rajoy para que se le tome en serio cuando afirma que ha ganado las elecciones. El PP ha sido desalojado del poder de la mayoría y, por su torpeza, se ha visto despojado de las posibilidades de maniobra que corresponderían a su posición de primera fuerza en el Parlamento. Está tardando en darse cuenta de cuál es su posición, y parece confiar en alguna especie de milagro, especialmente en que todos los demás no saquen las peores conclusiones de su impotencia, pero sigue confundiendo lo que es malo para él con lo que es malo para todos. Es verdad que puede venir un Gobierno que empeore las cosas, pero no lo es menos que, dado el sistema que tenemos y las limitaciones de su líder, la dolorosa patada que los electores le han dado en el trasero debiera llevarle a pensar en los muchos cambios que necesita, y a dejar de vivir de la quimérica esperanza en que les asista algún derecho especial a formar Gobierno. Los demás lo tienen muy difícil, pero lo de Rajoy es imposible, y habrá que ver si acierta a abrir paso a una solución sin su preciosa presencia. 

                                                         J. L. GONZÁLEZ QUIRÓS  Vía VOZ PÓPULI

No hay comentarios:

Publicar un comentario