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martes, 26 de abril de 2016

ESPAÑA, EL MUSEO Y EL ¡A LA MIERDA! DE FERNÁN GÓMEZ

La quiebra de la confianza en la clase política no solo no se ha paliado con el 20-D sino que la supuesta “nueva política” la ha agudizado en solo cuatro meses de trajín poselectoral.

Concierto en el hemiciclo del 'Burleske de Quixotte', de George Phillipp Telemann. (EFE)

 
Cuando esta tarde Mariano Rajoy vuelva a comunicar al Rey su total impotencia -fruto de su inveterado tacticismo- para formar Gobierno pese a haber 'ganado' las elecciones del mes de diciembre pasado, España, como sociedad y como Estado, habrá alcanzado la condición que le atribuye en uno de sus pecios -qué gran fuente de sabiduría- Rafael Sánchez Ferlosio, citando a Benavente: “Esto que llamamos España no tiene posible definición ni descripción. Es, como decía categóricamente don Jacinto, una pieza de museo”. La quiebra de la confianza en la clase política a lo largo de los últimos ocho años no solo no se ha paliado con el 20-D, sino que la supuesta 'nueva política' -¿nueva?- la ha agudizado en solo cuatro meses de trajín poselectoral.
Este paréntesis ha terminado como empezó: con un espectáculo infinitamente ridículo en el Congreso de los Diputados. El inicial fue el 13 de enero pasado, sesión constitutiva, representando un auténtico circo cuya imagen icónica fue la del bebé de Carolina Bescansa presente con ella en el escaño. El último, el pasado miércoles, resultó igualmente chusco: unarepresentación cervantina en el hemiciclo que sumió en la perplejidad -¿vergüenza ajena?- a los diputados. Y entre una y otra sesión, todo un recital de partidismo sectario en el que la ciudadanía, sus intereses, los del conjunto del país, fueron ignorados por todos los partidos y, en una medida especialmente culpable, por el PP de Rajoy y el Podemos de Iglesias.
Estamos ahora peor que en diciembre. Todas las variables políticas, sociales y económicas se han deteriorado. La corrupción ha eclosionado durante estas semanas como una auténtica plaga bíblica, horadando especialmente al PP, que ha mostrado toda la sintomatología de estar instalado en un proceso de descomposición interna, aunque embalsado por la excepcionalidad de la situación. Además del mutis mediopensionista de Esperanza Aguirre, Rajoy ha perdido a su amigo José Manuel Soria -exministro de Industria-, Rita Barberá, su gran apoyo valenciano, ha quedado amortizada y los populares levantinos, desarbolados por el caso Taula, el partido ha perdido la alcaldía de Granada y la jugada de Montoro a Aznar -filtración de datos fiscales del expresidente- ha abierto una fisura que ya no se puede suturar.
Entre una y otra sesión, todo un recital de partidismo sectario en el que la ciudadanía y sus intereses, los del conjunto del país, fueron ignorados por los partidos
El presidente en funciones -“estoy en forma”- ha ordenado sortear el control del Congreso provocando así el primer conflicto de atribuciones entre el ejecutivo y el legislativo en la democracia, al tiempo que ha establecido un precedente de mala factura con la Jefatura del Estado al declinar el encargo de formar Gobierno ofertado por el Rey, que se lo terminó por encomendar aPedro Sánchez. Acosado por su propio fracaso electoral y por la hostilidad de parte de los dirigentes de su partido, el secretario general del PSOE ha querido vender caro su pellejo. Además de desbloquear una posible crisis constitucional, Sánchez alcanzó con Ciudadanos un acuerdo que ha sido el único eje de gobernabilidad posible, que tanto el PP, por unas razones -especialmente: mantener a Rajoy en el puesto-, como Podemos, por otras -romper el 'statu quo'-, han restado toda posibilidad de prosperar.
Hemos podido observar los pliegues del disenso interno en el PSOE y la crisis terminal en el PP, y ambos han permitido comprobar cómo han manejado la situación los que prometían que todo iba a cambiar, y que, al final, han demostrado mañas, modos y actitudes antañones. Iglesias se ha revelado como un líder imposible, narcisista y taimado, que en estos meses ha arrastrado a su organización a una crisis orgánica e, incluso, de identidad, ejecutando purgas, intimidando a los medios, perpetrando excentricidades y provocando que su organización se proyecte a la opinión pública como un 'totum revolutum' difícilmente manejable y, por lo tanto, escasamente confiable.
Por razones evidentes, Ciudadanos y Rivera van a ser objetivos -“tiro al pichón”- de la campaña que inició el domingo Mariano Rajoy, que se pasó por el forro de su indiferencia las reclamaciones de sus Nuevas Generaciones sobre la depuración de los casos de corrupción. Sin embargo, el partido naranja ha sido, de largo, el que mejor ha cumplido las expectativas post 20D. Constituye una falsedad de grueso calibre sostener que Ciudadanos se ha “echado en brazos del PSOE”. Su acuerdo con Sánchez se debió solo a una circunstancia ya histórica: fue el líder que aceptó el encargo de Felipe VI de formar Gobierno; de haberlo hecho Rajoy, el eje de la posible gobernabilidad hubiese pivotado sobre los 163 escaños de PP y Ciudadanos. El presidente en funciones no quiso asumir ese riesgo -no asume ninguno- y ahora pretende endosar a Rivera una responsabilidad que es solo suya.
Termina este periodo ominoso con los políticos de siempre volviendo grupas hacia el electorado para pedirle que vote como a ellos les conviene
Mientras estos acontecimientos y otros se sucedían, España ha observado, callada, como una estatua museística. Inerte. Sin movimiento muscular alguno. Sin emociones. Ni siquiera ya escandalizada por los papeles de Panamá, por los incumplimientos del déficit, por la deuda nacional que alcanza el 100% del PIB, por la necesidad -pese a la 'magnífica' gestión del PP- de recortar el presupuesto en más de 10.000 millones y por la ya anunciada 'desaceleración' de nuestro crecimiento. O sea, que los ciudadanos han aprendido mucho en estos cuatro meses en los que la decepción y el hastío han progresado geométricamente. Y al final, salvo un milagro que ya no sería deseable, termina este periodo ominoso con los políticos de siempre volviendo grupas hacia el electorado para pedirle que vote como a ellos les conviene. El museo -España- vuelve a cobrar vida. Podría ocurrir que los votantes potenciales hiciesen como el fallecido Fernando Fernán Gómez, académico y actor, que en el año 2000 espetó un “¡¡¡a la mierda!!!” a un supuesto admirador que le pedía un autógrafo. Ahora nos reclaman, otra vez, el voto. Es posible que muchos españoles les señalen el mismo destino escatológico que, cabreado, indicó Fernán Gómez a su pegajoso admirador.

                          JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS  Vía EL CONFIDENCIAL
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