¿QUÉ HACÉIS MIRANDO AL CIELO?
"Las
palabras del ángel contienen un reproche velado: no hay que quedarse
mirando al cielo y especulando sobre el más allá, sino más bien vivir en
espera del retorno [de Jesús], proseguir su misión, llevar su Evangelio
hasta los confines de la tierra."
Raniero Cantalamessa
Mateo 28, 16-20:
En la primera lectura, un ángel dice a los discípulos: «Galileos, ¿qué
hacéis mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al
cielo volverá como le habéis visto marcharse». Es la ocasión para
aclararnos las ideas sobre qué entendemos por «cielo». En casi todos los
pueblos, por cielo se indica la morada de la divinidad. También la
Biblia usa este lenguaje espacial: «Gloria a Dios en lo alto del cielo y
paz en la tierra a los hombres».
Con la llegada de la era científica, todos estos significados religiosos
de la palabra «cielo» entraron en crisis. El cielo es el espacio en el
que se mueve nuestro planeta y todo el sistema solar, y nada más.
Conocemos la ocurrencia atribuida a un astronauta soviético, al regreso
de su viaje por el cosmos: «¡He recorrido el espacio y no he encontrado
por ninguna parte a Dios!».
Así que es importante que intentemos
aclarar qué entendemos nosotros, los cristianos, cuando decimos «Padre
nuestro que estás en los cielos», o cuando decimos que alguien «se ha
ido al cielo». La Biblia se adapta, en estos casos, al modo de hablar
popular (también lo hacemos actualmente, en la era científica, cuando
decimos que el sol «sale» o «se pone»); pero ella bien sabe y enseña que
Dios «está en el cielo, en la tierra y en todo lugar», que es Él quien
«ha creado los cielos», y si los ha creado no puede estar «encerrado» en
ellos. Que Dios esté «en los cielos» significa que «habita en una luz
inaccesible»; que dista de nosotros «cuanto el cielo se eleva sobre la
tierra».
Asimismo nosotros, los cristianos, estamos de acuerdo en decir que el
cielo, como lugar de la morada de Dios, es más un estado que un lugar.
Cuando se habla de él, carece de sentido alguno decir en lo alto o
abajo. Con esto no estamos afirmando que el paraíso no existe, sino sólo
que a nosotros nos faltan las categorías para poderlo representar.
Pidamos a una persona completamente ciega de nacimiento que nos describa
qué son los colores: el rojo, el verde, el azul... No podrá decir
absolutamente nada, ni otro será capaz de explicárselo, pues los colores
se perciben sólo con la vista. Así nos ocurre respecto al más allá y la
vida eterna, que están fuera del espacio y del tiempo.
A la luz de lo que hemos dicho, ¿qué significa proclamar que Jesús
«subió al cielo»? La respuesta la encontramos en el Credo: «Subió al
cielo, y está sentado a la derecha del Padre». Que Cristo haya subido al
cielo significa que «está sentado a la derecha del Padre», esto es, que
también como hombre ha entrado en el mundo de Dios; que ha sido
constituido, como dice san Pablo en la segunda lectura, Señor y cabeza
de todas las cosas. En nuestro caso, «ir al cielo» o «al paraíso»
significa ir a estar «con Cristo» (Fil 1,23). Nuestro verdadero cielo es
Cristo resucitado, con quien iremos a encontrarnos y a hacer «cuerpo»
después de nuestra resurrección, y de modo provisional e imperfecto
inmediatamente después de la muerte. Se objeta a veces que sin embargo
nadie ha vuelto del más allá para asegurarnos que existe de verdad y que
no se trata sólo de una piadosa ilusión. ¡No es verdad! Hay alguien que
cada día, en la Eucaristía, regresa del más allá para darnos garantías y
renovar sus promesas, si sabemos reconocerle.
Las palabras del ángel: «Galileos, ¿qué hacéis mirando al cielo?»,
contienen también un reproche velado: no hay que quedarse mirando al
cielo y especulando sobre el más allá, sino más bien vivir en espera del
retorno [de Jesús], proseguir su misión, llevar su Evangelio hasta los
confines de la tierra, mejorar la vida misma en la tierra. Él ha subido
al cielo, pero sin dejar la tierra. Sólo ha salido de nuestro campo
visual. Precisamente en el pasaje evangélico Él mismo nos asegura: «He
aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».
RANIERO CANTALAMESSA Vía RELIGIÓN en LIBERTAD
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