Pese a tantas cosas vistas, nada tan humillante como un presidente reculando por orden de un grupo separatista (ERC), al que ha fiado su suerte
/ULISES CULEBRO
Tras perpetrar el asesinato de Alba Duncan I, rey de Escocia, para arrebatarle el trono, Lady Macbeth persuade a su esposo de que orille cualquier sentimiento de culpa. Si no se actúa de esa manera, "perderíamos la razón", arguye la inductora del regicidio. Cuando el impostor le comenta que le parece oír en su cabeza una voz que grita: "¡No dormirás más! Macbeth ha asesinado al sueño", Lady Macbeth zanja con autoridad tiránica: "¡Es que deliráis!".
Al evocar este pasaje de la gran tragedia de William Shakespeare sobre la ambición del poder y el remordimiento que aqueja a los que actúan sin escrúpulos, es difícil no colegir algunos paralelismos con esta España en vela. Mucho más cuando se ha concretado el vaticinio de Noverdá Sánchez sobre los males que se derivarían de un "Gobierno de insomnio" como el que rehusó adoptar tras las elecciones de abril y que abrazó sin miramientos para proseguir en la Moncloa tras su amarga victoria de noviembre en la que extravió dos escaños y casi 800.000 sufragios.
A modo de profecía autocumplida, lo que previó ha terminado siendo real con su concurso en apenas tres semanas de gabinete de cohabitación con Podemos, más la asistencia parlamentaria de soberanistas catalanes y vascos, incluido el brazo político de ETA. Ha hecho que el insomnio habite la Moncloa como antaño intramuros del castillo de Macbeth. Pero que Sánchez traslada al conjunto de los españoles mediante la socialización del insomnio. Como ya se aprecia en su organización del desgobierno y en su aprovechamiento partidista de las instituciones por medio de los peores vicios de la vieja política: nepotismo, enchufismo e intervencionismo. Todo ello almidonado de mentiras en un ejercicio del poder en el que trata de sustraerse a la luz y taquígrafos del Parlamento y de garantizarse la impunidad mediante una "desjudicializacion de la política" que entrañaría, en la práctica, un aforamiento del Ejecutivo.
Aun así, un presidente de prestado como Sánchez no atisbó que le podría sobrevenir lo que a aquel personaje que, en vista de que se pasaba las noches sin dormir, le aconsejaron que imaginara ovejas saltando la valla del aprisco y que las contara una a una. Pero, al hacerlo, se topó con que, amén de acudir cada vez en mayor número y velocidad, por lo que era imposible sumarlas, éstas emitían fuertes y prolongados balidos que lo mantenían en perenne insomnio, ese asesino del sueño.
Como al protagonista del relato del escritor hispanomexicano José de la Colina, el doctor Sánchez, ¿supongo?, ve cómo las ovejas se le multiplican y cada vez gimen más aguerridas. Lo hacen del modo en el que, por ejemplo, se emplea el independentismo hasta obligarle a cambiar de opinión en horas, según el estado de humor de quienes le tratan como un rehén de sus caprichos.
Pese a tantas cosas vistas, nada tan humillante como un presidente reculando por orden de un grupo separatista (ERC), al que ha fiado su suerte
Pese a tantas cosas vistas, nada tan humillante como un presidente reculando por orden de un grupo separatista (ERC) al que ha fiado su suerte, tras anunciar, para rebajar los humos a Torra ante el que se volverá a reclinar este jueves pese a su inhabilitación, que se aplazaba la negociación bilateral hasta las elecciones anunciadas en la víspera por el valido de Puigdemont.
Para más inri, con el regodeo del portavoz de ERC en las Cortes, Gabriel Rufián. Más chulo que un ocho éste se plantó retador en la Moncloa como el pistolero bravucón que irrumpe en el salón del oeste con las manos en las cartucheras, dispuesto a desenfundar si no se atienden sus exigencias y, una vez satisfechas por el dueño del local, pasearse yendo de perdonavidas.
Si en los prolegómenos del 1-O, cuando Puigdemont se inclinaba a frenar la consulta ilegal y promover comicios en su lugar, Rufíán fue capaz de doblarle el pulso con el tuit aquel en el que le tildaba de Judas vendido a Rajoy por 155 monedas de plata, ahora hacía igual con Sánchez. Un golpe de efecto para que, en la refriega por la hegemonía del secesionismo, el prófugo de Waterloo no se desquite de ERC y tome la delantera de cara a los comicios en ciernes (los quintos en diez años) en una Cataluña que lleva una década perdida (otro tanto se vislumbra en España en su conjunto). Marcha por la misma senda que condujo al declive de Quebec al meterse en la rueda de las navajas de los referendos de ruptura con Canadá.
Siendo cierto que todos los gobiernos minoritarios de España han estado a expensas del nacionalismo, debido a su incapacidad o desinterés por subsanar esta letal dependencia, todos sus presidentes habían guardado un mínimo de decoro. No es el caso de quien supedita el devenir de España a la guerra cabileña de las tribus separatistas a las que les importa un comino tal menester en su común pretensión por romper España con cargo a sus víctimas.
Como no se conoce ningún tonto que se pille los dedos con la puerta, Torra no iba a ser las excepción. De hecho, acaba de jugársela a Sánchez y Junqueras en el afán común de estos de repartirse el poder en Madrid y en Barcelona mediante sendos tripartitos. Pese a los disimulos de quienes juegan con naipes marcados bajo la bocamanga, pero visibles a poco que se aguce la mirada o la memoria.
El 'caso Morodo' es una alargada sombra que se cierne sobre el presente
En este juego de tahúres, cuando PSC y ERC fingen desmarcarse lo que, en realidad, hacen es tomar carrerilla para ir al encuentro si suman tras la cita con las urnas. Siempre, claro, que la exaltación manicomial que domina Cataluña, exacerbada por grupos y plataformas radicales, no eche por tierra ese proyecto de gobierno mestizo. Con esa conjunción Sánchez busca asegurarse un par de legislaturas y ERC liderar una mayoría social hasta rondar ese 65% que admitió Iceta y que posibilite una segregación a la checoslovaca. Tras dos tripartitos presididos por Maragall y Montilla, con Iceta como muñidor, ERC quiere presidir el tercero en justa retribución por aupar a Sánchez a la Moncloa.
Situando el carro delante de los bueyes, al supeditar la fecha de las elecciones anticipadas a la aprobación de los Presupuestos de la Generalitat, Torra ata a ERC a la que tacha de desleal, prepara un relato electoral que haga ganar la batalla a los seguidores de Puigdemont, como en las elecciones europeas en las que éste le birló el triunfo a Junqueras, y gana tiempo para buscar un candidato con posibilidades al estar inhabilitados tanto él como su antecesor. Al tiempo, hace prisionero a Sánchez. No podrá disponer del voto de ERC para sus presupuestos hasta octubre, si acaso, pues ésta debe colocarse en modo electoral y evitar que le corten el traje de traidores (botiflers).
Si Sánchez es un jugador que se abre paso en el juego a base de trampas, esta vez ha quedado atrapado en una estrategia que, en cierta manera, él empleó para convocar las elecciones de abril con casi ochenta días de antelación y cuya campaña regó con dinero público en aquellos viernes electorales cuya función disimulaba vistiéndolos de sociales por medio de una profusa propaganda oficial que "sombras suele vestir de bultos bellos".
Dicho lo cual, en este "mar de engaños y mentiras" que es la Corte, el "Gobierno del insomnio", en el que Sánchez e Iglesias se han vuelto de la misma condición sin precisar dormir en el mismo colchón, se asiste al espectáculo, en sesión continua, de cómo la mentira se enseñorea del escenario político con el poco juicio que lo ha hecho el ministro Ábalos al citarse clandestinamente en el aeropuerto de Barajas -como si fuera un agente doble de la Guerra Fría- con la vicepresidenta de la dictadura venezolana, Delcy Rodríguez, quien tenía prohibida su entrada en Europa acusada de actividades criminales.
Empero, todo, incluso lo más inexplicable, cobra su sentido, por más que Sánchez e Iglesias, uncidos por Zapatero, se hagan los distraídos sobre una visita envuelta en el mayor de los secretos. Sabedores de que el régimen venezolano tiene en sus manos remover un avispero letal para sus intereses, muestran el cinismo de aquel personaje de una de las novelas del norteamericano Richard Ford: "Soy un hombre que no reconocería ni a mi propia madre. Posiblemente debería dedicarme a la política".
Así, aquello que muchos temían que podía ocurrir ya sucede porque "lo que la verdad esconde" termina por dar la cara en el momento más inadecuado, al igual que al feliz matrimonio de la cinta de Robert Zemeckis, devolviendo a los días del pasado de financiaciones irregulares o negocios oscuros que Sánchez e Iglesias prefieren olvidar. Pero que no les resultará fácil, por mucho que traten de crear un clima de sospecha y de confusión sobre los motivos que animan a quienes tratan de esclarecer esos lances del ayer que afloran en forma del convoluto de 35 millones recibidos por el embajador de Zapatero en Caracas, Raúl Morodo, o los fondos del régimen caribeño allegados a Podemos.
El caso Morodo, quien impulsó la venta de patrulleras y aviones de transporte españoles al régimen bolivariano con Bono como ministro de Defensa, es una sombra alargada que se cierne sobre el presente, tras cobrarse el suicidio de un testigo clave en el proceso judicial.
Baste recordar que, entre los documentos que Luisa Ortega, ex fiscal general de Venezuela, entregó a la CIA e Interpol al escapar del país, está el convenio suscrito en 2005 entre Zapatero -ahora Gran Canciller Bolivariano- y Chávez, donde se detectó un corretaje millonario de la empresa de intermediación: Rabazven Holding, que se embolsó el 3,5% de un contrato negociado a nivel gubernamental.
En el curso de aquella venta de barcos y aviones, que desató una crisis con EEUU al denegar la transferencia de tecnología militar, se registró una cita secreta de Bono con Chávez, pero que trascendió a la prensa, como la de Ábalos quince años después con la vicepresidenta de Maduro.
Ello lleva a deducir que, se non è vero, è ben trovato ("Si no es verdad, está bien encontrado"). Algo que ya está adquiriendo visos de sintomático en esta España de insomnio en la que, frente a los que persiguen un cambio de régimen, solo cabe expresar la esperanza que alberga la tragedia shakesperiana en una de sus páginas: "Cuando las cosas llegan a lo peor, regresan a donde estaban antes".
FRANCISCO ROSELL Vía EL MUNDO
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